LA VIDA CRISTIANA COMO VOCACIÓN Una palabra para pensar y rezar en tiempo de Cuaresma. FEBRERO 2008 Mi querido Hermano y Amigo: El 1 de Diciembre del pasado año hablé al Consejo Pastoral Diocesano de la necesidad de recuperar la visión de la vida cristiana como respuesta a una llamada personal que Jesús, el Señor Resucitado, hace a cada uno de nosotros. La llamada se dice en latín (y en castellano) vocación. Todo cristiano es un llamado por Cristo a conocerlo, amarlo, seguirlo y anunciarlo. Todo cristiano es un vocado. Y como el Señor Resucitado nos llama juntos, nos llama con los demás, su comunidad se llama con-vocación. Los griegos traducen esta palabra por Ecclesia, y así ha quedado también entre nosotros: Iglesia. La vocación es algo común a todos los cristianos, aunque tendremos que reconocer que no todos escuchan la voz, no todos le responden, lo aman y lo siguen. Hay cristianos que no han escuchado ni escuchan nada. Pero tenemos que ayudar a que se escuche la voz de Cristo como llamada personal, y a que se asuma la vida cristiana como respuesta personal. De todo esto hablé con el Consejo Pastoral Diocesano. Pareció bien allí y me parece bien a mí que quizás a todos podía beneficiar repasar estas reflexiones, si lo estiman oportuno. Por otra parte, están muy en sintonía con todo lo que se dice y se trata en las Catequesis de las Puertas Abiertas. Sin distanciarse de ese trabajo, las presentes reflexiones pueden servir para algunos como complemento. Así se las ofrezco a todos como una palabra para pensar y rezar en tiempo de Cuaresma. Que el Señor nos bendiga con su amor y nos llene de amor mutuo + Francisco, Obispo 1
LA VIDA CRISTIANA COMO VOCACIÓN Tratado en el Consejo Pastoral Diocesano. 1 de Diciembre de 2007 Empezaría por retocar un poco el título anunciado para expresar mejor su contenido: RECUPERAR LA VISIÓN DE LA VIDA CRISTIANA EN EL ESQUEMA VOCACIÓN-RESPUESTA, CON- VOCACIÓN/COMUNIDAD. Este Curso nos hemos propuesto reflexionar sobre el concepto mismo de ser creyente y de transmitir la fe, permitiendo que esta reflexión interpele nuestra actuación pastoral en los diversos aspectos y en los distintos campos que abarca. Comprender de modo exacto qué es ser creyente y qué es transmitir la fe se implican mutuamente y cada vez somos más conscientes de ello, también para contemplar las dificultades que experimentamos en la tarea de transmisión de la fe. Con mucha frecuencia es esta dificultad o conjunto de dificultades lo que más nos interpela o atrae nuestra atención. Transmitir la fe no es fácil: a) por las dificultades del ambiente; b) por las dificultades de los destinatarios; c) por las incoherencias de los evangelizadores. No se transmite la fe sino desde una coherente y clara condición creyente. Y no se es creyente auténtico si no se llega a sentir la responsabilidad de transmitir la fe, y no se realiza esta tarea con el testimonio de la vida diaria, el anuncio explícito, la implicación en tareas pastorales de la vida parroquial o comunitaria, el trabajo profesional, etc. Sin embargo, surgen muchas preguntas, desde el campo aparentemente teórico, y desde la práctica que vivimos cada día: - Es posible propiamente hablar de transmitir la fe? En qué consiste esta tarea? Por qué hemos de realizarla? - Cómo es posible que pasen por la atmósfera eclesial, por el entorno o por la misma comunidad de fe, tantos niños, jóvenes y adultos en las más distintas ocasiones, y muchas de ellas con intención clara de aprendizaje cristiano, y no terminen de unirse a Cristo y permanecer en la Iglesia? - Cómo son nuestros procesos formativos y nuestras prácticas pastorales? - Por qué es escasa y cada vez más dificultosa la implicación en las tareas eclesiales de catequista, grupo de Cáritas, de Liturgia, etc., entre las generaciones jóvenes y medias? - Por qué no surgen candidatos a la vida sacerdotal, consagrada y misionera? - Por qué no abunda el testimonio público de los cristianos, y se da con tanta frecuencia la identificación eclesial parcial o a la carta? Todos estos temas, que en algunos casos son en realidad verdaderos problemas, verdaderas interpelaciones, ponen en evidencia algo más profundo. La crisis de la permanencia en la Iglesia, y la crisis de las vocaciones, de todas las formas de vocación, ponen de manifiesto algunas carencias en la misma pastoral de la Iglesia, la débil experiencia comunitaria, la falta de suficientes testimonios, de fe personalizada, de una concepción de la vida cristiana como respuesta a una llamada etc. La pastoral vocacional en sentido amplio y general en realidad interpela la pastoral general: necesitamos acentuar la pastoral personalizada, y la personalización de la fe, la pastoral que integra en la comunidad y la eclesialidad de la fe, la pastoral que invita al testimonio y la presencia pública y comprometida de la fe. 2
SE PUEDE HABLAR DE TRANSMITIR LA FE? Una primera respuesta, a primera vista clara y contundente, pero que necesita muchos matices y distinciones: Como virtud teologal, don de Dios, y como adhesión personal, no. Como contenido objetivo, depósito de verdades reveladas, sí Sin entrar de lleno en el tratado sobre la Revelación y la Fe, hemos de ser conscientes de que son inseparables el contenido y la adhesión, si queremos hablar seriamente de la Fe. Transmitir contenidos sin provocar la adhesión, la personalización (acogida y aceptación personal de los contenidos como expresión o conclusión de un Encuentro) es quedarse a mitad de la tarea. Con la fe pasa como con la amistad y el amor. Se pueden transmitir? En sentido estricto, no. Pero se pueden contagiar. De ahí que en la transmisión de la fe en realidad se hable de testigos, no de profesores ni de pregoneros. La Iglesia no contrata, no emplea anunciadores de fe, no puede hacerlo, no sirve de nada. La Iglesia llama a testigos, la Iglesia con-voca a testigos, y envía testigos. Sin testigos no puede realizar su misión, no puede cumplir la tarea. Los conceptos fundamentales de la pedagogía eclesial son coincidentes en este punto, aunque deberíamos preguntarnos si los tenemos asumidos así: Evangelizar es anunciar a una Persona, no enseñar unos datos o unas doctrinas. Evangelizar es, ante todo, dar testimonio, de una manera sencilla y directa, de Dios revelado por Jesucristo mediante el Espíritu Santo (EN 26) Catequesis. El fin definitivo de la catequesis es poner a uno no sólo en contacto sino en comunión, en intimidad con Jesucristo (CT 5). DGC n. 80 Misión. La misión es un problema de fe, es el índice exacto de nuestra fe en Cristo y en su amor por nosotros (RM 11). Formación cristiana es, según todas las Exhortaciones postsinodales Christifideles Laici, Pastores Dabo Vobis, Vita Consecrata: configuración personal, asimilación de la forma de Cristo en sentimientos, criterios, obras Celebración cristiana es acoger una presencia y una entrega. Cristo es el verdadero protagonista de la celebración. En algunas ocasiones se ha dicho, hablando de los jóvenes y el cristianismo, que los jóvenes sí conectan con Jesús, con quien no conectan es con las enseñanzas de la Iglesia y particularmente con el código moral que ésta les propone. Esta idea es falsa y altamente peligrosa: - es que la doctrina que enseña la Iglesia y particularmente el código moral que propone se lo ha inventado ella? no lo ha aprendido de Cristo? - conectan los jóvenes realmente con Jesús, o con la parte de Jesús que casa con los planteamientos que se les ofrecen: lo emocional, la sensibilidad social por los débiles? Qué relación personal se da entre los jóvenes y Jesús? Qué acogida personal tienen los jóvenes de la Palabra de Dios? Qué vivencia tienen los jóvenes de los Sacramentos? Qué integración tienen los jóvenes en la comunidad cristiana Iglesia? 3
Si estos cuatro interrogantes tienen respuestas más que problemáticas, cómo pensamos que puedan surgir vocaciones entre los jóvenes para la vida sacerdotal, para la vida consagrada, para la vida misionera, para el compromiso militante laico? Pero no nos engañemos. Exactamente igual debemos formular la pregunta, las preguntas, en ámbitos distintos de los jóvenes, porque los problemas son los mismos. La conclusión nos lleva al mismo punto: necesidad de personalizar la fe como respuesta a una llamada que se descubre en un Encuentro. Necesidad de eclesializar la fe como respuesta compartida a una llamada compartida; Iglesia con-vocación. Necesidad de motivar y fundamentar la urgencia de comunicar a otros lo descubierto: testimonio y compromiso. POR QUÉ ES NECESARIO TRANSMITIR LA FE? Cuando hablamos de que la tarea principal de la Iglesia es la transmisión de la fe 1, estamos hablando de una TAREA a realizar. Puede ayudarnos mucho a profundizar en el tema, el considerar el por qué de esa tarea en la persona o en la comunidad que la realiza. Por qué hay que hacer esa tarea? - Porque vemos desde nuestra propia iniciativa que nos estamos quedando solos? Es que nos importa tener más gente junto a nosotros? Por qué? - Porque comprendemos que debemos ser obedientes a un encargo: Id por todo el mundo y anunciad el Evangelio? - Por qué estamos convencidos de la extrema bondad de la fe que profesamos, desde la experiencia personal salvadora, y necesitamos comunicarla a los demás? He recordado en la Carta Pastoral de inicio de curso el fundamento de la misión, tal como nos lo recuerda el Decreto Ad Gentes: La misión, pues, de la Iglesia se cumple por la actividad con la que, obediente al mandato de Cristo y movida por la gracia y la caridad del Espíritu Santo (AG 5). La misión, además de provenir del mandato formal del Señor, deriva de la exigencia profunda de la vida de Dios en nosotros (RM 11). La tarea de la transmisión de la fe se produce, según estas palabras a) por obediencia al mandato de Cristo, y b) como exigencia interna de la misma vitalidad del ser creyente tal como la realiza el Espíritu Santo. - Desde esta perspectiva entendemos que la condición del creyente es la de quien ha recibido un encargo porque ha escuchado una llamada y responde. - La llamada es a) a realizar una tarea, cumplir el encargo, pero también b) desde el estar con Él. - El estar con Jesús implica dos cosas: a) estar con él b) estar con él juntos. El cristiano es un llamado, un vocado, e inseparablemente un con-vocado. - Son dos aspectos inseparables del ser discípulo de Jesús, seguidor, creyente. EN QUÉ CONSISTE LA TAREA DE TRANSMITIR LA FE? La Transmisión de la fe - no es comunicación, enseñanza, de unas verdades - no es educación de unos comportamientos - no es inducir a compartir unos valores 1 La tarea de la evangelización de todos los hombres constituye la misión esencial de la Iglesia Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y la vocación propia de la Iglesia. Ella existe para evangelizar (EN 14) 4
Cristo no es sólo el contenido de esas verdades que se enseñan, el modelo del comportamiento que se considera ideal, el fundamento de los valores que se aprecian dignos, sino el que por su Espíritu posibilita, nos hace capaces de creer, amar, construir un mundo fundado en esos valores. Por eso hemos de ser conscientes de que la tarea de la transmisión de la fe se realiza fundamentalmente, no sólo por la vía de la enseñanza, no sólo por la vía de la escuela de vida, sino por la vía del testimonio. El encuentro con un testigo implica no sólo el aprendizaje de unas verdades, y la asimilación de unos comportamientos y valores, sino el contagio de una amistad con Alguien, que es quien da sentido pleno a las verdades, a los comportamientos, a los valores, y es a un tiempo quien los posibilita y quien reúne y acoge a todos cuantos comparten esas verdades y esos comportamientos. No se es creyente cuando se conocen unas determinadas verdades, o cuando se sabe cuáles son los comportamientos correctos, sino cuando se sigue una huella, se escucha una voz y se responde a una llamada. Del mismo modo, no se es transmisor de la fe porque se da a conocer a otros unas verdades o unos comportamientos como explicación de la realidad, y como medidas salvadoras de esa realidad, sino porque y cuando se acerca a otros a Quien es el fundamento de esas verdades y comportamientos. La dinámica de los primeros encuentros de los discípulos puede ayudarnos a entender: Mc 3, 13: Llamó a los que quiso e hizo que fueran doce. Para que estuvieran con él Y enviarlos a predicar. Juan 1, 39: Fueron y vieron donde vivía y se quedaron con él aquel día. Andrés puede decir a su hermano Pedro: Hemos encontrado! porque primero se ha quedado con Jesús. Secuencia: Descubrirle a Él, escuchar su llamada, estar con Él, quedarse con Él en su grupo, acoger su tarea, que en definitiva es anunciarle a Él. Desde el por qué y desde el qué de la tarea llegamos a las mismas conclusiones ya vistas: se da testimonio de lo que se ha descubierto en el Encuentro personal, y se ha vivido en la comunión de los que han hecho la misma experiencia y permanecen unidos en Él y a Él. TOMAR MÁS Y MEJOR CONCIENCIA DE LA MAGNITUD DEL CAMBIO REALIZADO EN EL AMBIENTE EN EL QUE CUMPLIMOS LA TAREA No se trata en realidad de cambio de una situación a otra, sino de la coexistencia de múltiples y variadas situaciones, en las que grupos de personas han recibido y reciben la fe o la propuesta de la fe de formas y con contornos muy diversos. La transmisión de la fe en ambiente cristiano y en ambiente de misión, y la multiplicidad de situaciones intermedias no nos lleva necesariamente a ámbitos distantes geográficamente. Se trata de espacios que coinciden físicamente, pero que son muy distantes en su significación. La transmisión de la fe en ambiente cristiano se ha hecho, se hace y se seguirá haciendo básicamente a través de los cauces de la familia, la parroquia, la escuela. Hay casos en los que en la familia, la parroquia y la escuela se ha entregado la fe como herencia preciosa, y se ha recibido, 5
aunque sólo se haya acogido como propia en un segundo momento posterior. El proceso o el paso de la apropiación personal de lo recibido por herencia en la familia, en la parroquia o/y en la escuela, es lo que constituye propiamente la opción personal creyente. La transmisión de la fe en ambiente de misión se organiza en torno a un esquema más directo y personalista: anuncio-acogida personal, testimonio-opción personal de seguimiento Es posible compararlo con el aprendizaje de algo tan básico como la lengua, con sus aspectos de vocabulario, sintaxis, ortografía El aprendizaje de la lengua en una persona normal se realiza desde muy pronto en la infancia y en el día a día, en las más variadas circunstancias. Las palabras y sus significados, las conjugaciones de los verbos, las formas ortográficas se van aprendiendo en muy numerosos pasos repartidos en todos los días. La personalización de este aprendizaje de la lengua se produce en realidad en un momento posterior, normalmente de madurez: cuando la persona concreta se lanza a escribir o crear un discurso propio: una poesía, una carta, un discurso, un trabajo académico Para un sordo, sin embargo, cada palabra, cada articulación sintáctica, cada corrección ortográfica es una conquista personal. No se aprenden las palabras en el día a día, sino haciéndolas surgir una a una del adiestramiento de la garganta o del movimiento de los labios del que nos habla. En los ambientes en los que vivimos: - Hay sectores de población que son cristianos desde sus mismas raíces familiares y ambientales, y se han apropiado personalmente la herencia que recibieron, y la han hecho fructificar espléndidamente. - Hay sectores de población que frecuentan en proporciones o magnitudes diversasrealidades cristianas: celebraciones, instituciones, grupos, etc., y a veces hasta viven, no siempre con la misma coherencia, todas esas realidades: celebraciones sin coherencia de vida, peticiones de sacramentos sin identificación real y sin conocimiento de lo que se pide, se dice aceptar y creer en Cristo, pero no en la Iglesia. - Hay sectores de población en auténtica misión, aunque en algunas etapas o momentos anteriores de la propia vida vivieran en ambiente y práctica cristiana. Por ejemplo: niños y jóvenes que participaron durante años en catequesis, pero que no tienen vinculación personal con Jesús, sin integración real en la comunidad cristiana, con distanciamiento de los padres, con desaparición brusca finalizado el periodo de la Catequesis. - Hay sectores de total distancia, sin referencias religiosas o cristianas, ni siquiera como referentes culturales o/y históricas. Son residentes en estado de misión. Y estos sectores coinciden en el tiempo y en el espacio. Y los mensajes públicos cristianos, que giran y se proponen de múltiples formas, son acogidos y respondidos con muy distinta intensidad (desde nada incluso), y con muy distinta valoración: del rechazo a la indiferencia, el entusiasmo, la identificación parcial. Tenemos claro en teoría que el primer paso del proceso cristiano está en la acogida de Cristo como Salvador, como Señor. Lo llamamos primer anuncio. A ello seguiría la integración en la comunidad de Jesús, creciendo en el conocimiento de Cristo, celebrando la fe en familia, aprendiendo a vivir y viviendo como seguidor de Cristo Lo llamamos catequesis. Y finalmente alcanzaríamos el nivel del testimonio, del apostolado, de la militancia, del compromiso misionero según los acentos que se quieran subrayar. Este es el camino normal y claro de cómo se hace un cristiano. Pero estamos haciendo y enseñando a hacer muchos de los pasos de ese proceso sin contar en muchas ocasiones con el primero de todos: ACOGIDA PERSONAL DE CRISTO COMO SALVADOR, COMO SEÑOR. Y al final nos encontramos con casas montadas, pero vacías. 6
Hace pocos días, en la Liturgia de las Horas leíamos un texto precioso de un antiguo Obispo, San Macario: Ay del camino por el que nadie transita, y en el que no se oye ninguna voz humana! Ay de la casa en la que no habita su dueño! Ay del alma por la que no transita el Señor! Transmitir la fe a alguien supone estar en condiciones de contar que a mí me ha sucedido algo, que me he encontrado con Alguien, y decirlo. Así se pone de manifiesto en tantos lugares de la Escritura: - Salmo 65: Fieles de Dios, os contaré lo que ha hecho conmigo - María canta ante Isabel: el Poderoso ha hecho obras grandes por mí - Andrés a Simón, Felipe a Natanael: Hemos encontrado. - Samaritana: venid a ver uno que me ha dicho todo lo que he hecho, no será el Mesías? (Juan 4, 29) - Lucas 24, 35: los discípulos de Emaús contaron lo que les había pasado por el camino, y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. - Los Apóstoles: Hemos comido y bebido con él. Dios lo resucitó. Nosotros somos testigos. - Pablo. Su encuentro con Jesús en el camino de Damasco se cuenta hasta tres veces en el libro de los Hechos (caps. 9, 22 y 26), y una en Gálatas. El Siervo de Dios Juan Pablo II, en el umbral del nuevo Milenio, comentaba así la petición que hicieron a Felipe y Andrés unos griegos que andaban preguntándose seguramente por todo lo que circulaba sobre el Maestro de Nazaret: «QUEREMOS VER A JESÚS» (Jn 12,21). Esta petición, hecha al apóstol Felipe por algunos griegos que habían acudido a Jerusalén para la peregrinación pascual, ha resonado también espiritualmente en nuestros oídos en este Año jubilar. Como aquellos peregrinos de hace dos mil años, los hombres de nuestro tiempo, quizás no siempre conscientemente, piden a los creyentes de hoy no sólo «hablar» de Cristo, sino en cierto modo hacérselo «ver». Y no es quizá cometido de la Iglesia reflejar la luz de Cristo en cada época de la historia y hacer resplandecer también su rostro ante las generaciones del nuevo milenio? (NMI 16). En el pasado mes de Junio participé en las XI Jornadas de Pastoral Social y de la Pobreza de CÁRITAS Arciprestal de Agüimes en El Carrizal. Trataba el tema: La Acción Caritativa y Social fuente de Evangelización y Transmisión de la Fe. Terminé mi exposición con una cita de un pequeño viejo libro, muy amado por mucha gente: Sabiduría de un Pobre. Habla San Francisco con su Hermano Tancredo: El Señor nos ha enviado a evangelizar a los hombres, pero has pensado ya lo que es evangelizar a los hombres? Mira, evangelizar a un hombre es decirle: Tú también eres amado de Dios en el Señor Jesús. Y no sólo decírselo, sino pensarlo realmente. Y no sólo pensarlo, sino portarse con este hombre de tal manera que sienta y descubra que hay en él algo de salvado, algo más grande y más noble de lo que él pensaba, y que se despierte así a una nueva conciencia de sí. Eso es anunciarle la Buena Nueva y eso no podemos hacerlo más que ofreciéndole nuestra amistad: una amistad real, desinteresada, sin condescendencia, hecha de confianza y de estima profundas Es nuestra amistad lo que los hombres esperan, una amistad que les haga sentir que son amados de Dios y salvados en Jesucristo. 7