HOMILIA CLAUSURA DEL AÑO DE LA FE Y CAMINATA POR LA FAMILIA Y LA VIDA. MONSEÑOR ÁNGEL SAN CASIMIRO FERNANDEZ OBISPO DE LA DIOCESIS DE ALAJUELA. Hermanos (as): El evangelio que acabamos de escuchar nos invita a levantar nuestra vista para mirar al futuro. No es el anuncio de la cercanía del fin del mundo. Es una exhortación a vivir el presente con ojos abiertos. Este no es tiempo para el temor ni el pesimismo, sino para el discernimiento y la esperanza. Desde esta perspectiva del discernimiento y la esperanza quiero ubicar el contexto de esta gran caminata de la fe en pro de la familia y de la vida que hemos realizado este Domingo 17 de Noviembre representantes de las ocho diócesis de Costa Rica, acompañados por hermanos y hermanas de la alianza evangélica que amablemente han querido sumarse a nosotros. A qué obedece esta caminata? Nos han preguntado de diferentes medios de comunicación. Simplemente es la forma cómo a los Obispos de Costa Rica nos ha parecido bien celebrar la clausura de este año de la fe que el Papa emérito Benedicto XVI promulgó el 11 de octubre del 2012 y termina el próximo Domingo con la festividad de Cristo Rey. El Papa Benedicto nos proponía en el hermoso documento Porta Fidei = Puerta de la Fe con el que abrió este año renovar y
dar más profundidad a nuestra fe personal y eclesial. Por eso al clausurar este año, creo es la ocasión propicia para preguntarnos cómo es nuestra fe? Cómo la estamos viviendo? Creer por tradición familiar, cultural, no supone haber pasado por el encuentro personal con Cristo. Convertir la fe en pura profesión o conocimiento de verdades es reducirla en su capacidad de cambiar la vida, en su fuerza salvadora y transformadora. Una fe que no incida en la vida no es fe cristiana. La fe es por encima de todo una forma de vivir; la fe que salva no es una mera creencia sino una fuerza transformadora de la persona. No puede haber separación entre la fe que decimos profesar y la manera cómo vivimos cada día en la familia, en el trabajo, en la sociedad, la fe que no produce transformación de la propia persona, en realidad es una fe engañosa (ST. 2,14). Por eso hermanos (as), este año debe dejar en nosotros el deseo de propiciar en nuestra vida un verdadero encuentro con Jesús, encuentro que nos identifique cada día más a encarnar en nosotros los rasgos que el evangelio nos trazan sobre El. Por eso, como El, debemos salir a las calles de nuestras ciudades, debemos ir a las periferias de nuestras comunidades a proclamar como Jesús el Reino del Padre. Un reino donde se respeten los designios de Dios sobre valores tan fundamentales como la familia y la vida.
Ciertamente esta caminata no la hemos preparado como algunos piensan como una demostración de fuerza para contrarrestar otras marchas realizadas por hermanas y hermanos que no comparten nuestras convicciones y creencias en cuanto al tema de la familia y la vida. NO! La fe nos debe hacer respetar y acoger a toda persona independientemente si profesa o no mis creencias, de si tienen o no mis mismas convicciones. El respeto, el amor, debe estar por encisma de nuestras diferencias y pueden estar seguros quienes difieren en este tema de nosotros que jamás saldrá de nuestras bocas una palabra ofensiva y de doble sentido contra nadie. Quienes somos nosotros para juzgar! Diría nuestro Papa Francisco. No obstante este profundo respeto, sentimos la obligación en el contexto de este proceso electoral que estamos viviendo, de mostrarles a nuestros actuales y futuros legisladores y a nuestro actual y futuro gobierno, qué es lo que pensamos, anhelamos y queremos la mayoría de nuestro país en temas trascendentales como son la Familia, la vida y toda su cultura, sin que esto implique nos desentendemos de la problemática económica, social y política que nos está afectando. Por eso parafraseando a nuestro querido beato el Papa Juan Pablo II, que en el año 1983, hace treinta años ya, en este mismo lugar nos daba varios no y SI
muy significativos para la vida cristiana, quisiera darles los SI de la familia según Dios: - SI a la familia promotora y defensora de la cultura de la vida. - SI a la familia fundamentada en el matrimonio de un hombre y una mujer. - SI a la familia abierta a la vida en todas sus etapas, desde su concepción hasta la muerte natural. - SI a la familia cuna y escuela de personas que defienden la dignidad y el valor de todo ser humano. - Si a la familia que protege y defiende a todos sus miembros pero especialmente a los más vulnerables: niños y ancianos. - SI a la familia que lucha y se supera a pesar de sus caídas y problemas. - SI a la familia en la cual aunque algunos abandonan su barca sigue navegando con las velas de la fe y la esperanza. - SI a la familia que aunque no se ha podido consolidar de la mejor manera lucha por hacer de Cristo y su Evangelio su programa de vida. - SI a la familia cultivadora de valores cristianos y sociales que buscan el bien común. - SI a la familia que testimonia la corresponsabilidad de todos sus miembros.
- SI a la familia sana que es base y fundamento de una mejor sociedad. - SI a la familia que promueve el respeto y la tolerancia en la diversidad de pensamientos e ideas en la dinámica social. Por eso quisiera que nos quedáramos con dos consecuencias: a- La fidelidad a la auténtica familia fundada sobre el matrimonio entre un hombre y una mujer, y en especial a la unidad e indisolubilidad de esta institución. La Iglesia es consciente de los dolorosos datos de la realidad social sobre la familia, datos que hemos de considerar, pero que no pueden determinar nuestro comportamiento y actitudes. Somos conscientes de que hay muchos divorcios; uniones no sacramentales; que algunos desean reconocer civilmente como matrimonio las uniones de personas del mismo sexo; esa es la descripción social de una realidad, pero esto no indica la norma a seguir. La situación sociológica de la familia en un determinado país indica lo que acontece, pero no lo que la familia está llamada a ser como Buena Noticia para el mundo de hoy.
b- La otra exigencia demanda en especial de la Iglesia católica, el plantearse con realismo el cómo tratar y acompañar las diferentes realidades de la familia presentes en nuestro país. El Papa Francisco concretamente nos recordaba dos fases básicas de la vida familiar: la infancia y la vejez. Y a este respecto nos dice: Los niños y los ancianos son los dos polos de la vida y también los más vulnerables.. Una sociedad que abandona a los niños y margina a los ancianos arranca sus raíces y ensombrece su futuro Con esto no solo se comete una injusticia, sino que se sanciona el fracaso de esta sociedad. Prestar atención a los pequeños y a los ancianos denota civilización. Así nuestro querido Papa Francisco nos está marcando el camino de cómo se debe dar el acompañamiento a toda realidad familiar: cercanía, misericordia, ternura. Que así sea.