Adaptación proactiva del territorio ante el cambio climático. Nuevas formas de relacionarnos con la tierra

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3 Adaptación proactiva del territorio ante el cambio climático. Nuevas formas de relacionarnos con la tierra José Luis Rubio Premio Rey Jaime I de Protección del Medio Ambiente Vice Chair European Soil Bureau Network- ESBN (JRC,EC) Centro de Investigaciones sobre Desertificación-CIDE (CSIC, Universitat de Valencia, Generalitat Valenciana)(Valencia) España; jose.l.rubio@uv.es Resumen Los temas relacionados con las consecuencias de la tendencia de calentamiento global han pasado a ser una de las principales preocupaciones de la sociedad actual. Dentro de los aspectos emergentes y en el amplio conjunto de procesos y factores que inciden en la tendencia de cambio climático, se encuentran los relacionados con el suelo. El suelo constituye, después de los océanos, el regulador o sumidero de C02 más importante del Planeta. Globalmente, en el suelo se acumulan unas 1500 billones de toneladas de carbono orgánico que se han ido acumulando como mantillo y humus a partir de la descomposición de los restos vegetales, que previamente absorbieron C02 como consecuencia del proceso de fotosíntesis. Paulatinamente y como se observa en los sucesivos informes del IPCC (Panel Intergubernamental que asesora al Convenio de ONU sobre el Cambio Climático) el importante papel del suelo como regulador climático, cada vez recibe más atención y consideración. Sin embargo son muchas las circunstancias que actualmente amenazan a la estabilidad de estos enormes depósitos de C02 retenidos en el suelo.se incluyen los procesos de erosión y desertificación, incendios forestales, transformaciones agrícolas inadecuadas o cambios drásticos en el uso del territorio. La degradación y erosión del suelo pueden fácil y rápidamente liberar a la atmósfera grandes cantidades del dióxido de carbono fijado en el humus, aumentando las ya de por sí enormes cantidades emitidas por el uso de combustibles fósiles. Esta liberación puede además producirse en forma de respuesta no lineal al favorecerse mecanismos de retroalimentación provocados por elmal uso de los recursos edáficos. Se estima que en los últimos 20 años un tercio de las emisiones de origen antrópico de CO2 son consecuencias de cambios en el uso del suelo y deforestación (IPCC,2014) Existe una relación directa entre la tendencia de cambio climático y el incremento de los procesos de degradación del suelo y desertificación. Además de la regulación del ciclo del CO2, el suelo interviene también en la regulación del ciclo de otros gases con efecto invernadero: vapor de agua, metano, óxidos de nitrógeno, elementos traza y aerosoles. El cambio en la superficie del suelo (p ej por incendios forestales, cambios de uso) también afecta a otros parámetros climáticos (albedo, balance energético y de radiaciones) y además el suelo puede ser fuente de una enorme cantidad de polvo atmosférico cuando su estructura se degrada por mal uso o por condiciones climáticas de aridez o sequías. Así pues, el deterioro del suelo por procesos de desertificación puede liberar enormes cantidades de CO2. A la inversa, protegiendo y conservando el suelo podemos contribuir a mitigar el cambio climático. En este contexto la captura y almacenamiento de CO2 en el suelo, ofrece importante posibilidades en el amplio conjunto deestrategias de lucha contra el cambio climático. El principio general de incrementar la captura y el almacenamiento de carbono en el suelo consiste en adaptarse, en todo lo que sea factible, a las pautas del funcionamiento de los ciclos naturales. Es decir proporcionar una adecuada cantidad de residuos orgánicos que se incorporen bajo la influencia de los mecanismos de fragmentación y consumo por parte de la fauna y mesofauna edáfica, en una primera fase, y posteriormente mediante la descomposición y transformaciones microbianas, por parte de los microorganismos del suelo. En sus fases

4 finales se originaran compuestos humicos complejos que quedan encapsulados e íntimamente incorporados a los componente coloidales minerales del suelo (principalmente arcillas) en formas estables que aseguran un almacenaje duradero de carbono orgánico. Por ello el manejo adecuado de los ecosistemas terrestres es una importante estrategia de secuestro de carbono. En este sentido, algunas de las prácticas recomendadas incluirían las siguientes: Favorecer el retorno de residuos orgánicos mediante su disposición en la superficie del suelo como mulching o acolchado. Disminuir drásticamente el laboreo del suelo pasando a técnicas de no cultivo o cultivo reducido Eliminar o reducir drásticamente la quema de rastrojos y de residuos vegetales. Favorecer la utilización de compost, enmiendas orgánicas y biofertilizantes. Mantener cultivos intercalados o cubiertas vegetales en plantaciones arbóreas. Mantener una adecuada gestión de la fertilización Evitar el mantenimiento del suelo desnudo Mantener un control adecuado de las prácticas de riego Adoptar medidas adecuadas de conservación de suelo y agua, tanto estructurales como de gestión para evitar la erosión del suelo Adaptar el uso del suelo a su capacidad agrológica Planificar la ordenación del territorio teniendo en cuenta sus limitaciones y vulnerabilidad Favorecer el mantenimiento de la biodiversidad edáfica Favorecer el mantenimiento de las funciones ecológicas del suelo Restaurar las zonas degradadas Como conclusión general se puede indicar que el ciclo del carbono en el suelo y la protección de la tierra, se insertan en el centro de un necesario cambio de paradigma y como factor crucial en la lucha contra el cambio climático, en la seguridad alimentaria y en los nuevos usos del territorio

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