CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE

Transcripción

1 CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE Encuentro con la Comunidad de la Pontificia Universidad Católica de Chile La vocación de la Universidad Católica en el actual contexto cultural Martes 10 de noviembre de 2015, 10:00 AM 1. Estimados amigos y amigas, miembros de esta comunidad académica de la Pontificia Universidad Católica de Chile, señor Cardenal Arzobispo de Santiago don Ricardo Ezzati y Gran Canciller de la Universidad, Señor Rector, Prof Ignacio Sánchez, Vice Gran Canciller, profesores, empleados y alumnos de esta casa de estudios. 2. Estamos en una de la más prestigiosas Universidades de la Iglesia en toda América y en el mundo. Cualquiera que recorra su ya larga historia verá en ella el empeño de tantos católicos que desde la segunda mitad del siglo XIX veían necesario que la Iglesia tuviera una Universidad para la formación de la juventud, para el crecimiento de las ciencias y la cultura, y como un foco que irradiara la fe, especialmente en el mundo de las ciencias y de las artes. Aquí han gastado su vida muchos profesores, por ella han pasado miles de alumnos y a ella ha servido la jerarquía de la Iglesia, cuidándola y haciéndola crecer, como a una hija particularmente amada de la Iglesia chilena. En la escala principal de la Casa Central está la estatua en mármol de su fundador, el Arzobispo don Joaquín Larraín Gandarillas, Vicario Capitular de Santiago y su Primer Rector. Herederos de un legado 3. Una primera reflexión me viene a la mente, al considerar el precioso legado que ustedes han recibido y del cual hoy son los administradores. Hacer crecer aquello que el Señor ha puesto en sus manos y que los frutos de este frondoso ár- 1

2 bol lleguen cada vez con mayor fuerza a toda la comunidad universitaria y a toda la nación, es hoy un imperativo. Soy consciente de los grandes progresos culturales, científicos y artísticos que en esta Universidad se han producido y Dios quiera que ese camino continúe ininterrumpidamente. Demos gracia a Dios por este instrumentos y en Dios renueven este compromiso de fidelidad a esta misión que el Señor ha colocado sobre sus hombros, sabiendo que su gracia nunca les faltará si son humildes y perseverantes. 4. Son administradores de una obra de la Iglesia. Y como nos enseña San Pablo, de cada uno se espera que seamos fieles (1 Cor 4,1-2). Qué significa esta fidelidad en el mundo actual, en la realidad que vivimos, cuando la misma sociedad y la Iglesia están sujetas a grandes desafíos? 5. Pienso que es una buena pregunta para hacerse delante del Señor. Estoy seguro que más de una vez muchos de ustedes han vuelto a la lectura pausada y meditativa de aquel documento del San Juan Pablo II que resume la esencia de lo que debe ser una Universidad Católica, la Constitución Apostólica Ex corde Ecclesiae. Me agrada recordar que el Papa Juan Pablo escribió en su Introducción que es un honor y una responsabilidad de la Universidad Católica consagrarse sin reservas a la causa de la verdad. Es ésta su manera de servir, al mismo tiempo, a la dignidad del hombre y a la causa de la Iglesia, que tiene la íntima convicción de que la verdad es su verdadera aliada... y que el saber y la razón son fieles servidores de la fe. Sin descuidar en modo alguno la adquisición de conocimientos útiles, la Universidad Católica se distingue por su libre búsqueda de toda la verdad acerca de la naturaleza, del hombre y de Dios. (...) Por lo cual, ella, sin temor alguno, antes bien con entusiasmo trabaja en todos los campos del saber, consciente de ser precedida por Aquel que es Camino, Verdad y Vida, el Logos, cuyo Espíritu de inteligencia y de amor da a la persona humana la capacidad de encontrar con su inteligencia la realidad última que es su principio y su fin, y 2

3 es el único capaz de dar en plenitud aquella Sabiduría, sin la cual el futuro del mundo estaría en peligro (Constitución Apostólica Ex corde Ecclesiae, 4). Fieles a la verdad 6. Hemos recordado la enseñanza de Pablo a los Corintios. Una primera fidelidad que hoy se nos pide con particular fuerza es ser fieles a la verdad que la misma Iglesia nos enseña. Esta fidelidad es lo mismo que la fidelidad al Evangelio, a las enseñanza del Señor Jesús que la Iglesia custodia y trasmite, siguiendo la enseñanza de San Agustín: Intellege ut credas; crede ut intellegas : esta invitación vale también para la Universidad Católica, llamada a explorar audazmente las riquezas de la Revelación y de la naturaleza, para que el esfuerzo conjunto de la inteligencia y de la fe permita a los hombres alcanzar la medida plena de su humanidad, creada a imagen y semejanza de Dios, renovada más admirablemente todavía, después del pecado, en Cristo, y llamada a brillar en la luz del Espíritu (Ibíd., 5). 7. Encontrar la verdad plena sobre el hombre sólo es posible desde una verdadera antropología cristiana, que supone, como ha recalcado el Papa Francisco en su reciente encíclica sobre la Casa Común, (Encíclica Laudato si, 66) aceptar la rotura provocada por el pecado en nuestra naturaleza. También el acceso a la verdad propia de la ciencia y la cultura encuentra en su caminar esta rotura que nos dificulta el itinerario intelectual. La Universidad - y más una Universidad Católica - vive siempre en el peligro de separar fe y cultura, de manera que la primera no alumbra a la segunda y la conduce a afirmaciones erradas. Con el libro de la Sabiduría podemos afirmar que Dios es el único que pueda dar el conocimiento verdadero de todas las cosas creadas en su relación con Él (cf. Sb 7, 17-21) y por eso la Iglesia, afirma sin dudarlo, que el hombre se puede entregar con toda confianza a la verdad y a la fidelidad de la palabra de Dios en todas las cosas (Cate- 3

4 cismo de la Iglesia Católica, 215). Por ello también una Universidad Católica tiene siempre como finalidad el anuncio de Aquel que ha venido a dar testimonio de la Verdad (Jn, 18, 37), de Jesucristo, el Hijo de Dios, de quien somos sus discípulos y misioneros. Qué da Cristo a la Universidad? 8. Con el Papa Benedicto XVI podemos preguntarnos Qué nos da Cristo realmente? Por qué queremos ser discípulos de Cristo? Porque esperamos encontrar en la comunión con él la vida, la verdadera vida digna de este nombre, y por esto queremos darlo a conocer a los demás, comunicarles el don que hemos hallado en él. Pero, es esto así? Estamos realmente convencidos de que Cristo es el camino, la verdad y la vida? (Discurso Inaugural de la Conferencia de Aparecida, 3). 9. Dios es la realidad fundante, no un Dios sólo pensado o hipotético, sino el Dios de rostro humano; es el Dios-con-nosotros, el Dios del amor hasta la cruz. Cuando el discípulo llega a la comprensión de este amor de Cristo hasta el extremo, no puede dejar de responder a este amor si no es con un amor semejante: Te seguiré adondequiera que vayas (Lc 9, 57). (Ibíd.) 10. Una Universidad Católica se funda en la aceptación, vivencia y anuncio de la fe en Jesucristo. Esta es su ultima ratio. Por eso, todavía nos podemos hacer otra pregunta: Qué nos da la fe en este Dios? La primera respuesta es: nos da una familia, la familia universal de Dios en la Iglesia Católica. La fe nos libera del aislamiento del yo, porque nos lleva a la comunión: el encuentro con Dios es, en sí mismo y como tal, encuentro con los hermanos, un acto de convocación, de unificación, de responsabilidad hacia el otro y hacia los demás. En este sentido, la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel 4

5 Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza (cf. 2 Cor 8, 9). 11. Los Obispos de América Latina, ahondado en esta realidad de la aceptación, vivencia y anuncio de Jesucristo en el ámbito de la Universidad. Enseñaron que las Universidades Católicas habrán de desarrollar con fidelidad su especificidad cristiana, ya que poseen responsabilidades evangélicas que instituciones de otro tipo no están obligadas a realizar. Entre ellas se encuentra, sobre todo, el diálogo fe y razón, fe y cultura, y la formación de profesores, alumnos y personal administrativo a través de la Doctrina Social y Moral de la Iglesia, para que sean capaces de compromiso solidario con la dignidad humana y con la comunidad, y de mostrar proféticamente la novedad que representa el cristianismo en la vida de las sociedades latinoamericanas y caribeñas. Para ello, es indispensable que se cuide el perfil humano, académico y cristiano de quienes son los principales responsables de la investigación y docencia (Documento de Aparecida, 342). El compromiso personal con Jesucristo 12. Surge de estas afirmaciones una exigencia connatural a quienes de cualquiera forma integran la comunidad universitaria de un ateneo católico. Su compromiso personal con Jesucristo en la vivencia de la fe, en el ejemplo de una vida coherente y en el anuncio de la verdad sobre el hombre que nos da el encuentro con el Dios Encarnado. Para todos es evidente que no habrá descubrimiento de la verdad sobre el hombre, sobre la ciencia y la cultura si no tenemos hombres y mujeres personalmente comprometidos con su fe católica. Esto en nada se opone a una verdadera apertura de la Universidad a personas e ideas que no comparten el ideario de nuestra fe, pero a los cuales se les exige el respeto y la aceptación de su ideario, tal como lo describe la Declaración de Principios de la Universidad. 5

6 13. De aquí la necesidad de una pastoral universitaria que acompañe la vida y el caminar de todos los miembros de la comunidad universitaria, promoviendo un encuentro personal y comprometido con Jesucristo, y múltiples iniciativas solidarias y misioneras (Documento de Aparecida, 342). Conozco el desarrollo que tiene hoy el trabajo pastoral con todos los que forman parte de esta gran familia universitaria, su dedicación a los empeños solidarios en favor de los más necesitados, sus trabajos en bien de los más pobres y de las diversas Iglesias particulares de Chile. Ello es el fruto de una conciencia clara de la centralidad de Jesucristo en la vida personal de cada uno y de toda la Universidad. Discípulos y misioneros del Señor 14. Nacen así discípulos, fundamentados en la roca de la palabra de Dios, que se sienten impulsados a llevar la buena nueva de la salvación a sus hermanos. Discipulado y misión son como las dos caras de una misma medalla: cuando el discípulo está enamorado de Cristo, no puede dejar de anunciar al mundo que sólo él nos salva (cf. Hch 4, 12). En efecto, el discípulo sabe que sin Cristo no hay luz, no hay esperanza, no hay amor, no hay futuro. (cf. BENEDICTO XVI, Discurso Inaugural de Aparecida, (3 in fine) 15. Pido al Sagrado Corazón de Jesús, a quien esta consagrada está Universidad, que les conceda ser buenos y fieles administradores de este instrumento maravilloso que Él ha puesto en sus manos y a la Virgen de Carmen, Reina y Patrona de Chile, les haga siempre fieles a Jesús y a su Iglesia. 6