..A CLASE CON RODOLFO
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...A CLASE CON RODOLFO
"Somos Adolfo y Rodolfo, los más forofos"
Así solían presentarse Adolfo, el vecino del tercero, y su perro Rodolfo, un can nervioso que empezaba a ladrar tras avistar a cualquier niño futbolero, pues siempre quería jugar. En cuanto notaba cerca un balón, allá iba a empujarlo. Daba igual donde estuviera la pelota, aún en medio de la vía. Un día de mucho tráfico, gracias a que Adolfo tiró de la correa y lo detuvo, le salvó la vida. Lo que no sabía Adolfo entonces, es que sería precisamente su perro Rodolfo el que nos salvaría después a nosotros, los niños del barrio.
Hace una semana salimos en las noticias de televisión. El domingo, todos nos acostamos muy tarde. En el parque se celebró una feria, tuvimos noria ycoches de choque. Lo pasamos genial. Un día muy bonito en que vimos ocultarse al sol y salir las estrellas.
Pero al siguiente tocaba ir al colegio, y muy pocos llegaron antes de las nueve de la mañana, como hice yo. Cuando entré, no había nadie. A las nueve y cinco, aparecieron fuera todos los papás con sus coches. Unos doscientos automóviles, por lo menos. A la vez. Un coche, tras otro, y otro, y otro Una locura. Aparcaron en doble y en triple fila, sin dejar pasar a los demás. La avenida central, donde está el colegio, se colapsó, las calles cercanas se cerraron al tráfico, los semáforos no servían de nada.
La ciudad paró. Los padres sacaban a los niños a toda prisa y los dejaban en el cole. Pero las prisas no son buenas, generan gritos y olvidos. Muchos tuvieron que dar varios paseos. Se les había olvidado en el coche la mochila, el sandwich del desayuno o la chaqueta por si luego refrescaba. Iban y venían a sus coches pero nadie se marchaba. Todos pitaban detrás. Un escándalo. A los veinte minutos sin que nadie pudiera salir de allí, aparecieron la policía y las cámaras de televisión. Habíamos interrumpido todo el tráfico de la ciudad. No se podía repartir el pan, el correo, ni las compras online. Con un tráfico mal gestionado no podemos funcionar bien en nuestro mundo.
Por eso el martes hubo reunión de padres para que esto no volviera a suceder. Se acordó que no era necesario dejar a los niños ante la misma puerta del colegio. Cerca del mismo, a unos diez minutos andando, había un parque precioso con muchos aparcamientos. Precisamente ese donde se había celebrado la feria. Por qué no dejar a los niños allí y que fueran caminando hasta el cole? Una idea genial, pues al menos siete de nuestra clase no paraban de engordar. Muchos refrescos, patatas fritas y demasiado tiempo ante el televisor. Y con ese paseo, a diario, alguna actividad física harían, algo podrían mejorar.
Fue Adolfo, profesor jubilado, quien se ofreció voluntario para acompañarnos en cuanto se enteró del problema. De todos modos tenía que sacar de paseo a su perro por las mañanas, por eso propuso que fuéramos juntos. Ir con Rodolfo, su perro fiel, fue muy divertido. Caminábamos de dos en dos y en fila india, Pío y Flo vigilaban desde arriba, cruzábamos por donde nos indicaba Adolfo, y Rodolfo cerraba nuestro pelotón por detrás. Y si algún niño se quedaba rezagado, pegaba un ladrido y todos se detenían. Un día emprendimos la marcha con Gimena subida a unos patines nuevos que le habían regalado.
Como podía ir más rápida con ellos, no guardaba su lugar en la cola. Se movía desde la primera posición con Adolfo, hasta la última con Rodolfo. Pero Pío y Flo, mis pájaros salvadores, pronto avistaron un peligro. Ya que Gimena lo mismo adelantaba a los demás subida a la acera que bajándose de ella. Los trinos de Pío y Flo y nuestros gritos no fueron suficientes para detenerla. Corría sobre sus patines como una loca bajo el bordillo, mientras un coche se acercaba por la vía a toda velocidad. Al final, fue Rodolfo quien la detuvo. Se puso delante de ella y le impidió avanzar. Ladró y ladró. Por eso Gimena no tuvo más remedio que parar y subirse de inmediato a la acera. La salvó. Así llegamos sanos y salvos al colegio. Rodolfo, nuestro perro amigo, lo consiguió.
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