1 5.1. Unión dinástica: integración de las Coronas de Castilla y de Aragón. El problema de la sucesión al trono de Casilla se planteó desde que en 1464 una liga nobiliaria exigió a Enrique IV que nombrase heredero a su hermanastro Alfonso en vez de a su hija Juana. El monarca accedió, pero después se retractó, ante lo cual los nobles le depusieron en efigie en la humillante Farsa de Ávila y proclamaron rey a Alfonso. Enrique IV se impuso a los rebeldes por la fuerza de las armas. En 1468 murió Alfonso y la nobleza le ofreció entonces la Corona a su hermana Isabel, que rehusó aceptarla mientras viviera el rey. Sin embargo, ella se consideraba la legítima heredera, con más derechos que su sobrina Juana, apodada la Beltraneja por ser considerada hija de Beltrán de la Cueva, favorito del rey. El monarca cedió a las presiones y nombró a Isabel heredera en el Tratado de los Toros de Guisando con la condición de que se casara con Alfonso V, rey de Portugal. Cuando descubrió que se había casado en secreto con Fernando, hijo de Juan II de Aragón, la desheredó y nombró de nuevo a su hija Juana. Al morir el rey, Isabel se proclamó reina de Castilla. Poco después, Alfonso V de Portugal invadió Castilla para defender los derechos de su prometida, Juana la Beltraneja. Isabel contaba con el apoyo de pueblos y ciudades, casi todo el clero y la mayoría de los grandes linajes nobiliarios, además del de su suegro, el rey de Aragón. Juana era apoyada por un sector de la nobleza más turbulenta, algunos destacados miembros del clero, el rey de Francia (por hostilidad hacia Aragón) y el rey de Portugal. Las fuerzas estaban muy equilibradas, pero finalmente se firmó en 1479 el Tratado de Alcaçovas en el que se reconocía a Isabel I como reina de Castilla. La monarquía de los Reyes Católicos constituye una pieza fundamental en el proceso de unificación políticoterritorial, porque acabaron uniendo bajo su persona tres de los cuatro reinos cristianos peninsulares y conquistaron el de Granada en 1492, pero la unión de las dos coronas tuvo carácter de unión personal o dinástica. Los distintos reinos estarán gobernados por un mismo monarca, pero cada uno conservó sus instituciones, Cortes, leyes y fueros, aduanas, monedas, etc. Lo único que uniría a todos los reinos era la figura del rey común. Los dos gobernaban conjuntamente Castilla, donde las grandes decisiones se tomaron por acuerdo mutuo Tanto monta, monta tanto..., pero siempre intervino más Fernando en Castilla que Isabel en Aragón. No se produjo una unión política, ni territorial, ni cultural, pero sí religiosa. El título de Reyes Católicos fue dado por Alejandro VI (el papa Borgia) en 1494 tras conquistar Granada y expulsar a los judíos (ambas en 1492). Si se hubiera unificado el reino, al morir Isabel el reino de Castilla hubiera pasado a manos de Fernando, pero ella dejó como heredera a su hija Juana, casada en Flandes con Felipe el Hermoso. Fernando promovió la locura de su hija y reinó como regente hasta que el hijo de Juana, Carlos, cumplió la mayoría de edad. Fernando contrajo segundas nupcias con Germana de Foix (sobrina del rey de Francia). Si el hijo varón de ambos hubiera sobrevivido, habría heredado la Corona de Aragón y se hubiera disuelto la unión dinástica.
2 5. LOS REYES CATÓLICOS: LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO MODERNO 5.2. La conquista del Reino Nazarí y la incorporación del Reino de Navarra Conquista de Granada Entre 1481 y 1492 se realizó una campaña de conquista del reino de Granada aprovechando los enfrentamientos internos entre el emir de Granada, su hermano y su hijo Boabdil. La finalización de la Reconquista y la unidad de España era una idea que no había desaparecido de la mentalidad de los reinos cristianos. Por tanto, la incorporación del Reino Nazarí es algo que los Reyes Católicos tenían como objetivo, sobre todo porque había disminuido el pago de las parias, y los turcos amenazaban en el Mediterráneo, desembarcando constantemente en la región gracias al apoyo de los piratas berberiscos, amenazando a los reinos cristianos. Además, los Reyes Católicos consideraron conveniente orientar el carácter belicista de la nobleza contra el Reino de Granada, una vez terminada la contienda por la sucesión en Castilla. Fue una guerra más de asedios que de batallas campales, y se tendió a establecer capitulaciones respetuosas con los vencidos (salvo en el caso de Málaga). La primera fase de la conquista se realizó por la frontera oeste del reino cayendo poco a poco Ronda, Loja y Málaga. En la segunda fase atacaron por el este (Baza, Guadix, Almería). Finalmente en 1491 se asedió la ciudad de Granada, que cayó en enero de 1492 como último episodio de la reconquista. El rey Boabdil negoció en secreto la rendición y unas generosas capitulaciones, que solo se respetaron al principio. Boabdil recibió el señorío de las Alpujarras, pero pasado un tiempo optó por emigrar a Marruecos con todos sus familiares. Incorporación de Navarra La incorporación de este reino se produjo años después de la muerte de Isabel. El pretexto alegado fue una supuesta conspiración de Navarra y Francia contra Castilla, que sirvió a Fernando de justificación para ocupar militarmente Pamplona en 1512. En 1515, en las Cortes de Burgos, Fernando anexionó el Reino de Navarra a la Corona de Castilla, pero en plano de igualdad, por lo que conservó sus fueros e instituciones propias, entre ellas las Cortes. Al finalizar el reinado de los Reyes Católicos, solo Portugal permanecía como reino independiente en la Península.
3 5.3. La integración de las Canarias y la aproximación a Portugal. Conquista de Canarias El inicio de la conquista de las islas Canarias tuvo lugar durante el reinado de Enrique III el Doliente, entre 1390 y 1406. Nobles normandos como Juan de Bethencourt, vasallos de Castilla, tomaron posesión de las islas menores: Fuerteventura, Lanzarote, Gomera y Hierro. Estas fueron reducidas a señorío privado, de donde tomaron el nombre de islas de señorío. A partir de 1478, los Reyes Católicos iniciaron la conquista de las islas de Gran Canaria, La Palma y Tenerife. Ante la dificultad de los señores castellanos de conquistarlas, además de la rivalidad con Portugal, aspirante también a controlar el archipiélago, la conquista pasó a realizarse por el sistema de capitulaciones: se establecía un contrato con capitanes y eclesiásticos para que llevaran a cabo la conquista y evangelización de los nuevos territorios en nombre de la monarquía, cuyo papel se limitaba a autorizar y controlar la empresa. Tras su conquista, estas islas permanecieron bajo el control directo de la Corona como islas de realengo. La población nativa, los indígenas guanches, fue muy diezmada, y asimiló con rapidez la cultura, costumbres y forma de vida castellana en detrimento de la suya propia. Los colonizadores fueron especialmente andaluces, a los que se añadieron portugueses y judíos conversos. Aproximación a Portugal Tras la guerra civil castellana y el Tratado de Alcaçovas que suponía la paz entre ambos países, los Reyes Católicos intentaron aproximarse a Portugal. Se basaron en una política matrimonial, casando a su hija mayor, Isabel, con el heredero al trono de Portugal, Alfonso, de quien enviudó. La volvieron a casar con el ya rey portugués, Manuel el Afortunado, con la idea de que su descendiente pudiese unir a todos los reinos peninsulares. Isabel murió pronto y sin herederos, con lo que su hermana María fue la elegida para casare con el rey portugués, aunque tampoco se logró una unión dinástica en ese momento. Sin embargo, su hija, Isabel de Portugal, se casó con Carlos V, naciendo de este matrimonio Felipe II, quien consiguió finalmente la unidad peninsular a finales del siglo XVI.
4 5. LOS REYES CATÓLICOS: LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO MODERNO 5.4. La organización del Estado: Instituciones de gobierno. Los Reyes Católicos representaron la idea de Estado moderno y reforzaron la monarquía autoritaria, quitando poder político a los nobles. Sin embargo, respetaron su poder económico, dejándoles fundar nuevos mayorazgos (conjunto de propiedades y títulos que debían transmitirse íntegras al primogénito, sin posibilidad de vender o dividirlas, ni siquiera embargarlas por deudas; los monarcas se aseguraban así de la recuperación total de los bienes donados en caso de necesidad o traición de sus vasallos). Administración central Al aumentar las competencias del Estado y el poder político de la monarquía, la administración central requirió de una burocracia especializada. El Consejo Real, hasta entonces meramente consultivo y acaparado por los magnates de la nobleza y del clero, se convirtió en el órgano de gobierno más importante, compuesto a partir de 1495 de letrados. Solía reunirse en comités, según la naturaleza de los asuntos a tratar. Algunos de ellos fueron desapareciendo para dar lugar a diversos consejos independientes (Consejo de la Inquisición, Consejo de la Cruzada, Consejo de las Órdenes militares ). El Consejo Real, por encima de todos los demás, acabó denominándose Consejo de Castilla, denotando el predominio de esta Corona sobre el conjunto de la monarquía. Iglesia Respecto a la Iglesia, el rey asumió el maestrazgo de las órdenes militares, controlando su dinero y encomiendas. Impuso el patronato regio, potestad para nombrar los cargos eclesiásticos en Granada y América. Administración de justicia En el ámbito de la administración de justicia, los Reyes Católicos abandonaron la práctica de juzgar en persona y desarrollaron las instituciones existentes. Nombraron virreyes, representantes de la monarquía en los reinos en los que no vivían los reyes, y enviaron Corregidores reales a provincias y municipios (controlados por la oligarquía y a baja nobleza urbana) para velar por el orden público. Además, se creó la Santa Hermandad en las ciudades para perseguir malhechores y mantener la paz interna. Castilla Se pasó de la audiencia itinerante a una nueva organización territorial de la justicia. Se formaron dos chancillerías, con función de tribunales superiores en Valladolid y en Granada, así como dos audiencias, con rango inferior, en Santiago y Sevilla. Aragón Se creó una audiencia en cada uno de los tres reinos con cortes. En Navarra, el papel de la audiencia era desempeñado por el Tribunal de la Corte Mayor. La administración de justicia de esta Corona tenía dos grandes inconvenientes: la gran extensión de los señoríos, fuera de la jurisdicción real, y la diversidad de fueros locales y normas confusas y contradictorias entre sí en las tierras de realengo. En 1486 Fernando dictó en Cataluña la Sentencia arbitral de Guadalupe, que supuso la abolición de la remensa, los malos usos de los señores feudales catalanes y la libertad personal de payeses de remensa.
5 5.5. La proyección exterior. Política italiana y norteafricana. Política italiana A finales del siglo XV existía una rivalidad entre las monarquías aragonesa y francesa por el dominio de algunos territorios pirenaicos catalanes (condados de Rosellón y Cerdaña, en manos de Francia) y por los territorios italianos (reino de Nápoles en manos de Fernando el Católico). En 1493 se firmó el Tratado de Barcelona con Francia mediante el cual Fernando recuperaba Rosellón y Cerdaña y conseguía que Francia ni pretendiese la expansión en tierras italianas ni amenazase los territorios Pontificios. Francia no cumplió el trato y en 1494 invadió Nápoles, por lo que Venecia, los Estados Pontificios, España, Milán y el emperador alemán Maximiliano de Austria firmaron la Liga Santa contra Francia. El Gran Capitán conquista Nápoles de nuevo para Fernando el Católico en 1504, aceptado por los franceses en el Tratado de Blois (1505). Nápoles junto con Sicilia y Cerdeña siguieron siendo posesiones aragonesas hasta el siglo XVIII. Política africana Entre 1497 y 1511 se produjo la expansión militar de Castilla hacia el Magreb para frenar a los turcos que agredían territorios españoles, junto con los piratas berberiscos y con el posible apoyo de los moriscos. Con Fernando el Católico y el Cardenal Cisneros se conquistaron las plazas de Melilla, Orán, Bujía y Trípoli para evitar que llegaran a Gibraltar y al Levante peninsular. En su política exterior se incluyó también una política antifrancesa debido a la enemistad de Aragón con Francia. Los Reyes Católicos casaron a sus hijos con enemigos de Francia: por el norte, en Inglaterra, casaron a Catalina con Arturo, quien murió. Casaron nuevamente a Catalina con Enrique VIII, quien se divorció de ella. Por el oeste, casaron a Juana con Felipe el Hermoso, hijo del rey de Austria y emperador del Sacro Imperio Románico Carolingio y de María de Borgoña, una de las mujeres más poderosas del momento.