Un burro dentro de un barco COLECCIÓN LOS ANIMALES DE LA BIBLIA Textos: Esther Villanueva Ilustración: Montse Adell Edita: Aula7activa
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Un burro dentro de un barco Textos: Esther Villanueva Ilustración: Montse Adell Edita: Aula7activa
Mira qué burro tan bonito. Su pelo es muy suave. A que sus orejotas son muy graciosas? Los burros las mueven para alejar a esas moscas pesadas que les zumban cerca de la cara. Los burros son animales tranquilos y muy fuertes. Por eso siempre han ayudado a las personas a trabajar; pueden arrastrar carros, o llevar a los niños sentados encima de sus lomos. El burro de nuestra historia vivía con un hombre que se llamaba Noé. Algunas veces los hijos de Noé le ponían una mantita sobre el lomo y se iban a buscar leña al bosque. Al burro le gustaban mucho esos paseos.
Por el camino, Sem, Cam y Jafet, que así se llamaban los niños, cogían cerezas de los árboles y se las daban al burro. A Cam le daba mucha risa ver al burro con el hocico manchado. Por eso el burro terminaba dándole un lengüetazo en toda la cara.
Noé siempre estaba muy ocupado. Estaba construyendo un barco enorme. Dios le había dicho que construyera ese gran barco porque iba a llover mucho, muchísimo. Tanto que toda la tierra se cubriría de agua; toda la tierra se volvería como el mar. Y un barco era la única forma de salvarse del diluvio. Dios le dijo cómo hacer el barco: cómo tendría que ser de grande y donde iría la puerta y la ventana. Noé sólo tenía que obedecer a Dios. Todas las mañanas, Noé preparaba a su burro y se iban al barco a trabajar. Noé tenía que cortar y clavar muchas tablas y el burro le ayudaba a llevarlas de un lugar a otro.
Pasó mucho tiempo hasta que Noé y sus hijos terminaron aquel barco enorme. Un día, el burro se despertó con un ruido muy raro: alguien estaba rascando en la puerta de su establo. El burro se levantó y se asomó. Era una cebra. Y un poco más allá había otra cebra! Qué raro! Las cebras nunca se acercaban a las casas.
En la higuera que estaba junto al pozo vio a dos chimpancés, y a dos tortugas, y a dos Cuidado! Son dos tigres! El burro comenzó a rebuznar lo más fuerte que pudo para avisar a todos del peligro, pero nadie parecía asustado. Enseguida llegó Noé y lo tranquilizó: -Tranquilo amiguito, no tengas miedo -le dijo mientras le acariciaba la cabeza.- Esos tigres no van a hacer daño a nadie. Dios los manda para que entren en el barco que hemos construido. Pronto tendremos que entrar todos en él.
El burro sacudió la cabeza mientras resoplaba nervioso. Tendría él que entrar en el barco con esos tigres? No, no! Se quedó en el establo, asomado a la puerta, mientras Noé y su familia buscaban un sitio dentro del barco para cada animal. Durante todo el día estuvieron llegando un montón de animales: dos elefantes, dos serpientes, dos nutrias, dos cuervos, dos conejos Pero lo que ponía nervioso al burro es que también había dos leones, dos osos y dos cocodrilos. Los cocodrilos le daban mucho miedo.
Esa noche el pobre burro no pudo dormir muy bien. Por la mañana temprano llegó Noé. Con una suave caricia le puso su manta y lo llevó hasta el barco. Allí estaba toda la familia con sus equipajes bien preparados. Cuando llegaron a la puerta el burro se paró y movió las orejotas. No, no, parecía decir el burro. Él no entraba. Allí había animales muy peligrosos. -Vamos, bonito -intentó convencerlo la mujer de Noé- Toda la familia va a estar ahí dentro contigo. No vamos a dejar que nadie te haga daño. Pero el burro no quería entrar. Sem y Cam intentaron empujarlo pero el burro no se movía.
Entonces Jafet tuvo una idea. Entró al barco y al momento salió con una preciosa burrita de color ceniza. -Mira, ves? Tú también tendrás una compañera. Vamos, entra de una vez. El burro se quedó mirando a la burrita, dio un resoplido y caminó hacia Jafet. Poco después, cuando ya todos estaban dentro, Dios cerró la puerta.
El burro se dio cuenta enseguida de que todos los animales, salvajes o domésticos, estaban tranquilos. Ninguno molestaba a su vecino, ni siquiera los cocodrilos. Aunque habría que vigilarlos por si acaso.
Siete días después comenzó la lluvia y al poco tiempo había caído tanta agua que el barco comenzó a moverse y a navegar. Fuera se oía el ruido del viento Uuuhh!, el retumbar de los truenos Brorromm!, y el choque de las olas Ploof! Pero dentro había calma Sshh!: todos se estaban portando muy bien.
Pasaron muchos, muchos, muchos días. Por fin el barco se quedó quieto. Pero aún tuvieron que esperar un poco más hasta que el agua se secó. Por fin llegó el día y Dios abrió la puerta. Noé y sus hijos comenzaron a abrir las jaulas y los corrales de los animales para que pudieran ir saliendo. El burro y la burrita salieron los últimos, muy despacio. El mundo estaba muy cambiado. El diluvio había cubierto los bosques de agua y barro, y ahora tendrían que volver a crecer las plantas. Noé y su familia volverían a construir su casa y, claro está, un establo para el burro y su compañera.
Entonces miró al cielo y vio algo que nunca antes había visto: un precioso arco iris de colores. De esa forma Dios les prometía que siempre los iba a proteger. El burro miró a su alrededor. Allí estaba su familia: Noé y su mujer, sus hijos y sus mujeres. Y por supuesto su burrita. Siempre estarían juntos para ayudarse unos a otros, para jugar y para quererse. Verdad que tú también tienes una familia? Verdad que en tu familia os ayudáis, jugáis juntos y os queréis mucho, mucho? Fin
Este relato: Se recomiendo para niños y niñas a partir de 3 años. Forma parte de la colección LOS ANIMALES DE LA BIBLIA. Tiene como objetivo suscitar el interés por los relatos bíblicos. Va acompañado con una guía pedagógica que contiene actividades y recursos didácticos (de menor a mayor dificultad) para desarrollar el tema en el entorno familiar, iglesia, escuela y otros. Gratuito. Prohibida su venta.