Mi musa. Baltasar Verano de 2013 Publicado originalmente en Collok.com

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1 Mi musa Baltasar Verano de 2013 Publicado originalmente en Collok.com

2 Mi musa Baltasar García Perez-Schofield Verano de 2013 Publicado originalmente en Collok.com Este relato se publica bajo licencia Creative Commons 3.0 Attribution Share alike, que básicamente indica que para cualquier uso de la obra debe referenciarse al autor, y que las modificaciones están permitidas siempre y cuando se publiquen bajo la misma licencia o similar.

3 El viaje Despertar a su anfitrión Horror Descenso al infierno Mi musa Oscuridad Índice

4 El viaje En un descanso entre curva y curva, se inclinó sobre el volante, oteando el cielo con una mueca de disgusto. - Menuda porquería de tiempo. Era la tarde de un día gris, con una ponzoñosa neblina que parecía situarse justo por encima de la altura del coche. Aquel color gris le amargaba el ánimo más aún de lo habitual. Lucas Álvarez era un tipo normal. Demasiado normal. Llevaba una vida normal, con un trabajo (de mierda) normal, que le obligaba a recorrer cientos de kilómetros diarios. Gracias a la crisis, había tenido que cambiar su trabajo (de mierda) en una oficina, como administrativo, por otro de viajante. Vendedor de enciclopedias. Lanzó un respingo, mientras echaba un vistazo a las muestras que llevaba en el asiento de atrás... - Quién, en su sano juicio, iba a comprar una enciclopedia en papel hoy en día? Menos mal que todavía quedaban muchos pueblos sin conexión decente a internet, en otro caso, aquello tenía menos futuro que un helado en un horno. - No te quejes, no te quejes... podría ser muchísimo peor... Tamborileaba con los dedos sobre el volante, en otro descanso entre curva y curva. Pensaba un poco en todo. Por qué, últimamente, había tomado la costumbre de hablar solo? Deshechó aquel pensamiento lanzando la mano hacia arriba, mientras cambiaba a una marcha más corta. El pequeño motor rugió por el esfuerzo. Su mente, mientras tanto, saltó a temas más mundanos. Lo cierto es que la cosa no estaba para tirar cohetes. Con aquel trabajo por lo menos disponía de un sueldo base y de unas minúsculas dietas, lo que le permitía ir tirando, y... - Qué pasa ahora? Qué coño ha sido eso?

5 En medio de aquel puerto sempiterno, su coche (un Opel Corsa de mierda) estaba empezando a lanzar unos tosidos quejumbrosos, mientras de repente comenzaba a notar unos tirones en el motor. Pisó instintivamente el embrague, con lo que los tirones cesaron, aunque no los tosidos. Levantó de nuevo el embrague, mientras aceleraba más de lo normal, para asistir frustrado al último estertor del utilitario, que mostraba ahora las luces del salpicadero como si acabara de girar la llave para encenderlo. Golpeó el salpicadero con el puño, mientras gritaba. - Joder, joder, joder...! El móvil no daba señal en aquella zona tan montañosa, ya lo había comprobado, así que las posibilidades de que le asistiera la grúa, como diría su profesor de matemáticas del instituto, tendían a cero. Salió del coche, no sin regalarle un importante portazo como reconocimiento a su labor. - Tenía que ser aquí, en medio de ninguna parte! Tras dedicarle un par de patadas de despedida, caminó unos pasos por la gravilla del arcén. La vista, eso sí, era fantástica. Resopló, tratando de descargarse de toda la energía negativa que había acumulado, y que, ahora se daba cuenta, había terminado por estallar con la muerte (esperaba que no definitiva) de su coche (de mierda). Ahora, en cambio, sonrió al apostillar aquello. Es curioso como, un simple cambio de posición puede mostrarte la misma situación de forma totalmente distinta. De repente, pese a todo, se encontraba lleno de energía, y, libre ya de aquellas ataduras oscuras, empezó a pensar en una solución a aquel problema. Su vista se perdió hacia abajo, por donde serpenteaba la carretera que él había seguido con el coche hasta su asfixia en medio de aquel puerto... hacia arriba... hacia arriba... un par de curvas más allá, a un par de minutos andando se vislumbraba un edificio, algún tipo de hotel con una arquitectura barroca muy detallista. Tenía que tomar una decisión, la noche se le echaría encima muy pronto. Decidió intentar arrancar el coche. Tal y como había visto hacer cientos de veces, en el cine y en la realidad, abrió el capó y echó un vistazo. Lo cierto es que nada allí parecía fuera de lo normal, y

6 tuvo que reconocer que a no ser que la avería hubiera consistido en un cable desconectado de una manera muy evidente, no tenía ni idea de por dónde empezar a mirar. Recogió la palanca que mantenía el capó abierto, y lo dejó caer, cerrándolo. Volvió al asiento del conductor, y giró la llave hasta la posición de encendido. Nada anormal. Sin embargo, al tratar de arrancar, aunque el motor de arranque chillaba como un descosido, del motor no se oía otra cosa que estertores, y, de una forma preocupante, como si unas piezas del mismo estuvieran sueltas. Sabía que no era un problema de aceite o gasolina (llevaba el mantenimiento básico a rajatabla), pero aquello pintaba mal. Muy mal. Aquel coche necesitaba un mecánico, urgentemente. - Debo ir al hotel a buscar un teléfono, y que me manden una grúa. Resolvió echar a andar hasta el hotel. Cerró el coche, con su valiosa colección de muestras enciclopédicas, y empezó a caminar, atravesando aquel par de curvas. - Ahora era lo que me faltaba, que me robaran el coche estropeado con las enciclopedias y su incunable conocimiento. No sabía qué había sido, pero se encontraba de buen humor. Quizás era la ruptura con la monotonía, no lo sabía, el caso es que desde luego se encontraba mejor que conduciendo. Lo que sí era cierto es que, si ya iba a tardar en volver a casa (no contaba con llegar hasta las doce de la noche), ahora en el mejor de los casos tardarí a lo mismo, y sin tener oportunidad de vender una sola enciclopedia. - Paciencia. El hotel Y así fue como, calmado y disfrutando del ejercicio fí sico, se llegó hasta aquella curiosa casa. Al acercarse al hotel, pudo comprobar que se trataba de un edificio viejo, con una estructura extraña. La luz mortecina del atardecer le dejaba apreciar una arquitectura curiosa, incluso con torreones, asomada al barranco que se abría a los pies del puerto. Se dió cuenta de que la cumbre no estaba ya muy alejada, a partir de allí la carretera empezarí a a bajar enseguida. - Ahora ya no tiene importancia...

7 La belleza de aquel sitio era tal que no pudo por menos que asomarse al barranco rodeando de la casa, aunque tenía presente la urgencia de llamar a la grúa como prioridad. Lo cierto es que la estampa era bellísima, aún a pesar de no poder contar con toda la luz como para apreciarla como era debido. En frente del hotel, más abajo, una espectacular catarata volcaba las aguas en el lecho del río que había labrado el valle. A su izquierda, la casa colgaba sobre el barranco de una forma que incluso parecía preocupante, mientras a su derecha veía serpentar la carretera, que trataba de ganar altura con respecto al rí o, encajonado en el fondo. - Quizás en algún momento se trató de un hotel de lujo. Lo cierto era que su hotel ya no parecía un hotel. Aunque la casa en sí parecía estar bien, algunos desconchones en las paredes y una cierta dejadez y abandono que se apreciaba como repartida por toda la casa sugerían que había pasado por tiempos mejores. A lo mejor en su momento había sido un hotel, incluso un gran hotel, aunque ahora mismo como mucho seguramente sería una casa particular de alguien, alguien que esperaba que estuviera en casa, con una lí nea de teléfono útil. - Veámoslo. A medida que se acercaba a la casa, iba planeando lo que le iba a decir al dueño de aquel lugar. Sería quizás buena idea ofrecerse a pagar la llamada. Buscó en uno de sus bolsillos, hasta encontrar su cartera. De su interior, revisó brevemente sus escasos dineros, y sacó una tarjeta de visita, que pensaba que le podría ser útil. "Lucas Álvarez, agente de ventas." Sonrió al contemplar la tarjeta, una de esas baratas que se podían encargar rápidamente por docenas. Agente comercial, agente de ventas... todo esconde la misma realidad. Sumido en sus pensamientos, se había llegado hasta la puerta del caserón. Llamó con los nudillos, y la puerta cedió fácilmente, chirriando calladamente sobre sus goznes. No sabía qué hacer. Debería entrar? Significaría aquello que allí no vivía nadie? La noche caía rapidamente, no parecía buena idea pasarla al raso, y la perspectiva de quedarse en el coche tampoco le volvía loco.

8 - Qué diablos... Se adelanto por el zaguán, caminando despacio, rumiando. - Si aparece alguien, se lo explicaré todo. Una escalera enorme escalaba hasta el primer piso, mientras a ambos lados se abrían sendas puertas. Desde allí podía vislumbrar una cocina, mientras la otra puerta permanecía cerrada. Llamó a la puerta cerrada, sintiéndose un poco estúpido. Al no haber respuesta, la abrió despacio, pero no encontró a nadie. Se trataba de una pequeña estancia, estrecha pero muy alta, alzándose durante dos pisos. Las paredes estaban repletas de libros, de todos los colores y tamaños, en estanterías sobrecargadas con un sistema de escaleras adosado. Una pequeña mesa y una silla a juego en el medio, completaban la estancia. Se convenció de que allí no hallaría nada útil, y salió. - En fin, ya puestos... Tomó la escalera y comenzó a subir peldaño a peldaño, sintiendo durante la subida cada paso, cada latido de su corazón, cada crujido de la madera. Subió dos tramos, y llegó hasta el primer piso. Y allí estaba él: el dueño de la casa. - Bueno, al menos eso parece. Aquel hombre tenía la mirada ausente, parecía mirar más allá de donde estaba, sin verle, sin reacción de ningún tipo. Nada. Cuando se recuperó de la impresión, se decidió a hablar. - Hola, perdone que haya entrado así, pero es que mi coche se ha estropeado, nadie respondía y... Se detuvo, sorprendido de no encontrar ninguna reacción, ni la más mínima, en la cara de su interlocutor. -...verá, yo, necesitaba llamar a la grúa, y... De nuevo, ninguna reacción. Se acercó, y pasó la mano por delante de su cara. De nuevo, no pudo ver ninguna reacción. Si acaso, observó que el hombre se balanceaba brevemente adelante y atrás. Aparte de aquel movimiento, nada más.

9 - Y no será uno de esos... sonámbulos? Si es así, no debería despertarle... Debería llevarlo a su cama? Aún a pesar de todas aquellas dudas, no pudo evitar echar un vistazo por detrás de él: una puerta abierta permitía ver el ansiado teléfono. Sabiendo que el interesado no se movería, le rodeó y alcanzó lo que debía ser el dormitorio del hombre. Al igual que el resto de la casa, todo seguía mostrando un aspecto de abandono, quizás no demasiado marcado en aquella estancia. La estancia era amplia: aparte de una cama, una mesilla y una armario, todos pasados de moda hace tiempo, junto a la ventana un pequeño estudio de pintura se completaba con una pequeña mesilla redonda en donde se situaba el teléfono. Varios lienzos sobre sus caballetes mostraban mujeres jóvenes... desnudas... y contra el rincón de la habitación, un mueble con ruedas sostenía una televisión de tubo, un video VHS en un estante inferior, y varias cintas, sin caja, encima del mismo. - Vaya... Lucas se planteó qué hacer a continuación, mientras se cerccioraba de que el dueño de la casa seguía de espaldas a él, impertérrito y ajeno a la invasión de su intimidad.

10 Despertar a su anfitrión Aún a pesar de todas aquellas dudas, no pudo evitar echar un vistazo por detrás de él: una puerta abierta permitía ver el ansiado teléfono. Sabiendo que el interesado no se movería, le rodeó y alcanzó lo que debía ser el dormitorio del hombre. Al igual que el resto de la casa, todo seguía mostrando un aspecto de abandono, quizás no demasiado marcado en aquella estancia. La habitación era amplia: aparte de una cama, una mesilla y una armario, todos pasados de moda hace tiempo, junto a la ventana un pequeño estudio de pintura se completaba con una pequeña mesilla redonda en donde se situaba el teléfono. Varios lienzos sobre sus caballetes mostraban mujeres jóvenes... desnudas... y contra el rincón de la habitación, un mueble con ruedas sostenía una televisión de tubo, un video VHS en un estante inferior, y varias cintas, sin caja, encima del mismo. - Vaya... Aunque le tentaba la idea de usar el teléfono, y terminar de una vez, aquella no era forma de entrar en la casa de nadie. Pasó la mano por delante de su cara una vez más. No podía creer lo que estaba pasando, la verdad, ni cómo conseguiría despertar a aquel hombre de su sueño... ni siquiera tenía muy claro si debía hacerlo. - No será peligroso? Se fijó entonces en un detalle que hasta entonces había pasado por alto: al mover la mano por delante de su cara, la pequeña llama de una vela que sujetaba en sus manos tembló ligeramente por el agitamiento del aire. - Pero... por qué? La luz en la casa no era precisamente deslumbrante, pero desde luego allí había luz eléctrica. La presencia de aquella vela en las manos de su anfitrión sólo podía estar relacionada con el sueño que creyera estar viviendo aquel hombre. Y qué pasaría si...? Casi sonrió al pensarlo, y su sonrisa se ensanchó cuando lo llevó a cabo. Pero apagar la vela no tuvo el efecto inmediato que había deseado: lejos de despertarse, aquel buen hombre comenzó a caminar, despacio, hacia las escaleras... para empezar a descenderlas, lentamente, escalón a escalón. Despacio pero seguro, su anfitrión se dirigía paso a paso hacia el piso inferior. Lucas suspiró, echando una última mirada a aquella habitación con el teléfono en su interior. - Pues anda que... El hombre había llegado ya al piso inferior, y el viajante se apresuró a seguirle escalera abajo. Al llegar a la planta baja se introdujo en la cocina, donde su anfitrión entraba ya, y pudo ver como el hombre sacaba un mechero de un cajón, y lo ponía encima de la mesa. Entonces, dejó la vela encima de la mesa con ambas manos, para coger después el mechero. Lucas pensó rápido y actuó aún más rápido: tomó la vela entre sus manos, para consternación del hombre, quien comenzó a realizar movimientos confusos y terminó por apoyarse en la encimera, temiendo perder el equilibrio, para finalmente encararse con él y enfocar su vista, parpadeando varias veces.

11 Había despertado. Y no parecía precisamente contento. Lucas dejó la vela encima de la mesa, sonriendo conciliadoramente. Como no sabía muy bien qué decir, pensó en elaborar una estrategia que calmase sus ánimos y le permitiese resolver su problema, aunque no tuvo tiempo para tanto. En absoluto. - Quién es usted? - Mi nombre es Lucas, Lucas Álvarez. - Oiga, me importa un bledo cómo se llame! Qué hace en mi casa? Lucas trató de aplacar aquel acceso de ira, levantando los brazos con las palmas de las manos hacia abajo. - Se me ha estropeado el coche aquí cerca, llamé, pero no contestó nadie, y claro, la puerta estaba abierta, y... Su accidental anfitrión tenía un soberano cabreo, y lo cierto es que no podía culparle. La situación era kafkiana, y no encontraba las palabras para lograr calmarle. - Y, claro, no se le ocurrió otra cosa que darse un paseo por mi casa! Qué ha visto, eh? Qué ha visto? Ha estado en el piso de arriba? Apreciaba que aquella explosión iba a ser larga y poco fructífera, y procuró evitarla a toda costa. - Mire, sólo necesito llamar por teléfono, llamar a una grúa, y me iré, y... - Me importa un bledo lo que necesite! Le he preguntado que dónde ha estado?! Qué ha visto?! Lucas estaba consternado. No entendía muy bien aquella insistencia sobre acerca de dónde había

12 estado. Lo cierto es que la situación comenzaba a sobrepasarle. Aquel hombre, su anfitrión involuntario, no parecía querer calmarse, y por un momento consideró la posibilidad de excusarse como pudiera y salir de allí. Sin embargo, necesitaba hacer esa llamada. La perspectiva de pasarse la noche durmiendo en el coche, para, al día siguiente, estar más o menos igual que ahora, no parecía muy halagüeña. Así que decidió contar la verdad. Más o menos... - Subí la escalera y le ví allí. Después, usted bajó, entró en la cocina, le cogí su vela y... Lucas hizo un movimiento amplio con las manos y se despertó. Decidió aprovechar entonces para insistir en su modesta (o al menos así le parecía a él) petición. - Por favor, sólo necesito hablar por teléfono. Necesito una grúa. Su anfitrión pareció calmarse por fin, un tanto al menos. Su rostro se relajó. Pareció ir a decir algo, pero en cambio volvió a cerrar la boca y expulsó el aire, aparentemente aliviado. Los segundos transcurrieron lentamente, con ambos mirándose el uno al otro. Finalmente, el dueño de la casa pareció conformarse y empezar a intentar complacer a su inesperado invitado. - No tengo teléfono. Lucas iba articular un "pero"... dándose cuenta enseguida de que según lo que había relatado no había estado en el piso superior, así que decidió que volver a cerrar la boca (a tiempo) sería una buena idea. Otra idea le vino a la mente, en cambio. Quizás no tenía el teléfono operativo porque usaba móvil. Él suyo seguía sin cobertura, no le extrañaría que incluso sin batería (como no, era una mierda de móvil), y aunque le parecía extraño que aquel personaje tuviera un teléfono móvil (por alguna razón, no le parecía que "casaran"), no se perdía nada. - Mire, y... no tendrá un teléfono móvil? Su anfitrión le miró extrañado, y con expresión casi nauseabunda, alargando el monosílabo, y encogiéndose de hombros, contestó rápidamente. - No! En ese momento, el dueño de la casa debió pensar que estaba siendo un tanto desagradable con su invitado. Su expresión se dulcificó de improviso, mostrando incluso una tímida sonrisa. - Disculpe mis modales. Mi nombre es Alfonso García. Mucho más relajado, Lucas también sonrió. Y entonces sucedió algo del todo imprevisto: Alfonso le tomó una mano entre las suyas y le sonrió abiertamente. Aquello le tomó por sorpresa, y no puedo por menos que pensar: -Pues anda que cambia rápido de humor este hombre. Animado por la buena disposición de su, ahora sí, anfitrión en aquella casa, se arriesgó y tanteó de nuevo el tema del teléfono. - Y cómo es que no tiene teléfono? Juraría que he visto los postes de la línea llegar hasta la casa... Por supuesto, era mentira, no estaba seguro de si había postes o no (tenía que haberlos), pero había que intentarlo.

13 - Oh, sí, claro que hay línea, pero no la usaba y lo corté. Yo suelo bajar al pueblo a por comida y todo lo que necesito, de semana en semana. Por primera vez, Lucas tuvo la completa certeza de que Alfonso estaba siendo completamente sincero. - Soy pintor. Alfonso miró hacia arriba mientras movía las manos. - Ya sabe, un bohemio. Vivo aquí apartado, buscando a mis musas. Lucas por fin vió su oportunidad. - Pero, entonces, podría bajarme al pueblo. Estaba entusiasmado, por poder salir de aquel (extraño) atolladero. Se contuvo lo suficiente para añadir: - Si no le importa, claro. Alfonso chasqueó la lengua. - No es muy buena idea. Podría quedarme dormido en cualquier momento, y... bueno, en el peor de los casos, acabaríamos despeñados por el barranco. Podría dejarle el coche, pero comprenda que no me fíe de que me lo devuelva, al fin y al cabo, le acabo de conocer. - Claro, claro. Pero dormido, cómo?, como ahora, sonámbulo? Lucas arrugaba el entrecejo, tratando de comprender. - Pues sí, o peor. Sufro de narcolepsia, y me ataca especialmente después de comer, entre la comida y la cena. Por la mañana apenas tengo episodios. Para hacerlo más divertido, como ha podido comprobar, combino la narcolepsia con el sonambulismo. Vamos, que no soy muy de fiar hoy en día para hacer... prácticamente nada... después de comer. Lucas le contemplaba con estupor. - Narcolepsia y sonambulismo? Vaya... Cada vez atribuía con más fuerza su extraño interés sobre saber dónde había estado a ese extraño despertar de la exótica combinación de sonambulismo y narcolepsia. - Y tiene cura? Alfonso borró la sonrisa de su cara. - Cura? Tiene tratamiento, para toda la vida: consiste en intentar no hacerse daño padeciendo episodios de este tipo. Su anfitrión pegó un respingo, que fue secundado alegremente por Lucas. Justo después, durante un breve momento se hizo un silencio incómodo entre ambos. El dueño de la casa se desperezó delante de Lucas, y le ofreció un plan para salir de su situación. - Si le parece, puede dormir en una habitación de la casa, y mañana por la mañana, temprano, bajamos al pueblo para que pueda pedir su grúa y arreglar su coche. Lucas asintió, aliviado. - Pues se lo agredecería mucho, muchas gracias. Alfonso le guió por la casa, entregándole un juego de sábanas que sacó de un armario, y llevándole a

14 la que sería su habitación por aquella noche. La noche Después de darle las gracias a su anfitrión, hizo la cama y se tumbó en ella, sin demasiadas ganas de dormir. Pensó en la serie de acontecimientos que le habían llevado hasta allí, sin comerlo ni beberlo. Aquella casi grotesca situación le produjo una sonrisa. Especialmente contando con aquel sonámbulo narcoléptico que él había tomado por un oscuro personaje con pérfidos secretos. Lucas se levantó y se dirigió a la ventana. Su anfitrión había tenido la deferencia de darle una habitación con vistas a aquel maravilloso valle. Apreciaba el paisaje mientras pensaba cómo sería el día a día en aquel lugar. - Como será vivir aquí, como pintor, alejado del mundanal ruido? Todavía envidiando la vida de aquel hombre, se percató de que se había hecho ya realmente tarde, y se dispuso a dormir. La habitación no es que fuera gran cosa, pero al menos tenía dónde pasar la noche. Un par de pequeñas mesillas, un armario, donde dejó su ropa, una cama y la ventana era todo lo que contenía aquella sencilla habitación. Estaba razonablemente limpio, y las sábanas las acababa de poner él, por lo que se sentía cómodo, a pesar de encontrarse en una cama extraña. - Menuda aventura... mañana será otro día.

15 Cerró los ojos, y se dejó envolver por el proverbial silencio nocturno. Escuchó entonces cómo empezaba a llover, las gotas de lluvia repiqueteando en el tejado y resbalando, al rato, por el cristal de la ventana. Al cabo de algunos minutos, el agua comenzó a fluir por las canalones, y fue con ese susurro relajante con el que se quedó dormido. Pero despertó repentinamente. En un principio no pudo decir por qué, aunque quizás, razonó, se tratara del hecho de dormir en una casa ajena. Consultó su reloj, y se dio cuenta de que era todavía de madrugada: aún podría dormir unas horas más. Lucas se dio la vuelta y trató de volver a conciliar el sueño, aunque pronto se dio cuenta de que unos sonidos, fuera de lugar, le sacaba de sus intentos de introducirse en el mundo de morfeo. De forma irregular, algún tipo de chasquido fuerte le sobresaltaba, y cuando se rindió a la evidencia, y dejó de intentar dormir, dedujo que posiblemente aquello era lo que le había despertado. Se concentró entonces en lo que, sin querer, estaba escuchando, y llegó a la conclusión de que era algún tipo de jadeo, acompañado por algunos gritos y gemidos ahogados. No sabía de dónde venían, aunque supuso que su anfitrión era el origen, de alguna forma, de aquello. - Quizás el señor García está renovando los votos matrimoniales (o los que sean) con su señora. Esbozó una sonrisa, y trató de continuar durmiendo, pero lo cierto es que se había desvelado ya. Una voz en su cabeza persistía en decirle que no había señora García, que le había dado la clara impresión de que vivía solo. Y desde luego, no creía, por su problema, que hubiera salido a buscar una prostituta (ni que ninguna hubiera viajado hasta allí). Aunque no quería hacerlo, empezó a fijarse en aquellos sonidos, y continuó encontrándolos fuera de lugar. - Algo no está bien. Había algo en aquello que de alguna manera parecía violento, la voz en su cabeza le seguía diciendo

16 que aquello no cuadraba. Y entonces lo escuchó. Era definitivo. - Socorr... Se incorporó en la cama. Había sido un grito, eso sí, ahogado, como todos los jadeos, gemidos, y... todo lo demás (algo no está bien) que había estado escuchando. Pero había sido un grito de auxilio, estaba seguro, alguien, una mujer, pidiendo socorro, sin poder terminar la palabra porque alguien le habían tapado la boca o algo. - Algo no está bien. Estaba realmente angustiado. Algo definitivamente no marchaba bien, y se planteaba que tenía que hacer algo, encontrar la fuente de aquel grito. Por otra parte, se planteó que no estaba en su casa, y ni siquiera debería andar por ahí si no era para ir al baño. Inconscientemente, su corazón había empezado a latir más deprisa. Lucas trató de serenarse, y se planteó qué hacer. Podía continuar durmiendo, o tratar de hacerlo, ya que al final tenía que tener en cuenta que aquella no era su casa. Quizás aquel tipo estaba viendo porno fuerte, o algo por el estilo. También podía levantarse e investigar la fuente de todo aquello. Además, era posible que Alfonso volviera a estar sonámbulo, y en el caso de que se lo encontrara, ni lo reconociese ni recordase, por la mañana, haberle visto fuera de la habitación. O, al menos, eso quería creer él.

17 Horror Estaba realmente angustiado. Algo definitivamente no marchaba bien, y se planteaba que tenía que hacer algo, encontrar la fuente de aquel grito. Por otra parte, se recordó que no estaba en su casa, y ni siquiera debería andar por ahí si no era para ir al baño. Inconscientemente, su corazón había empezado a latir más deprisa. Lucas trató de serenarse, y se planteó qué hacer. Podía levantarse e investigar la fuente de todo aquello. Además, era posible que Alfonso volviera a estar sonámbulo, y en el caso de que se lo encontrara, ni lo reconociese ni recordase, por la mañana, haberle visto fuera de la habitación. O, al menos, eso quería creer él. Así que tomo aliento y se incorporó. Notaba cómo la ira se apoderaba de nuevo de él. Después de todo, se recordó, todo aquello era producto de su coche de mierda. Porque con un trabajo de mierda como el suyo, uno no podía optar a otra cosa que a una vida de mierda. Se había levantado, y le obsequió una patada a la cama que no consiguió que se sintiese mejor. - Si es que solo me puede pasar a mi, joder, acabar en la casa de un narcoléptico-sonámbulo con... sabe Dios qué aficiones. Captó su propio reflejo en un pequeño espejo de la habitación, colocó los brazos en jarras y suspiró largamente. Después, tomó aire despacio, y volvió a expulsarlo. Se sintió mucho mejor. - Acabemos con esto. Si total, seguro que tan solo esta viendo porno. Hizo una mueca. En realidad, él no lo creía posible, pero quizás, al fin y al cabo, pudiera estar de vuelta en la cama riéndose de sí mismo en unos minutos. - Ojalá. Se vistió lentamente, tratando de pensar qué narices pasaría si Alfonso estaba realmente viendo porno. Qué diría. Tampoco podía imaginar la alternativa, ni pensar cuál sería el plan, así que decidió ser sigiloso y retirarse discretamente cuando supiera qué era lo que estaba pasando. Apagó la luz, y encaró la puerta. Con mucho cuidado, giró el pomo y se encontró a sí mismo en el rellano del pasillo. La lluvia había cesado, y un ligero resplandor, proviniente de la luna, entraba por la ventana, reflejando el marco en el suelo. Gracias a aquella luna, podía ver en el interior de la casa, sin tener que encender ninguna luz, lo cual agradeció en su interior. - Vamos allá.

18 Caminó lentamente por el pasillo hasta alcanzar las escaleras. Su habitación estaba en la primera planta, aunque no la había visto en la exploración superficial de su primera incursión en aquella mansión. Los peldaños crujieron bajo su peso al comenzar a subir las escaleras, lo cuál hizo que ralentizara aún más su ritmo, temiendo ser descubierto. Los gemidos y extraños sonidos ahogados se oían ahora con más fuerza, aunque era muy difícil discernir exactamente de qué se trataba aquello, separar cada uno de la cacofonía que se transmitía desde arriba. Al enfilar el último tramo de escaleras, por fin, le vió. Su anfitrión estaba de nuevo con una vela en la mano, de pie, con la mirada perdida y completamente estático. - Esto empieza a ser una costumbre. Estaba convencido de que Alfonso volvía a tener uno de sus episodios, pero aún así trato de hablar con él. - Alfonso? He escuchado ese ruido raro, y... No merecía la pena malgastar esfuerzos. Aquel hombre estaba catatónico perdido. O narcoléptico perdido. O lo que fuese. Terminó el último tramo de escaleras caminando ya casi con normalidad, y entró, rodeando a Alfonso, en el dormitorio principal. Y lo que vió le dejó petrificado. - Virgen Santísima! En un rápido movimiento reflejo, se dió la vuelta, para comprobar que aquel perturbado seguía en el mismo lugar, un poco por delante de la entrada del dormitorio. El corazón le golpeaba en las sienes, y empezó a sentir un sudor frío que le envolvió el cuerpo. Repentinamente mareado, se sentó sobre la cama deshecha como pudo, y sujetando su cabeza entre las manos, trató de calmarse... como tantas otras veces desde que aquel maldito coche le había dejado tirado en la carretera. - Si es que esto sólo me puede pasar a mi. A mi! Sin quererlo, había pronunciado aquellas últimas palabras con un volumen considerable, lo que hizo de nuevo temer el haber despertado a aquel psicópata, aquel que en un

19 principio le había parecido un bohemio con extraños problemas de sueño cuya vida había llegado a envidiar. Afortunadamente, todo seguía igual. - Pero qué hago ahora? Lentamente, volvió a dirigir su mirada hacia la pantalla del televisor. Se trataba de aquel mueble que tenía también una bandeja inferior para un antediluviano reproductor VHS. En el aparato, una pequeña pantalla LCD muy anticuada mostraba una flecha verde que apuntaba a la derecha, mientras por encima unos dígitos indicaban el tiempo de reproducción. Estaba reproduciendo una de aquellas cintas que había visto desordenadas, sin funda, por encima del vídeo. Ahora estaba seguro de que las había grabado él. - Para recrearse en sus momentos de ocio. Su mirada vagó de nuevo por la pantalla, y tuvo que retirarla de inmediato. Lo que allí pasaba era innombrable, inconcebible. En el centro de la pantalla se veía a una chica, desnuda, atada contra una pared. Resultaba obvio que estaba allí en contra de su voluntad, y todos aquellos sonidos, gemidos incluídos, no eran precisamente de placer, como había pensado en un principio. Perdido en su horror, y medio hipnotizado, siguió contemplando cómo se desarrollaba la acción, para comprobar que en ciertas ocasiones, el propio Alfonso aparecía en el encuadre de la cámara. - Definitivamente, esto no es porno fuerte. Asqueado, apartó la vista de aquello. Inconscientemente, se había incorporado ya, y visto que Alfonso no suponía ningún peligro en su estado, decidió comprobar si aquella chica estaba todavía en la casa o no. Quizás aquella era una grabación antigua, y... bueno, quién sabe qué le habría pasado. - El sitio ese parece un sótano... Volvió a rodear a Alfonso, y bajó cuidadosamente las escaleras con la mirada clavada en él, mirando por encima del hombro, vigilándole. Esta vez, no tenía ninguna intención de despertarle. Al llegar a la planta baja, comenzó a rebuscar, intentando encontrar una puerta, quizás oculta, que le permitiese llegar más abajo, a un sótano que él suponía que estaba bajo sus pies, en alguna parte. Recorrió frenéticamente la planta baja, intentando encontrar un acceso. La mente de Lucas cambiaba ansiosamente de una previsión a otra, cada una menos halagüeña que la otra: en su mente aparecía tan solo claro que tenía que encontrar a aquella mujer y sacarla de allí. Se paró delante de la puerta de entrada, y puso los brazos en jarras. Quizás, sólo había acceso a aquella mazmorra desde el exterior, no desde el interior de la casa. Las llaves estaban en una bandejita encima de un pequeño zapatero en el recibidor. Las cogió (y las guardó en su bolsillo, en previsión de lo que pudiera ocurrir), y salió de la casa.

20 De nuevo se encontraba cerca de la carretera. Aunque no podía verlo, pese a la luna que lo teñía todo de un manto fantasmagórico, sabía que carretera abajo, un par de curvas más allá, estaba su coche, y que del otro lado de la casa podría ver aquella vista fantástica que había disfrutado antes de echarse a dormir. La noche era relativamente acogedora, y de repente, envidió la posibilidad que había valorado de dormir en el coche, pese a la incomodidad. - Si hubiese dormido en el coche, nada de esto habría pasado... maldita sea! Sabía que, de nuevo, la ira le impedía pensar con claridad. Aquello no tenía sentido de ninguna forma, pero por otra parte, sintiendo una punzada en su interior, sabía que le resultaba inevitable sentirse así. Sabía que tenía que serenarse y continuar. Suspiró largamente, y una vez recuperado, volvió a echar un vistazo en derredor. - Dónde puede estar la entrada a ese sótano?

21 Admiró de nuevo la fachada de la casa, sus arcos y columnas. Sin embargo, al nivel del suelo sólo podía apreciar la puerta principal como forma de entrada. Si había una acceso a un sótano, tendría que estar al nivel del suelo; sin embargo, allí no había nada. Con el ceño fruncido, rodeó lentamente la casa por una especie de senda empedrada que se apretaba contra el muro de la casa. En la parte de atrás, apenas podía distinguir la catarata al fondo del valle. El sonido del agua en su caída, eso sí, llegaba con nitidez a sus oídos. Un susurro relajante, que le trajo a la memoria la lluvia que había sentido justo antes de dormirse. Debía haber durado muy poco, pues a pesar de notar el suelo húmedo, empezaba a clarear aquí y allá. Cuando terminó su ronda alrededor de la casa, no había podido encontrar rastro alguno de unas escaleras o compuertas cerrando un acceso a ningún sótano. - Qué puede estar pasando? Quizás el vídeo no se había grabado allí, después de todo. Pero Alfonso sí aparecía en él (trató de apartar aquella imagen de su mente)... no, definitivamente, tenía que estar allí o cerca de allí. O eso o tenía otra casa con sótano en alguna otra parte, lo que le pareció improbable. Lucas realizó de nuevo una ronda por la casa, escuadriñando más detenidamente todavía la fachada, y cuando llegó a la parte trasera, sin haber obtenido resultado alguno, cabizbajo y sumido en sus pensamientos, se fijó en un detalle que no había percibido antes. Aquella pequeña senda se dividía en dos. Aunque no podía verlo con claridad, la senda descendía por el valle de la cascada. No sabía cuánto ni si el camino era fácil, y decidió que era demasiado riesgo emprender aquel viaje al valle y su catarata, con el suelo húmedo, y parcialmente en oscuridad. Se puso en cuclillas, tratando de adivinar desde la altura de la casa por dónde pasaría el camino, y qué pendiente tendría; pero era inútil. Frustrado, decidió volver a la casa y planear su siguiente paso. Con cuidado de no hacer ruido, abrió la puerta y la sujetó al pasar el umbral, cerrándola él mismo para que no se batiera. Meditabundo, se paró delante de las escaleras para pensar qué hacer. La situación le superaba. Se frotó las sienes con las manos y dejó escapar el aire despacio. Se le empezaba a levantar un pequeño dolor de cabeza. - Pero cómo me pueden pasar estas cosas a mi... Finalmente, resolvió subir de nuevo la escalera y echarle otra ojeada al odioso vídeo, para comprobar si podía ver algún detalle de la mazmorra que le diese alguna pista sobre dónde estaba aquella chica retenida. Saliendo de su parálisis, comenzó a subir lentamente la escalera. No podía permitirse que Alfonso despertara, no después de todo aquello. Cómo sería de violento? Cuando sospechaba que pudiera haber visto algo en el piso de arriba (definitivamente, había mucho que ver), sí le había gritado, aunque no definitivamente no le había parecido un psicópata. De pronto recordó aquellas entrevistas que le hacían a los vecinos de cualquier presunto asesino en la ciudad. - Parecía un tipo tan normal...

22 Involuntariamente, lanzó una risilla nerviosa, que reprimió poniendo una de sus manos delante de la boca, en cuanto recordó que no debía hacer ruido. Se acercó a la curva de la escalera, e inclinó la cabeza para comprobar que Alfonso seguía catatónico... pero lo que vio (o mejor, lo que no vio) no le gustó nada. Alfonso ya no estaba allí. Notó cómo los nervios afloraban a su estómago, y una descarga eléctrica le sacudía la columna vertebral, desde la espalda a su cabeza, a la vez que el sudor inundaba su cuerpo. En breves segundos notó cómo la camisa se le pegaba al cuerpo, a pesar de que no hacía calor. Fue perfectamente consciente de que estaba respirando demasiado rápido, pero no podía evitarlo. Se giró rapidamente, tan rápido que cayó de espaldas, sentando sobre un escalón. - No, no, tranquilo, no pasa nada. Alfonso, afortunadamente, no estaba detrás de él. Había imaginado, en una fracción de segundo, que al darse la vuelta le vería con el rostro rojo por el esfuerzo, apretando los dientes y mirándole fijamente con los ojos extraviados por la locura, mientras por encima de su cabeza sujetaría un hacha a punto de descargar sobre él con toda su fuerza. - Todo está bien, tranquilo, todo está bien. Pero no, no todo estaba bien. Se recordó a sí mismo que saber que no estaba cerca de él era sólo un aspecto positivo de todo el problema en el que estaba envuelto. Necesitaba saber dónde estaba, y sobre todo, necesitaba saber si estaba despierto. Se incorporó de nuevo y enjugó el sudor que perlaba su frente con una mano. De nuevo se llevó las manos a las sienes, y expulsó el aire despacio, tratando de serenarse. Pero una nueva realidad se abrió paso a través de sus entrañas, sacudiendo todo su ser. - Si está despierto, lo sabe. Sabe que conozco su secreto. Dejé la puerta de mi habitación abierta, y habrá visto que no estaba dentro. Maldiciendo su estupidez, y pensando en todas las oportunidades que había tenido de volver a cerrar aquella puerta, trató de imaginar que Alfonso no estaba despierto, que, aún sonámbulo, deambulaba por la casa. Quizás, quien sabe, tratando de encender aquella puñetera vela. - Eso, eso, seamos positivos. Tenía que decidir qué hacer. Se le ocurrían muchas cosas, pero no podía decantarse por ninguna. La primera era salir corriendo por la puerta principal (que no podía ver desde donde estaba) y no volver a aquella casa de locos. - Pero... y si mi está esperando abajo? Tendrá un arma? Las sombras de la casa se extendían más allá del rectángulo del resplandor de la luna que se colaba por la ventana, y su mente comenzaba a imaginar a su loco anfitrión tras cada sombra. Pero por otra parte, salir corriendo no le iba a solucionar nada... el coche no funciona! A

23 dónde podría ir? Se arriesgaría a hacer auto-stop, esperando que alguien le recogiera? Y si no aparecía nadie? - Además, está el pequeño detalle de ir a la policía y demostrar lo que está pasando aquí. Ni yo me lo creo. Sobre lo último, se le ocurrió que podía entrar en el dormitorio, tomar una de las cintas y tratar de descolgarse por la ventana. Aunque seguiría teniendo el mismo problema que antes, por lo menos cuando alguien le recogiera podría demostrar que aquel hombre no estaba en sus cabales. O quizás, sólo quizás, debería buscar a aquel demente por la casa y dejarlo fuera de combate. Sería fácil, especialmente si estaba dormido. Por si no lo estaba, tendría que buscar algo para atacarle... - A lo mejor en la cocina? De esta forma, evitaría la amenaza que se cernía sobre él. Aunque, tal y como se recordó a sí mismo, el que realmente conocía aquella casa era el loco, no él. - No parece haber una sola buena opción.

24 Descenso al infierno No parecía haber una elección clara. Pero, en cualquier caso, sabía lo que no iba a hacer. No iba a convertirse en una víctima. Esconderse, huir... eran opciones que le situarían a la expectativa, en una posición débil, con solo una perspectiva de final feliz, y muchas... demasiadas, inciertas. Lentamente, desanduvo el camino hasta el piso de abajo, bajando por la escalera. La penumbra en la que se encontraba la casa no le hacía ningún favor, ni le ayudaba a sentirse más seguro. Se acercó al interruptor de la luz, lentamente, tratando de percibir el más leve roce, el sonido más nimio. Pulsó el interruptor, y no ocurrió nada. - De acuerdo, Alfonso, aquí estamos tú y yo. Su huésped había cortado la luz, lo que significaba dos cosas a la vez: no estaba dormido (o cataléptico, o lo que fuera), y contaba con la oscuridad para atraparle, tomándole por sorpresa. - En fin, adiós a la salida fácil. Un clásico en la historia de mi vida. Aunque la penumbra invadía todo el piso inferior, la luz de la luna que se filtraba por el ventanal de la escalera permitía deducir las formas. Se desplazó de la parte del hall inmediata a la entrada, y al pie de la escalera, hacia el centro, procurando no hacer ningún ruido: pisando cuidadosamente sobre el suelo de madera. Cada vez que surgía un crujido bajo sus pies, su corazón perdía un latido, su cuerpo de congelaba en el acto, buscando ansiosamente una forma humana. Tras unos minutos que a él le parecieron horas, llegó hasta la cocina, colándose en su interior. - Cálmate.

25 Lucas entró en la cocina, y cerró la puerta tras de sí, para asegurarse de que no le sorprendiera. Tras echar una buena ojeada a su alrededor, se aseguró de que Alfonso no estuviera allí escondido, y entonces se dedicó a buscar algo que pudiera utilizar como arma. Recordando algún clásico, concentró su atención en un soporte para cuchillos. Su primer impulso fue tomar el más grande, que desenvainó e hizo brillar en la oscuridad, reflejando la luz de la luna que entraba por la ventana. - No sé yo. El cuchillo era contundente, sí, pero demasiado grande como para ir por ahí con él. Y menos todavía ocultarlo entre sus ropas, como planeaba hacer. No iba a darle ninguna ventaja a su anfitrión. Escogió un cuchillo mediano y lo encajó a su espalda, asegurándolo con la cintura del pantalón y ocultándolo con los pliegues de la camisa. - Vamos allá. Se sentía seguro allí, mientras en realidad no tenía ni idea de lo que le esperaba fuera. Abrió la puerta lentamente, y se internó en la penumbra. Valoró la posibilidad de cerrarla, pero no le parecía apetecible en absoluto perder visión. - Dónde estás? La planta baja la tenía controlada: a su izquierda se situaba su habitación, tras de sí la cocina, y enfrente la biblioteca (a su espalda también arrancaba la escalera, pero eso ya sería harina de otro costal). Se acercó a la biblioteca, la única habitación ahora que tenía la puerta cerrada. En silencio, de nuevo tanteando antes de dar cada paso, se plantó delante de la puerta. Muy despacio, hizo girar la manilla, en un movimiento que se le hizo eterno. Empujó la puerta cuidadosamente, que cedió con un chirrido que resonó en sus oídos como un riff de un guitarrista de un grupo de heavy metal. Esperó, mirando hacia el suelo, concentrándose en los sonidos que le llegaban. La casa era vieja, desde luego, y gemía ritmicamente, bien fuera por ocasionales golpes de viento, como por su veterana estructura. No oyó nada. Empujó lentamente la puerta, hasta abrirla de par en par. Pronto el brillo plateado de la luna inundó también la estancia, con sus altas estanterías atestadas de libros como gigantes que se perdían en las sombras de las alturas. - Dónde se ha metido este hombre? Será él el que se haya escondido? Recorrió la estancia para asegurarse de que su objetivo no se había ocultado tras el escritorio, o en alguno de los recovecos que dejaban las estanterías. Abandonó la biblioteca y la dejó, como las otras, con la puerta abierta. Se dirigió a la escalera, y se plantó delante de ella, mirando hacia arriba. Parecía que después de todo tendría que registrar aquella planta, y entonces quizás sí sería una buena idea centrarse en huir con pruebas, en lugar de buscar a aquel depravado. - Dijo que me llevaría en coche al pueblo. Debería encontrar ese coche y... Terminó precipitadamente su diálogo interior, cuando oyó un golpe ahogado en la pared trasera de la casa, que le hizo exclamar, para su propia sorpresa... - Está intentando huir!

26 Todo quedó claro en su cabeza. Incapaz de sorprenderle, era el mismo Alfonso el que se había descolgado por alguna de las ventanas de la planta de arriba. Aquello le llenó de confianza. Todas sus dudas sobre verse sorprendido o no, se disiparon, dejándole sólo con ganas de capturarle. - A por él! Salió rápidamente por la puerta principal, y rodeó la casa, intentando localizar el lugar en el que había oído el golpe que el suponía, había provocado Alfonso en su esfuerzo por descolgarse por la ventana. Sus pesquisas le llevaron a una especie de empinado callejón. La casa, efectivamente, no parecía tan grande en la distancia como por dentro, y fue allí donde descubrió por qué: el pasaje era minúsculo, y a no ser que se fuera muy atento, resultaba sencillo pasárselo. Especialmente como cuando él había tratado de encontrar la mazmorra: se había centrado muchísimo en el exterior que rodeaba la casa, y muy poco en la casa misma. Aquel callejón le permitía acortar muchísimo la distancia necesaria para llegar a la parte trasera de la casa. - Estará ahí dentro la mazmorra?

27 Descartó la idea al pasar por delante de una señal que apuntaba a la carretera: fuera lo que fuera aquel edificio, estaba pensado para... - Carruajes! Así que era allí donde su amable anfitrión guardaba el coche, en el que le llevaría al pueblo al día siguiente. Esto le permitiría llegar a la comisaría más cercana. Continuó bajando por allí, hasta alcanzar la trasera de aquella casona. Allí no había nadie. - Mierda! Dónde está?

28 Se las había prometido muy felices, pero la cosa se complicaba por momentos. Empezó a pensar que le había tomado el pelo, que quizás su interés era atraerle hacia fuera, para lograr algo dentro de la casa. - Llegar hasta donde tiene escondida un arma, por ejemplo? Trataba de tranquilizarse cuando escuchó un sonido lejano. Se trataba de un sonido como de gravilla, que le costó trabajo reconocer. - Un resbalón! Se asomó al valle dominado por la casa, y entre la penumbra, pudo observar una figura que descendía a base de pequeños saltos. Lucas no se lo pensó. Comenzó el descenso, tratando de seguir el sendero que discurría entre rocas y gravilla. Al fondo, podía intuir (y oír) la impresionante cascada. Con frecuencia, cuando el terreno lo permitía, alzaba la vista para vigilar por dónde bajaba Alfonso. No podía evitar trastabillar en ocasiones, debido a toda aquella arena, tierra, rocas y grava, aquella mezcla que conformaba la ladera de la montaña. - Pero... por qué corre tanto? Se replanteó su deducción de que Alfonso trataba de huir de él. Quizás solo se había despertado y

29 había temido que Lucas ya estuviera allí. De ser así, inconscientemente, le estaba indicando el camino a seguir. Por un momento temió que el ruido de sus pisadas, así como sus resbalones, pusieran a Alfonso sobre aviso, pero en cualquier caso el ruido de la cascada se estaba transformando ya en un potente rugido, que incluso mitigaba el sonido de sus pisadas para él mismo. - Mierda, dónde se ha metido? Ensimismado en sus pensamientos y concentrado en no caerse, había dejado de vigilar a Alfonso, y ahora ya no le veía por delante de él. Terminó la bajada y llegó a la orilla de una laguna formada por el agua de la cascada. El entorno era espectacular, y lamentó no tener tiempo para disfrutarlo. Aún a pesar de la distancia, la catarata pulverizaba agua en el aire, que caía como una fina llovizna sobre él. El rugido se había vuelto ensordecedor, molesto por momentos. Caminó bordeando el lago, tratando de imaginar su siguiente paso.

30 No había recorrido ni veinte metros en la dirección en la que estimaba que había desaparecido Alfonso, cuando apreció un destello por delante y por encima de él. Una masa negra se situaba enfrente, mientras la luz amarilla que había visto se mantenía ahora fija sobre ella. - Tengo que llegar hasta allí. Aceleró el ritmo hasta trotar hasta aquella luz, cosa difícil por las rocas que tenía que sortear a su paso. Pronto se dio cuenta de que delante de él había una loma. Se detuvo para mirar hacia arriba: debido a la inclinación de la pendiente, sería imposible verla desde la carretera. La loma subía desde el nivel del lago pegada a la pendiente, vertical en aquella zona. Una pequeña construcción, ahora podía verla, se situaba encima. Algún tipo de caseta pequeña. Aunque alguien la viera, no tendría la más mínima idea de lo que pasaba dentro. - Ahí es donde está la mazmorra! Estaba triunfante, lo había conseguido! Se encaminó con energías renovadas hasta la caseta, y cuando estaba llegando se percató de que la luz, no era sino una lámpara en el interior de la construcción, de forma que se proyectaba hacia la noche a través de la puerta abierta. Asomó la cabeza hacia adentro. Aunque ya lo había visto en los vídeos (que intentaba desterrar de su cabeza), estar allí y verlo con sus propios ojos le produjo un impacto mucho mayor. La caseta tenía una sola habitación, que estaba parcialmente excavada en el suelo, con lo que era bastante más grande de lo que aquel aparente galpón mostraba desde el exterior. - Madre mía... La suciedad del lugar llamaba primeramente la atención, así como algún tipo de correajes colgando de las paredes. Al fondo de la habitación, una mujer joven, inconsciente y ligera de ropa, estaba

31 atada, sujeta de alguna forma a la pared del propio galpón. Entró, atraído irremediablemente por la realidad palpable en la que se habían convertido aquellas imágenes en VHS. La terrible realidad. - Tranquila... La prisionera había abierto los ojos, visiblemente asustada, mientras él se acercaba con las manos en alto hacia ella. Ella abrió los ojos de par en par. Sintió una punzada en su estómago, mientras la adrenalina fluía por su cuerpo y su piel se bañaba en sudor frío. Por una fracción de segundo, se sintió extrañado, tan seguro, en comparación, como se había sentido persiguiendo a su anfitrión ladera abajo. Y es que había olvidado algo. Lucas notó un pequeño movimiento tras él, y se volvió tan rápido como pudo, protegiéndose instintivamente con el brazo derecho. Pero esta vez sí estaba allí. Tal y como le había visto antes en su imaginación: cara enrojecida, ojos inyectados en sangre, y manos levantadas por encima de su cabeza, sujetando algo con lo que iba a golpearle. Solo le dio tiempo a levantar también el brazo izquierdo, durante el fulgurante movimiento en arco que hizo que lo que fuera que llevase Alfonso en las manos, descendiese hacia su cabeza. - Es curioso... Apreció todo aquello a cámara lenta. Sus manos tratando de interponerse en el camino del objeto, su cabeza apartándose hacia un lado, mientras su mente se fijaba perezosamente en detalles de los caprichosos recovecos formados por las piedras de la pared. Y entonces, todo se fundió en negro, mientras al fondo miles de puntos de luz se hacían cada vez más numerosos.... Como al despertar de un sueño, se había deslizado desde las capas más profundas de la inconsciencia hasta un punto en el que creyó que se despertaba de una pesadilla. Ahora todo tenía sentido! Había sido una pesadilla. - Menos mal. Lo primero que percibió una vez consciente, era que le dolía muchísimo la cabeza. Los recuerdos fueron aflorando poco a poco: primero el golpe, que le había dejado inconsciente, y después la caseta con su luz amarillenta, que reconoció en cuanto abrió los ojos. Parpadeó varias veces, pues aquella bombilla desnuda (no sabía por qué ahora se fijaba en aquel detalle), le deslumbraba. Gimió quedamente mientras giraba su cuello de un lado al otro. Debía de tener un buen chichón en la sien derecha de la cabeza, pues le dolía a horrores, pulsando a veces entre un dolor agudo y otro

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