El terrible verano de las hormigas

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Eugenia Aguilera Torregrosa
hace 5 años
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2 El terrible verano de las hormigas El verano del año 2013 fue sin duda el segundo verano más insoportable de mi corta vida. El peor. Os lo voy a contar y esta historia empieza así: Soy Gadea, vivo en una casa de tres plantas, ni muy grande ni muy pequeña, pero a mí me gusta mucho porque tengo un cuarto para mí sola. Y sobre todo porque es de color granate como las cerezas, que sin duda es mi fruta preferida. Vivo con mi hermana Vera, dos años mayor que yo que también tiene su cuarto y con mis padres que tienen el cuarto más grande. El verano de 2013 me harte de oír gritar a mi madre mientras mataba a las hormigas. Y me canse de oír decir a mi hermana: Una hormiga en la mesa! Una hormiga en la bañera! En el lavabo! En el espejo!... Es cierto. En el baño no había quien pudiera entrar. Estaba lleno de hormigas y su fortín el retrete. Ese ni tocarlo! Con el paso de los días cada vez más calurosos la situación fue empeorando. Pero de dónde salían?, si mi madre es más limpia que los chorros del oro, se pasaba todo el día echando fufú. Pero las hormigas no se morían. A mi hermana le mordieron su revista preferida. A mí me hicieron un agujero enorme en mi mejor pelota. Necesitábamos una solución! Pero creo que la única era la resignación. De hecho estábamos esperando a que pasara el verano y acabasen estos sofocantes días de calor para que las hormigas se fueran por donde habían venido. Una noche de julio estábamos viendo la televisión, por cierto con la pantalla llena de hormigas, uno de mis programas favoritos. De pronto llamaron al timbre. Mi madre se levantó deprisa del sofá por también lleno de hormigas y abrió rápidamente la puerta. Ante ella había una niña rubia, de rostro pálido y muy seria, con granos en la cara, con un pelo tan largo y tan sucio como una peluca de bruja tras una fiesta de Halloween. Mi madre le preguntó: - Qué quieres hija?-, pero la niña no dijo nada. Solo tiró el saco sobre el suelo y se echó a correr; del saco salieron mogollón de hormigas. Mi madre se quedó mirando y comenzó a gritar.

3 Por si teníamos poco problema ahora había aumentado aún más y no sabíamos cómo podíamos parar todo esto. El caso es que, una cálida noche de julio, dormía en mi cuarto cuando noté un cosquilleo en la nariz. Me desperté y vi que una de las hormigas, estaba rondando por mi cara. Le di un manotazo y a la vez oí una voz que decía. - Ay! Vaya sopapo que me has dado. Asustada me levanté para ver quién había hablado y miré en mi habitación. Allí no había nadie, solo una hormiga. La mire fijamente y le iba a poner un dedo encima cuando volví a escuchar. - Por favor, por favor, no me hagas nada! - Pero bueno, esto que es, resulta que puedes hablar - dije. - Hola, soy Sabina, la hormiga y estaba paseando por tu habitación para ver si encontraba algo de comida, porque como sé que cuando meriendas se te caen algunas migas del pan, estaba buscando a ver si las encontraba. - Pues vete, porque quiero dormir y no vas a encontrar nada, además mi familia y yo estamos un poco hartos de todas vosotras, mi madre más pronto o más tarde encontrará una solución y no creo que os guste nada. - Gadea, puedo quedarme en tu casa todo lo que queda de verano? - preguntó Sabina. - Pero bueno, cómo sabes mi nombre? - pregunté. - Se lo he oído pronunciar tantas veces a tus padres que es imposible no aprenderlo. Te riñen bastante eh? - Bueno, es que tardo mucho en hacer los deberes y se ponen un poco nerviosos -contesté. Pero a lo que íbamos, no puedes quedarte en mi casa, ni tú ni todas tus compañeras. Vuestro lugar es el campo, no las casas. - Sí lo sabemos, pero hemos estado recorriendo vuestro pueblo y no hemos encontrado un parque donde poder hacer nuestro hormiguero y almacenar toda la comida para pasar el invierno. - Ya, pero ese no es mi problema, así que por favor déjame dormir - le dije. Sabina se marchó muy triste con sus tripas haciendo ruido del hambre que tenía. Continué durmiendo, pero me costó mucho ya que me acordaba de Sabina y me daba tanta pena que no sabía cómo podría volver a hablar con ella y ayudarle. Al día siguiente estábamos todos en la cocina desayunando cuando de repente mi madre gritó Eureka, eureka!

4 - Qué pasa mamá? - Le preguntamos mi hermana y yo. - Nada hijas, nada y todo, ya sé de donde vienen las hormigas y sé cómo nos vamos a librar de ellas. Cogeremos un gran saco y meteremos allí miel y queso y luego las tiraremos en el contenedor. Empecé a asustarme, no quería que las hormigas acabasen en la basura. Me daba pena. Busqué a Sabina por mi habitación, la llamé y salió de uno de mis libros que estaba encima de la mesa. - Qué pasa, por qué gritas tanto? Así me va a encontrar tu familia - dijo Sabina. - He oído a mi madre que os va a poner una trampa para que desaparezcáis de casa y he preparado un plan para que os marchéis cuanto antes contesté. - Y qué has pensado? - preguntó Sabina. - Mirad, esta mañana cuando mis padres me lleven al parque haré un agujero en la tierra para que pueda serviros de hormiguero, será bastante profundo y luego os llevaré algo de comida. Mientras tú reunirás a todas tus compañeras y me esperaréis dentro del armario y os meteréis en mi mochila del colegio. Pero asegúrate que estén todas, sino mi madre realizará su plan y no creo que os guste. Por la tarde cuando me lleven a jugar con mis amigas yo os llevaré dentro de mi mochila y os dejaré al lado de vuestro hormiguero, el que os he hecho. Qué te parece? - le pregunté. - No es mala idea, pero hay un problema a estas alturas de verano, nosotras ya tendríamos que tener almacenado mucho alimento para pasar el invierno y claro aún no tenemos absolutamente nada, por lo que no sé si podre convencer a mis compañeras - dijo Sabina. - Tú haz todo lo posible que yo en cuanto pueda os ayudaré - contesté. En ese momento escuché la voz de mi padre que me llamaba para ir al parque a pasar la mañana. Entonces fui a mi cuarto y agarré una pala y un cubo, para utilizarlas y hacer un agujero en la tierra. - Pero Gadea, ya no eres una niña pequeña para jugar con el cubo y la pala en el parque - decía mi padre antes de salir de casa. - Ya papá, pero hoy me he acordado de lo bien que me lo pasaba cuando lo llevaba a la playa y hacía castillos con ellos - le dije. Parece que se quedó satisfecho con la contestación y salimos hacía el parque. En cuanto llegamos fui hacía una esquina, al lado de la fuente; allí empecé a cavar en el suelo con mi pala, haciendo diferentes direcciones, como pensaba que podrían ser sus hormigueros.

5 Cuando llegué a casa, subí rápidamente a mi habitación, miré en mi mochila y allí había un montón de hormigas que me esperaban. - Hola! Aquí estoy, estad todas muy calladas, esta tarde estaréis en vuestra nueva casa que espero os guste. Después de comer, mis padres me dijeron que preparase mi mochila que nos íbamos a ir a la piscina. Entonces me puse a temblar, no iba a poder llevar a las hormigas a su casa, todo mi plan se iba a destrozar. Entonces, les dije que me dolía la barriga, que sería mejor que fuésemos al parque, ya que luego podía ponerme mala. A regañadientes, con esa mentirijilla conseguí que cambiasen los planes. Cogí mi mochila que iba bien cargada y toda la familia nos fuimos al parque. Cuando llegamos me dirigí hacía el hormiguero y allí fueron saliendo todas las hormigas. Muy pronto escuché a Sabina que decía: - Bien! Vamos a tener nuestra propia casa, está muy bien construida, muchas gracias, Gadea. -Me encanta que os guste, ahora os traeré todos los días algo de comida para que podáis almacenarla para todo el invierno, además como sé que sois muy trabajadoras, también os encargaréis de buscar más para que así tengáis suficiente - les dije. Y así fue. Todos los días que iba al parque me acercaba por el hormiguero, aprovechaba para charlar, mientras merendaba, con mi amiga Sabina y las migas que caían se encargaban de recogerlas para llevarlas a su hormiguero. Autora: Gadea Castro Curiel Ilustradora: Vera Henar Castro Curiel

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