32 I N T E R N A C I O N A L por José María Olmo El desafío islamista en el Norte del país y el MALI caos político en la capital amenazan la seguridad del Viejo Continente UN ESTADO FALLIDO EN Hasta hace sólo unos meses, Mali era uno más de los muchos países del África subsahariana que luchan por alcanzar el desarrollo económico con un sistema político más o menos democrático. Hasta que, a principios de año, los tuareg tomaron por las armas las tres provincias más septentrionales de Mali -Tombuctú, Kidal y Gao-, equivalentes a dos terceras partes del territorio del país, y los militares derrocaron al Gobierno de Amadou Toumani Toure, poniendo fin a dos décadas de avances en el campo de las libertades y los derechos fundamentales. En sólo cuestión de meses, Mali se ha convertido, contra todo pronóstico, en un enorme foco de inestabilidad que amenaza la seguridad de la región, pero también de Europa. Las fronteras del norte del país se encuentran, después de todo, a sólo 1.200 kilómetros de Algeciras, poca distancia más de la que hay entre Cádiz y Bilbao. El país se encuentra en un estratégico cruce de caminos, entre el oeste y el este del África Occidental. Y es paso obligatorio para las comunicaciones entre el Magreb y los países del Golfo de Guinea. Por ahora, Bamako mantiene la calma, pero la población comienza a impacientarse. El caos político ha provocado un vacío administrativo que ha dejado sin salario a los numerosos funcionarios que dependen del erario público. Los pequeños comercios se mantienen abiertos pero el consumo ha caído en picado. No ayuda el miedo que el conflicto ha provocado en la comunidad internacional. Muchas de las fábricas propiedad de capital extranjero del extrarradio de Bamako han cerrado, dejando en la calle a miles de modestos obreros. Las ONG occidentales se han marchado, cerrando el grifo de la cooperación, de la que vive más de la mitad de los 14 millones de personas que aproximadamente habitan el país. ANIQUILACIÓN TURÍSTICA El miedo también ha aniquilado la incipiente industria del turismo. Ningún país occidental recomienda pisar Mali en estos momentos. Los hoteles y restaurantes que comenzaban a florecer en las principales arterias de la capital han tenido que bajar la persiana o reducir al mínimo su actividad. Ni siquiera hay huéspedes en las habitaciones del hotel más lujoso de la capital, LÁmitie, propiedad en su día de Muamar Gadafi, y símbolo de una economía que había comenzado a despegar. No hay blancos en el país y, sin blancos, no hay dinero. Si no llega pronto una respuesta, el estallido institucional dará paso a una explosión social de consecuencias imprevisibles. Para Occidente, el mayor problema está en el Norte. A principios de año, los tuareg, agrupados bajo las siglas
Número 42 Atenea 33 FOTOS: BORJA SÁNCHEZ TRILLO EL JARDÍN TRASERO DE EUROPA INFOGRAFÍA: JULIÁN DE VELASCO del Movimiento Nacional de Liberación del Azawad (MNLA), sólo necesitaron unas horas para tomar el control de regiones desérticas de Mali. Armados con el material sobrante de la guerra de Libia y con la experiencia de haber combatido como mercenarios hasta el último día en las filas de Gadafi, no necesitaron pegar ni un solo tiro para provocar la huida del Ejército de Mali y apropiarse de sus abundantes arsenales en la zona. La situación del Norte empeoró en marzo cuando, atraídos por la ausencia de poder político y militar en la zona, comenzaron a llegar centenares de islamistas procedentes de Afagnistán, Pakistán, Palestina, Somalia, Mauritania y otros santuarios mundiales del yihadismo. En pocas semanas, los radicales musulmanes devolvieron al desierto a los tuareg, generando un ecosistema que se ha convertido en un quebradero de cabeza para las grandes potencias occidentales. Las infraestructuras sanitarias y de transportes en las tres provincias del norte han sido completamente arrasadas. Los islamistas han quemado escuelas, saqueado negocios y destruido hospitales para borrar cualquier
34 INTERNACIONAL rastro de progreso o libertad. Incluso ha derruido algunos de los monumentos más importantes de la cultura tradicional maliense, como las centenarias tumbas sufíes de Tombuctú. Amenazan también la biblioteca de esta ciudad del Sahara que, entre sus más de 60.000 volúmenes, alberga los incunables andalusíes que los musulmanes se llevaron de España cuando fueron expulsados en el siglo XV por los Reyes Católicos. Los islamistas tampoco tardaron en imponer la sharia a la población. La aplican en su versión más rigurosa, y sin juicio previo. No sólo han obligado a todas las mujeres a cubrirse el pelo y las piernas, han prohibido el alcohol y el tabaco y han condenado todo tipo de música. También han amputado manos y pies a presuntos ladrones, han apedreado a parejas que no se habían unido por el rito coránico y han ejecutado con tiros en la cabeza a ciudadanos acusados de homicidio. Según un informe reciente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, al menos cuatro grupos terroristas operan en estos momentos en las tres provincias del Norte. El más importante es Ansar Dine, una rama de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), integrada en su mayoría por terroristas subsaharianos, que se mueve Mali se ha convertido en un enorme foco de inestabilidad que AMENAZA no sólo la seguridad de la región sino de Europa a la perfección por el terreno y se ha volcado en el control de las grandes áreas urbanas. También está en la zona el Movimiento para la Unicidad y la Yihad en el África Occidental (Muyao), una escisión de AQMI que ha protagonizado los últimos secuestros de occidentales en el Sahel, entre ellos, el de los dos cooperantes españoles capturados en los campos de refugiados saharauis de Tinduf (Argelia) que fueron finalmente liberados este mismo verano. Los secuestros se han convertido precisamente en una de las principales fuentes de ingresos para estos grupos. En la región se da por sentado que, sólo por la liberación de los dos ciudadanos españoles, Muyao ingresó 40 millones de euros, aunque el Gobierno de Mariano Rajoy siempre ha negado el pago de un rescate. La otra gran fuente de financiación de los terroristas es el tráfico de cocaína. Las redes sudamericanas llevan años utilizando el Sahel para introducir en Europa sus cargamentos de droga, sorteando de este modo la presión policial que los países del Viejo Continente ejercen sobre sus costas atlánticas. Los islamistas cobran a los narcos sumas millonarias por ceder sus rutas y garantizar la seguridad de las mercancías. Con el dinero, compran armas y pagan mercenarios. Están contratando soldados, en su mayor parte jóvenes sin formación y sin empleo, por 120 euros mensuales, el triple del sueldo medio en la región. Y compran niños para convertirlos en combatientes permanentes, pagando, a cambio, 600 euros a sus familias. BOKO HARAM El tercer grupo con presencia en Azawad, como denominan los tuareg a este territorio, es la secta islamista de Boko Haram, originaria del Norte de Nigeria aunque con presencia en países cercanos, entre ellos, Mali. En su país, el más poblado de África con 160 millones de habitantes, Boko Haram ha matado a más de 10.000 fieles cristianos a golpe de atentados. Finalmente, la cuarta organización que ha recalado en el norte de Mali es la propia AQMI, que está actuando como aglutinador del resto de movimientos, utilizando como objetivo común la extensión de la sharia a todo el territorio de Mali y a los países limítrofes, para terminar, de paso, en esa cruzada antioccidental, con todos aquellos infieles que osen discutir las interpretaciones más fundamentalistas del Corán. Nunca hasta ahora el terrorismo islamista había gozado de tanta facilidad para moverse con libertad por un territorio tan amplio, equivalente al doble de la superficie de España. Azawad se ha convertido en un parque temático del yihadismo al que todas las semanas llegan nuevos radicales cargados de armamento hasta los dientes. Si nadie los detiene, pronto rebasarán las fronteras de Mali en busca de nuevos objetivos. Por lo pronto, la situación ha provocado, según cifras recientes de Acnur, el desplazamiento interno de 200.000 malienses del Norte. Se calcula que, sólo en la capital, se alojan 46.000 de estos refugiados. Asimismo, sigue aumentado la salida de ciudadanos de las provincias más septentrionales hacia otros países de la región. En total, según datos de la agencia de la ONU, Níger, Burkina Faso y Mauritania acogen a otros 210.000 refugiados malienses, una catástrofe humanitaria que apenas cuenta con el soporte de ONG y
Número 42 Atenea 35 agencias internacionales por el elevadísimo riesgo de atentado y secuestro que afrontan sus cooperantes. En el sur también reina el desconcierto. La ofensiva tuareg en el Norte hirió el orgullo de los militares malienses que, en una reacción improvisada, decidieron atacar al presidente de la República, Amadou Toumani Toure, provocando un golpe de estado que pilló por sorpresa a los propios golpistas y generó rápidamente una unánime reacción de rechazo por parte de toda la comunidad internacional. Tras varios días de indecisión, el líder del alzamiento, Amadou Sanogo, un simple capitán, aunque formado en academias militares de Estados Unidos, decidió restablecer el orden constitucional, nombrando un Gobierno de concentración. El actual presidente interino de Mali es Dioncounda Traoré, líder de un gabinete con nada menos que 31 ministerios en el que están representadas las principales fuerzas políticas del país. El resultado es un caos político que sólo podría resolverse con la convocatoria de nuevas elecciones. Esa es la primera condición que ha puesto Estados Unidos para colaborar con el país. Pero el capitán Sanogo, que El caos político ha dejado sin salarios a los numerosos funcionarios que dependen del erario público. Arriba, las instalaciones de la televisión de Mali. en la práctica sigue detentando el poder desde la oscuridad de los cuarteles, es reacio a facilitar unos comicios y la llegada de ayuda internacional, porque teme que sea su cabeza la primera en rodar. Mientras Sanogo se resiste, Estados Unidos y Francia ya están dando pasos para preparar una intervención militar en el Norte, siguiente fase de la estrategia para estabilizar Mali. Ni París ni Washington quieren que la región siga atrayendo islamistas de todo el mundo ni, tampoco, que la desestabilización se extienda al resto del Sahel. Si eso ocurre, la seguridad de Europa estará seriamente amenazada. El mayor riesgo es que radicales musulmanes con pasaporte europeo participen en el conflicto. Si logran volver a sus países de origen, lo harán convertidos en experimentados combatientes, capaces de atentar contra objetivos sensibles sin despertar sospechas en las Fuerzas de Seguridad del Viejo Continente. Para evitar una implicación directa que eleve aún más el nivel de amenaza terrorista que ya soportan, Estados Unidos y Francia han logrado arrancar la implicación de los países de la CEDEAO (Comunidad Económica de Estados del África Occidental), de la que forma parte Mali, y de la Unión Africana. Serán estos organismos los que aporten las fuerzas que operarán sobre el terreno. En principio, el destacamento estará compuesto por 3.300 efectivos y la operación
36 INTERNACIONAL Las calles de las ciudades se muestran vacías. El miedo se ha apoderado de la incipiente industria turística. tendrá una duración de seis meses. Habrá una primera fase de entrenamiento de las tropas locales y una segunda dedicada ya por entero a la liberación por la fuerza del Norte de Mali. Estados Unidos y Francia se limitarán, a falta de precisar los detalles, a adiestrar a las tropas locales y facilitarles soporte logístico y de inteligencia, cualquier cosa que no implique la llegada de féretros a sus hangares militares. En concreto, Washington podría aportar los mandos militares que tienen integrados en el Africom (su mando militar con sede en Stuttgart dedicado en exclusiva al continente africano). También el uso de drones. La base escogida para coordinarlos sería un aeródromo militar en Ouagadougou, la capital de la vecina Burkina Faso, que Estados Unidos utiliza para volar aeronaves tripuladas. París, por su parte, también ha descartado su implicación directa. Ni siquiera contempla prestar apoyo aéreo a los aliados. En todos los casos, la intervención deberá contar con el aval de la ONU y de la Unión Europea. Ambas instituciones han expresado su respaldo a la misión, siempre y cuando esté concertada con los principales actores en la zona, incluidas las autoridades de Mali. El foco se dirige a las arenas del desierto pero también a los despachos de Bamako. Washington quiere implicar en la ecuación a Argelia, que linda al sur con la región tomada por los islamistas. El ejército argelino no sólo es uno de los más modernos del norte de África, sino que, además, atesora una larga experiencia en la lucha contra el integrismo yihadista. Su participación es clave para la resolución del conflicto y también lo será su apoyo a un futuro gobierno democrático en Bamako. El otro actor crucial es el MLNA. Ya hay conversaciones con los líderes tuareg para lograr que, a cambio de una mayor autonomía política para Azawad, se involucren en la guerra contra los yihadistas. Su conocimiento del terreno y su gran presencia en las principales poblaciones podrían ser decisivos para el éxito de la misión. España ya ha anunciado su predisposición a formar parte de este dispositivo internacional. No obstante, al igual que el resto de potencias occidentales, el Gobierno de Mariano Rajoy sólo se ha comprometido, por ahora, a prestar apoyo logístico a la misión, que podría concretarse en la cesión de instalaciones militares de Canarias para dar soporte a las operaciones aéreas de los aliados. Los detalles se tendrán que concretar en las próximas fechas. Probablemente, no pase mucho tiempo. París quiere que las tropas africanas estén pisando las provincias ocupadas antes de que concluya 2012. Cada día que pasa crece la amenaza sobre Europa.