AEROSOLES Mariana Medina Córdoba Categoría B Centro Cultural y Educativo Español Reyes Católicos Bogotá, Colombia
AEROSOLES En una esquina de la Calle de los Cronistas, un hombre vestido con una sudadera gris y unos pantalones azules termina lo que él considera una obra de arte. Se trata de una pintura realizada con aerosoles sobre un muro repleto de letreros que protestan contra el maltrato animal, anuncios de conciertos y de ventas ambulantes. Es la representación de un muchacho joven, de uno con setenta de estatura, con las manos en los bolsillos de la chaqueta negra y los ojos azules. Lleva el pelo sobre la cara y parece decepcionado. Cuando el hombre termina, recoge sus pinturas y se va a su casa antes de que el primer rayo de sol toque el cielo. Por la mañana, el dibujo del muchacho parpadea al secarse completamente. Se siente extraño ser una pintura. Mueve los dedos, los hombros, el cuello Es como si se encontrara entre dos cristales muy juntos. El sol le molesta, porque su creador no le hizo pestañas y debe arreglárselas para proteger sus ojos solo con los párpados. Sopla ligeramente el mechón de pelo que lleva sobre la frente y observa a la gente que camina por la acera. No parecen haber notado que él está ahí. Andan rápido, hablan por celular y sus zapatos suenan al chocar contra el cemento. De repente, una niña pasa a su lado. Él puede ver que debajo del brazo lleva un cuaderno cuadriculado grande con el bosquejo de una chica pequeña, de cabello negro, corto y alborotado. Los ojos azules del chico se abren de golpe y su corazón de ladrillo palpita fuertemente. Intenta saludarla, pero antes de que pueda hacerlo, la niña le echa un vistazo a su reloj y corre hacia la estación de buses.
El muchacho resopla, recuperándose del trance. Aunque es la única chica que ha visto en su vida, está segurísimo de que es la más bonita que puede existir. Sin perder el tiempo, camina de lado en medio de todos los carteles del muro y de allí, salta al tronco de un árbol. Siente que la corteza rugosa lo rasga un poco, pero no importa. Ella no lo esperará, y si no se da prisa, la perderá para siempre. A continuación, se pega a una reja de metal. El contacto con el material frío lo hace tiritar. Alcanza las paredes de la estación de bus sin muchos problemas. Allí hay un gran número de personas. Logra localizar a la niña de milagro, ya que es la única que lleva un gorro amarillo en la cabeza. En frente de él se halla una fila de clientes esperando su turno para comprar un billete de bus. Él se desliza de maleta en maleta hasta colarse en la mochila de la niña. Se sitúa en el lado que mira hacia el cuaderno que la pequeña lleva en su mano. La chica dibujada lleva las puntas del cabello de color morado y capul delgado sobre la frente. Él le guiña un ojo, y ella entorna los suyos como respuesta. De pronto, él la pierde de vista porque la niña ha entrado en un bus que se encuentra repleto de gente. La luz es escasa. La pequeña aprieta el cuaderno y él se pega a éste, así que cuando logran salir de allí, él está al lado de la chica. La niña camina rápido hacia su escuela, pues faltan unos pocos segundos para que suene el timbre que anuncia el inicio de clases y ya no la dejen entrar. Consigue sentarse en su pupitre justo cuando la profesora cierra la puerta del aula. Él, para no levantar sospechas, renuncia con dolor a la idea de pasar las siguientes horas un poco lejos de la chica y se adentra en el cuaderno.
La niña hojea las páginas y, desafortunadamente, lo descubre al final. Frunce el ceño, porque está segura de no haberlo dibujado, de modo que arranca la hoja de cuajo, la convierte en una bola arrugada y la bota a la caneca de basura. El chico se desarruga dentro y advierte que la luz ha desaparecido. Trata de desprenderse y se adhiere a la bolsa negra que recubre la superficie del cubo. Suspira, exasperado, y decide esperar pacientemente a que alguien venga a rescatarlo. Un poco antes de medio día, un hombre mayor hace un nudo en la bolsa y la saca de la canastilla. El chico no pierde un segundo y se pega a las paredes del salón de clases vacío. Recorre cada pasillo, cada mural, cada espejo y, sin embargo, no puede hallar a su amada. Uno de los estudiantes lo encuentra en un papel de la pared de anuncios y decide llevárselo a casa. Por la noche, el estudiante se viste con ropa abrigada, se cubre la cabeza con una capucha, agarra el dibujo y se va de casa. Llega a una verja de madera blanca. El muchacho lo reproduce exactamente como está en el papel. Ojos azules, pelo negro cubriéndole el rostro y las manos sobre los bolsillos. - Arruinas mi pintura! exclama una niña detrás de él, que resulta ser la misma que creó a la amada del muchacho. Mira su hermosa muñeca con un ordinario chico de la calle y comienza a llorar, pues se supone que debería estar con un apuesto príncipe. El estudiante se voltea y se encoge de hombros.
-Pensé que a tu muñeca le gustaría una pareja sisea entre dientes y vuelve adentro. La niña los mira con ojos llorosos, se resigna y entra también. El chico gira sus ojos a la derecha. Su sorpresa fue muy grande al ver a su hermosa chica parada a su lado. Él sonríe y ella lo observa expectante, mientras recoge una flor del jardín y se la da. Ambos intercambian miradas y se dan un beso lleno de amor.