HEBRAS DE UNA HOGUERA

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Rocío Quintana
hace 4 años
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1 HEBRAS DE UNA HOGUERA

3 MARÍA JESÚS FUENTES HEBRAS DE UNA HOGUERA EDITORIAL CUADERNOS DEL LABERINTO COLECCIÓN BERBIQUÍ, nº6 MADRID MMXIII

4 Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier procedimiento y el almacenamiento o transmisión de la totalidad o parte de su contenido por método alguno, salvo permiso expreso del editor. De la obra María Jesús Fuentes Del prólogo Jorge de Arco De la edición: Cuadernos del Laberinto Diseño de la colección Absurda Fábula Imprime Cimapress (Madrid) Noviembre 2013 I.S.B.N: Depósito legal: M Fabricado en España EDITORIAL CUADERNOS DEL LABERINTO

5 A María, a Ana, a Sonia, a Guadalupe, a Dorothy, a Erika, a Lara, a Josefa, a Estrella, a Madeleine, a Alexandra, a Latifa, a Johanna, a Sabrina, a Miranda, a Juliette, a Laurencia, a Virginia... y a quienes niegan su caso real o miran para otro lado.

7 PREFACIO Amplia y diversa es la obra literaria que María Jesús Fuentes lleva pergeñando desde hace décadas. Al margen de su tarea docente, su devoción por el cultivo de las letras, la ha hecho a adentrarse en el campo de la narrativa y del ensayo, además de dirigir la revista «Mester de vandalía». Pero por encima de todo, esta malacitana, con residencia en Ceuta, es poeta. Y no sólo por los cinco poemarios que lo refrendan, sino por su forma de entender la realidad que la circunda, por su manera de comportarse frente al diario acontecer. En su última entrega, Aguamarina, (2010), su verso ya se extremaba al filo de una mirada permanentemente escrutadora, y su cántico era un íntimo inventario de anhelos y conquistas, con una temática que rondaba lo efímero del presente, el latido incesante de la Naturaleza, el temor desnudo de la muerte y la inquietante simbología del agua resuelta, en ocasiones, en un requiebro de amatorio y súbito erotismo, el poemario revelaba la madurada palabra de una autora de honda cartografía sentimental. Ahora, Hebras de una hoguera supone su sexto libro, y en él, su discurso se radicaliza y unifica a través de un verso tenso y penetrante, amargo y sincero, del que se sirve para relatar un complejo universo vital que tiene a la violencia de género como protagonista. «Nunca pensé que me pasaría a mí», dice el verso inicial. Y desde esa rotunda confesión que retumba en los adentros del yo lírico y en el bordón primero del alma lectora, se sucede una historia que abarca once meses de dudas, turbaciones, desconsuelos, lamentos, daños, y cuyo latente dolor no encuentra remedio en )IX(

8 ninguna estación, en ningún mes, en ninguna hora, en ningún amanecer Tras ese delito invisible, tras ese miserable acto de cobardía machista que no masculino y el cual se pretende esconder bajo la aparente felicidad conyugal, hay una hilera de duelos y sinsabores, de miedos y sufrimientos, que María Jesús Fuentes ha querido abordar y acercar a través de este diario de una tristeza en blanco y negro. El volumen en el que se alternan también los textos en prosa, es un relato homogéneo, donde cada día que pasa es un ejemplo más de cómo se va minando la voluntad femenina («sin ganas de luchar»), de cómo se va acrecentando la ira del varón («Detenido el candil del tiempo/ me visitó el bárbaro/ y me colocó amenazante/ boca abajo con medio cuerpo fuera de la ventana») y de cómo, al menos, la criatura que ha nacido se convierte en el mejor aliciente para la huida, el cómplice incentivo para la confianza: «Llevo la espalda al aire/ como un último signo de rebeldía,/ el bolso mágico/con todo lo imprescindible:/ ilusión, energía,/ esperanza...y una dulce presea». María Jesús Fuentes ha puesto junto a estas Hebras de una hoguera, una buena dosis de valentía, pellizcos de amor y ternura y muchas gotas de pesar y desazón. Pero, sobre todo, ha sabido vertebrar un poemario, donde su voz se hace común y solidaria, partícipe de una compleja y actual realidad. Y todo ello, tamizado mediante un verso directo, pulcro y sincero, revelador de una escritora con mucho oficio. Y muchas agallas. Jorge DE ARCO Madrid, otoño de 2013 )X(

9 Y también en mí se alza la ola (Virginia Woolf)

11 25 de junio Nunca pensé que me pasaría a mí. Como estudié con beca siempre albergué las posibilidades de un futuro sin orquídeas de un presente sin alfombras de un mañana sin asfalto. En mi oferta de variedades se alternaba el juego de imprevistos: enfermedad severa, muertes prematuras, trabajo vendimia, habitación compartida, suburbios inaccesibles, desaires, competitividad. Luché con la pancarta labrada en la frente y el sello póstumo en el pecho, por el maltrato, por la infancia, por los desahuciados, por los desfavorecidos. Pero me equivoqué: las palomas sobrevuelan las orillas y las ramas para el posado pueden estar envenenadas. )13(

12 25 de julio Había atisbado telarañas negras extendidas bajo la colcha; había sentido un escalofrío incierto cuando elevaba el tono alzando las poderosas manos con ira o golpeando la mesa con los puños. Me había atravesado como un fantasma gélido la fina hoja de un sable en las entrañas cuando ensordecían los gritos. Pero nunca, hasta ahora, había experimentado este calor seco que abrasa, ahoga y estrangula cerrando la garganta y anulando las ganas de hablar. )14(

13 28 de julio A lo mejor fui yo quien fastidió el viaje. Lo habíamos planeado con tanta ilusión. La caravana lo puso algo nervioso. Se había hecho un poco tarde y no aparecía la documentación del coche. Tanto madrugar para preparar el almuerzo y ahora ruedan, estrellados, los bocadillos y canapés por la ladera de la colina, futuro pasto de ciervos o de alimañas. Todavía será peor cuando, a la vuelta, empiece a sentirse culpable. )15(

14 Parecemos tan felices... La foto en el marco en la cartera el perfume las caricias delante de los demás los guiños los besos los besos! las risas las risas! las lágrimas ocultas no me llores la esperanza el escaparate lo pasamos bien tantos planes objetivos futuro eso es futuro y pasado hay pasado apenas presente. 30 de julio )16(

15 En la playa sonreían las caracolas mientras los pececillos azucarados distraían, en bandada eléctrica, casi militar, el refrescante baño junto al cielo. Me bronceaba rápidamente la piel permitida por el biquini y los cálidos rayos reconfortaban y daban paz. Por la noche, de fiesta, la nave viró de nuevo: el vestido de volantes tenía mucho escote. 5 de agosto )17(

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