El mejor regalo: límites Elena Laguarda Asesoría educativa y prevención He de decir que mi trabajo me encanta, estar en constante contacto niños y adolescentes, escuchar sus verdades y visión de la vida siempre es estimulante y gratificante. Cabe decir, también, que es una responsabilidad enorme que en Ati nos tomamos muy en serio. Siempre doy gracias a las escuelas que se comprometen con el proyecto de generar ambientes de reflexión, que ayuden a los niños y adolescentes a tomar decisiones asertivas frente a su sexualidad. Mi agradecimiento también para aquellos padres que realizan un frente común para generar ambientes seguros de crecimiento. Sin embargo, hay una situación que me preocupa mucho: en los últimos años cada vez encuentro más padres y madres de familia que no están siendo capaces de brindarle estrategias a sus hijos para enfrentar la vida y auto controlarse. A qué me refiero? A que últimamente estoy encontrando un perfil de padres que establece una educación contradictoria. Por un lado, quisieran proteger a su hijo de todo mal y sufrimiento, a costa de no dejarlo enfrentar la vida. Son estos padres los que siempre preguntan indignados: Qué está haciendo la escuela? Qué no había una maestra observando mientras el niño le metía el pie a mi hijo? Los primeros son los que ponen el grito en el cielo si la escuela quiere establecer un límite firme frente al actuar de su hijo; son los que primero hablan con la maestra para que cambie de actitud y que comprenda que tal vez su hijo no pasa la materia porque le tiene miedo. Estos padres tratan de esterilizar todo ambiente en el que viva su hijo, quitar cualquier obstáculo de en medio para que su vástago no tenga que sufrir. Cuál es el mensaje de fondo que recibe el niño con este tipo de actuar? Que no es capaz de enfrentar la vida ni resolver sus problemas, incluso que es incapaz para lidiar con su dolor a la par que lo empoderan frente a otras figuras de autoridad cuando ellos las rebajan: tu Miss está loca, no te preocupes hijo, te tratan de poner esa consecuencia y me voy a la SEP, no te va a pasar nada, sin ayudarlo a reflexionar sobre su actuar. Son papás que sobreprotegen, pero a la par abandonan emocionalmente a sus hijos. Les brindan todo lo que el niño quiera sin dejarlo añorar: nuevas tecnologías, viajes, experiencias, videojuegos aún no aptos para su edad, pero no se sientan a junto a ellos a jugar, muchas veces ni siquiera saben el contenido de lo que juegan, no están cercanos ni escuchan, generando en el niño la sensación de que no son amados. Una de las preguntas que más ha rondado mi mente en los últimos tiempos es la de una madre de sexto de primaria: Tú crees que todavía puedo ponerle límites a mi hijo? porque ya está en sexto de primaria, ya se manda solo. Padres que generan tiranos, viviendo al final bajo su yugo. Por eso para mi es fundamental poder compartir estos 10 pasos para darle el mejor regalo que le puedes hacer a tu hijo: ponerle límites. 1. El límite es una forma de decir te amo
Los niños no sufren con los límites por el contrario, éstos son fundamentales para que aprendan a cuidarse y auto controlarse. Decirle NO a mi hijo es darle la oportunidad para que aprenda a decirse NO a sí mismo en situaciones de riesgo. Cuando estaban pequeños mis hijos siempre les decía al poner un límite porque te quiero te cuido, sé que con el tiempo ellos han llegado a pensar porque me quiere me cuida y que mañana podrán internalizar el mensaje diciéndose porque me quiero me cuido. Un niño sin límites no se siente cuidado ni amado, por lo tanto no será capaz de cuidar de sí ni física ni emocionalmente. En mis talleres, no son los adolescentes con padres cercanos que ponen límites los que se quejan, sino aquellos que se sienten ignorados: en mi casa puedo hacer lo que se me de la gana, a mi mamá no le importa a la hora que llego ni sabe de dónde vengo. 2. Soy lo que hago, no lo que digo Lo principal para poder establecer límites claros con los hijos es ser ejemplo de lo que propongo, ser su autoridad moral. Cuántas veces no hemos escuchado al papá pidiéndole a gritos al hijo que deje de gritar, o dándole una nalgada como castigo de haberle pegado a su hermano. Cuántas otras no hemos encontrado a madres que le piden a sus hijos que dejen de estar conectados todo el día a las nuevas tecnologías cuando ellas no logran hacerlo. Autoridades que pedimos que se respete la legalidad cuando somos los primeros en no respetarla al permitirle a nuestros hijos ver contenidos que no son para su edad, o el consumo temprano de alcohol. Los límites deben de ser siempre congruentes. 3. Los límites no son magia En las conferencias muchas veces me han cuestionado: eso de los límites y las consecuencias no funciona, yo ya le he pedido mil veces a mi hijo que haga algo y no entiende. Los límites no son una respuesta a corto plazo, son una apuesta a futuro. El niño toda la infancia los cuestionará para saber hasta dónde puede llegar y medir las consecuencias, una vez que esto se logra llegará la adolescencia para cuestionarlos por última vez y terminar de internalizarlos. Los límites no son reguladores de conducta, aunque ayuden a eso, son una manera de contener hoy a tu hijo para que el día de mañana se contenga a si mismo. Es la manera de darle estructura. 4. Déjalo vivir las consecuencias Todo límite debe de tener una consecuencia, y justamente el problema de hoy es que no dejamos que los niños las vivan, por el contrario tratamos de rescatarlos para que no las sufran. En los niños es indispensable que toda consecuencia sea lógica, predecible, dimensionada e inmediata. Esto es que el niño conozca las reglas, sepa de antemano lo que sucederá si las rompe y estén relacionadas con su actuar. Por ejemplo: si no comes bien, no podrás tomar el postre ; si no haces la tarea no tendrás tiempo para ver la televisión. No sobre dimensionar: no hiciste la tarea, no tendrás televisión en un mes. Sobre todo, no pongas una consecuencia que no podrás cumplir y que no se pueda ejecutar inmediatamente. En los adolescentes la jugada cambia. Ellos ya tendrían que tener integrado que toda acción tienen una consecuencia lógica a corto o mediano plazo. Es hora de que den un paso más para estar preparados para la vida adulta, saber que los privilegios se ganan o se pierden. Por esto, con
ellos es importante que si bien conozcan las reglas y límites, las consecuencias cambien y que se basen en aquellos privilegios que son importantes y que podrían perder si no cumplen con lo establecido. Tampoco son inmediatas, aunque el adolescente te invite a hacerlo, para el es más fácil dar por terminado con el castigo, que tener la incertidumbre de lo que pueda pasar. Por esto es importante dar un tiempo antes de ponerlas para que pueda reflexionar sobre su actuar. Van variando para que no pueda acostumbrarse a ellas. Por ejemplo, supongamos que un adolescente llega muy tomado de una fiesta. No es momento para poner una consecuencia, podremos decirle mañana hablamos, ve a tu cuarto. Al día siguiente cuando platiquemos con él podemos iniciar con la frase: te escucho Y guardar silencio. Seguramente toda la mañana estuvo pensando en esta conversación. Elegimos la consecuencia del privilegio que más le importe, hoy la consecuencia será quedarte sin tu Ipod, si vuelve a ocurrir no sé cuál será la consecuencia, pero será más fuerte. Es decir, es importante que sepan los límites pero no sepan del todo la consecuencia pues de saberlo tendrían el poder de decidir si rompen el límite. Por ejemplo, puede ser que el adolescente quiera tomar alcohol y que piense ya se que la consecuencia será que me quiten la posibilidad de llevarme el coche a la escuela, siempre es así; pero tal vez si le pido a mi amigo que pase por mí esta semana no importe no tener coche... Y decida beber alcohol. De no saber la consecuencia es probable que se contenga más: mi mamá sabe que tengo muchas ganas de ir el fin con mis primos, y si me quita ese privilegio?, y si se le ocurre algo peor. 5. El diálogo NO es una consecuencia El diálogo empático, franco y cercano es maravilloso. Es indispensable llevar a los niños y adolescentes a reflexionar sobre su actuar, pero nunca debe de ser considerado como una consecuencia. Es decir, tu hijo podrá pedir perdón y decir que no lo volverá a hacer, que entendió perfecto. Esta reflexión no lo debe liberar de la consecuencia, sino no tendrá impacto ni significado para él, sabrá que en futuras ocasiones podrá decirte lo que quieres escuchar y salir impune del evento. 6. Las consecuencias no se ponen desde el enojo No pongas consecuencias cuando más enojado estás porque no tendrás la cabeza para poder poner la que sería más adecuada, lo convertirás en una venganza. Las consecuencias no son un desquite ni deben de doler hasta el tuétano para que aprenda. Por el contrario, las consecuencias, sobre todo en los niños, deben de ir dirigidas a que repare la acción. Se dice que un niño que repara no repite. Por eso pueden ser acciones sencillas que pueda ir integrando. Por ejemplo: tiraste el agua, toma el trapeador y limpia, lastimaste sus sentimientos, cómo lo puedes reparar?, podrías pedir perdón. En los adolescentes hay que dar un paso más, ellos ya deberían tener integrada la idea de reparar, están en una edad en donde es importante que puedan probar que han aprendido la lección. Por ejemplo, si tu hijo, por echar la flojera esta reprobando el año puedes poner una consecuencia fuerte como no ir más a las fiestas hasta que compruebe con una buena nota en las calificaciones o carta de
algún maestro que está mejorando su desempeño escolar. No sólo porque te diga lo está haciendo o lo veas muy aplicado un día levantes la consecuencia o no tendrá efecto en su vida futura. 7. Sé breve en tus intervenciones Si bien en el diálogo puedes invitar a reflexionar a niños y adolescentes, no caigas en la tentación de echarles un choro mareador interminable. Sé breve y claro en el límite que se está rompiendo y la consecuencia que se impondrá; ve que se cumpla la consecuencia y déjalo pasar, no sigas continuamente sacando el tema. Tampoco seas cuchillito de palo con los límites. No le repitas diez mil veces que cumpla con sus obligaciones. Dilo una o dos veces y recuerda la consecuencia. Si no cumple en el horario establecido actúa en consecuencia. 8. Elige tus batallas Los límites son importantes, pero no deben de ser todo en la relación con tus hijos. Elige conforme crecen cuáles son los más importantes para ti y déjale cada vez mayor libertad de acción en otras áreas. Para elegir qué límite es el importante, debes considerar si está en peligro la integridad física o emocional de tus hijos y/o si le ayuda a postergar. No te vayas con su prisa de vivir cosas que no les corresponden a su edad Lo más importante para los niños es vivir acorde a su desarrollo, hay cosas que no le tocan todavía decidir, no te adelantes ni hagas que se adelanten a su etapa. Por ejemplo, no batalles con él por cómo quiere llevar el corte de pelo en las vacaciones, pero sí con su relación con las redes sociales o el alcohol, o con el inicio de las salidas al antro. 9. Reconoce y agradece Da las gracias y valida todo aquello que tu hijo hace bien, aún cuando consideres que es parte de su obligación o tarea cotidiana. El reconocimiento de las personas significativas en nuestra vida nos lleva a generar acciones para tener continuamente ese reconocimiento. Aún nás, si tu hijo ha logrado una meta especial o cuando observes un cambio de conducta para bien, reconócelo y verás como tratará de seguir con tu aprobación. 10. Genera espacios de convivencia Tu hijo necesita tu compañía, por más que crezca. Estos espacios pueden ser situaciones cotidianas con la finalidad de simplemente pasarla bien y platicar. Juega con él, busca qué actividades le gustan y acompáñalo, usa el humor. Disfrútalos, se van muy rápido.
Temas de especialidad Asesoría educativa y prevención ayudati@hotmail.com 1. El impacto de la pornografía en niños y adolescentes. 2. Sexting, qué hacer como padre para prevenirlo y frenarlo si ya sucedió? 3. Los videojuegos de hoy y sus consecuencias en los niños 4. Cómo poder prevenir el abuso sexual sin caer en paranoia 5. Los puntos importantes para hablar con mi hijo si es adoptado. 6. Violencia en el noviazgo 7. Embarazo en la adolescencia