TRANSFORMADOS PARA TRANSFORMAR 7 de Mayo 2017 POR: REV. Javier Ulloa C. Trenzados en las manos de dios Salmo 46 Cuando alguien sufre y logra la esperanza, cuando espera y no se cansa de esperar, cuando amamos, aunque el odio nos rodee: Va Dios mismo en nuestro mismo caminar. Estamos trenzados en las manos de Dios. La escritora Paola Klug nos cuenta: Decía mi abuela que cuando una mujer se sintiera triste lo mejor que podía hacer era trenzarse el cabello; de esta manera el dolor quedaría atrapado entre los cabellos y no podría llegar hasta el resto del cuerpo; había que tener cuidado de que la tristeza no se metiera en los ojos pues los haría llover, tampoco era bueno dejarla entrar en nuestros labios pues los obligaría a decir cosas que no eran ciertas, que no se meta entre tus manos- me decía- porque puedes tostar de más el café o dejar cruda la masa; y es que a la tristeza le gusta el sabor amargo. Cuando te sientas triste niña, trénzate el cabello; atrapa el dolor en la madeja y déjalo escapar cuando el viento del norte pegue con fuerza. Nuestro cabello es una red capaz de atraparlo todo, es fuerte como las raíces del ahuehuete y suave como la espuma del atole. Que no te agarre desprevenida la melancolía mi niña, aun si tienes el corazón roto o los huesos fríos por alguna ausencia. No la dejes meterse en ti con tu cabello suelto, porque fluirá en cascada por los canales que la luna ha trazado entre tu cuerpo. Trenza tu tristeza, decía, siempre trenza tu tristeza. Y mañana que despiertes con el canto del gorrión la encontrarás pálida y desvanecida entre el telar de tu cabello ( Tejedora de historias ). Cuando los cristianos sentimos que la prueba aprieta y que el dolor sube hasta la cumbre de nuestra alma, la Palabra hecha fuerza nos alcanza y nos toma al vuelo para trenzarnos en sus manos y no dejarnos caer. Su Palabra hecha Vida nos abraza y se entrelaza en cada célula de nuestro cuerpo y en cada parte de nuestra alma para fundirnos en un solo Aliento y en una misma Esperanza. Nos revela su nombre: Amparo, Fortaleza, Auxilio, Sabiduría, Amor Estamos trenzados en sus manos!
PARA QUE ÉL SEA NUESTRA FORTALEZA Aunque falta en el salmo las indicaciones precisas que permitan concluir con toda seguridad el tiempo y las circunstancias de su composición, parece que la ocasión más probable fue cuando se da la portentosa liberación de Jerusalén, a punto ya de caer en manos del ejército de Senaquerib, rey de Asiria, allá por el año 701 a.c. Los oficiales de Senaquerib, dirigiéndose a la gente de Jerusalén que estaba en la muralla, gritaron bien fuerte en hebreo para asustarlos y aterrorizarlos, y así poder conquistar la ciudad. Hablaban del Dios de Jerusalén como de los dioses de las otras naciones de la tierra, que son dioses hechos por los hombres. En esta situación, el rey Ezequías y el profeta Isaías, hijo de Amós, oraron y pidieron ayuda al cielo. Entonces el Señor envió un ángel que derrotó a todos los soldados, capitanes y comandantes del campamento del rey de Asiria, quien tuvo que volverse a su país lleno de vergüenza. De este modo, el Señor libró a Ezequías y a los habitantes de Jerusalén del poder de Senaquerib, rey de Asiria, y del poder de todos los demás, y les concedió paz con todos sus vecinos. Entonces hubo muchos que llevaron a Jerusalén ofrendas para el Señor, y regalos valiosos para Ezequías, rey de Judá. Y a partir de entonces, su prestigio aumentó frente a las demás naciones (2º Cro. 32:18-22). Pero también es un salmo que se ha sido apropiado por los creyentes, judíos y cristianos a lo largo de la historia y en distintas circunstancias. Paro nosotros es un salmo que nos remite a Emanuel, al Dios con nosotros, el que nos ofrece la paz duradera (v.11). Las guerras no solo son físicas, entre los pueblos, sino también espirituales, morales y emocionales. Todos peleamos nuestras batallas, y en ellas, esta oración nos invita a confiar en la compañía amorosa, protectora y salvadora de Dios. Qué hermosas palabras de confianza para comenzar un cántico del pueblo de Dios: Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones (v.1). Cuando utiliza la palabra nuestro y lo utiliza dos veces en el primer versículo, el salmista está identificando que habla no por él sino por todo el pueblo de Israel. El contexto de sus palabras, al hablar de amparo, fortaleza y de auxilio, nos indican que se trata de elementos necesarios para defenderse del asedio del enemigo. Las ciudades israelitas no eran ciudades bien fortificadas, no estaban militar, estratégica, y geográficamente preparadas para experiencias bélicas, por lo que su único recurso de salvación era Dios. Dios ampara, abraza, sostiene, aunque la realidad que captan los sentidos indique cosas que deben provocar todo lo contrario: desamparo, soledad y desahucio. Dios es fortaleza, aunque los muros físicos se están cayendo; Dios es nuestro pronto auxilio, aunque parece que solo se escuchan los gritos del enemigo. Pero qué pasa? El salmista dice que la nación entera había comprobado que cuando habían estado en momentos difíciles, Dios les había auxiliado con toda la prontitud necesaria. En ese momento que el autor de este cántico escribe cada una de estas palabras, todos los habitantes de las ciudades de Israel tenían todos muy claro, que Dios es la mejor fortaleza que una persona, familia, o un pueblo desprotegido podían tener. Simplemente es necesario dejar que él ampare y de fuerza a cada vida, así como que seamos sensibles para vislumbrar el pronto auxilio con que atiende el clamor de los que le invocan de todo corazón.
PARA NO TEMER A LA OPOSICIÓN Ahora que el cántico está avanzando, observemos el grado de confianza que expresa la seguridad que el salmista y el pueblo sentían porque Dios era realmente su amparo y fortaleza. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar; Aunque bramen y se turben sus aguas, y tiemblen los montes a causa de su braveza (v.2,3). La primera reacción del salmista es: Por tanto, en virtud de lo que hemos vivido al lado de Dios, no temeremos. Decir no temeremos, suena muy sencillo, pero cuando hay situaciones de peligro, cuando hay problemas que sobrepasan cualquiera de nuestras capacidades, pueden comenzar a llegar los temores. Quizá ninguno de nosotros hemos estado en circunstancias como las que se describen en estos dos versículos en los que el salmista con un lenguaje deliberadamente exagerado para ilustrar lo peor que puede pasar en este mundo, como que la tierra sea removida, que los montes se derrumben al mar, que los océanos se desborden y sepulten todo el planeta. Este cuadro de catástrofe sugiere que aun cuando los enemigos de la ciudad de Jerusalén la atacaran con todas sus fuerzas, Dios la ayudará a estar firme. El salmista se regocija convencido de que la ciudad de Jerusalén y el país entero, aunque sean atacados por tan grande y poderoso enemigo, estará seguro en el Señor, y no hay por qué temer, porque Él será el pronto auxilio de su pueblo y de cada uno de sus hijos e hijas. La magnitud de los problemas o de momentos difíciles que llegan a nuestras vidas no tienen la última palabra, porque Dios es nuestra fuerza y nuestro oportuno socorro. En la historia del pueblo de Israel, hay muchos casos en los que tuvieron que enfrentar a enemigos fuertemente armados. En cierta ocasión el rey Asa de Judá, al enfrentarse a un desafío humanamente imposible de vencer, ora a Dios: Oh Jehová, para ti no hay diferencia alguna en dar ayuda al poderoso o al que no tiene fuerzas! Ayúdanos, oh Jehová Dios nuestro, porque en ti nos apoyamos, y en tu nombre venimos contra este ejército. Oh Jehová, tú eres nuestro Dios; no prevalezca contra ti el hombre (2º Crónicas 14:8-11). Frente a situaciones que nos rebasan, podemos confiar al Señor nuestras vidas, nuestras causas, dejarnos abrazar como un padre y una madre abrazan a sus hijos, dejar que susurre en nuestros corazones: yo soy tu fortaleza y tu pronta ayuda. Hermanos: Si te han sitiado y esperan tu renuncia, los únicos vencidos son los que no luchan. No los dejes que maten tu alegría, remienda con un sueño tus alas malheridas. Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en medio de las tribulaciones. Amén. PARA CONFIAR EN SU PRESENCIA El salmista enfatiza una realidad, repitiendo intencionalmente dos veces: Jehová de los ejércitos está con nosotros; nuestro refugio es el Dios de Jacob (v.7,11). Cuando Dios se propone hacer algo es porque personalmente va a estar allí, pues cuando Dios formó a su
pueblo Israel, su presencia estuvo de continuo desde que llamó a Abraham. Él personalmente los defendía de cualquier ataque externo, pues nadie podía tocar a su pueblo, pues era como tocar la niña de sus ojos (Sal. 17:8; Zac. 2:8). Ahora que Dios formó a su Iglesia, con aquellos por quienes Jesucristo se entregó así mismo. Emanuel: Dios con nosotros, dijo que, aunque físicamente no lo viéramos, estaría con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mt. 28:20). Con cuánta razón, los creyentes debemos confiar en la presencia, aunque invisible de Dios en nuestras vidas, en nuestra familia, en la iglesia, y aun en el mundo en el que vivimos. La presencia cotidiana de Dios es una realidad en cada milímetro del universo infinito, y en cada ser humano; pero de manera particular su presencia es una realidad para cada uno de los miembros de su pueblo. El salmista admitía el carácter defensor de Dios a su favor, y le llama Jehová de los ejércitos porque, aunque enfrentaran ejércitos poderosos, él hacía con toda seguridad que su pueblo saliera victorioso, y la razón que el salmista reconoce y proclama como causa por la que salían de sus momentos difíciles, es que Dios: está con nosotros. Dios era para ellos, como dice el salmista nuestro refugio a pesar de que sus ciudades no tenían refugios de alta seguridad para defenderse de los enemigos. Nosotros libramos nuestras propias batallas, distintas a las del pasado, diferentes en cada caso, pero de todas ellas nos librará el Señor. No dormirá ni se adormecerá el que nos guarda Cómo lo percibimos? Mi paz les dejo, mi paz les doy; no como el la da, yo se las doy. No se turbe su corazón ni tenga miedo. La paz que da claridad a la mente y tranquilidad al espíritu. La paz que nos da fuerza para levantarnos de nuevo y seguir adelante con el aliento del Espíritu de Dios, que hace nuevas las cosas todos los días. Pablo lo decía de esa manera: Por ese motivo padezco estos sufrimientos. Pero no me avergüenzo, porque sé en quién he creído, y estoy seguro de que tiene poder para guardar hasta aquel día lo que le he confiado (1ª. Tim.1:2). Él es nuestro refugio seguro donde sentimos su presencia real. PARA RECORDAR LO QUE HA HECHO El salmista hace una invitación poética para recordar las obras que Dios había hecho con su pueblo tanto en el pasado como en el presente, pues les dice: Venid, ved las obras de Jehová, que ha puesto asolamientos en la tierra. Que hace cesar las guerras hasta los fines de la tierra. Que quiebra el arco, corta la lanza, y quema los carros en el fuego (v.8-9). Lo que el salmista quiere que sea recordado es todo lo que Dios había hecho por ellos como nación, y que beneficiaba a cada familia y cada persona. Vengan a recordar conmigo las obras que Dios ha hecho con nosotros Las recuerdan? Los cimientos de la tierra fueron conmovidos por causa de ustedes Lo recuerdan? No importa si estaban en las fronteras del África en Egipto, o donde comienza el mar Mediterráneo, Dios les favorecía, las corrientes de los ríos alegraban sus corazones cuando se bañaban en ellos; y las mañanas que clareaban en sus frentes anunciaban un nuevo día de vida, un nuevo día para vivir con los seres amados, un nuevo día para aprovecharlo en las cosas que valen la pena y no desperdiciarlos en lo que vale la pena porque éstos jamás se recuperarán. Son días de gracia, días para danzar la propia
vida con el Señor y con los que amamos. Días para compartir con el prójimo la esperanza de la vida que nace con la presencia y compañía del Dios de nuestra salvación. Quiebra el arco, corta la lanza, y quema los carros en el fuego. Dios no permitió que las armas que matan lograran su objetivo de borrar de la faz de la tierra a su amado pueblo. Recordar esta gracia de Dios contribuye a que cada hijo e hija suyos, cada familia y hasta toda una comunidad, seamos afirmados en la fe y la esperanza, para que cuando lleguen otros momentos difíciles, sepamos que allí estará Dios para ser también nuestro amparo, fortaleza, auxilio, y refugio. Hay que agudizar la memoria para recordar y darnos cuenta acerca de sus obras a nuestro favor. Desde la más pequeña hasta la más trascendental: Sus bendiciones son nuevas cada mañana Las recordamos? No solamente desea que recordemos cosas recientes, sino también cosas antiguas que son parte de su intervención. Nada ni nadie nos arrebatará de sus manos. En ese ejercicio mental y espiritual ellos se darían cuenta que Dios estaba con ellos en los momentos difíciles que les tocó vivir en el desierto, como cuando fueron perseguidos por los carros del Faraón y fueron salvados de ellos, como cuando tenían hambre y Dios les hizo llover maná, como cuando tenían sed y Dios les proveyó de agua de una roca en el monte Horeb. Recordar la fidelidad de Dios en el pasado y presente es fortalecedor para enfrentar los nuevos momentos que estarán llegando a la vida de todos nosotros y a Shalom. No los oigas, que sus voces no te aturdan, serás cómplice y esclavo, si es que los escuchas. PARA DEPENDER EN ÉL TODA LA VIDA El salmista, deja de hablar en términos posesivos como cuando decía nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio, no temeremos, y nuestro refugio, y da lugar a una invitación de Dios que dice: Estad quietos, y conoced que yo soy Dios; seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra. (v.8-9). En dos palabras, el Señor ordena asumir una actitud, quizá un poco rara, pero según él es así como se debe enfrentar los momentos difíciles, simplemente: Estad quietos. Cuando tengamos que enfrentar las adversidades de los momentos difíciles, no actuemos conforme a nuestros caprichos, impulsos, o deseos, pues si esto hacemos estaríamos luchando con nuestras propias fuerzas Estén quietos y conozcan que yo soy Dios! Él está de por medio. Él tiene palabras de vida sobre todo problema, conflicto, crisis o tiempo difícil, y aun sobre toda tragedia. Tranquilos y confiados para esperar que Dios en su momento puntual y adecuado intervenga. El rey Saúl actuó con desesperación, e hizo lo que no le correspondía hacer, por lo que en vez de solucionar la difícil situación que enfrentaba, por no aguardar en Dios con quietud espiritual que se requería en momentos así, lo empeoró todo y perdió el trono de Israel (1º Sam.13:5-13b). Amados hermanos, una mujer llamada Ana, madre del profeta Samuel, expresó lo siguiente acerca de la fortaleza que todos requerimos para enfrentar los momentos difíciles: nadie será fuerte por su propia fuerza (1º Sam. 2:9c), y tenía razón, pues nuestras propias fuerzas son insuficientes para enfrentar las adversidades de la vida. Hay que dejar que Dios sea
nuestra fortaleza; no debemos temer a la magnitud de la adversidad porque mayor es Dios; confiar en que él está con nosotros; recordar lo que en su fidelidad ha hecho por nosotros en el pasado y a lo largo de toda nuestra vida, y dejando que él nos lleve, por su amor y su gracia al cumplimiento de su propósito santo Adelante sin miedo a la derrota, durar no es estar vivo, vivir es otra cosa. Estamos trenzados en sus manos! AMEN.