Sor María Elena Toro Ruiz, H.C.

Transcripción

1 Sor María Elena Toro Ruiz, H.C. Iglesia Mundo, dos realidades que se nos dan para que hagamos de ellas una única nota en la armonía del universo. En las manos de nosotros los humanos están sus riquezas para compartirlas como tesoros preciosos. La Iglesia Católica está, se construye y desarrolla en el mundo porque en él debe construir el Reino de Cristo, de modo que a todos los hombres llegue su Gracia y todos participen de su sacrificio redentor. La Iglesia está compuesta por los cristianos católicos del mundo, que quieren, libremente y en conciencia, asumir las Gracias y exigencias del Bautismo, optando por Jesucristo, quien glorifica a su Padre Dios y se nos da como modelo de vida, en el mundo que habitamos, porque Él es el camino, la verdad y la vida, según sus propias palabras. En la Iglesia los Laicos son mayoría en todos los puntos geográficos de la tierra. Están en el mundo y viven su Fe en medio de las circunstancias de su existencia: en el trabajo, en el hogar, en el ejercicio de su profesión. "Ellos tienen abiertos y disponibles los diversos campos de acción, como el político, el económico, el científico, el cultural, el legislativo (Christifideles Laici 42). En cualquier campo de acción los Laicos pueden actuar con miras al bien común y particular. Dentro de su campo de acción ellos desarrollan todas las actividades propias de un seglar. Muchos también viven fuerte y lealmente comprometidos con su vida cristiana, allí, en medio del mundo que les rodea. Los laicos deben ser plenamente conscientes de su responsabilidad frente al Evangelio y a las gentes destinatarias de él, porque ellos tienen cabida en todos los lugares, los ambientes, y pueden llegar a donde no llega ni el Sacerdote, ni los Religiosos, ni la Religiosa. Por esta realidad del dinamismo de la Fe del Laico en su caminar por el mundo, es apenas natural comprender que el ministerio evangelizador del Laico es sobremanera importante y necesario en y para la vida de la Iglesia.

2 Los laicos o seglares son los cristianos católicos que creen profundamente en Jesucristo, le siguen fielmente según su Evangelio y viven la comunión con la Iglesia de Jesucristo en todos los lugares de la tierra. El cristiano, como laico está inserto en el mundo y desde su lugar de vida y de trabajo es misionero y testigo de su fe católica, de Jesucristo. El Laico consciente de su misión sabe que la Iglesia la conformamos todos los que estamos insertos en ella, y en virtud de dicha inserción, la Iglesia está donde está el cristiano católico comprometido. El lugar propio de vida y misión del laico es el mundo. Por esta razón el cristiano católico laico hace presente a la Iglesia allí en donde se encuentre y sobre todo la hace presente por su testimonio de vida de fe en Jesucristo y de compromiso con los necesitados de su entorno, o de la parroquia en cuya jurisdicción vive. El laico, por ser tal, no tiene compromiso jurídico vinculante con Comunidad Religiosa pero cumple en conciencia con todo aquello que conforma su condición de cristiano. El Vaticano II refiriéndose a la vocación o llamado de los Laicos al apostolado afirma: lo propio del estado seglar o laico es vivir en medio del mundo y de los negocios temporales, y Dios llama a los seglares a que, con el fervor del espíritu cristiano, ejerzan su apostolado en el mundo a manera de fermento. Apostolicam Actuositatem 2. El histórico y bien recordado Concilio Vaticano II, asistido por el Espíritu del Señor, tuvo una visión positiva del mundo y declaró, en G. S. 4,26, que la voz de Dios nos habla en este mundo y es deber de la Iglesia escrutar a fondo los signos del tiempo. La Iglesia Católica sabe que, dada su naturaleza, recibida del Señor Jesucristo, tiene como misión ser esperanza y luz para el hombre en su caminar y en su diálogo con el mundo que le rodea y con los otros hombres de otras latitudes.

3 En esta nueva época, este mundo moderno posa y finge no necesitar de Dios. Pero la Iglesia confiesa el amor infinito e insondable de Dios a la humanidad y tiene por misión ocuparse de la persona que transita este mundo cuyos modelos culturales nunca están terminados, y sabe también en su natural cambiante, el mundo ofrece un pluralismo ético y de otros caracteres que se acomodan a lo inmediato y confunden las conciencias. La Iglesia también sabe que necesita el diálogo abierto, sincero y claro con el mundo del que hace parte y del que participa su destino, siempre con una postura y deseo inmenso de humanizarlo para que Dios sea cada vez más cercano a cada hombre. Y la Iglesia no duda que la persona humana está siempre sedienta de más vida, más libertad, más autonomía y más justicia, sabe que el hombre, en este mundo, tiene una dimensión teologal y por tanto de trascendencia que le son propios, y a los que Ella debe atender y abrir caminos con oportunidad, amor y verdad. Todos los hombres, de todos los tiempos, y el hombre de hoy no es excepción, buscan ansiosamente el desarrollo pleno de su personalidad y la afirmación en sus derechos personales y colectivos. Asimismo los hombres buscan cada vez más el desarrollo de la ciencia, la técnica, el progreso material del mundo que habitan y la realización de otras aspiraciones naturales, legítimas. Éstas van dando al hombre mayor autonomía y sentido de poder en la medida que van produciéndose los logros. Por lo anterior vale preguntarnos: Y, Qué obtiene el hombre con la realización de todas sus aspiraciones? Respondamos con una frase: mejores condiciones de vida. Pero satisfechas estas condiciones de vida, en el hombre siguen sin embargo aspiraciones más profundas a las que sólo Dios puede responderle. El hombre en muchas ocasiones pretende no necesitar de Dios, se muestra indiferente no sólo a su relación con Dios, sino a todo lo religioso y aún a la Religión. Pero en lo hondo de su ser está viva la necesidad de Dios, el sentido de Dios, el único que puede darle sentido a la vida, pues Él es su origen, su centro, su fin

4 La Iglesia ayuda al hombre a dar un sentido más humano y espiritual a su ser, a su mundo, a su historia personal. Asimismo le enseña que Los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios, porque no han recibido un Espíritu de esclavos sino que han recibido un Espíritu que los hace hijos adoptivos y que permite exclamar: Abba, es decir, Padre. Ese mismo Espíritu se une al nuestro para juntos dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, también somos herederos, herederos de Dios y coherederos con Cristo (Rom.8, 14-17). Toda persona en su relación con la Iglesia descubre que ella, por la fe, se empeña en defender, y en muchas ocasiones, en rescatar la dignidad de todo hombre. Descubre también que sólo desde el Evangelio la Iglesia anuncia, proclama y garantiza la dignidad de hijos de Dios así como la dignidad de la conciencia humana. Por y desde el Evangelio de Jesús la Iglesia defiende la dignidad y los derechos humanos de toda persona, en toda circunstancia y en todo lugar. Advirtamos que hay quienes quieren la defensa de los derechos humanos haciendo caso omiso de la Ley divina, sin tener en cuenta el Evangelio. Afirman la existencia de la ley civil, como capaz y suficiente para defender los derechos humanos, y cualquier otro aspecto de la vida del hombre. Pero no, la dignidad humana y sus atributos no se salvan por esta ley sino que o no son respetados íntegramente, o perecen cuando están al margen del Evangelio del Salvador. En su relación con el mundo la Iglesia no sólo acepta sino que reconoce y respeta cuanto hay de bueno y noble en él, en su dinamismo social. Eso sí, sin mengua de su misión en el mundo según el mandato de su fundador, Jesucristo. La Iglesia puede comunicar a la sociedad todas las energías que radican en la fe y en la caridad evangélicas, aplicadas a la vida práctica, (G.S. 42), porque dichas energías no radican en el ejercicio y dominio exterior de los medios netamente humanos.

5 La Iglesia en su relación con el mundo tiene muy en el corazón a la humanidad a la que ha sido enviada y ora permanentemente por ella. El corazón del Señor Jesús vibra por esta humanidad, tan sedienta de Él y que a veces se manifiesta tan distante y fría o indiferente. La Iglesia eleva permanentemente su oración a Dios Padre por Jesucristo, por la humanidad porque Dios quiere que todos se salven y lleguen a conocer la verdad. Porque no hay más un Dios y un solo hombre que es el mediador entre Dios y los hombres: Cristo Jesús.