HACIA UN VOCABULARIO COMÚN SOBRE LA INICIACIÓN CRISTIANA

Transcripción

1 HACIA UN VOCABULARIO COMÚN SOBRE LA INICIACIÓN CRISTIANA Antonio Alcedo El término iniciación cristiana, aunque ya existía en el lenguaje cristiano, ha sido prácticamente recuperado y puesto en gran relieve por el Concilio Vaticano II (AG, 14; SC, 64-66; 71). Después ha pasado a los Rituales (RICA, RBN, RC) y ha sido recogido finalmente en el nuevo Código de Derecho Canónico (can ) Etimológicamente procede del verbo latino in-eo, initum = entrar dentro de y, por ello mismo, hace referencia a dos realidades en mutua relación: el individuo o individuos que acceden, que desean Ingresar en y el grupo o comunidad que acoge y que, en la práctica, cumple el doble papel de ser espacio en el que se introduce y agente introductor. VISIÓN ANTROPOLÓGICA DE LA INICIACIÓN Los estudios sobre los ritos iniciáticos antiguos y sobre los que aún hoy perduran en culturas menos desarrolladas nos hablan de una serie de constantes en la realidad que se entiende por iniciación. Mircea Eliade la define como un conjunto de ritos y enseñanzas orales que tienen por finalidad la modificación radical de la condición religiosa y social del sujeto iniciado. Filosóficamente hablando, la iniciación equivale a una mutación ontológica del régimen existencial. Al final de las pruebas, goza el neófito de una vida totalmente diferente de la anterior a la iniciación: se ha convertido en otro (Mircea Eliade, Iniciaciones místicas, Madrid, Taurus, 1975, p. 10) En la iniciación se dan varios elementos: a) Las instrucciones, mediante las cuales son revelados al individuo los secretos del grupo y los valores y normas de comportamiento que le son propios; b) Las prácticas rituales o pruebas que es preciso pasar para alcanzar la plena incorporación al grupo. En toda iniciación hay un tránsito vital y unos ritos de tránsito; c) La temporalidad: toda iniciación tiene una duración programada, ya que son necesarios un tiempo y un espacio para la experiencia nueva, para la transformación de las formas de pensar, de pensar, de ser y de vivir, para la maduración; 1

2 d) La regulación social, es decir, la estructuración, la institucionalización del camino iniciático prevista por el grupo social y a través de la cual se controla y se verifica la autenticidad de la iniciación. Consecuencia de esto: 1. El proceso iniciático, visto por el grupo iniciador, transmite unos determinados modelos de identidad y de conducta y asigna un puesto (rol y status) en la sociedad; vivido por el sujeto iniciado es una experiencia de cambio, de transformación interior, gracias al cual se convierte en nuevo, neófito, llega a ser otro. 2. Las actividades y ritos de iniciación no afectan sólo al iniciado, al que confieren un estatuto personal y dan razón de ser y de vivir, sino al grupo iniciador, en cuanto que la actividad iniciática es para él mismo un modo de identificación fundamental: a través de ella el grupo se dice a sí mismo lo que es y lo que debe seguir siendo. Puede decirse que se está reiniciando a sí mismo. VISIÓN TEOLÓGICA DE LA INICIACIÓN CRISTIANA Teniendo presente la descripción etno-antropológica de iniciación, entramos en aquello que entendemos propiamente por iniciación cristiana. Se trata del proceso por el que una persona llega a ser cristiana, a través de un aprendizaje global y de una asimilación de la vida de fe, significada eclesialmente por los tres ritos que consagran el comienzo de la vida cristiana plena. En la iniciación cristiana, la Iglesia conduce por etapas al catecúmeno a su decisión adulta de pertenecer a la comunidad creyente. Hay en todo este proceso una conjunción orgánica del sacramento y de la cooperación humana: el Bautismo introduce en el misterio de la Iglesia (LG, 7); el Bautismo y la Unción del Espíritu Santo son el fundamento de la agregación al Pueblo de Dios y de la participación en el sacerdocio real de Cristo (LG, 9-10); esto lleva al cristianismo a la íntegra profesión de fe y a la incorporación en la comunidad eucarística (LG, 11; UR, 22). A través de la iniciación cristiana, el catecúmeno es iniciado al misterio de Cristo. Para los creyentes este Cristo no es un ser mítico, sino alguien real, el Hijo de Dios viviente, el Señor resucitado que invita a sus seguidores a hacer un camino hacia el Padre a semejanza de su propio camino mistérico hacia el Padre. La iniciación a este misterio no se lleva a cabo por medio de unos ritos mágicos sino por la fuerza de la palabra profética y de los signos sacramentales, que tienen lugar en el seno de la comunidad eclesial. En la iniciación cristiana se dan unos elementos que son originales con respecto a los otros ritos de iniciación: la historicidad de los acontecimientos cristianos que los ritos evocan; la gratuidad de la salvación y la universalidad de la redención que están en la base de la llamada a la fe; el itinerario de fe personal del hombre como respuesta al desarrollo histórico de la revelación divina se va expresando y visibilizando en gestos rituales y en 2

3 formas religiosas que responden al carácter específico de la economía cristiana, que es siempre encarnada y a la vez comunitaria. Consecuencia de esto: a) No se puede separar la realidad sacramental objetiva de la experiencia progresiva del itinerario de fe en el cristianismo; b) A la interdependencia entre fe y sacramentos corresponde la interdependencia intrínseca de los tres sacramentos de la iniciación (de ahí que sea teológicamente muy cuestionable la separación o la inversión del orden de celebración de estos sacramentos); c) La dinámica interna de este itinerario se desarrolla esencialmente dentro de una comunidad. Esta dimensión eclesial exige un esfuerzo de responsabilización de la comunidad frente a los nuevos miembros que se incorporan a ella. LA INICIACIÓN CRISTIANA VISTA DESDE LA CATEQUESIS Partimos de una afirmación del Documento La Catequesis de la Comunidad : La Catequesis en sentido pleno es la iniciación cristiana integral, es decir, iniciación no sólo en la doctrina, sino también en la vida y culto de la Iglesia, así como en su misión en el mundo (CC, 79). Esta afirmación se refiere, a su vez, a otra de Catechesi tradendae : La catequesis no consiste únicamente en enseñar la doctrina sino en iniciar a toda la vida cristiana (CT, 33). En nuestro lenguaje común hablamos de sacramentos de la iniciación cristiana y de catequesis de iniciación cristiana. Son realidades idénticas? Son intercambiables? Teniendo en cuenta los tres elementos de la iniciación que se han visto en el punto anterior (palabra, sacramento, comunidad) nos damos cuenta de que la iniciación cristiana abarca todo el proceso y todas sus acciones (instrucción, ritos, acompañamiento de la comunidad), mientras que la catequesis se centra en la instrucción, no comprende los ritos y el acompañamiento de la comunidad se realiza a través del catequista designado por ella para este servicio. Al hablar de instrucción como elemento propio de la acción catequética, no se piensa solo en una trasmisión de conocimientos, sino en una verdadera iniciación a, es decir, que la catequesis introduce al catecúmeno en un mundo nuevo de realidades, de valores, en un nuevo lenguaje (bíblico, simbólico, litúrgico ) en unas nuevas relaciones con los demás miembros de la Iglesia, en un nuevo estilo de conducta y de presencia en el mundo (cf. CC, 83-93). Todo lo dicho lleva a varias conclusiones: - Si en la acción pastoral se aíslan o simplemente no se relacionan la catequesis, los sacramentos y la responsabilidad de la comunidad, no se puede hablar de una verdadera iniciación cristiana. 3

4 - Si en la acción catequética solo se privilegian los aspectos informativos de transmisión de verdades y de valores, pero los ritos quedan marginados o minusvalorados, tampoco se está haciendo una verdadera catequesis de iniciación cristiana. - Si la catequesis, en algunas comunidades, resulta ser un asunto de los catequistas y, a lo más, del párroco, pero el resto de la comunidad queda al margen, se está ignorando la dimensión comunitaria de la iniciación. - La actual situación de la fe está pidiendo con urgencia que, en los niveles donde corresponda Iglesia Española, Regiones o Diócesis se vaya redactando un Proyecto pastoral de Iniciación cristiana que haga llegar a las instancias concretas de la acción pastoral la nueva visión y ordenación de la iniciación cristiana del Concilio Vaticano II que después ha recogido el RICA. INICIACIÓN CRISTIANA E ITINERARIO DE FE La iniciación cristiana, al ser un proceso que se va llevando a cabo a lo largo de un tiempo, supone en la persona que se va iniciando el recorrido de un camino, de un itinerario que va de la no-fe a la fe madura asumida responsablemente y vivida en el seno de la comunidad eclesial. El RICA, recogiendo las mejores aportaciones de la tradición catecumenal de la Iglesia, establece las etapas de instrucción y maduración y los grados o pasos adelante que el iniciado va dando en su proceso de fe (RICA, 4-40). Con todo, si consideramos el itinerario de la realidad de cada persona que va siendo iniciada, se constata que éste no es uniforme sino variado y diverso, según la gracia multiforme de Dios, la libre cooperación de los catecúmenos, la acción de la Iglesia y las circunstancias de tiempo y lugar (RICA, 5). Por su parte, la Biblia nos ofrece una variado testimonio de caminos de fe: Abraham, los diversos profetas, María, Pedro, Pablo, etc Apoyados en esta diversidad, pensamos que es necesario hablar, de una parte, de un Proyecto de iniciación cristiana que la Iglesia puede establecer, después del oportuno discernimiento pastoral, y que es común y válido para toda una realidad pastoral (País, Región, Iglesia particular ) y, por otra, de diversos Itinerarios de fe que atiendan las circunstancias mucho más concretas de edad (iniciación cristiana infantil, adolescencia, adulta), condición socio-cultural (rural, urbana, suburbana), tradición o raíces religiosas, otras posibles variantes Algunas consecuencias de esto: - El itinerario de fe debe ser establecido proponiendo unas etapas, unos objetivos, unos contenidos catequéticos y unas formas de valoración de los progresos que se van dando. 4

5 El papel del catequista en cuanto acompañante de un grupo en su itinerario de fe (también en el caso de los niños) exige que éste pueda efectivamente acompañarle, al menos durante cada etapa completa. - Los itinerarios de fe deben conducir a una maduración de ésta según la capacidad de los sujetos, pero no a la exclusiva celebración puntual de unos determinados sacramentos (que, por lo mismo, vienen a quedar desconectados de la iniciación cristiana). - El hecho de que se haya podido recorrer un cierto itinerario de fe en la infancia (catequesis infantil) no debe excusar a ningún creyente de hacer su opción adulta de fe y de seguir su itinerario de maduración en la misma, a la edad en que se considera posible la madurez personal. 5