LEYENDAS DE LAS AMÉRICAS RAQUEL BENATAR ILUSTRACIONES DE RUTH ARACELI RODRÍGUEZ
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Hace muchísimo tiempo, en un pequeño poblado de los Andes peruanos, vivía un joven llamado Ollac. Ollac llevaba una vida sencilla. Trabajaba de sol a sol y vivía solo en una pequeña casa de piedra. Le gustaba cultivar el campo y estaba agradecido a la Madre Tierra por los frutos que le daba. 3
4 Todas las tardes, después de terminar sus tareas en el campo, Ollac se dirigía a la montaña. Se ponía su poncho multicolor que él mismo había tejido y un gorro de lana que le cubría enteramente las orejas.
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Ollac llevaba consigo una quena, su compañera favorita, que había pertenecido primero a su abuelo y después a su padre. La quena y la casa de piedra eran sus únicas pertenencias. 7 7
8 Ollac caminaba alegremente hacia la montaña mientras tocaba la quena. Su soledad no le importaba porque su vida era rica y nunca se aburría. Ollac se sentía feliz escuchando la música de su quena.
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Ollac entraba siempre en una caverna que se encontraba al pie de la montaña. Estaba oscura, pues apenas llegaba la luz del sol. Ollac observaba con orgullo las paredes de la cueva. Estaban cubiertas de unos signos extraños que sólo él conocía. 11
12 En ellas se veían dibujos de hombres arando la tierra, dibujos de plantas, de animales y de calendarios solares; pero sobre todo había manos, muchas manos de distintos tamaños. Aquellos dibujos eran las huellas de los antepadasos de Ollac.
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Ollac pasaba largas horas observando los dibujos. Mientras los miraba, tocaba la quena. Pensaba en su padre y en su abuelo, y también en sus antepasados quechuas que habían vivido en el poblado. Ollac no se sentía solo. 15
16 Una tarde, Ollac se encontraba en la cueva observando un calendario solar. Pensaba en los cultivos que sembraban sus antepasados y se preguntaba cuál sería el momento más apropiado para cosechar el maíz. Estaba enfrascado en sus pensamientos cuando notó una presencia extraña.
Ante él apareció un ser diminuto. Al verlo, Ollac se sobresaltó, pero enseguida comprendió de quién se trataba. Era el geniecito de la montaña al que los más ancianos llamaban el Espíritu de la Naturaleza. 17
18 El Espíritu de la Naturaleza se acercó a Ollac y le dijo: Ollac, pasas aquí todas las tardes solo, tocando la quena y mirando las huellas de tus antepasados. Eres un muchacho bondadoso y trabajador. Dime qué deseas y yo te lo daré. Ollac observó al geniecito con mirada serena. No estaba asustado porque su corazón era puro y amaba a la Madre Tierra.
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Entonces el muchacho contestó: Vivo en mi casa de piedra y cultivo el campo de sol a sol. Esta quena es mi mejor compañera. Yo no necesito nada más. El Espíritu de la Naturaleza sonrió amablemente y le preguntó: No quieres ser rico, Ollac? Ya soy rico. Mis riquezas son infinitas porque proceden de la Madre Tierra dijo Ollac. 21
22 Ollac miró detenidamente los dibujos de la caverna y continuó: Mira! Esta caverna es mi casa, mi felicidad. Estos dibujos que ves en las paredes son los tesoros que la Madre Tierra me ha entregado. Y estas manos son las manos de mis antepasados; con ellas cultivaron los campos y de ellos sacaron su alimento.
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Después agregó con entusiasmo: Ves este calendario solar? Me indica cuál es el momento más apropiado para mis cultivos y mis cosechas. Y estos animales petrificados son fósiles: son los antepasados de animales que aún viven en el monte. Además, conozco el nombre de cada una de las plantas que están dibujadas en estas paredes. Como ves, soy infinitamente rico y no necesito nada. 25
26 El Espíritu de la Naturaleza comprendió que Ollac no ambicionaba riquezas materiales. Ollac era rico porque la Madre Tierra le había entregado sus mejores tesoros, los frutos de la tierra. Se los entregó para que los cultivara y se alimentara con ellos. Ollac era feliz y su verdadera felicidad era la sabiduría que había adquirido dentro de la caverna observando las huellas de sus antepasados. Una hermosa sabiduría que sus antepasados quechuas le habían transmitido y que él, a su vez, transmitiría a sus descendientes.
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28 Entonces, el Espíritu de la Naturaleza desapareció. Ollac lo buscó por la caverna y lo único que vio fueron los dibujos de las paredes. Ha debido ser fruto de mi imaginación se dijo sonriendo. Ya era casi de noche. Así que regresó a su casa de piedra tocando la quena.
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Ésta es la leyenda sobre el respeto a los antepasados y el cuidado a la Madre Tierra que los agricultores de los Andes peruanos cuentan a sus hijos y a los hijos de sus hijos. Y así lo vienen haciendo desde entonces y de generación en generación. 31
We are grateful for the valuable participation of Ana Silvente and Celia Moyano in this project. Copyright 2004 Laredo Publishing Company Inc. All rights reserved. No part of this book may be reproduced or transmitted in any form or by any means, electronic or mechanical, including photocopying, recording, or by any information storage and retrieval sytem, without permission in writing from the publisher. About the color illustrations: The art in this book has been done in an acrylic medium. Laredo Publishing Company, Inc. 9400 Lloydcrest Drive ISBN 1-56492-308-8 Beverly Hills, CA 90210 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 32