A LÉON WERTH CUANDO ERA NIÑO

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1 Revisión para PREFECO Melchor PROPE Ocampo Morelia

2 A LÉON WERTH Pido perdón a los niños por haber dedicado este libro a una persona mayor. Tengo una excusa seria: esta persona mayor es el mejor amigo que tengo en el mundo. Tengo otra excusa: esta persona mayor puede entender todo, hasta los libros para niños. Tengo una tercera excusa: esta persona mayor vive en Francia, donde pasa hambre y frío. Tiene mucha necesidad de ser consolada. Si todas estas excusas no son suficientes, quiero dedicar este libro al niño que este señor ha sido. Todas las personas mayores fueron primero niños. (Pero pocas lo recuerdan). Corrijo entonces mi dedicatoria: A LÉON WERTH CUANDO ERA NIÑO

3 Cuando tenía seis años, vi una vez una imagen magnífica en un libro sobre la Selva Virgen que se llamaba "Historias Vividas". Representaba una serpiente boa que tragaba una fiera. He aquí la copia del dibujo. En el libro decía: "Las serpientes boas tragan a su presa entera, sin masticarla. Luego no pueden moverse más y duermen durante los seis meses de su digestión". Reflexioné mucho sobre las aventuras de la jungla y, por mi parte, logré trazar con un lápiz de color mi primer dibujo. Mi dibujo número 1 era así: Mostré mi obra maestra a las personas mayores y les pregunté si mi dibujo les daba miedo. Me contestaron: "Por qué un sombrero podría dar miedo?" Mi dibujo no representaba un sombrero. Representaba una serpiente boa que digería un elefante. Dibujé entonces el interior de la serpiente boa,

4 para que las personas mayores pudieran comprender. Siempre necesitan explicaciones. Mi dibujo número 2 era así: Las personas mayores me aconsejaron dejar de lado los dibujos de serpientes boas abiertas o cerradas, e interesarme en cambio en geografía, historia, matemática y gramática. Es así como abandoné, a la edad de seis años, una magnífica carrera de pintor. Había sido desalentado por el fracaso de mi dibujo número 1 y de mi dibujo número 2. Las personas mayores no entienden nunca nada por sí mismas, y es cansado, para los niños, darles una y otra vez explicaciones. Tuve entonces que elegir otro oficio y aprendí a pilotear aviones. Volé por todo el mundo. Y la geografía, efectivamente, me sirvió mucho. Sabía distinguir, del primer vistazo, China de Arizona. Es muy útil, si uno está perdido durante la noche. Tuve así, en el curso de mi vida, montones de contactos con montones de gente seria. Conviví mucho con las personas mayores. Las he conocido muy de cerca. Y no ha mejorado mi opinión al respecto. Cuando encontraba a alguien que me parecía algo lúcido, lo ponía a prueba con mi dibujo n 1, que siempre he conservado. Quería saber si era realmente comprensivo. Pero siempre me respondía: "Es un sombrero". Entonces no le hablaba ni de serpientes boa, ni de selvas vírgenes, ni de estrellas. Me ponía a su altura. Le hablaba de bridge, de golf, de política y de corbatas. Y la persona mayor estaba muy contenta de conocer un hombre tan razonable.

5 II Así, pues, viví solo, sin nadie con quien hablar de verdad, hasta que sufrí una avería en el desierto del Sahara hace seis años. Algo se había roto en mi motor. Y como no tenía conmigo ni mecánico ni pasajeros, me dispuse a intentar lograr yo solo una reparación difícil. Era para mí una cuestión de vida o muerte. Apenas tenía agua para beber ocho días. La primera noche me dormí, pues, sobre la arena a mil millas de cualquier lugar habitado. Estaba realmente más aislado que un náufrago sobre una balsa en medio del océano. Se imaginan entonces mi sorpresa, al amanecer, cuando una extraña vocecita me despertó. Decía: - Por favor... dibújame un cordero. - Eh? - Dibújame un cordero... Me paré de un salto, como si hubiera sido alcanzado por un rayo. Me froté bien los ojos. Miré bien. Y vi un extraordinario hombrecito que me examinaba con seriedad. He aquí el mejor retrato que pude luego hacer de él. Pero mi dibujo, sin duda, es mucho menos encantador que el modelo. No es mi culpa. Había sido desalentado en mi carrera de pintor por las personas mayores, a la edad de seis años, y no había aprendido a dibujar más que las boas cerradas y las boas abiertas. Miré entonces esta aparición con los ojos bien abiertos por la sorpresa. No olviden que me encontraba a mil millas de cualquier lugar habitado. Sin embargo mi hombrecito no me parecía ni perdido, ni muerto de cansancio, ni muerto de hambre, ni muerto de sed, ni muerto de miedo.

6 No tenía para nada el aspecto de un niño perdido en medio del desierto, a mil millas de cualquier lugar habitado. Cuando logré finalmente hablar, le dije: - Pero... qué haces tú aquí? Y entonces me repitió, muy suavemente, como si fuera algo muy serio: - Por favor... dibújame un cordero... Cuando el misterio es demasiado impresionante, no es posible desobedecer. Por absurdo que me pareciese a mil millas de todos los lugares habitados y en peligro de muerte, saqué de mi bolsillo una hoja de papel y una pluma. Pero entonces recordé que había estudiado sobre todo geografía, historia, matemática y gramática y le dije al hombrecito (con un poco de mal humor) que no sabía dibujar. Me respondió: - No importa. Dibújame un cordero. Como yo nunca había dibujado un cordero, volví a hacer para él uno de los dos únicos dibujos que sabía: el de la boa cerrada. Y quedé estupefacto al escuchar al hombrecito responderme: - No! No! No quiero un elefante dentro de una boa. Una boa es muy peligrosa, y un elefante es muy voluminoso. En casa es todo pequeño. Necesito un cordero. Dibújame un cordero. Entonces dibujé. Miró con atención, y luego: - No! Este ya está muy enfermo. Hazme otro. Yo dibujé: Mi amigo sonrió amablemente, con indulgencia: - Fíjate bien... no es un cordero, es un carnero. Tiene cuernos... Volví a hacer entonces nuevamente mi dibujo: Pero fue rechazado, como los anteriores:

7 - Este es demasiado viejo. Quiero un cordero que viva mucho tiempo. Entonces, colmada la paciencia, como tenía apuro en comenzar a desarmar mi motor garabateé este dibujo. Y le solté: - Esta es la caja. El cordero que quieres está adentro. Pero me sorprendí mucho al ver que se iluminaba el rostro de mi joven juez: - Es exactamente así que lo quería! Crees que este cordero necesite mucha hierba? - Por qué? - Porque en casa es todo pequeño... - Seguramente le alcanzará. Te di un cordero bien pequeño. Inclinó la cabeza hacia el dibujo: - No tan pequeño como tú dices... Mira, se durmió!... Y fue así como conocí al principito.

8 III Me llevó mucho tiempo comprender de dónde venía. El principito, que me hacía muchas preguntas, nunca parecía escuchar las mías. Unas palabras pronunciadas al azar me lo fueron revelando todo poco a poco. Así, cuando vio por primera vez mi avión (no dibujaré mi avión, es un dibujo demasiado complicado para mí) me preguntó: - Qué es esa cosa? - No es una cosa. Vuela. Es un avión. Es mi avión. Y me sentí orgulloso de informarle que volaba. Entonces exclamó: - Cómo! Has caído del cielo! - Sí, dije modestamente. - Ah! qué gracioso... Y el principito soltó una hermosa carcajada que me irritó mucho. Me gusta que mis desgracias se tomen en serio. Luego agregó: - Entonces, tú también vienes del cielo! De qué planeta eres? Vislumbré en seguida una luz en el misterio de su presencia, y pregunté bruscamente: - Vienes, pues, de otro planeta? Pero no me respondió. Movía la cabeza suavemente mientras miraba mi avión: - La verdad es que con eso no puedes haber venido de muy lejos... Y se sumió en un ensueño que duró un buen rato. Luego, sacando mi cordero de su bolsillo, se sumergió en la contemplación de su tesoro.

9 Se imaginan cuál podría ser mi intriga por esta semi-confidencia sobre "los otros planetas". Me esforcé entonces en averiguar más: - De dónde provienes, pequeño? Dónde queda ese "sitio" en que vives? Adónde quieres llevar mi cordero? Después de meditar en silencio me respondió: - Lo que me gusta de la caja que me diste, es que por, la noche, le servirá de casa. - Claro. Y si eres bueno, te daré también una cuerda para atarlo durante el día. Y una estaca. La propuesta pareció chocar al principito: - Atarlo? Qué idea tan rara! - Pero si no lo atas, se irá a cualquier parte y se perderá... Y mi amigo soltó una nueva carcajada: - Pero adónde quieres que vaya! - A cualquier lado. Derecho hacia adelante... Entonces el principito observó gravemente: - No importa. Yo vivo en un sitio tan pequeño!... Y, con un poco de melancolía quizá, agregó: - Derecho hacia adelante no se puede ir muy lejos...

10 IV Había, así, aprendido una segunda cosa muy importante: Su planeta de origen era apenas más grande que una casa! planeta de donde venía el principito es el asteroide B 612. Ese asteroide no fue visto más que una vez con telescopio, en 1909, por un astrónomo turco. Eso no podía sorprenderme mucho. Bien sabía que aparte de los grandes planetas como la Tierra, Júpiter, Marte, Venus, a los que se les dio nombre, hay otros centenares que son a veces tan pequeños que cuesta mucho divisarlos con el telescopio. Cuando un astrónomo descubre uno de ellos, lo bautiza con un número. Lo llama por ejemplo: "el asteroide 3251." Tengo serias razones para creer que el Había hecho entonces una gran demostración de su descubrimiento en un Congreso Internacional de Astronomía. Pero nadie le había mundo estuvo de acuerdo con él. creído a causa de su vestimenta. Los adultos son así. Afortunadamente para la reputación del asteroide B 612, un dictador turco impuso a su pueblo, bajo pena de muerte, vestirse a la europea. El astrónomo repitió su demostración en 1920, con un traje muy elegante. Y esta vez todo el

11 Si les he contado estos detalles sobre el asteroide B 612 y si les revelé su número, es a causa de los adultos. A los adultos les gustan los números. Cuando uno les habla de un nuevo amigo, nunca preguntan sobre lo esencial. Nunca te dicen: "Cómo es el sonido de su voz? Cuáles son los juegos que prefiere? Colecciona mariposas?" Te preguntan: "Qué edad tiene? Cuántos hermanos tiene? Cuánto pesa? Cuánto gana su padre?" Sólo entonces creen conocerlo. Si uno dice a los adultos: "Vi una bella casa de ladrillos rosas, con geranios en las ventanas y palomas en el techo..." no logran imaginársela. Hay que decirles: "Vi una casa de cien mil francos." Entonces exclaman: " Qué hermosa debe ser!" Así, si uno les dice: "La prueba de que el principito existió es que era encantador, que reía y que quería un cordero. Cuando se quiere un cordero, es prueba de que se existe", alzarán los hombros y te tratarán como a un niño. Pero si uno les dice: "El planeta del que venía es el asteroide B 612", entonces quedarán convencidos y no molestarán más con sus preguntas. Son así, no hay que disgustarse con ellos. Los niños deben ser muy indulgentes con los adultos. Pero, claro está, a nosotros, que comprendemos la vida, los números nos importan un comino. Me hubiera gustado comenzar esta historia a la manera de los cuentos de hadas. Me hubiera gustado decir: Había una vez un principito que vivía en un planeta apenas más grande que él, y que necesitaba un amigo... Para quienes comprenden la vida, habría resultado mucho más cierto. Porque no quiero que mi libro se lea a la ligera. Siento tanta pena al contar estos recuerdos. Hace ya seis años que mi amigo se fue con su cordero. Si intento acá describirlo, es con el fin de no olvidarlo. Es triste olvidar a un amigo. No todo el mundo tuvo un amigo. Y puedo transformarme en un adulto que no se interesa más que por las cifras. Es entonces por eso que compré una caja de colores y lápices. Es duro volver a ponerse a dibujar, a mi edad, no habiendo hecho más tentativas que las de una boa cerrada y una boa abierta, a la edad de seis años! Trataré, por supuesto, de hacer retratos lo más fieles posibles. Pero no estoy bien seguro de lograrlo. Un dibujo va, y el otro ya no concuerda. Me equivoco también un poco con la estatura. Acá el principito es demasiado grande. Luego demasiado pequeño. Titubeo también sobre el color de su ropa. Entonces tanteo así y asá, mal que bien. Me puedo equivocar incluso en detalles más importantes. Pero me tendrán que perdonar. Mi amigo no daba nunca explicaciones. Posiblemente me creía parecido a él. Pero yo,

12 lamentablemente, no puedo ver corderos a través de las cajas. Quizá sea un poco como las personas mayores. Debo haber envejecido. V Cada día aprendía algo sobre el planeta, sobre la partida, sobre el viaje; muy pausadamente, al azar de las reflexiones. Es así como el tercer día conocí el drama de los baobabs. Fue de nuevo gracias al cordero, porque bruscamente el principito me preguntó, como asaltado por una grave duda: - Los corderos comen arbustos, verdad? - Si, es cierto. - Ah! Me alegro. No entendí por qué era tan importante que los corderos comiesen arbustos. Pero el principito agregó: - Entonces comen también baobabs? Le hice notar al principito que los baobabs no son arbustos sino árboles grandes como iglesias y que aunque se llevara toda una manada de elefantes, la manada no acabaría ni con un solo baobab. La idea de la manada de elefantes hizo reír al principito: - Habría que ponerlos unos sobre otros... Pero señaló sabiamente:

13 - Antes de crecer, los baobabs comienzan siendo pequeños. - Es verdad! Pero, por qué quieres que los corderos coman los pequeños baobabs? Me respondió: "Bueno, Vamos!" como si fuera algo evidente. Y necesité un gran esfuerzo mental para comprender por mí mismo el problema. Resulta que en el planeta del principito había, como en todos los planetas, hierbas buenas y hierbas malas. Por lo tanto buenas semillas de hierbas buenas y malas semillas de hierbas malas. Pero las semillas son invisibles. Duermen en el secreto de la tierra hasta que a una se le antoja despertarse. Entonces se estira, y extiende tímidamente hacia el sol una encantadora ramita inofensiva. Si se trata de una ramita de rábano o de rosal, se la puede dejar crecer como quiera. Pero si se trata de una maleza, hay que arrancarla en seguida, en cuanto se la pudo reconocer. Ahora bien, había unas semillas terribles en el planeta del principito... eran las semillas de baobab. El suelo del planeta estaba plagado de ellas. Y de un baobab, si uno se deja estar, no es posible desembarazarse nunca más.

14 Obstruye todo el planeta. Lo perfora con sus raíces. Y si el planeta es demasiado pequeño, y si los baobabs son numerosos, lo hacen estallar. "Es cuestión de disciplina, me decía más tarde el principito. Después de terminar la higiene matinal, hay que hacer con cuidado la limpieza del planeta. Hay que obligarse regularmente a arrancar los baobabs en cuanto se los distingue de los rosales, a los que se parecen mucho cuando son muy jóvenes. Es un trabajo muy fastidioso, pero muy fácil." Y un día me aconsejó esforzarme en lograr un buen dibujo, para meter bien esto en la cabeza de los niños de mi tierra. "Si algún día viajan, me decía, esto les puede servir. A veces no hay problema en dejar el trabajo para después. Pero en caso de tratarse de baobabs, es siempre catastrófico. Conocí un planeta habitado por un perezoso. Había ignorado tres arbustos..."

15 Y con las indicaciones del principito, dibujé el planeta en cuestión. No me gusta adoptar un tono moralista. Pero el peligro de los baobabs es tan poco conocido, y los riesgos a correr por quien se pudiera perder en un asteroide tan considerables, que por una vez hago excepción a mi reserva. Digo: " Niños! Tengan cuidado con los baobabs!" Es para advertir a mis amigos sobre este peligro cercano, desconocido para ellos tanto como para mí, que trabajé tanto en este dibujo. La lección brindada bien valía la pena. Ustedes se preguntarán quizá: Por qué no hay en este libro otros dibujos tan grandiosos como el dibujo de los baobabs? La respuesta es muy simple: lo intenté pero no lo pude lograr. Cuando dibujé los baobabs estuve animado por un sentimiento de urgencia.

16 VI Ah, pequeño príncipe! Así fui comprendiendo poco a poco tu pequeña vida melancólica. Por mucho tiempo no habías tenido por distracción más que la suavidad de las puestas de sol. Me enteré de este nuevo detalle el cuarto día a la mañana, cuando me dijiste: - Me encantan las puestas de sol. Vamos a ver una puesta de sol... - Pero hay que esperar... - Esperar qué? - Esperar a que se ponga el sol. Primero pareciste muy sorprendido, y luego te reíste de ti mismo. Y me dijiste: - Siempre creo que estoy en casa!

17 En efecto. Cuando es el mediodía en Estados Unidos, el sol, como todo el mundo sabe, se pone en Francia. Bastaría poder ir a Francia en un minuto para asistir a la puesta del sol. Lamentablemente, Francia está demasiado alejada. Pero en tu planeta tan pequeño, te alcanzaba con correr tu silla algunos pasos. Y mirabas el crepúsculo cada vez que lo deseabas... - Un día, vi al sol ponerse cuarenta y tres veces! Y un poco más tarde agregabas: - Sabes... cuando uno está tan triste, se disfrutan las puestas de sol... - Entonces el día de las cuarenta y tres veces estabas muy triste? Pero el principito no respondió.

18 VII El quinto día, siempre gracias al cordero, me fue revelado este secreto de la vida del principito. Me preguntó bruscamente, sin preámbulo, como resultado de un problema meditado largo tiempo en silencio: - Un cordero, si come arbustos, come también flores? - Un cordero come todo lo que encuentra. - Hasta las flores que tienen espinas? - Sí. Hasta las flores que tienen espinas. - Entonces las espinas, para qué sirven? Yo no lo sabía. Estaba ensimismado intentando desenroscar un tornillo demasiado ajustado de mi motor. Estaba muy preocupado porque mi avería empezaba a parecerme muy grave, y el agua potable que se agotaba me hacía temer lo peor. - Para qué sirven las espinas? El principito no renunciaba nunca a una pregunta, una vez que la había formulado. Yo estaba irritado por mi tornillo y respondí lo primero que se me ocurrió: - Las espinas no sirven para nada, es pura maldad de las flores!

19 - Oh! Pero después de un silencio me soltó, con un cierto rencor: - No te creo! Las flores son débiles. Son ingenuas. Se previenen como pueden. Se creen terribles con sus espinas... No respondí nada. En ese momento me decía: "Si este tornillo sigue resistiendo, lo haré saltar de un martillazo." El principito perturbó de nuevo mis reflexiones: - Y tú crees que las flores... - No, no! No creo nada! Te dije lo primero que se me ocurrió. Yo me ocupo de cosas serias! Me miró estupefacto. - De cosas serias! Me veía, con el martillo en la mano y los dedos negros de grasa, inclinado sobre un objeto que le parecía muy feo. - Hablas como los adultos! Eso me dio un poco de vergüenza. Pero, implacable, agregó: - Lo confundes todo... lo mezclas todo! Estaba realmente muy irritado. Agitaba al viento la cabellera dorada: - Conozco un planeta donde hay un señor muy colorado. Nunca olió una flor. Nunca miró una estrella. Nunca amó a nadie. Nunca hizo nada más que cuentas. Y todo el día repite como tú: " Soy un hombre serio! Soy un hombre serio!" y eso lo infla de orgullo. Pero no es un hombre, es un hongo! - Un qué?

20 - Un hongo! El principito se había puesto todo pálido de rabia. - Hace millones de años que las flores producen espinas. Hace millones de años que los corderos, a pesar de todo, se comen las flores. Y no es importante intentar entender por qué ellas se esfuerzan tanto en hacerse espinas que no sirven nunca para nada? No es importante la guerra de los corderos y las flores? No es más serio y más importante que las cuentas de un señor gordo y colorado? Y si yo conozco una flor única en el mundo que no existe en ninguna parte salvo en mi planeta, a la que un corderito puede aniquilar de un golpe, así no más, una mañana, sin darse cuenta de lo que hace, eso no es importante! Enrojeció, luego prosiguió: Si alguien ama a una flor de la que no existe más que un ejemplar en los millones y millones de estrellas, eso basta para que se sienta feliz cuando las mira. Se dice: "Mi flor está allá en algún lado..." Pero si el cordero se come la flor, es para él como si, de golpe, todas las estrellas se apagaran! Y eso no es importante! No pudo decir nada más. Estalló bruscamente en sollozos. Había caído la noche. Yo había soltado mis herramientas. Bien me burlaba de mi martillo, de mi tornillo, de la sed y de la muerte. Había en una estrella, un planeta, el mío, la Tierra, un principito para consolar! Lo tomé entre mis brazos y lo mecí. Le decía: "La flor que amas no está en peligro... Dibujaré un bozal para tu cordero... Te dibujaré una coraza para tu flor... Te..." Yo no sabía bien qué decir. Me sentía tan torpe. No sabía cómo llegar hasta él, dónde encontrarlo... Es tan misterioso el país de las lágrimas

21 VIII Aprendí bien pronto a conocer mejor a esa flor. Siempre había habido en el planeta del principito flores muy simples, adornadas con una sola fila de pétalos, que ocupaban poco lugar y que no molestaban a nadie. Aparecían una mañana en el pasto, y luego se extinguían a la noche. Pero ésta había brotado un día de una semilla traída de no se sabe dónde, y el principito había vigilado muy de cerca esa ramita que no se parecía a las otras ramitas. Podría tratarse de un nuevo tipo de baobab. Pero el arbusto dejó pronto de crecer y comenzó a preparar una flor. El principito, que asistía a la instalación de un capullo enorme, sentía que de allí surgiría una aparición milagrosa, pero la flor no terminaba de prepararse para estar bella, al abrigo de su habitación verde. Elegía con cuidado sus colores. Se vestía lentamente, ajustaba sus pétalos uno por uno. No quería salir toda arrugada como las amapolas. Quería aparecer en total esplendor de su belleza. Y sí, era muy coqueta! Su aseo misterioso había entonces durado días y días. Y he aquí que una mañana, justo a la hora de la salida del sol, se había mostrado. Y ella, que había trabajado con tanta precisión, dijo bostezando: - Ah! acabo de despertarme... Te pido perdón... Estoy todavía toda despeinada... El principito, entonces, no pudo contener su admiración: - Qué bella eres! - Verdad que sí -respondió dulcemente la flor-. Y nací al mismo tiempo que el sol...

22 El principito comprendió que no era muy modesta, pero era tan conmovedora! - Me parece que es la hora del desayuno -había agregado poco después-, tendrías la bondad de acordarte de mí... Y el principito, todo turbado, buscando una regadera con agua fresca había atendido a la flor. Así, pues, muy pronto lo atormentó con su vanidad un poco recelosa. Un día, por ejemplo, hablando de sus cuatro espinas, le dijo al principito: - Ya pueden venir, los tigres, con sus garras! - No hay tigres en mi planeta - había objetado el principito-. Y además los tigres no comen hierba. - Pero yo no soy una hierba-, había respondido suavemente la flor. - Discúlpame... - No temo en absoluto a los tigres, pero detesto las corrientes de aire. No tendrías un biombo? "Detesta las corrientes de aire... no es muy afortunado, para una planta, había observado el principito. Esta flor es bien complicada..." - Por la noche me pondrás bajo un globo de cristal. Hace mucho frío en este lugar. Está mal acondicionado. Allá, de donde vengo... Pero se interrumpió. Ella había venido en forma de semilla. No había podido conocer nada de otros mundos. Humillada por haberse dejado sorprender preparando una mentira tan ingenua, había tosido dos o tres veces para hacer sentir en falta al principito:

23 - Y ese biombo?... - Iba a buscarla pero me estabas hablando Entonces ella exageró su tos para infligirle remordimientos pese a todo. Así el principito, a pesar de la buena voluntad de su amor, pronto dudó de ella. Había tomado en serio palabras sin importancia, y se sintió muy desdichado. "No debí haberla escuchado -me confió un día-, no hay que escuchar nunca a las flores. Hay que mirarlas y olerlas. La mía perfumaba mi planeta, pero yo no sabía alegrarme con ella. Esa historia de garras, que me había irritado tanto, debería haberme enternecido..." Me confió todavía: " No supe entonces entender nada! Debí haberla juzgado por los actos y no por las palabras. Me perfumaba y me iluminaba. Nunca debí huir! Debí haber adivinado su ternura detrás de sus pobres artimañas. Las flores son tan contradictorias! Pero yo era demasiado joven para saber amarla."

24 IX Creo que aprovechó, para su evasión, una migración de pájaros salvajes. La mañana de su partida ordenó bien su planeta. Deshollinó cuidadosamente sus volcanes en actividad. Tenía dos volcanes en actividad, lo cual era muy cómodo para calentar el desayuno a la mañana. Tenía también un volcán apagado. Pero, como él decía, " Nunca se sabe!".deshollinó entonces también el volcán apagado. Si están bien limpios, los volcanes arden suave y regularmente, sin erupciones. Las erupciones volcánicas son como fuegos de chimenea. Evidentemente en nuestra tierra somos demasiado pequeños para deshollinar nuestros volcanes. Es por eso que nos causan cantidades de problemas. El principito arrancó también, con un poco de melancolía, los últimos brotes de baobabs. Creía que nunca más volvería. Pero aquella mañana, todos esos trabajos familiares le parecieron extremadamente agradables. Y, cuando regó por última vez la flor y se dispuso a ponerla al abrigo bajo su globo de cristal, descubrió que tenía ganas de llorar. - Adiós- le dijo a la flor.

25 Pero ella no le respondió. - Adiós- repitió. La flor tosió. Pero no era a causa de su resfrío. - He sido tonta- le dijo al fin. - Te pido perdón. Procura ser feliz. Él se sorprendió por la ausencia de reproches. Se quedó ahí desconcertado, con el globo de cristal en el aire. No comprendía esa apacible dulzura. - Pues sí, te quiero- le dijo la flor. - Por mi culpa, no llegaste a saberlo. Eso no tiene ninguna importancia. Pero tú has sido tan tonto como yo. Procura ser feliz... Deja ese globo tranquilo. Ya no lo quiero. - Pero el viento... - No estoy tan resfriada... El aire fresco de la noche me hará bien. Soy una flor. - Pero los bichos... - Debo soportar dos o tres orugas si quiero conocer a las mariposas. Parece que son hermosas. Si no, quién vendrá a visitarme? Tú estarás lejos. En cuanto a las fieras, no les temo. Tengo mis garras. Y mostraba ingenuamente sus cuatro espinas. Luego agregó: - No te quedes ahí parado, me pones nerviosa. Has decidido marcharte, pues vete. Y es que no quería que la viera llorar. Era una flor tan orgullosa...

26 X Se encontraba en la región de los asteroides 325, 326, 327, 328, 329 y 330. Empezó entonces por visitarlos para buscar en ellos una ocupación y para instruirse. El primero estaba habitado por un rey. El rey estaba instalado, vestido de púrpura y armiño, sobre un trono muy simple y sin embargo majestuoso. - Ah! He aquí un súbdito, - exclamó el rey cuando divisó al principito. Y el principito se preguntó: " Cómo puede reconocerme si nunca me ha visto antes!" No sabía que, para los reyes, el mundo está muy simplificado. Todos los hombres son súbditos. - Acércate para que te vea mejor - le dijo el rey, que estaba muy orgulloso de ser rey para alguien. El principito buscó con los ojos dónde sentarse, pero el planeta estaba todo cubierto por el magnífico manto de armiño. Permaneció entonces de pie, y como estaba cansado bostezó. - Es contrario a la etiqueta bostezar en presencia de un rey - le dijo el monarca. Te lo prohíbo. - No puedo evitarlo - respondió el principito muy confundido. - Hice un largo viaje y no he dormido... - Entonces - le dijo el rey - te ordeno bostezar. No he visto a nadie bostezar desde hace años. Los bostezos son para mí una rareza. Vamos! bosteza de nuevo. Es una orden.

27 - Me siento intimidado... ya no puedo... - dijo el principito todo colorado. - Hum! Hum! - respondió el rey. - Entonces te... te ordeno bostezar unas veces y otras veces... Balbuceaba un poco y parecía humillado. Porque el rey cuidaba especialmente que su autoridad fuera respetada. No toleraba la desobediencia. Era un monarca absoluto. Pero, como era muy bueno, impartía órdenes razonables. "Si yo ordenara decía habitualmente - si yo ordenara a un general convertirse en ave marina, y si el general no obedeciera, no sería la culpa del general. Sería mi culpa." - Me puedo sentar? -inquirió tímidamente el principito. - Te ordeno que te sientes -le respondió el rey, que recogió majestuosamente un faldón de su manto de armiño. Pero el principito estaba extrañado. El planeta era minúsculo. Sobre qué podía reinar el rey? - Majestad le dijo... le pido disculpas por interrogarlo... - Te ordeno interrogarme se apresuró a decir el rey. - Majestad... sobre qué reina usted? - Sobre todo respondió el rey, con una gran simplicidad. - Sobre todo? El rey con un gesto discreto señaló su planeta, los otros planetas y las estrellas. - Sobre todo eso? dijo el principito.

28 - Sobre todo eso... -respondió el rey. Porque no sólo era un monarca absoluto sino que era un monarca universal. - Y las estrellas le obedecen? - Por supuesto le dijo el rey. Obedecen al instante. No tolero la indisciplina. Semejante poder maravilló al principito. Si él mismo lo hubiera tenido, habría podido asistir, no a cuarenta y cuatro, sino a setenta y dos, o incluso a cien, o incluso a doscientas puestas de sol en el mismo día, sin tener que correr nunca su silla! Y como se sentía un poco triste por el recuerdo de su pequeño planeta abandonado, se atrevió a solicitar una gracia al rey: - Quisiera ver una puesta de sol... Tenga la bondad... Ordénele al sol ocultarse... - Si ordenara a un general volar de una flor a otra como una mariposa, o escribir una tragedia, o convertirse en ave marina, y si el general no ejecutara la orden recibida, quién de los dos estaría equivocado? - Usted - dijo con firmeza el principito. - Exacto. Debe exigirse de cada uno lo que cada uno puede dar - prosiguió el rey. - La autoridad se fundamenta en primer lugar en la razón. Si ordenas a tu pueblo que se tire al mar, hará la revolución. Yo tengo el derecho de exigir obediencia porque mis órdenes son razonables. - Y mi puesta de sol? - recordó el principito, que nunca olvidaba una pregunta una vez que la había formulado. - Tu puesta de sol, la tendrás. Yo la exigiré. Pero esperaré, con mi ciencia de gobernante, que las condiciones sean favorables. - Cuándo será eso? - se informó el principito. - Hem! Hem! le respondió el rey, que consultó primero un gran calendario, - Hem! Hem! será a eso de... a eso de... será esta tarde a eso de las siete horas cuarenta. Y ya verás cómo soy obedecido.

29 El principito bostezó. Echaba de menos su puesta de sol fallida. Y además ya se aburría un poco: - No tengo más nada que hacer acá - le dijo al rey. - Voy a seguir viaje! - No te vayas - respondió el rey, que estaba tan orgulloso de tener un súbdito. - No te vayas, te hago ministro! - Ministro de qué? - De... de justicia! - Pero no hay nadie a quien juzgar! - No se sabe - le dijo el rey. - No di todavía la vuelta a mi reino. Soy muy viejo, no tengo lugar para una carroza y me cansa caminar. - Oh! Pero yo ya vi - dijo el principito, que se inclinó para dar otro vistazo del otro lado del planeta. - No hay nadie allá tampoco... - Te juzgarás entonces a ti mismo - le respondió el rey. - Es lo más difícil. Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo que juzgar al prójimo. Si logras juzgarte correctamente, es que eres un verdadero sabio. - Yo - dijo el principito - me puedo juzgar a mí mismo en cualquier sitio. No necesito vivir aquí. - Hem! hem! dijo el rey creo que en algún lugar de mi planeta hay una vieja rata. La escucho por la noche. Podrás juzgar a esa vieja rata. La condenarás a muerte de vez en cuando. Así su vida dependerá de tu justicia. Pero la indultarás en cada ocasión para economizarla. No hay más que una. - A mí respondió el principito no me gusta condenar a muerte. Y creo que me voy. - No -dijo el rey. Pero el principito, habiendo terminado sus preparativos, no quiso afligir al viejo monarca:

30 - Si Vuestra Majestad quisiera ser obedecida puntualmente, me podría dar una orden razonable. Podría ordenarme que me marchara antes de un minuto. Me parece que las condiciones son favorables... Como el rey no respondía nada, el principito titubeó primero y luego, con un suspiro, se puso en marcha. - Te hago mi embajador - se apresuró a gritar el rey. Tenía un gran aire de autoridad. Los adultos son muy extraños, se dijo a sí mismo el principito durante su viaje.

31 XI El segundo planeta estaba habitado por un vanidoso: - Ah! Ah! He aquí la visita de un admirador! - exclamó de lejos el vanidoso en cuanto divisó al principito. Porque, para los vanidosos, los demás hombres son admiradores. - Buen día - dijo el principito. - Qué sombrero tan raro lleva usted!. - Es para saludar le respondió el vanidoso. Es para saludar cuando me aclaman. Lamentablemente no pasa nunca nadie por aquí. - Ah sí? dijo el principito sin comprender. - Golpea tus manos una contra la otra sugirió entonces el vanidoso. El principito golpeó sus manos. El vanidoso saludó modestamente levantando su sombrero. - Esto es más divertido que la visita al rey se dijo el principito. Y siguió golpeando sus manos una contra la otra. El vanidoso volvió a saludar levantando su sombrero. Después de cinco minutos de ejercicio, el principito se cansó de la monotonía del juego: - Y para que el sombrero se caiga preguntó qué hay que hacer? Pero el vanidoso no lo escuchó. Los vanidosos nunca escuchan más que las alabanzas. - Me admiras realmente mucho? le preguntó al principito. - Qué significa admirar?

32 - Admirar significa reconocer que soy el hombre más hermoso, mejor vestido, más rico y más inteligente del planeta. - Pero si estás solo en tu planeta! - Dame ese gusto. Admírame de todos modos! - Te admiro dijo el principito encogiéndose de hombros pero para qué te puede eso servir? Y el principito se fue. Los adultos son decididamente muy extraños, se dijo simplemente a sí mismo durante su viaje.

33 XII El siguiente planeta estaba habitado por un borracho. Esa visita fue muy corta, pero hundió al principito en una gran melancolía: - Qué haces ahí? le dijo al bebedor, que encontró instalado en silencio ante una colección de botellas vacías y una colección de botellas llenas. - Bebo respondió el bebedor, con aire lúgubre. - Por qué bebes? le preguntó el principito. - Para olvidar respondió el bebedor.

34 - Para olvidar qué? inquirió el principito, que ya lo compadecía. - Para olvidar que tengo vergüenza confesó el bebedor bajando la cabeza. - Vergüenza de qué? se informó el principito, que deseaba socorrerlo. - Vergüenza de beber! concluyó el beodo que se encerró definitivamente en el silencio. Y el principito se fue, perplejo. Los adultos son decididamente muy, pero muy extraños, se decía a sí mismo durante el viaje.

35 XIII El cuarto planeta era el del hombre de negocios. Estaba tan ocupado que ni siquiera levantó la cabeza cuando llegó el principito. - Buen día le dijo éste. Su cigarrillo está apagado. - Tres y dos son cinco. Cinco y siete, doce. Doce y tres, quince. Buenos días. Quince y siete, veintidós. Veintidós y seis, veintiocho. No tengo tiempo de volver a encenderlo. Veintiséis y cinco, treinta y uno. Uf! Eso da entonces quinientos un millones seiscientos veintidós mil setecientos treinta y uno. - Quinientos millones de qué? - Eh? Todavía estás ahí? Quinientos un millones de... ya no sé... Tengo tanto trabajo! Yo soy un hombre serio, no me entretengo con tonterías! Dos y cinco, siete... - Quinientos un millones de qué repitió el principito, que nunca jamás había renunciado a una pregunta una vez que la había formulado. El hombre levantó la cabeza: - Desde hace cincuenta y cuatro años que habito este planeta, no fui perturbado más que tres veces. La primera vez fue, hace veintidós años, por un abejorro que había caído de Dios sabe dónde. Producía un ruido espantoso, y cometí cuatro errores en una suma. La segunda vez fue, hace once años, por una crisis de reumatismo. Me falta ejercicio. No tengo tiempo de pasear. Soy una persona seria. La tercera vez... es esta! Decía entonces quinientos un millones... - Millones de qué?

36 El hombre de negocios comprendió que no había ninguna esperanza de paz: - Millones de esas pequeñas cosas que se ven a veces en el cielo. - Moscas? - No! De esas cositas que brillan. - Luciérnagas? - Que no! De esas cositas doradas que hacen soñar a los holgazanes. Pero yo soy una persona seria! No tengo tiempo para ensoñaciones. - Ah! estrellas? - Sí, eso. Estrellas. - Y qué haces con quinientos millones de estrellas? - Quinientos un millones seiscientos veintidós mil setecientos treinta y uno. Yo soy un hombre serio, soy preciso. - Y qué haces con esas estrellas? - Qué qué hago con ellas? - Sí. - Nada. Las poseo.

37 - Tú posees las estrellas? - Sí. - Pero yo ya he visto un rey que... - Los reyes no poseen, "reinan" sobre. Es muy diferente. - Y para qué te sirve poseer las estrellas? - Me sirve para ser rico. - Y para qué te sirve ser rico? - Para comprar más estrellas, si alguien encuentra. Éste -se dijo el principito- razona un poco como mi borracho. Sin embargo, siguió preguntando: - Cómo se puede poseer las estrellas? - De quién son? - replicó, huraño, el hombre de negocios. - Qué sé yo. De nadie. - Entonces son mías, porque se me ocurrió primero. - Es suficiente? - Desde luego. Cuando encuentras un diamante que no es de nadie, es tuyo. Cuando encuentras una isla que no es de nadie, es tuya. Cuando eres el primero en tener una idea, la haces patentar: es tuya. Y yo poseo las estrellas, puesto que nunca nadie antes que yo pensó en poseerlas. - Eso es verdad dijo el principito. Y qué haces con ellas? - Las administro. Las cuento y las recuento dijo el hombre. Es difícil. Pero yo soy una persona seria! El principito no estaba aún satisfecho.

38 - Yo, si poseo un pañuelo, puedo ponérmelo alrededor del cuello y llevarlo. Yo, si poseo una flor, puedo recogerla y llevarla. Pero tú no puedes recoger las estrellas! - No, pero puedo invertirlas en el banco. - Qué significa eso? - Significa que anoto en un papelito la cantidad que tengo de estrellas. Y luego guardo ese papel en un cajón con llave. - Y eso es todo? - Con eso basta! Es divertido -pensó el principito- Es bastante poético. Pero no es muy serio. El principito tenía sobre las cosas serias ideas muy diferentes a las de los adultos. - Yo agregó poseo una flor que riego todos los días. Poseo tres volcanes que deshollino todas las semanas. Porque deshollino también el que está apagado. Uno nunca sabe. Es útil para mis volcanes, y es útil para mi flor, que yo los posea. Pero tú no eres útil para las estrellas. El hombre de negocios abrió la boca pero no supo que decir, y el principito se fue. Los adultos son decididamente muy extraordinarios -se decía simplemente a sí mismo durante el viaje.

39 XIV El quinto planeta era muy curioso. Era el más pequeño de todos. Había en él justo el lugar necesario para alojar un farol y un farolero. El principito no lograba explicarse para qué podían servir, en algún lugar del cielo, en un planeta sin casa ni población, un farol y un farolero. Sin embargo se dijo a sí mismo: "Posiblemente este hombre es absurdo. Sin embargo es menos absurdo que el rey, que el vanidoso, que el hombre de negocios y que el bebedor. Al menos, su trabajo tiene un sentido. Cuando enciende su farol, es como si hiciera nacer una estrella más, o una flor. Cuando apaga su farol, se duermen la flor o la estrella. Es una ocupación muy linda. Es verdaderamente útil porque es bonita."

40 Cuando abordó el planeta saludó respetuosamente al farolero: - Buenos días. Por qué apagaste recién tu farol? - Es la consigna respondió el farolero Buenos días. - Qué es la consigna? - Apagar mi farol. Buenas noches. Y volvió a prenderlo. - Pero por qué volviste a prenderlo? - Es la consigna respondió el farolero. - No comprendo dijo el principito. - No hay nada que comprender dijo el farolero. La consigna es la consigna. Buenos días. Y apagó su farol. A continuación se secó la frente con un pañuelo a cuadros rojos. - Tengo un oficio terrible. Antes sí era razonable. Apagaba a la mañana y encendía a la noche. Tenía el resto del día para reposar, y el resto de la noche para dormir... - Y la consigna cambió? - La consigna no cambió dijo el farolero. Ésa es la desgracia! El planeta fue girando de año en año cada vez más rápido, y la consigna no cambió! - Y entonces? dijo el principito. - Entonces, ahora que da una vuelta por minuto no tengo ni un segundo de reposo. Prendo y apago una vez por minuto! - Tiene gracia! Los días aquí duran un minuto!

41 - No tiene ninguna gracia dijo el farolero. Hace ya un mes que estamos conversando. - Un mes? - Sí. Treinta minutos. Treinta días! Buenas noches. - Y volvió a encender su farol. El principito lo miró y se sintió cautivado por ese farolero que era tan fiel a la consigna. Recordó las puestas de sol que él mismo iba antes a buscar, corriendo su silla. Quiso ayudar a su amigo: - Sabes... conozco una manera de descansar cuando tú quieras... - Siempre quiero dijo el farolero. Porque se puede ser diligente y perezoso al mismo tiempo. El principito prosiguió: - Tu planeta es tan pequeño que puedes darle la vuelta en tres zancadas. No tienes más que caminar bien lentamente para permanecer siempre al sol. Cuando quieras descansar, caminarás... y el día durará tanto como lo desees. - Eso no es un gran avance dijo el farolero. - Lo que más quiero en la vida es dormir. - Es una lástima dijo el principito. - Es una lástima dijo el farolero. Buenos días. Y apagó su farol. "Ése se dijo el principito mientras proseguía su viaje ése sería despreciado por todos los otros: por el rey, por el vanidoso, por el bebedor, por el hombre de negocios. Sin embargo, es el único que no me parece ridículo. Es, quizá, porque se ocupa de algo más que de sí mismo." Suspiró con tristeza y se dijo además:

42 "Ése es el único que podría haber sido mi amigo. Pero su planeta es, realmente, demasiado pequeño. No hay en él lugar para dos..." Lo que el principito no se atrevía a confesarse, es que extrañaba ese planeta bendito debido, principalmente, a las mil cuatrocientos cuarenta puestas de sol por cada veinticuatro horas!

43 XV El sexto planeta era un planeta diez veces más extenso. Estaba habitado por un anciano que escribía libros enormes. - Vaya! He aquí un explorador! exclamó cuando divisó al principito. El principito se sentó sobre la mesa y resopló un poco. Había viajado tanto! - De dónde vienes? le dijo el Señor anciano. - Qué es ese libro gordo? dijo el principito Qué hace usted acá? - Soy geógrafo dijo el Señor anciano. - Qué es un geógrafo? - Es un sabio que sabe dónde se encuentran los mares, los ríos, las ciudades, las montañas y los desiertos. - Eso es muy interesante dijo el principito. Éste es, por fin, un verdadero oficio! -Y echó un vistazo a su alrededor sobre el planeta del geógrafo. Nunca había visto un planeta tan majestuoso. - Su planeta es hermoso. Tiene océanos?

44 - No puedo saberlo dijo el geógrafo. - Ah! (El principito estaba decepcionado). Y montañas? - No puedo saberlo dijo el geógrafo. - Y ciudades y ríos y desiertos? - Tampoco puedo saberlo dijo el geógrafo. - Pero usted es geógrafo! -Exactamente dijo el geógrafo pero no soy explorador. Carezco totalmente de exploradores. No es el geógrafo quien va a contar las ciudades, los ríos, las montañas, los mares, los océanos y los desiertos. El geógrafo es demasiado importante para andar paseando. No abandona su escritorio. Pero en él recibe a los exploradores. Los interroga y toma nota de sus recuerdos. Y si los recuerdos de alguno de ellos le parecen interesantes, el geógrafo hace hacer una encuesta sobre la integridad moral del explorador. - Por qué? - Porque un explorador que mintiera provocaría catástrofes en los libros de geografía. Y también un explorador que bebiera demasiado. - Por qué? dijo el principito. - Porque los borrachos ven doble. Entonces el geógrafo anotaría dos montañas, donde no hay más que una. - Conozco a alguien dijo el principito que sería un mal explorador. - Es posible. Entonces, cuando la moralidad del explorador parece buena, se hace una investigación sobre su descubrimiento. - Van a ver? - No. Es demasiado complicado. Pero se le exige al explorador que presente pruebas. Si se trata por ejemplo del descubrimiento de una gran montaña, se le exige que traiga de ella grandes piedras. De repente, el geógrafo se emocionó.

45 - Pero tú vienes de lejos! Tú eres explorador! Vas a describirme tu planeta! Y el geógrafo, habiendo abierto su registro, le sacó punta a su lápiz. Los relatos de los exploradores se anotan primero con lápiz. Para anotarlos con tinta se espera a que el explorador haya suministrado pruebas. - Entonces? interrogó el geógrafo. - Oh! donde vivo dijo el principito no es muy interesante, es bien pequeño. Tengo tres volcanes. Dos volcanes en actividad y un volcán apagado. Pero nunca se sabe. - Nunca se sabe dijo el geógrafo. - También tengo una flor. - No registramos las flores dijo el geógrafo. - Y eso por qué? Es lo más bonito! - Porque las flores son efímeras. - Qué significa: "efímero"? - Las geografías dijo el geógrafo son los libros más valiosos de todos los libros. Nunca pasan de moda. Es muy raro que una montaña cambie de lugar. Es muy raro que un océano se quede sin agua. Nosotros escribimos cosas eternas. - Pero los volcanes apagados pueden despertarse interrumpió el principito. Qué significa "efímero"? - Que los volcanes estén apagados o despiertos, a nosotros nos da lo mismo dijo el geógrafo. Para nosotros lo que cuenta es la montaña, que no cambia. - Pero qué significa "efímero"? - repitió el principito, que nunca en su vida había renunciado a una pregunta una vez que la había formulado. - Significa "que está amenazado por una próxima desaparición". - Mi flor está amenazada por una próxima desaparición?

46 - Seguramente. Mi flor es efímera -se dijo el principito- y sólo tiene cuatro espinas para defenderse del mundo. Y la dejé allá, tan sola! Ése fue su primer gesto de arrepentimiento. Pero recobró ánimo: - Qué me aconseja ir a visitar? preguntó. - El planeta Tierra le respondió el geógrafo. Tiene buena reputación... Y el principito se fue, pensando en su flor.

47 XVI El séptimo planeta fue, pues, la Tierra. La Tierra no es un planeta cualquiera! Se cuentan en ella ciento once reyes (sin olvidar, por supuesto, a los reyes negros), siete mil geógrafos, novecientos mil hombres de negocios, siete millones y medio de borrachos, trescientos once millones de vanidosos, es decir alrededor de dos mil millones de adultos. Para darles una idea de las dimensiones de la Tierra les diré que antes de la invención de la electricidad se debía mantener en ella, en el conjunto de los seis continentes, un verdadero ejército de cuatrocientos sesenta y dos mil quinientos once faroleros. Vistos desde una cierta distancia producían un efecto espléndido. Los movimientos de este ejército estaban ajustados como los de un ballet de

48 ópera. Primero era el turno de los faroleros de Nueva Zelanda y de Australia. Luego ellos, habiendo encendido sus faroles, se iban a dormir. Entonces entraban a su turno en la danza los faroleros de China y de Siberia. Luego ellos también desaparecían entre bambalinas. Entonces llegaba el turno de los faroleros de Rusia y de la India. Luego de los de África y Europa. Luego de los de América del Sur. Luego de los de América del Norte. Y nunca se equivocaban en su orden para entrar en escena. Era grandioso. Solamente, el farolero del único farol del polo Norte, y su colega del único farol del polo Sur, llevaban vidas de ociosidad e indolencia: trabajaban dos veces por año.

49 XVII Cuando uno pretende mostrarse ingenioso, a veces se miente un poco. No he sido muy honesto cuando les hablé de los faroleros. Corro el riesgo de dar una falsa idea de nuestro planeta a quienes no lo conocen. Los hombres ocupan muy poco espacio en la tierra. Si los dos mil millones de habitantes que pueblan la tierra se quedaran parados y un poco apretados, como para un mitin, entrarían fácilmente en una plaza pública de veinte millas de largo por veinte millas de ancho. Se podría amontonar a la humanidad en el menor islote del Pacífico. Los adultos, por supuesto, no les creerán. Ellos se imaginan que ocupan mucho lugar. Se consideran importantes como los baobabs. Aconséjenles entonces hacer el cálculo. Eso les gustará, porque adoran las cifras. Pero no pierdan tiempo en esa penitencia. Es inútil. Ustedes tienen confianza en mí. Al Principito, una vez en la tierra, le resultó pues muy sorprendente no ver a nadie. Temía ya haberse equivocado de planeta, cuando un anillo color de luna se movió en la arena. - Buenas noches dijo al azar el principito. - Buenas noches dijo la serpiente. - Sobre qué planeta caí? preguntó el principito. - Sobre la Tierra, en África respondió la serpiente. - Ah!... Entonces no hay nadie en la Tierra? - Éste es el desierto. No hay nadie en los desiertos. La Tierra es grande dijo la serpiente. El principito se sentó en una piedra y levantó los ojos hacia el cielo: - Me pregunto dijo si las estrellas están iluminadas para que cada uno pueda algún día encontrar la suya. Mira mi planeta. Está justo encima de nosotros... Pero qué lejos está! - Es hermoso dijo la serpiente. Qué vienes a hacer acá?

50 - Tengo problemas con una flor explicó el principito. - Ah! - dijo la serpiente. Y ambos se callaron. - Dónde están los humanos? prosiguió finalmente el principito. - Se está un poco solo en el desierto... - Se está solo también con los humanos dijo la serpiente. El principito la miró largo tiempo: - Eres un animal muy extraño le dijo finalmente, delgado como un dedo... - Pero soy más poderosa que el dedo de un rey dijo la serpiente. El principito sonrió: siquiera puedes viajar... - No eres muy poderosa... ni siquiera tienes patas... ni - Puedo llevarte más lejos que un navío dijo la serpiente. Se enroscó alrededor del tobillo del principito, como un brazalete de oro: - A quien toco lo devuelvo a la tierra de donde salió agregó. Pero tú eres puro y vienes de una estrella... El principito no respondió nada. - Me inspiras compasión, tan débil, en esta Tierra de granito. Puedo ayudarte algún día si echas demasiado de menos tu planeta. Puedo...

51 - Oh! comprendí perfectamente dijo el principito pero por qué hablas siempre con enigmas? - Los resuelvo todos dijo la serpiente. Y ambos se callaron.

52 XVIII El principito atravesó el desierto y no encontró más que una flor. Una flor de tres pétalos, una flor de nada... - Buen día dijo el principito. - Buen día respondió la flor. - Dónde están los hombres? preguntó cortésmente el principito. La flor, un día, había visto pasar una caravana: - Los hombres? Existen, creo, seis o siete. Los vi de lejos hace unos años. Pero nunca se sabe dónde encontrarlos. Los lleva el viento. No tienen raíces, y eso les causa amargura. - Adiós dijo el principito. - Adiós respondió la flor.

53 XIX El principito ascendió a una alta montaña. Las únicas montañas que había conocido eran los tres volcanes que le llegaban a la rodilla. Y usaba el volcán apagado como taburete. "Desde una montaña tan alta como ésta pensó divisaré de una vez todo el planeta y todos los hombres..." Pero no vio más que picos rocosos bien afilados. - Buenos días dijo por si acaso.

54 - Buenos días... Buenos días... Buenos días... respondió el eco. - Quiénes son ustedes? dijo el principito. - Quiénes son ustedes... quiénes son ustedes... quiénes son ustedes... respondió el eco. - Sean mis amigos, estoy solo dijo. - Estoy solo... estoy solo... estoy solo... respondió el eco. "Qué planeta tan extraño! pensó entonces. Es todo seco, y todo puntiagudo y todo salado. Y a los hombres les falta imaginación. Repiten lo que se les dice... En casa tenía una flor: ella siempre hablaba primero..."

55 XX Pero sucedió que el principito, habiendo caminado mucho tiempo a través de arena, rocas y nieve, descubrió por fin una ruta. Y todas las rutas van hacia los hombres. - Buenos días dijo. Era un jardín florido de rosas. - Buenos días dijeron las rosas. El principito las miró. Todas se parecían a su flor. - Quiénes son ustedes? les preguntó, estupefacto. - Somos rosas dijeron las rosas. - Ah! respondió el principito.

56 Y se sintió muy desgraciado. Su flor le había contado que era la única de su especie en el universo. Y he aquí que había cinco mil, todas parecidas, en un solo jardín! "Ella estaría muy molesta se dijo si viera esto... tosería muchísimo y fingiría morirse para escapar al ridículo. Y yo estaría obligado a fingir que la auxilio, porque si no, para humillarme a mí también, se dejaría morir de veras..." Luego continuó diciéndose: "Me creía poseedor de una flor única, y sólo tengo una rosa ordinaria. Eso y mis tres volcanes que me llegan a la rodilla, uno de los cuales posiblemente esté apagado para siempre, no hacen de mí ciertamente un gran príncipe..." Y, tendido en la hierba, el principito lloró.

57 XXI Y entonces apareció el zorro: - Buen día - dijo el zorro. - Buen día respondió cortésmente el principito, que se dio vuelta pero no vio a nadie. - Estoy aquí dijo la voz, bajo el manzano... - Quién eres? dijo el principito. Eres muy bonito... - Soy un zorro dijo el zorro. - Ven a jugar conmigo le propuso el principito. Estoy tan triste... - No puedo jugar contigo dijo el zorro. No estoy domesticado. - Ah! perdón dijo el principito.

58 Pero, después de reflexionar, agregó: - Qué significa "domesticar"? - No eres de aquí dijo el zorro, qué buscas? - Crear lazos? - Busco a los humanos dijo el principito. Qué significa "domesticar"? - Los hombres dijo el zorro tienen fusiles y cazan. Es muy molesto! También crían gallinas. Es su único interés. Buscas gallinas? - No dijo el principito. Busco amigos. Qué significa "domesticar"? - Es algo demasiado olvidado dijo el zorro. Significa "crear lazos..." - Claro dijo el zorro. Todavía no eres para mí más que un niño parecido a otros cien mil niños. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para ti más que un zorro parecido a otros cien mil zorros. Pero, si me domesticas, tendremos necesidad uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo. Yo seré para ti único en el mundo... - Comienzo a entender - dijo el principito. Hay una flor... creo que me ha domesticado... - Es posible dijo el zorro. En la Tierra se ven todo tipo de cosas... - Oh! no es en la Tierra dijo el principito. El zorro pareció muy intrigado: - En otro planeta?

59 - Sí. - Hay cazadores en tu planeta? - No. - Eso es interesante! Y gallinas? - No. - Nada es perfecto suspiró el zorro. Pero el zorro volvió a su idea: - Mi vida es monótona. Yo cazo gallinas, los hombres me cazan. Todas las gallinas se parecen, y todos los hombres se parecen. Me aburro, pues, un poco. Pero, si me domesticas, mi vida resultará como iluminada. Conoceré un ruido de pasos que será diferente de todos los demás. Los otros pasos me hacen volver bajo tierra. Los tuyos me llamarán fuera de la madriguera, como una música. Y además, mira! Ves, allá lejos, los campos de trigo? Yo no como pan. El trigo para mí es inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada. Y eso es triste! Pero tú tienes cabellos color de oro. Entonces será maravilloso cuando me hayas domesticado! El trigo, que es dorado, me hará recordarte. Y me agradará el ruido del viento en el trigo... El zorro se calló y miró largamente al principito: - Por favor... domestícame! dijo. - Me parece bien respondió el principito -, pero no tengo mucho tiempo. Tengo que encontrar amigos y conocer muchas cosas. - Sólo se conoce lo que uno domestica dijo el zorro. Los hombres ya no tienen más tiempo de conocer nada. Compran cosas ya hechas a los comerciantes. Pero como no existen comerciantes de amigos, los hombres no tienen más amigos. Si quieres un amigo, domestícame! - Qué hay que hacer? dijo el principito.

60 - Hay que ser muy paciente respondió el zorro. Te sentarás al principio más bien lejos de mí, así, en la hierba. Yo te miraré de reojo y no dirás nada. El lenguaje es fuente de malentendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca... Al día siguiente el principito regresó. - Hubiese sido mejor regresar a la misma hora dijo el zorro. Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, ya desde las tres comenzaré a estar feliz. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. Al llegar las cuatro, me agitaré y me inquietaré; descubriré el precio de la felicidad! Pero si vienes en cualquier momento, nunca sabré a qué hora preparar mi corazón... Es bueno que haya ritos. - Qué es un rito? dijo el principito. - Es algo también demasiado olvidado dijo el zorro. Es lo que hace que un día sea diferente de los otros días, una hora de las otras horas. Mis cazadores, por ejemplo, tienen un rito. El jueves bailan con las jóvenes del pueblo. Entonces el jueves es un día maravilloso! Me voy a pasear hasta la viña. Si los cazadores bailaran en cualquier momento, todos los días se parecerían y yo no tendría vacaciones. Así el principito domesticó al zorro. Y cuando se aproximó la hora de la partida: - Ah! gimió el zorro... Lloraré. - Es tu culpa dijo el principito -, yo no te deseaba ningún mal pero tú quisiste que te domesticara. - Claro dijo el zorro. - Pero vas a llorar! dijo el principito. - Claro dijo el zorro. - Entonces no ganas nada! - Sí gano dijo el zorro a causa del color del trigo. Luego agregó:

61 - Ve y visita nuevamente a las rosas. Comprenderás que la tuya es única en el mundo. Y cuando regreses a decirme adiós, te regalaré un secreto. El principito fue a ver nuevamente a las rosas: - Ustedes no son de ningún modo parecidas a mi rosa, ustedes no son nada aún les dijo Nadie las ha domesticado y ustedes no han domesticado a nadie. Ustedes son como era mi zorro. No era más que un zorro parecido a cien mil otros. Pero me hice amigo de él, y ahora es único en el mundo. Y las rosas estaban muy incómodas. - Ustedes son bellas, pero están vacías agregó. No se puede morir por ustedes. Seguramente, cualquiera que pase creería que mi rosa se les parece. Pero ella sola es más importante que todas ustedes, puesto que es ella a quien he regado. Puesto que es ella a quien abrigué bajo el globo. Puesto que es ella a quien protegí con la pantalla. Puesto que es ella la rosa cuyas orugas maté (salvo las dos o tres para las mariposas). Puesto que es ella a quien escuché quejarse, o alabarse, o incluso a veces callarse. Puesto que es mi rosa. Y volvió con el zorro: - Adiós dijo... - Adiós dijo el zorro. Aquí está mi secreto. Es muy simple: sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos. - Lo esencial es invisible a los ojos repitió el principito a fin de recordarlo. - El tiempo que has perdido en tu rosa es lo que hace a tu rosa tan importante. - El tiempo que he perdido en mi rosa... dijo el principito para acordarse. - Los hombres han olvidado esta verdad dijo el zorro. Pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa... - Soy responsable de mi rosa... - repitió el principito a fin de recordarlo.

62 XXII - Buenos días dijo el principito. - Buenos días dijo el guardagujas. - Qué haces aquí? preguntó el principito. - Distribuyo los pasajeros, por paquetes de mil dijo el guardagujas. - Despacho los trenes que los transportan, unas veces hacia la derecha, otras veces hacia la izquierda. Y un rápido iluminado, rugiendo como el trueno, hizo temblar la cabina de cambio de agujas. - Están bien apurados dijo el principito. Qué buscan? - El mismo hombre de la locomotora lo ignora dijo el guardagujas. Y rugió, en sentido inverso, un segundo rápido iluminado. - Ya vuelven? preguntó el principito... - No son los mismos dijo el guardagujas. Es otro convoy. - No se sentían bien, ahí donde estaban? - Uno nunca se siente bien en el lugar donde está dijo el guardagujas.

63 Y rugió el trueno de un tercer rápido iluminado. - Persiguen a los primeros viajeros? preguntó el principito. - No persiguen nada de nada dijo el guardagujas. Duermen allí adentro, o bien bostezan. Sólo los niños aplastan sus narices contra los cristales. - Sólo los niños saben lo que buscan dijo el principito. Pierden tiempo en una muñeca de trapo, y ella se vuelve muy importante, y si alguien se las quita, lloran... - Tienen suerte dijo el guardagujas.

64 XXIII - Buenos días dijo el principito. - Buenos días dijo el vendedor. Era un vendedor de píldoras perfeccionadas que calman la sed. Se toma una por semana y no se siente más la necesidad de beber. - Por qué vendes eso? dijo el principito. - Es una gran economía de tiempo dijo el vendedor. Los expertos han hecho cálculos. Se ahorran cincuenta y tres minutos por semana. - Y qué se hace con esos cincuenta y tres minutos? - Se hace lo que se quiere... "Yo - se dijo el principito si tuviera cincuenta y tres minutos para gastar, caminaría lentamente hacia una fuente..."

65 XXIV Estábamos en el octavo día de mi avería en el desierto, y había escuchado la historia del vendedor mientras bebía la última gota de mi provisión de agua: - Ah! le dije al principito -, tus recuerdos son muy lindos, pero todavía no he reparado mi avión, no tengo más nada para beber, y yo también estaría muy contento si pudiera caminar lentamente hacia una fuente! - Mi amigo el zorro... me dijo. - Hombrecito mío, ya no es más cuestión de zorros! - Por qué? - Porque nos vamos a morir de sed... Sin comprender mi razonamiento, me respondió: - Es bueno haber tenido un amigo, incluso si uno va a morir. Yo me siento muy contento de haber tenido un amigo zorro... No mide el peligro - me dije. - Nunca tiene hambre ni sed. Un poco de sol le alcanza... Pero él me miró y respondió a mi pensamiento: - Yo también tengo sed... busquemos un pozo... Tuve un gesto de desaliento: es absurdo buscar un pozo, al azar, en la inmensidad del desierto. Sin embargo, nos pusimos en marcha. Después de haber caminado durante horas en silencio, cayó la noche y las estrellas comenzaron a iluminarse. Yo las entreveía como en sueños, al tener un poco de fiebre a causa de mi sed. Las palabras del principito bailaban en mi memoria: - Entonces tú también tienes sed? le pregunté.

66 Pero no respondió a mi pregunta. Simplemente me dijo: - El agua puede ser buena también para el corazón... No comprendí su respuesta pero me callé... Ya sabía que no había que interrogarlo. Estaba cansado y se sentó. Yo me senté a su lado. Y, después de un silencio, agregó: - Las estrellas son bellas, a causa de una flor que no se ve... Respondí "desde luego" y miré, sin hablar, las ondulaciones de la arena bajo la luna. - El desierto es hermoso... agregó. Y era verdad. A mí siempre me gustó el desierto. Uno se sienta sobre una duna de arena. No se ve nada. No se escucha nada. Y sin embargo hay algo que irradia en silencio... - Lo que hace al desierto tan bello dijo el principito es que esconde un pozo en algún lado... Me sorprendió comprender de golpe esa misteriosa irradiación de la arena. Cuando era niño vivía en una casa antigua, que según la leyenda tenía un tesoro oculto. Desde luego, nunca nadie pudo descubrirlo ni posiblemente lo haya siquiera buscado, pero hechizaba toda aquella casa. Mi casa escondía un secreto en el fondo de su corazón... - Sí le dije al principito, se trate de la casa, de las estrellas o del desierto, lo que produce su belleza es invisible! - Me alegra dijo que estés de acuerdo con mi zorro. Como el principito se dormía, lo tomé en mis brazos y seguí viaje. Estaba conmovido. Me parecía llevar un frágil tesoro. Me parecía incluso que no había nada más frágil sobre la Tierra. Miraba a la luz de la luna esa frente pálida, esos ojos cerrados, esos mechones de pelo que ondeaban al viento, y me decía: lo que veo no es más que una cáscara. Lo más importante es invisible...

67 Como sus labios entreabiertos esbozaban una sonrisa, me dije también: "Lo que tanto me conmueve de este principito dormido es su fidelidad por una flor, es la imagen de una rosa que resplandece en él como la llama de una lámpara, incluso cuando duerme..." Y lo sentí más frágil todavía. Hay que proteger bien a las lámparas: una ráfaga de viento puede apagarlas... Y caminando de esa manera, descubrí el pozo al amanecer.

68 XXV - Los hombres dijo el principito se precipitan en los rápidos pero ya no saben qué es lo que buscan. Entonces se agitan y dan vueltas... Y agregó: - No vale la pena... El pozo que habíamos encontrado no se parecía a los pozos saharianos. Los pozos saharianos son simples hoyos cavados en la arena. Aquél se parecía a un pozo de pueblo. Pero no había allí ningún pueblo, y yo creía estar soñando. - Es extraño le dije al principito, está todo listo: la polea, el balde y la cuerda... Rió, tocó la cuerda, jugó con la polea. Y la polea gimió como gime una vieja veleta cuando el viento estuvo mucho tiempo dormido. - Oyes dijo el principito -, hemos despertado al pozo y él canta... Yo no quería que hiciera un esfuerzo: - Déjame hacer le dije -, es demasiado pesado para ti.

69 Alcé lentamente el balde y lo apoyé, bien derecho, en el brocal. En mis oídos persistía el canto de la polea, y en el agua que continuaba temblando veía temblar el sol. - Tengo sed de esta agua dijo el principito -, dame de beber... Y comprendí qué es lo que él había buscado! Levanté el balde hasta sus labios. Bebió con los ojos cerrados. Todo era agradable como una fiesta. Esa agua era más que un simple alimento. Había nacido de la caminata bajo las estrellas, del canto de la polea, del esfuerzo de mis brazos. Era buena para el corazón, como un regalo. Cuando yo era niño, la luz del árbol de Navidad, la música de la misa de medianoche, la dulzura de las sonrisas, hacían el aura del regalo de Navidad que recibía. - Los hombres de tu tierra dijo el principito -, cultivan cinco mil rosas en un mismo jardín... y no encuentran lo que buscan. - No lo encuentran respondí. - Y sin embargo, lo que buscan podría encontrarse en una sola rosa o en un poco de agua... - Desde luego respondí. Y el principito agregó: - Pero los ojos son ciegos. Hay que buscar con el corazón. Había bebido y respiraba bien. La arena, al amanecer, tiene el color de la miel. Me sentía contento también por ese color de miel. Por qué habría de estar apesadumbrado... - Debes cumplir tu promesa me dijo dulcemente el principito, que se había sentado de nuevo a mi lado. - Cuál promesa? - Ya sabes... un bozal para mi cordero... soy responsable de aquella flor! Saqué del bolsillo mis bocetos. El principito los vio y dijo riendo:

70 - Tus baobabs, parecen más bien repollos... - Oh! Y yo que estaba tan orgulloso de los baobabs! - Tu zorro... sus orejas... parecen más bien cuernos... y son demasiado largas! Y volvió a reírse. - Eres injusto, hombrecito, yo no sabía dibujar más que las boas cerradas y las boas abiertas. - Oh! ya va a salir dijo, los niños saben. Dibujé entonces un bozal. Y se me encogió el corazón cuando se lo di: - Tú tienes proyectos que ignoro... Pero no me respondió. Me dijo. - Sabes, mi caída en la Tierra... mañana se cumplirá un año... Y después de un silencio agregó: - Había caído muy cerca de aquí... Y se sonrojó. Y de nuevo, sin comprender por qué, sentí un extraño desasosiego. Se me ocurrió una pregunta: - Entonces no es por casualidad que la mañana en que te conocí, hace ocho días, deambulabas así, solo, a mil millas de todas las regiones habitadas! Volvías al lugar de tu caída? El principito se sonrojó de nuevo. Y agregué, titubeando: - Tal vez, por lo del aniversario?...

71 El principito volvió a sonrojarse. Él nunca respondía a las preguntas, pero cuando uno se sonroja significa que "sí", no es cierto? - Ah! le dije -, tengo miedo... Pero me respondió: - Ahora tienes que trabajar. Debes volver con tu máquina. Te espero aquí, regresa mañana al atardecer... Pero yo no me sentía tranquilo. Me acordaba del zorro. Uno se expone a llorar un poco si se ha dejado domesticar. XXVI Al lado del pozo había un viejo muro de piedra en ruinas. Cuando volví de mi trabajo al día siguiente por la tarde, vi de lejos a mi principito sentado allá arriba, con las piernas colgando. Y oí que hablaba: - Entonces no te acuerdas? decía. No es exactamente acá! Indudablemente le respondió otra voz, ya que replicó: - Sí, Sí, efectivamente es el día, pero no es éste el lugar... Continué caminando hacia el muro. Seguía sin ver ni oír a nadie. Sin embargo el principito replicó de nuevo: -... Desde luego. Verás dónde comienza mi huella en la arena. No tienes más que esperarme. Estaré allí esta noche.

72 Estaba a veinte metros del muro y seguía sin ver nada. El principito siguió diciendo, después de un silencio: - Tienes buen veneno? Estás segura de no hacerme sufrir mucho tiempo? Me detuve con el corazón en un puño, pero seguía sin comprender. - Ahora vete... dijo, me quiero bajar. Entonces yo también bajé la mirada hacia el pie del muro, y pegué un salto! Había allí, erguida hacia el principito, una de esas serpientes amarillas que lo ejecutan a uno en treinta segundos. Mientras hurgaba en el bolsillo para sacar mi revólver comencé a correr, pero con el ruido que hice la serpiente se dejó deslizar suavemente por la arena, como un chorro de agua que se extingue, y sin apurarse demasiado se escabulló entre las piedras con un leve sonido metálico.

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