Penitencia Comunitaria



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Transcripción:

ENFERMEDAD AMISTAD Y AYUDA Penitencia Comunitaria Domingo Quinto de Cuaresma A

Enfermedad amistad Y AYUDA Quinto Domingo de Cuaresma A Presentación El domingo pasado veíamos a Jesús curando a un ciego. Hoy escucharemos el relato de la resurrección de Lázaro. Esto nos va a servir para hacer una reflexión sobre nuestras vidas y sobre nuestra atención a las personas enfermas o a las familias con problemas duros. Se acerca el Domingo de Resurrección y si queremos resucitar con Cristo vamos a prepararnos. Y vamos a hacerlo hoy en esta Penitencia Comunitaria. Vamos a pensar un poco en nuestras vidas y como siempre encontramos algún fallo vamos a pedir perdón a Dios y a los que nos rodean. Hoy vamos a reflexionar sobre la enfermedad y la muerte, sobre los enfermos y nuestra atención a ellos. Porque la enfermedad y la muerte son una realidad entre nosotros y vamos a tratar de aliviarla en la medida de nuestras fuerzas. Saludo del Sacerdote.- Que el Dios Padre cariñoso, Hijo que ayuda y cura enfermedades y Espíritu que nos da fuerzas esté con todos nosotros...

ORACIÓN Señor, A tu paso por este mundo te rodeaste de un grupo de amigos a los que ayudaste en todo: Curaste sus enfermedades y les acompañaste en los momentos duros y difíciles de la vida. Nosotros, siguiendo tus pasos queremos vivir en amistad y ayudar a los que nos rodean en la salud y sobre todo en la enfermedad, en los momentos alegres y en los de tristeza. Pero somos débiles y a veces olvidamos al amigo, cuando se encuentra enfermo o solo. Ayúdanos a ser sencillos y serviciales con todos. Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. A m é n.

E N C U E N T R O C O N L A P A L A B R A. Monición a las lecturas Frente a toda situación de muerte, la Palabra de Dios es promesa de Vida. También nosotros somos llamados a pasar de la muerte a la vida, impulsados por el Espíritu que ha sido derramado sobre nosotros. Ojalá el grito del Señor a Lázaro, llamándole a salir del sepulcro, resuene hoy con fuerza en cada uno de nuestros corazones!. P R I M E R A L E C T U R A Nuestro destino es un destino de vida; el mismo Señor lo dice y se empeña en manifestar su grandeza abriendo los sepulcros y devolviendo a todos a la vida. Nunca puede acabarse la esperanza ni el ánimo, por dura que sea la realidad. Lectura del Profeta Ezequiel. 37,12-14 Esto dice el Señor: - Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel. Y cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que soy el Señor: os infundiré mi espíritu y viviréis; os colocaré en vuestra tierra, y sabréis que yo el Señor lo digo y lo hago. Oráculo del Señor. Palabra de Dios.

S A L M O O A C L A M A C I Ó N Monitor.- Acabamos de escuchar cómo nos orienta Dios en nuestro caminar hacia él. Ahora le pedimos que nunca deje de hacerlo y confesamos juntos, desde el fondo de nuestro corazón: Señor tú tienes palabras de vida eterna. Todos.- Señor, Tú tienes palabras de vida eterna. Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas: haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador, y todo el día te estoy esperando. Todos.- Señor, Tú tienes palabras de vida eterna. Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas; acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor. Todos.- Señor, Tú tienes palabras de vida eterna. Las sendas del Señor son misericordia y lealtad para los que guardan su alianza y sus mandatos. Todos.- Señor, Tú tienes palabras de vida eterna.

S E G U N D A L E C T U R A Monición.- La fuerza, el Espíritu de Dios se manifiesta en la Resurrección de Jesús. Ese espíritu actúa también en nosotros y por eso esperamos resucitar. Lectura de la Carta de San Pablo a los Romanos. 8,8-11 Hermanos: los que están en la carne no pueden agradar a Dios. Pero vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo. Si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justicia. Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros. Palabra de Dios

E V A N G E L I O Lectura del Santo Evangelio según San Juan: Juan 11, 1-45 En aquel tiempo, un cierto Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta, su hermana, había caído enfermo. Las hermanas mandaron recado a Jesús, diciendo: -«Señor, tu amigo está enfermo.» Jesús, al oírlo, dijo: -«Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.» Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba. Sólo entonces dice a sus discípulos: -«Vamos otra vez a Judea.» Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús: -«Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.» Jesús le dijo: -«Tu hermano resucitará.» Marta respondió: -«Sé que resucitará en la resurrección del último día.» Jesús le dice: -«Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. Crees esto?» Ella le contestó:

-«Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.» Jesús, muy conmovido, preguntó -«Dónde lo habéis enterrado?» Le contestaron: -«Señor, ven a verlo.» Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: -«Cómo lo quería!» Pero algunos dijeron: -«Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, no podía haber impedido que muriera éste?» Jesús, sollozando de nuevo, llega al sepulcro. Dice Jesús: -«Quitad la losa.» Marta, la hermana del muerto, le dice: -«Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días.» Jesús le dice: -«No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?» Entonces quitaron la losa. Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: -«Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado.» Y dicho esto, gritó con voz potente: -«Lázaro, ven afuera.» El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: -«Desatadlo y dejadlo andar.» Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Palabra del Señor.

E V A N G E L I O. Monición.- La resurrección de Lázaro, es una Profecía. "Yo soy la Resurrección y la Vida", dice Jesús; éste es el centro de nuestra fe cristiana: Crees esto?. Lectura del Santo Evangelio según San Juan. (Jn. 11, 1-45) En aquel tiempo, un cierto Lázaro de Betania, la aldea de María y de Marta, sus hermanas, había caído enfermo. Las hermanas mandaron recado a Jesús, diciendo: - Señor, tu amigo está enfermo. Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Betania distaba poco de Jerusalén, unos tres kilómetros; y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María, para darles el pésame por su hermano. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús. - Señor, si hubieses estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero, aun ahora sé, que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá. Jesús le dijo: - Tu hermano resucitará. Marta respondió: - Sé que resucitará en la resurrección del último día. Jesús le dice: - Yo soy la Resurrección y la Vida: el que cree en Mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en Mí, no morirá para siempre. Crees esto? Ella le contestó: - Sí, Señor: yo creo que Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo. Palabra del Señor.

Reflexión Penitencia Comunitaria Estos dos últimos domingos de Cuaresma hemos visto a Jesús ayudando a la gente. El domingo pasado curando a un ciego y hoy resucitando a su amigo Lázaro. Jesús pasa de las palabras a los hechos. Hoy quiero centrar esta homilía en una reflexión sobre esto. Jesús habla y actúa, dice y hace, ayuda, cura y resucita. Esta debe ser para nosotros la gran lección, la gran enseñanza. Nuestra sociedad actual sigue oprimida por la enfermedad y nos sigue arrastrando a la muerte. El domingo pasado decíamos que ante las personas enfermas todos tenemos nuestra responsabilidad. Sabemos que cuesta atender a los enfermos, a las personas mayores, aunque sean familiares. Vamos hoy a pensar si de verdad somos responsables y generosos o somos egoístas. Cumplimos con nuestra tarea, con nuestro deber hacia ellos o los dejamos a un lado? Si esas personas son nuestros padres, sabemos que ellos han dado su vida por nosotros, No podemos nosotros ahora dedicarles un poco de la nuestra? Un rato de compañía, un gesto cariñoso y amigable? O buscamos disculpas para dejarles que se arreglen solos? Jesús se acercó al ciego y lo curó. Se acercó a Betania, consoló a Marta y María y resucitó a su amigo Lázaro. Nos parece que esto es fácil para Él porque es Dios. Pero nosotros somos humanos y también tenemos nuestra fuerza y nuestro poder, si queremos ponerlo en práctica. Creo que es una tarea dura y costosa atender a enfermos y necesitados, pero no por eso debemos dejar de hacerlo. Cómo se agradece una visita, un rato de compañía! No cuesta mucho, pero cuánto vale y cuánto lo agradecen nuestros seres queridos!

Además, y lo digo por experiencia, nuestros enfermos y mayores son una fuente de enseñanza sobre todo en esos momentos. Además, pienso que en la sociedad actual no sólo son reales las enfermedades del cuerpo, también nuestro espíritu y nuestro corazón están enfermos. Somos duros de cabeza, queremos que todo se resuelva a nuestro modo y manera y despreciamos a los demás. Somos egoístas. Incluso queremos que Dios se adapte a nuestro modo de pensar, y si las cosas no salen bien le dejamos a un lado, no nos sirve. Somos duros de corazón. Nos cuesta ser solidarios, colaborar con los demás, incluso en la misma vida de la Parroquias. Solemos decir, colaborar para qué? Para que otros se aprovechen de nosotros? E incluso criticamos a los que colaboran. Cuando lo hacen algo sacarán. Y yo pienso que sí, que de la colaboración siempre se saca algo o mucho: la alegría de servir, la alegría del deber cumplido. Vamos a reflexionar un momento sobre estas cosas y como siempre encontramos fallos vamos a pedir perdón.

RITO DEL PERDÓN Hemos pensado un poco en nuestras vidas y hemos encontrado fallos. Vamos a pedir perdón a Dios y a nuestros hermanos. 1.- Muchas veces nos olvidamos de Dios y de los amigos que sufren y están junto a nosotros, por eso... Señor, ten piedad. 2.- Muchas veces nos creemos dueños y señores de todo y no nos damos cuenta de que también dependemos de los demás. Cristo, ten piedad. 3.- Señor, somos cristianos seguidores de Jesús, pero muchas veces sólo de palabra y no seguimos el ejemplo de su vida ayudando a los demás, por eso... Señor, ten piedad. 4.- Señor, en la tarea de cada día luchamos y trabajamos, pero somos egoístas y nos olvidamos de los enfermos y de las familias que sufren, por eso... Cristo ten piedad. 5.- Señor vivimos en una sociedad dura e insolidaria y los cristianos nos dejamos arrastrar por el ambiente, por eso... Señor ten piedad. 6.- Señor, muchas veces nos aprovechamos de los mayores y no tenemos para ellos una palabra amable o un gesto cariñoso, no sabemos dar las gracias, por eso... Cristo ten piedad. Ahora los que deseamos recibir este perdón de Dios nos acercamos a los sacerdotes para recibirlo de su mano.

A B S O L U C I Ó N Los que de verdad queréis recibir el perdón del Señor, inclinad vuestras cabezas. Dios, Padre misericordioso, que reconcilió consigo al mundo por la Muerte y Resurrección de su Hijo, y derramó al Espíritu Santo para el perdón de los pecados, os conceda, por el Ministerio de la Iglesia, el perdón y la paz. Y yo os absuelvo de vuestros pecados en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. A m é n. ORACIÓN DESPUÉS DEL PERDÓN Tú nos has vuelto a perdonar, Señor. Tú no nos has preguntado nada, no has pedido explicaciones. Sólo has visto nuestro corazón arrepentido, y has perdonado nuestros fallos y pecados. Cura, Señor, nuestros males del cuerpo, del alma y de nuestro duro corazón porque lo necesitamos cada vez más. Por eso te damos gracias y te prometemos poner esfuerzo para seguir los pasos de Jesús. Ayúdanos, Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. A m é n.

ORACIÓN DE OFRENDAS Te ofrecemos, Señor el pan y el vino. Simbolizan nuestra vida y la alegría de vivir. Junto a ellos ofrecemos, también nuestras vidas. Vidas llenas de buenas intenciones, pero llenas, también, de fallos y fracasos. Vidas llenas de ilusión y de entrega a los demás, pero vidas con egoísmo. Te lo ofrecemos todo para que lo conviertas en Pan de Vida y Bebida de Salvación.

PLEGARIA EUCARÍSTICA. - El Señor esté con vosotros... - Levantemos el corazón... - Demos gracias al Señor, nuestro Dios... PREFACIO. Te damos las gracias, Señor, por todos tus dones. Te damos las gracias, de forma especial por habernos al mundo a tu Hijo Jesús, el amigo de todos. A su paso por este mundo se rodeó de amigos para presentar al mundo su Mensaje de solidaridad. Supo ayudar a todos y curar a los enfermos. Lloró la muerte de su amigo Lázaro pero, como era Dios y Señor de la Vida y de la Muerte, lo levantó del sepulcro y lo volvió a la Vida. Gracias, Señor, porque eres para nosotros un Dios muy humano y un amigo muy cercano. Te lo queremos agradecer unidos a María a los ángeles y santos, y a las personas solidarias con un himno de alabanza diciendo... - Santo, Santo, Santo...

Te damos gracias, Señor, porque ya está la familia reunida, la Mesa está dispuesta. No tenemos más que un poco de pan no hay mas que una copa de vino. Es el pan de cada día, el vino de las comidas. Pero es más lo que significan. En otro tiempo este pan se encontraba disperso por los trigales. Pero alguien cosechó el trigo y el panadero ha hecho de muchos granos un pan para ser comido. Ven Espíritu desciende sobre este pan y vino y sobre nosotros, Reúnenos de todas partes y amásanos para formar una sola familia. Eso es lo que Jesús quiso simbolizar reunido a la Mesa con sus amigos. Para dejarnos un recuerdo de su entrega, tomó un pan, lo bendijo y se lo repartió a sus amigos, diciendo... Tomad y comed todos de él... Y lo mismo hizo con una copa de vino. Era el vino de la alegría, el vino de los días de fiesta. En otro tiempo se encontraba disperso en los racimos de los viñedos. Pero hicimos la vendimia, pisamos la uva en el lagar y salió a raudales un vino nuevo.

Pero es más lo que significa: es toda la alegría de Jesús de vernos reunidos para la Fiesta. Y eso es lo que ahora recordamos, alrededor de esta Mesa. Al terminar la Cena, tomó una copa de vino, Dio gracias a su Padre del cielo, la levantó en señal de triunfo y se la pasó de mano en mano, diciendo... Tomad y bebed todos de ella... Este es el Sacramento de nuestra Fe... No es más que un poco de pan, no es más que un poco de vino, pero bastan unas palabras pronunciadas en su nombre, para que algo importante suceda y se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Cristo que por nosotros se entrega. Ahora estamos recordando y renovando la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. También nosotros queremos ser pan que alimenta y vino que alegra la vida de todos los que nos rodean. Acuérdate del Papa y de los Pastores que dirigen la Iglesia. Queremos ser el amigo bueno y servidor de todos. No queremos olvidarnos de los niños ni de los ancianos que sufren la enfermedad y la soledad. Queremos tender la mano y tener un gesto cariñoso para todos, sobre todo para los enfermos, pobres y necesitados.

Queremos ser en el mundo el signo vivo de que Cristo ha Resucitado Y nos anima a todos a compartir y repartir esa alegría. Ten piedad de nuestros hermanos difuntos... que murieron en la paz de Cristo, y de todos nuestros familiares, amigos y fieles difuntos de esta Comunidad de... Ahora, unidos a María, a los santos y a las personas sencillas y de buen corazón brindamos con el pan y la copa, diciendo... Por Cristo, con Él y en Él...

C O M P A R T I M O S E L P A N Y L A P A Z. Padre Nuestro :- Para llegar a la meta, a Cristo es importante que todos vayamos unidos, en equipo. Cumpliendo la misión que a cada uno se nos ha encomendado. Pero, también es importante la comida para reponer las fuerzas. A nuestro Padre - Dios, le pedimos que no nos falte para el viaje, el pan de cada día y las fuerzas para vencer las dificultades. Juntos rezamos :- Padre Nuestro... Rito de la Paz :- Hemos pedido a Dios el Pan de cada día. Y tan importante como el pan, cuando emprendemos una misión difícil, es tener suerte, o el hecho de que te tiendan una mano cuando faltan las fuerzas. En señal de que todos estamos dispuestos a ayudarnos en la tarea de cada día, nos deseamos la paz unos a otros. - La Paz de Jesús esté con todos nosotros... - Nos damos como verdaderos amigos la Paz. Compartimos el Pan :- Hemos pedido perdón a Dios y nos hemos deseado la Paz. Jesús nos invita ahora a comer su Pan, para que tengamos fuerzas y así poder caminar. No vamos a despreciar su invitación y vamos a corresponder a su detalle, acercándonos unidos y en paz. - Dichosos nosotros por haber sido invitados a su mesa. - Señor, no soy digno de que entres en mi casa...

O R A C I Ó N F I N A L Estuve enfermo, y me llamaste por mi nombre, y venías cada mañana, sonriente a decirme "Buenos días". Era extranjero, pero fui para Ti alguien y no algo y aceptaste con paciencia, mis impaciencias. Sufría en mi soledad la pérdida de un ser querido Y tú venias a consolarme y hacerme un rato de compañía. Yo llegué con miedo y asustado a tu encuentro, y me acogiste con paz y cariño. Y diste una vuelta por mi residencia, por la soledad de mi casa, para que estuviera mejor. Me trataste con competencia, me diste lo que más necesito: cariño, comprensión, compañía y amor. Me diste a Dios. Por eso, algún día, Dios te dirá: " Venid, benditos de mi Padre; recibid la herencia del Reino preparada para vosotros ". B E N D I C l Ó N F I N A L. Nos despedimos con la Bendición de Dios Todopoderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo. A m é n.

Reflexión Penitencia Comunitaria Estos dos últimos domingos de Cuaresma hemos visto a Jesús ayudando a la gente. El domingo pasado curando a un ciego y hoy resucitando a su amigo Lázaro. Jesús pasa de las palabras a los hechos. Hoy quiero centrar esta homilía en una reflexión sobre esto. Jesús habla y actúa, dice y hace, ayuda, cura y resucita. Esta debe ser para nosotros la gran lección, la gran enseñanza. Nuestra sociedad actual sigue oprimida por la enfermedad y nos sigue arrastrando a la muerte. El domingo pasado decíamos que ante las personas enfermas todos tenemos nuestra responsabilidad. Sabemos que cuesta atender a los enfermos, a las personas mayores, aunque sean familiares. Vamos hoy a pensar si de verdad somos responsables y generosos o somos egoístas. Cumplimos con nuestra tarea, con nuestro deber hacia ellos o los dejamos a un lado? Si esas personas son nuestros padres, sabemos que ellos han dado su vida por nosotros, No podemos nosotros ahora dedicarles un poco de la nuestra? Un rato de compañía, un gesto cariñoso y amigable? O buscamos disculpas para dejarles que se arreglen solos? Jesús se acercó al ciego y lo curó. Se acercó a Betania, consoló a Marta y María y resucitó a su amigo Lázaro. Nos parece que esto es fácil para Él porque es Dios. Pero nosotros somos humanos y también tenemos nuestra fuerza y nuestro poder, si queremos ponerlo en práctica. Creo que es una tarea dura y costosa atender a enfermos y necesitados, pero no por eso debemos dejar de hacerlo. Cómo agradecen una visita, un rato de compañía, un enfermo o una persona que sufre en soledad la pérdida de un ser querido. No cuesta mucho, pero cuánto vale y cuánto lo agradecen nuestros seres queridos! Vamos a reflexionar un momento sobre estas cosas y como siempre encontramos fallos vamos a pedir perdón.

" El coraje del perdón ". Señor, perdónanos. Perdónanos, eso que sabes de nosotros, y lo conoces mejor que nosotros mismos. Si de nuevo cometemos faltas, de nuevo concédenos el perdón. Perdónanos, Señor, si en el deseo de acercarnos a Ti, nuestro corazón no es tan ferviente como las palabra. Señor, ayúdanos con tu perdón. y procura ponerlo por delante de la justicia. No dejes que nos convirtamos en víctimas del orgullo cuando triunfamos, o víctimas de la decepción cuando fracasamos. Haznos comprender, que estás dispuesto a perdonar. Es uno de los mejores signos de fortaleza. Y que el deseo de venganza sólo es muestra de debilidad. Señor, si hemos ofendido a los demás danos el valor de excusarnos; si las personas nos han hecho daño, danos el coraje del perdón. Señor, si te olvidamos, no nos olvides Tú!

Perdónate a ti mismo Dios es perdón y hace fiesta en el cielo cada vez que un hombre se arrepiente. Tú puedes perdonar a tu hermano cada vez que él te ha ofendido. Y puedes pedir perdón cuando has pasado de largo ante tu prójimo. Pero lo que más te cuesta y lo que más necesitas es que te perdones a ti mismo. Que te aceptes como eres, que te quieras con tus defectos, con tus limitaciones, con tus problemas y tu pecado. Ama tu vida, tu historia, tu pasado, con todo lo que has vivido, con todo lo que has experimentado, con tus sentimientos y tus ideas. Porque creer en el perdón de Dios te puede resultar relativamente fácil. Perdonar al que te ofendió puedes hacerlo con gozo. Incluso pedir perdón, lo puedes hacer cada día. Pero perdonarte tú mismo es creer verdaderamente en el poder liberador de Dios, y es condición indispensable para que vivas en paz.

Nos quieres y nos perdonas, Señor, sabemos que nos quieres y nos perdonas, porque tienes un corazón de Padre. Nos sentimos pecadores ante Ti que eres justo. Pero qué alegría nos da saber que eres Padre justo y bondadoso. Devuélvenos el gozo y la alegría perdidos, para que nuestras vidas sean una Fiesta. Somos amigos, Señor, y olvida nuestro pasado. Ayúdanos a corregirnos. Trátanos con paciencia y con amor, sé bueno y compasivo con nosotros. Aunque volvamos a pecar y a romper tus planes, no queremos perder nunca la esperanza: Esperanza en Ti y en tu Hijo Jesús que dio su vida por nosotros. B E N D I C l Ó N F I N A L. Nos despedimos con la Bendición de Dios Todopoderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo. A m é n.

Reflexión Penitencia Comunitaria Estos dos últimos domingos de Cuaresma hemos visto a Jesús ayudando a la gente. El domingo pasado curando a un ciego y hoy resucitando a su amigo Lázaro. Jesús pasa de las palabras a los hechos. Hoy quiero centrar esta homilía en una reflexión sobre esto. Jesús habla y actúa, dice y hace, ayuda, cura y resucita. Esta debe ser para nosotros la gran lección, la gran enseñanza. Nuestra sociedad actual sigue oprimida por la enfermedad y nos sigue arrastrando a la muerte. El domingo pasado decíamos que ante las personas enfermas todos tenemos nuestra responsabilidad. Sabemos que cuesta atender a los enfermos, a las personas mayores, aunque sean familiares. Vamos hoy a pensar si de verdad somos responsables y generosos o somos egoístas. Cumplimos con nuestra tarea, con nuestro deber hacia ellos o los dejamos a un lado? Si esas personas son nuestros padres, sabemos que ellos han dado su vida por nosotros, No podemos nosotros ahora dedicarles un poco de la nuestra? Un rato de compañía, un gesto cariñoso y amigable? O buscamos disculpas para dejarles que se arreglen solos? Jesús se acercó al ciego y lo curó. Se acercó a Betania, consoló a Marta y María y resucitó a su amigo Lázaro. Nos parece que esto es fácil para Él porque es Dios. Pero nosotros somos humanos y también tenemos nuestra fuerza y nuestro poder, si queremos ponerlo en práctica. Creo que es una tarea dura y costosa atender a enfermos y necesitados, pero no por eso debemos dejar de hacerlo. Cómo se agradece una visita, un rato de compañía! No cuesta mucho, pero cuánto vale y cuánto lo agradecen nuestros seres queridos! Además, y lo digo por experiencia, nuestros enfermos y mayores son una fuente de enseñanza sobre todo en esos momentos. Vamos a reflexionar un momento sobre estas cosas y como siempre encontramos fallos vamos a pedir perdón.

Además, pienso que en la sociedad actual no sólo son reales las enfermedades del cuerpo, también nuestro espíritu y nuestro corazón están enfermos. Somos duros de cabeza, queremos que todo se resuelva a nuestro modo y manera y despreciamos a los demás. Somos egoístas. Incluso queremos que Dios se adapte a nuestro modo de pensar, y si las cosas no salen bien le dejamos a un lado, no nos sirve. Somos duros de corazón. Nos cuesta ser solidarios, colaborar con los demás, incluso en la misma vida de la Parroquias. Solemos decir, colaborar para qué? Para que otros se aprovechen de nosotros? E incluso criticamos a los que colaboran. Cuando lo hacen algo sacarán. Y yo pienso que sí, que de la colaboración siempre se saca algo o mucho: la alegría de servir, la alegría del deber cumplido. Vamos a reflexionar un momento sobre estas cosas y como siempre encontramos fallos vamos a pedir perdón.

Guión de Homilía.- El Evangelio que acabamos de escuchar, el episodio de la resurrección de Lázaro, más que un hecho histórico es una profecía. Algo que, aunque nosotros no lo hemos visto ni se puede demostrar, necesariamente tiene que ser así, porque, de lo contrario, ni la muerte ni la vida tendrían sentido, a no ser que acabe en resurrección, como en el caso de Lázaro, o el del hijo de la viuda de Naín, o el de la hija de Jairo. En los tres casos, lo único que pide Jesús es que tengan fe: "Yo creo que Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios...". Será la respuesta de la hermana del muerto. No es fácil ni sencillo tratar este tema en profundidad en un mundo en el que la fe en Dios empieza a brillar por su ausencia. Dios ha pasado a ser el gran ausente en esta civilización del confort y del culto al dinero y al cuerpo. Pero con lo único que no pueden las nuevas tecnologías es con el enigma de la muerte. Vamos a intentar en esta Eucaristía de hoy hacer una pequeña, pero profunda reflexión en torno al tema de la Resurrección de Jesús y de nuestra propia resurrección. Es decir, la victoria definitiva sobre la muerte. Nos acaba de decir el Evangelio: "Había una vez un cierto Lázaro que había caído enfermo...": En el lenguaje de la Biblia, Lázaro significa "enfermo". Quizá todo el mundo se debería llamar "Lázaro", ya que todos, de una manera o de otra, estamos enfermos. Las enfermedades del ser humano en estos últimos tiempos en los que los avances de la medicina llegan a detectar cualquier complicación de nuestro organismo, son cada día mayores y más peligrosas. Y no me refiero solamente a enfermedades de nuestro cuerpo, a los achaques que más o menos todos padecemos. Me refiero a otras enfermedades más profundas, que no puede detectar la medicina moderna. Me refiero a las enfermedades del espíritu, del alma, del interior del corazón. Son enfermedades por las que no hay que ir al médico ni

recurrir a medicamentos, a calmantes o pastillas, pero que son cada día más frecuentes y peligrosas si no ponemos un tratamiento eficaz. Están, en primer lugar, las enfermedades de la mente. Somos duros de cabeza y queremos que todo se resuelva según nuestros cálculos. Nos volvemos locos por tener cosas y más cosas y por dentro cada día más huecos de valores humanos y cristianos... Después vienen las enfermedades del alma. Estamos arrinconando a Dios, le hemos desplazado del centro de nuestra vida y nos empieza a faltar el aire, el oxígeno que necesitamos para respirar. Tenemos que recuperar el centro de nuestra vida para Dios o moriremos asfixiados. Por último, están las enfermedades del corazón. Cada día es más duro nuestro corazón para con los demás. No bombea la sangre con fuerza y nuestro ser se va anquilosando. Cada día somos más duros de cabeza y de corazón. Tenemos que ser más solidarios, más cercanos a los necesitados, más cariñosos con nuestros vecinos... Tenemos que cambiar nuestro corazón de piedra, por un corazón tierno, humano, comprensivo... Continúa la narración: "Lázaro tenía un amigo...": La mejor medicina para estas enfermedades es la amistad. Allí donde hay amigos renace la esperanza. Sobre todo, si ese amigo se llama Jesús. El que es amigo de Jesús nunca se sentirá sólo. Tienen remedio, se puede curar de todos sus males. Ya no temerá ni a la misma muerte... "Lázaro murió..." nos cuenta el Evangelio. Murió porque el Amigo estaba aparentemente lejos. Pero aún no estaba dicha la última palabra, porque el Amigo acudió a la cita y sus palabras fueron de vida y no de muerte: "Yo soy la Resurrección y la Vida...". Lo último no será la muerte, sino una vida para siempre.