PREDICADORES DE VALVANERA

Transcripción

1 PREDICADORES DE VALVANERA P. José Manuel Bengoa, OAR Sirvan estas mis primeras palabras para agradecer a don José Antonio Escartín la presentación que de mi persona acaba de hacer ante auditorio tan distinguido como el aquí presente. Mi agradecimiento se extiende igualmente a la Real e Ilustre Congregación de Nuestra Señora de Valvanera en Madrid, de la que don José Antonio Escartín es Hermano Mayor, y al Centro Riojano en Madrid, que aquí y ahora nos acoge por la munificencia de su presidente, don Pedro López Arriba, en esta magnífica sede social. Es para mí un honor inmerecido estar en estos momentos ante ustedes. Y una gran responsabilidad. Ambos condicionantes acepto con ánimo alegre y decidido porque, quizá, es la única forma que a mi alcance tengo de agradecer en la medida de mis posibilidades la desinteresada, generosa y eficaz colaboración de estas dos riojanísimas instituciones, así como también la recibida de los no menos riojanísimos Amigos de San Millán y Capítulo de Caballeros de Nuestra Señora de Valvanera en el homenaje que el pasado 12 de octubre ellas, junto con el pueblo, la parroquia de Estollo y la Orden de Agustinos Recoletos, rendimos a fray Serafín Prado de la Virgen de Valvanera en su villa natal con motivo del centenario de su nacimiento Todavía resuenan en nuestros corazones la música y los versos del Himno a la Virgen de Valvanera, aún nuestros ojos permanecen deslumbrados por la manifestación de fe y devoción que vivimos en las calles y cantones de Estollo. Pero precisábamos de unos momentos y de un ambiente en los que la emoción y el entusiasmo se remansaran para acercarnos con paso leve y atención curiosa a la personalidad de un fraile del que podemos decir sin temor a equivocarnos que con su vida y magisterio contribuye a tejer firmemente, tupidamente, indeleblemente, la urdimbre de esa realidad en absoluto metafísica y etérea que llamamos riojanismo. En efecto, el telar en el que por largos años trabaja el padre Serafín es el telar en el que todos cabemos porque es el telar en que se tejen nuestras almas riojanas, el telar en el que nadie se siente extraño o fuera de lugar, el telar que une indisolublemente a los riojanos y a todos aquellos, hombres y mujeres de bien, que en el mundo entero rezan a la Virgen de Valvanera y a ella se encomiendan. Había yo puesto por escrito este pensamiento que acabo de expresar cuando la erudición grande que atesora don José Antonio Escartín puso ante mis ojos un texto del año 1796, texto que se encuentra en el capítulo primero de las Constituciones de la Real Congregación de Nuestra Señora de Valvanera en Madrid, constituciones aprobadas ese mismo año por la autoridad del Rey y del Arzobispo de Toledo. El texto citado dice así: Aunque esta Congregación se instituye para los Naturales de la Provincia de Rioja [ ] no siendo conforme al dictamen de la razón ni de la piedad cristiana el que sean defraudados del consuelo a que los hace acreedores su fervor, ordenamos puedan ser admitidos en ella de cualquier Provincia todos aquellos a quienes esta soberana Reina mueva y excite a servirla con la divisa y sello dichoso de sus Congregantes. Naturalmente, después de leer estos párrafos, ni puedo ni quiero disimular ante ustedes la satisfacción que me produce encontrar tan tersa y lúcidamente expuesto un pensamiento que, en mi fatuidad, juzgaba yo original y propio.

2 INTRODUCCIÓN He aquí el porqué del título de esta disertación: Predicadores de Valvanera. Es evidente que no vamos a hablar de todos los que de nuestra Patrona han cantado y cantan sus glorias. Pero sí de uno a quien yo mismo he adjetivado de esa manera, adjetivo con el que está conforme nuestro querido e inolvidable padre Casiano Martínez, quien en carta fechada el 13 de octubre de 1987, me indica el día en que, según su entender, el padre Serafín Prado se hace acreedor de tan honroso título. En el momento oportuno haremos alusión a ello. En efecto, mi exposición tratará preferentemente del padre Serafín. Y en ella recalcaré un dato sin el cual seguramente no estaríamos hablando ahora del Predicador de Valvanera. Es éste: Serafín Prado es un eslabón más, hasta ahora el último que yo conozca, de una serie de agustinos recoletos, igualmente predicadores de Valvanera, que, ya en la segunda mitad del siglo XIX, absorben por los poros de sus almas el amor a la Reina de los Distercios en el convento agustino recoleto de San Millán de la Cogolla. Por estos mismos y decimonónicos días, y para fortuna de la sociedad e iglesia españolas, la desamortización deja paso a la restauración y rehabilitación de los antiguos, abandonados y deteroriados cenobios, monasterios y conventos, que ahora como en siglos pasados, reciben su vitalidad propia de la de sus propios moradores. Esto es lo que ocurre en el Valle de San Millán. El benedictino monasterio de Yuso pasa a ser el convento agustino recoleto de San Millán de la Cogolla el 25 de mayo Y el Señor San Millán comienza a cabalgar en los corazones recoletos hasta convertirlos en emilianenses. Y con San Millán, la Virgen de Valvanera. Cosa más natural hasta el punto de que si se lo hubieran permitido, el rector en funciones, padre Iñigo Narro, se hubiera traído desde Brieva a la bendita imagen de la Serrana de los Distercios para entronizarla en la majestuosa iglesia monacal del convento que, junto al río Cárdenas, yergue su escurialense mole. Pero la Providencia tiene otros planes. Y el encargado de ponerlos en práctica es un fraile menudito que en mayo de 1879 entra a regir la vida de la comunidad agustinorecoleta recién instalada en el convento del Valle. El nombre de este fraile es Toribio Minguella Arnedo ( ), natural de Igea, núcleo urbano que por estas fechas aún se apellida de Cornago, en la provincia de Logroño. El padre Minguella es otro de los artesanos en el telar que antes he descrito. Con él La Rioja, y aun los agustinos recoletos, continuamos en deuda. Toribio no conoce Valvanera, si bien, y lo sabemos porque él mismo nos lo refiere, ya en su niñez y por labios de su madre, nombre tan dulce queda grabado en la memoria del futuro misionero de Filipinas. Y es ese nombre mamado con la leche materna la que le impulsa, poco después de su toma de posesión como rector de San Millán, a visitar las ruinas valvanerianas. Es el verano de Quien nos proporciona esta última información es el abad benedictino de Valvanera, dom Agustín Urcey. Y añade que el padre Minguella regresa a San Millán con el corazón partido de pena. Otro autor benedictino, comentando esta escena, escribe: La devastación y soledad del santuario riojano, produjeron en su alma, piadosa y amante de las glorias de su tierra, tal impresión que, a su regreso, aprovechó la primera coyuntura para hacer pública su pena y exponer la necesidad urgente de restaurar el abandonado monasterio. 2

3 P. TORIBIO MINGUELLA, OAR Ciertamente, aquí nace la vocación valvaneriana del que luego será obispo de Puerto Rico en Las Antillas, y de Sigüenza en la Península. El dolor es grande. Pero Minguella no se precipita. Madura su decisión durante meses hasta que, en un sermón que pronuncia en el mes de mayo de 1880 en San Millán (ahora es un autor recoleto, navarro por más señas y entusiasta de Valvanera, quien lo atestigua) rompe el hilo conductor de su discurso para hacer un llamamiento a todos los devotos de María para que se ocupasen de la restauración de las ruinas de Valvanera, siendo esto como el principio de la misma. Obrero de primera hora en la tarea a la que el padre Minguella convoca es un personaje extraño y curioso, quien, guiado por nuestros frailes y la autoridad del rector de San Millán, percibe claramente que la voluntad de la Señora sobre él es la de que en Valvanera dedique a su culto una iglesia junto a una fuente. Pero no conoce el camino para llegar al monasterio. De ahí que, abandonando sus montaraces soledades de Suso y de la Cueva del Santo, baje a Badarán para informarse. Y de Badarán sale armado con una azada y una terrera, y a Valvanera llega a mediados de junio de Es el llamado Hermano Tiburcio, el navarro Tiburcio Lanas, nacido en Cascante el 14 de abril de Atrás queda toda una azarosa existencia marcada por esa voz interior que le empuja a buscar el templo y la fuente para servir a la Señora, búsqueda que le lleva hasta la abadía premostratense de Divielle, en el departamento francés de Las Landas, diócesis de Dax, donde el río Louts desemboca en el Adour. El restaurador de Valvanera entra en escena. Un nuevo predicador asume su papel en la historia. Y lo interpreta con sus manos, con su trabajo y con su esfuerzo físico. La ermita del Cristo pronto se beneficia de todo ello, hasta el punto de poder organizarse ese mismo 1880 la primera peregrinación de los pueblos cercanos a Valvanera. Mil personas se congregan en las alturas de la Demanda el 15 de septiembre de La ermita del Cristo es bendecida y en ella se celebra la santa misa, si bien aquí no se pronuncia sermón alguno. Para escucharla los fieles se trasladan a la explanada del monasterio, donde otro predicador de Valvanera, el canónigo magistral de la colegiata de Logroño, don José María García Escudero, natural de Badarán, en donde nace un 5 de febrero de 1847, comienza su parlamento señalando algo que, por obvio y evidente, no deja de ser menos consolador: Estamos en Valvanera! De esta evidencia parte el padre Minguella un año después en su sermón ante los seis mil peregrinos reunidos en el mismo lugar para celebrar la fiesta de la Virgen el 15 de septiembre. Como en los buenos tiempos del santuario, escribe el emocionado cronista. Y así es: La santa misa para esta segunda romería puede celebrarse ya en la grandiosa iglesia del antiguo monasterio, en cuyas arqueadas bóvedas resuenan los cantos del romero y las plegarias del devoto. Y de nuevo el predicador, en esta ocasión lo es el padre Minguella, subraya lo obvio. Y lo hace así porque, una vez más, lo obvio revela lo evidente: El año pasado, declama el orador, sólo podía decirse estamos en Valvanera. Este año hemos añadido: Estamos en la iglesia de Valvanera El año que viene ay el año que viene!. A partir de este momento, y como lava desbordada que a su paso todo lo deja incandescente, desde el monte Ori se despeña sobre los siete valles de La Rioja entera un entusiasmo indescriptible por el retorno de la sagrada imagen custodiada en Brieva de Cameros a su santuario propio. Por amor a la Virgen los frailes de San Millán asumen la responsabilidad de mantener y avivar este fuego sagrado. El padre rector, fray Toribio Minguella, los impulsa. Y ellos no se resisten. Al contrario. Lo demuestra el comentario 3

4 de quien por los pueblos de la Rioja Alta, según confesión propia, va detrás del padre Minguella como un niño. Es el hermano Tiburcio quien escribe: Después se echaron a predicar por La Rioja el padre Carmelo Ochoa [navarro de Corella] y el padre Santiago Matute [aragonés de Tarazona] que parecía que la Virgen les ponía fuego de entusiasmo hacia la Virgen de Valvanera. Lo que pasaba entonces yo no sé explicarlo. Que lo haga por mí el padre Toribio. En Agunciana, Casalarreina, Torrecilla, etc., etc [ ] Aquel padre Santiago, que tubo día de siete sermones de Valvanera, el padre Cayetano [Fernández, burgalés de Villanueva del Conde] y toda la comunidad de agustinos de aquéllos. Si parecía que la Virgen les hinchaba sus corazones de su amor. Si aquello parecía la locura por Valvanera!. En efecto, la locura por Valvanera se respira en San Millán. Así explica la presencia de tan divina alienación colectiva en sus claustros un autor cuya contribución a la historiografía valvaneriana es más que notable: Como siempre volvían a San Millán estos predicadores entusiasmados del resultado final de cada novena y contando maravillas de aquellas explosiones de amor mariano en todos los fieles, no es extraño que toda la comunidad de aquel convento vibrase al unísono aquellos años con un cariño grande por todo lo relacionado con la restauración de Valvanera Podríamos terminar aquí la semblanza del padre Minguella como predicador de Valvanera. Ya no es el convento de San Millán su morada. Elegido comisario y vicario provincial de la corporación religiosa a la que pertenece, establece su domicilio en la Villa y Corte de Madrid. La junta restauradora de Valvanera, de la que el ahora exrector de san Millán forma parte en estos últimos años, funciona con normalidad y, poco a poco, consigue los objetivos programados. El más importante, el fundamental, es la llegada de la comunidad benedictina a su monasterio de Valvanera, lo que ocurre el 29 de octubre de En San Ginés, Madrid. Y es precisamente este mismo día cuando el padre Minguella predica un sermón en el novenario que la madrileña Real Congregación de la Virgen de Valvanera organiza en honor de su Virgen en la parroquia de San Ginés. Escribe un cronista al respecto: Les faltó tiempo a las almas encariñadas con la devoción a Valvanera, cuando se enteraron de la llegada del padre Minguella a la Villa y Corte para encargarle a él el sermón de la fiesta de la cofradía en la iglesia de San Ginés donde está establecida. La coincidencia en una misma fecha de dos acontecimientos para él tan importantes no escapa a la percepción del predicador, quien en su discurso mariano ante los fieles y devotos madrileños la señala: Y hoy, precisamente hoy, coincidencia providencial, hoy toma posesión de aquel santuario una comunidad de benedictinos que de Monserrat han ido a Valvanera. Pero donde la oratoria del padre Minguella cobra densidad y perfección es en el momento en que, citando a quien el 15 de octubre de 1854 ocupara idéntica cátedra en el mismo lugar, rebate la argumentación entonces esgrimida por el reverendo Cástor Compañía para disuadir a los devotos peregrinos a que peregrinen a Valvanera en La Rioja. Treinta años después todo es distinto. Los negros presagios, las profecías apocalípticas, se han revelado falsas. Por eso el orador que en estos momentos ocupa la sagrada cátedra puede levantar la voz anunciando todo lo contrario: Viajeros religiosos, almas sensibles, id a Valvanera, id a Valvanera, que allí está otra vez el encanto de vuestros corazones, la vida de vuestras almas; allí están de nuevo los hijos de san Benito, cuidando de las lámparas que arden ante la veneranda imagen, y adornando el altar de vuestra Reina con las sencillas y hermosas flores de vuestros campos!. La trascendencia de este párrafo viene evaluada así por el autor de cuyas noticias y apreciaciones venimos sirviéndonos: Con este solo párrafo puede decirse que se ganó el orador sagrado a todo el auditorio de aquella ilustre Cofradía de la Villa y Corte en la que formaban parte gran número de personas de la nobleza. Muchas de ellas tenían frecuente entrada en las dependencias reales del Palacio de Oriente. Tenían grandes deseos de conocer y tratar al autor principal de esta restauración. Y ellas mismas fueron las que llevaron al hermano Tiburcio hasta la misma reina y personas de su séquito. 4

5 De lo exacto de esta información es prueba una nota manuscrita por el mismo Tiburcio en el Colegio de la Cruz. Espartero, 8. Madrid, dirigida a persona que todavía desconozco. Dice así: Madrid 9 marzo [18]90. Querida Madre: Ayer recibí las de ustedes y al mismo tiempo recibí otra de la Reina, de Palacio, en la que me llamaba para las 6 de la tarde de ayer. Estube (sic) como 20 minutos, y estuvimos (sic) mui (sic) contentos y yo bi (sic) lo mucho que se interesaba por mí. Me dijo que hoy estaría ella con el intendente, y que cualquier cosa que me ocurra le escriba yo mismo sencillamente; le dije como se abía (sic) comenzado la Restauración, etc., etc.) Ay, cuanto tengo que confundirme en la tierra al ber (sic) a la misma Reina de España prestar tanto apoyo a un pobre como yo! Que la Virgen me de fuerzas y gracia para serbirle (sic) cada día más fiel. Afectos a don Alejandro [ilegible] Usted sabe lo que le ama su hijo Tiburcio. P.D. Nada en la Lotería. Tampoco podemos en estos momentos dar por finalizado este apartado porque desde Valvanera siguen reclamando la presencia y los buenos oficios del padre Toribio. Se trata de restituir a su santuario a la Virgen, cuya hermosa talla recibe de los vecinos de Brieva culto en su iglesia parroquial. Parece cundir el desaliento entre los encargados de gestionar el asunto. Y la presencia y las palabras del padre Minguella en Valvanera vuelven a encender entusiasmos y a insuflar perseverancia en el propósito. Es el 15 de septiembre de A la multitud que le escucha, Minguella le dice que una comunidad benedictina mora ya en el santuario. Y que esa comunidad es la aurora que anuncia el día en que la imagen de la Virgen será reinstalada en su camarín. Esto queda por conseguir. No quiere oír rumores que enervan el ánimo y apagan fervores. Por eso apostrofa a sus oyentes así: Es posible que Badarán, Torrecilla, Estollo, Casalarreina, La Rioja entera, diesen pruebas de apocamiento? Es posible que cejasen ante los obstáculos que, lejos de ser insuperables, van cediendo y aminorándose día a día? No, no cabe en pechos amorosos, en varoniles pechos, el decaimiento, la desconfianza, la cobardía. Habíamos de desmayar la víspera del triunfo? Adelante, que lo hecho garantiza lo que se hará. Triduo de acción de gracias. Dos años más tarde, con la imagen de Santa María de Valvanera presidiendo la santa casa, el padre Minguella vuelve a trepar por trochas y veredas hasta llegar al monasterio benedictino invitado por sus moradores a tomar parte en el solemne triduo que se celebra en mayo de En la carta de invitación a él dirigida se explican los motivos: Los tres sermones principales corresponden de justicia a los que han contribuido tanto a promover la devoción a la Virgen Santísima y a levantar las ruinas de su santuario; me refiero, como usted conoce, a G[arcía]. Escudero y padre Carmelo Ochoa. Éste me consta que lo desea y espera que usted le dará el oportuno permiso. De usted y del rector [padre Florentino Sáinz] nada hay que dudar. En acción de gracias por el traslado de la Virgen desde Brieva a su santuario de Valvanera organizan los monjes del monasterio riojano este triduo, 28, 29 y 30 de mayo, como fiesta de acción de gracias. A ellas convocan a los fieles de La Rioja y en ellas es la comunidad agustino-recoleta de San Millán la que tiene el papel más que destacado. El último día [30 de mayo], después de la misa de pontifical celebrada, como en fechas anteriores, por el padre José Deás, abad de Monserrat, ante la imagen de la Virgen de Valvanera plantada en la plaza del monasterio a donde la han trasladado procesionalmente cuatro frailes de la comunidad agustino-recoleta de San Millán, y desde un improvisado púlpito, el padre Minguella, que, invitado por los monjes de Valvanera, de Madrid sube a lo que en estos días es el corazón de La Rioja, dirige su palabra a la multitud de romeros. Empezó el sermón el dignísimo comisario y procurador provincial de agustinos recoletos, residente en Madrid, padre fray Toribio Minguella de la Merced, tan conocido por su elocuencia maravillosa, por su ciencia y su virtud; y lo empezó con la unción sagrada que lo caracteriza; y con ella lo continuó, sosteniendo admirablemente su sonora voz por el espacio de una hora, para dejarse oír, a pesar del huracanado viento que hacía, de cinco a seis mil almas, que pendientes de sus labios lo escuchaban silenciosos, bebiendo las dulzuras que de sus labios brotaban, y que eran emanaciones de las grandezas de María de Valvanera en La Rioja, que cantaba arrebatada de su amor. 5

6 Dos circunstancias en la biografía del padre Minguella me impiden de nuevo poner punto final a su relación con Valvanera. La primera acaece el año 1888, año en el que cesa en los oficios de comisario y vicario provincial. Voluntad del nuevo padre provincial, el arnedano Fidel de Blas, es que fray Toribio regrese a Filipinas, y en este pensamiento el fraile de Igea, una vez más, se encamina a Valvanera para despedirse de la Señora. Finalmente, el viaje no tiene lugar. Pero en las notas que nos quedan de la plática que pensaba pronunciar, encontramos lo que pudiéramos calificar como su testamento valvaneriano: Hoy he venido, acaso por última vez, a decir en vuestra morada: Bendita sea la Virgen de Valvanera. Pero si aquí no vuelvo a prorrumpir en exclamaciones, esa exclamación ha de ser el consuelo de mi alma en medio de los mares y de lejanas tierras. Virgen de Valvanera, vuestro nombre bendito va impreso en mi corazón, en lo más hondo de mi alma, y antes me olvidaré de mí mismo que olvidarme de vos. Adonde quiera que vaya bendeciré ese nombre. El P. Minguella, obispo. La segunda novedad que acontece en la vida del padre Minguella es su promoción a la sede ultramarina de Puerto Rico. El 5 de agosto de 1894 en la iglesia conventual del colegio agustino recoleto de Marcilla, en Navarra, es consagrado obispo por el nuncio del Papa en España, monseñor Cretoni. Antes de embarcarse rumbo a su diócesis antillana, monseñor Minguella peregrina una vez más hasta las cumbres riojanas para saludar a su Señora. En el corazón y en la memoria rumia y repasa trabajos y amores, fatigas y consuelos, desvelos y alegrías, que con estos hilos viene tejiendo durante años sus afanes valvanerianos. Y ante la Serrana de sus amores, en el mes de septiembre de 1894, declama el sermón que tiene por lema un muy significativo Ne recedam a te nisi benedixeris me: No me apartaré de vos si antes no me dais vuestra bendición. El obispo Toribio nos abre su alma cuando dice: Aquí me despido de la imagen legendaria de que en mi niñez me hablaban mis padres, de la imagen que en mi juventud amé sin conocerla, de la imagen que providencialmente conocí, cuyas excelencias tantas veces y en tantos pueblos he tenido la dicha y la honra de predicar, de la imagen reina de los corazones riojanos, la Virgen de Valvanera a la que consagré mi palabra de misionero, a la que hoy consagro mi palabra de obispo. Es de justicia, sin embargo, advertir de la existencia de otro manuscrito, hasta ahora desconocido, en el que monseñor Minguella redacta otra plática con la misma finalidad que la acabada de citar. En ella, el obispo recién consagrado ofrece a su auditorio, o a sus lectores, una síntesis histórica del origen del monasterio valvaneriano, de su evolución, esplendor y decadencia, ésta causada por la exclaustración y desamortización. Por tratarse de un documento todavía inédito y, sobre todo, tan ilustrativo, no me resisto a leerles unos párrafos: Tal era el estado de desolación a que había venido Valvanera que un elocuente orador sagrado [el ya citado Cástor Compañía], predicando en Madrid, en la iglesia de San Ginés, las glorias de esta imagen venerada allí tan solemnemente, describía con elocuente palabra estas ruinas, y con penetrante y lastimero acento, decía: Devotos de la Virgen, no vayáis a Valvanera, que allí no hay más que ruinas, que allí no está la madre de los Riojanos Algún tiempo después inmensa muchedumbre convocada aquí por misterioso llamamiento de la Virgen vinimos a este lugar. Sobre las ruinas se alzó la noble figura de un sacerdote y con vibrante voz nos dijo: Estamos en Valvanera. No vayáis a Valvanera, decía llorando de pena el orador en Madrid. Estamos en Valvanera, decía llorando de dolor y esperanza el orador de aquí. Y aquella palabra celestialmente mágica fue el principio de la restauración y de la serie de prodigios que todos hemos visto y de los que somos testigos [ ]. Quién no recuerda emocionado aquellos entusiasmos de los pueblos, aquellas largas filas de bestias y carros de transporte subiendo por lo más áspero de las montañas, aquellas generosidades de los ricos, aquellos desprendimientos de los pobres, aquel acudir todos a la restauración de Valvanera? Quién puede olvidar aquellas romerías de miles de peregrinos? [ ]. Éramos muchos vuestros admiradores y devotos al iniciarse la restauración de vuestra Casa. Cuántos están ya haciéndoos la corte en el reino de los cielos! Otros marcharon a tierras lejanas, y en- 6

7 tre todos el más tibio, viene hoy enfervorizado a daros gracias [ ], a poner su diócesis bajo vuestro amparo, a pedir vuestra bendición y despedirse de vos [ ] Yo, oh Reina de los Apóstoles! pongo bajo vuestro amparo la diócesis de Puerto Rico. También allí sois venerada, y eso mitiga mi pena al separarme de esta vuestra imagen. También en Puerto Rico predicaré yo vuestras glorias y fomentaré vuestro culto. Dadme, pues, Señora, vuestra bendición, que es prenda de gracias y de salvación. P. SERAFÍN PRADO, OAR Heredero y continuador de esta misma tradición valvaneriana y emilianense es el padre fray Serafín Prado de la Virgen de Valvanera, a quien es de justicia enmarcarlo sobre el fondo aquí diseñado, puesto que a la luz de este cuadro recibe su sentido pleno el título de Predicador de Valvanera. Decir que Serafín nace en una familia y en un ambiente plenamente valvareniano no es ni afirmación arriesgada, ni manido tópico. Tenemos sus propias palabras pronunciadas años después ante quienes y en un lugar donde no caben vaguedades. En el otoño del año 1972 fray Serafín, rendido por fin incondicionalmente a las insistentes peticiones del padre Casiano, regresa por enésima vez a Valvanera. Pero en esta ocasión lo hace con una encomienda insólita para él: predicar a la comunidad benedictina los ejercicios espirituales anuales. En la introducción a los mismos, sin ánimo alguno de granjearse las simpatías de quienes le escuchan y a quienes recuerda el artificio oratorio de la captatio benevolentiae, pero con la confianza que los monjes le inspiran, dice: Porque vosotros estáis para mí inseparablemente ligados a mis recuerdos de infancia, y aun antes de mis recuerdos, desde el día en que mi madre me trajo en sus brazos para ponerme en los brazos de Ella. Y esto me dejó marcado definitivamente. Y desde que alcanzan mis recuerdos, el más vivo es, no el de la llegada a Valvanera, sino el de las despedidas, el momento en que todos, por última vez, volvíamos la mirada hacia el monasterio, rezábamos la última Salve y algunos decían: Adiós, Virgen de Valvanera. Madre, que volvamos a verte. Infancia valvaneriana. La actitud de estos romeros, actitud que el padre Serafín acaba de describir, llévale a exclamar: Dichoso del peregrino que vuelve a verte otra vez. Cierto que en el alma nos lo llevábamos todo: el paisaje, el monte, el río, la cruz Blanca, la ermita del Cristo, el sepulcro inacabado del hermano Tiburcio, la fuente Santa, la iglesia, el camarín y los ojos de la Virgen. Pero junto a los recuerdos del paisaje nos llevábamos también el recuerdo de los monjes, que a nosotros nos parecían hombres de Dios santos, porque aquí, en la Montaña Santa, todo tenía que ser santo, y la imagen de los monjes, de aquellos hombres misteriosos para mí, que vivían en otro ambiente, en otra atmósfera, en el ambiente y en la esfera de lo divino, que hablaban con la Virgen de día y de noche. El muro de la propia intimidad queda así derribado, el pudor que vela los propios sentimientos viene rasgado por la confianza y la confidencia, y aparece el alma en carne viva ante quienes le escuchan. Porque fray Serafín añade: Otro recuerdo. Al día siguiente de mi primera comunión me trajeron aquí para que hiciera la segunda. Yo me acerqué al confesionario. No sé qué monje sería el confesor. Lo que sé es que me habló de la Virgen y después me preguntó: Tú quieres mucho a la Virgen? Yo contesté sencillamente: Sí, padre. Él ya no dijo nada. Pero me acarició. Yo creo que es el recuerdo más vivo de mi infancia. Y como si quisiera bajar la tensión emocional de su auditorio proyectando sobre él una imagen realista de su vocación monástica, fray Serafín cierra el párrafo así: Monjes que acariciáis a los niños, monjes que habláis a los niños y a los mayores, monjes que recibís las peregrinaciones, que cantáis a la Virgen, que hacéis amable este lugar donde está la Virgen, que rezáis por esta tierra, que confesáis, yo os he visto arreglar las cinchas de las caballerías. Éste es el Serafín valvaneriano, ésta es la tierra fecunda de donde naturalmente brota, porque en ella hunde sus raíces, el Predicador de Valvanera. Permítanme apuntalar esta afirmación, que alguien pudiera calificar de impresión primera y sin fundamento, con un dato objetivo que demuestra la real vivencia de todo lo valvaneriano por 7

8 la familia del padre Serafín. Hemos recorrido, si bien someramente, aquellos años ochenta de finales del sigo XIX, años de intensa devoción por Valvanera. Fray Luis Sáenz, OAR. Pues bien. Posiblemente sea en agosto de 1881 cuando un tío carnal de la madre de Serafín Prado, Benita, pide su ingreso en la comunidad agustino-recoleta de San Millán. Es aceptado a pesar de contar el aspirante veintidós años de edad, lo que la legislación entonces en vigor considera un impedimento para recibir el hábito religioso. Algunas excepciones, sin embargo, admite esta determinación capitular que la asamblea legislativa de la Provincia ratifica el año 1867 y que repite durante trienios seguidos, excepciones a las que se ajusta en todo el peticionario. En efecto, Luis Sáenz es maestro de instrucción pública con escuela por estrenar, según sabe la familia, en un pueblo cerca de Laguardia (Álava). Esta misma tradición afina un poco más cuando señala como probables destinos del novel maestro Ribas de Tereso o Peciña, en el alfoz de San Vicente de la Sonsierra. Sin embargo, Luis Sáenz opta por el claustro agustino recoleto, opción que le lleva al colegio de Monteagudo, en Navarra, donde comienza su año de postulantado. El candidato cumple sobradamente los requisitos académicos, caso de que su vocación sea la sacerdotal. Y también las exigencias morales, como lo demuestra su admisión a la vida de comunidad. En caso de que su vocación fuera, como así es, la de hermano de obediencia, Luis Sáenz llena más que satisfactoriamente lo exigido por el capítulo provincial de 1870, exigencia en vigor, ininterrumpidamente repetida capítulo tras capítulo, y que literalmente dice así: Manda el presente Capítulo que en la clase de Hermanos de obediencia se procure admitir a algunos que escriban correctamente y tengan instrucción en la aritmética, a fin de que cuando sean destinados a estas Islas, puedan llevar fácilmente el cargo de nuestras haciendas y desempeñar otros destinos que, en armonía con su profesión, crea prudente la Provincia confiarles. Un año cumplido de noviciado lleva fray Luis Sáenz cuando, el 18 de diciembre de 1883, hace la profesión simple de sus votos religiosos como hermano de obediencia. Y el apellido que en religión toma el fraile agustino recoleto es el de la Virgen de Valvanera, siendo el primero en la Orden de agustinos recoletos en adoptar este patronímico, lo que prueba que el Sol de la Rioja comienza a ser también patrimonio de la recolección agustiniana. Sin detenerme en el hermano Luis, porque éste no es el momento, baste decir que él es, junto con seis frailes más, una de las siete estrellas que campean en el escudo heráldico de la Provincia de San Nicolás de Tolentino, de la Orden de Agustinos Recoletos. Por qué? Porque el año 1888, presididos por san Ezequiel Moreno, estos mismos frailes, hijos de la Provincia de Filipinas, pasan a Colombia para restaurar allí la vida agustino-recoleta. En Bogotá fray Luis colabora con los padres Ezequiel y Santiago Matute en implantar el culto y extender la devoción a la Virgen de Valvanera, culto y devoción que pronto alcanzan arraigo y esplendor en el templo bogotano de La Candelaria. Finalmente, como paisano que es de Juan Ramírez de Velasco, fundador de la ciudad que en la Argentina lleva el nombre de Todos los Santos de la Nueva Rioja, el hermano Luis levanta en las proximidades del convento de El Desierto de la Candelaria el pueblo llamado San Miguel de Sema, perteneciente al departamento colombiano de Boyacá, cuyo ayuntamiento se honra en otorgar como máxima condecoración municipal la Orden Luis Sáenz Ureta. Himno del cincuentenario. Perdóneseme la digresión, pero he creído conveniente ofrecer estas noticias en el aula más apropiada, el Centro Riojano en Madrid, y ante las personas más interesadas en todo lo que atañe a La Rioja, que son ustedes. Inmediatamente regresamos a las puertas del monasterio de San Millán porque en el colegio San José, abierto a los niños con vocación religiosa y sacerdotal, ingresa Serafín Prado en el otoño de No es un lugar común más afirmar que la Virgen de Valvanera está muy presente en los colegios recoletos por las que Serafín pasa a lo largo de sus años de for- 8

9 mación. En ellas habitan frailes que han calentado sus corazones en el rescoldo valvaneriano que arde en San Millán. Y cuando, ordenado de sacerdote y licenciado en sagrada teología por la Universidad Gregoriana de Roma regresa el año 1934 al convento de su Valle, se encuentra con que el fervor valvaneriano vuelve a alcanzar las cotas de antaño. En efecto, sólo quedan unos meses para conmemorar el primer cincuentenario de la restitución de la imagen de la Virgen de Valvanera, que en los años en que el monasterio benedictino permanece abandonado, recibe la custodia y el cariño de los fieles de Brieva. Para conmemorar dignamente la efeméride, se crea en Logroño una Junta Organizadora. A ella se ofrece incondicionalmente el rector del colegio de San Millán, el navarro padre Ricardo Jarauta, y con él la comunidad entera. El ofrecimiento es aceptado. Es en este contexto en el que viene a la vida el Himno a la Virgen de Valvanera, himno oficial del cincuentenario, del que dicen las crónicas recoletas: Nuestro inspirado poeta reverendo padre Serafín Prado fue el primero en tributar su homenaje a sus dos veces Patrona en unos versos, tiernos como el amor de un niño y viriles como el alma riojana. Es suyo el precioso himno oficial del cincuentenario que fue musicado por el célebre compositor franciscano reverendo padre Arregui. Célebre es ya para estas fechas el músico José María Arregui, nacido en Areatza- Villaro, Vizcaya, el 28 de marzo de En el momento en que armoniza el Himno cuenta 56 años y es fraile franciscano baqueteado en las misiones de Perú, adonde llega muy joven, tras sus años de colegial en Aránzazu, santuario en el que tiene como maestro de música al padre Luis Arrúe. Con 35 años regresa a la Península e ingresa en la Escuela Internacional Burgés donde cursa armonía, contrapunto, fuga y composición. En 1919 reside en Aránzazu como profesor y maestro de capilla. Éstos son algunos datos de la biografía del inspirado autor a quien debemos la música del himno del cincuentenario, pieza cuya interpretación requiere altas bóvedas góticas y transparentes vidrieras calidoscópicas. Pero situémonos en el domingo 18 de agosto de La fiesta se celebra, naturalmente, a los pies de la Virgen Serrana. Y a ella acuden en autobús fletado por la Cofradía de Nuestra Señora de Valvanera en Madrid, y a invitación de la misma, los frailes de San Millán, que en la misa solemne de las doce menos cuarto, interpretan la Missa festiva in honorem Sancti Antonii Thaumaturgi, del compositor veneciano Oreste Ravanello. Finalizado el rezo vespertino del santo rosario se cantó la salve popular y, cantado el himno oficial, se despidieron los devotos madrileños de la dulce Serrana. También nosotros (escribe el joven fraile cronista) tuvimos que despedirnos, bien a pesar nuestro, y en el mismo auto regresamos a San Millán. Pocas semanas después, el 14 de septiembre, la comunidad emilianense regresa de nuevo a Valvanera, en esta ocasión por el monte. A peregrinar con verdadero espíritu de penitencia les invita desde el púlpito el agustino recoleto padre Antonio Rubio, el mismo que, ya en Valvanera y finalizado el rezo de la novena, dirige a los fieles congregados en la iglesia monacal un hermoso panegírico. Anota el joven fraile cronista: En la imposibilidad de hacer un elogio cumplido del sermón, me limitaré a decir que por dos veces el público coronó con una clamorosa ovación los párrafos encendidos del padre Rubio, siendo también frecuentes las exclamaciones de aprobación y entusiasmo con que se interrumpía al orador. La guerra civil española y el posterior destino del padre Serafín en tierras venezolanas causan un distanciamiento físico, que no afectivo, entre el fraile y el santuario, distanciamiento que el año 1948, con el regreso del Predicador de Valvanera a España, queda salvado. Y por tratarse de su Virgen, el padre Serafín, en sintonía con el recién creado Patronato pro Valvanera, integrado por las principales autoridades eclesiásticas y civiles de la provincia de Logroño, con el propósito de ayudar económicamente al santuario y, sobre todo, servir de acicate a la difusión y mayor conocimiento de la mayor gloria regional, acepta paisajes y auditorios distintos a los que hasta este momento vienen siendo objeto de su ministerio valvaneriano 9

10 Restauración de Valvanera. En efecto, la parroquia madrileña de San Ginés es el templo donde el padre Serafín predica, del 22 al 30 de octubre del año 1949, el solemne novenario en honor a la Virgen de Valvanera. Más comprometido es el año El 14 de septiembre, el diario editado en Logroño con el título Nueva Rioja, acoge en sus páginas el suelto en el que un monje de Valvanera invita: Valvanera se prepara a celebrar sus fiestas patronales [ ] subid a Valvanera los que amáis a la Virgen como cosa vuestra. Alude brevemente al programa festero, y añade: Los sermones correrán a cargo del reverendo padre Serafín Prado, OSA (sic), tan conocido por todos y tan devoto de la Virgen. Y finaliza: Riojanos, a Valvanera el día 15. Y a Valvanera acuden, y en Valvanera escuchan, junto con el obispo de la diócesis, monseñor Fidel García Martínez, y las autoridades provinciales, los sermones que declama el padre Serafín los días 14 y 15 de septiembre. La crónica que el diario de la provincia logroñesa publica días después, subraya la magistral exposición del predicador que pone de relieve en su primer parlamento el aparente fracaso del Crucificado ante la realidad de los fracasos humanos. Por lo que respecta al sermón del día siguiente, el periodista observa que en la misa pontifical, celebrada por don Fidel, el alma del padre Prado, repleta de sentimientos valvanerianos y de amor a las legítimas glorias de su tierra, desbordóse en atildadas y nuevas frases para cantar el poder y los derechos de nuestra excelsa Patrona, que no se apareció, dijo, a la orilla del camino o del río, ni en poblado, sino en la soledad del monte más elevado de la provincia para, desde él, ser señora de todo y de todos. La Virgen de Valvanera, reafirmó, hizo un recorrido por La Rioja a semejanza de otras imágenes por sus respectivas provincias, pero no con el aire de triunfo de éstas, que tienen magníficos santuarios, sino con la humildad de quien sale a pedir limosna, ya que no tiene casa adecuada a su elevada alcurnia. Semanas más tarde, la Colegiata de Santa María de la Redonda oye resonar bajo sus bóvedas la vibrante voz de fray Serafín los días 13, 14 y 15 de octubre en el triduo que en honor de la Virgen de Valvanera celebra la ciudad de Logroño. Es el mismo periodista que da la noticia quien observa que este triduo está organizado por el ilustrísimo cabildo de la colegiata y parroquias de Logroño para pedir a Dios el don de la generosidad en orden a la reconstrucción del monasterio de Valvanera, patrona de La Rioja. Anuncia, igualmente, que los sermones serán predicados por el padre Serafín Prado. De ellos da cumplida cuenta durante los días siguientes en la sección religiosa de su diario. No escapa a la profesionalidad del cronista el dato de la gran afluencia de público, la presencia de los párrocos de la capital y el verbo cálido y fogoso del fray Serafín, como tampoco la asistencia en el último día del excelentísimo señor gobernador civil, don Alberto Martín Gamero, presidente del patronato pro reconstrucción del monasterio de Valvanera, que con su presencia quería unirse a este solemne triduo destinado a despertar la generosidad del pueblo riojano hacia su Madre. Caballeros de Valvanera. Es en este cuadro de devoción a la Vigen de Valvanera, Sol de La Rioja y Cameros, donde se inscribe la creación por el obispo calagurritano Fidel García Martínez del Capítulo de Caballeros de la Virgen de Valvanera. De peregrina adjetiva esta iniciativa episcopal el historiador de la Real Abadía de Nuestra Señora de Valvanera en La Rioja, idea con cuya ejecución el prelado diocesano pretende, según el mismo autor escribe, fomentar y dar más esplendor al culto, renovando la multisecular y gloriosa tradición valvaneriana [ ] idea peregrina que, al ponerla en práctica, dio opimos frutos tanto en el orden espiritual como en el material. Es el 21 de mayo de 1951cuando en el monasterio benedictino riojano, y por decisión de don Fidel, viene creado el Capítulo de Caballeros de Santa María de Valvanera. Es domingo y fray Serafín se encuentra, una vez más, en su querido santuario. El padre prior, dom Plácido Gil Imirizaldu, impone las veneras a los caballeros. Es en la santa misa, que a continua- 10

11 ción celebra, cuando el agustino recoleto del convento de Marcilla (Navarra), padre Serafín Prado de la Virgen de Valvanera, desarrolla magistralmente los temas relevantes de la jornada que se celebra: el espíritu peregrinante en nuestra época y la feliz renovación de la tradición caballeresca en el Capítulo de Caballeros de María de Valvanera, recién constituido. En relación con esta fecha me escribía el padre Casiano Martínez en carta del 13 de octubre de 1987: Es quizá el día en que más elocuente he oído al padre Serafín. Fue un sermonazo. De los mejor elaborados. Y con una unción gozosa como podía ser para él que el Capítulo de Caballeros parecía prometer una restauración como la que él deseaba. Recuerdo la finura con que evocó a los peregrinos: Pobreciños, pobreciños de tanto peregrinar. Y cuando apostrofó a los investidos: si os portáis como caballeros, que el Señor os lo premie; pero si no, que el Señor os lo demande, recordando fórmulas de investidura tradicional. Es el día en que se ganó el corazón del obispo Fidel. Pienso que ese día comenzó a ser reconocido como El Predicador de Valvanera. El fervor valvaneriano impregna la vida social de La Rioja y Cameros. A ello contribuye la peregrinación por los pueblos riojanos de la imagen de la Virgen de Valvanera durante la primavera de La segunda visita duró el doble, un mes largo, del 20 de abril al 21 de mayo de 1952, y la imagen de la Virgen fue llevada por los monjes de Valvanera, ayudados por los jóvenes de Acción católica, por 115 pueblos, la mayoría de La Rioja Alta, y solamente estuvo en dos cabeceras de comarca, Haro y Santo Domingo de la Calzada. El motivo de la visita era preparar el ambiente de la coronación canónica de la Virgen de Valvanera, que se veía muy próxima, para la primavera de 1953, como decía don Fidel [García Martínez] en su exhortación pastoral de 29 de marzo de También el prior de Valvanera publicó una carta en el Boletín Diocesano en abril de Las circunstancias retrasaron las previsiones. Coronación canónica. Pero todos se afanan por alcanzar la meta colocada ya definitivamente en el año 1954, año mariano. Es en esta fecha cuando, por fin, los trabajos en pro del monasterio benedictino, de su restauración y consolidación, parecen alcanzar perfección en la coronación canónica de la Virgen de Valvanera. También en este último tramo del recorrido el padre Serafín está presente. En vísperas de la coronación de la Virgen Riojana escribe así a su superior provincial: Por aquí todos hemos quedado con bastante trabajo [ ] Yo tengo tres clases diarias bastantes días de la semana. Ahora, además, estoy un poco preocupado preparando unos trabajos para Logroño, pues la Junta para la Coronación de la Virgen de Valvanera me ha encomendado el oficio de locutor de radio y pregonero. La fiesta tendrá lugar el día 15, no el día 11 como se había anunciado, porque el día 11 no hubiera podido asistir el Caudillo [Francisco Franco]. No orador sagrado, sino locutor y pregonero. Éste es el papel adjudicado al padre Serafín en el gran día. Y a fe que lo cumple cumplidamente. El Pregón que, compuesto y firmado por él, retransmite Radio Rioja en la noche del 14 y publica Nueva Rioja el mismo 15 de octubre de 1954, aviva una vez más la llama del fervor valvaneriano en los corazones de la muchedumbre que de las ciudades, villas y pueblos de La Rioja entera bajan a su capital. Un joven seminarista de entonces, todavía hoy ve al padre Serafín alzando su voz, como un capitán enamorado de su Dama en aquel mar de personas y de entusiasmo [ ] encendiendo el corazón de esos riojanos en amor a su Madre. Y a una indicación suya, alzarse miles y miles de pañuelos blancos en alto, como un aletear de palomas, para dar la bienvenida a la Reina de La Rioja y Cameros. En el reportaje con el que el periódico capitalino al día siguiente obsequia a sus lectores, aparece la lista incompleta de las personalidades asistentes a la misa y a la coronación de la Virgen. Pero detalla cuidadosamente los momentos y detalles de la ceremonia, entre ellos el de que el predicador en la misa oficiada por el señor nuncio monseñor Antoniutti, es el señor obispo de la diócesis de Calahorra, monseñor Abilio del Campo. Para mí ha sido una sorpresa encontrarme con personas participantes en esta 11

12 celebración que, después de tantos años, afirman rotundamente que el sermón fue pronunciado por el padre Serafín Prado. Tan vivas están en su emocionada memoria las enfervorizadas arengas lanzadas a los cuatro vientos en El Espolón por el Predicador de Valvanera que, sin nadie pretenderlo, aquéllas reemplazan por completo las reflexiones y consideraciones a ellos dirigidas por su padre y pastor, monseñor Abilio. Explicable es esta laguna en la memoria de los devotos porque en este momento la emoción alcanza cotas insólitas. Así describe el innominado periodista la actuación del locutor cuya filiación ignora. No importa. Nosotros sabemos que es el padre Serafín Prado: Terminada la alocución, monseñor Ildebrando Antoniutti leyó la fórmula de coronación canónica [ ] Fueron éstos unos momentos en que subieron al colmo la emoción y el entusiasmo de la muchedumbre [ ] Desde el micrófono, el locutor lanzó por tres veces el grito de La Rioja por Santa María de Valvanera!, respondiendo unánimemente la muchedumbre con las palabras Real, Real, Real!, con que se aclamaba en España a los Reyes al ser levantados sobre el pavés en el acto de su proclamación. Por segunda y tercera vez lanzó el locutor el triple grito, siendo contestado en la misma forma clamorosa. Después pronunció el clásico saludo a nuestra Patrona: Es el Sol de la Rioja!, contestando la multitud: María de Valvanera! Al tañer de todas las campanas de la ciudad se unieron las notas solemnes del Himno Nacional, interpretado por las bandas de música, formando todo un conjunto de singular grandiosidad. El marco incomparable de El Espolón logroñés es el auditorio al aire libre en el que, según un testigo presencial, unos cien mil riojanos cantábamos al unísono: Reina de la Montaña, Virgen de Valvanera, con un beso en los labios viene la Rioja entera a jurar de rodillas que su Reina eres tú. El himno oficial del año 1935 brota de nuevo, más joven y actual que nunca, en los pechos riojanos para que las auras del Ebro lo expandan y se lo lleven por La Rioja entera. Es en este templo mariano levantado en honor de su Virgen por la ciudad de Logroño donde cobran todo su sentido las expresiones que el padre Serafín inmortalizara en su Pregón, exacta profecía de los acontecimientos que estaban por llegar. Reciente es la súplica que a sus lectores dirige un historiador, Pelayo Sáinz Ripa: Pero dejemos hablar a los poetas. El agustino recoleto, reconocido cantor de la Virgen, padre Serafín Prado de Valvanera, encendió los ánimos de Los Siete Valles en una proclama radiofónica del día anterior. A los cincuenta años de su emisión en Radio Rioja, algunos de sus párrafos nos sirven de crónica: En este octubre en que están para hervir los mostos nuevos en las cubas viejas, a los riojanos se nos está subiendo un poco a la cabeza el vino añejo del corazón. Son diez siglos de silencio que están haciendo explosión; porque es imposible que no rompa, al fin, la llama eternamente alimentada y eternamente ahogada y comprimida. Y El Espolón va a ser un cráter por el que levantarán su penacho de llamas el fuego central de ese volcán milenario que es el corazón de La Rioja. La Virgen solitaria va a estar de cara a las multitudes. Yo creo que, al verse blanco de tantos ojos, le arrebolarán el rostro pudores de zagala y de novicia. Pero creo también que estará contenta y que sonreirá a su pueblo delirante con su sonrisa mejor. Porque si ella no necesita ser coronada, nosotros sí necesitamos coronarla. Y cuando ella pase ya coronada, cuando ella pase por encima del mar hirviente de nuestro entusiasmo, sobre un bosque de brazos y un vendaval de gritos, cuando ella pase, Sol de La Rioja, y vea vueltos hacia ellos los doscientos mil corazones riojanos, como doscientos mil girasoles enamorados, diga orgullosa de nosotros: Todo lo esperaba de La Rioja, porque antes de coronarme, yo sabía que era la Reina absoluta del corazón de este pueblo. La transcripción de las palabras del Pregón proclamado por el padre Serafín a través de las hondas radiofónicas es exacta. Y el comentario con que el copista cierra el párrafo, revelador: Un poco barroco nos resulta hoy el P. Serafín. Pero os aseguro que aquel día, uno se hubiera incendiado las manos por los aplausos al vate del pueblo. 12

13 Fecha importante en la historia de la antigua abadía benedictina de Valvanera es la del 11 de septiembre de Sus monjes, esforzados capellanes que no regatean esfuerzos por traerse desde Brieva la imagen de la Virgen de Valvanera a su camarín, tampoco los escatiman ahora para llevarse consigo y en Valvanera custodiar los despojos mortales del siervo fiel de la Reina de los Distercios, Tiburcio Lanas, el célebre Hermano Tiburcio. Y desde las orillas del Queiles, donde se asienta la celtíbera y romana ciudad de Cascante, el cortejo fúnebre viaja por la margen derecha del Ebro hasta el Najerilla, bordea el Cárdenas y alcanza, finalmente, el río Valvanera. La solemne comitiva que acompaña a los restos mortales de Tiburcio está formada por monjes benedictinos y frailes agustinos recoletos. A todos se les tributa cariñoso recibimiento por dondequiera pasan: Logroño, San Millán, Badarán Ya de anochecida llega a Valvanera. Al día siguiente se oficia solemne funeral, y el domingo día 15, en la fiesta de la Santísima Virgen de Valvanera celebró de pontifical el ilustrísimo señor obispo de la diócesis. Del sermón estaba encargado el reverendo padre Serafín Prado, quien se superó a sí mismo haciéndose eco del entusiasmo que todos sus hermanos los agustinos recoletos han sentido siempre por la Reina de las montañas. Los asistentes escuchan conmovidos el sermón hecho por el reverendo Serafín Pardo, OAR, que, según la hoja Valvanera, mantuvo la atención de todos durante casi tres cuartos de hora con el relato de la vida del hermano Tiburcio, haciendo precisiones exactas y luminosas, de tal manera que no es extraño que escribiesen luego los padres benedictinos: el padre Serafín nos convenció; nos dijo cosas nuevas y demostró otras de las que habíamos llegado a dudar. Sabíamos que el hermano Tiburcio había sido un héroe; hemos visto que fue todo un hombre, curtido desde su niñez en el trabajo, en la adversidad y en la más recia piedad cristiana. El P. Serafín Prado y Valvanera. Superados por el tiempo estos clamorosos fervores, que no apagados por el olvido, la relación del padre Serafín con Valvanera continúa y se enriquece mediante las frecuentes y discretas visitas que hace a la Señora y a sus capellanes. Es una relación íntima, anudada sólidamente ya años atrás y que progresivamente va interiorizándose. Él, que había escrito en su pregón valvaneriano que un amor precisamente así, recatado, solitario, silencioso, es decir, auténtico, ha querido para sí la Virgen de los riojanos, vivió el suyo por su Reina en idéntica clave. Difícil es asomarse al interior de fray Serafín. Por eso es una afirmación arriesgada, pero ceo no equivocarme al escribir que ni superficial, ni pasajera fue, no la tentación, sí la añoranza de compartir cabe María de Valvanera su vocación religiosa y sacerdotal. Cuando hace años escribía estas frases que acabo de leerles, mi opinión sobre la posible vocación valvaneriana del padre Serafín era una impresión nacida de la lectura de los versos titulados Capellán de la Virgen, y de la dedicatoria de los mismos: A la memoria del P. X. X., monje de la abadía benedictina de Valvanera (España) que me hizo el alto honor de comunicarme el secreto delicado de su alma. Redactados el año 1941, ese mismo año aparecen publicados en la revista venezolana Madre Cristiana. Éstas son las dos últimas estrofas de la composición versificada: Cuando por ti pregunte de nuevo el peregrino Allí, junto a la ermita, descansa le dirán, y, cual tu vida humilde, las flores del espino, nevada de pureza, la tumba cubrirán. Sobre ella, desde entonces, a cada primavera deshojará sus ramas la zarza rosa en flor; y allí, todas las veces que suba a Valvanera, yo iré a pedirte un poco de tu callado amor. 13

14 Esta impresión, que entonces sólo era sospecha, pasa a ser evidencia cuando, dirigiéndose a los monjes de Valvanera en los ejercicios espirituales del otoño de 1972, les dice: Yo amo a mi comunidad, pero si me preguntaran a cuál amo más, a aquélla o a ésta, yo no sabría qué responder. Me pondrían en el aprieto en que ponen al niño cuando le preguntan si quiere más a papá o a mamá. Y ya os he dicho muchas veces que uno de los enigmas de mi vida es, precisamente, éste: Por qué Dios no me llamó a Valvanera? Y algunas veces le digo a la Virgen: Por qué no me hiciste tu capellán? Por qué no me quisiste por capellán tuyo? Todavía no me lo ha dicho. Un día me lo dirá y entonces sabré que no fue más que por amor. Por amor. Esta es la clave para entender los trabajos valvanerianos que durante su vida acepta y asume el padre Serafín Prado de la Virgen de Valvanera. También el último, sin duda el menos vistoso, el menos llamativo. Pero, ciertamente, el más íntimo, el más próximo a los monjes de Valvanera y a su vida de comunidad. Es el otoño del año El padre Serafín ya no ocupa púlpitos como antaño. Ya no enfervoriza a las masas porque los riojanos viven su amor a Valvanera de la manera que el mismo padre Serafín un día describiera: recatadamente, solitariamente, silenciosamente, auténticamente. En esta oportunidad el objeto de sus desvelos sacerdotales es la propia comunidad benedictina de Valvanera. Los monjes le han pedido les predique los ejercicios espirituales anuales, y a ello se apresta. Ignorante estaba yo de la existencia de este compromiso, hasta el punto de que en la biografía que sobre el padre Serafín escribí allá por el año 1988, nada digo de este acontecimiento. Sin embargo, y afortunadamente, ya entonces existía un documento fehaciente, que describe lo que ahora quiero relatarles. Pero yo lo desconocía. Se trata de una carta escrita a su sobrina, María Teresa Bengoa, el 21 de diciembre de Bueno será que reproduzcamos al pie de la letra las líneas que nos interesan porque, en este caso, cualquier glosa lo echaría a perder. Dice así: El día de mi santo recibí unas veinte o treinta cartas. Hice el propósito de no contestar a ninguna antes de desurdirme (como dicen en Estollo) del enorme trabajo que ha caído sobre mí en esta temporada. Entre ese trabajo no ha sido el menor el de preparar unas treinta pláticas (casi un libro grueso) para los ejercicios espirituales de los monjes de Valvanera. Ellos esperaban mucho de mí y yo quería no defraudarles, por tratarse de quienes se trata. He pasado unos días felices con ellos y, sobre todo, con Ella. Allí, tan cerca del cielo y junto a nuestra Reina y Madre, se ha pasado el tiempo en un vuelo, aunque el trabajo ha sido agotador. No sé cuántas salves y rosarios habré rezado en el camarín y vuestro recuerdo iba mezclado a mis rezos. He dejado a la Virgen comprometida, y Ella sabe cumplir sus compromisos. Días de sol, el poco sol de Valvanera, pero siempre al calor de la que es Sol de La Rioja y de Cameros y con la compañía de los santos. EPÍLOGO Quince años réstanle de vida al padre Serafín Prado, quince años durante los cuales la enfermedad, el sufrimiento físico y las limitaciones que le afligen van a terminar de tallar y esculpir su persona para el cielo. Ya no puede subir a Valvanera. Pero Valvanera sí baja hasta él. De una de las visitas que los monjes de Valvanera hacen al padre Serafín en Marcilla, guardamos esta descripción: En Valvanera se le quería mucho. A verle fuimos la mitad de la comunidad el 6 de noviembre último [1986]; porque él no desperdició ocasión de demostrar, contagiando, su interés por el santuario y su cariño a los monjes. Y continúa el padre Casiano Martínez: Después de Dios, otro amor, Valvanera, cuya advocación unió precozmente al nombre de pila cuando vistió el hábito agustino. Lo llevaba en la entraña de aquella personalidad desbordante. Debió mamarlo de su madre. No sabía hablar de la del cielo sin hablar de la de la tierra; y siempre emocionado, por supuesto. Como que en ocasiones le hemos gastado la broma de contarle cosas de Valvanera por verlo llorar, que le costaba muy poco. 14

15 El padre Serafín Prado fallece en Pamplona en la madrugada del 19 de enero de 1987 a las cero horas y cuarenta y cinco minutos. Su cadáver llega al convento de Marcilla a las siete y quince minutos de la tarde de este mismo lunes. Treinta y nueve años atrás, otro 19 de enero, éste del ya lejano 1948, un fray Serafín vital y entusiasta, recién llegado de Venezuela, atravesaba esta misma clausura. Hoy lo hace en un ataúd y a hombros de sus hermanos. Como entonces, la comunidad está aguardándole. Pero a la alegría incontenida y no disimulada ha sucedido la emoción temblorosa. En la iglesia conventual, a las plantas de Santa María la Blanca, es depositado el féretro. La ceremonia religiosa se lleva a cabo con la austera solemnidad del ritual propio de la Orden. Finalizada ésta, queda instalada la capilla ardiente en las dependencias del claustro bajo. Allí es velado el cuerpo sin vida de fray Serafín hasta el día siguiente. El 20 de enero, a las doce de la mañana, se celebran los solemnes funerales. La misa de cuerpo presente congrega en torno al altar a más de cincuenta sacerdotes concelebrantes: agustinos recoletos, sacerdotes diocesanos, amigos del difunto Entre los que besan el altar, en un gesto que lo dice todo, el reverendo padre Casiano Martínez, prior benedictino de Valvanera. Quiero terminar esta exposición con la frase con la que el padre Casiano bordaba la noticia del fallecimiento del padre Serafín Prado de la Virgen de Valvanera: Para vista también habrá sido la acogida que le habrá hecho la Virgen. Para vista y deseada, añado yo. Porque, después de lo hasta aquí expuesto, se impone la doxología mariana, es decir, la acción de gracias de las almas devotas de la Virgen de Valvanera a su Patrona porque Ella, la Serrana de nuestros amores, sabe servirse de escuderos y pajes tales que, finalmente, son también patrimonio valioso, honra imperecedera y gloria inmarcesible de nuestra Rioja y Cameros. José Manuel Bengoa Prado Agustino Recoleto Marcilla (Navarra, España) 15