Excmo. Sr. D. Juan Manuel Santos Calderón, Presidente de la República de Colombia Es un orgullo y un inmenso honor recibir este Premio Nueva Economía Fórum, más aún cuando se trata de un reconocimiento de la sociedad española al pueblo colombiano, a los lazos de amistad entre ambos países. Y agradezco que este sea sobre todo un reconocimiento a nuestros esfuerzos por alcanzar la paz. Hace siete años participé en un foro organizado por ustedes en el Hotel Ritz, un 20 de julio, día en que celebramos nuestra independencia. Yo acababa de ser Ministro de Defensa, y aún no era candidato presidencial. En ese entonces hablé de cómo habíamos cambiado la correlación de fuerzas en el conflicto interno armado; de cómo volvíamos a ser un país que recuperaba la confianza de los mercados internacionales, luego de casi ser declarados un Estado fallido por cuenta de la violencia. Ese 20 de julio de 2009 lo recuerdo vine a contarles cómo estábamos ganando la guerra, aunque el final se veía lejano Hoy, en cambio, vengo a decirles que hemos detenido la guerra; que se han silenciado los fusiles; que hemos apagado las chimeneas de esa fábrica de horrores; que se perfila un futuro mejor mucho mejor y en paz para Colombia. No ha sido fácil Nada fácil Hoy, después de haber sido protagonista de la guerra como el ministro de Defensa que le propinó los más duros golpes a la guerrilla en toda su historia, y después de haber emprendido tantos esfuerzos para ponerle fin al conflicto, puedo dar fe de que es más difícil hacer la paz. Primero, fueron dos años de negociaciones secretas; luego, cuatro años más de reuniones conocidas por el público. Al final, como nunca antes había ocurrido entre Gobierno y FARC, logramos un acuerdo concreto para el desarme de ese grupo la guerrilla más numerosa y antigua de América. No fue un acuerdo cualquiera; se trató del acuerdo más completo del mundo, según dijo el Instituto Kroc de la Universidad de Notre Dame una autoridad en materia de conflictos y paz, en donde evaluaron todos los acuerdos suscritos en el planeta desde 1989.
Hicimos un acuerdo responsable, inédito; los derechos de las víctimas fueron eje fundamental de la negociación, y la guerrilla aceptó someterse a un sistema de justicia transicional en el que los máximos responsables de graves crímenes fueran investigados, juzgados y sancionados. Pero pasó lo impensable: ese acuerdo, que sometimos a consideración del pueblo a través de un plebiscito, perdió en las urnas por una diferencia casi marginal menos del 0,4 por ciento de los votos. Como no podía ser de otra manera más para un país que se precia de sus instituciones y de su democracia, aceptamos los resultados de inmediato, pero no nos rendimos en nuestra voluntad de paz no podíamos rendirnos. Lejos de desanimarnos por el resultado del plebiscito y ante la profunda división que nos generó este proceso, convoqué a un gran diálogo nacional para escuchar a todos los representantes de aquellos sectores que tenían dudas o reservas sobre el acuerdo que inicialmente firmamos. Entonces, ocurrió algo que también cabría dentro de lo impensable: luego de 40 días de renegociación de cientos de reuniones que tuvimos con diferentes sectores, en las que yo mismo participé, al final llegamos a un nuevo y mejor acuerdo con las Farc. Logramos ajustes, cambios o precisiones en la mayoría de los temas que preocupaban a quienes se oponían al primer acuerdo. En otras palabras, hicimos de la crisis una oportunidad, y convertimos el mejor acuerdo del mundo, en un acuerdo todavía mejor. Y ayer, precisamente ayer, nuestra Corte Constitucional le dio la bendición a un procedimiento llamado el fast track. Un procedimiento abreviado para poder implementar el acuerdo más rápido. Y eso era un punto fundamental porque de las muchas lecciones que logramos extraer del estudio de los diferentes acuerdos a través de la historia y del mundo, había una lección muy importante: que teníamos que abreviar el tiempo en que se firmaba el acuerdo y el momento en el que se comenzaba a implementar. Por eso presentamos una reforma constitucional que abreviaba los procedimientos y los tiempos. Y ayer, finalmente, la Corte Constitucional le dio su visto bueno. Nada ha sido fácil, como dije, pero todo ha valido la pena.
Por muy difícil y complejo que haya resultado este proceso de paz, debíamos persistir y llevarlo a buen puerto. Estos últimos años no se comparan ni de cerca con el medio siglo de conflicto armado que hemos vivido; con los 250 mil muertos y 8 millones de víctimas y desplazados que nos ha dejado el enfrentamiento armado. Hoy, cuando ya no estamos ganando la guerra, sino que hemos logrado detenerla, es cuando nos alistamos a reconstruir el tejido social de Colombia. Es ahora cuando empieza la reconciliación. Es ahora cuando podremos desatar todo el potencial que había estado limitado por el lastre del conflicto. Es ahora cuando empezamos a construir la paz. Porque la paz no la entendemos como la simple ausencia de conflicto, sino como un estado de bienestar, de condiciones básicas que les permitirán a los colombianos desarrollar sus capacidades y conquistar sus sueños. No pueden vivir en paz un padre o una madre sin empleos dignos que les permitan proveer su hogar. No puede vivir en paz un joven sin opciones educativas o alternativas laborales que le permitan empezar una vida adulta. Peor aún: no puede vivir en paz una familia sin un techo digno, sin servicios públicos o acceso a salud. Nuestro trabajo por la paz ha ido encaminado a esos frentes que mejoran la calidad de vida de la gente, particularmente de los más vulnerables. Y para ello hemos aplicado en nuestro gobierno una teoría que ha inspirado mi vida pública: me refiero a la tercera vía. Se trata de una filosofía pragmática que entiende al Estado y al sector privado como actores complementarios y no antagónicos, que pueden trabajar juntos para generar crecimiento con inclusión. La tercera vía se explica en una frase: el mercado hasta donde sea posible; el Estado hasta donde sea necesario.
El primer requisito para hacer realidad esta filosofía es el de tener una economía responsable. Cuando estallan las crisis económicas, los primeros en sufrirlas son los derechos de los ciudadanos, los derechos humanos de los ciudadanos, y particularmente los de los más pobres. Porque, por ejemplo, tenemos que, en esas crisis, recortar los presupuestos, presupuestos de salud, de educación, de justicia, de seguridad, el gasto social. En ese sentido, en Colombia hemos incorporado a nuestro ordenamiento jurídico unos principios de responsabilidad y sostenibilidad fiscal. Los hemos elevado a nivel de rango constitucional. Lo que eso quiere decir es que decidimos obligar al Estado a ser fiscalmente responsable a gastar o a invertir cada peso sin que esto afecte la estabilidad macroeconómica. En otras palabras, ser responsable con las finanzas públicas ya no es una alternativa para el gobernante o funcionario de turno, sino un mandato legal y constitucional. Los mercados e inversionistas hoy confían más en nosotros; en la estabilidad de nuestra economía, y en la seriedad de las inversiones y el gasto público. Las calificadoras de riesgo nos subieron dos veces la calificación, eso no había sucedido nunca. Nos devolvieron y nos han mantenido el grado de inversión, y la inversión total del país en estos últimos años, ha crecido hasta llegar al nivel del 30 por ciento, el más alto de nuestra historia. Por supuesto, para mantener esta confianza tenemos que seguir tomando medidas responsables, y lo estamos haciendo. Una de estas medidas, muy importante, es realizar una reforma tributaria estructural para tener un sistema impositivo más progresivo, equitativo, simple y eficiente. La reforma tributaria que simplifica y baja la carga tributaria de las empresas ayudará al aumento de la inversión privada, en la medida en que les da más competitividad, y promoverá la inversión pública, pues vamos a tener más capacidad de invertir con los recursos del gobierno Esta reforma cursa actualmente en nuestro Congreso de la República y debe ser aprobada, Dios mediante, la próxima semana. Nuestra economía está creciendo a un promedio anual superior a 4 por ciento desde 2010; y este año la cifra será más baja, pero también será positiva pese a la coyuntura
internacional y teniendo en cuenta que la región de América Latina y el Caribe tendrá en su conjunto, infortunadamente, un crecimiento negativo. Al mismo tiempo, somos menos desiguales: el índice de GINI ha bajado por primera vez en mucho tiempo; la pobreza la hemos disminuido en 12 puntos porcentuales del 40 al 28 por ciento. La pobreza extrema la hemos reducido a la mitad y, de seguir así, podremos en Colombia desaparecer la pobreza extrema en 10 años o menos. Hoy, más de 5 millones de colombianos cuentan con servicios básicos que antes no tenían desde agua potable y alcantarillado, hasta conexiones a Internet que hoy llegan a todos los municipios de Colombia. La salud tiene cobertura universal; niños y jóvenes pueden ir gratis, hace cinco años, a a las escuelas públicas. Los padres de menos recursos ni siquiera deben preocuparse por conseguir los libros porque estos también se los estamos entregando a los niños y niñas de las familias más vulnerables. Como pocos países en el mundo, hemos creado puestos de trabajo: 4.3 millones de empleos nuevos que por primera vez son más formales que informales. Y a pesar de la tormenta económica e internacional y sobre todo la regional, el buen momento de la economía lo seguimos dinamizando, con inversión pública que, a su vez, apalanca inversión privada. Junto al sector privado, por ejemplo, ya hemos construido más viviendas que en todos los gobiernos anteriores. También con el sector privado estamos ejecutando el plan de infraestructura vial más ambicioso de Latinoamérica un plan que los empresarios españoles conocen muy bien y que implica inversiones de unos 13 mil millones de euros. Y el panorama ahora sin guerra solo puede mejorar. Es más, muchísimo más lo que podremos hacer a partir de ahora, cuando el conflicto deja de hacer parte de la ecuación. La paz no solo beneficiará a los que han vivido el conflicto. Una Colombia sin violencia representará más oportunidades para todos incluso para los extranjeros. Con paz podremos invertir más en educación, salud y bienestar.
Con paz, Colombia será más atractiva para los turistas y para la inversión extranjera y mientras más nos visiten; mientras más empresas vayan a Colombia, habrá más y mejores empleos. Y aquí estas relaciones privilegiadas que tenemos con los españoles, pueden aprovechar esta oportunidad. España se destaca en muchos frentes, han avanzado en forma ( ) pero cuando uno identifica los frentes donde España ha sido especialmente fuerte, infraestructura, toda la industria agroalimentaria, el turismo, son todos los sectores que nosotros con esta paz vamos a poder desarrollar más. O sea que aquí se crean unas oportunidades y una sinergia muy especial. Sin violencia, podremos recuperar, conectar y recorrer zonas del país que estuvieron aisladas durante décadas, por cuenta del conflicto y podremos invertir en esas zonas, lo que nos permitirá cerrar las brechas que persisten entre áreas rurales y urbanas. El acuerdo de paz con las Farc, particularmente, establece planes concretos de desarrollo para invertir en el campo allí donde históricamente se ha concentrado la pobreza. Pero además, en el acuerdo la guerrilla se compromete a contribuir en la solución del problema de las drogas. Eso quiere decir que, en vez de proteger cultivos ilícitos, la guerrilla pasará a ayudar al Estado, a sustituirlos por cultivos lícitos. Esto tiene un significa y un gran simbolismo y nos va a ayudar muchísimo a ser más efectivos en el combate y en la lucha contra este flagelo. Eso quiere decir que vamos a redoblar esfuerzos para reducir la producción, tráfico y venta de cocaína, y que vamos a reducir el daño ecológico que genera el narcotráfico, entendiendo que nuestra riqueza ambiental es también un importante patrimonio para el mundo. Justamente así entendemos esta paz que estamos construyendo: como un patrimonio que puede serle útil a la humanidad. Hoy me alegra venir a compartir con ustedes en este bellísimo y tradicional Teatro Real de la ciudad de Madrid la emoción y alegría que sentimos todos los colombianos por el momento histórico que vivimos. Así como un 20 de julio, siete años atrás, les hablé de la independencia de mi país, hoy he venido a compartirles con alegría esta segunda independencia que estamos viviendo.
Una independencia de la guerra; una liberación de las cadenas de la violencia, pero también de la pobreza y la inequidad. Una independencia de la que también ha sido partícipe el pueblo español, por sus valiosas manifestaciones y gestos de apoyo irrestricto a la paz y al progreso de nuestro país. Desde el comienzo sentimos, tuvimos esa compañía, ese apoyo, ese soporte que agradecemos de todo corazón. Por eso hoy me alegra venir a contarles que la paz en Colombia es una realidad. Hoy me alegra decirles que esta paz es también para ustedes; esta paz es también para España y para el mundo. Muchas gracias.