La respuesta. Era pronto para todo y tarde para cambiar?

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Salvador Jiménez Méndez
hace 7 años
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1 Era pronto para todo y tarde para cambiar? El anciano, encogido, con sus articulaciones hechas un nudo, descubre la pregunta escrita en un arrugado papel pegado en el espejo. Lo encuentra medio dormido, con los ojos entreabiertos y rodeados por multitud de legañas. Lo lee hasta cinco veces sin ser capaz de entender la pregunta y concluye en consecuencia que debe esconder un secreto que él, a estas alturas, no es capaz de descubrir. Decide así que es mejor romper el legajo y olvidar para siempre lo leído. Lo despega por tanto del espejo para arrugarlo después entre sus dedos y, cuando se encuentra a punto de lanzarlo al retrete, una extraña fuerza detiene su mano. - Qué ocurre? se pregunta en voz baja. El anciano mira su brazo buscando la causa. Observa hombro, codo y muñeca sin encontrar algo que llame su atención. Contempla, finalmente, su mano encontrando los dedos cerrados con fuerza, atrapando entre ellos la nota. Los separa a continuación con gran dificultad y estira el papel para leer la pregunta por sexta y última vez. Después guarda el papel, bien doblado, en uno de los bolsillos del pantalón del pijama al tiempo que en su rostro aparece una sonrisa curiosa. Piensa que quizá todas las horas del día que empieza sean una buena respuesta para la extraña pregunta.

2 Abre el grifo y deja correr el agua hasta que está bien fría. Cuando tiene el lavabo lleno introduce su rostro. Tras mantener unos segundos la cabeza sumergida se pone de pie y observa su cara empapada en el espejo. - Cinco años dice muy serio. Va a la cocina dónde su mujer está preparando el desayuno. El olor a café recién hecho ocupa por completo el pasillo y le sirve de pista para encontrar el camino. Al entrar el viejo da un beso a su esposa y después le pellizca el trasero. Ella, sorprendida, da un respingo mientras él piensa que "ahí van otros tres cuanto menos. Toman el desayuno el uno enfrente del otro, en absoluto silencio y sin dirigirse una sola palabra. Mantienen una agradable conversación, cómo por arte de magia, utilizando tan sólo párpados y pestañas. Guiños y cereales de asombro se aderezan con un poco azúcar. Timidez, pan de molde y mermelada en un diálogo en el que se dicen muchas veces te quiero sin necesidad de decirse realmente nada. Una vez han terminado recogen la mesa y, limpiando los platos, cruzan sus dedos bajo el agua, convirtiendo cada uno de estos encuentros acuáticos en una casualidad deliciosa. Marchan después a su habitación para hacer juntos la cama. Realizan esta tarea convirtiendo el cuarto en una minúscula pista de baile. Utilizando así como excusa sábanas, almohada y edredón, crean entre plumas e hilo una coreografía silenciosa. Cuando tienen la cama lista van al cuarto de baño. Allí se cepillan los dientes como el que limpia un verdadero tesoro y enfrentan en el espejo miradas furtivas que pintan de un rojo muy vivo las mejillas de la mujer. - Ahí van otros cuatro musita al ver cómo ella se pone colorada. Se visten después con ropa cómoda y abandonan el domicilio para hacer las compras del día. Al salir del portal el hombre coge de la mano a su esposa. 2

3 - Para que no nos perdamos el uno del otro le dice con una sonrisa. Atraviesan con paso rápido el pueblo hasta llegar a las tiendas de toda su vida. Compran a Luís, el pescadero, que les vende el pescado más fresco del día. Visitan a Marcos, el carnicero, que les proporciona la única carne sin grasa y les ofrece una ternera aún más blanca que la más alta de las montañas nevadas. Después pasan por la frutería y compran naranjas, manzanas y un buen racimo de uvas. Escogen todas ellas con el mimo del buscador de oro, cómo si bajo su piel no se escondiera tan sólo fruta y fueran a encontrarse una joya. Para finalizar, ya de regreso a casa, recogen el periódico que diligente les guarda el quiosquero, y compran el pan integral con fibra que les recomendó hace ya tiempo el joven médico del pueblo. Cuando la pareja llega a su portal el hombre comienza a subir por las escaleras. Al llegar al primer piso da media vuelta para observar a su mujer impaciente. - Sube! Que así se van diez de golpe por lo menos! - le asegura sin que ella entienda nada. Una vez dentro del domicilio decide que él hará la comida. Ella, estupefacta, se hace a un lado sin irse muy lejos, preparada para corregirle en todo lo que haga falta. Así, mientras el hombre cocina, ella le dice que no debe poner mucha sal y que ha de utilizar por supuesto el aceite de oliva. Incluso, en uno de los muchos despistes de su marido, sin que se dé cuenta, es capaz de bajar un poco el fuego para que no se quemen las verduras. - Está todo exquisito, así por lo menos otros dos años musita el hombre más tarde al comérselas. 3

4 Después de dejarlo todo recogido duermen en el sofá una corta siesta para dar, al despertar, un nuevo paseo. Caminan por el parque en el que juegan sus nietos. Allí hablan de sus hijos y retratan la vida cómo un gran baúl en el que sólo se deben guardar los buenos recuerdos. Él aprovecha además para hacer reír a su esposa con la invención de una extraña historia. Cómo si en cada sonrisa encontrará el mejor motivo para seguir restándose años al tiempo que pasan las horas. Cenan en el salón con la luz apagada, iluminados por un par de velas. El hombre ha convertido todas las horas del día en un viaje en el tiempo y siente que se perdieron todos los nudos que antes ataban su cuerpo. Piensa que su mujer es un ángel, mejor, un regalo del cielo. Piensa que son cómo dos adolescentes que no se conocen y ante ellos todo está nuevo. Los dos cenan manteniendo una nueva conversación en silencio. Disfrutando del tesoro que sólo se encuentra con un mapa trazado mediante secretos. Al terminar la velada se levantan de sus sillas casi como un par de niños. Recogen la mesa montando un escándalo y van a su habitación. Se lavan los dientes tras ponerse el pijama y se introducen después en la cama para jugar durante un rato con sus fríos pies bajo las sábanas. Cuando comienzan a tener sueño cierran los ojos y se unen el uno al otro en un abrazo que parece infinito. Y así se quedan. Muy quietos. Formando con sus cuerpos un dibujo de trazos perfectos. 4

5 De madrugada el papel arrugado, aún en el bolsillo del pijama, no muestra ya una pregunta. Ahora, aunque parezca increíble, aparece escrita en su lugar la respuesta que el hombre buscó a lo largo del día. Cuando el anciano la lea, mañana al despertar, sabrá que incluso a estas alturas Cambiar es el final que necesita todo principio. 5

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