Autoras: Cristina Arenas Arenas Cristina Ávila Franco Rocío Díaz López Cristina Dorante Lobato
Hace mucho, mucho tiempo, en una época que ya nadie recuerda, había una gallina llamada Nicolasa que vivía en una granja junto a los demás animales. El dueño de la granja, Leopoldo, estaba muy enfadado con ella, pues Nicolasa no podía poner huevos. Todos los días intentaba poner uno, pero nunca era capaz y cada día estaba más y más triste y desilusionada. Un día decidió preguntar a los demás animales de la granja cómo ponían ellos huevos, qué hacían para poder ponerlo. Se acercó a la oca Dorotea y le preguntó: - Dorotea, Dorotea, qué haces tú para poner un huevo? - La verdad es que no lo sé Nicolasa, simplemente me quedo en mi nidito y cuando estoy tranquila y a gustito pongo un huevito. - Me ayudas a hacer un nidito para poder poner un huevito? - Encantada te ayudaré.
Las dos se pusieron manos a la obra y en menos que canta un gallo tuvieron el nidito terminado. Nicolasa se quedó un buen rato descansando en el nido, pero no consiguió poner un huevo, así que Dorotea le propuso que siguieran buscando a otros animales que pudieran ayudarla.
Buscaron y buscaron a otros animales que pudieran ayudarlas, hasta que se encontraron con la tortuga Petra y le preguntaron: - Petra, Petra, qué haces tú para poner un huevo? - Pues yo hago un agujerito en la arena y me tumbo bajo el sol respondió sonriente. - Ahhh!!! respondieron las dos amigas al unísono-. Quizás deberíamos probar a hacer lo mismo. - Os ayudaré a cavar, porque con mis zarpas terminaremos en un pis pas. - Vale, vamos a buscar un sitio en el que nos podamos tumbar al sol. Las tres se encaminaron por la granja en busca de un buen lugar para cavar el agujero y tomar bien el sol. Buscaron y buscaron hasta que al fin lo encontraron y las tres cavaron un agujero para que Nicolasa pudiera poner un huevo. Esperaron y esperaron, pero Nicolasa no puso ningún huevo en todo el tiempo que estuvo tumbada en el agujero.
De repente, Nicolasa escuchó como Leopoldo le decía a su esposa que si no ponía huevos la mataría. Ella muy asustada acudió a sus amigas Petra y Dorotea y les contó lo que había escuchado. - Tengo una idea -dijo Dorotea- mañana te daré un huevo y así no tendrás que preocuparte. Al día siguiente, antes de que saliera el sol, Dorotea se dirigió sigilosamente al gallinero en busca de Nicolasa. Cuando llegó a su nidito Dorotea dejó con mucho cuidado el huevo y se marchó rápidamente para que el granjero Leopoldo no pudiera verla. Cuando Leopoldo llegó al gallinero para recoger los huevos, descubrió con gran alegría que Nicolasa había puesto un enorme huevo. Leopoldo se extrañó un poco, pero decidió esperar a que naciera el polluelo.
Pasado unos días, el granjero Leopoldo fue a ver si había nacido el polluelo y de repente comenzó a resquebrajarse y de él salió un bebé oca. Leopoldo se enfadó muchísimo con Nicolasa y empezó a vociferar como un loco y a decir que la mataría. Nicolasa, se asustó tanto que empezó a correr por el gallinero cacareando y de repente, cuando nadie se lo espera, Nicolasa puso un huevo, pero no un huevo cualquiera, sino un huevo de oro. Desde ese momento, Nicolasa fue el animal más mimado de todo el gallinero. Comía la mejor comida, bebía la mejor agua, dormía en la mejor cama, tenía todos los caprichos a su alcance. Era tal la sensación de superioridad que tenía, que empezó a dejar de lado a sus amigas Dorotea y Petra.
Un día Dorotea y Petra se acercaron a ella y le dijeron: - Nicolasa, Nicolasa, desde que pusiste un huevo de oro no quieres ser más nuestra amiga. - Es que ahora no puedo tener amigas, porque tengo que concentrarme para poner otro huevo de oro. No tengo tiempo para tonterías. Las dos amigas se enfadaron con ella y no volvieron a dirigirle la palabra. Mientras tanto, Nicolasa seguía gozando de todos los privilegios, pero no había vuelto a poner un huevo de oro. Hasta que un día el granjero Leopoldo se cansó de esperar y le quitó todos los caprichos y privilegios de los que había gozado.
Triste y humillada volvió al gallinero, donde todas las gallinas cuchicheaban sobre ella. Fueron pasando los días y Nicolasa se sentía muy sola, sus amigas ni siquiera la miraban. Una noche el granjero Leopoldo cansado de esperar, decidió matar a Nicolasa. Se deslizó dentro del gallinero con mucho sigilo y cuando estaba a punto de matarla, Dorotea y Petra, que habían escuchado un ruido en mitad de la noche, acudieron a su rescate. Las tres amigas salieron con vida del gallinero y decidieron vivir las tres juntas en el bosque, donde nadie pudiera hacerles daño. Las tres amigas fueron muy felices y nunca más estuvieron tristes!
GALLINITA, GALLINITA Gallinita, gallinita, que estás tan deprimida. No pones huevos, ni das alegrías. Gallinita, gallinita que vas tan presumida. No dejes de lado a tus amigas, porque ellas serán quienes te salvarán la vida.