ESTUDIO DE 1ª DE JUAN Por: Rubén Álvarez El testimonio del Espíritu Introducción 1 Juan 5: 6 Éste es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la verdad. 7 Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno. 8 Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan. 9 Si recibimos el testimonio de los hombres, mayor es el testimonio de Dios; porque éste es el testimonio con que Dios ha testificado acerca de su Hijo. 10 El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo. 11 Y éste es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. 12 El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida Jesús dijo: En tanto que estén en este mundo tendrán aflicción, pero confíen, yo he vencido al mundo, de la misma forma nos dice el apóstol Juan en esta primera carta que todo aquel que ha nacido de Dios vence al mundo. Un hijo de Dios ha sido diseñado para vencer al mundo en todas sus formas. Y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. Jesús venció al mundo, al pecado y a la muerte. Es nuestro más claro ejemplo de victoria sobre el mundo, sus costumbres y sus formas. El Espíritu de Dios toma la gloria de un Jesús glorificado para llenarnos de Su esencia, para que como Él es, así seamos nosotros en este mundo. La fe es el equipamiento indispensable para vencer a este mundo. Así Jesús se lo hizo saber a Pedro cuando sería zarandeado por el diablo, ya he orado por ti, que tu fe no falte. Jesús no oró para evitar que el diablo lo zarandeara, sino que su oración fue para que su fe no faltara. Jesús quería ver a Pedro victorioso sobre el mundo y sobre su príncipe el diablo. Las palabras de Jesús son tan claras: Todo lo que necesitas es fe para vencer al mundo y a su príncipe. Si Jesús, el Hijo de Dios, venció al mundo; y tu eres un hijo de Dios por la fe en Él, entonces tu también puedes vencer al mundo. Has sido diseñado y equipado para vencerlo. Es una meta desafiante? Si que lo es. Pero no se espera menos de ti. Tu puedes vencer sobre las aflicciones de este mundo, puedes derrotar a los terribles sentimientos de odio y resentimiento de nuestros tiempos, tu puedes triunfar sobre la amargura, la rebeldía y el rechazo.
Y por ello Dios te ha dado un testimonio, de la misma forma en que Jesús lo tuvo, tu llevas en ti un testimonio que te dice que eres victorioso, que has sido diseñado para triunfar. DESARROLLO 1. El testimonio en el cielo, el testimonio en la tierra. Tres dan testimonio en el cielo, dice el apóstol Juan, y tres dan testimonio en la tierra. En el cielo dan testimonio el Padre, el Verbo y el Espíritu; en tanto que en la tierra dan testimonio el agua, la sangre y el Espíritu. Tres dan testimonio en el cielo de que eres un Hijo de Dios, diseñado para triunfar: El Padre, el Verbo y el Espíritu, y estos tres son uno: Dios. Pero ahora estamos en la tierra, aunque nuestra ciudadanía está en el cielo, aún vivimos en esta tierra; por lo cual Dios también ha dado un testimonio aquí en la tierra: La sangre, el agua y el Espíritu. La sangre derramada por el Cordero de Dios para nuestra salvación. Jesús, el hijo de Dios, era el Cordero ofrecido por Dios para salvación de toda Su familia. Justo antes de salir de Egipto, antes de la última y terrible plaga de la muerte de los primogénitos, plaga que marcaría el fin de la estancia del pueblo de Dios en Egipto; Dios ordenó a Moisés que cada padre de familia del pueblo tomara un cordero sin defecto, que fuera lo suficientemente grande para que lo comiera toda la familia, pero que no debía sobrar nada de el. El cordero debía ser inmolado y su sangre derramada sobre un recipiente, para que dicha sangre fuera puesta sobre el dintel y los postes de la casa de aquella familia. Aquella sangre sería una señal, una marca perfecta de que dentro de aquella casa había gente escogida por Dios para la libertad. Éxodo 12: 13 Y la sangre os será por señal en las casas donde vosotros estéis; y veré la sangre y pasaré de vosotros, y no habrá en vosotros plaga de mortandad cuando hiera la tierra de Egipto El heridor pasaría de largo donde la marca de la sangre estuviera visible. La muerte no podría entrar a la casa donde hubiera sido puesta la señal de la sangre del cordero. Pues bien, Dios tomó a Su Cordero, lo ofreció en sacrificio, fue inmolado y Su sangre fue derramada. Ese Cordero es Jesús, Su Hijo, de manera que todo aquel que ha creído en Él, en la salvación que Él ofrece, ha sido marcado con Su sangre. Tu llevas en ti la marca de la sangre por tu fe. La marca de la sangre me libra de la muerte eterna. Jesús triunfó sobre la muerte, y por la fe tu lo harás también. La marca de la sangre sobre el dintel de tu vida te libra de la muerte eterna. Pero hay un segundo testimonio: El agua. Jesús no solo derramó Su sangre como el Cordero de Dios que era, sino que al dar inicio Su ministerio, acudió al bautismo de Juan, en el río Jordán. Y entonces ocurrió: Mateo 3: 16 Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le
fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. 17 Y hubo una voz de los cielos, que decía: Éste es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia Es por esto que el apóstol Juan dice en esta carta que Jesús vino mediante agua y sangre. Aquel día, cuando Jesús fuera bautizado, un voz desde el cielo daba testimonio en la tierra de que Jesús era el Hijo de Dios. Cuando tu entras en el agua del bautismo, lleno de convicción y fe de que un hombre nuevo se levanta del fondo, hay un testimonio en ti de que ese hombre nuevo, de que esa mujer nueva, es un hijo de Dios. Este es mi Hijo!, Esta es mi Hija! amado, en quien tengo complacencia. Aleluya! Pero el tercer testimonio en la tierra también es testigo en el cielo. Sí, es el Espíritu de Dios, enviado por Jesús para este tiempo maravilloso de la iglesia para formar en nosotros al Hijo de Dios. El Espíritu de Dios es nuevamente llamado: La Verdad. Jesús, al dar una introducción sobre el, le llamó el Espíritu de Verdad, porque nos guiaría a toda verdad. Es por ello que quisiera nuevamente evidenciar que cuando la Palabra de Dios habla de la verdad en ninguna manera se está refiriendo a la realidad. En este mundo existe una realidad, algo que es real porque lo percibimos a través de nuestros cinco sentidos. Sin embargo, de la realidad, cada persona puede tener incluso un punto de vista, de forma tal que de un mismo suceso existan mas de una versión, cada una de ellas real, porque tiene que ver con la percepción de cada persona a través de sus sentidos. Por lo cual podemos apreciar que ni siquiera de la realidad existe una versión perfecta, pues cada persona tiene una percepción parcial de las cosas ocurridas. Así que cuando la Palabra de Dios declara que el Espíritu de Dios es el Espíritu de Verdad no se refiere a que el Espíritu de Dios sea el testigo que valide la perspectiva de una persona o la percepción de la otra en un conflicto sobre quien tiene la razón o no. Por favor, eso no es lo que la Palabra de Dios dice, por lo cual no pongamos al Espíritu de Dios en medio de nuestros conflictos como si fuera el árbitro que debe decir quien dice lo correcto. Cuando la Palabra de Dios habla del Espíritu Santo como la Verdad, no se refiera a la realidad, porque la realidad no siempre es la Verdad. Jesús, orando por nosotros, dijo: Juan 17: 15 No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. 16 No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. 17 Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad Nosotros permaneceríamos en este mundo, pero no somos de este mundo. Así que requeríamos ser separados, apartados de este mundo para Dios. Entonces Jesús oró por ti y por mi: Santifícalos en Tu Verdad, le dijo al Padre; pero aclaró: Tu Palabra es la Verdad Como ustedes podrán haberse dado cuenta, en muchas ocasiones la Palabra de Dios no es la realidad que estamos viviendo, pero esa es la Verdad. El Espíritu de
Dios entonces nos guía hacia ella, hacia la Verdad de la Palabra de Dios, para que definitivamente sea una realidad en nuestras vidas. Solo cuando la Verdad de Dios se convierte en una realidad que vivimos a diario, podemos vivir en libertad y pleno gozo. Convertir la Verdad de Dios en nuestra realidad es una victoria formidable sobre este mundo. 2. El testimonio de la Verdad. Es por ello que el Espíritu Santo ha dado varios testimonios importantes en el transcurso de esta carta, atendámoslos: a) Amar a nuestro hermano 1 Juan 4: 20 Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Este es el testimonio del Espíritu en este mundo: Si tu dices que amas a Dios pero aborreces a tu hermano, te estas engañando a ti mismo. Dice Romanos 5: 5 y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado El amor de Dios, dice la Verdad de la Palabra de Dios, ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado. Por lo cual, una persona que diga estar llena del Espíritu pero que no ama a sus hermanos no está hablando con Verdad. El caminar en el Espíritu se manifiesta con frutos maravillosos como son: Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza. Así que el Espíritu testifica: Si aborreces a tu hermano, eres un mentiros en decir que amas a Dios. b) Quien tiene comunión con los demás anda en la luz. 1 Juan 1: 6 Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; 7 pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. Dios es luz, por lo cual si andamos en tinieblas, nos mentimos a nosotros mismos al decir que tenemos comunión con Él. 1 Juan 2: 9 El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas. 10 El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo.
El Espíritu de Dios testifica que la única manera de manifestar nuestra comunión con Dios es a través de la comunión de unos con otros. No se puede tener comunión con Dios y estar enemistados entre nosotros. Y escucha bien al otro testigo, la sangre: Solo cuando tenemos comunión unos con otros, la sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado. c) Confesar nuestros pecados. 1 Juan 1: 8 Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. 9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. 10 Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros Y el Espíritu de Verdad sigue alertándonos sobre la mentira. Si tu dices que no tienes pecado te estás engañando y la verdad no está en ti. Ahora bien, si reconoces tu falta, y la confiesas como pecado, como lo que es; entonces te encontrarás con un Dios fiel y justo que no solo te perdonará sino que te limpiará de esa iniquidad. No amar a tus hermanos, la enemistad con algún hermano, no tener comunión con los hermanos, es un pecado. No te sigas engañando, si tu corazón tiene agravios contra alguno, si no puedes tener comunión con alguno; el Espíritu de Verdad te impulsa a que lo confieses como pecado y seas limpio, no a que lo pongas como árbitro en tu disputa legal. d) Andar como Él anduvo 1 Juan 2: 4 El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; 5 pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él. 6 El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo. Una nueva advertencia de engaño: Si tu piensas que conoces a Dios pero no guardas sus mandatos pues te estás engañando a ti mismo. Quien dice que conoce a Dios, quien permanece en Él, debe andar como Jesús anduvo. Los mandatos de Jesús no son muchos, en realidad son dos: Amarás al Señor tu Dios con toda tu alma, con toda tu mente y con todo tu corazón es decir que debe ser el primer lugar de tu vida; y el segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo Quien guarda estos dos mandatos ha guardado toda la ley y los profetas, dijo Jesús. Solo cuando el amor de Dios se ha perfeccionado en nosotros podremos cumplir con estos dos mandatos. Andar como Él anduvo se resume en una vida de amor, compasión y misericordia. Tu fe debe estar fundada en el poder y el amor de Dios.
3. El testimonio: La vida eterna. Tres testifican en el cielo, y tres testifican en la tierra. El Espíritu de Verdad da testimonio en el cielo y en la tierra. Pero cuál es el testimonio que ellos dan? 11 Y éste es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. 12 El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida El testimonio que tanto la sangre, como el agua, como el Espíritu dan aquí en la tierra es que: Si tu tienes al Hijo, ya tienes la vida eterna Puedes estar confiado, tu redención está segura. El Espíritu de Verdad siempre te guiará a la Verdad de la Palabra de Dios, si tu no le resistes, si te dejas dirigir por Él, pronto verás el Amor de Dios perfeccionado en tu vida y fluyendo en él, andando en esta tierra como Jesús anduvo. Este es el testimonio: Eres un Hijo de Dios y si eres un Hijo de Dios tu puedes Vencer al mundo. 4. Ministración de vencedores Espíritu Santo te necesitamos Espíritu Santo nos sujetamos a ti Espíritu Santo revélame mis engaños Espíritu Santo tu eres mi testigo de que Soy Hijo Gracias Jesús por tu sacrificio Gracias Padre por tu adopción Gracias Espíritu por Tu Presencia en mi