III. UNIDAD: Vida en las virtudes: 1.- Delimitación del estudio de las virtudes.

Transcripción

1 III. UNIDAD: Vida en las virtudes: 1.- Delimitación del estudio de las virtudes. La virtud es una disposición habitual y firme a hacer el bien. Permite a la persona no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. Con todas sus fuerzas sensibles y espirituales, la persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a través de acciones concretas 1 Las virtudes, son hábitos operativos buenos que perfeccionan el entendimiento y la voluntad. Así pues, la virtud es referida a una cualidad buena del hombre, representando entonces una acción que requiere fuerza y vigor además de referirse a una cualidad que hace a un hombre como digno de agrado y que lo perfecciona. Es justamente, Aristóteles, en el mundo helénico, quien refiere a la virtud con el hábito, de manera similar, lo harán más tarde, San Agustín de Hipona y Santo Tomás de Aquino. Para introducirnos en el concepto de virtud, es preciso, por tanto, conocer en primer lugar lo que es un hábito. La palabra hábito, procede del latín habere, que significa poseer o tener y derivado, a la vez, del sustantivo habitus, que afecta y determina a la sustancia desde su interior. Entonces, el hábito, dispone al sujeto a la realización de una acción o bien, la disposición del sujeto frente a una cosa. Estos hábitos, principios interiores de la vida humana, cooperan en el actuar del hombre, permitiendo así una estabilidad y firmeza en la acción de éste. Así pues, el ser humano ejerce un dominio de su propio ser y frente a cada situación a realizar. Ahora bien, una vez descrito lo que es un hábito, es posible afirmar la existencia de hábitos buenos y malos; cuando el hábito es bueno, es una virtud, y cuando éste es negativo es un vicio. El concepto de virtud viene del griego areté, que refiere a la cualidad fundamental de una persona que demuestra en su comportamiento buena educación y nobleza. A su vez, en el latín virtus, apunta a la fuerza y vigor, con que el hombre desprecia el dolor. 1 CEC

2 Una virtud, por tanto, se adquiere a través del continuo esfuerzo personal y es una cualidad buena, firme y estable que dispone a la persona humana al bien y al conocimiento de la verdad, perfeccionando su inteligencia y voluntad y desarrollando su libertad, logrando así, alcanzar la plenitud humana e incluso sobrenatural. 2

3 2.- Importancia de las virtudes en el desarrollo personal: Una vez delimitado el estudio de las virtudes y su concepción, es necesario abordar los tipos de virtudes y su importancia para el desarrollo personal del ser humano. Vimos ya que cada una de las virtudes capacitan al hombre disponiéndolo al bien y al conocimiento de la verdad, haciendo además uso de su libertad, inteligencia y voluntad, por tanto, ya sabremos de antemano, que adquirir las diversas virtudes, no puede sino ser una contribución para el hombre, su vida y s quehacer diario. Ahora bien, adentrándonos en el estudio de las virtudes es preciso saber que existe diferenciación en grupos, según los tipos de virtudes. En primer lugar, se encuentran las virtudes teologales que son Fe, Esperanza y Caridad y que se pueden considerar como hábitos operativos infundidos por Dios en las potencias del alma para disponerlas a obrar según el dictamen de la razón ilumina por la fe. 2 Por tanto, tienen por objeto a Dios mismo, asi pues, para el hombre son virtudes infusas, ya que son infundidas por el mismo Dios, no pudiendo ser logradas ni adquiridas sólo por la voluntad del hombre. Éstas virtudes fundan, animan y caracterizan el vivir y el obrar del fiel cristiano, informando a todas las virtudes morales. Dichas virtudes, son la Fe, la Esperanza y la Caridad, y son la garantía de la presencia y acción del Espíritu Santo en las facultades del ser humano 3. Abordando rápidamente estas tres virtudes teologales, es preciso decir que la Fe, es el principio de todas las acciones del creyente, calificándolo internamente como tal. Esta virtud teologal nos permite creer en Dios y en todo lo que Él nos ha dicho y revelado, y que la Santa Iglesia nos propone, porque Él es la verdad misma 4. La Fe es pues, un don de Dios dado al hombre pero a su vez es el asentimiento y respuesta del hombre a la iniciativa amorosa de Dios. 2 Cf. Isaacs, D. La Educación de las virtudes humanas y su evaluación.pp CEC Ibídem

4 La Fe, por tanto, no es un simple conocimiento de Dios, sino que es un encuentro real con Él. Es Dios mismo quien da la facultad y la gracia de comprender la Revelación, ayudado también de los raciocinios lógicos Así pues, el valor salvífico de la fe se encuentra innegablemente presente en la originalidad de ésta como primera recepción de un Dios que se quiere comunicar al hombre 5. Esta virtud está necesariamente de la mano con las otras dos virtudes teologales, no es posible poseer una de estas virtudes sin las otras dos, privada de la esperanza y de la caridad, la fe no une plenamente el fiel a Cristo no hace de él un miembro vivo de su Cuerpo. 6 Con respecto a la Esperanza, ella es la virtud por la cual el creyente aspira al Reino de los cielos y a la vida eterna 7 Frente a la iniciativa salvífica de Dios, el hombre no es capaz por sus propias fueras de responder en plenitud al llamado divino; es precisamente ahí donde debe tener la esperanza, es decir, aguardar confiadamente la bendición divina y la bienaventurada visión de Dios 8. Es justamente el anhelo de felicidad, puesto por Dios en el corazón del hombre, el que inspira las actividades de los hombres, las purifica para ordenarlas al Reino de los cielos; protege del desaliento, sostiene de todo desfallecimiento y dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna 9. La esperanza cristiana asume y a su vez perfecciona la esperanza abráhamica del pueblo elegido, tal Esperando contra toda esperanza, creyó y fue hecho padre de muchas naciones (Rm 4,18). El impulso que da la esperanza, ayuda al hombre fiel a perseverar y conduce a la dicha de la caridad, que es la tercera virtud teologal. La Caridad, es la virtud teologal por la cual el creyente am a Dios sobre todas las cosas por Él mismo 10 y es justamente, en ese amor a Dios, que encuentra la necesidad de amar y 5 Melina, L. Caminar a la Luz del Amor; Los fundamentos de la Moral Cristiana. pp CEC Ibídem Ibídem Ibídem Ibídem

5 servir también al prójimo. El ejercicio de todas las virtudes está necesariamente animado por la caridad, que es el vínculo de la perfección (Col 3,14), pues ella articula las virtudes, les da la forma y las ordena ente sí, elevándola a la perfección sobrenatural del amor divino. 11 Habiendo abordado ya, las virtudes teologales, es preciso, conocer también las virtudes cardinales o morales; éstas no tienen por objeto directo a Dios, sino que ordenan rectamente las acciones del ser humano a un fin último sobrenatural.. Dichas virtudes morales son adquiridas, mediante el esfuerzo del hombre, distinguiéndose por tanto, de las virtudes teologales que son infusas directamente por Dios. Las virtudes humanas son actitudes firmes, disposiciones estables, perfecciones habituales del entendimiento y de la voluntad que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta según la razón y la fe. Proporcionan facilidad, dominio y gozo para llevar una vida moralmente buena. El hombre virtuoso es el que practica libremente el bien. 12 Las virtudes cardinales, son cuatro, la Prudencia, la Fortaleza, la Justicia y la Templanza, y su nombre viene del latín cardine que significa el eje de la puerta. Estas cuatro virtudes morales, son justamente, los ejes en torno a lso cuales giran las demás virtudes humanas. La Prudencia, es la virtud que dispone la razón práctica para poder discernir el bien verdadero al igual que los medios para poder realizarlo y alcanzarlo. Es importante no confundirla con la timidez, El hombre prudente decide y ordena su conducto según el juicio de la conciencia. 13 Así pues, por medio de ésta virtud, el hombre puede aplicar los principios morales a casos particulares en su diario vivir, vislumbrando el camino correcto a seguir. La Justicia, es la virtud moral consistente en el firme propósito y voluntad de dar a Dios y al Prójimo lo que es debido. Así, para con la humanidad, esta virtud dispone al 11 Cf. Ibídem CEC Cf. CEC

6 hombre a respetar los derechos de cada uno, promoviendo la armonía, equidad y el bien común. 14 La Fortaleza, consiste en la firmeza y constancia en los momentos de dificultades en la búsqueda del bien. Mediante esta virtud, el hombre busca resistir a las tentaciones, superando así, los diversos obstáculos en la vida moral. El poseedor de dicha virtud, es capaz de vencer el temor, haciendo frente a las pruebas y persecuciones, y capacitándolo para la renuncia y el sacrificio a fin de la defensa de una causa justa. 15 Finalmente, la cuarta y última de estas virtudes cardinales o morales es la Templanza, la cual modera la atracción e los laceres, procurando el corrcto equilibrio en el uso de los bienes creados. 16 La templanza por tanto, asegura el dominio de la voluntad por sobre los instintos. Tal y como se dijo anteriormente, las virtudes cardinales son los ejes de las demás virtudes humanas naturales, las cuales son rectos comportamientos según la ley natural. Asi pues, las demás virtudes humanas, ayudadas por las cardinales, son perfecciones habituales del entendimiento y la voluntad, regulando los actos, ordenando las pasiones y siendo una guía para nuestro comportamiento. Estas virtudes humanas, son bastantes y alguna de ellas son la Obediencia, la Sinceridad, el Orden, la Perseverancia, la Laboriosidad, la Paciencia, la Responsabilidad, la Justicia, la Generosidad, la Flexibilidad, la Comprensión, la Lealtad, la Audacia, la Humildad, el Optimismo, etc. La adquisición de éstas, como ya lo vimos anteriormente, se van dando según el esfuerzo de cada persona, la habitualidad de su realización, y su desarrollo va directamente relacionado según la edad de la persona, como se describirá más adelante en el punto cinco de éste capítulo. Como ya se ha visto anteriormente, las virtudes, en sus distintas clasificaciones y tipos, son de gran importancia para el desarrollo de la persona humana, tanto en su diario vivir como en su proyección trascendente. Cada una de ellas, capacita al ser humano a la búsqueda del bien, y lo orienta a actos morales buenos. Así pues la educación de las 14 Cf. Ibídem Cf. Ibídem CEC

7 virtudes humanas es de real importancia, pues cada una de las virtudes forjan en el hombre su madurez la cual se manifiesta, sobre todo, en cierta estabilidad de ánimo, en la capacidad de tomar decisiones ponderadas y en el modo recto de juzgar los acontecimientos y los hombres CV II, Decreto Optatam totius, II, citado en Isaacs, D. La educación de las virtudes humanas y su evaluación. Pp.33, 7

8 3-Crecimiento y madurez intelectual y espiritual La adquisición de las virtudes en el ser humano, se van dando a lo largo de toda la vida ser hombre y es deber de él el esforzarse para mantenerlas y cultivarlas, pues, así como se adquieren, aun cuando han conformado un hombre virtuoso, pueden también perderse. Es así, como las virtudes humanas se pueden ir adquiriendo ideal y preferentemente durante el proceso de crecimiento del hombre, y claramente, con la ayuda de los padres y/o la familia, quien tiene el deber de educarlo en las virtudes. Así pues, podemos ver, por ejemplo que a partir de los siete años, el niño ya con cierta autonomía de pensamiento, ya cuestionándose algunas cosas, por mínimas que sean, puede ir educándose, gracias a la ayuda de sus padres, en la virtud de la obediencia, el orden y la sinceridad. Posteriormente, desde los ocho años, cuando el niño se ve enfrentando a las primeras problemáticas, con sus pares, profesores, etc, teniendo también que responder frente a tareas y obligaciones propias de la enseñanza en la escuela y enfrentándose con casos que despertarán en él, la compasión, el deseo de ayudar, podrá ir desarrollando la fortaleza, la perseverancia, la laboriosidad, la paciencia, la responsabilidad, la justicia y la generosidad. Entre los trece y los quince años, el adolescente se verá enfrentado a los diversos cambios internos y externos que experimentará y comenzará a buscar modelos con los cuales identificarse, para comenzar así a definir su propia personalidad. Además, se identificará y se congregará en un grupo de pares con sus mismos gustos y afinidades, despertando también una conciencia social, mirando a su alrededor, los aconteceres de su región, país, y del mundo entero. Es justamente en esta etapa donde el adolescente, podrá desarrollar virtudes como el pudor, la sobriedad, la sencillez, la sociabilidad, la amistad, el respeto, y el patriotismo. Finalmente, entre los diez y seis y los diez y ocho años, el joven comenzará a plantearse la vida ya con cierta proyección a futuro, mirando todo ya con más seriedad, 8

9 abriéndose a la posibilidad cierta de profesionalizarse, trabajar, seguir estudios superiores, formar familia, etc. En esta etapa del desarrollo del joven, es habitual que surjan virtudes tales como la prudencia, la flexibilidad, la comprensión, la lealtad, la audacia, la humidad y el optimismo. Junto con estas virtudes van de la mano las virtudes teologales que como ya se explicó anteriormente, son infusas por Dios y refieren al hombre a su Creador y desde ahí se vuelcan también al servicio del prójimo. Éstas virtudes, pueden acompañan también el desarrollo del hombre según su rango etario aun cuando no es posible realizar una relación clara, pues se trata de una relación personal entre el hombre y Dios y su respuesta personal a la iniciativa divina. Como hemos visto, cada una de estas virtudes hacen del hombre un ser integral, que configuran su madurez intelectual y espiritual. Es pues, labor de los padres el educar en estas virtudes, formando los hábitos en sus hijos desde la primera infancia, para que de este modo, sean hombres virtuosos, que ejerzan el correcto dominio de sus pasiones, y busquen en sus acciones hacer siempre el bien, para sí mismos, el prójimo y para Dios. 9

10 4. Integración de la Persona En nuestra sociedad actual, muchas veces escuchamos reclamos respecto de la ausencia de personas con principios, las que comúnmente se denominan como personas integrales. Ahora bien, qué entendemos por persona integral o, como se titula este tema, cuál es la comprensión que tenemos respecto de la integración de la persona. A continuación, abordaremos este tema en dos apartados. El primero, en relación a la integración que debe existir entre las dos dimensiones que nos constituyen como persona humana, cuerpo y alma. El segundo, buscará describir, más bien, la integración respecto de las facultades que poseemos y virtudes que adquirimos. 1. El ser humano, una unidad cuerpo alma: Como se ha esbozado en temas anteriores, el ser humano no está constituido únicamente por una dimensión física, material o corpórea. Sino que, representa una unidad de cuerpo y alma (llamado por algunos, espíritu). Desde la perspectiva de la filosofía clásica, el alma sería el componente racional que poseemos y que nos diferencia del resto de las especies. El hombre es el único ser capaz de preguntarse sobre sí mismo y de buscar, por medio del diálogo y la reflexión, una respuesta. Esta capacidad, nos convierte en seres lógicos y éticos (inteligentes y morales). Ahora bien, Aristóteles, filósofo reconocido por su reflexión antropológica, hace hincapié en que, si bien es cierto, la inteligencia es una facultad superior e inmaterial, propia del alma racional, sólo puede actuar por medio de los sentidos corporales. En este sentido, se comprende que cuerpo y alma están unidos substancial e intrínsecamente. Por ejemplo, para formar un concepto, necesitamos antes haber visto (o constatado con cualquiera de nuestros sentidos) la cosa a la que remite dicho concepto. El alma es entonces, el principio formal del cuerpo humano, que lo anima, lo mueve a realizar ciertas acciones y que, a la vez, se nutre de ellas. 1.1 El cuerpo: Dimensión física de la persona humana. Claramente, es el factor común que tenemos con el resto de la especies, pues, todos los seres vivos poseen alguna estructura visible, que se relaciona con el entorno. Tanto en los animales como en el ser humano, el cuerpo, corresponde al conjunto de partes materiales que componen su organismo. En nuestro caso, somos dotados de cabeza, tronco, extremidades, etc. Lo característico de todo cuerpo y, por ende, del cuerpo humano, es su visibilidad. El cuerpo es 10

11 algo que podemos ver y palpar. En lenguaje científico, algo que podemos constatar empíricamente. Finalmente, la dimensión corpórea, es la que le permite al hombre insertarse en la realidad, lugar donde puede realizarse y ejercer su libertad. 1.2 El alma: Dimensión inmaterial del hombre. Ésta, es la facultad que nos distingue del resto de los seres vivos. A diferencia del cuerpo, el alma racional, no salta a la vista, ni siquiera podemos decir que se encuentra en determinado lugar de nuestro cuerpo. El alma racional, es el principio vital y estructurante del organismo humano. Permite el vínculo de la razón con la voluntad y las facultades sensibles. Además de movernos a realizar ciertas acciones, el alma, nos permite abrirnos a la trascendencia, es decir, a la búsqueda de algo más. Gracias a esta facultad, el hombre es capaz de penetrar en la estructura más profunda de la realidad, en la verdad que ella posee. Es por esto que, también se le denomina como una facultad de carácter espiritual. 1.3 Integración de cuerpo y alma: Se torna absolutamente relevante que, desde la niñez hasta la plena madurez (adultez), el hombre sea capaz de integrar radicalmente su cuerpo y alma, sintiendo que posee plenamente tanto su cuerpo como su espíritu. Ya se ha dicho que, el hombre, constituye una unidad, por lo que, sería un grave error privilegiar uno de estos aspectos por sobre el otro. Actualmente, producto de una concepción materialista de la realidad, existe una sobrevaloración del cuerpo y un olvido absoluto de la dimensión espiritual del hombre. Desde esta perspectiva, lo único relevante es lo corporal, la imagen que proyectamos y, por ende, quienes caen en este reduccionismo ponen todos sus esfuerzos en el cuidado de su cuerpo, mediante ejercicio, cirugías y el uso de la vestimenta de moda. Existe también el riesgo de caer en el otro extremo, es decir, privilegiar la dimensión inmaterial y olvidarse por completo del cuerpo. Es posible encontrar corrientes, sobre todo de corte oriental, que buscan únicamente resaltar el espíritu del hombre, por medio de diferentes técnicas, que en ocasiones puede llevar a desatender el cuidado del cuerpo o, peor aún, despreciarlo. Por último, existe también para algunos una concepción de corte dualista. Esto quiere decir que, consideran que el cuerpo y el alma están en una constante oposición o lucha, haciendo alusión a la vieja teoría platónica que consideraba al cuerpo como la cárcel del alma y, por ende, había que hacer todo lo necesario por liberar al alma inmortal del cuerpo mortal. 11

12 Para lograr una verdadera integración, en este sentido, es necesario recordar una vez más que el hombre es una unidad: cuerpo-alma y nótese que se dice cuerpo-alma no cuerpo y alma, como si ambos pudieran actuar por separado. Así puede decirse que, el hombre es un espíritu encarnado o un cuerpo espiritual, considerando sus dos dimensiones constitutivas y no sólo una de ellas. Sin la identidad corporal no existe la identidad personal, en consecuencia, un alma apartada del cuerpo (o viceversa) ya no es un ser humano y, por ende, tampoco una identidad personal. Por otro lado, en nuestra vida nunca se dan procesos meramente corporales o espirituales pues, somos seres corpóreoespirituales. De esta manera, se tiene que, por ejemplo, nuestro rostro (dimensión física) es capaz de expresar algo que puede sucedernos internamente (dimensión inmaterial), como la tristeza, la rabia, la alegría, la preocupación, etc. Así, como se dijo en el comienzo de este apartado, si bien es cierto, el alma constituye la dimensión racional del ser humano, sin el cuerpo sería imposible que ella pudiese expresarse. La etapa principal para trabajar este aspecto es, la adolescencia. Claramente, desde pequeños se debe enseñar a los niños la importancia de ambas dimensiones. Sin embargo, es en la adolescencia, donde esto se debe reforzar aún más. Ésta, es la etapa donde el individuo se hace más consciente de sí mismo, intenta poner a prueba sus conceptos y, especialmente, su autoconcepto, en comparación con la realidad y trabaja gradualmente hacia la autoestabilización que caracterizará su vida de adulto. Durante este período, el joven aprende el rol personal y social que con más probabilidad se ajustará al concepto que tiene de sí mismo, así como a su concepto de los demás. Por tanto, si esta es la etapa en que la persona se ajusta a su autoconcepto y al que los demás tienen sobre él, es absolutamente necesario que logre la integración entre sus dimensiones constituyentes. La labor será, por una parte, enseñarles a querer, cuidar y respetar su cuerpo y, por otro lado, a reconocer que poseen una dimensión espiritual, que les permite abrirse a la búsqueda de la trascendencia, de sus ideales y de la felicidad plena. 12

13 El hombre, por tanto, tiene dos características diversas: es un ser material, vinculado a este mundo mediante su cuerpo, y un ser espiritual, abierto a la trascendencia y al descubrimiento de una verdad más profunda, a causa de su inteligencia (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, número 129) 2. Formación integral desde la dimensión ético social de la persona: Los seres humanos, necesitamos actitudes y comportamientos que avalen nuestras vidas, nuestra autenticidad como personas y que, además, nos permitan relacionarnos con los otros. Es la familia, como base de la sociedad, el lugar donde se forja lo más profundo de la persona (su intimidad). La acción de los padres, es esencial en el desarrollo de las potencias y virtudes de los hijos. Sólo cuando se logra un desarrollo armónico de las virtudes o potencias humanas, se logra la madurez e integralidad de la persona. Por la libertad, voluntad y capacidad de raciocinio que posee, el ser humano, se convierte en sujeto moral, es decir, responsable frente a lo que hace o deja de hacer. Cierto es, que esta dimensión es inherente al hombre, sin embargo, como se ha estudiado en temas anteriores, se puede (y se debe) educar. En este sentido, se hablaba de la importancia de educar la conciencia y la voluntad, orientadas hacia el bien. Junto con ello, se torna necesario educar en las virtudes. Sobre este último punto, ahondaremos un poco. 2.1 Potencias humanas: Cuando se hablaba del cuerpo, decíamos que era el factor común que teníamos con los animales y con el resto de los seres vivos, en tanto que, todos poseen una dimensión física o material que les permite, de una u otra manera, relacionarse con el entorno. También se dejó en claro, que existe en el hombre un aspecto que lo diferencia del resto de las especies, su alma racional. En relación a esto último, producto de esta realidad intelectual espiritual, la especie humana está dotada de facultades que otras no. Destacan: la conciencia, la voluntad, la libertad y la razón. La necesidad de educar cada una de estas potencias, radica en que, de ello depende el buen obrar de la persona: Obrar bien con los otros, con el entorno y con sí mismo. Esto representa la integración de la persona, que todas sus potencias (anteriormente mencionadas), más las cualidades que 13

14 posee sean desarrolladas en toda su extensión, no con el afán de querer ser mejor que el resto, sino para lograr la perfección, la plenitud de la vocación humana (la felicidad). Sólo cuando se aceptan, se acogen, se educan y desarrollan nuestras potencias (para lograr su pleno funcionamiento) es cuando se puede hablar de integración de la persona. Todos hemos experimentado alguna vez, la satisfacción por una obra bien hecha o por actuar con rectitud, en una determinada situación. A este sentirse bien consigo mismo, se le suma el hecho que, el entorno se hace partícipe de ello: Reconoce que la persona actúa con prudencia, que obra bien y que, en definitiva, ha logrado el correcto funcionamiento de sus aptitudes. 2.2 Hombre virtuoso: Puede decirse que el ideal del hombre virtuoso, surge en Grecia. Como base de la educación helénica, se encontraba la búsqueda del areté. En lengua castellana, no se encuentra la traducción exacta de este término. Pero, suele traducirse por virtud. Lo más cercano a la concepción griega es la idea de excelencia, de vida virtuosa. En un comienzo, el término se relacionaba más bien con el ideal de un caballero (héroe épico). Más tarde, Homero, llega a tomar este término para designar las cualidades morales o espirituales del hombre. Lo que se asemeja, un poco más, a la concepción actual del vocablo. Esta breve introducción de corte histórico, servirá para la comprensión de la idea del hombre virtuoso. Lo que los griegos buscaban era la excelencia, en todos los ámbitos. Y es precisamente a esto, a lo que tenemos que apuntar. La integralidad de la persona, se logrará en tanto que, se le forme para ello. En este sentido, quien logre este objetivo, será la persona dueña de virtudes, capaz de ponerlas al servicio de los demás. Las principales virtudes que estamos llamados a realizar son: En primer lugar, la fe, la esperanza y la caridad (conocidas como virtudes teologales). Luego, las virtudes morales o cardinales, vale decir, la prudencia, la fortaleza, la templanza y la justicia. La persona que, además de desarrollar sus potencias y cualidades, sea capaz de adquirir y trabajar estas virtudes, logrará la tan ansiada integración o integralidad, que se traduce en: a) Un correcto desarrollo personal: La persona que educa sus potencias y lleva una vida virtuosa, tiene frutos a nivel personal. Así como existen quienes se ocupan en 14

15 cultivar, por ejemplo, su aspecto físico y trabajan por ello. Existen también personas que se encargan de cultivar su vida interior, aquella dimensión espiritual que es constitutiva del ser humano. Como se decía en el primer apartado, la integración y plenitud, se logra en la medida que el hombre lleva todas sus potencialidades a su máximo desarrollo. b) Una sana relación con los otros: Esta persona será capaz de mirar y tratar al otro con amor, con respeto, con tolerancia. Sabrá aconsejar prudentemente, buscará la justicia, dominará sus arrebatos o impulsos. Todo esto, y muchas otras cualidades, tendrán por resultado una buena relación con los demás, quienes serán capaces de reconocer este buen obrar. Esto se extiende al entorno, pues, una persona integral manifestará una clara preocupación por el medio ambiente, el justo uso de sus recursos y, de manera consciente y libre, determinará sus acciones. c) Una apertura a la trascendencia: Quien ha logrado integrar todas las áreas de su vida, es capaz de dar un paso más, de ver más allá y, en consecuencia, de abrirse a la trascendencia, a la búsqueda de la Verdad absoluta, del Bien supremo, de la felicidad. La persona, en plena libertad, descubre que existe una realidad superior a él y orienta todas sus facultades hacia su descubrimiento. 15

16 5. Educación de las virtudes según edad Es la familia como base de la sociedad, como organización natural, donde se forja lo más profundo de la persona, o sea, su intimidad. La acción de los padres es esencial en el desarrollo de las virtudes de los hijos. Ellos son sus primeros educadores, conviviendo con ellos en esta institución natural que es su familia. Existen diferentes modelos que buscan dar a conocer las etapas de desarrollo de la persona humana. Desde la psicología, Erik Erickson, nos presenta el siguiente modelo: Etapa Edad Principales Características 1ª. Etapa Infancia (1-2 años) Confianza v/s Desconfianza 2ª. Etapa 1ª. Infancia (3-5 años) Autonomía v/s Vergüenza y duda 3ª. Etapa 2ª. Infancia (5-6 años) Iniciativa v/s Culpa 4ª. Etapa Edad escolar (6-12 años) Laboriosidad v/s Inercia 5ª. Etapa Adolescencia Identidad v/s Confusión de papeles 6ª. Etapa Adulto temprano Intimidad v/s Aislamiento 7ª. Etapa Adulto medio Generatividad v/s Estancamiento 8ª. Etapa Adulto tardío Integridad del ego v/s Desesperación Para la correcta implementación de las virtudes, es necesario tener en consideración las etapas del desarrollo humano de la persona. En este sentido, Erickson, nos da a conocer las características fundamentales de cada etapa. Según su postura, a lo largo de la vida el hombre aprende mediante las crisis. Cada etapa de la vida, presenta una crisis o pugna en la que el hombre debe fortalecerse y luchar para obtener el objetivo esperado. Por ejemplo, durante la adolescencia, el objetivo que se persigue es la afirmación de la identidad personal. Para ello, la persona tendrá que luchar contra las confusiones propias de la edad y, además, tendrá que depurar los modelos que tiene, para tomar de ellos lo bueno. Por otro lado, David Isaacs, presenta la siguiente división, en torno a la educación de las virtudes en la persona, según la edad: 16

17 Tipo de Virtud Virtud cardinal dominante Virtud teologal dominante Virtudes humanas preferentes Resultado Hasta los 7 años 8-12 años Edad años años Justicia Fortaleza Templanza Prudencia Obediencia Sinceridad Orden Caridad Fe Esperanza Fortaleza Perseverancia Laboriosidad Paciencia Responsabilidad Justicia Generosidad Pudor Sobriedad Sociabilidad Amistad Respeto Sencillez Patriotismo Alegría La madurez natural de la persona Prudencia Flexibilidad Comprensión Lealtad Audacia Humildad Optimismo 1. Breve descripción de cada etapa: a) Primera Infancia (Hasta los 7 años): Antes de los siete años, los niños apenas tienen uso de razón y, por tanto, lo mejor que pueden hacer es obedecer a sus educadores, intentando vivir este deber con cariño 18. La obediencia vale para todas las edades, lo que pasa es que en esta etapa es más relevante, ya que, los pequeños no tienen aún desarrollada su capacidad de discernimiento y decisión. A cualquier edad se debe obedecer a quien tiene autoridad, siempre que ello no vaya en contra de la justicia. Los niños pueden obedecer por miedo o porque no tienen más opción, sus educadores entonces, deberán animarles a obedecer por amor, para ayudar, abriendo así paso a la virtud de la generosidad. Junto a la obediencia, se debe desarrollar en los niños la virtud de la sinceridad y el orden. Estas tres virtudes básicas, sirven de sustento para otras que adquirirán en el futuro. En la primera etapa, Erickson, planteaba la importancia que tiene en esta edad: la seguridad, la autonomía y la iniciativa. Estas características, constituyen la base de la personalidad, pero para que una personalidad realmente se desarrolle con seguridad auténtica, con realismo, con equilibrio y madurez de acuerdo a la edad, es 18 ISAACS, D., La educación de las virtudes humanas, EUNSA, Pamplona 1984,

18 necesario que se reconozca también con límites, que reconozca una autoridad, equilibrada al mismo tiempo, indispensable en esta etapa para su seguridad personal. Esto último es lo que se reconoce como la obediencia. El orden regula el equilibrio en la autonomía e iniciativa del niño, sin el orden la iniciativa se destruye a sí misma. b) De los 8 hasta los 12 años: Los chicos de estas edades pasan por una serie de cambios de tipo biológico con la llegada de la pubertad, y parece conveniente desarrollar de un modo especial la voluntad, para hacer más fuerte su propio carácter 19. Durante este tramo, los pequeños comienzan a tomar sus propias decisiones, pero requieren criterios para saber si se dirigen bien al objeto de su esfuerzo o no. La virtud que construye la laboriosidad, virtud característica de esta etapa, es la fortaleza y, para que el trabajo tenga un sentido claro y establecido, es necesario apuntar a la caridad. En vista que esta es una edad tan centrada en la virtud de la laboriosidad, se corre el peligro que el niño se enfoque únicamente en sí mismo, en sus cosas, en la ley o normas impuestas, que se sienta incomprendido o que sienta cierta inflexibilidad. Para evitar estos excesos, se le debe motivar para no hacer las cosas únicamente por la propia conveniencia, por deber, por gusto o por obtener algo a cambio, sino por amor. Allí debe trabajar fuertemente la caridad, que da amplitud a la labor y que permite que las cosas se hagan con cariño. c) De los 13 hasta los 15 años: Desde los trece hasta los quince años, parece conveniente, de acuerdo con el descubrimiento más claro de la propia intimidad, insistir de un modo preferente en unas virtudes relacionadas con la templanza, en primer lugar. Y eso para no perder de vista el Bien a causa de las pasiones incontroladas 20. Nuestra sociedad actual, fácilmente puede arrastrar a los jóvenes hacia el camino incorrecto, motivándolos a buscar el placer superficial. Si en las etapas anteriores se ha trabajado, especialmente, la fortaleza. Ahora, deben hacer uso de esa fuerza para proteger su intimidad. Desde esta perspectiva, las virtudes del pudor y la sobriedad, hacen hincapié en la necesidad de reconocer el valor de lo que 19 IBÍDEM, IBÍDEM,

19 uno posee (por ejemplo, el valor de nuestro cuerpo), para luego utilizarlo bien (en base a criterios rectos y verdaderos). Se trabajan además, virtudes relacionadas con los demás. Se debe orientar al adolescente para que concreten sus ideales en actos concretos de servicio. Esta fase, va enfocada a lograr el desarrollo de la identidad como base de la personalidad. El rol de esta identidad, se ve dificultada por los altibajos hormonales, afectivos, emocionales propios de la edad y la confusión sexual, en algunos casos. Por ello, es indispensable, durante esta edad, apuntar a la virtud de la templanza, que permite el dominio de sí mismos, unido a las virtudes del pudor, sobriedad y sencillez. d) De los 16 hasta los 18 años: Las virtudes que se destacan durante este período, se basan en una capacidad de razonar inteligentemente. Es decir, será casi imposible desarrollar las virtudes plenamente sin una cierta capacidad intelectual 21. En las etapas anteriores, los peligros tienen relación con el hacer. En este caso, se tornan hacia las ideas erróneas. El joven abre los ojos a su entorno y requiere de la prudencia, que le ayude a dirigirse hacia el bien y a distinguir lo que le puede hacer bien o mal. Los padres, más que poder exigir a sus hijos que hagan algo, deben orientarse a exigirles que piensen antes de tomar alguna determinación. Durante este período, el joven, ya tiene una relativa claridad respecto a su identidad, hace uso del discernimiento personal. Lo que se espera de él es que sea capaz de actuar correctamente por voluntad propia, esto es, que discerniendo y buscando el bien y la verdad, dirijan su inteligencia y voluntad hacia ello. En este caso, el joven toma su propia decisión y ya no requiere tantas indicaciones ajenas, como en la niñez. 2. Educación de cada una de las virtudes mencionadas: 2.1 Hasta los siete años: 21 IBÍDEM,

20 Educación de la justicia: Se esfuerza continuamente para dar a los demás lo que les es debido, de acuerdo con el cumplimiento de sus deberes y de acuerdo con sus derechos como personas (a la vida, a los bienes culturales y morales, a los bienes materiales), como padres, como hijos, como ciudadanos, como profesionales, como gobernantes, etc.-, y a la vez intenta que los demás hagan lo mismo 22. Esta virtud, pone en orden nuestras relaciones con los demás. Ella hace que respetemos mutuamente nuestros derechos y que cumplamos nuestros deberes. Hasta antes de los siete años, difícilmente el niño podrá actuar de un modo justo. Por ello, es esencial la ayuda de sus padres y hermanos mayores, para que le enseñen lo que no está bien, lo que es injusto. Se puede partir con ejemplos referentes a sus hermanos, amigos o compañeros de la misma edad. Los padres pueden plantear los siguientes objetivos: - Aprender a establecer acuerdos con un hermano o amigo y cumplirlos. - Aceptar las reglas de un juego, una vez conocidas. - Respetar la propiedad ajena (No robar ni romper juguetes ajenos). - Respetar necesidades y derechos ajenos: las habitaciones de los hermanos, la privacidad de los padres, el silencio en momentos de estudio, etc. Estas cosas, constituirán una base para que, más tarde, el niño sea capaz de identificar lo que es un derecho y un deber. La persona más justa, será la que sepa cuáles son los derechos y cuáles son los deberes propios y de los demás. Educación de la obediencia: Acepta, asumiendo como decisiones propias, las de quien tiene y ejerce la autoridad, con tal de que no se opongan a la justicia, y realiza con prontitud lo decidido, actuando con empeño para interpretar fielmente la voluntad del que manda 23. En una sociedad absolutamente permisiva, hablar de obediencia parece, a lo menos, extraño. Sin embargo, existen motivos para practicar esta virtud. El principal motivo para obedecer es, la certeza que, mediante la obediencia no podemos equivocarnos. 22 IBÍDEM, IBÍDEM,

21 Quien manda puede equivocarse, quien obedece no. La obediencia es también fuente de la verdadera libertad. Sabemos que la voluntad tiene naturalmente al bien, pero muchas veces el entendimiento no percibe lo que es, realmente, bueno. En estos casos, necesitamos recurrir a autoridades competentes al respecto. Así, la obediencia, apoya la fortaleza y perseverancia en la persecución de los fines que nos planteamos. Educación de la sinceridad: Manifiesta, si es conveniente, a la persona idónea y en el momento adecuado, lo que ha hecho, lo que ha visto, lo que piensa, lo que siente, etcétera, con claridad, respecto a su situación personal o a la de los demás 24. Para vivir plenamente esta virtud, se necesita que los padres enseñen a los hijos a distinguir entre realidad y fantasía, entre hechos y opiniones, entre lo importante y lo secundario. Junto con ello, se le debe enseñar la importancia de decir las cosas tal cual son (en la realidad) pero, con prudencia, en el momento oportuno, con cariño y asertividad. Ser sincero, implica ser honrado, ser justo en todas las relaciones, comenzando por la relación con uno mismo. Los motivos para ser sincero deberían ser, en primer lugar, la confianza en que sus padres los quieren, en que les van a ayudar y no a juzgar. El motivo más importante será, ser sincero respecto a sí mismo, reconocerse como una creatura bondadosa, en búsqueda de la plenitud. Educación del orden: Se comporta de acuerdo a las normas lógicas, necesarias para el logro de algún objetivo deseado y previsto, en la organización de las cosas, en la distribución del tiempo y en la realización de las actividades, por iniciativa propia, sin que sea necesario recordárselo 25. La virtud del orden, va gobernada por la prudencia. El orden, permite que la persona sea capaz de distribuir el tiempo, organizar sus cosas, desarrollar actividades. En el caso de los niños pequeños, es bueno generarles una rutina diaria, para que se acostumbren a una cierta estructura (lo que también les ayudará para su ingreso en el mundo escolar). Sobre la organización de las cosas, los padres con paciencia tendrán que enseñar a los hijos que cada cosa tiene su lugar dentro del hogar (Por ejemplo que su ropa va en el clóset, los juguetes en un área determinada para ello, etc.) A la hora de realizar alguna actividad, un juego por ejemplo, éste debe tener un orden. Se jugará en el patio y el juego tendrá ciertas reglas que se deben seguir. 24 IBÍDEM, IBÍDEM,

22 2.2 De los 8 hasta los 12 años: Educación de la fortaleza: En situaciones ambientales perjudiciales a una mejora personal, resiste las influencias nocivas, soporta las molestias y se entrega con valentía en caso de poder influir positivamente para vencer las dificultades y para acometer empresas grandes 26. La fortaleza se divide comúnmente en dos aspectos atacar y resistir las dificultades. Atacar resulta más fácil, siempre es más difícil resistir por la impresión de ser derrotado. Algunos consejos para los padres: - Habrá que destacar la conveniencia de proporcionar a los hijos posibilidades no sólo para que hagan las cosas con esfuerzo, sino también para que aprendan a resistir. - Tendrán que estimular a los hijos para que, por iniciativa propia, emprendan siempre caminos de mejora que supongan un esfuerzo constante. - Deben enseñarles respecto de las cosas que realmente valen la pena. - Los padres tendrán además, la tarea de enseñar a sus hijos a ser congruentes y fieles a sus principios. Aún cuando ello les signifique reproches o dificultades. El desarrollo de la fortaleza, apoya el desarrollo de todas las demás virtudes. En un mundo lleno de influencias externas, hay que educar a los hijos para que posean una fuerza interior que los lleve a actuar rectamente. Educación de la perseverancia: Una vez tomada una decisión, lleva a cabo las actividades necesarias para alcanzar lo decidido, aunque surjan dificultades internas o externas o pese a que disminuya la motivación personal a través del tiempo transcurrido 27. La perseverancia, según la edad, puede vivirse en un sinfín de ocasiones. En el caso de los niños, es normal que al poco tiempo se cansan y cambian de actividad o que no ven a futuro y, por ende, no les preocupa esforzarse por algo. Por esto, el motivo principal que tendrán para ser perseverantes será la exigencia de sus padres. A esta edad, no se les puede exigir grandes cosas, pero sí que sean capaces de terminar una tarea, que cumplan con lo prometido o que se esfuercen por conseguir algo. 26 IBÍDEM, IBÍDEM,

23 Educación de la laboriosidad: Cumple diligentemente las actividades necesarias para alcanzar progresivamente su propia madurez natural y sobrenatural, y ayuda a los demás a hacer lo mismo, en el trabajo profesional y en el cumplimiento de los demás deberes 28. La base de la laboriosidad es el amor, por amor se harán las cosas y se harán con prontitud, con diligencia, virtud muy ligada a la laboriosidad. El trabajo, además de ser hecho y con prontitud, requiere ser bien hecho, sólo así será un trabajo digno. Para evitar la frustración, será necesario dar tareas que los niños puedan realizar. Es natural que el trabajo esforzado, sea causante de fatiga. También se debe enseñar que, luego de un trabajo bien hecho, es necesario el descanso, parte intrínseca de la laboriosidad. Educación de la paciencia: Una vez conocida o presentida una dificultad a superar o algún bien deseado que tarda en llegar, soporta las molestias presentes con serenidad 29. El principal motivo para tener paciencia, es que las cosas más grandes e importantes de la vida, son las que más tardan en llegar. La perfección, la plenitud, la felicidad, son cosas que tardan en llegar que requieren trabajo de nuestra parte, pero también paciencia y dedicación para ir superándonos día a día. Algunas actividades idóneas para trabajar la paciencia: - Que exista un tiempo entre lo que se hace y el fin delimitado (tiempo de trabajo y espera). - Que haya que dominar algunas pasiones. - Que haya que esforzarse por dominar alguna molestia corporal o el deseo de moverse, de actuar innecesariamente. - Que haya que eliminar una tendencia de actividad mental inútil. - Que, como resultado de la actividad, se llegue a ver la conveniencia del autodominio que haya supuesto. Educación de la responsabilidad: Asume las consecuencias de sus actos intencionados, resultado de las decisiones que tome o acepte; y también de sus actos no intencionados, de tal modo que los demás queden beneficiados lo más posible o, por lo 28 IBÍDEM, IBÍDEM,

24 menos, no perjudicados; preocupándose a la vez de que las otras personas en quienes puede influir hagan lo mismo 30. Ser responsable, supone asumir las consecuencias de los propios actos. En el caso de los niños pequeños, es normal que tenga que acatar ciertas acciones, aún así debe responsabilizarse por ellas. Además, los educadores tendrán que enseñarles a tomar sus decisiones responsablemente, vale decir, considerando todos los posibles escenarios y consecuencias que tendrán sus acciones. Educación de la generosidad: Actúa en favor de otras personas desinteresadamente, y con alegría, teniendo en cuenta la utilidad y la necesidad de la aportación para esas personas, aunque le cueste un esfuerzo. 31 Educar en la generosidad es fundamental, de esta manera la persona puede llegar a su plenitud, entregándose, amando a los otros en sus actos concretos. El egoísmo, fomentado en nuestra sociedad consumista e individualista, debe ser contrarrestado por la fortaleza y entrega incondicional de las personas responsables y generosas. Es imprescindible que los actos de generosidad, no queden aislados de la intencionalidad de la persona. Tiene que haber un sentido del esfuerzo, un trabajo de la voluntad para realizar un acto de generosidad. La persona debe vivir la generosidad por una convicción interna y profunda, que los demás tienen el derecho de recibir su servicio, que hemos sido creados para servir y que la ayuda mutua es base para la vida en sociedad. En este sentido, es más importante el concepto de darse que el de dar. Para ello, necesitamos conocernos y saber controlarnos. La generosidad bien vivida, como se ve, es una clara manifestación de la caridad. 2.3 De los 13 hasta los 15 años: Educación del pudor: Reconoce el valor de su intimidad y respeta la de los demás. Mantiene su intimidad a cubierta de extraños, rechazando lo que puede dañarla y la descubre únicamente en circunstancias que sirvan para la mejora propia o ajena 32. Para comprender esta virtud, hay que tener presente el valor de la intimidad. Hay cosas que son relativas exclusivamente a nosotros mismos. Poco a poco, la persona va descubriendo 30 IBÍDEM, IBÍDEM, IBÍDEM,

25 que hay experiencias, emociones, vivencias que no puede compartir con cualquier persona. La intimidad tiene el valor que, lo que se guarda es algo bueno. Las expresiones más claras del guardar la intimidad, se ven reflejadas en tres aspectos: la vivienda, creada para proteger la intimidad del matrimonio y la familia; la vestimenta, ya que el pudor ayuda a la persona a autoposeerse, el cubrirse con la vestimenta tendrá el sentido de mostrar que el cuerpo es propio, que me pertenece y que no tengo por qué compartirlo con todo el mundo; el lenguaje, la propia intimidad sólo debe manifestarse en cuánto que ello ayude a la mejora personal. La intimidad no puede ser un tema de dominio público. Los padres, deben procurar enseñar a sus hijos el valor que tiene su cuerpo y el respeto que él merece. Educación de la sobriedad: Distingue entre lo que es razonable y lo que es inmoderado y utiliza razonablemente sus cinco sentidos, su tiempo, su dinero, sus esfuerzos, etcétera, de acuerdo con criterios rectos y verdaderos 33. Ésta, es una de las virtudes que más cuesta a los jóvenes, pues comprenden el control de las apetencias como inhibirse, sin darse cuenta que, sin sobriedad corren gran riesgo de ser intencionalmente influenciados o manipulados por cualquier persona. El desarrollo de la sobriedad, permite superar los impulsos del egoísmo, no vivir pendientes de las cosas materiales, junto a esto, los jóvenes aprenden a amar y viven con alegría por reconocer que lo que están haciendo, lo están haciendo bien. Algunas cosas que los educadores pueden hacer: - Enseñarles a valorar lo que tienen y pueden tener. - Enseñarles a dominar sus caprichos con alegría. - Enseñarles a reflexionar sobre el por qué de sus actos. - Enseñarles la importancia que tiene no estar atados al placer (libertad). - Enseñarles a reconocer las apetencias que deberían controlar. - Enseñarles unos ideales elevados que les lleven a una satisfacción profunda en lugar de buscar un placer superficial. 33 IBÍDEM,

26 Educación de la sociabilidad: Aprovecha y crea los cauces adecuados para relacionarse con distintas personas y grupos, consiguiendo comunicar con ellas a partir del interés y preocupación que muestra por lo que son, por lo que dicen, por lo que hacen, por lo que piensan y por lo que sienten 34. La persona necesita de los demás para su propio proceso de mejora, y tiene el deber de ayudar a los demás en su propio proceso de crecimiento. La capacidad de relacionarse, depende en gran parte de la comunicación. Es clave, entonces, aprender a expresarse correctamente, tanto verbal como corporalmente. La labor de los padres en este caso será: - Introducir a sus hijos desde pequeños, en grupos ajenas a la familia, en que tendrán la oportunidad de aprender las reglas del juego. - Ayudar a los hijos a superar la timidez y a abrirse a nuevas relaciones. - Ayudar a los niños a reconocer que, cada uno es interesante y se trata de buscar los medios para sacar lo mejor de cada uno. Educación de la amistad: Llega a tener con algunas personas, que ya conoce previamente por intereses comunes de tipo profesional o de tiempo libre, diversos contactos periódicos personales a causa de una simpatía mutua, interesándose, ambos por la persona del otro y por su mejora 35. En una primera etapa, el grupo de amigos es esencial y se desarrollan los conocidos club de Toby y club de Lulú. Sin embargo, durante la adolescencia, se buscan amigos más íntimos, más cercanos a quienes contar los problemas y en quienes confiar. Con el paso del tiempo, el joven aprende a distinguir entre sus compañeros y sus amigos. Para cultivar una amistad, se requieren de muchas virtudes complementarias. Entre ellas destacan: la lealtad, la generosidad, la comprensión, la confianza, el respeto, etc. El papel de los educadores será, inculcar estas virtudes a los jóvenes y, junto con ello, enseñarles a distinguir entre un verdadero amigo y una persona que busca influenciarlos o acercarse a ellos con el fin de obtener algún beneficio. 34 IBÍDEM, IBÍDEM,