Aproximación a la historia de los parques de Bogotá

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Aproximación a la historia de los parques de Bogotá con énfasis en las aves que los frecuentan Por: Luis Fernando Molina Prieto 1 Grupo de investigación: Ciudad, Medio Ambiente y Hábitat Popular* Facultad de Arquitectura, Diseño Industrial y Bellas Artes Universidad Antonio Nariño Fecha de recepción: 30/07/2006, Fecha de aceptación 07/12/2006 Resumen El artículo presenta una aproximación a la evolución histórica de los parques de Bogotá, basado en el análisis del desarrollo urbano de la ciudad, desde su fundación, hasta el siglo XXI. Se describe la aparición, la evolución y la situación actual de los parques de la ciudad, que hoy en día forman parte de la Estructura Ecológica Principal de Bogotá; haciendo énfasis en las aves nativas y migratorias que actualmente los frecuentan, y en algunas de las especies de arbustos y árboles que las alimentan. Palabras clave Parques urbanos, aves urbanas, migraciones de aves. Abstract This article presents an approach to the historical evolution of Bogota s parks, based on the analysis of the urban development of the city from the time of its foundation up to the 21st century. It describes the appearance, evolution, and actual condition of the city s urban parks that nowadays shape Bogota s Main Ecological Structure, focusing primarily on native and migratory birds that currently frequent them, and on some of the species of trees and bushes that now feed them. Urban parks, Urban birds, birds migrations. Keywords 1.Arquitecto. Correo electrónico: molinaprieto@yahoo.com.ar *Grupo de investigación reconocido por Colciencias, categoría B. Revista nodo Nº 1, Volumen 1, Año 1: 35-44 Julio-Diciembre 2006 35

Casa en el barrio La Candelaria Dibujo de G. Jaramillo Ángel Introducción Bogotá, como muchas de las ciudades latinoamericanas fundadas durante la Colonia, se desarrolló a partir de una cuadrícula de calles y carreras hasta hoy más o menos vigente, que fue el patrón impuesto por los españoles para el trazado de las ciudades coloniales en el Nuevo Mundo. Una cuadrícula perfectamente ordenada que generaba las cuadras españolas, más conocidas en el lenguaje bogotano como manzanas, de las que 25 fueron suficientes para la fundación de la ciudad; una destinada a la plaza central; el resto, divididas en cuatro solares o lotes cada una, y entregadas a unos 100 españoles que llegaron con Gonzalo Jiménez de Quesada y que allí se instalaron. El diseño de las viviendas ocupaba por completo el lote, rodeando la manzana entera con una alta tapia, de manera que lo que hoy llamamos espacio público consistía en un espacio angosto para el andén (cubierto por un alero), y una calle empedrada mas bien estrecha. 36 Aproximación a la historia de los parques de Bogotá con énfasis en las aves que los frecuentan

Este trazado urbano, del que nos queda como memoria viva el barrio La Candelaria, carecía de espacios públicos con árboles (es decir, parques); carecía de espacio para los árboles en las calles y plazas (es decir, espacio público para la arborización urbana); y carecía de espacios pertenecientes a las viviendas con flores y abiertos a la calle (o sea, antejardines). La vida urbana durante la Colonia se desarrolló en calles y carreras empedradas y sin árboles, o en la Plaza Principal, la Plazuela de Las Nieves y la Plaza de San Victorino, cada una con su pila pública, porque en ese tiempo las plazas eran usadas por la población para abastecerse de agua todos los días y para hacer mercado el domingo, y como estos espacios debían soportar un tráfico peatonal verdaderamente pesado, eran empedrados, y por lo general, sin árboles, como se aprecia en los grabados de la época. Gran parte de la vida se desarrollaba al interior de las viviendas, y había en ellas un lugar dedicado a la naturaleza: el jardín. En él se plantaban árboles frutales además de hierbas aromáticas, florales y medicinales. De manera que cada casa tenía su jardín particular, de uso netamente privado. De otro lado, con la llegada de los españoles, la dieta muisca basada en maíz y pescado fue reemplazada por pan y carnes rojas, 2 que requerían para su preparación más energía, es decir, más leña de los bosques de contorno. En 1560, la Real Audiencia ordenó construir las viviendas con tapia pisada y tejas de barro en lugar de palma como los nativos, lo que exigió un mayor uso de maderas duras para la estructura de las viviendas, y mucha leña para hornear las tejas. En consecuencia, los bosques de contorno fueron exterminados en un par de siglos, como lo atestiguan las fotos de los cerros orientales de fines del siglo XIX, que los muestran erosionados y despojados por completo de vegetación (Molina, L. F. et al., 1999). Fue hasta que la ciudad se expandió hacia el norte, consolidando el sector de Chapinero más o menos por los tiempos del poeta Silva, que a los árboles de Bogotá se les empezó a ver, por primera vez, desplegando su encanto y su aroma por las calles de la ciudad. El éxodo de los árboles, desde los jardines y los patios interiores de las casas, hasta las calles de la ciudad, dio su primer gran paso en 1883, con la fundación del primer parque de la ciudad, el parque Del Centenario, construido en conmemoración al nacimiento del Libertador, entre las carreras 7ª. y 13 y entre las calles 25 y 26, y subsistió hasta 1957, cuando fue arrasado y excavada su área para dar cabida a la vía que por allí pasa a bajo nivel, 3 es decir, la actual calle 26. 2.Belalcázar trajo consigo 300 cerdas preñadas que pronto se multiplicaron; Lebrón introdujo las vacas; Luis de Lugo las ovejas, y Juan de Verdejo, capellán del ejército de Federmán, las gallinas. 3.Martínez, Carlos. Bogotá sinopsis sobre su evolución urbana. Escala, Bogotá, sin fecha. Revista nodo Nº 1, Volumen 1, Año 1: 35-44 Julio-Diciembre 2006 37

Bogotá y Chapinero en 1880 La expansión de la ciudad hacia Chapinero al igual que esa innovación ambiental llamada parque, respondieron en gran medida a los problemas de salud pública que por entonces azotaban al viejo casco urbano. La ciudad fue víctima de epidemias debido a las basuras que se amontonaban en medio de las calles, pues además de permitir el desplazamiento de los habitantes, las calles y las carreras funcionaban como alcantarillas a cielo abierto y botaderos de basura (que se llevaba la lluvia). Esta situación instó a algunos bogotanos a buscar aire y agua más limpios, y al mismo tiempo, a valorar por primera vez el medio ambiente. Los ríos Manzanares y Vicachá, que en el trazado fundacional delimitaban a Santafé, además de suministrarle agua potable y belleza, se convirtieron, tras 250 años de historia, en el basurero y la alcantarilla a cielo abierto de una Bogotá muy densificada (DAMA, 2000). La consolidación de Chapinero como el primer barrio satélite de la ciudad (Martínez, 1976), motivó la construcción de un sistema de trasporte público en 1884 el Transmilenio de la época, The Bogotá City Railway Company, que no era más que un tranvía, eso sí, muy elegante, tirado por mulas que se enganchaban a uno u otro lado del carro, dependiendo de si el vehículo iba para Chapinero o para Las Nieves. Años después, el sistema de tracción animal fue reemplazado por el tranvía eléctrico, del cual nos quedan tan sólo las fotos de los vehículos en llamas, ardiendo en la Plaza de Bolívar y en otros lugares el 9 de abril. Los primeros parques Los árboles se mantuvieron en el patio de las casas por más de tres siglos, pues aunque la ciudad creció como cualquier ciudad lo hace, lo hizo lentamente y siempre bajo el esquema trazado por los españoles, es decir, sin lugar para los árboles en el espacio público. Ejemplo de lo dicho es el acuerdo 10 de 1902, que tan solo exige una plaza pública de 80 metros de lado por cada barrio nuevo; mejor dicho, la 38 Aproximación a la historia de los parques de Bogotá con énfasis en las aves que los frecuentan

planeación de 1902 manejaba el concepto de plaza (para la pila y el mercado), mas no el de parque (para el contacto con la naturaleza), simplemente porque no hacía más que imitar el tradicional sistema español. Plaza de la constitución en 1846 Acuarela de Mark (fragmento) Pocos años después, los parques como espacios de carácter natural y de uso público, empezaron a formar parte de la nueva Bogotá. En 1907 se inauguró el Parque El Bosque; en 1910 el de La Independencia; en 1921 el Luna Park; y en 1930 el Parque Nacional. Durante la ejecución de este último, se protegieron cuencas y se sembraron árboles en la ciudad, mejor dicho, se actuó por primera vez en favor del medio ambiente. Por otra parte y como resultado de la creciente demanda de viviendas, se trazaron los primeros barrios residenciales, de los que nos ha quedado un valioso legado ambiental: el concepto de antejardín. (Molina et al., 1999). Como hemos visto, los parques y antejardines bogotanos son más bien recientes, llegaron la final del siglo XIX, y se consolidaron como elementos esenciales de la planificación urbana y de la arquitectura bogotana a partir del surgimiento de la ciudad moderna, en el siglo XX. Motor de este cambio fue sin duda el arquitecto Karl Brunner, un austriaco que trazó planes de desarrollo urbano desde Santiago de Chile hasta Ciudad de México. Este eminente urbanista trazó, en 1936, el primer Plan de Desarrollo Urbano para Bogotá, el cual incluía una red de parques para asegurar la recreación de todos los habitantes. El Sistema de Parques Distritales Bueno, a partir de ahí han sucedido demasiadas cosas como para mencionarlas en estas páginas: la ciudad se ha transformado en una metrópoli, y en lugar de unos cuantos parques, en la actualidad cuen- Revista nodo Nº 1, Volumen 1, Año 1: 35-44 Julio-Diciembre 2006 39

Abutilón Abutilon striatum ta con el Sistema de Parques Distritales, un componente de la Estructura Ecológica Principal, que incluye los parques regionales (de gran extensión) como el parque La Florida; los parques metropolitanos (de más de 10 hectáreas) como el complejo de parques del Simón Bolívar, que suma 360 hectáreas, o el parque Nacional con sus 44 hectáreas; los parques urbanos (de menos de 10 hectáreas) como los parques La Independencia, Timiza, El Lago o La Esmeralda, entre muchos otros; los parques de barrio (de una hectárea, es decir una manzana tradicional) como el San Luis, Galerías, de los Hipies y muchísimos más; y los parques vecinales (de menos de una hectárea) de los que se han inventariado 3500, también llamados parques de bolsillo. También forman parte de la Estructura Ecológica Principal las zonas verdes de las rondas hídricas, que son considerables, puesto que la ciudad está surcada por una serie de ríos y quebradas canalizadas, que al igual que el Sistema de Parques Distritales, y en estrecha relación con ellos, pueden funcionar como corredores ambientales para las aves, siempre que estén plantadas con las especies adecuadas. La ciudad actual cuenta así mismo con la red de zonas verdes viales, que también tiene el potencial de funcionar como corredor ambiental; y los nuevos parques de la ciudad: el parque Entre Nubes, el Agroparque Vereda de los Soches, y el Parque Mirador de los Nevados, este último, resultado de la restauración ecológica, por parte del Distrito, de la enorme cantera de Suba. Todas esas zonas verdes están disponibles para que las usen, disfruten y habiten, las aves de la ciudad, siempre y cuando, posean los árboles que las alimenten o les sirvan para anidar. Y en muchas partes debe ser así, porque si bien Bogotá está densamente urbanizada y las aguas de su red hídrica muy contaminadas, y aunque el aire está altamente contaminado, seguimos viendo aves, y no son pocas, pues en Bogotá se observan más de 70 especies distintas, entre nativas y migratorias. De manera que cuando seleccionamos las especies para la arborización urbana; y especialmente, la arborización de parques, rondas hídricas, antejardines y patios, así como de terrazas y azoteas, debemos tener en cuenta, en primer lugar, si las especies que seleccionamos producen alimento o sirven de hábitat a las aves nativas y migratorias que recorren la ciudad. Cuando se habla de las aves bogotanas se mencionan inmediatamente los humedales, pues estos ecosistemas sustentan a muchas especies. Es cierto que grandes áreas de los humedales desaparecieron bajo las urbanizaciones durante los últimos cien años, pasando de ocupar más de 55.000 hectáreas, a tan sólo 800 (DAMA, 2000), pero también es cierto que el área de zonas verdes, parques y antejardines 40 Aproximación a la historia de los parques de Bogotá con énfasis en las aves que los frecuentan

de la ciudad, que hace cien años no existía, ahora sí existe. Y las aves aprovechan esas zonas verdes, pues allí encuentran muchas de ellas su nicho ecológico, aunque se trate de ecosistemas artificiales en medio de la ciudad. Las aves buscan las semillas, el néctar y los frutos de los árboles y los arbustos, o los insectos que permanecen entorno a ellos. Y a muchas de ellas les da igual que su alimento esté en un parque o en una terraza, simplemente, van volando y se alimentan. Algunas especies se han adaptado a las zonas verdes urbanas, y otras a zonas totalmente urbanizadas, como la paloma de Castilla Columba livia, que vive en las plazas (especie introducida por los españoles); las mirlas Turdus fuscater, que se toman la ciudad al atardecer volando en grupos y marcando su corredor de vuelo con sus agudos chillidos; o las torcazas Zenaida auriculata, ahora tan frecuentes en todas partes. Incluso, existen construcciones netamente arquitectónicas en las que anidan algunas especies, como las lechuzas Tyto alba, en los campanarios de las iglesias, y las golondrinas Notiochelidon murina, en los huecos de los muros. La adaptación de las golondrinas a las estructuras urbanas es tal, que usan los cables de alta tensión para posarse en bandadas de 20 o 30 ejemplares, mientras esperan una nubecilla de mosquitos que les sirva de desayuno. Lo mismo hacen los sirirís Tyrannus melancholicus, que usan cualquier tipo de cable como percha, donde esperan a que un mosco pase, para volar, atraparlo y retornar a su percha. La adaptación urbana le sucede incluso a especies migratorias. Parece increíble, pero la memoria genética de muchas especies del norte y el sur del continente, las incita a venir a Bogotá, y como no encuentran los lagos ni los humedales ni los bosques que visitaron sus ancestros, sencillamente se instalan en los árboles que encuentran. Por eso, no es tan raro ver especies migratorias, como los cardenales, pasando una buena temporada en nuestros patios, parques y zonas verdes (Molina & Osorio. 1999). Mirla Turdus fuscater Torcaza Zenaida auriculata Aves que se observan en los parques de Bogotá El más común de los pajaritos bogotanos es el copetón, Zonotrichia capensis, que vuela en parques, antejardines y patios, buscando semillas y pequeños insectos entre el prado y los árboles; o revolotea raudo frente a las cafeterías y las tiendas de toda la ciudad en busca de migas de pan o granos de arroz. Pero bueno, no todas las especies de aves de Bogotá se mantienen con una dieta tan amplia, ni demuestran tal familiaridad para con los ciudadanos. Copetón Zonotrichia capensis Revista nodo Nº 1, Volumen 1, Año 1: 35-44 Julio-Diciembre 2006 41

Chisga Carduelis psaltria De la misma familia del copetón y del mismo tamaño y forma (14 cm), pero más escaso, es el canario común, Sicalis flaveola, que actualmente frecuenta parques y zonas verdes, pero puede confundirse fácilmente con el copetón, pues el canario es muy parecido y también canta, aunque claro, es totalmente amarillo. Del mismo linaje es el canario bogotano, Sicalis luteola, subespecie endémica que se encuentra en riesgo de extinción. Es un poco más pequeño (12 cm) y aún más escaso; en él predomina un color grisáceo con pintas amarillas en el pecho, las alas y la cola. Estos dos canarios frecuentan las zonas verdes, aunque no estén arboladas, pues se alimentan de semillas de pasto común y de otras plantas que crecen entre el prado, como el diente de león. Vuelan por lo general en grupos de cinco o más individuos, se posan sobre el prado, especialmente recién cortado, comen apresurados, y ante la menor alarma, escapan volando. Cuando los canarios y los copetones visitan los prados en busca de semillas, suelen cruzarse con las chisgas, unos pajaritos más pequeños que andan en bandadas muy numerosas, y se identifican porque son supremamente escandalosas, chillonas y ariscas. Ellas se alimentan de semillas, no sólo del pasto, sino de árboles y arbustos como las de arboloco Smallanthus pyramidalis. Canario bogotano Sicalis luteola Se observan dos especies de chisga: la chisga capanegra Carduelis psaltria y la chisga cabecinegra Carduelis spinescens. Las hembras de las dos especies son color verde oliva, al igual que el macho cabecinegro, quien se distingue porque tiene partes de la cabeza, las alas y la cola, negras. En cambio, el macho capanegra es mucho más vistoso, pues luce plumas amarillas en el pecho y el vientre, mientras el resto de sus plumas tejen una negra capa que lo cubre desde la cabeza hasta la punta de la cola. Las chisgas son los pajaritos más pequeños de Bogotá (10 cm), así que no es gratuito que se llame chisga, en el argot bogotano, a un negocio pequeño, a una ganga. Otras aves que se distinguen por su color y además frecuentan los parques bogotanos, son los cardenales. Cardenal pico de plata Ramphocelus dimidiatus El cardenal pico de plata Ramphocelus dimidiatus, es una especie nativa, por lo que se observa durante todo el año, cosa que no es fácil, debido a que su baja población se halla concentrada especialmente en zonas ricas en biodiversidad como el Jardín Botánico, la Universidad Nacional y algunos humedales. Este hermoso pájaro color escarlata mide 18 centímetros, tiene las alas y la cola negras, y su particularidad estriba, en que la enorme parte inferior de su afilado pico refulge como la plata. De ahí su nombre. 42 Aproximación a la historia de los parques de Bogotá con énfasis en las aves que los frecuentan

Dos pájaros rojos que podemos ver en los parques bogotanos vienen desde México y Estados Unidos, y se observan especialmente entre septiembre y abril, es decir, mientras transcurre la estación invernal en el norte del planeta: El cardenal abejero, Piranga rubra, como es de suponer, come abejas, aunque no se priva de una cereza o un durazno maduro de vez en cuando. El macho es completamente rojo, mientras la hembra lleva un atuendo de plumas amarillo ocre, que en las alas se intensifica un poco más. Mide 18 cm. Cardenal alinegro Piranga olivacea El cardenal alinegro Piranga olivacea, se caracteriza porque luego de empollar, los machos cambian de color, de rojo intenso a verde oliva, pero eso sí, siempre con las alas negras. Así permanecen una temporada, hasta que de nuevo les salen plumas rojas. Las hembras no cambian de vestido, sus plumas son verde oliva en todas las estaciones. Mide 16 cm. De la familia de los cardenales también es el azulejo Thraupis episcopus. Por su dieta basada en frutas y pequeños insectos (la misma de los cardenales) frecuenta árboles como el durazno Prunus persica; el cerezo Prunus serotina; el brevo Ficus carica; y el gaque Clusia multiflora. Su presencia es mayor que la de los cardenales, y permanece más o menos constante en casi todas las localidades de la ciudad, a lo largo del año. Vuela por lo general en bandadas de seis y más ejemplares, muchas veces mezclados con sus primos los verdesejos Thraupis palmarum, que son igualitos a los azulejos, pero con plumaje verde oliva. Para concluir: el carbonero Digllossa humeralis, es un pájarito negro que tiene las patas y el pico también negros. Se distingue porque le punta del pico termina en forma de gancho. La hembra es verde oliva. Este pajarito de 14 centímetros, comparte las flores de parques y jardines con el colibrí, pues se alimenta sólo de néctar; y se observa entorno a arbustos como el abutilón Abutilón striatum; el mermelado Streptosolen jamesonii; o el malvavisco Malvaviscus arbóreus. El carbonero tiene dos primos que se observan de manera más discreta en los parques y jardines bogotanos: el paramero Diglossa sitoides, más pequeño (13 cm), hembra verde oliva, macho con capa azul cobalto y pecho amarillo ocre; y el azucarero Conirostrum rufum, que es aún más pequeño (12 cm) y ostenta un plumaje muy vistoso: por encima azul oscuro y por debajo, color cobre. Azulejo Thraupis episcopus Colibrí Colibri coruscans Revista nodo Nº 1, Volumen 1, Año 1: 35-44 Julio-Diciembre 2006 43

Conclusión El Sistema de Parques Distritales, por formar parte de la Estructura Ecológica Principal de la ciudad, es un escenario muy adecuado para trabajar a favor de la conservación de la avifauna local y migratoria, al tiempo que puede, de arborizarse con las especies adecuadas, contribuir en la conservación de los ecosistemas con los que cuenta la ciudad, puesto que si se arboriza con las especies que brindan alimento y hábitat a las aves, se reducirá la fragmentación que la ciudad causa sobre los ecosistemas, puesto que las aves, en muchos casos, son las encargadas de distribuir las semillas de los árboles y arbustos nativos, contribuyendo a su conservación; al tiempo que colaboran en la polinización de muchas especies vegetales. Para seguir contando con las aves de la ciudad, de las cuales 19 especies entre nativas y migratorias se observan en los parques de la ciudad, se deben sembrar los árboles y arbustos que las alimentan, es decir, los que producen las semillas, el néctar o los frutos que ellas consumen (como los mencionados en estas páginas). Porque las aves se van de los parques y las zonas verdes, y también se van de patios y antejardines cuando los visitan y no encuentran alimento. Al brindar alimento a las aves, a través de los arbustos y árboles que sembramos en nuestros parques, antejardines y patios, las estamos invitando a que compartan la ciudad con nosotros; ellas a cambio nos regalan sus cantos, la magia de sus apariciones y el colorido de sus plumajes; mientras que cumplen con funciones ecológicas (como la dispersión de semillas) que fortalecen la Estructura Ecológica Principal de la ciudad y de la Sabana de Bogotá. Referencias Borrero J. Aves migratorias en los parques y jardines de Bogotá, Bogotá, Caldasia Vol III, No 14. DAMA. (2000), Historia de los humedales de Bogotá con énfasis en cinco de ellos, Bogotá, DAMA. Hilty S. And Browm W. (1986), A guide to the birds of Colombia, New Jersey, Princeton University Prees. Martínez C. (1976), Bogotá sinopsis de su evolución urbana, Bogotá, Escala Fondo Editorial. Molina L. F. et al. (1999), Guía de árboles de Santafé de Bogotá (2ª ed.). Bogotá, DAMA. Molina L. F. & J. Osorio. 1999, Guía de aves de Santafé de Bogotá (2ª ed.). Bogotá, DAMA. 44 Aproximación a la historia de los parques de Bogotá con énfasis en las aves que los frecuentan