Unos días después, el presidente sirio, Bashar al-assad, pronunciaba un discurso en el que proponía la celebración de unas negociaciones de

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1 LA CRISIS SIRIA: UNA GUERRA IMPOSIBLE DE GANAR Después de dos años de crudos enfrentamientos, más de víctimas, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, y varias iniciativas políticas abortadas, la Coalición Nacional Siria de Fuerzas Revolucionarias y de la Oposición o, más concretamente, su presidente, Moad al-jatib, lanza una nueva iniciativa que contempla el establecimiento de un diálogo con el régimen. El régimen, por su parte, ha asegurado el 14 de febrero que estaría dispuesto a dialogar con la oposición si EEUU y Rusia se implican en el proceso Qué ha provocado este cambio de actitud en ambos actores? A finales de enero, el presidente de la Coalición Nacional Siria de Fuerzas Revolucionarias y de la Oposición, Moad al-jatib, anunció que está preparado para iniciar conversaciones directas con representantes del régimen sirio y sólo puso una única condición: que las autoridades de Damasco deben liberar primero a detenidos. A raíz de esta declaración, algunos miembros de la Coalición, que se reunía en El Cairo, le dieron la espalda y le acusaron de salirse de las directrices que marca el Acuerdo de Doha, el documento fundacional de la propia Coalición. Cabe preguntarse por qué ha cambiado de opinión al-jatib, que durante muchos meses, y en línea con la mayoría de los actores de la oposición, se ha negado a dialogar con el régimen. Desde que se creara la Coalición, en noviembre de 2012, se han dado ciertos cambios sobre el terreno y también políticos que pueden haber llevado a este cambio de postura. Nada más crearse la Coalición Nacional, la Administración estadounidense incluyó al grupo Yabhat al-nusra (uno de los grupos armados yihadíes más importantes del panorama militar) en su lista de organizaciones terroristas. Esta medida se convirtió en una suerte de filtro para la entrada de armas en Siria, puesto que la etiqueta de terrorista conlleva una serie de implicaciones legales que obligaron a algunos países, que apoyaban sin reparo la opción de armar a la oposición (Arabia Saudí y Qatar, principalmente), a abstenerse de entregar armas de manera generalizada. Así, la oposición queda dividida en terroristas y no terroristas, con que hay que saber muy bien a quién se le entregan las armas.

2 Unos días después, el presidente sirio, Bashar al-assad, pronunciaba un discurso en el que proponía la celebración de unas negociaciones de reconciliación, de las que por supuesto excluía a quienes llamó terroristas que habían traicionado a Siria. Igualmente, responsables sirios aseguraron que los miembros de la oposición política que deseen volver, podrán hacerlo para participar en el diálogo nacional y que se anularán los cargos que existan contra ellos. En el mismo discurso, al-asad evitó hacer cualquier referencia al trabajo del enviado especial de las Naciones Unidas y la Liga Árabe, Lajdar al-ibrahimi, quien, según algunos observadores, había estado cerca de superar la brecha que separa las posiciones de Rusia y EEUU respecto a la crisis siria. Al-Asad dejaba ver que el trabajo de al-ibrahimi le resultaba irrelevante. En los mismos días, los ministros de Exteriores de la Unión Europea decidieron mantener la prohibición sobre la venta de armas a la oposición Siria, lo que supuso una decepción para algunos líderes de la Coalición que, unos días antes, se habían reunido para solicitar armas y una ayuda de 500 millones de dólares. La Coalición no obtuvo nigún apoyo tangible en esta reunión. Es más, el ministro francés de Exteriores reconoció, ante una audiencia de representantes de 50 países (los llamados Amigos de Siria ), que no había indicio alguno de que el régimen de al-asad fuera a ser derrocado en un futuro próximo. Además de las fallidas reunniones de El Cairo y París, se han celebrado en diversas ciudades de todo el mundo, varias reuniones internacionales que sí han obtenido resultados, cuando menos económicos. Una de ellas se celebró en Kuwait. No tenía un marcado carácter político y, tal vez por eso, consiguió reunir millones de dólares para los refugiados y desplazados sirios. El régimen de Damasco no estuvo representado en dicha reunión, pero quedó confirmado que conserva su autoridad: el dinero recogido será gestionado por una agencia de Naciones Unidas que se coordinará con el gobierno sirio. Puede que, llegados a este punto, Moad al-jatib se haya dado cuenta de que, aunque la Coalición Nacional ha sido reconocida por varios países como el representante legítimo del pueblo sirio, lo cierto es que el régimen de al-asad constituye, por ahora, el único gobierno legítimo dentro de Siria. Otra reunión que alcanzó un cierto grado de éxito, por lo menos a nivel diplomático, fue la celebrada en Ginebra, en la que participaron unos 300 representantes de la oposición civil y de organizaciones no gubernamentales de ámbito internacional. Los presentes consiguieron redactar una declaración en la que llamaban a la comunidad internacional a adoptar los pasos necesarios para poner fin a la violencia, a organizar negociaciones entre la

3 oposición y el régimen, a publicar una declaración constitucional para la creación de un gobierno con capacidad para gestionar la etapa actual y a la celebración de elecciones presidenciales bajo supervisión internacional. A todo esto hay que añadir el verdadero horror que viven los sirios a diario y la información, cada vez más amplia, que se acumula respecto a las atrocidades que se cometen. Pongamos por ejemplo los 80 cadáveres de civiles sirios sacados del río o las imágenes de ejecuciones sumarias. El régimen acusa a los terroristas y la oposición acusa al régimen. A estas alturas, poco importa quiénes son los criminales y las víctimas pero este horror, inaceptable venga de donde venga, parece que está despertando las conciencias. A la luz de estos últimos acontecimientos, cabe pensar que algunos líderes de ambos lados hayan llegado a la conclusión de que hay que poner fin definitivamente a este derramamiento de sangre. Puede que al-jatib se haya convencido de que la guerra no puede prolongarse otros 22 meses y también de que el apoyo prometido por los patrocinadores de la Coalición Nacional tal vez no llegue a materializarse nunca. Así, su decisión de negociar con el régimen que había rechazado previamente, puede responder a una maniobra política o a un acto desesperado. Hasta ahora, buscar apoyo en los poderes regionales e internacionales se ha probado inútil y ha convertido a Siria en el campo de batalla de otra guerra que, además, les está arrastrando hacia otro enfrentamiento de carácter sectario e ideológico que puede tener fatales consecuencias para el futuro del país. Según algunos observadores, se han dado, recientemente, tres giros políticos que pueden mantener viva la esperanza de alcanzar una solución a la crisis siria. En primer lugar, valoran positivamente el nombramiento de John Kerry como nuevo secretario de Estado de la administración estadounidense. Este político tiene un gran conocimiento de la política de Oriente Medio (como senador del partido demócrata ya ha viajado a Damasco para mantener reuniones con Bashar al-asad) y, además, mantiene vínculos personales con la familia del presidente sirio (la mujer de Kerry es buena amiga de la mujer de al-asad). En segundo lugar, se observa una creciente convicción en personalidades cercanas al presidente sirio de que si los baathistas quieren conservar parte de su poder, lo mejor sería que el presidente se retirara discretamente y se mantuviera en la sombra. Y en tercer lugar, es muy reseñable el cambio de postura de Rusia, que hasta ahora había sido uno de los grandes defensores del régimen sirio. Parece que Moscú se ha convencido de que seguir apostando por al-asad puede

4 conducir a un aislamiento de Rusia y a una paralización de su política en Oriente Medio, por lo que estaría dispuesta a cooperar si se encontrara la manera de deshacerse de al- Asad sin que pareciera una derrota para Moscú. En cualquier caso, el conflicto sirio va a seguir siendo una gran preocupación para la Administración estadounidense durante el segundo mandato del presidente Obama. Puede que la clave para encontrar una solución al conflicto resida en trabajar mano a mano con Turquía, uno de los principales actores regionales. Los choques cada vez más frecuentes en la frontera turco-siria, avivaron los temores de que Ankara, un miembro de la OTAN, si viera implicado en el conflicto de manera prematura. Aunque tanto EEUU como Turquía desean ver el fin del régimen de al-asad, ambos países no se encuentran en la misma posición. Para EEUU, el fin conflicto sirio es una cuestión prioritaria y los estadounidenses sienten auténtica aversión hacia el régimen de Damasco. Pero, igualmente, sienten un gran temor ante la etapa post-asad y no quieren, bajo ningún concepto, verse involucrados en otra guerra en un país islámico. Por esta razón, EEUU, hasta ahora, ha dado pasos muy pequeños y ha evitado implicarse militarmente, con la esperanza de que la oposición pueda hacerse con el control antes de realizar un suave aterrizaje en territorio sirio. Turquía, en cambio, no puede actuar tan lentamente. Para Ankara, el conflicto sirio es un incendio en la puerta de al lado que se propaga con rapidez y necesita apagarlo cuanto antes. Cuando Turquía se posicionó en contra del régimen de al-asad, en agosto de 2011, Damasco contraatacó levantando la mano y dando un mayor margen de maniobra al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), el archienemigo de Turquía, y a su franquicia siria, el Partido Unión Democrática. De la misma manera actuó Irán quien, pocos días después de que el gobierno turco exigiera la renuncia total de al-asad, decidió firmar una tregua con el PKK y con su franquicia iraní, el Partido por una Vida Democrática en el Kurdistán. Con este alto el fuego, Teherán protege la retaguardia del PKK, lo que permite a este grupo volver a lanzar ataques contra Turquía. El PKK es, una vez más y con tanta fuerza como en los años 90, una de las principales amenazas a las que tiene que hacer frente el gobierno turco y uno de los problemas que podrían evitar que el primer ministro turco Erdogan llegara a la presidencia del país en Es decir, Turquía tiene más prisa por resolver el conflicto en el país vecino. Si bien los tiempos difieren, el objetivo de ambas administraciones es el mismo y es bastante probable que Barack Obama y Reçep Tayyep Erdogan puedan encontrar la manera de trabajar juntos. Además, una consolidación de las relaciones turco-

5 estadounidenses sería también beneficiosa para la política exterior de EEUU en Iraq e Irán. Los países del Golfo La larguísima duración del conflicto armado en Siria está minando la capacidad de influencia que tienen los países del Golfo a nivel regional, y que ya había sido demostrada con anterioridad. Desde el inicio del levantamiento, los países del Golfo pudieron matizar las respuestas de los actores regionales pero, a día de hoy, la oposición está fragmentada y no ha conseguido inclinar la balanza a su favor y la presión internacional no ha conseguido forzar una renuncia de Bashar al-asad ni el inicio de negociaciones. A finales de 2011, toda la atención de los países del Golfo se dirigía hacia Siria, donde el levantamiento popular se había militarizado por completo. Tal y como ocurrió en el caso de Libia, el emir de Qatar, el sheyj Hamad Bin Jalifa al-thani, propuso una intervención militar de fuerzas árabes en Siria en enero de Qatar ocupaba entonces la presidencia temporal de la Liga Árabe y, como tal, fue un actor fundamental a la hora de suspender la membresía de Siria en dicho organismo (lo que le costó un enfrentamiento diplomático con Argelia). Como las maniobras multilaterales se concentraban en Naciones Unidas, los países del Golfo adoptaron políticas unilaterales y no supervisadas hacia Siria. Los oficiales de los ejércitos de esta región consideraban natural que, tras el fracaso de la mediación diplomática, de las llamadas a la reforma y de los esfuerzos de Naciones Unidas y la Liga Árabe, el siguiente paso fuera armar a la oposición. Así, los grupos rebeldes, gracias al armamento del Golfo, han podido prolongar el conflicto pero sin llegar a introducir cambios definitivos sobre el terreno. Igualmente, los países del Golfo, que ofrecían fondos y armas a facciones rivales dentro del Ejército Libre, comenzaban también a competir entre sí, algo que no hizo sino profundizar las discrepancias y obstaculizar la creación de una fuerza rebelde unificada que pudiera acabar con el régimen de al-asad. Qatar, por ejemplo, estaba fortaleciendo las relaciones con los Hermanos Musulmanes de Siria; mientras que otras redes saudíes preferían apoyar a grupos salafíes; Kuwait se ha convertido también en uno de los mayores donantes, ofreciendo apoyo financiero directo a los insurgentes. La mayor parte de esta ayuda pasa por encima de Naciones Unidas y de las agencias humanitarias internacionales y se envía directamente a las áreas controladas por los

6 rebeldes a través de las redes familiares y tribales, a las que no tienen acceso las grandes organizaciones. Así, el dinero, las armas y los combatientes que llegan desde el Golfo lo hacen con total opacidad, falta de transparencia y ausencia de control. La insistencia de estos países en ofrecer su apoyo, tanto humanitario como militar, de manera unilateral pone en peligro los esfuerzos que se desarrollan colectivamente para solucionar la crisis siria. La falta de coordinación entre los donantes puede provocar que las políticas se dupliquen o se solapen. Cada país, además, ofrece su ayuda a distintos grupos según su pertenencia étnico-religiosa o su tipo de relación con ciertas organizaciones y no en base a sus necesidades específicas. Así, la preferencia del Golfo por los hermanos sunníes de Siria aumenta las propabilidades de que se produzca una radicalización o sectarización del conflicto. Mientras no haya un acercamiento unificado del Golfo a Siria, las ayudas no reguladas provocarán mayor desestabilización y potenciarán la competencia interna. Los estados del Golfo esperaban que el conflicto sirio llegara a su fin de un modo más bien rápido hacia finales de Evidentemente, esas esperanzas se desvanecieron hace tiempo y la frustración respecto al trabajo de Naciones Unidas y la Liga Árabe para encontrar una solución política o poner fin a la violencia es comprensible. El problema de los países del Golfo es que ya habían elegido ganadores pero, ahora que han perdido sus apuestas, parece que no tienen ningún plan alternativo. Desafíos futuros Los futuros líderes, sean quienes sean, tendrán que hacer frente a numerosos desafíos, desde la reconciliación nacional hasta la adjudicación de los presupuestos y la reconstrucción. De igual manera, cuando acabe el enfrentamiento armado, los dirigentes (tanto los políticos de la Coalición Nacional como los militares del Ejército Libre) tendrán que competir o intentar ponerse de acuerdo para encontrar una forma de gobernar el país. La escasa legitimidad de la que gozan los líderes de la oposición política, prácticamente desconocidos dentro de Siria, es otro de los obstáculos que encontrarán en la etapa de transición. Las aspiraciones de quienes han combatido sobre el terreno, que exigirán su parte de poder, chocarán inevitablemente con las aspiraciones de los líderes políticos, que gozan del apoyo de Occidente. Es previsible que surjan nuevos enfentamientos de manera recurrente, si bien limitados, una vez acabada la guerra e iniciado el proceso político. Igualmente, tendrán que encontrar un nuevo

7 equilibrio de los diferentes componentes étnicos de la sociedad, que han sido adoctrinados y utilizados por ambas partes en este conflicto. Cómo habría de organizarse, entonces, la etapa de transición? En primer lugar, al-asad tendría que renunciar a desempeñar papel alguno en la transición política. A pesar de que ha insistido una y otra vez en que no está dispuesto a renunciar a la presidencia antes de que acabe su mandato, en mayo de 2014, una solución podría ser el nombramiento de uno de sus vicepresidentes como primer ministro de un gobierno de transición, en el que los partidos de oposición podrían nombrar a un tercio de los ministros, el partido Baath nombraría a otro tercio y, el tercio restante, se compondría de personalidades independientes y aceptadas por ambas partes. A continuación habría que realizar una serie de enmiendas constitucionales que permitieran la celebración de elecciones presidenciales y legislativas fiables en el periodo de un año. Al-Asad debería traspasar el poder ejecutivo al nuevo primer ministro pero podría mantener algunas de las competencias hasta el final de la legislatura. Es previsible que, a cambio de su renuncia, al-asad exigirá una inmunidad legal, que impida que pueda ser perseguido judicialmente por las acusaciones de crímenes de guerra y contra la humanidad, así como garantías de que los amigos de Siria dejan de prestar apoyo a los grupos armados de la oposición. Rocío Vázquez Martí Analista del mundo árabe y musulmán Casa Árabe