PREPARÁNDOSE PARA UN ÁRTICO SIN HIELO Por: Irene Cuesta El Ártico ha vuelto a la actualidad de las relaciones internaciones, si bien fue una región bastante importante durante la guerra fría (sobre todo por la cercanía entre EEUU y la URSS) se quedó al margen durante la década de los 90, pero ahora ha vuelto a la actualidad del panorama internacional debido al calentamiento global y el deshielo del mismo. Sin entrar en el análisis de la razón del cambio climático, las evidencias de su existencia son claras y la temperatura en la tierra ha ido en aumento en las últimas décadas batiendo records de altas temperaturas y haciendo que el hielo marino en la zona Ártica haya ido disminuyendo (sobre un 4 1% por década) lo que ha hecho que durante temporadas cada vez más largas el Ártico se quede sin hielo en ciertas zonas formando corredores a su alrededor. La situación de este espacio con menos hielo y durante periodos más prolongados abre una serie de oportunidades y riesgos, desde cambios en el medio ambiente afectando a la flora y fauna de la zona (incluyendo los recursos pesqueros que se van a zonas más frías), o la vida humana de las poblaciones indígenas de esos territorios que incluso se puede ver afectada por un posible incremento del tráfico marítimo y la contaminación que conlleva. Pero también presenta una gran serie de oportunidades, comerciales y económicas, posibilitando la navegación y abriendo nuevas rutas comerciales, y sobre todo abriendo la posibilidad de explotar nuevas fuentes de recursos energéticos. Es en esto último en lo que nos vamos a centrar, en las posibilidades que se encuentran en este deshielo. Si bien se trata de beneficios para todos los Estados del planeta (sobre todo por el tema de las nuevas oportunidades comerciales); lo cierto es que son cinco Estados los que se van a ver más interesados en este cambio de la zona polar ártica, y son los cinco Estados ribereños, Rusia, EEUU (a través de Alaska), Canadá, Dinamarca (por Groenlandia) y Noruega los actores que ya se están preparando para un Ártico con menos hielo invirtiendo en infraestructuras (como puertos y rompehielos) pero sobre todo usando los mecanismos posibles para ampliar la posibilidad de explotar recursos internacionales, no sólo a través de avances tecnológicos sino ampliando, con las herramientas que les da el derecho internacional, su zona de actuación.
Y es que el Ártico a diferencia de su opuesto en el polo sur, no tiene ningún régimen especial, y esto significa que se trata como aguas marinas y por lo tanto gracias a los mecanismos dentro del derecho internacional los Estados pueden ampliar su zona de explotación de recursos a través de la ampliación de la plataforma continental. Lo cual está haciendo que las disputas territoriales entre estos países esté aumentando, aunque eso sí lo hacen respetando los términos de la Convención de Derecho del Mar (UNCLOS por sus siglas en inglés) de la que todos son parte a excepción de EEUU, aunque ha dejado claro en muchas ocasiones (entre ellas la directiva National Security Presidential Directive 66 (NSPD-66) / Homeland Security Presidential Directive 25 (HSPD- 25) de enero de 2009 sobre la cuestión del Ártico,) que pretende entrar en el convenio y que respeta sus normas y a todo esto hay que unir que por la declaración de Ilulissat del año 2008 que firmaron los 5 Estados que centra a la UNCLOS como fuente de resolución de conflictos de estos países, algo que es posible como ya se vio en el acuerdo entre Rusia y Noruega en 2010 sobre las aguas de Barents, estableciendo una línea equidistante que ponía fin a 40 años de disputas. Las otras disputas que marcan la tensión en una zona bastante pacifica tras la guerra fría, es la cordillera de Lomonosov que Rusia considera como parte de su plataforma continental y en esto es en lo que basa su petición a la Comisión de Naciones Unidas sobre los límites de la Plataforma Continental que también reclaman como parte de su plataforma Canadá y Dinamarca; EEUU y Rusia se enfrentan por mar de Bering, quien al no estar dentro de la convención trata los asuntos de manera de bilateral y en este caso trata de revivir un acuerdo firmado en 1990 con la Unión Soviética y que nunca llegó a ser ratificado y su estrecho y Canadá y Dinamarca por la isla de Hans. Las razones de todos estos enfrentamientos son las siguientes, un aumento de los recursos pesqueros, la apertura de dos nuevas rutas comerciales y algunas de las reservas más importantes del mundo de petróleo, gas y minerales, entre ellos los conocidos como tierras raras. El aumento de las temperaturas y con ello el deshielo lleva implícito un aumento de la temperatura marina, y un cambio en la salinidad y de los microorganismos de la zona; así los recursos pesqueros que siempre han sido una fuente tradicional de conflictos se ve aumentada por las migraciones hacia el norte de especies de aguas más cálidas (algo que hace que aumente el potencial pesquero, aunque se trata de un cambio a largo
plazo), que va unido a un aumento del fitoplancton de la zona que amenazan a especies autóctonas mientras que atrae a especies de fuera. Sin embargo uno de los asuntos que más beneficio puede traer y en lo que se están esforzando más Estados a la hora de crear infraestructuras es la aparición de dos nuevas rutas de navegación, dos rutas alternativas a las actuales la del Noroeste y la del Noreste que permitirían reducir notablemente los costes de los intercambios comerciales, por ejemplo se estima que abrir estas rutas supondría un ahorro de unos 6.400 kilómetros entre Shanghái y Hamburgo, rutas que no sólo tienen que estar destinadas a uso comercial sino que también tienen un potencial uso turístico. Sin embargo la viabilidad de estas dos rutas es bastante desigual no sólo por la geología sino también por la alternativa que supondría a rutas existentes. Por un lado está la ruta del Noroeste que uniría el Atlántico Norte con el Pacifico atravesando una serie de estrechos de Canadá que acortaría el camino entre EEUU (la costa este) y el sudeste asiático, presentándose como una alternativa al canal de Panamá. Sin embargo, este paso cuenta con bastantes problemas, a nivel natural porque el deshielo es menor que en la otra ruta y a nivel político por el problema de definición de los espacios marinos que enfrentan a Canadá con UE y EEUU, mientras que estos últimos consideran que diversos puntos en esta ruta deben ser considerados como estrechos y por lo tanto tener libertad de navegación mientras que Canadá los quiere considerar como aguas interiores y por lo tanto poder controlar las condiciones de paso, un asunto que tiene que ser resuelto antes de que el deshielo sea más evidente. Por otro lado también se la considera la menos viable debido a que supone una alternativa al canal de Panamá un punto en el que muchas potencias tienen muchos intereses y no están dispuestos a perderlos. La otra ruta es la del Noreste, que une esta vez el Atlántico Norte con el Pacifico a través de Rusia y es sin duda la ruta más atractiva sobre todo a nivel de seguridad, ya que permitiría crear una ruta que supusiese una alternativa a Suez, Malaca o las costas del Cuerno de África que supondrían un ahorro mínimo de un 40% de los costes del transporte marítimo por tiempo, distancia y la peligrosidad de ciertos puntos de la ruta (sobre todo por temas de piratería cerca de las costas de Somalia o en el estrecho de Malaca) que hacía que el paso por el Canal de Suez se encareciese, además es la primera que se prevé que se llegue a abrir (debido al influjo de la diferencia de
temperatura con los ríos siberianos y por el gran interés de Rusia, líder en inversión en infraestructuras en la zona). Además de que se potenciarían las relaciones intra-árticas sobre todo entre las distintas regiones de Rusia comunicando las regiones mineras siberianas ricas en cobre, estaño o plutonio con los grandes puertos rusos, y estos con otros puntos de intercambio a lo largo del planeta. Sin duda, los Estados más interesados son los de Asia, pero destaca sobre todo China, que no sólo abarataría sus exportaciones a Europa sino que tendría un acceso más fácil y rápido a fuentes de energía y materias primas, y es que esto último es otro de los factores que más está afectando a la fiebre del Ártico. Se estima que en el Ártico se encuentran el 40% de paladio; 30% de gas; 26,8% de diamantes; 13% de petróleo; 11% de cobalto; 10,6% de níquel o el 3,2% de oro; de las reservas globales de estos elementos así como un posible gran porcentaje de tierras raras, unos 17 minerales imprescindibles en la fabricación de equipos de alta tecnología y que en la actualidad monopoliza China y que marcan también los acuerdos que está realizando China con países de la zona (como es el caso del acuerdo de libre comercio que se ha firmado recientemente entre China e Islandia). Todo esto hace que los Estados se estén preparando para para un Ártico sin hielo, pero hay que tener en cuenta que aunque los movimientos estén comenzando ahora (sobre todo con la ampliación de la plataforma continental (hasta las 350 millas), ya que la petición debe hacerse dentro de los 10 primeros años dentro del tratado), los verdaderos resultados de la explotación serán a largo plazo, y es que la tecnología aún no está desarrollada por completo, además de las difíciles condiciones climáticas que no sólo dificultan la construcción de infraestructuras sino el mantenimiento y los distintos protocolos de seguridad de los mismos, sin hablar del desierto demográfico de estas zonas. Así el potencial del Ártico es bastante importante a largo plazo, si bien la tecnología es el obstáculo más importante, también hay que contar los importantes grupos de presión medioambientales que hay en los países implicados, y es que en el Ártico se pueden ver una gran serie de actores que van desde Estados a Organizaciones Internacionales, ONG grupos civiles o incluso grupos indígenas que se van a ver envueltos no sólo en los cambios que supone el aumento de las temperaturas sino en una alteración de su medio
para la explotación eficaz de los recursos. Y es que se trata de una zona muy sensible a la conciencia internacional (sólo hay que ver la gran campaña que ha organizado Greenpeace para la protección del Ártico) y ahora mismo hay otras zonas del planeta con acceso a los mismos recursos además de que la tecnología para explotar con seguridad el Ártico aún no está disponible, sobre todo durante los meses de invierno. Sin duda es la tecnología el factor clave que va a determinar la explotación y quienes son los actores que llevan la de ganar la carrera por la explotación de los beneficios del Ártico, y es que los Estados con más intereses en el Ártico son los que más han desarrollado su tecnología para adaptarse al medio polar, sólo hay que ver los datos, y es que por ejemplo uno de los elementos básicos para garantizar el control de la zona son los rompehielos de propulsión nuclear, existen muy pocos en el mundo, de los 5 Estados ribereños Rusia tiene 20, Canadá 12 y EEUU sólo 1, además se trata de rompehielos que tardan más de un año en fabricarse y su coste supera el millón de dólares, por lo que no es de extrañar que sean estos dos, Rusia y Canadá los países que más tengan que decir y que más disputas tengan por el territorio. Los dos países con más superficie ártica y los dos países que más tienen que ganar en el Ártico y por supuesto los que van a llevar el ritmo protagonista en las próximas décadas.