que desean, o porque para tenerlo habrían de esperar mucho tiempo, o porque sencillamente han hecho de entrada una opción por adoptar en otros

Transcripción

1 PRÓLOGO Hubo un tiempo en que la familia era una. Se trataba de la familia compuesta por un hombre y una mujer casados que tenían hijos nacidos de su unión. Había parejas con problemas de fertilidad, para las cuales a veces la crianza de un hijo pequeño de otro miembro de la familia resolvía los afanes de la maternidad y la paternidad. Algunas de estas familias adoptaban niños o niñas, pero hasta que en fechas muy recientes la adopción pasó a estar regulada y controlada por la administración pública, y por ende democratizada y socializada, la adopción exigía recursos y contactos que no estaban al alcance de todos. Aunque la historia de la adopción en España está por escribirse, se trata de algo muy reciente como fenómeno que forma parte de las representaciones sociales colectivas, como hecho normalizado, como conocimiento común. La regulación legal de finales de 1987 marca un indudable antes y después es este proceso. Mientras tanto, la familia había dejado de ser una. De hecho, en la actualidad, bajo la denominación genérica de familia encontramos realidades extraordinariamente diferentes, tanto desde el punto de vista de su composición, como de sus vínculos legales, como de las relaciones biológicas entre sus miembros. Y estas familias cada vez más diversas llegan a la idea de la adopción a veces por razones de infertilidad (la llamada «adopción tradicional»), pero otras veces por razones muy diferentes, pues 11

2 pueden tener hijos biológicos previos o, en todo caso, no tener problema alguno de fertilidad (la llamada «adopción preferencial»). Entre nosotros, y tal vez con apenas unos pocos años de desfase entre ambos fenómenos, la eclosión de la diversidad familiar ha venido a coincidir en el tiempo con la popularización de la adopción y su no vinculación con la fertilidad o infertilidad de quien quiere adoptar, lo que está dando lugar a realidades y problemas que hace tan sólo unos cuantos años eran inimaginables. Por lo demás, no sólo el perfil de quienes quieren adoptar ha cambiado, sino que también se ha modificado sustancialmente el de quienes están disponibles para ser adoptados. Cada vez hay menos bebés y cada vez más las listas de espera de adopción están nutridas por niños y niñas mayores de seis años, que esperan junto a algún o algunos hermanos, que presentan problemas diversos de tipo físico o psicológico, etc. Si hubo un tiempo en que la familia era una, también hubo una época en que el mundo era pequeño. De hecho, el mundo terminaba para muchos en su pueblo o en el de al lado y, como mucho, en la capital de provincia. Todo lo que a uno le ocurriera estaba cerrado en los confines de unos pocos kilómetros cuadrados. Las distancias fueron luego poco a poco empequeñeciéndose y hoy día accedemos a lo más remotos lugares del planeta con un golpe de tecla a través del ordenador, o tras unas horas de vuelo en un potente reactor. Nuestra vida cotidiana se internacionaliza sencillamente porque el mundo está más internacionalizado. La adopción no ha escapado a este fenómeno de mundialización creciente: se ha internacionalizado. Ya sea porque no tienen en su país el niño o la niña 12

3 que desean, o porque para tenerlo habrían de esperar mucho tiempo, o porque sencillamente han hecho de entrada una opción por adoptar en otros países, son muchas las personas que se plantean llevar a cabo una adopción internacional. Es precisamente para estas personas para las que se ha escrito este libro, que trata de ofrecer una guía práctica sobre el qué, el quiénes, el cómo, el dónde y el cuánto (cuánto tiempo, cuánto dinero) de la adopción internacional. El derecho tradicional tenía un adagio según el cual adoptio naturam imitatur (la adopción es una imitación del proceso natural de paternidad y maternidad ). En la mayor parte de los casos, ese adagio ya ha dejado de ser cierto. Ahí tenemos, para demostrarlo, al hombre y la mujer (y cuando no se trata de una pareja lo más frecuente es que sea una mujer sola) que adoptan a un niño o una niña que no es un bebé pequeñito, que no tiene su color de piel, ni los rasgos de sus ojos, ni la textura de su pelo; que no habla la misma lengua, que no está acostumbrado a la misma comida, que ha crecido en un clima y en unas costumbres muy diferentes. De todas formas, una vez llevada a cabo la adopción, ese hombre y esa mujer se convertirán en los padres de ese niño o niña y establecerán unas relaciones que nada tendrán que envidiar a la intensidad y al compromiso que caracterizan a las relaciones entre los padres y los hijos nacidos de su procreación. Es la de adopción una maravillosa experiencia, tanto para quienes adoptan como para quienes son adoptados. Que sea maravillosa no quiere decir que sea fácil. Algunas dificultades tienen que ver, por ejemplo, con la toma de decisión de adoptar y del tipo de niño o niña que se quiere adoptar; tienen que ver con los problemas y situaciones a los que 13

4 hay que hacer frente para poder adoptar (tiempos de espera, valoración psicosocial, procesos judiciales, características de los niños o niñas disponibles para adopción, etc.). Una vez llevada a cabo la adopción, los problemas no terminan, sino que cambian: la integración del niño o la niña en la familia y en la comunidad, la toma de decisiones sobre problemas educativos, el manejo de la necesaria comunicación en torno a la adopción... Por centrarnos sólo en este último aspecto, la problemática de esta comunicación no termina cuando en algún momento entre los dos y los cuatro años se empieza se debe empezar a hablar al niño o la niña de que su condición adoptiva; luego, hacia los seis años, niños y niñas son más conscientes de lo que las palabras significan y la información habrá de ampliarse; pero hacia los ocho o nueve años son muchos los niños y niñas adoptados que por primera vez se plantean la pérdida de sus padres biológicos, lo que exigirá ayudarles a madurar en ese aspecto de su identidad; más tarde, la adolescencia traerá consigo nuevas preguntas, nuevas inquietudes; y aún algo después, en la adolescencia avanzada o durante la juventud, algunos niños y niñas adoptados tratarán de reconstruir su pasado y conectarse con sus personas y lugares de origen. Lo anterior trata de resaltar la complejidad de la adopción, que no puede ser un mero impulso momentáneo y que no puede consistir sólo en imaginarse a uno mismo o una misma teniendo entre los brazos a un niñito o una niñita preciosos, con simpáticos y entrañables rasgos faciales. Adoptar es mucho más que eso y es mucho más que realizar los trámites administrativos necesarios. Adoptar es embarcarse en un proceso tan maravilloso y tan 14

5 complejo como el de ser padre o madre, y hacerlo sabiendo que la adopción supone unos cuantos e importantes retos adicionales a los que hay que hacer frente. Naturalmente, no es el objeto de este prólogo analizar cuáles son esos retos y cuáles las respuestas que les son más adecuadas, sino llamar la atención sobre su existencia. Hacer frente a tales retos y hacerlo mientras se acompaña en su desarrollo al hijo o la hija adoptivos cuya personalidad se va moldeando es una experiencia enormemente gratificante, pero no exenta de esfuerzos y tensiones. A su vez, la adopción internacional añade algunas peculiaridades a todo este proceso que no están presentes en el caso de la adopción nacional, como es el caso de la integración cultural, por ejemplo, o de la diferenciación de rasgos físicos, o de las actitudes intolerantes y xenófobas que algunas personas tienen. Son retos que están ahí no para asustarnos, pero sí para hacernos conscientes de su existencia, para prepararnos a superarlos y para hacerles frente con el cariño y el esfuerzo que sólo ponemos en las cosas que afectan a nuestros hijos. Para quienes se planteen la idea de la adopción internacional, esta Guía puede ser un útil recurso de partida. Aporta algo que es imprescindible para una buena toma de decisión: información. El contenido de esta obra es eminentemente práctico y ayuda a los potenciales solicitantes de adopción internacional a situarse ante los problemas administrativos y las situaciones a que tendrán que enfrentarse en la tramitación de la adopción. Y, naturalmente, enfrentarse a un problema con una buena información es empezar a resolverlo. Sin duda, las personas que se planteen adoptar internacionalmente necesitarán otros recursos, el fundamental de los cuales es ma- 15

6 durar adecuadamente su toma de decisión con la ayuda de procesos de información y de formación como los que en algún lugar de esta Guía se mencionan. Pero, entre los recursos que necesitarán, la información proporcionada en este libro puede servir como brújula con la que buscar la dirección y como cuaderno de campo que informa de lo que uno va a necesitar para desenvolverse sobre el terreno. Tiene esta Guía la ventaja de estar escrita por alguien que sabe de lo que habla, que tiene experiencia profesional en el terreno, que puede ilustrar lo que dice con datos concretos y con situaciones reales. Sin duda, quienes lean las páginas que siguen sabrán apreciar esas cualidades y sacarán de ellas ventaja. Si algunos de ellos deciden embarcarse en una adopción internacional, reciban desde el final de este prólogo los mejores deseos y la seguridad de que, si maduran su decisión, si se preparan adecuadamente y si cuentan con apoyos y recursos que les ayuden luego en el muy probable caso de necesitarlos, la suya y la de sus hijos será una experiencia que merecerá la pena haber vivido. JESÚS PALACIOS Catedrático de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Sevilla 16

7 AGRADECIMIENTOS Mi más sincero agradecimiento a los amigos y amigas de la Asociación Proa de Andalucía y Alventus Viajes, así como a las personas del Ministerio de Asuntos Sociales y de la Dirección General de Atención al Niño de la Junta de Andalucía, que, con su eficaz y generosa labor desde la Administración, hacen que sea posible que niños y niñas de otros países tengan la oportunidad de tener una familia aquí en el nuestro. 17