Museo Ramón Gaya Francisco Fuentes. 1900-1988 Murcia, 5 marzo / 10 mayo 2009
Museo Ramón Gaya Francisco Fuentes. 1900-1988 DIRECCIÓN Manuel Fernández-Delgado COORDINACIÓN Isabela Antón ARCHIVO DOCUMENTAL Victoria Clemente GESTIÓN Inmaculada Guarinos Ana Álamo Juan Carlos Díaz Ana Martínez DISEÑO GRÁFICO Severo Almansa & Rosa de la Obra Asociados MONTAJE DE LA EXPOSICIÓN Adimur FOTOGRAFÍA Javier Salinas SEGUROS Aon IMPRIME A.G. Novograf / D.L.: MU-850-2009 AGRADECIMIENTOS Familia Fuentes Juan Bautista Sanz Adrián Ángel Viudes José María Falgas Amparo Tomás Tio Sergio Parra Martín Páez Comunidad Autónoma de la Región de Murcia Y, especialmente, a Isabel Fuentes, sin cuya ayuda no hubiera sido posible realizar esta exposición. Francisco Fuentes ante las obras de una de sus exposiciones
En el Círculo de Bellas Artes de Murcia, con una modelo de la clase de desnudo del natural, personal del Círculo de Bellas Artes y Torralba, escenógrafo del Teatro Romea A distancia el cuadro debe producir impresión grata, por su armonía de color, masas pintadas y espacios libres. Debe producir una sensación de grandiosidad, sobriedad, firmeza, finuraelegancia-exquisitez, agilidad etc. Todo ello armonizado con el tema, o motivo del cuadro, que condicionará el colorido, tamaño, luminosidad, grafismo etc. Y vayan alejándose hacia los extremos las zonas de mera comparsa o secundarias, terciarias etc. Una poética pictórica de Francisco Fuentes Temas motivos Practicamente TODO. Cualquier objeto, o tema puede ser motivo de un cuadro. Elegido el tema, se elegirá el tamaño y posición del cuadro (vertical u horizontal) y meditando con criterio de pintor se traducirán sus más importantes elementos (plásticos-literarios etc.) en motivos exclusivamente plásticos que se irán situando equilibrada y armónicamente en la superficie del soporte (lienzo, papel etc.) Téngase muy en cuenta la zona lumínica más importante (luz o sombra). Relación de posibles motivos Homenajes a los pintores. Representación simbólica de personajes que se presten a ello por su interés plástico (toreros, deportistas etc.). Interpretación de cualquier cuadro famoso, captando el espíritu del todo y de sus elementos más característicos. Ante una persona, que se desea inmortalizar, captense sus rasgos diferenciales mas acusados y dispónganse en el lienzo en el lugar adecuado sin incurrir más bien huyendo de lo fotográfico, inclinándose con preferencia a lo caricaturesco mas o menos atenuado o cruel.
Pintura. Francisco Fuentes Ramón Gaya 19 de septiembre de 1928 En dos escaparates de Murcia (distantes el uno del otro) hemos visto dos cuadros de un pintor joven, desconocido casi por completo aún, pero no por ello falto de valores, indudables ya. El pintor, Francisco Fuentes; los cuadros, Plaza de Belluga y Puente Viejo; el salón de exposiciones (abierto a todos los ojos abiertos), dos escaparates de la Platería y Trapería (crespones y percales que dañan con sus gritos el rumor de rosas y malvas que tanto abundan en Puente Viejo sobre todo). Analizar un cuadro y otro? Para qué? El cuadro sólo, hecho isla, rodeado de marco por todas partes, no nos interesa del pintor joven, del pintor apenas empezado a ser. El cuadro sólo, hecho isla, necesita poseer una vida propia tan fuerte que, únicamente en los primitivos, vemos esa necesidad (que no necesitamos) plenamente satisfecha; Van Eyck pintó así, sin dejar nada para el otro ; si no le hubiésemos olvidado por completo no se podría seguir pintando. Ni Goya ni Cézanne pertenecieron nunca, en ningún instante, a los pintores de cuadros aislados, definitivos; por eso, quizá se conservan tan latentes (tan calientes) aún. El pintor sin meta lograda, sin término, no sé qué puerta abierta deja a la continuación que lo hace vivo. Del pintor con final alcanzado, no sé qué cosa muerta queda que le quita interés. Por eso, lo que nos importa es ver pintor, buen pintor. En Francisco Fuentes existe; nos basta entonces. Francisco Fuentes pintando del natural
Francisco Fuentes por Antonio Gómez Cano. 1942 Óleo sobre lienzo. 64 x 45,5 cm Francisco Fuentes y su esposa con Lozano Roca, Antonio Villaescusa y un grupo de amigos en una sala de exposiciones de Murcia Como un descubrimiento Pedro Soler Murcia, marzo de 2009 Aquella sencilla afición que sintió desde que tenía doce años, pero que quedó aparcada por las imposibilidades soñadoras de principios del siglo XX, fue quizá lo que obligo a Francisco Fuentes a ser no más que, como se autodefinía, un sencillo aficionado, que pasó sus años debatiéndose entre la profesión y el deseo, y que nos dejó muestras harto meritorias. Sucede luego, como en tantas otras cosas, que los años pasan y nunca llega el tiempo adecuado para recuperar unas cualidades que han permanecido ocultas bajo el signo de las necesidades. Son pocos los que recuerdan a este pintor, lógicamente olvidado, pero que, sin embargo, se sentía ufano de su amistad y admiración hacia aquella cohorte de artistas murcianos, que ahora nos parecen inmortales Planes, Joaquín, Garay, Flores, Saura Pacheco, Gómez Cano..., y que, por demás, también elegía como objetivo propio de aquella afición artística la huerta encandiladora, con el trasiego de sus acequias, la moribundez incipiente del Segura, la eterna Contraparada, bodegones henchidos de fortaleza cromática y, más que nada, sus retratos a lápiz, o al pastel, que denotan un afán perfeccionista, digno de los más sensibles autores. Ahí está la temática a la que también recurrían esos amigos artistas a los que, afirmaba Fuentes, admiré entonces y cuyo recuerdo admirativo perdurará mientras viva. En el desconocimiento de las personas y de las cosas, siempre surge, se tarde más o menos, un descubrimiento, que, en este caso, hay que atribuirlo a otro pintor, José María Falgas, para quien Fuentes fue maestro y con quien visitó por vez primera, cogido del brazo, el templo sacro del Museo del Prado. Aquel pintor que ahora evocamos fue también un hombre comprometido, que, junto a Garay y Joaquín integrados en aquella respetuosa Junta de salvación artística, cooperó para poner a salvo multitud de tallas y
objetos de culto, que la ignorancia despreciaba con rencor, en años de despreciables disparates. Situación increíble para quien, con similar sinceridad y humildad, que había mostrado para su autoalabanza artística, defendía su vida y su futuro, trabajando pacientemente en un cuartito situado en la azotea de su casa, desde donde salía hacia la Imprenta Pagán la otra muestra de su arte, transformada en dibujos de firmas comerciales, expendedoras del más puro pimentón molido o de las más sabrosas conservas. Mismamente, como también hiciera Luis Garay, cuyo nombre y obra tuvieron la fortuna, pese a las dificultades, de sobrevivir a los avatares del tiempo. Aquel Francisco Fuentes que ahora descubrimos se sentiría muy satisfecho de verse como él mismo afirmaba, ya en 1974 incluido en un recordatorio de los que fueron verdaderos profesionales del arte pictórico. Esta exposición del Museo Gaya supondría para él al cabo de ciento diez años, tiempo transcurrido desde que nació una satisfacción inenarrable. Por la sencilla razón de que, pese a alternar y convivir con ese grupo de amigos de tan selecta memoria, por vez primera vería reunido un número respetable de cuadros salidos de sus pinceles y de sus lápices. Para él, su presencia pictórica no fue más que una representación efímera en colectivas, en concursos, en homenajes y escaparates de Platería o Trapería, pese a que Ramón Gaya, entonces un joven ya implicado en las sensaciones y cambios artísticos del momento, se atrevió a afirmar que tras los cuadros de Francisco Fuentes existía un gran pintor. Hombre bondadoso y discreto, y con un humanismo sensible en su comportamiento, era lector empedernido de la Generación del 98, especialmente de la profundidad poética de Antonio Machado. Jamás mostraba la desazón que las necesidades de muchos años de su vida pudieran provocarle. Francisco Fuentes, en el desarrollo de su mundo artístico y de su vida, siempre fue un hombre digno, que se comportó con la humildad de los fuertes.
Paisaje de invierno Óleo sobre contrachapado 65 x 50 cm Los Almendros Óleo sobre lienzo 37,5 x 48,5 cm
Paisaje marino Acuarela sobre papel 32,5 x 51 cm La orilla Acuarela sobre papel 32,6 x 52 cm
Paisaje Acuarela sobre papel 25,3 x 39,4 cm Paisaje Acuarela sobre papel 32,7 x 52,5 cm
Paisaje Acuarela sobre papel 32,2 x 45,4 cm Campo Acuarela sobre papel 32,5 x 51,5 cm La Catedral desde el río Óleo sobre lienzo 59 x 44,5 cm
El río Óleo sobre contrachapado 34 x 45 cm Paisaje Óleo sobre lienzo 83 x 101 cm
Un árbol Acuarela sobre papel 34,5 x 50 cm
La orilla Acuarela sobre papel 25,5 x 39,7 cm Embarcadero Acuarela sobre papel 31 x 50 cm Paisaje Acuarela sobre papel 32,6 x 51,5 cm Santuario de la Fuensanta Óleo sobre lienzo 47 x 37 cm
Paisaje Acuarela sobre papel 32,4 x 50 cm Paisaje Acuarela sobre papel 32,5 x 46 cm
Huerto del Malecón Óleo sobre contrachapado 32 x 44 cm
Frutas Óleo sobre lienzo 20 x 37 cm
Bodegón del botijo Óleo sobre lienzo 46 x 37 cm
La procesión del Domingo de Ramos ( La borriqueta ) Óleo sobre tabla 90 x 61 cm La plaza del Cardenal Belluga. 1928 Óleo sobre lienzo 92 x 59 cm
Retrato del pintor Falgas Óleo sobre lienzo 34 x 28 cm Autorretrato Óleo sobre lienzo 39 x 28 cm
Retrato de mi nieta Isabel Lápiz sobre papel 44 x 35 cm
Retrato de mi nieta Natalia. 1985 Lápiz sobre papel 32 x 44 cm
Retrato de mi hijo Francisco Óleo sobre lienzo 43 x 31 cm Retrato de mi nuera María Victoria Julián Pastel sobre papel 64 x 47 cm Autorretrato. 1975 Óleo sobre lienzo 34 x 27 cm
Retrato de mi nieto Francisco. 1985 Lápiz sobre papel 43 x 31 cm Retrato de mi hijo Francisco. 1979 Lápiz sobre papel 48 x 32 cm