El Bosco, un artista visionario Natalia González Zaragoza DNI: 48395126K TELF: 600745169 ngzaragoza@yahoo.es
Introducción En este artículo se reflexiona sobre la vida y obra del pintor holandés Hieromymus Bosch, llamado en España el Bosco. Destaca en su obra el horror vacui, de conjuntos de figuras humanas situadas en espacios sin apenas profundidad; estos espacios describen a lugares simbólicos y mágicos, llenos de claves y secretos que se describen en este artículo. El Bosco fue un pintor que no sintió interés por las teorías renacentistas que situaban a la obra de arte como una ventana al mundo real. Sus obras ahondan en otros aspectos más relacionados con la renovación de las costumbres religiosas y sobre el combate a la corrupción. Esto no deja de lado al indudable valor artístico y plástico de su obra que destaca por la riqueza de formas surrealistas y oníricas y por el manejo minucioso del dibujo y el detalle propio de los artistas flamencos y una capacidad pictórica cromática llena de sensibilidad. El Bosco: un artista visionario Durante el Renacimiento italiano, aparece en Holanda un pintor totalmente ajeno a este movimiento pero que también trata de alejarse de las corrientes góticas y flamencas y anunciar la llegada de nuevos tiempos, este pintor es Jerónimo Bosch, conocido como El Bosco. El Bosco, pintor neerlandés (1450-1516), representa, por su singular tratamiento de los temas religiosos, un acercamiento a las corrientes surrealistas más propias del s. XX. Al margen de sus valores plásticos, aun ligados al estilo flamenco, (el renacimiento en los Países Bajos), su obra resulta de difícil comprensión por el público actual. Cuando contemplamos su obra reconocemos que ofrece una crítica mordaz a algunos estamentos de la sociedad de su época, pero no sabemos traducir sus mensajes ocultos enmascarados en trágicas y desconcertantes caricaturas humanas unidas a temas religiosos tradicionales. Todos sus personajes se mueven en escenarios extraños e inquietantes que surgen en un mundo mezclado de fantasía y realidad. Para entender la obra del Bosco debemos en primer lugar situar su vida y obra en el contexto social y religioso de su entorno. En Holanda y en toda Europa surgen las primeras manifestaciones de la Reforma eclesiástica que atenta sobre la riqueza y poder de la iglesia. El mundo espiritual se articula en torno a contrastes fuertemente diferenciados: mundanidad y ascetismo, amor a la vida y atracción a la muerte, miedo y ensoñación. En esos momentos de transición y confusión religiosa surgen las primeras sectas heréticas, como la de los adamitas, impulsadas por su predominante misticismo a criticar la intolerancia de los bienes terrenales, la mundanización del clero y las pretensiones de la iglesia de crear alianzas con las bancas europeas. Por otro lado, estas nuevas tendencias religiosas señalaban como inmoral la vida que llevaban monjes ambulantes y vagabundos sin arraigo alguno, situación que remarcaba más la creciente corrupción de todas las clases sociales. El Bosco se sabe que fue un honrado y culto burgués, además de un devoto ciudadano. Su ciudad, s Hertogenbosh, se caracterizaba por una elevada cultura religiosa, que poseía una comunidad burguesa integrada sobre todo por humanistas y editores. La ciudad destacaba por un elevadísimo número de iglesias, monasterios y
órdenes religiosas. En ese ambiente también convivían sectas religiosas, las cuales ocultaban o, alternativamente, exhibían sus doctrinas, basadas en antiguos textos ignorados o rechazados por la iglesia oficial. Esos textos sagrados se ofrecen críticas mordaces a la sociedad fraudulenta, corrupta e inmoral que imperaba por aquel entonces. El pueblo de s Hertogenbosh también era especialmente conocido por la producción de órganos y campanas, quizá éste fuera un motivo por el que El Bosco, incluyese en sus obras, muchas veces instrumentos musicales, acercando sus cuadros moralizantes a su entorno habitual. La obra del Bosco también se relaciona con algunas obras literarias contemporáneas, como la Leyenda Áurea, de Jacobo della Voragine que, describían relatos de la vida de santos como la de San Antonio, historia que le valió para llevar a cabo un tríptico lleno de extrañas simbologías. Otro personaje influyente debió ser el predicador Alain de la Roche que relataba visiones apocalípticas. Semejante material de reflexión, junto a otros saberes como las miniaturas de los manuscritos y los proverbios de su país, constituye una buena parte del imaginario del Bosco. Parece extraño que este pintor fuera tan aceptado en su época, pues sus mensajes aunque son de gran complejidad en la actualidad, en su momento eran totalmente legibles y comprendidos por la sociedad que, reconocía en sus analogías y metáforas las críticas que se realizaban a la sociedad, especialmente a la iglesia, a la vanidad, los valores terrenales, los pecados del hombre, eran los temas más recurrentes. Pero, Cómo se atrevió a realizar semejantes obras, situando a los clérigos en situaciones vergonzosas y, no crear problema alguno en la iglesia o la política? Los cuadros del Bosco gustaban a sus contemporáneos y eran, aprobados, solicitados y encargados por reyes, como Felipe el Hermoso, duque de Borgoña, que le encargó un Tríptico del Juicio Final; su hermana Margarita de Austria, que poseía las Tentaciones de San Antonio, firmada por El Bosco. Incluso después de su muerte en 1516, empezaron a surgir gran cantidad de imitadores de su obra siendo sobre todo, muy influyentes su tratamiento del color y su bestiario personal. El exponente más convincente e importante fue Pieter Brueguel, el viejo. Felipe II, rey de España y gobernador de los Países Bajos, en el s. XVI se convirtió en un gran admirador suyo e hizo lo posible por adquirir las mejores obras del Bosco. Por eso hoy, lo esencial de su obra se encuentra en el Museo de El Prado. También un cliente suyo, llamado Diego de Guevara llego a nombrar a las obras del Bosco, como extrañas efigies de cosas. Lo que me sorprende de las biografías del Bosco es que no hay motivo alguno para considerarlo una especie de hereje. Se sabe que pertenecía a una cofradía religiosa y fue admirado por los más altos círculos de la nobleza católica de su tiempo. Con estos apuntes sobre su vida, pretendo a través de este artículo, desvelar algunas metáforas y analogías que sitúan a la obra del Bosco, como una fiel muestra del sentimiento religioso.
Hay muchas controversias sobre la cronología de las obras del Bosco, pues estás no presentan fechas, sin embargo se pueden ordenar por su maduración en la técnica pictórica y tratamiento de los temas. En sus primeras obras muestra un gran interés en la literatura satírica contemporánea, como en la obra, Los siete pecados capitales. Su tratamiento es rígido y su pincelada dura, en oposición a sus últimas obras donde utiliza una pincelada suelta y enriquecida con veladuras. El Bosco ya empieza a criticar a todo tipo de charlatanes, ricos y frailes lujuriosos. Aunque sus cuadros más famosos que muestran una imaginación fértil y extraordinaria que no tiene precedentes, son los más conocidos: El Juicio final, el Carro de Heno y el Jardín de las delicias. En el Juicio final, se presenta un paisaje infernal muy original, lleno de demonios y de hogueras, con extrañas construcciones y instrumentos de tortura. El bestiario que utiliza es de lo más esperpéntico y variado: monstruos mitad hombres mitad animales, formas animadas y inanimadas que aumentan su efecto de inquietud y horror al recibir distintos tratamientos de tamaño o escala. Llama la atención un huevo que corre con una flecha con unas piernas enfundadas en unas botas. La mayoría de todos estos personajes grotescos están tomados de manuscritos medievales. En el cuadro, El Carro de heno, surge un tema nuevo en el arte holandés. Las tablas laterales muestran la creación del hombre y el infierno mientras, en la interior se muestran los pecados del hombre. En la tabla central, varios demonios empujan un carro de heno sobre el que hay dos amantes, llevándolos al infierno. Tras el carro, los máximos representantes de la sociedad, el obispo, reyes, e ilustres personajes se muestran rodeados por una muchedumbre que pelea por coger briznas de heno. Parece ser que el Bosco se inspiró en un proverbio de su época para realizar este tríptico, en el que el heno simboliza la vanidad del hombre. Destacan en un primer término, frailes y monjas realizando actividades fraudulentas. Sobre el aparente pesimismo de la obra, el Bosco ofrece todavía un resquicio de esperanza para toda esta gente, y esto lo muestra a través de la representación de Cristo, situado en una nube con los brazos abiertos enseñando sus llagas. Esta imagen, simboliza según la iconografía medieval, la salvación a la que el humano siempre puede aspirar, sin embargo, nadie se percata de su presencia excepto, un ángel que está situado encima del carro. Este cuadro se puede leer del siguiente modo, el primer panel ofrece el pecado del mundo, el segundo su propagación en este mundo y el tercero su castigo después de la muerte. En la mayoría de los cuadros del Bosco no deja nunca de lanzar advertencias contra la insensatez, el pecado y el demonio y lo hace mediante la inclusión del propio Cristo o, santos como San Jerónimo o San Juan Bautista, entre otros. El pecado capital de la lujuria es el tema central del Jardín de las delicias. La tabla central, muestra un jardín de belleza perecedera y exuberante en un ambiente de tonos rosáceos y azulados. En él las figuras aparecen débiles o frágiles con cuerpos delicados y blancos. El tema central aparece flanqueado, una vez más por, la creación y el infierno. Llama la atención el horror vacui, a la hora de situar tantas figuras y escenas, creando una visión casi decorativa del panel. Las figuras disfrutan de un entorno lúdico y aparentemente inocente pues, lo que en realidad quiere demostrar el Bosco, es simbolizar lo pasajero de la belleza y el placer carnal. Los símbolos que utiliza para enmascarar estos mensajes son las frutas dulces, que comen con gula
los personajes y, el exotismo de las escenas con animales sacados del folklore contemporáneo. Una de las imágenes más inquietantes de este tríptico aparece en la tabla del infierno y corresponde a un monstruo blanco salido de una pesadilla; se encuentra en el centro del panel, con piernas como árboles secos y con cabeza blanca pegada a un cuerpo que, combina el aspecto de una cáscara de huevo rota con el de un pato desplumado. A través de este cuadro vemos como el Bosco demuestra su gran dominio por representar paisajes infernales, con fuegos fatuos y hogueras con sus respectivos seres diabólicos a los que se suman edificios y construcciones fantasmales, realizadas con caparazones y patas de cangrejos. En el panel central se desvela otro ejemplo de metáfora de la iconografía medieval; dos figuras cubiertas de vello representan a Adán y Eva y simbolizan el pecado del mundo. Detrás de ellos surge otro personaje que por su indumentaria es Noé. Según las teorías medievales, la historia del mundo podía dividirse en varios periodos, el primero de los cuales iba desde Adán a Noé y el Diluvio Universal. Además, según la religión holandesa, el periodo anterior al diluvio universal se asocia con frecuencia a la decadencia moral y a la degeneración amorosa. Luego el panel central representa el resultado del pecado de Adán y Eva. Las representaciones de los bestiarios son resultado de todo tipo de mezclas entre animales y seres humanos y se pueden interpretar como alucinaciones causadas por la presencia del demonio. Estas presencias son las que llaman tanto la atención a los espectadores de la actualidad y del pasado y las que más han inspirado a otros artistas como Francisco Goya, Willian Blake, Odilon Redon, Max Ernst o Salvador Dalí. Lejos de las metáforas visuales, analogías a la religión y críticas sociales sus pinturas destacan también por sus composiciones enigmáticas, la transparencia líquida, casi vidriosa de la pintura y el tratamiento del color heredado de los artistas flamencos, como Van Eyck. También destaca un dibujo preciso y una pincelada cada vez más suelta decidida. Quizá sean estas cualidades unidas a su imaginación desbordante, para crear personajes fantásticos los que le sitúan como un pintor excepcional que, ha inspirado a artistas simbolistas y surrealistas del s. XX. Bibliografía: El Arte y el hombre. René Ruyghe. Editorial Planeta, S.A. Barcelona. Summa Pictórica. Historia Universal de la pintura. Editorial Planeta, S. A. Página Web: ArteEspaña, arteespaña.com. Ciber-Arte.com y Nuestro-Arte.com