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José Francisco Paz Toro
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2 (c) Carmen Abälos, 1964 Inscripción N<? Prensas de la Editorial Universitaria, S. A. San Francisco 454, Santiago de Ohile Proyectó la edición Mauricio Amster ORATORIO MENOR

3 el primer llanto, la última lágrima me espera. Y es ésta la garganta que dejó transitar la voz de los sollozos. Y son éstas la vertebración y las arterias, y el soplo inconfundible. Hoy me descubro, con mi absurda materia premoriente. Suspendida de eternidad en un repliegue del tiempo,

4 se alteran por los gestos que suscitan los extraños. Hay un diálogo con el río que ha cerrado la boca. Y un grito escapa solo como un ebrio sin vino. Entonces se parte, empujada por la redondez de la tierra.

5 NVOLVERSE en la piel del mundo, y olvidarse de la luz, del soplo, los gemidos. Como un deseo que se destruye o una piedra tocada por lo inmóvil. Cerrar los ojos para rehusarse al árbol. Y amurallarse para que nadie nos habite en medio de las lágrimas.

6 esconder el sol que se levanta como un habitante de lo azul. A fin de que los rincones permanezcan sin metamorfosis. Para que el cuerpo no sueñe en la complicación de la sangre. Y no se sepa nunca a qué raza, a qué momento, pertenece su canto.

7 alisar la piedra con mis manos, y las manos sangraron por la piedra. Quise esculpir la piedra con mis uñas, y las uñas se quebraron por la piedra. Quise arrojar la piedra de la herida, pero mi propia sangre la cubrió de piedra,

8 se levanta de sus viejas costumbres. Y la piedad del ángel desciende al llamado de los hombres. Una sola alborada recibe la agonía del condenado a muerte. Mi hermano no es más mi hermano, y la ola que lavó su pecado, se llevó también mi posibilidad de llanto. El viento se detiene ante mi cara, como un ala que hubiera tropezado,

9 L MUDO pronuncia la única palabra que aprendieran sus ojos. Entonces sus manos se agitan de significados. Una ebriedad maldita lo acerca al árbol que se arrima a su savia. Y entrega con la voz que sus oídos conocen, la carga emocional que lo agiganta.

10 Vlll de nuevo los domingos en lo más alto de los campanarios. Y en la noche que nos sobrepasa, salgamos al encuentro de los gestos. Así, sólo así, nuestras manos volverán sobre el cuaderno viejo. Restauradas las gárgolas del tiempo.

11 IX A NADA sostiene la tensión del arco. La flecha ha perdido su objetivo, y la última luz ciega la jaula abierta. Todo es un silencio pleno de deserciones. Mirada hacia adentro, la creatura humana sueña que está despierta,

12 X A MANO puso sobre los hombros la densidad del pensamiento. La noche hizo más sombra a sus constelaciones. Y todo enmudeció. Fue necesario acaso. Pero aquí estoy, y el canto renovado. Perdido al poder de defender la pena,

13 HAY boca que haya de traerme la suma de los besos ya perdidos. Ni ojos que me lloren como los últimos ojos han llorado. Ni amigos nuevos con quienes disfrazar la soledad. Ningún perdón ha de serme renovado, porque el día prometido ya pasó.

14 Xll ni paz, caminantes eternos bajo la inocencia de las cosas. Mientras el pájaro desgarra los domingos en un canto de exilio. Y no queda sobre la barca vuelta sino la fatiga de las olas. Y el silencio que sube, en un vaivén de piedra desolada.

15 Xlll tarde para que desciendan los pájaros del árbol. Para que el vacío se cumpla en el vórtice de la memoria. O en el flanco de las calles que resuenan de pasos como de agua. La mano que encerró la nuestra dejó la impronta de su crispadura. Pero el pasado la torna un leve cansancio sacudido,

16 XIV E puede asegurar su tiempo contra la eternidad. La multitud busca un poco de paz a su cansancio. Un poco de alegría. Una protección contra el temor final. Quisiera la constancia de su memoria activa. Y olvidar la derrota que sigue a la última cena del hombre,

17 'A XV POYO el codo en mi tristeza, y sueño. La fuerza de las cosas es efímera frente a las estrellas. En un camino de humo destinado a materia, el hombre se desprende. Y al erguir su cabeza en agonía, acepta el INRI de los cielos.

18 insomnio de luz que la noche no niega. Así, del polvo mismo la vida se levanta, conquistando su diminuto espacio. Héme aquí, inmemorial, asistiendo al ciclo de lo efímero.

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