Tipologías y variantes de la construcción con mampostería en época medieval: aproximación al caso segoviano

Transcripción

1 Actas del Quinto Congreso Nacional de Historia de la Construcción, Burgos, 7-9 junio 2007, eds. M. Arenillas, C. Segura, F. Bueno, S. Huerta, Madrid: I. Juan de Herrera, SEdHC, CICCP, CEHOPU, Tipologías y variantes de la construcción con mampostería en época medieval: aproximación al caso segoviano I. Hernández García de la Barrera Raimundo Moreno Blanco Tres son las características que tradicionalmente se han atribuido al románico segoviano: ejemplos tardíos, pobres y que siguen modelos repetitivos. Durante los trabajos de elaboración de los tomos correspondientes a la diócesis de Segovia de la Enciclopedia del Románico en Castilla y León (AA. VV. 2007) se ha tenido la oportunidad de constatar la riqueza y variedad que se originó en estas tierras en cuanto a las fábricas se refiere con las distintas variantes de la mampostería. Entre ellas ha llamado poderosamente la atención por su profusión y singularidad aquella que emplea como método constructivo los cajones o tapias de calicanto en la arquitectura religiosa. En el conjunto total de los edificios de época o traza románica suman un porcentaje que oscila entre el 10 y el 15%, lo que teniendo en cuenta los más de trescientos edificios con restos de este estilo supone un elevado número que ronda la cuarentena. Nuestro objetivo en las siguientes páginas es presentar este sistema, acercándonos a su particular empleo de los materiales ofrecidos in situ cal, tierra y rollo calizo, así como a su historia, tipología de edificios a los que dio lugar, y geografía y cronología en las que se empleó mayoritariamente. Recoge el Fuero de Cuenca, y tras él una larga lista de los mismos, la existencia del oficio de tapiador desde el s. XIII. Esta actividad reunía «a los especialistas que trabajan con tierra aglutinada y pisada en encofrados, con los que levantan los muros, tapias y paredes» (Garín 1996, 394), que junto a la de los canteros, carpinteros, herreros, vidrieros, caleros o tejeros se han ocupado de las empresas constructivas hasta época reciente, cuando han sido relegados por nuevos materiales y técnicas. Esta mención, si bien relevante por constatar la que debía ser realidad del momento, no deja de resultar tardía si se tienen en cuenta referencias a este sistema de construcción aun variando los materiales y su proporción en el uso desde bien antiguo, remontándose las primeras referencias a edificaciones defensivas de Oriente Próximo, en los imperios Asirio y Egipcio, extendiéndose desde allí por el mundo antiguo y arraigando especialmente en el Norte de África y la Península Ibérica (Eslava Galán 1984, 272). Queda esto testimoniado por el ejemplo del yacimiento del Castillo de Doña Blanca (Puerto de Santa María, Cádiz), donde según explican Gracia Alonso y Munilla, En el siglo VII a. C. el yacimiento experimenta una remodelación constructiva documentada en la construcción de recintos de hábitat realizados con cimientos de piedra y paredes de adobes y tapial rebozadas con arcilla y enlucidas con cal. (2004, 273) Es Cayo Plinio Segundo sin embargo quien ofrece las primeras referencias a esta técnica en la península, admirándose de la resistencia de los muros de los edificios así construidos, a los que otorgaba una dureza mayor a la del cemento, durabilidad de siglos e inmunidad a la lluvia, el viento y el fuego (cfr. Eslava Galán 1989, 52). A comienzos del siglo XV sería

2 514 I. Hernández, R. Moreno Ibn Jaldún quien describiese la técnica, que aún entonces en poco difería de la empleada siglos atrás, basándose, como hoy, en el uso de las tablas tapiales para formar un cajón o encofrado cosido que se rellena de mortero y que al fraguar se retiran (cfr. Lewcock 1985, 137). Tras estas han seguido otras descripciones más o menos afortunadas y que en lo fundamental difieren en poco, por lo que aquí huelga glosarlas. Por otra parte, el hecho de emplear materiales presentes en amplias zonas de territorio, de menor coste, cuya ejecución requiere un menor grado de especialización en el oficio, además de permitir ahorrar tiempo en la realización y puesta en obra, han hecho del tapial una técnica cuyo empleo se hizo extensivo. Se puede hablar de una tradición constructiva, de una herencia, que sin solución de continuidad ha permanecido mientras lo han hecho los oficios que le daban forma, constituyendo parte esencial de la arquitectura popular, vernácula, de gran parte del territorio peninsular. Sin entrar en el debate sobre la despoblación absoluta o no de los terrenos al sur del Duero después de la conquista musulmana, lo cierto es que tras las campañas de Alfonso VI y, especialmente, la toma de Toledo, la situación para estas tierras varía sustancialmente, siendo receptoras de gentes venidas de zonas más septentrionales en su mayoría. Surgen de este modo importantes necesidades constructivas que van desde las propias viviendas, a las fortificaciones, cercas, lugares de culto, puentes,... Si toda arquitectura es hija y reflejo de unas circunstancias concretas, este momento descrito toma forma en los impulsos emprendidos por la Corona, los concejos y los cabildos a los que se sumarían algunas órdenes monásticas, que hicieron variar profundamente el panorama presente hasta entonces. Del empeño y los posibles del promotor dependía en gran medida la importancia de la fábrica, lo que hizo por ejemplo que junto a la importancia de los testimonios reunidos en Sepúlveda, se levantasen templos en lugares cercanos caracterizados por la humildad de sus materiales, lo moderado de sus dimensiones y lo austero de sus formas, de lo que puede ser muestra el templo de la localidad de Villaseca. Como es lógico pensar fueron más abundantes estos últimos tanto por motivos económicos como de tiempo, pues se pretendía asentar a la población en cuanto fuese posible, circunstancias ambas a las que responden las características vistas del tapial. El empleo de la esta técnica se hizo entonces tan necesario como generalizado prolongando una tradición ya conocida en estas tierras, como han puesto de manifiesto autores como Zamora Canellada y Vela Cossío (2005, 1143) recurriendo a toda de una serie de variantes que ha provocado aún a día de hoy una cierta confusión terminológica. Según el Diccionario de la Real Academia Española, «mampostería» es tanto la obra como el oficio que emplea «mampuestos colocados y ajustados unos con otros sin sujeción a determinado orden de hiladas o tamaños». Distingue entre tres categorías: concertada, en seco y ordinaria (aquella que lleva argamasa). «Calicanto», por su parte, se define como «obra de mampostería» y «mazonería» como fábrica de cal y canto. Parecida situación se da al hablar de «tapia» y «tapial», 1 puesto que dos de sus acepciones son iguales, si bien en otra se señala que «tapia» sería «cada uno de los trozos de pared que de una sola vez se hacen con tierra amasada y apisonada en una horma», mientras que para «tapial» se habla de «molde de dos tableros paralelos en que se forman las tapias» (Algorri y Vázquez 1996), 2 siendo esto sinónimo de «encofrado», que se define del siguiente modo «molde formado por tableros o chapas de metal, en el que se vacía el hormigón hasta que fragua, y se desmonta después», lo que también se podría denominar horma, hormazo o encajonado. En su estudio sobre terminología de construcción tradicional con tierra De Hoz, Maldonado y Vela (2003, 13) señalan que, El término «tapial» se emplea habitualmente para aludir a la técnica de construcción utilizada, al elemento constructivo resultante del proceso de compactación de la tierra y al cajón usado como molde. En un sentido estricto debería emplearse únicamente para referirse al primer concepto y al último, dado que el segundo sería la «tapia» propiamente dicha. Añaden estos autores además la definición de «calicastrada», variante de la tapia no presente en otros diccionarios. Quedarían dos términos a los que referirse, ambos muy usados al hablar de este tipo de fábricas. Uno sería «cajón», cuya quinta acepción del mencionado Diccionario de la Real Academia define como «cada uno de los espacios en que queda dividida una tapia o pared por los machones y verdugadas de material

3 La construcción con mampostería en época medieval 515 más fuerte». El otro, fruto quizá de hacer de la necesidad virtud, es el de «mampostería encofrada» para referirse a esos paramentos formados a partir de moldes o cofres donde aparte de la tierra aparece el rollo o ripio, entre el mortero fraguado, técnica que diversos autores hacen derivar de la tradición romana. 3 Para el asunto a tratar en estas páginas se empleará este último término, junto con el de cajón y el de calicanto, entendido como mampostería ordinaria. La resistencia y solidez de los muros levantados con estos materiales y técnica hicieron que tradicionalmente se empleasen con fines militares, defensivos, así como para obras de infraestructura que necesitasen las mencionadas características. En este sentido, fortificaciones como las presentes en Ayllón, Laguna de Contreras o Coca dan buena muestra de ello. De mampostería se hacían también los muros de las viviendas, uso que ha perdurado en el tiempo, y así, en palabras del profesor Ruiz Hernando (2007, 1: 105), Figura 1 Ermita de San Pedro de la Losa, testimonio que conserva intactas las características del «templo tipo» El muro de mampostería es igual ahora que entonces, de ahí la dificultad que entraña el estudio de la arquitectura románica civil, a no ser que exista una portada u otro elemento que posibilite su identificación. Aquí, sin embargo, nos vamos a centrar en su empleo dentro del ámbito de la arquitectura religiosa, tan abundante como ha quedado dicho al comienzo. Sin querer caer en el error que acarrean las generalizaciones, se considera necesario establecer las características del que sería «templo tipo», 4 el modelo más frecuente y cuya presencia se extiende por la mayor parte del territorio de la diócesis segoviana. Este tendría una nave cubierta con madera y cabecera compuesta de tramo recto y curvo, ambos de menor altura que aquella. La portada se situaría a mediodía, quizá con atrio, y la iluminación la facilitarían los vanos situados en el ábside y el muro occidental. Los paramentos se levantan en humildes fábricas de mampostería o encofrado que posteriormente recibirían el correspondiente enfoscado, empleando materiales más nobles en esquinas, huecos, impostas y cornisas, lugares donde además se ubicaría la ornamentación, de haberla. Estos edificios serían de reducidas dimensiones y su proporción tendería a la horizontalidad, resultando algo chaparros. La presencia de mampostería encofrada en este modelo se centraría en los muros de caja, ábsides y bóvedas. De especial interés resultan la variedad de Figura 2 Cerca de San Miguel de Bernuy se conserva el conjunto conocido como las «ermitonas», San Martín y San Pedro; allí se encuentran estos singulares paramentos de cajones inclinados y su correspondiente disposición de mechinales disposiciones de las tapias en el muro, dentro siempre de la necesaria regularidad. Del mismo modo queremos llamar la atención sobre los encuentros entre las distintas caras de la caja, especialmente cuando esta carece de esquinales, dando como resultado una suerte de enjarjes a modo de dientes, donde queda de manifiesto la habilidad y conocimiento de sus hacedores al dotar así a los muros de un equilibrio dinámico.

4 516 I. Hernández, R. Moreno Figura 3 Torre de Santa Marina, Cuellar Una peculiar variante de esta albañilería, vinculada a lo que se ha venido conociendo como aparejo toledano, se hace frecuente en las tierras que pasaron a jurisdicción segoviana en el s. XIX, después de su secular pertenencia a los dominios abulenses; nos referimos concretamente a las localidades que se incluían en el tercio de La Vega, de la Tierra de Arévalo sin olvidar las Tierras de Coca y Cuéllar, algo más al norte. Entre las primeras se cuentan las iglesias de Santo Tomás en Montejo de Arevalo, San Bartolomé en Montuenga, la abadía de Santa María en Párraces, San Pedro en Rapariegos y San Pedro de Tolocirio; y además, en la zona occidental de la provincia, Santa Eugenia en Santovenia, San Juan Bautista en Villagonzalo de Coca, Nuestra Señora de la Asunción en Pinarejos y las torres de Santa Marina y Santa María de la Cuesta en Cuéllar, más la de San Andrés en la capital; si bien el cómputo general de los elementos de esta variante elevaría sin duda el porcentaje mencionado al principio, dada su prolongada pervivencia en el tiempo. En ellas destaca el empleo del ladrillo, situándose en ábsides, naves, portadas y torres, en disposición que no se ve en otros lugares, con la excepción de la iglesia de Santiago, en Sepúlveda, siendo válidas las palabras que Dominica Contreras y López de Ayala (1994, 563) dedica a la arquitectura civil para su descripción: El ladrillo se emplea en los ángulos de la construcción en pilares con o sin muescas, para que se trabe mejor con los fondos de relleno. Los pilares o machones se repiten rítmicamente a lo largo de las fachadas, respetando siempre las proporciones generales, tirando a horizontales. Cada cierta altura van dos o tres hiladas de ladrillos llamadas «verdugadas» o «cadenas», lo que pone de manifiesto el carácter netamente popular de estas técnicas. Encontramos los edificios construidos con la solución de mampostería encofrada diseminados por casi la totalidad de la provincia, a excepción de la zona noroeste, donde se ubican mayoritariamente los antes citados, allí la norma es la construcción con ladrillo dadas, además, las características geológicas del terreno. La mayor concentración de este grupo aparece en el este de la provincia, en las antiguas comunidades de villa y tierra de Pedraza y Sepúlveda donde se distribuyen las ruinas de Torregil o Torrejil en Gallegos, la ermita de San Pedro en Valdevacas y Guijar, Santa Águeda en Arahuetes, la ermita de Santa Justa y Santa Rufina en Pajares de Pedraza, la de San Nicolás en Barrio de Orejanilla Orejana, las ruinas de la ermita de Nuestra Señora en Santa Marta del Cerro, la ermita de Santiago en San Pedro de Gaíllos, San Cristóbal del Enebral en Duruelo, la Virgen de la Calleja en Sebúlcor, las ruinas de San Julián en Castrillo de Sepúlveda y el cuerpo inferior de la torre de Santa María en Pedraza. Un segundo grupo, menos numeroso, se encuentra en las proximidades de la capital y por tanto al sur del anterior. Estaría configurado por las ruinas de la iglesia de la Virgen en Agejas, la nave de San Marcos y la torre de San Millán en Segovia si bien esta de origen más remoto y sin fábrica de calicanto (Merino de Cáceres 2004), quizá San Miguel en Fuentemilanos, la ermita de San Pedro en La Losa y de Nuestra Señora de los Dolores en Quintanar. En el sur se levantan la ermita de San Pedro de Acedos en Muñopedro, San Andrés en el despoblado de Navalpino Villacastín y la ermita del Cristo de Lumbreras en Lastras del Pozo. Al norte de los grupos mencionados, ya en las proximida-

5 La construcción con mampostería en época medieval 517 Figura 4 Fachada imafronte de la ermita de San Cebrián (Fuentepelayo), con fábrica de mampostería encofrada y esquinales trabados a modo de dientes des de la vecina provincia de Soria, la ermita de Santiago en Ayllón, y la de Santa María del Casuar en Montejo de la Vega de la Serrezuela, con las que se completaría una faja que recorre de suroeste a noreste los límites provinciales, siguiendo las estribaciones de la sierra de Guadarrama y que constituiría el principal núcleo de expansión para este tipo de fábricas. Más aislados, en el norte, quedan los muros de caja de la nave de la expoliada San Martín en Fuentidueña, los de las «ermitonas» San Martín y San Pedro y el palacio civil, en ambas orillas del pantano de Las Vencías, cerca de San Miguel de Bernuy y los de San Miguel en Sacramenia. Por último, en el centro de la provincia, en la llanura, y de norte a sur encontramos los restos de San Cebrián en Fuentepelayo, los de la ermita de San Miguel de Quintanar en Carbonero el Mayor, los de la ermita de Pinillos en Armuña y los de la del Cerro del Águila en Balisa. La cronología de estos edificios es difícil de precisar dadas las limitaciones que para ello ofrece un sistema constructivo con tan larga tradición y basado en la mampostería, a lo que se une el estado de ruina de la mayor parte de las fábricas y la ausencia o austeridad de los motivos decorativos. No obstante, como ya adelantara Ruiz Hernando (1988), en todos los casos nos movemos en unos márgenes de fechas que no excederán los siglos XII y XIII. Apoya sus propuestas cronológicas la codificación del oficio de tapiador expuesta por el ya mencionado Garín (1996), quien lo muestra presente al menos desde el siglo XIII en los fueros de distintas localidades castellanas y que creemos que en poco diferirían para el caso de la actual provincia de Segovia. Así las cosas, hemos de guiarnos a la hora de proponer una cronología por referencias a elementos secundarios piezas decorativas u otras partes de los edificios con lo que de inestable pueda tener a veces. Exceptuada la torre de San Millán de Segovia, que es caso aparte, las primeras referencias a este tipo de construcciones parten de edificios del norte de la provincia y de los primeros años del siglo XII. Entonces se debieron construir la ermita de Santa María del Casuar y los edificios de San Miguel de Bernuy ya que el despoblado al que pertenecían se cita por vez primera en Sin embargo, son estas fechas tempranas dentro de las que se estiman para la gran mayoría de estos edificios. En su mayor parte se debieron construir entre mediados del siglo XII y mediados del XIII, coincidiendo con el auge constructivo general que se desarrollaba en la provincia, aunque en algunos casos se rebasaran estas fechas como pudo ser en el de la ermita de San Pedro de La Losa cuya construcción se debió retrasar hasta el tercer cuarto del siglo. Fechas similares son las que se aceptan para el grupo de iglesias sorianas en cuya fábrica se emplea el mismo sistema constructivo de mampostería encofrada y por tanto hemos de relacionar con las segovianas. En este caso la solución hizo fortuna sobre todo en la capital, donde se encuentran ejemplos de este tipo de construcción en algunos tramos de la muralla, la iglesia del monasterio de San Juan de Duero, en San Agustín el Viejo y en los ya escasos vestigios de San Ginés. En la provincia, la mayor parte de estos templos se encuentran en su mitad meridional, la más cercana a Segovia, y en el entorno de Soria. Allí se levantan la antigua iglesia de Santiago y la ermita de San Miguel en Gormaz, Santo Tomás Apóstol en Mosarejos, San Juan Bautista en Galapagares, Nuestra Señora de la Asunción en Fuentelárbol, Santa María la Antigua en Villaseca de Arciel y Nuestra Señora de las Nieves en Velilla de la Sierra. Disgregada del resto del grupo queda la iglesia de la villa antigua de Ucero en el oeste de la provincia, en las proximidades del Cañón del Río Lobos.

6 518 I. Hernández, R. Moreno CONCLUSIONES Si bien es cierto que cada caso es de por sí particular, en el territorio de la diócesis segoviana se dan las condiciones para considerarle ejemplo de tipologías de fábricas medievales, tanto por lo cuantitativo como por lo cualitativo. La distribución y frecuencia de estas fábricas en el espacio geográfico nos llevan a establecer dos grandes líneas de influencia. De un lado una corriente septentrional, con testimonios que deben vincularse con lo soriano y lo burgalés. De otra, aquellos ejemplos que se conectan más con los obispados de Valladolid y Ávila, formalmente relacionados con lo toledano si bien consideramos necesario realizar una revisión del sentido en que se recibe esta influencia. Con el material documental disponible hasta ahora, la precisión cronológica debe circunscribirse salvo excepciones contadas a fechas límite tan genéricas como la conquista de Segovia y el elenco de parroquias elaborado por el cardenal Gil de Torres, esto es, entre alrededor de 1100 y Ante la falta de precisión terminológica a la hora de hablar de ciertos aspectos técnicos, sería de utilidad sentar las bases para elaborar un corpus unificado de términos de general manejo. NOTAS 1. Se da la particular situación de contar Segovia con un sinónimo de uso coloquial para este concepto, «adral». 2. Estos autores dieron por zanjada la cuestión al afirmar, «En resumen, reiteramos que la tapia es todo muro realizado con una horma denominada tapial (...). Se trataría de llegar, con cuarenta años de retraso, allí donde ya estaba Leopoldo Torres Balbás, el cual denominaba tapial al molde y tapia a todo muro que se construyese con tapiales». 3. De «auténtico opus caementicium» lo califica Jaime Nuño González para ejemplos de iglesias románicas sorianas (AA. VV :1050) 4. Con tanta precisión como acierto, este modelo ha quedado caracterizado en las páginas que sobre este particular ha publicado J. A. RUIZ HERNANDO, dentro de la obra citada anteriormente (2007 1: 49 88); páginas a las que remitimos al lector interesado. LISTA DE REFERENCIAS AA. VV Enciclopedia del Románico en Castilla y León. Soria, 3 vols., Aguilar de Campoo: Fundación Santa María la Real-Centro de Estudios del Románico. AA. VV Enciclopedia del Románico en Castilla y León. Segovia, 3 vols., Aguilar de Campoo: Fundación Santa María la Real-Centro de Estudios del Románico. Algorri García, Eloy y Vázquez Espí, Mariano Enmienda a dos de los errores más comunes sobre el tapial. En: Actas del I Congreso de Historia de la Construcción, 19 23, Madrid. Contreras y López de Ayala, Dominica La arquitectura rural en la provincia de Segovia. Estudios Segovianos, 35, 91: De Hoz Onrubia, Jaime, Maldonado Ramos, Luis y Vela Cossío, Fernando Diccionario de construcción tradicional. Tierra, San Sebastián, Editorial Nerea. Eslava Galán, Juan Materiales y técnicas constructivas en la fortificación bajomedieval. Cuadernos de Estudios Medievales, 12 13: Eslava Galán, Juan Fortificaciones de tapial en Al- Andalus y Al-Magreb. Castillos de España, 98: Garín, Alberto Los oficios de la construcción en los fueros castellano leoneses medievales. Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 82: Gracia Alonso, Francisco y Munilla, Gloria Protohistoria. Pueblos y culturas en el Mediterráneo entre los siglos XIV a II a. C., Barcelona: Universitat de Barcelona. Lewcock, Ronald Materiales y técnicas. En La arquitectura del mundo islámico. Su historia y significado social, , Madrid: Alianza Editorial. Merino de Cáceres, José Miguel La torre mozárabe de la iglesia de San Millán de Segovia. Estudios Segovianos, 97: Ruiz Hernando, José Antonio La arquitectura de ladrillo en la provincia de Segovia siglos XII-XIII. Segovia: Diputación Provincial de Segovia. Ruiz Hernando, José Antonio El románico en Segovia. En Enciclopedia del Románico en Castilla y León. Segovia. Vol. I, 49 88, Aguilar de Campoo: Fundación Santa María la Real-Centro de Estudios del Románico. Ruiz Hernando, José Antonio El románico civil. En Enciclopedia del Románico en Castilla y León. Segovia. Vol I, , Aguilar de Campoo: Fundación Santa María la Real-Centro de Estudios del Románico. Zamora Canellada, Alonso y Vela Cossío, Fernando Paramentos de fortificaciones en la Segovia prerrománica (siglos VII al XI). En Actas del IV Congreso Nacional de Historia de la Construcción. Vol. 2, , Madrid.