Borges, empleado público Un accidente que pudo ser fatal... Borges agraviado y, luego, desagraviado por Sur Borges, casi inspector de aves y conejos

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Alejandro Herrero Escobar
hace 6 años
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2 Table of Contents Jorge Luis Borges Borges: el otro y el mismo Guía básica para leer a Jorge Luis Borges Georgie, el niño de la burbuja Los padres de Borges La Argentina que vio nacer a Borges Europa, 1914 Buenos Aires, 1921 El ambiente literario De vuelta a Europa, 1923 Luna de Enfrente, 1925 JUICIOS CRITICOS SOBRE LUNA DE ENFRENTE Amistades literarias y artísticas a partir de los dorados 20 Evaristo Carriego: la fascinación por lo otro Borges en Sur Borges y Bioy Casares, 1932 Discusión: un Borges moderno en1932 Historia universal de la infamia, 1935

3 Borges, empleado público Un accidente que pudo ser fatal... Borges agraviado y, luego, desagraviado por Sur Borges, casi inspector de aves y conejos EL ALEPH La tiniebla y la gloria BORGES, El HACEDOR Una figura pública, una concepción inmutable Borges y el tango Un culto secreto BORGES SEGÚN LOS OTROS Los varios Borges y la Argentina que vendría Los últimos años de un genio Cronología Bibliografía consultada

4 Guías básicas de lecturas Jorge Luis Borges La tiniebla y la gloria Luis Benitez

5 Colección Lea Guías básicas de lectura dirigida por: Carlos Santos Sáez y Adrián Rimondino Borges, La tiniebla y la gloria es editado por EDICIONES LEA S.A. Av. Dorrego 330 C1414CJQ Ciudad de Buenos Aires, Argentina. info@edicioneslea.com Web: ISBN Queda hecho el depósito que establece la Ley Prohibida su reproducción total o parcial, así como su almacenamiento electrónico o mecánico. Todos los derechos reservados Ediciones Lea S.A.

6 A mi amigo Fernando Sánchez Zinny, poeta, estas páginas efímeras sobre lo que de veras permanece. A pesar de las sonrisas confidentes, / de las adhesiones en camisa, / de la larga procesión de los pérfidos. (F.S.Z., Segunda Poesía)

7 Borges: el otro y el mismo Un muchacho, bien peronista, lo vio a Borges solitario en 1978, intentando cruzar la Avenida 9 de Julio. Se le acercó disimulando el odio que le tenía y le ofreció ayudarlo a cruzar la imposible avenida, el peligro del rápido semáforo. La fantasía del muchacho peronista era dejar a Borges a merced de su ceguera y del tráfico en medio de la Avenida 9 de Julio. A mitad del trayecto le dijo al oído: Borges, yo soy peronista. El anciano no se inmutó y antes de llegar a la vereda, consoló a su acompañante diciéndole: No se preocupe, joven, yo también soy ciego. En 1974 y en Buenos Aires, existía una galería de arte llamada Meridiana, situada en la calle Rodríguez Peña, a media cuadra de la avenida Córdoba. El dueño era un hombre alto, moreno y delgado, de marcados rasgos, físicos y de los otros: Adelmo Piazza, siempre vestido de impecable traje azul. Se exhibían obras de pintores ya conocidos y de otros que no lo eran en absoluto, aquellos que prorrateaban el módico alquiler de la quincena de esos muros y pagaban de su bolsillo también el catálogo de las obras y el vino que se acostumbraba servir en las inauguraciones.

8 El programa mensual de la galería, no mal montada, cuando Buenos Aires todavía ofrecía cientos de lugares como ése, incluía recitales de poesía y de música. En la Galería Meridiana estrenaron su encuentro con el público muchos poetas y pintores argentinos, que hicieron su primer contacto convencidos de que lo que traían bajo el brazo, mal mecanografiado o con el óleo secándose todavía, iba a convulsionar el ambiente, con esa certeza que sólo los jóvenes de los setenta, en la Argentina, podíamos paladear sin dudar, sin cuestionar un ápice de lo que sentíamos. Además de nosotros, los nuevos poetas y pintores argentinos, aparecían por esa galería los grandes, los que habían llegado. Adelmo Piazza no los invitaba sólo porque prestigiaban su local, también lo hacía por otra cosa. Ese motivo que luego se perdió, en la Argentina y en el mundo, cuando se terminó por leer y por observar pintura sólo en base a quien se presenta o quien exhibe. Desde luego, esto no quiere decir que aquellos que estábamos presentes allí, aquel sábado de mayo a las 20 horas, nos encontrábamos despojados de todo prejuicio respecto de quien había sido un mes antes anunciado como figura estelar de la jornada. Antes bien, todo lo contrario. La Argentina cultural de los setenta bullía de ideología, era un ambiente caliente que rezumaba partidismo: se era

9 peronista, comunista, trotskista, maoísta, hasta se era políticamente... surrealista. Algunos pocos, tildados de aristocráticos, de partidarios de la torre de marfil lo más denostado éramos escépticos. Lo que no era bueno para nada, ni siquiera para conseguir pareja. Así de íntima la cosa. En ese ambiente, ante esa audiencia, había sido anunciada un mes antes la visita de Jorge Luis Borges a la Galería Meridiana. Desde luego, el golpe de efecto de Adelmo Piazza había logrado lo mejor: todo el mundo estaba allí para ver aparecer al archidecano del arte oficial. Borges, en esos tiempos y en la Argentina ultrapolitizada, era el símbolo mismo de lo que no había que ser y, aún peor, de lo que no había que leer. Pero era Borges. De hecho, como todos fuimos muy temprano a verle aparecer, aproveché el tiempo para consultar por aquí y por allá quién había asomado los ojos a Ficciones, El hacedor, historia universal de la infamia. Nosotros, los escépticos, los que leíamos hasta a Borges, éramos unos incomprendidos y, por supuesto, lucrábamos con ello. Nosotros podíamos discernir, los demás no. Después vino la moda Borges, en pleno proceso militar, cuando la figura de Borges era casi obligatoria en

10 la Argentina, el referente: a un cómico de la televisión argentina, llamado Mario Sapag, se le prohibió caricaturizar a Borges, que aparecia fotografiado en las revistas de actualidad junto a otros famosos y mucho más ricos que él, admitido por los agentes de la divulgación masiva de simplezas como una star más allá de lo intelectual, como un valor social, proceso único en la Argentina aplicado a un escritor, por lo menos desde finales del siglo XIX. Y luego todavía apareció un nuevo Borges, el de la Argentina democrática a lo Alfonsín, a lo Felipe González, el Borges de la transición: suavizado, de leves críticas a la dictadura militar, cuyos principales artífices no tenían que ver con los coroneles con que Borges había aureolado su estirpe. Correctos, magníficos, sacrificados. Los verdaderos patricios, hacedores de la patria. Pero, en estas facetas públicas, sucesivas, y en otras: quién era en verdad Jorge Luis Borges?

11 Guía básica para leer a Jorge Luis Borges Fervor de Buenos Aires. Bs. As. Imprenta Serantes, Luna de enfrente. Bs. As. Proa, Inquisiciones. Bs. As. Proa, El tamaño de mi esperanza. Bs. As. Proa, El idioma de los argentinos. Bs. As. Gleizer, Cuaderno San Martín. Bs. As. Proa, Evaristo Carriego. Bs. As. Gleizer, Discusión. Bs. As. Gleizer, Las Kenningar. Bs. As. Imprenta Colombo, Historia universal de la infamia. Bs. As. Tor, Historia de la eternidad. Bs. As. Viau y Zona, Antología clásica de la Literatura Argentina (en colab. con Pedro Henríquez Ureña). Bs. As. Kapelusz, Antología de la Literatura Fantástica (en colab. con Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares). Bs. As. Sudamericana, Antología Poética Argentina (en colab. con Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares). Bs, As. Sudamericana, El Jardín de senderos que se bifurcan. Bs. As. Sur, Seis problemas para Don Isidro Parodi (en colab. con

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