LA ESPIRITUALIDAD DE LOS LAICOS En una eclesiología de comunión Juan Antonio Estrada Díaz Editorial San Pablo 1992 Sol Beatriz Bedoya de Palacio Enfermera Coordinadora de Pastoral Colegio San Ignacio
Juan Antonio Estrada Díaz, jesuita, Doctor en teología y filosofía, autor de numerosas obras, dedica esta obra a demostrar que la espiritualidad no es solamente para las personas dedicadas a la vida consagrada como se había concebido en la tradición de la iglesia, sino que existe una espiritualidad laica legítima y autónoma. Nos hace un recorrido por las espiritualidades tradicionales y su influencia en la vida de los cristianos. Presenta los elementos constitutivos de la espiritualidad laical: una espiritualidad para el mundo y en el mundo. Dedica los últimos capítulos a especificar el desarrollo de una espiritualidad seglar en los diferentes ámbitos del mundo: progreso, trabajo y política. Esta reseña bibliográfica se enfocará básicamente en el capítulo segundo de esta obra titulado: Por una espiritualidad laical El autor inicia el primer capítulo de este libro, partiendo de definir qué se entiende por espiritualidad en general y específicamente por espiritualidad cristiana: Espiritualidad es un derivado del espíritu que en el Nuevo Testamento designa la presencia de Dios en la vida humana y sobre todo en la comunidad cristiana. Desde esta perspectiva podríamos definir la espiritualidad como la vida según el espíritu, es decir, la forma de vida que se deja guiar por el Espíritu de Cristo sería la que trata de la vida cristiana en cuanto guiada por Dios mismo 1 Continúa con el desarrollo de este concepto y afirma que ser cristiano no se limita a unas prácticas religiosas ni a matricularse en una determinada iglesia, sino que implica el identificarse y asumir el camino de Jesús 2 ; así justifica la manera de abordar la espiritualidad laical: Es la condición humana la que se cristianiza. El Espíritu nos remite a nuestro ser humano concreto, insertos en una sociedad y en una historia determinada, desde la que tenemos que desarrollar nuestra identidad cristiana. 3 1 La espiritualidad de los laicos. Juan Antonio Estrada Díaz. Cap. 1 pag.14 2 Item pag. 39 3 Ibídem pag.39
En el capítulo segundo retoma las reflexiones hechas en el primer capítulo sobre la espiritualidad cristiana y afirma que vivir según el Espíritu de Cristo admite una pluralidad de concreciones 4 que nos invita a vivir en una unidad plural, no homogénea y que exige una teología de comunión. Esa pluralidad de seguimientos es una consecuencia de la historia y los contextos en que viven los cristianos, por ello existen diferentes escuelas y movimientos de espiritualidad que tienen su propia interpretación selectiva de la identidad cristiana de acuerdo con su carisma fundacional y su historia. Sin embargo, afirma el autor, que no es desde este sentido que se puede hablar de una espiritualidad laical como contraposición a cualquiera de las familias religiosas, sino a su manera específica de vivir la identidad cristiana como seglares 5, obviamente con el influjo de las diferentes escuelas y movimientos espirituales. Afirma que no existen diferencias entre la identidad cristiana y la identidad laical y concluye que desde el punto de vista de los contenidos específicos materiales de la identidad seglar, no difieren en nada de la cristiana: se debe también hablar del laico como del bautizado, como del miembro de la iglesia, como del otro Cristo, como del consagrado y ungido en el bautismo y la confirmación 6 Sustenta el concepto de laico como el primordial y originario de toda teología desde el que se debe partir para definir al sacerdote, al ministro o al religioso en contraposición a como anteriormente se definía en la teología tradicional: a partir de la clerical o religiosa. Más que de una espiritualidad regida por las leyes, en la cual el que se salva es el que las cumple, habla de una espiritualidad de debilidad y libertad: 4 Ibidem. Cap 2 Por una espiritualidad laical. pag. 40 5 Ibidem pag.40 6 Ibidem pag. 42
el Dios cristiano es el Dios de los pecadores, que sólo pide un corazón abierto para recibir como un don el regalo de la gracia. 7 Tener conciencia de nuestra propia pobreza humana y espiritual, nos permite no caer en complejos de superioridad, aumentar nuestra confianza en Dios y transmitir esa experiencia liberadora. Invita el autor a que pasemos de una espiritualidad determinada por la ley a una espiritualidad de discernimiento, lo cual requiere una relación amorosa y de plena confianza en Dios y una experiencia de libertad respecto a la ley. Es un llamado a nuestra adultez espiritual para lo cual es necesaria la oración, la experiencia de los sacramentos, la corrección fraterna, que nos lleven a vivir una vida en el Espíritu, con todo lo que ello implica: La adultez presupone autonomía y capacidad reflexiva, para desde ahí reconocer los propios límites y condicionamientos, sociales y eclesiales, de la libertad. Pero exige también asumir el riesgo de tomar responsablemente decisiones, más allá de las normas y en contra, incluso, de la opinión pública por ello es la comunidad en su conjunto, y, con ella la autoridad jerárquica, pero no al margen, la que se constituye en el lugar de aprendizaje de un laicado adulto. Espiritualidad y eclesiología convergen así en un mismo proceso. 8 El autor invita a vivir de acuerdo a un proceso convergente entre la humanización del espíritu y la espiritualización de lo humano: el plan de Dios se realiza desde dentro de la historia y de la vida humana 9, partir de lo que tenemos de humano para dejarnos llevar por el Espíritu, encontrar al Dios encarnado en las diferentes experiencias y situaciones humanas. Recuerda que esto no se da por nuestro propio querer sino por la acción transformadora del Espíritu. Destaca entonces la importancia de nuestro crecimiento espiritual pasando de la ley al discernimiento, de un laicado infantil a un laicado adulto que implica el estar atentos permanentemente a la 7 Ibidem pag. 49 8 Ibidem pag.59 9 Ibidem pag.64
acción del Espíritu en nosotros, sus diferentes movimientos y su manera de comunicar la voluntad de Dios. En esta obra he sintonizado bastante con el autor. Me gustó mucho su postura crítica pero respetuosa frente a tradición de la iglesia acerca de los laicos que por encima de todo nos congrega y nos llama a vivir en comunión. Es muy claro al establecer una espiritualidad de los laicos que no se diferencia de la espiritualidad cristiana y en el llamado que nos hace a vivir con madurez nuestra fe. Es un reto a vivir la espiritualidad laical asumiendo las tareas propias de nuestra condición laical, a cumplir nuestra misión insertos en el mundo, como padres, hijos y hermanos, entre otros, a vivir responsablemente el seguimiento de Jesús, sintiéndonos protagonistas del plan de salvación, recordando que nadie puede ser un maestro de espíritus sin serlo de humanidad. 10 Sol Beatriz Bedoya R. Marzo 2010 10 Ibidem, pag 68