ÍNDICE Un Regalo de la Vida...03 2
Un regalo de la vida Mi padre es el mayor de cuatro hermanos. No se puede decir que los hermanos Prati eran niños de oro, o que sólo llenaban de orgullo a sus padres, pero en el seno de una familia un poco agitada al final mi padre ha sido motivo de orgullo. De los cuatro hermanos, tres hombres y una mujer, tres de ellos tenían nombres muy extraños. Mi padre, el viejo tomó el nombre de su padre, Zorday, el segundo en la línea se llamaba Itarp que es nada más y nada menos, que Prati (el apellido de la familia) por el contrario, la tercera hija ganó un nombre indígena porque las raíces de la familia, Suyamar, y el último, que fue inesperado y llegó casi diez años después de la penúltima, fue el que ganó un nombre común, Arthur. Los tres hijos mayores eran adolescentes en los años 70, donde la juventud era sinónimo de rebeldía, y se puede decir que eran el espejo de los jóvenes de la época. Mi padre era el hippie perfecto, tenía el pelo largo, vivía cada mes en una casa diferente, soñaba con ir a Woodstock y viajado por todo el país sin nada de dinero en el bolsillo. En medio del sexo, drogas y rock and roll los hermanos Prati tomaron caminos muy diferentes. Mi tío se detuvo en el tiempo, y se puede decir que hoy en día sigue siendo un poco hippie. Mi tía tuvo la suerte de tener un padre militar, en una época donde las hijas de la familia tenían derecho a una renta vitalicia. Nunca tuvo que trabajar, pero como mi abuela es una excelente costurera, lo que para ella es sólo una distracción. Arthur, el hijo más joven fue lo que aparentemente fue un modelo de hijo, pero que más tarde causó un gran revuelo en la familia al revelar que era gay. Mi padre fue el único de los cuatro niños que fue a la universidad. Mi abuelo quería que le siguiera una carrera como ingeniero como él, pero mi padre no podía verse a sí mismos frente a los números por toda la vida, amaba las artes, y quería trabajar con algo más creativo. Convenció a su padre que tal vez la Arquitectura sería más apropiado para él, pero el curso no fue la mejor idea, mi padre reprobó seis veces en la materia de Cálculo I. Se decidió entonces cambiar drásticamente la carrera y se matriculó en el curso de las Relaciones Públicas, sin avisar a su padre, que nunca aceptaría, pero con el tiempo mi abuelo finalmente descubrió y anunció que no iba a pagar el curso. Mi padre empezó a trabajar por primera vez por la necesidad, necesitaba ganar dinero si quería tener una carrera. Con los años la decisión de mi abuelo llegó a ser el mayor incentivo para la carrera de mi padre. En su primer trabajo fue el responsable de toda la edición de un periódico en una empresa en un momento en que las empresas no estaban todavía adeptas al uso del ordenador. Después de este trabajo se vinieron otros en varias otras grandes compañías, que le enseñaron mucho y le trajeron gran prestigio, él nunca tuvo problemas para encontrar trabajo. 3
En 1989 mi padre decidió hacer un postgrado, pero había una algo que le sacaba la atención de la clases: la secretaria del lugar. Mi padre no se calmó hasta que ella aceptó salir con él, algunos meses más tarde se casó con su cuarta esposa, mi madre. Mis padres tienen una gran diferencia de edad, casi 15 años. Esta diferencia casi nunca problemas a su relación, pero, obviamente, en las diferentes etapas de la vida, los sueños y los deseos son también diferentes. Mi padre, que ya estaba cerca de cuarenta años, no era adolescente y sentía que algo faltaba en su vida. Tenía un gran sueño, tener una hija. Mi madre era muy joven y no vía como una prioridad tener hijos ni siquiera había terminado sus estudios en la universidad. En ese momento mi padre trabajaba como gerente de marketing en una empresa de pintura en Porto Alegre, y mi madre todavía estaba trabajando en el mismo lugar cuando se conocieron. Incluso sin la certeza de mi madre, por descuido o por voluntad, en algún momento del mes de mayo 1990 mi padre regresaba de un viaje de negocios, y todavía en el aeropuerto recibió la gran noticia: iba a ser padre. Mi madre, que es una persona muy práctica quería un niño, mi padre, que siempre ha sido muy emotivo y muy cariñoso, quería una niña. Mi madre se dejaba llevar por su voluntad y estaba segura de que estaba embarazada de un niño, mi padre decía lo contrario. Al final el destino se puso a favor de mi padre y los dos esperaban una niña, eligieran como nombre Marina que significa "nacida de las olas del mar". 4
Entonces el 18 de enero de 1991, un viernes, nací yo. Era verano y hacía un calor de verano típico gaucho, húmedo y pesado. Mis padres fueron al hospital a las cinco de la mañana, mi madre esperaba tener un parto normal, pero después de un examen se sospechaba que el cordón umbilical estaba envuelto alrededor de mi cuello, así que optaran por hacer una cesárea. La verdad es que yo tenia y he engañado a todos para nacer más rápidamente. Así que a las 6h51min yo nací, pesando 3,2 kg y 49 cm. Yo fui la primera y única hija del matrimonio de mis padres. Además, en la familia de mi madre fui también la primera nieta, primera sobrina y mis padrinos la primer ahijada. Exactamente un mes después de mi nacimiento, el 18 de febrero, mi abuelo muriera en la casa donde vivían mis padres. Luego mis padres decidieron mudarse. Además de nosotros tres también vivía con nosotros mi primo, Lorenzo. Lorenzo era el hijo de mi tío, hermano de mi padre, que vivía en una ciudad bastante pequeña en la costa sur de Brasil, donde no había buenas escuelas, por lo que desde pequeño vivió con mi padre. Cuando nací, tenía once años, mi madre lo crió como un hijo y para mí era como un hermano. 5
Aun así, en torno a mis 4 años me extrañaba tener a alguien con quien jugar, y empecé a pedir a mis padres un hermanito. Mi padre siempre quiso tener otro hijo o adoptar uno, pero en esta ocasión trabajaba mucho y debido al trabajo siempre estaba de viaje. Nosotros dos casi siempre nos encontrábamos sólo en los fines de semana, y mi madre me crió prácticamente solo, así que no le gustaba la idea de tener otro hijo. Vivíamos en Porto Alegre, capital de Rio Grande do Sul, una ciudad bastante concurrida y violenta. Yo iba a una escuela privada y tenía muchos amigos, pero yo siempre estaba bajo la atenta mirada de mi madre. Debido a esta incertidumbre, y en busca de una mejor calidad de vida, cuando yo tenía nueve años, mi padre compró una casa en las montañas, en Canela, un pueblo de no más de 30.000 habitantes a dos horas de la capital, muy tranquilo y donde todos se conocían entre sí. Debido al trabajo mi padre no podía salir de Porto Alegre, por lo que se ha llevado mi madre y yo a Canela, y mi padre nos encontraba allí cada fin de semana. Ahora que mi madre y yo vivíamos en una ciudad diferente a mi papá mi sueño de tener un hermano se hizo cada vez más distante. Mi adaptación en Canela fue bastante difícil, al principio me extrañaba mucho a mis amigos en Porto Alegre, pero con el tiempo la ciudad se convirtió en mi casa, conocí a gente nueva e hice las mayores y mejores amistades de mi vida. En el invierno de 2002, durante las vacaciones me fui a Río de Janeiro para visitar a mi prima como lo hacia todas las vacaciones. Mientras me divertía allí, las cosas en mi casa no iban bien. A pesar no comprender bien, o incluso no querer comprender, sentí que mis padres ya no tenían la misma conexión de siempre, pero para mí era mejor fingir que las cosas algún día volverían a la normalidad. Pero lamentablemente la vida no funciona así. Durante el viaje, me contraje una bacteria que se proliferaba en la garganta, me volví muy enferma, parecía que sentía lo que venía. Cuando llegué casi no podía salir de mi habitación porque me sentía muy mal. Un día me levanté para ir al baño y pasé por la habitación de invitados y me sorprendí: todas las cosas de mi madre estaban allí. Ella, que había ido de compras cuando volvió me contó todo. Mis padres se separaron en julio de 2002. Cuando me contaron me prometieron que iban a hacer todo lo posible para hacer que mi vida cambiara lo menos posible. Y de hecho lo hicieron, yo y mi madre seguíamos viviendo en la misma casa durante dos años después de la separación. Mi padre continuaba yendo a Canela cada fin de semana, pero ahora dormían en habitaciones diferentes. Pero, inevitablemente, poco a poco todo iba quedando diferentes, las Navidades nunca fueron los mismas, ni los cumpleaños o la Pascua. Mi madre tuvo unos novios, mi padre algunas novias. Mi padre volvió a casarse, y a separarse de nuevo. Pasó el tiempo y en junio de 2005 mi padre conoció a quien sería su sexta esposa. Adriana era mucho más joven que mi padre, en ese momento tenia sólo 29 años, mientras que mi padre ya tenia 53. Pero a pesar de su edad, ambos tenían un 6
sinfín de cosas en común, una de ellas era el celo. Adriana tenía celos de todo y de todos, incluyéndome a mí, y mucho más a mi madre. Al final tuvimos que cambiar de casa, porque cada fin de semana cuando mi padre venia con su novia, mi madre tenía que salir de la casa. Esa historia comenzó con el pie izquierdo. Adriana y yo, obviamente, no se llevaban muy bien, porque me había causado una interrupción importante en mi vida. Con el tiempo me di cuenta de que este proceso era natural y que todo iba a pasar un día, ella sólo había acelerado este proceso. Adriana era joven y su mayor sueño era tener un hijo, y lo que antes era un sueño para mí, ahora era más una pesadilla. Tener un hermano, hijo de mi padre y mi madre era algo que siempre quise, pero tener un hermano hijo de alguien al que casi no conocía era muy diferente. En mi cabeza adolescente, yo que siempre he sido la princesita de mi padre, pensé que en el momento en que tuviera otro hijo, las cosas cambiarían, y ambos nos distanciaríamos. Lo que me tranquilizaba era que mi padre no compartía el mismo deseo, con ya más de 50 años, no estaba pensando en tener más hijos. Entre los muchos eventos la escuela estaba por terminar y con ella mis días en Canela. La ciudad no ofrecía buenas facultades y ya no tenía espacio para mis ambiciones. Yo estaba creciendo, y más que nada, quería crecer. Volver a la capital era mi plan. Luego, en marzo 2008 Me vine a vivir a Porto Alegre. Mi padre, con el fin de adaptarse a mi llegada estaba fue a vivir en un departamento más grande, en una zona privilegiada de la ciudad, cerca de mi universidad. Fue la primera vez en mi vida que iba a dejar de vivir con mi madre, y vivir sola con mi padre. Ambos anhelábamos esto, él porque finalmente tendría la oportunidad de ser padre por completo y no sólo los fines de semana, y yo más que nada porque tenía miedo. El miedo de estar lejos de mi madre, miedo de vivir con la nueva esposa de mi padre, el miedo de que él no me entendiera. Mi padre estaba muy feliz, y yo muy inquieta. Mi padre solía utilizar una frase que se adapta bien a diferentes situaciones: todo cambio trae dolor. Dejar un estado donde donde se esta acostumbrado e ir a un lugar completamente diferente es difícil. Todo cambio trae un torbellino de sentimientos. Mi vuelta a Porto Alegre no fue diferente. Nueva casa, nuevos amigos, nueva rutina. Como 7
se preveía en el primer año no fue fácil, el clima en casa no era agradable. Adriana de alguna manera me hizo sentir como si estuviera invadiendo su espacio y su matrimonio, y creo que en ese momento ella realmente así lo pensaba. Al principio hubo un esfuerzo mutuo de nosotras dos para un arreglo pacífico, pero todo el esfuerzo no fue suficiente. La sensación que tenía yo era de altibajos. La cordialidad era claramente por el bienestar de mi padre. A través de los años hemos aprendido a vivir juntas, respetando el espacio de cada una. Yo estaba haciendo mi vida en Porto Alegre, tenía mis amigos, universidad, trabajo. Mi padre hacía su papel de padre, y podría ser el mejor del mundo. Nosotros dos siempre hemos tenido mucha confianza en el otro y nunca mantenemos secretos. Desde que me fui a vivir con él siempre he tenido mucha libertad para tomar mis propias decisiones, pero mi padre siempre ha sido mi más grande guía. Siempre presente en las decisiones difíciles y yo vía en él un refugio seguro. Nuestra relación ha sido siempre la mejor. Crecí en Porto Alegre. Aprendí a ver las cosas de una manera diferente. Comprendí que ya no era una niña y tenía nuevas metas y responsabilidades. Todo esto me ha ayudado a hacer frente a lo que se acercaba. Siempre supe que Adriana tenía el deseo de ser madre, pero también sabía que mi padre era reacio a esta idea. Pero a pesar de las dudas de mi padre, una noche a mediados de agosto de 2010, mi padre fue a mi habitación para darme la noticia: Adriana estaba embarazada. No recuerdo lo que sentí en ese momento, pero mi primera reacción fue ir a ella y darle un abrazo. A pesar de todos los temores que tuve alguna vez sobre ese tema, vi la felicidad que sentía con todo eso, yo sabía lo mucho que lo quería todo. Yo ya no era una niña, ya estaba a medio camino a través de la universidad, tenía mis planes, estaba viviendo mi vida, sería egoísta por mi parte no querer que ellos sigan las suyas. Desde el comienzo del embarazo siempre di todo el apoyo posible para los dos. Recuerdo la primera ecografía, Adriana se llevó a casa el DVD con el sonido de corazón del bebé, cuando escuché no pude dejar de llorar. Por primera vez, estábamos viviendo un momento de gran paz en el hogar. La mayor alegría fue cuando nos enteramos el 8
sexo del bebé, yo iba a tener un hermanito. Mi padre decidió el nombre, peculiar, como casi todas las ideas de mi padre: Zeca Prati. Me invitaron a ser la madrina de Zeca. Me sentía dentro de la vida de ellos, me sentía en una familia. La espera por Zeca fue larga. Adriana quería tener un parto normal, por lo que esperaba hasta que el bebé quisiera nacer. Estábamos ansiosos, cada día esperábamos una señal que nunca llegaba. Una patada allí, un meneo allá, pero nada indicaba que iba a venir. Luego el 22 de marzo de 2011, alrededor de las siete de la tarde, yo estaba tomando un café con una amiga y recibí una llamada de mi padre. Mi hermano había nacido. Yo quería ir inmediatamente a la maternidad, pero no había razones ya que las horas de visita habían terminado. Al día siguiente, en la primera oportunidad fui al hospital. Zeca era un bebé recién nacido como cualquier otro, pero para mí era el bebé más hermoso del mundo. Desde la primera vez que lo vi todo que un día yo podría haber pensado sobre tener un hermano cambió. Sentí tanta emoción, tanto amor, era inexplicable. 9
Los días pasaban y mientras Zeca descubría el mundo nosotros descubríamos a Zeca. Con unos pocos años pero con mucha personalidad, hace que cualquiera se enamore. Sólo sonríe a quien le gusta, sólo haz lo que quiere. Tiene un amor inexplicable por su madre, algo que nunca había visto en mi vida. Desde que nació cumplo más de mi papel como hermana y madrina. Soy una hermana, soy niñera, soy medio madre, soy un fotógrafo, vuelvo a ser una niña. Ha heredado de mi el tono de voz, sólo sabe hablar fuerte. También heredó el amor por los animales, sus mejores amigos son nuestros perros. Ah! Y por supuesto, los ojos, lo que hemos heredado de nuestro padre. A finales de 2012 me decidí a venir a vivir a Buenos Aires. Y una vez más las palabras de mi padre, todo cambio trae dolor. Aquí estoy muy feliz, y vivo una etapa muy importante de mi vida. Conocí a un montón de gente, vi y veo un montón de cosas nuevas y diferentes, aprendí un nuevo idioma. Pero aún con todo eso, extraño a todos, todos los días. A mis padres, a mis amigos, a mi ciudad, pero más que todo, a Zeca. Hablo casi todos los días con él y mi padre por skype, no es lo mismo que estar con ellos, pero alivia la nostalgia. 10
Decidí contar esta historia, porque ella trajo una gran experiencia de aprendizaje para mi vida. A veces tenemos tanto miedo del cambio, a veces queremos que la vida se detenga y siga exactamente como esta. Pero hay cambios que pueden traer una felicidad inimaginable. Zeca es la mayor prueba de eso en mi vida. Su nacimiento trajo una unión a mi familia que nada podría haber traído nunca. También me llevé un gran crecimiento personal, y me hizo aprender a hacer frente a situaciones de una manera más madura. Y, por supuesto, por Zeca conocí un tipo diferente de amor, el amor de hermanos. 11