EL PELIGROSO VIAJE DE BUBU Pepa Roma Bubu estaba en una playa larga y hermosa de un país llamado Senegal. La arena era del color del oro, el mar del color del cielo. Pero él se sentia solo y triste porque sus padres se habían ido muy lejos. - Cuándo volverán mis papás? no dejaba de preguntar a su abuela, con la que ahora vivía bajo una palmera. -Cuando hayan ganado mucho dinero para volver y comprar una casita en la que podamos vivir todos. La choza en la que antes vivía Bubu con su abuela y sus papás se la había llevado una ola muy, pero que muy grande, mar adentro un día de una gran tormenta. Y ahora, Bubu y su abuela vivían en la playa, bajo esa palmera, que les daba sombra y también el único fruto del que se alimentaban, la carne y el agua de coco. Bubu quería a su abuela, también a su palmera. Pero una mañana, volvió a caer otra tormenta muy grande y el agua se llevó mar adentro todo lo que encontró en la playa. También a Bubu se lo llevó el mar mientras dormía. Cuando despertó se encontró flotando sobre el tronco de un árbol. Estaba rodeado de agua, la tierra había desaparecido de la vista totalmente. Su palmera ya no podía servirle para darle cobijo, tampoco sus ricos cocos para comer y beber, pero sí de barco con el que mantenerse a flote y viajar a cualquier lugar. - A dónde vamos palmerita? preguntó a su amiga y compañera - en qué dirección tengo que remar para volver a casa? La palmera se hacía la retozona, balanceándose sobre el agua. Parecía que le gustaba el lugar que había encontrado sobre las olas.
- A dónde puedo ir ahora? preguntó entonces a un pájaro que llegó a la palmera y picoteo entre las hojas buscando algún dátil o trozo de coco. Pero el pájaro sólo contestó con un graznido a Bubu antes de seguir su camino y de desaparecer de nuevo en el cielo. -Pececito, tú a dónde vas? Los peces nadaban a su alrededor como si ni le vieran. -Ola puedes llevarme tú contigo? Pero una ola lo llevaba para aquí y a continuación otra para allá. Las olas iban y venían en todas direcciones, jugaban alrededor de Bubu y su palmera como si se rieran de sus preguntas. - A dónde vais vosotras las nubes? las saludaba con sus manos y las llamaba cada vez que veía a una pasar- Puede alguna indicarme el camino a casa? Pero las nubes altivas continuaban viaje por el cielo, como si Bubu fuera un mosquito al que no hay que hacer caso. Todos parecían haberle abandonado. Nadie le contestaba, nadie le decía cuál era el camino para volver a tierra. Hasta que a lo lejos vio un gran arco iris de colores como caído del cielo y empezó a remar con las ramas de la palmera. Como no podía encontrar el camino de regreso a su tierra, al menos había encontrado un camino que parecía llevar al cielo. Bubu remó y remó muchos días en dirección al arco iris. Los colores de luz que caían del cielo estaban en un lugar del horizonte al que nunca llegaba. Bubu cayó rendido y dormido de tanto remar. Al despertar descubrió que mientras dormía había llegado hasta la playa donde estaba el arco iris. Era un país extraño, con gentes que hablaban otras lenguas, de otros colores, con cabellos amarillos como la paja y la piel roja
como los camarones. Los niños no tenían el bonito color chocolate que tenía Bubu, y esto le asustó. Entonces Bubu corrió hasta una caseta que había en la playa y allí se encerró. Era una caseta muy pequeña como esas en las que solo cabe un perrito. -Niño, sal de ahí empezó a oír voces que le decian desde fuera. Pero Bubu no quería salir porque tenía mucho miedo. Tenía más miedo de toda esa gente extraña que había visto en la playa que del mar que un día se lo llevó. Y así se pasó días, encerrado en esa caseta. -Sal le decían todos los días en un idioma que no entendía. Pero él no salía, hasta que entre las voces escuchó una que le llenó de emoción. -Bubu, abre le dijo una voz a la que reconoció como la de su madre. Cuando Bubu abrió la puerta descubrió que no sólo habían venido a buscarlo su madre y su padre, sino también su abuela y mucha gente de su país. Después de abrazarse con su madre, todos quisieron abrazar a Bubu. Al conocer la historia del niño que se había llevado el mar, todos sus vecinos, mucha gente de los pueblos de al lado y de todas partes de su país, Senegal, habían salido en sus canoas para buscarlo. A todos abrazó y a todos dio las gracias Bubu. Entonces preguntó por su palmera para ir a darle también un beso muy fuerte y las gracias por haberle llevado hasta esta playa casi tan bonita como la de su país.
La palmera le estaba esperando junto al agua, jugando con las olas, los pececitos y el pájaro con los que se había encontrado en medio del mar. El pájaro pió contento. Los peces empezaron a saltar sobre las olas, porque esta es la forma en que saludan los pececitos. Entonces Bubu descubrió que nunca había estado solo, que mientras él estaba en medio del mar, todos se habían puesto a remar, las olas y también los peces con sus aletas desde el fondo del agua para empujar la palmera hasta aquí. También descubrió que el pájaro que había encontrado en medio del mar y las nubes que le habían visto desde el cielo son las que habían ido a avisar a sus parientes y amigos de que Bubu estaba viajando a un país al que se llegaba siguiendo el camino del arco iris. Así pues, sin saberlo, todos le habían acompañado y ayudado para que pudiera llegar hasta aquí. No sólo él estaba contento de encontrarse con tantos amigos, también todos estaban contentos de encontrar a Bubu. Por ello, decidieron hacer una gran fiesta. La fiesta en la que todos celebraron que no estaban solos. El pececito se abrazó con el pájaro, la ola con la palmera, Bubu con todos aquellos que habían venido a buscarle y luego también con los niños de todos los colores que encontró jugando en la playa. Ya no le daban miedo esos niños ni esos hombres extraños. Empezó a encontrarlos también bonitos. Se sintieron tan felices de estar juntos que entre todos se pusieron a construir una casa grande y muy bonita que fue la admiración de todos. Uno puso un ladrillo, otro un clavo, otro una silla, otro una mesa o una cacerola. Cada uno fue trayendo lo que tenía. Así construyeron una casa para que, en adelante, pudieran vivir juntos los niños blancos y negros, los rojos y los amarillos. Hombres y mujeres de todas las razas, tamaños y colores, unos tan grandes como elefantes y otros tan pequeñitos como hormigas, todos diferentes, pero todos igual de hermosos.
Al enterarse de la noticia, desde todos los pueblos y países vecinos empezó a llegar gente, porque todos querían vivir en una casa tan bonita y jugar con los niños que en ella vivían. Así fue como se empezaron a construir más y más habitaciones y la casa fue haciéndose más y más grande para que pudieran caber todos. Fue llamada La Casa Grande de la Humanidad, en un país que antes se llamaba España pero que a partir de entonces empezaron a llamar El país de la luz hermosa, para que nunca nadie olvidara el camino de colores que los une con el cielo.