Arte y vida en el soneto XIII de Garcilaso de la Vega: la pasión de la forma

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Acta Universitatis Wratislaviensis No 3219 ESTUDIOS HISPÁNICOS XVII Wrocław 2009 ROBERTO MANSBERGER AMORÓS Ex catedrático extraordinario de las universidades de Varsovia y Wrocław Arte y vida en el soneto XIII de Garcilaso de la Vega: la pasión de la forma Palabras clave: mito metamorfosis amor contrariado ojos oídos figuras retóricas invención disposición. Los treinta y ocho sonetos que escribió Garcilaso constituyen, sin duda, un cancionero amoroso a la manera del modelo petrarquesco, aunque con personalísimo acento. Late en él, transfigurado 1, el dolorido sentir de la vida del poeta y su desgarrado amor por Isabel Freire, la dama portuguesa, la hermosa Elisa de las Églogas I y III. Como en todo humanista del Renacimiento, no falta en el poeta el amplio bagaje de la Antigüedad clásica, pero exquisitamente atenuado. Así, en los sonetos está casi ausente la materia mitológica salvo en el XIII 2 cuyos catorce versos desarrollan un motivo, en apariencia, exclusivamente mitológico, y del que Rafael Lapesa afirma que el arte del vate toledano nunca se muestra más poderosamente plástico 3 que en él. El ilustre investigador lo fecha entre 1533 y 1536. Conviene recordar para la interpretación del texto que la muerte de Isabel Freyre se sitúa entre la primera de las dos fechas y 1534. El soneto dice así: A Dafne ya los brazos le crecían, y en luengos ramos vueltos se mostraban; en verdes hojas vi que se tornaban los cabellos que al oro escurecían. 5 De áspera corteza se cubrían los tiernos miembros que aún bullendo estaban; 1 Véase E. Ortega, Garcilaso de la Vega, Barcelona, 2003. Cfr. K. Sliwa, Cartas, documentos y escrituras de Garcilaso de la Vega y de sus familiares, Madrid, 2006. 2 En él Garcilaso sigue muy de cerca a Ovidio en sus Metamorfosis. Hay alusiones a Ícaro y a Faetón en el soneto XII, y a Orfeo y Eurídice en el XV, pero sin nombrarlos. El XIX es una libre y breve trasposición de la fábula de Leandro y Hero. 3 R. Lapesa, La trayectoria poética de Garcilaso, Madrid, Revista de Occidente, (1948) 1968 2, p. 165.

54 Roberto Mansberger Amorós los blancos pies en tierra se hincaban y en torcidas raíces se volvían. Aquel que fue la causa de tal daño, 10 a fuerza de llorar crecer hacía este árbol que con lágrimas regaba. Oh, miserable estado! Oh, mal tamaño! Que con lloralla cresca cada día la causa y la razón por que lloraba! Esta pequeña fábula mitológica, o más bien fragmento unitario de fábula condensada en los catorce versos del texto, procede, como tantas otras, de Las Metamorfosis de Ovidio. Pero a Garcilaso sólo le interesan los dramáticos versos 548 556 del texto ovidiano, que, sin duda, leería en su versión original, como excelente latinista que era: Vix prece finita torpor grauis occupat artus: mollia cingitur tenui praecordia libro, in frodem crines, in ramos bracchia crescunt; pes modo tam velox pigris radicibus haeret, ora cacumen habet: remanet nitro unus in illa. Hanc quoque Phoebus amat positaque in stipite dextra sentit adhuc trepidare nouo sub cortice pectus conplexusque suis ramos, ut membra, lacertis oscula dat ligno: refugit tamen oscula lignum. 4 Ovidio entiende la fábula mitológica como motivo literario, y en su versión presenta esa típica tendencia manierista de toda su obra, que convierte los trágicos mitos de la cosmogonía helénica en símbolos alegorizantes, puestos con frecuencia al servicio de la política cesárea, como en el presente caso, pues el episodio deriva a una exaltación de Augusto. El poeta parece experimentar la necesidad de organizar el relato 5 superponiendo a una estructura de base narrativa (explícitamente contada) otra descriptiva, suntuosa y ornamental, que al mismo tiempo encante los ojos y los oídos según la fórmula horaciana, tan grata más tarde al Renacimiento, ut pictura poesis 6. 4 Ovidio, Metamorphoseon, texto revisado y traducido por Antonio Ruiz de Elvira, Barcelona, Alma Mater, 1964. El poema fue repetidamente vertido al castellano a lo largo del Siglo de Oro español. Una de las versiones más bellas es la de Pedro Sánchez de Viana, publicada en Valladolid en 1589. El pasaje transcrito ocupa los versos 889 905. Vid. Ovidio, Las Metamorfosis, edición, introducción y notas de Juan Francisco Alsina, traducción de Pedro Sánchez de Viana, Barcelona, 1990, p. 27. 5 Empleo aquí la palabra relato en un sentido técnico: manera en que dispone un autor la materia que va a convertir en forma y sustancia literarias. 6 El Pinciano la enuncia así en su Philosophia Antigua Poética, 1596: La pintura es poesía muda, y la poesía pintura que habla. Efectivamente: que este concepto-clave, que llegará al paroxismo en el Barroco, dislocándose, gozó de una extraordinaria naturaleza anfibia, se pone de manifiesto en las múltiples versiones plásticas de estas fábulas mitológicas, en grabados, relieves

Garcilaso de la Vega: la pasión de la forma 55 Retengamos también el siguiente dato: Las Metamorfosis se organizan, entre otros factores, sobre algo que constituirá, más adelante, el esquema estructurador de las Heroidas: la dualidad que surge de la oposición entre lo masculino y lo femenino y que aparece representada en el símbolo de la pareja (Deucalión y Pyrra, Eco y Narciso, Cadmo y Hermione, Dafne y Apolo, etc.). La culta popularidad, por así decirlo, de que gozaron estas historias (no hay que olvidar el prestigio de Ovidio ya en la Edad Media como autor leído en las Escuelas) 7 permite a Garcilaso concentrar la historia de la transformación de Dafne en laurel en la difícil brevedad de un soneto 8. Para ello cuenta con la colaboración del lector posible, que restablece, al través de un espacio cultural común, la parte de relato omitida: cólera y venganza de Eros, locura amorosa de Apolo, persecución de la ninfa, invocación al padre, consagración triunfal del árbol; es decir, aquellas zonas que rodean al núcleo, constituido por la metamorfosis de la virgen consagrada al casto y nocturno culto de Diana. Despojado así el tema central del contexto explícito, emerge potenciado, tanto a nivel expresivo como significativo, dentro de unos límites precisos, permitiendo al autor de la nueva versión la inserción del poema dentro de un nuevo contexto: el de su propia experiencia vital, como veremos. Que a Garcilaso le atrajo particularmente la fábula de la metamorfosis de Dafne, lo revela su utilización en otro poema, donde presenta, por cierto, convergencias textuales bien notables, ya repetidas veces señaladas por la crítica. Me refiero a la historia contada en los versos 145 al 168 de la Égloga III, que corresponden a tres octavas reales dentro de la serie de veintisiete que viene a constituir la segunda fase de la parte inicial del poema. Cuenta aquí el poeta cómo cuatro ninfas del Tajo 9, descansando la hora de la siesta en un verde prado, tejen con artificio sendas labores en preciosas telas (lo cual da y pinturas. De Dafne transformada en laurel existen, por citar algunos nombres, las versiones pictóricas de Albano, Il Sodoma, Appiani y Mantenga; esta última a manera de emblema y con el expresivo título de El triunfo de la Virtud. Las manifestaciones poemáticas son innumerables, y ambos modos de expresión parecen confluir bien significativamente en 1594 (cfr. fecha del tratado de López Pinciano) en el primer drama musical estrenado en Europa, la Dafne de Ottavio Rinuccini. 7 Véase E.R. Curtius, Literatura Europea y Edad Media Latina, México Buenos Aires, 1955, pp. 80 y ss. Mª.R. Lida de Malkiel, Transmisión y recreación de temas grecolatinos en la poesía lírica española, en: Mª.R. Lida de Malkiel, La tradición clásica en España, Barcelona, 1975, pp. 35 99. R. Mansberger Amorós (RMA), Mitología y Literatura, en: H. Greiner-Mai (ed.), Diccionario Akal de Literatura General y Comparada, Traducción, revisión y ampliación de la edición española de R. Mansberger Amorós, Madrid, 2006, pp. 228 233. 8 A propósito de esto dice Fernando de Herrera en el elogio y definición del soneto que encabeza sus Anotaciones a Garcilaso (1580): En ningún otro género se requiere más pureza i cuidado de lengua, más templança i decoro; donde es grande culpa cualquier error pequeño; i donde no se permite licencia alguna, ni se consiente algo que ofenda a las orejas, i la brevedad suya no sufre que sea ociosa o vana alguna palabra sola. (Obras de Garci Lasso de la Vega con anotaciones de Fernando de Herrera, Sevilla, Alonso de la Barrera, 1580, ed. facsimilar de la RAE, p. 66). 9 De cuatro ninfas que del Tajo amado / salieron juntas, a cantar me ofresco, / Filódoce, Dinámene i Climene, / Nise, que en hermosura par no tiene. (Égloga III, versos 53 56).

56 Roberto Mansberger Amorós pie a comparaciones con las tablas de Apeles y Timantes, los pintores griegos constituidos en paradigma tópico del neoplatonismo renacentista); y cómo estas telas representan otras tantas historias de amor. Las tres primeras describen los mitos de Orfeo y Eurídice, Apolo y Dafne, y Venus y Adonis; la cuarta es en realidad una fábula pseudomitológica dedicada al recuerdo emocionado de Isabel Freyre bajo el nombre de Elisa. Lo autobiográfico está en el centro de ella por lo que asistimos a una sugestiva metamorfosis de vida en literatura, no a lo romántico, por exhibición, sino a lo clásico, por ocultadora nivelación entre mundo real y mundo fingido 10. Pero es la fábula segunda la que de momento nos interesa por arrojar su luz en sus afinidades y diferencias sobre el Soneto XIII. Como texto de nivel secundario en esta explicación, la transcribimos entre paréntesis: 145 (Dinámene no menos artificio mostraba en la labor que había tejido, pintando a Apolo en el robusto oficio de la silvestra caza embebecido. Mudar luego le hace el ejercicio 150 la vengativa mano de Cupido, que hizo a Apolo consumirse en lloro después que le enclavó con punta de oro. Dafne, con el cabello suelto al viento, sin perdonar el blanco pie, corría 155 por áspero camino tan sin tiente, que Apolo en la pintura parecía que, porque ella templase el movimiento, con menos ligereza la seguía. Él va siguiendo, y ella huye como 160 quien siente al pecho el odioso plomo. Mas a la fin los brazos le crecían, y en sendos ramos vueltos se mostraban, y los cabellos, que vencer solían al oro fino, en hojas se tornaban; 165 en torcidas raíces se estendían los blancos pies, y en tierra se hincaban. Llora e1 amante y busca el ser primero, besando y abrazando aquel madero.) La primera constatación es que Garcilaso se ha valido, para presentar esta fábula, lo mismo que en las tres restantes, de un motivo clásico y de tradición antigua: el episodio escenificado en las imágenes que se representan en una tela bordada (otras veces puede ser un tapiz, la proa de una nave, el escudo de un guerrero, etc.), lo que permite una visualización de la narración, y un 10 Dice Antonio Marichalar en su prólogo a la edición de Garcilaso de la Vega, Obras, Espasa- Calpe, 1939, p. 11: Romántico del clasicismo, Garcilaso contiene todo el desasosiego, que, andando el tiempo, se hará delirante. Pero, en él, se produce en la mesura de su espíritu clásico.

Garcilaso de la Vega: la pasión de la forma 57 orden del relato desplegado espacial y temporalmente en la dirección de la mirada. Por otra parte, el carácter externo del motivo y su repetición, como recurso de lo que llamo procedimientos de la presentación textual, permite acotar los cuatro fragmentos paralelos en unidades (relativamente) autónomas, condición indispensable para cualquier tentativa de explicación de textos. También podríamos haber procedido, en este intento de delimitación textual, recortando los temas desarrollados por medio de los motivos. En este caso nos encontraríamos con uno solo, repetido en los cuatro fragmentos; a saber, el del amor contrariado por la muerte (regreso al Infierno, metamorfosis, herida mortal, muerte prematura, en las cuatro versiones respectivas). Pero no sólo la forma interna del relato, también la externa, coadyuva en este caso eficazmente al deslinde de unidades textuales, pues al hallarse configurada en una serie de estrofas de estructura cerrada, como son las octavas reales, claramente discernibles, se puede presumir como hipótesis de trabajo la existencia de una correlación entre la forma y la materia de los textos. Efectivamente: las tres primeras historias se articulan en orden paralelo a lo largo de tres octavas cada una de ellas. No así la última, la cual, sin duda por sus contenidos vivenciales, se prolonga cinco estrofas más. En todo caso, hemos tenido que hacer una labor de abstracción consistente en aislar las unidades textuales de un contexto, que es la totalidad del poema, contexto que no dejará de aportar insoslayables connotaciones a partir de esa especie de presencia latente en que lo hemos convertido. Por lo que respecta al Soneto XIII el planteamiento es distinto. Como todo soneto, presenta un carácter unitario, que no dudaría en calificar como el más perfecto de las formas literarias (recuérdense las palabras de Herrera). Su estructura externa en cuanto poema estrófico se constituye al mismo tiempo en la estructura de su forma interna al configurarla. Y no sólo adopta una disposición cerrada como la de la octava real con sus ocho versos rigurosamente ordenados, sino que, así como la materia moldeada en estas estrofas, la forma interna puede ser abierta y admitir, teóricamente al menos, una serie de dilataciones e interpelaciones por medio de nuevas estrofas, tal como acabamos de ver en la cuarta fábula de la Égloga III, el soneto presenta una forma interna de estructura conclusa, no prorrogable. De aquí su carácter constitutivamente unitario y de alta densidad específica, acaso sólo comparable a la de los teoremas de las ciencias exactas 11. Ahora bien, que un soneto carezca de contexto inmediato, no quiere decir que carezca de un ambiente textual, si bien a otro nivel de función, comparable al que rodea a la totalidad de un texto (novela, ensayo, poema) y que presenta la siguiente perspectiva paradójica: es unidad como suma de todas 11 Que esto es así se corrobora incluso en casos que parecen contradecir nuestro punto de vista, como los veintidós sonetos cíclicos de Cántico. Jorge Guillén los sitúa con rigurosa exactitud como eje de simetría del texto, no en función externa, sino en la interna de centro de gravedad de la obra hacia el que convergen los demás poemas, constituyendo cada soneto de por sí la plenitud de un tiempo, un espacio temporal completo.

58 Roberto Mansberger Amorós sus partes, y al mismo tiempo puede ser considerado fragmento como parte de la obra más amplia o completa del autor, de la época, de la literatura a que pertenece, etc., en círculos concéntricos cada vez más amplios, pero también de contornos cada vez más tenues. Esto no contradice en nada, volviendo al punte de partida, el carácter unitario del soneto en cuanto texto singular. En este sentido, el contexto del Soneto XIII lo constituye, a nivel inmediato, el conjunto de los treinta y siete o treinta y ocho sonetos que forman la producción total de Garcilaso en esta modalidad. A nivel más mediato, la obra restante. Y es aquí, precisamente, donde hay que situar la versión, ya citada, de la fábula de Dafne y Apolo. Ello plantea un problema de inter y extratextualidad de difícil solución. Esto ya nos introduce dentro del ambiente en que podría haber surgido el breve, pero patético poema. Inclinémonos ahora sobre éste y tratemos de dilucidar su tema central analizando los motivos literarios de que se vale el poeta. Tal vez una nueva confrontación con el texto correspondiente de la Égloga III nos ayude a su esclarecimiento. Cuatro parecen ser aquí los motivos que lo articulan. El primero, que cumple una función referencial, alude a la cólera de Cupido y subsiguiente venganza, que inspira en el pecho de Apolo furioso amor por Dafne. Este motivo, de raigambre épica, ocupa la estrofa inicial (versos 145 152). La estrofa siguiente (versos 153 160) gira en torno a la persecución del dios y huida de la ninfa. Por último, la octava tercera nos presenta la transformación de Dafne en laurel y el llanto de Apolo (versos 161 168). Puede, pues, establecerse la siguiente serie argumental de motivos binarios: venganza locura, persecución huida, metamorfosis llanto. Se trata en los tres casos de motivos consagrados en la literatura europea por la tradición grecolatina. Y cabe reiterar que Garcilaso sigue de cerca el texto ovidiano aunque procediendo por reducción y deteniéndose allí donde el poeta latino da paso a un nuevo motivo: el de la consagración del laurel al dios y vaticinio triunfal. El resultado será que en la Égloga encontramos un tema genérico, amor imposible, que hallará su sentido específico en la cuarta fábula, autobiográfica ésta: amor malogrado por la muerte. En Ovidio, por el contrario, el tema resultará ser, como se ha visto, la glorificación de la Roma cesárea. En una palabra, se pasa de lo lírico a lo épico, y del mito antiguo surge el mito del futuro con visión alegórica. A nivel del soneto volvemos a hallar una nueva reducción. Ya el poeta no cuenta aquí, como dijimos, con un contexto explícito; todo ha de concentrarse en catorce versos. Los tres motives binarios de la Égloga quedan reducidos a uno solo, el último: metamorfosis llanto. Los contenidos implícitos, en forma de lo que llamaré contexto latente, se intensifican, sumándose también cuando pasamos al plano temático con sus sobreentendidos, el cual puede quedar enunciado del siguiente modo: amor imposible, malogrado por la muerte, pues éste es, a mi entender, el sentido que hay que dar a la transfiguración de la ninfa, a que asistimos en compañía del poeta. Y así, éste es el título temático que elegiríamos para este soneto, puestos a darle uno movidos

Garcilaso de la Vega: la pasión de la forma 59 por la consideración metodológica relativa al poder configurador y agrupador de los títulos y demás acotaciones epigráficas. También un título argumental basado en los motivos narrativos citados sería posible, y de hecho este modo de rotulación es muy frecuente, pero su poder engañoso es grande. El interés de los títulos o epígrafes temáticos estriba en que constituyen una aproximación al sentido íntimo del texto, o, si se prefiere la terminología hjelmsleviana, en que ayudan a la comprensión de las transformaciones operadas desde la sustancia del plano del contenido a la sustancia del plano de la forma. Apasionante perspectiva, que vuelve a enfrentarnos con el nunca resuelto problema de la representación de la realidad en la literatura en el sentido de Auerbach en Mimesis o del Goethe de Poesía y Verdad. Situados en esta perspectiva, volvemos a la confrontación entre égloga y soneto e introducimos ahora una rectificación complementaria: ciertamente los veinticuatro versos de la fábula en las octavas se han reducido a los catorce del soneto, pero la escena clave se cuenta en sólo una estrofa de la égloga, en tanto que ocupa la totalidad del Soneto XIII. Esta ampliación se verifica sobre el motivo metamorfosis llanto, común a ambas formas, y de la siguiente manera: los versos 5º y 6 del soneto ( De áspera corteza se cubrían / los tiernos miembros que aún bullendo estaban ) no aparecen bajo ninguna variante en la égloga, y el llanto de Apolo, que ocupa los dos tercetos del poema autónomo, se resuelve en el pareado que cierra la octava real ( Llora el amante, y busca el ser primero, / besando y abrazando aquel madero ). En el soneto la expresión de la fase segunda de este motivo binario se ha multiplicado por tres al pasar de dos endecasílabos a seis. La fase primera aumenta, por su parte, en un tercio (de seis versos a ocho). Estos datos cuantitativos, bastante significativos de por sí, cobrarán plenitud de sentido en la explicación, cualitativa, de la forma interna. Continuando el inventario de datos que nos suministra la estructura externa, observamos, con otros críticos, que Garcilaso emplea algunos versos casi idénticos en la octava y en el soneto (textos que en lo sucesivo designaré respectivamente por A y B). Retengamos también que esta cuasi identidad sólo afecta lo concerniente a Dafne. El tratamiento del llanto de Apolo presenta grandes divergencias. El cotejo de las variantes aludidas da los siguientes resultados, subrayados en la transcripción: Texto A: Mas a la fin los brazos le crecían, Y en sendos ramos vueltos se mostraban; (v. 161 162) Texto B: A Dafne ya los brazos le crecían y en luengos ramos vueltos se mostraban; (v. 1 2) El texto A, precedido de un contexto explícito, manifiesta con respecto de éste un orden sucesivo, un antes y un después ( a la fin ), en tanto que al texto B nos sitúa abruptamente dentro de la narración de la escena por medio de la urgente presentación del sujeto ( Dafne ) y de ese ya, que exige del

60 Roberto Mansberger Amorós lector, del culto lector del Renacimiento, saciado de tópicos mitológicos, la referencia implícita a lo no dicho, haciéndelo así copartícipe con el autor en la situación creada por el texto. Hay, en segundo lugar, la oposición imagen lógica / imagen expresiva sugerida por los epítetos sendos y luengos atribuidos al sustantivo ramos Texto A: Y los cabellos, que vencer solían al oro fino, en hojas se tornaban; (v. 163 164) Texto B: en verdes hojas vi que se tornaban los cabellos que al oro escurecían; (v. 3 4) Hallamos en estas dos versiones mayor variedad que en el caso anterior. El esquema es el mismo: los cabellos de la ninfa, más rubios que el oro, se convierten en hojas, segunda fase de la metamorfosis, que se va desarrollando ante la imaginación visualizada del lector. Ahora bien, el orden de presentación es inverso: en el texto A nuestra atención se centra en cabellos ; en el texto B, en hojas. La razón de esta inversión radica en que la referencia a las tres partes del cuerpo designadas en al primer texto y su correspondiente metamorfosis se distribuye de dos en dos versos por orden correlativo, hasta el sexto. No así en el soneto, como veremos. Pero 1o que realmente sorprende, y es, a mi entender, la clave de la segunda composición, es ese vi con que el poeta se inserta en el relato, aspecto que reservo para el comentario de la estructura profunda del poema. Finalmente la constatación siguiente: en el texto B, los versos del A: en torcidas raíces se estendían los blancos pies, y en tierra se hincaban! (v. 165 166) se corresponden con los siguientes: los blancos pies en tierra se hincaban y en torcidas raíces se volvían (v. 7 y 8) donde reaparece la inversión en el orden de presentación, ya aludida, aparte de que en el soneto, este segundo cuarteto se completa con los versos: De áspera corteza se cubrían / los tiernos miembros, que aún bullendo estaban, que anteceden a los citados y que, como vimos, faltan en el texto A. De manera que a la serie brazos cabellos pies de los versos alternantes de la octava real corresponde la serie brazos cabellos miembros pies de las rimas cruzadas del soneto (cuartetos uno y dos). La separación estrófica de esta forma poemática ofrece mayores posibilidades que la meramente versal de las unidades métrico-rítmicas de la octava, y permite en el caso presente las siguientes particularidades: a) Los verbos (a excepción de vi, que pertenece a otro nivel) ocupan posición final de verso, creando hipérbatos.

Garcilaso de la Vega: la pasión de la forma 61 b) Los sustantivos que designan partes del cuerpo de la ninfa están situados en los versos extremos del primer cuarteto ( brazos, cabellos ) y medios del segundo ( miembros, pies ). c) La misma relación, sólo que invertida, por lo que se refiere a la designación de la metamorfosis vegetal: ramos, hojas, cortezas, raíces. d) Los versos primero y segundo, séptimo y octavo, ofrecen estructuras rítmicas y morfosintácticas paralelas, constituidas por esticomitias y coordinación, respectivamente. e) También les versos centrales (3º y 4º, 5º y 6º) presentan disposición similar, inversa a la de los anteriores en el doble aspecto señalado: encabalgamientos a base de un orden de predicado-sujeto. En resumen, las dos primeras estrofas aparecen trabadas entre sí por la disposición cruzada, como en quiasmos superpuestos, de los elementos que las integran, aumentando la impresión de unidad de la forma interna, que ya la comunidad de rimas (propia a los cuartetos del soneto) crea desde la forma exterior. Sólo ese inquietante, ese enigmático vi del tercer verso introduce un elemento de desequilibrio en la perfecta simetría arquitectónica de este breve alcázar sonoro. Y es este vi el que nos lleva ahora, cual hilo de Ariadna, hasta el recinto final de les tercetos: de aquel orden, no ciertamente sereno, a este desorden, no ciertamente caprichoso, en el que sólo se conserva, por mor de la estructura cerrada del soneto, la disposición paralela de las rimas. Con ello entramos en la fase final de la explicación: la interpretación del sentido íntimo del texto. Nos hemos alejado ( definitivamente?) de la Égloga III, que hemos utilizado como foco cuya luz podía iluminar zonas más o menos extensas de nuestro trabajo. No siempre este comparatismo es posible ni en un mismo grado deseable. Concentrémonos ahora en estos catorce versos que emergen, como autónomos, en el Cancionero del poeta y arrojemos nuestra mirada sobre el ambiente y los personajes, pero, esta vez, desde la perspectiva de la estructura interna. El primero, de tan recortado, apenas deja entrever un paisaje entre naturalista y fabuloso, tapado por figuras entre míticas y humanas. Estas figuras entre míticas y humanas son tres y constituyen e1 mundo de los personajes: Dafne, contemplada en la fase final de su trágica aventura: ya dice Garcilaso al iniciar el primer verso, contando, como vimos, con la tácita aportación del lector. Después, esos verbos condicionados por ese ya actualizador, con sus implícitos todavía no, ya no ; verbos finales de versos, subrayados, portadores de las rimas, a las que podríamos acusar de poco refinadas, si no descubriésemos enseguida ese poder de sugestión que encierran en su común aspecto imperfectivo, de acción que se desarrolla ante la mirada del poeta y nuestra imaginación; entre lo visto y lo representado. Esta impresión de inmediatez, que ha hecho que Lapesa, repitamos, considere este soneto como el más poderosamente plástico del arte garcilasiano, está potencia-

62 Roberto Mansberger Amorós da por la particularidad de que todos los verbos y frases verbales ( crecer, mostrarse vuelto en, tornarse en, escurecer, cubrirse de, estar aún bullendo, volverse en, hincarse ) pertenezcan al mismo campo semántico: el del cambio en su fase incoativa-terminativa. Y no sólo los ojos, también los oídos son solicitados por la escena en esos luengos ramos vueltos, áspera corteza, torcidas raíces y, sobre todo, ese aún bullendo estaban en que lo coloquial se eleva a un nivel de sugestión plenamente poético. El segundo personaje de nuevo requiere un entendimiento implícito esperable en el lector renacentista; es aquel que fue la causa de tal daño : Apolo, pero sólo aludido, y de manera que apunte al tema del dolor. Diríase que la referencia, al sustituir a la designación explícita, fundiese los contornos precisos del mítico personaje, y que entonces el yo del poeta, (yo) vi el tercer personaje, que se ha adentrado en el poema interiorizase ese aquel, fundiéndose a su vez con él en el motivo del llanto incontenible, exponente del tema, ya enunciado, del miserable estado, del mal tan magno ; en una palabra, del amor imposible malogrado por la muerte y acrecentado cada día (esa actualización que va desde el pasado vi al presente crezca ) por el recuerdo dolido. Es en estos tercetos donde lo descriptivo-narrativo de los cuartetos se transforma en pura liricidad, donde la emoción transforma en materia viva la fábula mitológica, porque ésta (cfr. la octava de la Égloga III), desde el tercer verso, ha dejado de serlo por la presencia del autor dentro de ella, convirtiéndola en una página fundamental de ese Cancionero erótico de dolorido sentir que, salvo escasas excepciones, son los treinta y tantos sonetos de Garcilaso. De este Soneto XIII podemos decir, por vía de conclusión, que en él el arte y el estilo del Renacimiento alcanzan una de sus cumbres paradigmáticas: en el ingenio que crea, reinventando la venerable fábula, apuntando hacia la agudeza de los dos últimos versos, convocando a los ojos y a los oídos (esos instrumentos del saber en la frase barroca de Saavedra Fajardo); en el juicio que ordena, al disponer lo que el ingenio dicta 12 ; en la rigurosa trabazón de las estructuras del poema; en el tránsito no abrupto, sin ruptura de planos, de lo real a lo fabuloso y viceversa; en la fusión y no confusión barroca, entre Artificio y Sinceridad; en la emoción ahormada, no romántica; en la pasión de la forma. Referencias bibliográficas CURTIUS E.R. 1955 Literatura Europea y Edad Media Latina, México-Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica. 12 F. de Herrera, op. cit., p. 71, tras extenderse en reflexiones sobre la imitación (de Petrarca y los antiguos), señala que para conseguir el verso que conviene (al soneto) importa destreza de ingenio i consideración de juizio, expresión que, como sabemos, más tarde utilizará con frecuencia Baltasar Gracián.

Garcilaso de la Vega: la pasión de la forma 63 GARCILASO DE LA VEGA 1939 Obras de Garcilaso de la Vega, con prólogo de Antonio Marichalar, Madrid, Espasa Calpe. HERRERA F. de 1580 Obras de Garci Lasso de la Vega con anotaciones de Fernando de Herrera, Sevilla, Alonso de la Barrera. LAPESA R. 1968 La trayectoria poética de Garcilaso, Madrid, Revista de Occidente (1948 1 ). LIDA DE MALKIEL Mª.R. 1975 La tradición clásica en España, Barcelona, Ariel. LÓPEZ PINCIANO A. 1596 Philosophia Antigua Poética, Madrid, Thomas Iunti. MANSBERGER AMORÓS R. 2006 Mitología y Literatura, en: H. Greiner-Mai (ed.), Diccionario Akal de Literatura General y Comparada. Traducción, revisión y ampliación de la edición española de Roberto Mansberger Amorós, Madrid, Akal, pp. 228 233. ORTEGA E. 2003 Garcilaso de la Vega, Barcelona, Ediciones Omega. OVIDIO 1964 Metamorphoseon, texto revisado y traducido por Antonio Ruiz de Elvira, Barcelona, Alma Mater, 1964. 1990 Las Metamorfosis, edición, introducción y notas de Juan Francisco Alsina, traducción de Pedro Sánchez de Viana, Barcelona, Planeta. SLIWA K. 2006 Cartas, documentos y escrituras de Garcilaso de la Vega y de sus familiares, Madrid, Latorre Literaria. Art and life in the sonnet XIII of Garcilaso de la Vega: the passion for the form Key words: myth metamorphosis a torn love eyes ears rhetorical figures inventio dispositio. Abstract This article meticulously analyzes the poetic and rhetoric strategies used by Garcilaso de la Vega in his sonnet XIII, where the myth of Daphne and her conversion into a tree is thematized. Garcilaso rewrites the mythological subject within the new context of his own life experience. The center of the poem is autobiographical, hence Garcilaso invites the reader to participate a suggestive metamorphosis from life into literature establishing an appropriate balance between real and fictional world.