LA MISIÓN DE UN BUEN HOMBRE Adrián Suárez Colegio Ramiro Izquierdo 4º ESO A
Era una noche lúgubre y oscura. La brisa hacía mover las briznas de la hierba. Massoud yacía en su cama hecha con trapos en una celda que tenía una sola ventana por la que no cabía su cabeza y que, encima, no tenía barrotes, con lo cual, en esos tiempos, podía morir por un disparo lejano de una flecha. De repente, dos guardias entraron por la puerta y levantaron a Massoud para que saliera de la celda. Al salir vio a otros compañeros suyos, sus compañeros de toda la vida, siendo arrastrados, como él, y llevados hasta la entrada de ese lugar donde permanecían encerrados, y donde les aguardaba el director del centro. Sí, aquello era una cárcel; y no una cualquiera, sino la cárcel de Valencia, y Massoud no era un delincuente normal, él era el general morisco que intentó devolver la gloria a su pueblo, junto a sus soldados, y convertir la Valencia natal de sus antepasados en una de las principales ciudades moriscas. No obstante, su plan, por supuesto, fracasó. Los moriscos no habían evolucionado mucho respecto a armas durante los cinco siglos desde que fueron expulsados; en cambio, esos cinco siglos les habían servido de mucho a los cristianos y más si es el Rey, que aquellos días rondaba por Valencia, con su tropa la que te derrota en menos de media hora, ya que no eres más que un grupo mediocre de soldados moros que luchaban por su ciudad. -Cristiano, cuál es nuestro castigo final?- preguntó Massoud con voz decidida El director le pegó una patada en la cara y le gritó: - Hablarás cuando te diga, asqueroso moro! Ponedles los grilletes a todos! - De qué se nos acusa?-preguntó, de nuevo, Massoud ante la mirada incrédula de sus hombres. - Qué te acabo de decir?-le gritó el director mientras le pegaba una paliza.-se os acusa de atentar contra la vida del rey, intentar conquistar Valencia y sobretodo ser moros, puesto que en España a los moros se les expulsa o se les mata. Moro o no, cualquiera
que atente contra nuestro rey se le castiga con la pena de muerte-respondió el director.- Pero, hoy me habéis cogido de buenas, ha hecho un día espléndido y digamos que vais a hacer un viajecito por el mar-contó con una sonrisa macabra en su cara. Massoud, sin saliva para hablar, y, entrecortado, fue el último en salir de la cárcel y ser conducido a un carruaje, - Qué ha pasado? Dónde estamos? No recuerdo nadapreguntó Massoud. -Normal, estabas inconsciente y has dormido durante dos días-le respondió Cristóbal -En cuanto a dónde estamos, realmente no lo sabemos. Solo sé que estamos yendo hacia un tal pueblo llamado Benicasim. No sé que están tramando, pero será algo muy gordole contestó Mohammed. - Benicasim? Quién puede poner un nombre moro a un pueblo cristiano? Serán hipócritas! Primero nos echan y luego nos roban nuestra cultura!-saltó Massoud, bastante alterado -Realmente, el pueblo fue fundado por moros, solo que los cristianos lo reconocían como suyo, ya que está muy cerca de Castellón, entonces bastión, y ahora ciudad mediana-explicó Cristóbal - Y para qué nos llevan a Benicasim?-se preguntaron los tres La respuesta la tuvieron tres días más tarde (un día después de llegar a Benicasim). Allí les recibió otro general, esta vez de la Marina, de apellido Narváez, con toda su tripulación y sus dos veleros. Nada más llegar les llevaron a uno de los barcos y les encadenaron en los remos.
-Escuchad, vuestro castigo es el siguiente: estáis en las islas Columbretes, nadie sabe quien las llamó así. Vuestra tarea consiste en hacer habitable la mayor isla de todo el conjunto: la illa Grossa. Una vez hecho, con la ayuda de unos arquitectos moros, también, tendréis que construir un faro. Entendido?-preguntó Narváez -Sí, pero, quién le ha dicho a usted que vayamos a hacerlo?-le preguntó, a su vez, Massoud -Mire, yo ni quiero ni sé por qué les ha tocado a vosotros esta tarea. Pero yo hago lo que me dicen. Massoud fue el primero en salir y ver esas espléndidas y bonitas islas llamadas Columbretes. Tenían forma de volcán, era cierto, y daban una sensación de libertad además de hermosura que Massoud, nunca antes había conocido. Parecía que respiraras belleza y sentías que seguro que cada día que pasara te enamorarás más de la isla. Desembarcaron y vio la flora única y excepcional de la isla. Todo el mes estuvieron destruyendo la flora y matando la fauna hasta que, un día, el general Narváez llamó a Massoud al velero a su camarote. Le explicó que había hecho un buen trabajo y que habían concluido la tarea de habilitar la zona. Hizo llamar a dos hombres y se los presentó a Massoud como los arquitectos. Durante un año estuvieron construyendo el faro, mientras veían cómo el velero se iba cada mes durante una semana para luego volver con provisiones y estar otras tres semanas. Al cabo del año el faro estuvo acabado y Massoud, feliz por soñar la libertad fue directo al camarote de Narváez y le contó que estaba terminado. En cambio, Narváez, no estaba tan contento: - Perfecto! Me alegro mucho!-intentó disimular su desilusión sin conseguirlo - Qué pasa, general? Qué hemos hecho? quiso saber Massoud aterrado.
-Ya te lo he dicho, en realidad nada. Si acaso, nacer moros en este mundo tan católico. A mí me han hecho saber mi próxima misión: matar a todos los presos del faro y volver de forma triunfante, ya que nosotros, con mucho esfuerzo, hemos acabado el farocontestó Narváez -Eso es inhumano, inmoral. Usted es un hipócrita. Y dice que es una buena persona? Da usted asco-le reprendió Massoud -Sí, lo soy y lo digo. Y por eso no voy a ser yo quien os mate, ni tampoco mis guardias. Llevadle a la isla!-dijo Narváez a sus soldados. Una vez Massoud estaba en la isla con el resto de su gente (inclusive los dos arquitectos), Narváez le gritó desde el velero: -No tenéis comida para todos vosotros ni para una semana. No aguantareis, pero os voy a echar una mano para que os vayáis de este mundo sin sufrir. Tomad!-les gritó y les lanzó una pistola. - Cobarde!-gritó Massoud, pero ya no había nada que hacer Massoud pensó junto a sus compañeros una posible solución, pero los soldados lo habían planeado todo minuciosamente y, lo peor de todo, con muy buenos resultados. Efectivamente, empezaba a escasear la comida hasta que al quinto día, cuando todos estaban durmiendo, Massoud fue ahogando uno por uno a todos los hombres para que no sufrieran. Y cuando mató a todos cogió la pistola y se disparó a sí mismo. Esta es la historia de cómo se construyó el faro de las islas Columbretes de forma inmoral, sí pero llevada la tarea a cabo por un conjunto de hombres que, aunque moros, eran valientes y decididos.