X Congreso Internacional de la AEHE 8, 9 y 10 de Septiembre 2011 Universidad Pablo de Olavide Carmona (Sevilla)

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1 X Congreso Internacional de la AEHE 8, 9 y 10 de Septiembre 2011 Universidad Pablo de Olavide Carmona (Sevilla) TÍTULO: La evolución de los días de trabajo en España, SESIÓN: 7. Las cuentas demográficas y económicas de la España moderna AUTOR: Mario García-Zúñiga INSTITUCIÓN ACADÉMICA: Universidad del País Vasco

2 La evolución de los días de trabajo en España, Mario García-Zúñiga Universidad del País Vasco/EHU Tanto las investigaciones sobre niveles de vida, como las realizadas sobre el producto interior bruto per capita que utilizan como indicador los salarios reales o las reconstrucciones de las macromagnitudes económicas que incluyen esta variable están introduciendo en sus cálculos el número de días trabajados. Los escasos datos disponibles han llevado a proponer distintas cifras, todas las cuales adolecen del defecto de asumir una duración del año de trabajo invariable. Nuestro objetivo es aproximarnos a la evolución de los días de trabajo en España en el largo plazo, utilizando como indicador el número de fiestas de precepto que recogen las constituciones sinodales y los calendarios eclesiásticos. JEL Codes: J22, J81, N33 Keywords: días de trabajo, oferta de trabajo, España INTRODUCCIÓN El tema de los niveles de vida sigue constituyendo una de las preocupaciones centrales entre los historiadores económicos. En las últimas décadas, y con un importante papel jugado por los modernistas 1, se están revisando algunas de las hipótesis formuladas y, sobre todo, la metodología utilizada. Las investigaciones más recientes están elaborando nuevos y más perfectos índices del coste de la vida (los llamados índices de segunda generación) y desplazando la óptica de los salarios desde el ingreso nominal diario a los ingresos anuales de las economías domésticas 2. Para ello necesitamos conocer, entre otros factores, el número de días efectivamente trabajados, requisito también imprescindible en todas las Departamento de Historia e Instituciones Económicas, Facultad de Letras, Universidad del País Vasco/EHU, Paseo de la Universidad 5, Vitoria (España). Correo electrónico: mario.garciazuniga@ehu.es Esta investigación se ha beneficiado de la ayuda financiera del Ministerio de Educación y Ciencia (HAR /HIST) y del Gobierno Vasco (Grupo Consolidado de Investigación IT337-10). Estoy en deuda con Santiago Piquero, que generosamente me propuso investigar sobre el tiempo de trabajo. Sus comentarios y sugerencias y los de Emiliano Fernández de Pinedo y Ernesto López han contribuido a mejorar la versión inicial. Obviamente, cualquier error es de mi exclusiva responsabilidad. 1 Llopis, 2004, pp Allen, 2001; Van Zanden, 2005; Llopis y García Montero,

3 estimaciones retrospectivas de las macromagnitudes o del PIB por habitante que utilizan los salarios reales como proxy o incluyen esta variable 3. El debate en torno a la revolución industriosa ha contribuido notablemente a destacar la necesidad de abordar el tiempo de trabajo 4. Los nuevos enfoques metodológicos se ven obstaculizados, sin embargo, por las escasas evidencias empíricas disponibles. Ampliamente utilizados para construir series salariales, los datos más asequibles son los que nos proporcionan las nóminas de la construcción o de la minería, pero ambas actividades presentan el inconveniente de verse fuertemente afectadas por la climatología, por lo que el número de días laborables que de ellas se derivan es necesariamente defectivo. El recurso a fuentes de índole fiscal es también cuestionable. Da la impresión de que el número de días estimado para gravar los rendimientos del trabajo, tanto en el Catastro de Ensenada como en los equivalentes de la Corona de Aragón, peca seriamente por defecto. Los 120 días que aquel regula para los agricultores, los 180 de los artesanos o los 250 días de los sirvientes son sospechosamente similares a los del catastro real catalán y el equivalente valenciano 5 y, al menos en el caso de los artesanos, se hallan muy por debajo de las cifras que proporciona Larruga en sus Memorias o de los 280 días que, según recoge un escandalizado Canga Argüelles por los dos meses y medio perdidos, trabajaban los tejedores de la fábrica de paños de Segovia 6. La inexistencia de estudios sobre el número de días trabajados ha llevado a 3 Malanima (2006); Clark (2010); Álvarez-Nogal y Prados de la Escosura (2007 y 2011); Prados de la Escosura y Rosés (2010). 4 Sobre el concepto de revolución industriosa, De Vries, 1993, 1994a, 1994b y Los trabajos de Voth (1998, 2000 y 2001) Koyama (2009) y Allen y Weisdorf (2010) respaldan las tesis de Vries de que entre 1650 y 1850 tuvo lugar en las economías más desarrolladas de la Europa Noratlántica una revolución industriosa, impulsada por una revolución del consumo, pero las bases empíricas de ambas revoluciones siguen estando seriamente cuestionadas. Véanse, por ejemplo, las críticas de Clark (2007, 2009 y 2010), Clark y van der Werf (1998) y, para el caso catalán, Marfany, Para el Catastro de Ensenada, Ringrose, 1985, p. 95. El catastro personal catalán establece 100 días hábiles para los jornaleros y 180 para los artesanos, Nadal Farreras, 1971, p. 64. El equivalente valenciano mantiene la misma cifra para los asalariados urbanos, pero eleva a 120 los días útiles para los jornaleros del campo. Ruiz Torres, 1988, p Que oscilan entre los 240 días que trabajaban los impresores madrileños demasiado inclinados á hacer quantas fiestas pueden, particularmente los lunes y los 300 que se deducen del número de empleados y salarios percibidos en las Reales Fábricas de Talavera. Sólo las mujeres ocupadas en la cintería de Toledo trabajarían un número de días similar (190) al que el Catastro imputa a los artesanos. Larruga, , III, p. 214, y VIII, pp. 66, 239; Canga Argüelles, 1833, I, p

4 proponer distintas cifras, todas las cuales presentan el defecto de asumir implícitamente que la duración del año de trabajo permanece invariable a lo largo del tiempo, un supuesto difícilmente sostenible 7. Nuestro objetivo es aproximarnos a la evolución de los días de trabajo en España en el largo plazo utilizando como indicador el número de fiestas de obligado precepto que proporcionan las constituciones sinodales y los calendarios eclesiásticos 8. Obviamente, ambas fuentes son normativas y únicamente nos informan de lo que no se podía hacer, es decir, de los días en los que tanto las leyes canónicas como las de la monarquía prohibían trabajar, y nada nos dicen de si en el resto de los días se trabajaba o no. En consecuencia, las fiestas tan solo establecen un límite a los días potencialmente laborables. Sin embargo, de las propias constituciones se infiere que las leyes siempre estuvieron por detrás de las prácticas sociales y que la supresión de días festivos se debía casi siempre a su inobservancia entre los fieles. El número de fiestas religiosas traduce bien el máximo teórico de días no laborables. Fuera de las ocasionales festividades derivadas del ciclo vital de la monarquía (casamientos, natalicios y defunciones) o de las conmemoraciones de triunfos bélicos, en España no existió ninguna fiesta nacional de carácter civil, ni en los llamados siglos modernos, ni en el XIX 9. 7 Allen, 2001; Álvarez-Nogal y Prados de la Escosura, 2007 y 2011; Llopis y García Montero, 2009; Prados de la Escosura y Rosés, Malanima, 2007, pp , deriva una ecuación para estimar las horas anuales de trabajo. 8 Los sínodos son reuniones irregulares del clero de una diócesis, convocadas y presididas por su obispo, donde se discute, decide y legisla sobre asuntos relacionados con la fe, la moral y la disciplina para todo el territorio diocesano. Órganos de control, eran también el medio para difundir entre un clero rural cada vez más numeroso los decretos pontificios y las normas y cánones emanados de los concilios generales y provinciales. Las fiestas de precepto y su observancia están a menudo entre los temas tratados. Publicadas generalmente, aunque la impresión no sea un requisito necesario para su entrada en vigor, las constituciones sinodales proporcionan a veces relaciones de los días festivos vigentes para: 1) difundir su conocimiento entre el clero y los feligreses (especialmente cuando los obispos suprimían o añadían fiestas de precepto); 2) estandarizar el calendario litúrgico en toda la diócesis, imponiendo los criterios episcopales y el canon catedralicio; y 3) reducir las arbitrariedades de algunos clérigos, que seguían celebrando muchas fiestas que ya no eran de precepto. Sobre los sínodos y las constituciones sinodales, véase Pontal, 1975, pp Domínguez Ortiz, 1979, p. 7. La burguesía liberal decimonónica fracasó en su intento por instaurar un culto cívico de carácter nacional. Y aunque el Dos de Mayo conservó su estatuto festivo durante más de un siglo, no pasó de ser una fiesta madrileña. Demange, 2004, pp

5 UNA ESTIMACIÓN DE LOS DÍAS DE TRABAJO, El gráfico 1 recoge el número de días festivos/días potenciales de trabajo que se deriva de los listados que proporcionan las constituciones sinodales y los calendarios eclesiásticos. Debido a las variaciones que experimenta su número entre las distintas diócesis, sobre todo hasta mediados del siglo diecisiete, y a la discontinuidad de los datos, he descartado el cálculo de medias móviles y/o promedios decenales, limitándome a representar los valores superior e inferior. Sí he estimado, sin embargo, el promedio de días laborables. El cuadro 3 resume la información estadística (véase apéndice). El gráfico refleja claramente que la tendencia no es lineal. Más o menos estables antes de la Peste Negra, los días festivos aumentaron en la primera mitad del siglo XV y luego se reducen hasta principios del XX. Pero esta tendencia a la baja tampoco es lineal, sino en escalones, pudiendo señalarse cuatro momentos clave: 1642, el siglo XVIII, 1867 y Del gráfico se deducen cuatro conclusiones principales: 1) parece que el número potencial de días de trabajo era ya muy elevado en la Edad Media; 2) incluso en las diócesis con un mayor número de días festivos, los días teóricamente laborables se hallan siempre por encima de los 255; 3) las restricciones religiosas no permitieron alcanzar el estándar moderno de en torno a los 300 días laborables hasta ; y 4) entre 1250 y esta fecha el incremento de los días teóricos de trabajo es muy reducido (pasaron de un promedio de 271 a 296,5, apenas un 10 por ciento más). Esto confirma las tesis de Clark y van der Werf de un aumento de la oferta de trabajo muy modesto hasta 1850 y de un proceso mucho más lento de lo que sugieren los defensores de la revolución industriosa 11. Pese a la abundante documentación consultada, hasta mediados del siglo quince los sínodos apenas proporcionan listas que nos permitan establecer conclusiones sólidas. Los escasos datos disponibles sitúan el número de festividades entre 1250 y 1350 en torno a las (domingos excluidos), por lo que no resulta arriesgado estimar un año teórico laboral de 270 días, cifra que refleja la intensidad del trabajo en los cien años anteriores a la Peste Negra. Parece que, como en otras partes de Europa, ya en el siglo XIII se había 10 Sobre el papel jugado por las restricciones institucionales en la oferta de trabajo, Ogilvie, Clark y van der Werf,

6 Gráfico 1 Días festivos y días laborables, Días de trabajo Días de fiesta Notas: Marcadores azules: constituciones sinodales; marcadores rojos: calendarios eclesiásticos; línea discontinua: promedio estimado de días potencialmente laborables; línea continua: tendencia ajustada a los datos de las constituciones sinodales (R 2 = 0,74). Fuentes: Véase apéndice.

7 acometido una reducción de días festivos 12. Los obispos reformistas de esta centuria habrían tratado de conciliar así las tradiciones y las nuevas exigencias que en el tiempo de trabajo imponían el desarrollo urbano y de la economía de mercado, a las que el calendario agro-litúrgico del cristianismo 13 se ajustaba mal. Por otra parte, con las reducciones se habría intentado también dar respuesta a la caída que estaban experimentando los salarios reales. 300 Gráfico 2. Días laborales de los trabajadores de la construcción en Navarra, Fuente: Martínez de Aguirre, 1999, pp La bondad de los datos que se derivan de las constituciones sinodales se ve confirmada por estimaciones independientes. El gráfico 2, que recoge el calendario laboral de los trabajadores de la construcción en Navarra entre 1346 y 1448, evidencia una gran estabilidad en el número de días efectivamente trabajados entre 1348 y 1422 (oscilan entre 265 y 281), con una ligera tendencia al alza a finales del siglo XIV y principios del XV. Los datos de Martínez de Aguirre contrastan con la idea generalizada que tenemos de que el número de fiestas de guardar aumentó justo después de la Peste Negra 14 y sus cifras concuerdan bien con lo que ya habían observado Knoop y Jones para Inglaterra 15, confirman las antiguas cifras de Hamilton 16 y se hallan por encima de las estimaciones más usuales, que sugieren un año de trabajo en torno a los 250 días e incluso muy por debajo Véase, para Inglaterra, Harvey, 1972, pp. 293, Lebrun, Hatcher, 1994, p Knoop y Jones, 1933, pp Hamilton, 1975, p Munro, 2004, pp , ha propuesto un límite inferior de 210 días para los trabajadores de la construcción ingleses y de los Países Bajos, justificando su elección en que employment 6

8 Pese al aumento experimentado por los salarios reales, que prácticamente se duplicaron entre y , no parece que los trabajadores de la construcción en Navarra redujesen su tiempo de trabajo. La multa de 30 mrs. de que establecieron las cortes de Briviesca de 1387 para quienes quebrantasen el descanso dominical sugiere que este comportamiento no era una práctica inusual 19. Así, al menos inicialmente, el efecto-sustitución dominó sobre el efecto-renta y la teóricamente esperada back-bending curve no se localiza hasta bien entrado el siglo XV. Según la moderna teoría económica del consumo, y de forma simplificada, el salario no solo es el precio del trabajo en el mercado, sino también el del ocio (incrementar las horas trabajadas tiene un coste en ocio, y a la inversa) y los hogares deciden de acuerdo con sus preferencias asignar su tiempo entre un bien u otro. Ante un incremento del salario real, el coste marginal de consumir ocio aumenta (cada unidad de ocio adicional resulta ahora más cara) y las economías familiares (si tienen libertad y posibilidad de elegir, convendría puntualizar) pueden decidir trabajar más horas y sustituir ocio por renta (consumo y/o ahorro). Pero, frente a este efecto-sustitución, actúa también el efecto-renta y, por encima de un determinado nivel de ingresos, pueden optar por intercambiar parte de su renta adicional por ocio y reducir el número de horas dedicadas al trabajo, emergiendo lo que se conoce como backwardbending supply curve. Estos efectos, opuestos entre sí, hacen que la teoría sea indeterminada y que la respuesta dependa de la elección que realicen los hogares 20. Apoyándose básicamente en testimonios literarios, se ha aplicado esta teoría a economías maltusianas. La caída de los salarios reales durante los periodos de presión demográfica se habría visto acompañada de un incremento de las horas trabajadas y de una reducción del ocio voluntario (obviamente hasta la restricción de tiempo que introducían los domingos y las fiestas de precepto would have been disrupted by bad weather and/or by discontinuities in supplies of bricks, stone, wood, and other materials y en el supuesto funcionamiento de una back-bending curve. 18 Hamilton, 1975, pp Cortes de los antiguos reinos de León y Castilla, II, p Cf. Harvey, 1972, pp : The evidence suggests that in the years immediately following the Black Death such labour worked more often than previously on feast days. 20 Becker, 1965; Stigler y Becker,

9 establecidas por la iglesia) 21. Y, a la inversa, en periodos de descenso de la población, salarios más elevados y precios de subsistencias más bajos, el tiempo dedicado a ocio se habría incrementado 22. Pero, debido al supuesto comportamiento de las economías domésticas, y sin evidencias empíricas, se sostiene que, incluso at very low levels of income, economies labour supply curves often bend backwards 23. Sustentada en textos cualitativos que no reflejan precisamente el punto de vista de los trabajadores preindustriales, tenemos la idea generalizada de que estos tenían una marcada preferencia por el ocio: se marcaban ciertos objetivos en dinero o en necesidades de consumo, trabajaban hasta que los habían alcanzado y luego simplemente dejaban de hacerlo 24. Sin embargo, los datos disponibles no han permitido demostrarlo hasta ahora 25 y es difícil discernir si la reducción del tiempo de trabajo responde a unas mayores restricciones en el uso del tiempo, a una decisión racional de los hogares o, simplemente, a un aumento del ocio involuntario. Las constituciones sinodales del mil cuatrocientos evidencian un incremento del promedio anual de días festivos y, sobre todo, de su dispersión (gráfico 1 y apéndice, cuadro 3) 26. Los datos navarros (gráfico 2) reflejan bien ese incremento de los días no laborables, en parte por una climatología adversa, en parte por un mayor número de festividades (50-53 en ), y en parte también porque los trabajadores no quisieron trabajar entre 8 y 14 días. Esto último se ha interpretado como una temprana manifestación de las huelgas 27, lo que no excluye el funcionamiento de una back-bending curve en este tiempo. Pero la llamada edad de oro de jornaleros y asalariados finalizaría pronto y los sínodos de finales del siglo quince y principios del dieciséis recogen las quejas suscitadas por la muchedumbre de las fiestas, por cuya razón los pobres e otros hombres que han de vivir de sus oficios e de trabajo de su cuerpo [...] han de venir a pobreza e sufrir gran mengua 28. Pero no solo son textos 21 Sobre la necesaria distinción entre ocio voluntario e involuntario, Hatcher, 1982, pp Blanchard, 1994, pp. 17-8, 24-5; Persson, Véase Koyama, Dyer, 1989, p Kriedte, Medick, y Schlumbohm, 1986, pp ; Munro, 2004, pp Aunque, si excluimos los valores extremos, el número de días festivos oscilaría entre los 85 y 95 hasta mediados del siglo diecisiete. 27 Hamilton, 1975, p. 176; Martínez de Aguirre, 1999, pp Synodicon Hispanum, VII, p. 47 (CS Burgos, ). Las críticas son generalizadas en Europa. Véase, Rodgers, 1940, pp. 83 y ss. 8

10 eclesiásticos los que denuncian este hecho. En 1528 las cortes generales de la corona de Aragón, reunidas en Monzón, por cuanto por la esterilidad de la tierra y pobreza común, la observancia de las fiestas es muy daniosa al reino [ ] suplican á S. M. quiera favorecer al reino para impetración de una bula apostólica, con la cual S. S. absuelva á los aragoneses de la observación de las fiestas, así votivas como en otra manera mandadas guardar; exceptados domingos, pascuas, dias de Nuestro Señor, fiestas de Nuestra Señora, doce Apóstoles y San Juan Bautista 29. La reducción se acometió primero en aquellos obispados donde mayor era su número. El límite superior, que entre 1400 y 1475 era de 110 días de fiesta, se redujo a 105 en el último cuarto del mil quinientos, aunque la variabilidad continuó siendo muy alta (apéndice, cuadro 3). Las constituciones sinodales de Salamanca y Zamora constituyen un buen ejemplo de la reducción que se llevó a cabo en algunas diócesis en los siglos XV y XVI. Gráfico 3. Evolución de los días festivos en las diócesis del reino de León Salamanca León-Astorga Zamora Fuentes: véase apéndice El caso contrario podrían representarlo los obispados de Castilla la Nueva (gráfico 4). Entre 1336 y mediados del diecisiete no se observa una tendencia clara, fluctuando el número de días festivos (domingos incluidos) entre los ochenta y cuatro y los noventa y tres. Solo la reforma de Urbano VIII marca un punto de inflexión, aunque la rebaja tendrá lugar fundamentalmente en los siglos dieciocho y diecinueve. 29 Lafuente, 1930, VIII, p

11 Gráfico 4. Evolución de los días festivos en las diócesis de Castilla la Nueva Toledo Cuenca Sigüenza Priorato Santiago de Uclés Priorato Cuatro Órdenes Madrid Fuentes: véase apéndice En su bula Universa por orbem, promulgada el 13 de septiembre de 1642, Urbano VIII fijó en treinta y seis las fiestas de precepto que se habían de guardar en todo el orbe católico 30, suprimió las que se observaban por devoción, voto o costumbre, redujo a dos las fiestas patronales (una en cada reino o provincia, y otra en cada ciudad, pueblo o aldea), y, al menos en teoría, limitó el poder de los obispos para autorizar nuevas festividades. Publicada en España un año después 31, su incidencia varió según el número de fiestas vigentes en cada diócesis; en algunas la reducción fue importante, en otras apenas se notó y hubo algunas en las que incluso se incrementó. El efecto más importante de la Bula no fue tanto la disminución del número de días festivos, como la reducción de su variabilidad entre los distintos obispados. Aunque el límite inferior no se modifica, el superior experimenta una drástica caída de 105 a 87 días (apéndice, cuadro 3). Como promedio la ganancia fue muy modesta, de tan sólo seis días (se pasó de 91 días festivos a 85), ya que incluso los propios obispos se resistieron a eliminar algunas de las fiestas cuya supresión había ordenado Roma. La solución que encontraron algunos prelados para conciliar la bula papal y las tradiciones fue convertir parte de las anteriores fiestas de precepto en votivas, contraviniendo así lo 30 La única excepción parece haber sido Francia, donde, debido a las peculiares relaciones entre la iglesia Galicana y Roma, la bula nunca fue oficialmente recibida. Ultée, 1976, pp No quiere decir esto que el país permaneciera al margen de la reducción del número de días festivos, aunque su alcance se limitó a 15 de las en torno a cien diócesis francesas. Shusterman, 2010, p Un ejemplar impreso de la Bula en RAH, 9/3674(56). En los obispados de Córdoba y Pamplona la fecha de promulgación es la del 20 de junio de 1643 y la del 27 de agosto en el arzobispado de Sevilla. catalogo/catalogo_imagenes/grupo.cmd?path= ; Biblioteca General de Navarra, FAG/ 5338 (2); RAH, 9/3674(57). 10

12 ordenado por el Papa. Por otra parte, tras la reforma de 1642 volvió a incrementarse el número de fiestas, y tanto a nivel general como en los distintos obispados 32. El adelgazamiento del calendario festivo continúa en el siglo de las luces, pero, a diferencia de lo ocurrido en 1642, no se decretó ninguna reforma general para todo el mundo católico. La reducción fue un largo y desigual proceso que se inició en Cataluña en 1727, como reconocen las propias fuentes eclesiásticas 33. El concilio provincial de Tarragona acordó en su sesión de 18 de noviembre solicitar del papa Benedicto XIII que, exceptuando los 52 domingos y 17 fiestas de precepto, se autorizase el trabajo después de oír misa en todas las demás festividades, a lo que aquel accedió. Computando las medias fiestas como 0,5, en el obispado de Tarragona y diócesis sufragáneas su número bajó de 40 a No es posible responder a la pregunta de por qué Cataluña fue pionera en la reducción de días festivos que se lleva a cabo en la Europa del Setecientos, especialmente en la segunda mitad de la centuria. Sí pueden aducirse algunas razones económicas para tratar de explicar por qué fue la primera de los territorios peninsulares de la monarquía en acometer la reforma. La depresión del seiscientos había afectado de forma diferente a la estructura económica del centro y de la periferia. El hundimiento de las manufacturas urbanas y la ruralización de la economía, acompañadas por una distorsión en la redistribución del ingreso y una mayor concentración de la propiedad de la tierra, dificultaron la recuperación en la España interior. En el siglo XVIII Castilla había dejado de ser un lugar de producción artesanal y el crecimiento fue básicamente rural y comercial. Frente a ello, las manufacturas de la periferia, aunque atravesaron grandes dificultades en el mil seiscientos, no desaparecieron, por lo que el crecimiento del Dieciocho fue tanto rural como artesanal (lo primeros conatos de la revolución industrial en el sector textil algodonero se producirían aquí). Además, la supresión de las barreras 32 Un Breve apostólico de Inocencio X reponía a finales de 1644 la festividad de Nuestra Señora de la Concepción, suprimida por Urbano VIII, lo que algunos obispados ya habían hecho el año anterior. RAH, 9/3594(37). Entre 1673 y 1727 se añadieron cinco nuevas fiestas al calendario católico de la monarquía hispana. Garza, 1858, pp. 15-6; Carrera Pujal, 1943, III, p Un ejemplo de la actuación de los sínodos y concilios provinciales en Lomas, Véase, por ejemplo, Marino, 1977, p Raccolta di scritture, pp. 10-4; Constituciones Sacri Provincialis Concilii, pp

13 aduaneras entre Castilla y la corona de Aragón tras la Guerra de Sucesión significó un impulso para la economía catalana, que pudo intensificar sus relaciones con el resto de España 35. Pero ninguna de estas razones explica convincentemente por qué fue la primera. Desconocemos el papel que pudo jugar en las reformas la propia personalidad de los obispos, pero esta es una pista resbaladiza 36. El ejemplo catalán fue seguido por Guipúzcoa en 1742, cuando las Juntas de Segura acordaron solicitar a Su Santidad la reducción de los días festivos a veinte. El breve pontificio de 3 de septiembre accedió sólo parcialmente a su demanda, al mantener el precepto de oír misa en todos las demás festividades establecidas por Roma o por las constituciones sinodales, quizás por las razones económicas expuestas por el Arciprestazgo de Léniz. De acuerdo con el Obispo de Calahorra, este había puesto en consideración de la provincia los prejuicios que tendría con la reducción de los días festivos por razón de las ofrendas de pan y dinero, que creía se minorarían. Volvería a insistir la Provincia en 1743 y en 1752, reclamando la desaparición de las medias fiestas o su traslado a los domingos inmediatos, para lo que solicitó la intermediación del gobierno ante la Santa Sede, pero sin éxito; el número de días festivos sería el mismo que el concedido en 1727 a las diócesis catalanas 37. A instancias de la sociedad civil o impulsadas por los obispos, para 1748 ya habían acometido las reformas algo más de la mitad de las diócesis españolas 38. Estas continuaron en las siguientes décadas, sin que se pueda establecer una correlación clara entre reducciones y coyuntura económica. Y aunque a mediados de los ochenta todavía no habían concluido 39, en la mayor parte de España el calendario festivo habría quedado reducido a entre 24 y 25,5 días (domingos aparte) 40. El gráfico 1 muestra cómo se rebajó tanto el límite inferior 35 Fernández de Pinedo, No deja de resultar sorprendente que el reformista obispo Manuel de Samaniego y Jaca, que en 1725 había mandado imprimir una pastoral sobre la observancia de los días festivos (Villanueva, 1851, XX, p. 57) y había impulsado la reforma en Tarragona dos años después, no acometiese la reducción de días festivos cuando ocupó el arzobispado de Burgos entre 1728 y Gorosábel, 1967, II, pp La relación en Raccolta di scritture, pp Ni en el obispado de Burgos, ni en el recién creado de Santander (1754) se había llevado a cabo la minoración de los días festivos en Tricio, 2007, p Contrasta lo ocurrido en España con el agrio debate que suscitó en Italia la reducción de las 12

14 como el superior; todas las observaciones se mueven en una estrecha banda (entre 78 y 82 días de fiesta). Las reformas acometidas en España a partir de los años cuarenta forman parte de un proceso general de secularización del tiempo que se emprende en toda Europa, sobre todo en la segunda mitad del Setecientos, y que afectó tanto a los países católicos como a los protestantes. Tras las numerosas peticiones recibidas desde el inicio de su pontificado, el 22 de septiembre de 1742 Benedicto XIV enviaba un escrito a cuarenta cardenales y otras personalidades solicitando su parecer sobre cuánto y cómo reducir el número de días festivos. No hubo unanimidad en las respuestas y, en consecuencia, no se operó ninguna reforma general a diferencia de lo ocurrido un siglo antes; de la reducción se encargarían los obispos en sus respectivas diócesis 41. Las peticiones para aligerar el número de fiestas se fueron multiplicando. En los años cuarenta, cincuenta y sesenta distintas diócesis de los Estados Pontificios, Toscana, Cerdeña, Sicilia, Polonia y Alemania, el reino de Nápoles y las ciudades de Niza, Praga e Yprés solicitaron y obtuvieron tales disminuciones 42. Para Austria y los territorios austriacos italianos en 1754 y para los países hereditarios de los Habsburgo en 1772, la emperatriz María Teresa recibió autorización del papa permitiendo el trabajo en 24 fiestas 43. Y en Francia fueron los obispos de la Iglesia Galicana quienes prosiguieron con las reformas iniciadas en la anterior centuria, en general más drásticas que las que se operan en el resto de la Europa católica 44. Las justificaciones para rebajar el número de días festivos apenas habían cambiado desde el XIII. Prelados y monarcas oscilaron entre las motivaciones económicas su abundante número reducía los ingresos de jornaleros y asalariados, morales reducir la embriaguez, el adulterio y el juego y religiosas la abundancia de las fiestas provocaba una pérdida de respeto y su inobservancia, argumentos reiterados en todas las diócesis y, fiestas entre finales de 1746 y finales de 1748, cuando el papa impuso silencio, y con las escasas diócesis que habían acometido la reforma hasta entonces, especialmente en el norte. Venturi, 1969, pp ; Petrucci, 1982, pp. 90 y ss. 41 Venturi, 1969, pp ; Marino, 1977, pp ; Cattaneo, 1984, pp Relaciones de diócesis y fechas en Raccolta di scritture, pp ; Marino, 1981, p. 691; Hersche, 1990, pp Cattaneo, 1956, p. 102, y 1984, p. 419; Klueting, 2010, p Shusterman, 2010, pp , 252,

15 sorprendentemente, no muy diferentes de los esgrimidos en los países protestantes 45. Pero en el siglo de las luces habrían influido también el Jansenismo y las diferencias económicas que se observaban entre los países protestantes y los católicos (la ética protestante weberiana) 46. El coste socioeconómico de la piedad católica se convirtió en un tema de moda entre los cameralistas, para quienes las horas de trabajo perdidas por las numerosas fiestas, romerías, asistencia a misa y procesiones causaban un enorme daño a las economías católicas 47. Esta había sido una de las razones esgrimidas por Benedicto XIV para impulsar en 1742 la reducción de los días festivos:... quelli che anno pratica de Paesi abitati da Cattolici e da Eretici asserendo essi che i primi sono più poveri e così meno abili a sostentare le loro famiglie, e che i secondi sono più ricchi e più idonei al peso predetto, avendo questi più giorni da lavorare e da procacciarsi il vitto che anno quelli 48. Pero en muchas partes de Italia y de España el problema no estribaba en el mayor o menor número de días laborables, sino en la existencia o no de trabajo. Como no desinteresadamente plantearon algunos de los participantes en el debate promovido por Benedicto XIV, la miseria [...] non proviene dalla molteplicità delle feste, ma dalla mancanza de lavori [...] dalla decadenza del commercio 49. Hasta 1775, y con la única excepción de la Francia posrevolucionaria, el efecto real de las reformas fue inferior del que se deduce del simple cómputo de fiestas abolidas, ya que, si generalizamos lo ocurrido en los obispados españoles, en Lombardía o en Austria no se suprimió ninguna fiesta, limitándose las reformas a un indulto papal que autorizaba la vuelta al trabajo tras la misa mayor en las llamadas medias fiestas; al modo de la Tarraconense, puntualizan las fuentes 50. Esto limitó su potencial alcance, ya que 45 Salvo en el argumento de que las fiestas eran reliquias católicas anteriores a la Reforma. Véase, por ejemplo, Jensen, 2004, pp Aunque, según el análisis econométrico realizado por Cantoni, 2010, utilizando como muestra 272 ciudades alemanas entre 1300 y 1900, there is no effect of religious denominations on a likely indicator of economic development, city size. Despite their differing views of religious matters, Protestants and Catholics might not have been so different in their economic behaviour after all. 47 Jakubowski-Tiessen, 2007, p. 401; von Greyerz, 2008, pp Raccolta di scritture, p. 2. Pero el ejemplo de otros países protestantes fue esgrimido incluso en la reforma danesa de Jensen, 2004, pp Marino, 1977, p Garza, 1858, p

16 La obligación de oir misa en todas las fiestas establecidas por la Iglesia obliga, en efecto, a los labradores, y demás que se ocupan en trabajar fuera de las poblaciones, a venir a estas suspendiendo las labores; y como las distancias son generalmente largas, tienen que emplear en la ida, estancia y vuelta una gran parte de la mañana 51. Mediado el mil setecientos no parecen existir grandes diferencias entre los distintos países católicos y, si la hipótesis de que la reforma de 1536 no tuvo efectos prácticos es cierta, tampoco con Inglaterra, donde, excluidos los domingos, aún se observarían entre cuarenta y cincuenta días de precepto y fiestas seculares (cuadro 1) 52. Cuadro 1. Número potencial de días de trabajo en distintos países europeos, Países católicos España Francia Lombardía Toscana Nápoles Irlanda Bamberg Austria , , , , c b b ,5 306 a d , ,5 299 Países protestantes Wetsfalia Inglaterra Países Bajos Dinamarca e f g h Notas: a: 1802; b: 1755; c: 1668; d: 1775; e: ; f: ; g: ; h: Salvo para Austria, Países Bajos e Inglaterra, todas las cifras descuentan los días festivos que podían caer en domingo o coincidir con una de las fiestas móviles del calendario; las fiestas se han incrementado en un cinco por ciento a fin de tener en cuenta las posibles celebraciones no recogidas en las constituciones sinodales. Para Inglaterra, son días efectivamente trabajados. Los datos de Austria para 1700 y 1750 parecen excesivamente bajos. Fuentes: Francia: Baulant, 1971, pp ; Shusterman, 2010, pp , 252; Decouflé y Svendsen, 1984, p. 65. Lombardia: Cattaneo, 1956, pp Toscana: Addobbati, 2002, p. 42. Nápoles: Russo, 1984, pp Irlanda: McCracker, 1986, pp Bamberg: Hoffman, 2006, pp. 78-9; Austria: Komlos y Ritschl, 1995, p. 65. Inglaterra: Clark y van der Werf, 1998, p. 838; Países Bajos: De Vries, 1994, pp. 55-6, y 2008, pp Wetsfalia: Sauerman, 1988, pp Dinamarca: Jensen, 2004, p. 92. Los únicos países donde las horas anuales de trabajo anuales se habían 51 Gorosabel, 1967, II, p Esta idea ya había sido lanzada por Campomanes, 1975[1774], p. 52. Cf. para Austria Komlos y Ritschl, 1995, p Freudenberg y Cummins, 1976, pp. 5-6; Voth, 2000, p Fuentes católicas rebajan, sin embargo, esta cifra a dieciséis. Marino, 1977, p

17 incrementado sustancialmente, alcanzando el estándar moderno de 300 días, habrían sido Dinamarca, Holanda y los territorios calvinistas de Alemania. Con escasas excepciones, parece que en occidente europeo: 1) los días potencialmente laborables eran relativamente elevados ya a mediados del mil quinientos (y verosímilmente también en las anteriores centurias); 2) entre 1550 y 1750 su evolución fue similar en todos los países; y 3) el aumento fue muy moderado. Estas conclusiones permiten rechazar la cronología propuesta por De Vries para la (incompleta) revolución industriosa en los países católicos 53 y contradicen uno de los argumentos repetidos desde el siglo diecisiete para explicar el atraso económico español. Aunque las quejas sobre el excesivo número de fiestas y sus consecuencias se remontan a tiempos medievales 54, fueron los arbitristas los primeros que articularon en un discurso la pérdida de los días de trabajo que aquellas suponían, vinculándolo con la decadencia económica de España. En 1626 Pedro Fernández de Navarrete relacionaba la muchedumbre de fiestas que en muchos obispados pasan de la tercera parte del año, sin los días de toros y otros regocijos públicos con el incremento de los costes laborales por cesar tantos días las labores, es forzoso crezcan los jornales de los laborantes y la consecuente pérdida de competitividad, lo que ha abierto puerta a que de provincias y reinos extraños, donde por haber más oficiales mecánicos y menos fiestas son más bajos los precios de las labores, se traigan a España infinitas mercaderías, necesarias y no necesarias 55. No muy distinta era la visión que transmitía tres años después el anónimo autor de un memorial dirigido al Conde-Duque de Olivares. Este, probablemente antiguo corregidor de Toledo, señalaba entre los factores de la decadencia de la industria textil que en España se disfrutaba de demasiadas fiestas; escandalizado señalaba que había 50 días, más que las fiestas oficiales de Roma 56. En el siglo XVIII los argumentos se refinan. Si en su Theorica y practica de 53 De Vries, 2008, pp. x-xi, La más antigua que he encontrado aparece recogida en las constituciones del legado Juan, cardenal y obispo sabiniense, confirmadas en el Concilio de Tarragona del año Tejada y Ramiro, 1859, III, p Fernández Navarrete, 1982[1626], pp Fernández de Pinedo, 2004, pp Estos cincuenta días concuerdan bien con las cuarenta y ocho fiestas que recogen las constituciones sinodales de Toledo de 1620, de las cuales cinco eran de precepto tan solo en la ciudad. Constituciones sinodales del Arçobispado de Toledo [1620], f. 24v. 16

18 comercio y marina, Uztariz se limita a recoger las ideas de Fernández de Navarrete y Saavedra Fajardo, en 1734 el Padre Feijóo estimaba la pérdida por cada día festivo en seis millones de reales, ejercicio que luego reproduce Campomanes en su Discurso sobre el fomento de la industria popular cifrando las pérdidas en dieciséis millones 57. Y en el siglo XIX las ideas continúan repitiéndose 58. Pero el problema de la economía española no era el tiempo dedicado al ocio voluntario, sino el desempleo y el subempleo, la baja productividad y el atraso técnico. La divergencia entre España, y verosímilmente el mezzogiorno italiano, y otros países católicos arranca de mediados del dieciocho. En España no volvió a acometerse ninguna nueva reforma hasta 1867, frente a lo ocurrido en otras partes de Europa, donde, aunque no sin resistencias 59, el número de días festivos volvió a disminuir en el último cuarto del Setecientos, y tanto en los países católicos como en los protestantes 60. Las distancias se acentuarían tras las guerras napoleónicas, que contribuyeron a extender por el continente la drástica reducción que se había llevado a cabo en Francia en 1802, donde el cardenal Caprara promulgó un indulto eliminando todas las fiestas religiosas que se celebraban entre semana, salvo cuatro 61. Parece que en 1791 la monarquía hispana habría obtenido también un indulto pontificio para suprimir las medias fiestas en todas las iglesias de la península y ultramar, pero dicha medida no se aplicó 62. Aunque la fecha de la bula sea objeto de confusas referencias en las Cortes de 1820, en el debate suscitado en torno la disminución de las fiestas queda claro que aquella no se habría publicado y, en consecuencia, no habría entrado en vigor, por la oposición del 57 Uztariz, 1968[1742], pp ; Feijoo y Montenegro, 1863[ ], p. 276; Campomanes, 1975[1774], pp Estos cálculos sobre la pérdida económica que significan los días festivos se repiten en Europa desde finales del mil seiscientos. Véanse Hill, p. 149, y Voth, 2000, p. 221, sobre el economista inglés de fines del XVII sir Henry Pollexfen, y Ultée, 1976, p. 182, sobre el colaborador de la Encyclopédie Joachim Faiguet de Villeneuve. 58 Bastús, 1835, pp , copia, citando, literalmente lo que el padre Feijoo escribe en la Paradoja Segunda (epígrafes 10, 11, casi todo el 14 y 15 al 19). 59 En Austria, Bavaria y Bamberg en Alemania, Lucerna y la jurisdicción de Friburgo en Suiza, Suecia... en especial cuando se produjeron enfrentamientos en torno a esta cuestión entre los monarcas ilustrados y la Iglesia. Hersche, 1990, p. 117; Voth, 1995, p. 630; Jensen, 2004, p. 92; Von Greyerz, 2008, p Hersche, 1990, pp ; Jensen, 2004, pp. 73-4, 82-3; Jakubowski-Tiessen, Shusterman, 2010, pp Kellner, 1910, p. 49; Garza, 1958, p. 18; Hersche, 1990, p

19 Consejo de Castilla, sin que se expliciten las razones que motivaron su negativa a darle el pase. Quizá no fuera ajena a este hecho la adversa coyuntura económica en que se obtuvo y que continuaba en los años veinte. Uno de los participantes en el debate, el diputado Artieda, proponía que mientras nuestras fábricas, industria y agricultura no se vean mas fomentadas y necesitadas de operarios, y que mientras en los dias de labor se vean tantos operarios ociosos á las tres de la tarde, y otros muchos ociosos todo el dia por no hallar quien les dé ocupación y jornal, no se trate de supresion de dias de fiesta 63. A pesar de las diferentes tentativas que se realizaron para reducir el número de días festivos desde finales del siglo XVIII, en España la reforma se retrasó hasta En las cortes constituyentes de 1837 la ley que limitaba a cuatro las fiestas de precepto, domingos excluidos, fue tramitada pero no sancionada. Casi dos décadas después, durante el Bienio Progresista, el Gobierno encargó tratar del tema al enviado ante la Santa Sede, el moderado Joaquín Francisco Pacheco. Entre los argumentos esgrimidos, se habría vinculado la necesidad de reducir los días festivos a que la agricultura, las artes, la industria, el comercio, poco cultivados antes en España, empiezan a cobrar vida, haciendo hincapié en los progresos experimentados por la agricultura: Un desenvolvimiento repentino, como el que se está verificando en España, desde la gran desamortización de 1835, necesita un aumento de trabajo próximo, inmediato; y eso únicamente puede proporcionarlo el empleo del tiempo que desperdiciamos ahora 64. Pero, pese a las gestiones realizadas, no se alcanzó ningún acuerdo, lo que quizás pueda atribuirse a las tensas relaciones entre el Gobierno español y Roma, cada vez más deterioradas por la redacción del texto constitucional de 1855 y la desamortización de Madoz. En 1867, a ruegos del Gobierno español de Narváez, que prometió hacer guardar las festividades que quedasen vigentes, y en consideración a los que se proporcionan el sustento con el sudor de su rostro para beneficiar al buen comercio, el fomento de las artes y provecho de la agricultura, Pío IX 63 Diario de las actas y discusiones de las Cortes..., vol. IV, pp , Sesión de 29 de agosto. Según se refiere en la discusión, la comisión eclesiástica había formado un proyecto de ley sobre el mismo asunto. 64 Despacho dirigido al Sr. Pacheco. Madrid, 11 de febrero de Documentos relativos a las negociaciones..., pp

20 promulgaba el 2 de mayo el decreto Regni Hispaniae, por el que derogaba el precepto de oír misa en los días de fiesta de segundo orden (los vulgarmente conocidos como días de misa o medias fiestas), suprimía dos fiestas de precepto y trasladaba otras dos al domingo inmediato. En cada diócesis sólo se veneraría un patrón principal, que habría de ser designado por la Santa Sede, mientras que las fiestas de los demás patronos y otros santos se trasladarían también al domingo más próximo 65. Pese a la drástica reducción, en España el número de fiestas de precepto aún se elevaba a 15, sin contar las locales. Sólo Italia con 14 y Rusia con 13 presentaban cifras parecidas, que contrastan con las 4 de Francia y Suecia o las tres de Holanda 66. Además, el número de días no laborables se incrementó en 1890, tras restituirse al calendario algunas de las festividades suprimidas, y a finales del siglo XIX las fiestas religiosas oficiales ascendían a diecinueve, si incluimos los patronos locales o regionales. Sin embargo, como en los siglos precedentes, el problema de la economía española no estribaba en el menor número de días laborables (tampoco muy inferior), sino en la falta de puestos de trabajo. El impulso roturador que caracterizó a la agricultura española hasta los años sesenta del siglo XIX y, posteriormente, la expansión vitivinícola, el boom minero, el tendido del ferrocarril y la construcción de obras públicas no generaron suficientes puestos de trabajo para una población en ascenso, mientras la falta de dinamismo de las ciudades y la tardía industrialización fueron incapaces de absorber la mano de obra excedentaria. Para evitar las tensiones interiores el Gobierno tuvo que abrir tras la segunda Guerra Carlista la válvula de escape de la emigración 67. Obviamente, esto no significa que en ciertos sectores el mayor número de días festivos no tuviera un impacto muy negativo. El menor número de días laborables y la menor laboriosidad en los días inmediatos a las fiestas es una de 65 El decreto de Pío IX sobre reducción de días festivos en De la Fuente, 1874, vol. VI, apéndice 27; Gaceta de Madrid, núm. 182, 1 de julio de Diez años después un decreto de León XIII extendía a las provincias de ultramar el anterior. Gaceta de Madrid, núm. 219, 7 de agosto, p. 365, y núm. 229, 17 de agosto de 1877, pp Los datos en la sesión de cortes de 7 de mayo de Diario de sesiones de las Cortes Constituyentes..., XII, p Las cifras concuerdan bien con las que ofrece Keller, 1910, pp. 53-7, para principios del siglo XX, aunque en Rusia se guardaban más fiestas fuera de las oficiales. Huberman, 2004, p Aunque tras un primer impulso migratorio en los años setenta y ochenta, la depreciación de la peseta retuvo en el campo a una población subempleada hasta 1904, cuando se inicia la emigración en masa. Sánchez-Alonso,

21 las causas que se aducen para explicar la menor productividad de la industria española. Según la respuesta, sin duda interesada, de la fábrica de hilados y tejidos de algodón de Oria, cerca de Lasarte (Guipúzcoa), al interrogatorio que precedió a la reforma arancelaria de 1869 por solo este concepto la industria española produce, segun los calculos que hemos hecho, 6 por 100 menos que la inglesa, suponiendo todas las demas circunstancias en iguales condiciones 68. La consecuencia era una menor competitividad. Pero tras la supresión de las medias fiestas en 1867 el año de trabajo pudo alcanzar el estándar moderno de en torno a los 300 días que en otros países se había logrado casi un siglo antes. Las nóminas de algunas empresas siderúrgicas vascas de finales del siglo XX reflejan que ya se estaban trabajando horas anuales 69. No parece, sin embargo, que la competitividad de la industria española mejorase, problema que trató de solucionarse recurriendo al proteccionismo. Una última reducción, esta con carácter general para todo el mundo católico, se llevaría a cabo en En su constitución Supremi disciplinae de 2 de julio Pío X dejó subsistentes en el calendario tan sólo ocho fiestas de precepto entre semana 70. La iglesia trataba así de adaptarse nuevamente a la creciente inobservancia de las fiestas, aunque no resulta inverosímil pensar que con esta medida se tratase de compensar, cuando menos parcialmente, la reducción de la jornada laboral que se venía produciendo gracias a los avances del movimiento obrero. La drástica reforma de Pío X se suavizó en España un año después, tras restablecerse algunas de las fiestas suprimidas 71, y en vísperas de la primera guerra mundial su número quedó establecido en once generales y dos locales o regionales. Sin embargo, los días laborables añadidos no significaron un mayor número de horas trabajadas, ya que se vieron contrarrestados por la disminución de la jornada laboral. Aunque la legislación española adopta con retraso los avances que se habían producido en otros países, a partir de 1910 las horas de trabajo disminuyeron rápidamente. En la bien documentada industria textil catalana, en julio de Información sobre el derecho diferencial de bandera..., vol. V, p Véase Pérez Castroviejo, 1992, pp , para Altos Hornos de Vizcaya, Sáez García, 1999, p. 225, para S. Pedro de Araya. 70 Gaceta de Madrid, núm. 356, 22 de diciembre, p. 898, y núm. 357, 23 de diciembre de Ibídem, núm. 147, 26 de mayo de 1912, p

22 se pasó de las 65 a las 62 horas semanales y, en aplicación del RD de 24 de agosto de 1913, en septiembre de este año entraba en vigor la semana de 60 horas. El RD de 3 de abril de 1919 extendería la jornada de 8 horas a prácticamente todos los sectores 72. Cuadro 2. Estimaciones sobre el número de horas trabajadas anualmente en España Huberman Domenech Deu i Baigual Llonch Fuentes: Huberman, 2004, p. 982; Domenech, 2007, p. 475; Deu i Baigual, 1987, pp.; Llonch Casanovas, 2004, p El cuadro 2 recoge diferentes estimaciones sobre el número de horas trabajadas en España a finales del siglo XIX y principios del XX 73. No resulta descabellado situar en las horas anuales de trabajo en 1918, 300 menos que en 1900 (una reducción de en torno al 10 por ciento) y más o menos las mismas que se habían trabajado entre 1250 y mediados del diecisiete. CONCLUSIONES Utilizando como indicador el número de fiestas de obligado precepto que nos proporcionan las constituciones sinodales y los calendarios eclesiásticos para todos los obispados, presentamos la primera serie anual del número de días potencialmente laborables en España entre 1250 y Nuestra base de datos permite concluir que no existe una tendencia lineal en la evolución del año de trabajo y que las variaciones se movieron dentro de unos márgenes muy estrechos. El promedio de días laborables era ya muy elevado en los cien años anteriores a la Peste Negra, situándose en torno a los 270. Pese a la fragilidad de las bases empíricas para este periodo, la bondad de nuestros cálculos se ve corroborada por estimaciones independientes de los días efectivamente trabajados. Este máximo teórico va a mantenerse muy estable 72 Deu i Baigual, 1987, pp Una síntesis de la legislación laboral en Soto Carmona, 1989, pp. 582 y ss. Sobre su aplicación en el sector textil, Llonch Casanovas, 2004, pp Apoyadas en estadísticas del Departamento de Trabajo norteamericano, las estimaciones de Huberman discrepan claramente del resto, al computar 31 días de fiestas y vacaciones. 21