LA PREPARACIÓN PERSONAL Y FAMILIAR por el élder L. Tom Perry Conferencia General Abril 1981 El Señor enseñó una lección sobre la importancia de estar preparados, que se encuentra en el capítulo 25 de Mateo. Nos habla de diez vírgenes, listas para celebrar las bodas; cinco eran prudentes y se prepararon para recibir al Esposo; pero las otras cinco eran insensatas y no estaban preparadas. Al llegar el Esposo, las cinco vírgenes prudentes entraron a las bodas; mientras tanto las cinco insensatas se habían ido a comprar aceite y al volver encontraron la puerta cerrada. Su ruego para que él abriera la puerta sólo obtuvo como respuesta estas palabras: "No os conozco". (Véase Mateo 25:1-13.) Mi asignación hoy día es tan básica para los Servicios de Bienestar como lo es el del sacerdocio para la Iglesia. Se me ha encomendado la tarea de hacer notar, tanto a los directores del sacerdocio como a las hermanas que dirigen la Sociedad de Socorro, la necesidad que existe de enseñar y capacitar en forma básica, por medio de un plan continuo y regular, en lo concerniente a la preparación personal y familiar. Examinemos por un momento nuestra tarjeta de calificaciones como líderes, para ver la manera en que hemos cumplido con nuestra asignación de enseñar los principios de preparación personal y familiar a aquellos que están bajo nuestra responsabilidad. El promedio e aumento anual en la asistencia que se dio por medio de las ofrendas de ayuno durante el período de 1970 a 1978 fue de un 15%. La economía sufrió sus altibajos y el promedio para 1979-1980 subió hasta alcanzar un 32.5%. Este promedio es aún peor cuando examinamos la ayuda que se dio en artículos de primera necesidad. Para el período de 1970-1978 el promedio anual aumentó hasta un 3%, mientras que para el de 19791980 fue desastroso; llegó hasta el 53.5%. Las bajas en la economía encontraron a los miembros de la Iglesia sin el aceite en sus lámparas. Aquellos que no estaban preparados en una forma adecuada inmediatamente tuvieron que pedir ayuda a la Iglesia; esto indica que la capacitación de las familias en los principios básicos de autosuficiencia e independencia no ha sido tan eficaz en los últimos años como debería. Con resultados tan alarmantes debemos recordar que el sistema de bienestar de la Iglesia no fue diseñado para velar por los miembros que gozan de buena salud, aquellos que como resultado de su pobre administración o falta de preparación se encuentran en dificultades, sino que fue organizado para ayudar a los miembros en caso de grandes desastres, tales como terremotos o inundaciones; para ayudar a los enfermos, a los lisiados e incapacitados y también para rehabilitarlos a fin de que puedan gozan de una vida productiva. En muchos casos hay miembros que deberían estar utilizando sus propias reservas, pero como se encuentran que no tienen nada, no les queda más recurso que pedir a la Iglesia.
Ya es tiempo de que nos preguntemos: Por qué se piensa que la Iglesia debe llevar sobre sí la pesada carga de satisfacer nuestras necesidades de bienestar? Mi análisis de este problema me guía a creer que como líderes, hemos pasado demasiado tiempo suministrando ayuda y muy poco tratando de enseñar la previsión a fin de que nuestras familias estén preparadas para enfrentar y resolver sus propias necesidades. Ha llegado la hora de enseñar otra vez los principios básicos, de poner en primer lugar nuestros esfuerzos de bienestar en la preparación personal y familiar. Debemos prepararnos para que cuando lleguen tiempos difíciles, nuestros miembros estén listos para utilizar sus propios recursos en vez de tener que pedir ayuda a la Iglesia. Me gusta la historia del anciano que vivió en el siglo XIX, en el Estado de New Hampshire, que atesoraba su independencia y autosuficiencia como lo de más valor en su vida; para él el verdadero cristianismo era poder sostenerse y también ayudar a otros, y tenazmente rechazaba la idea de tener que aceptar la ayuda de otra persona. Cuando su anciana esposa falleció, él mismo la enterró; después se cavó una tumba para sí y construyó su mismo féretro. Y dijo: "Cuando me sienta morir, me acostaré en la caja y cruzaré las manos sobre el pecho. No molestaré a nadie. Lo único que tendrán que hacer es clavar la tapa del ataúd y cubrirlo con tierra". Muy a menudo el presidente Romney nos ha dicho: "Ningún miembro de la Iglesia que se respete permitirá que la responsabilidad de su propio sostenimiento pase a otra persona. Además, un hombre no sólo tiene la responsabilidad de cuidar por sí mismo sino también la de velar por su familia". (The Basics of Church Welfare; discurso dado a los directores del sacerdocio el 6 de mayo de 1974, pág. 2.) El hogar debe ser el corazón del programa de los Servicios de Bienestar. La organización familiar debe ser el objetivo primordial en nuestra capacitación para lograr la preparación personal y familiar. Enseñemos que cada familia debe estar dirigida por un comité ejecutivo que se compone de ambos esposos, y que éstos se han de tomar el tiempo suficiente para planear de acuerdo con las necesidades familiares. Si la familia sólo cuenta con uno de los padres o se trata de una persona que vive sola, aún así existe la necesidad de organizar el tiempo para establecerse metas a fin de hacer frente a todas las necesidades. Cada familia tiene necesidades diferentes. Me he dado cuenta de la gran diferencia que existe en mi propia familia ahora que mis hijos están casados y que los padres nos encontramos solos. Las necesidades de cada uno de nosotros han cambiado; tenemos una hija casada que ya tiene su propio hogar y su familia, un hijo que reside en un barrio universitario con su familia, y otra hija recién casada y su esposo que todavía son estudiantes universitarios; cada uno con necesidades diferentes que cambian todos los años. La preparación personal y familiar debe iniciarse en el comité ejecutivo familiar, y debe ajustarse a las circunstancias de cada familia. Debe darse especial consideración a los requisitos únicos que existen en el desarrollo profesional, en la administración de recursos económicos, en lo referente
a la educación, la salud, la producción y el almacenamiento en el hogar, y la fortaleza social, emocional y espiritual. Cada organización familiar debe incluir un consejo de familia, compuesto de todos sus miembros para enseñar a los niños las responsabilidades básicas en la organización familiar. Allí Pueden aprender la manera de tomar decisiones y obrar de acuerdo con ellas. Muchos llegan a la edad de contraer matrimonio sin haberse preparado para esta responsabilidad. La ética del trabajo y la preparación personal se pueden enseñar en una forma más eficaz. El presidente J. Reuben Clark parafraseó un dicho muy conocido en inglés que dice: "Si todo es trabajo y no hay diversión qué aburrida será la vida de Pedro!"; de la siguiente manera, "Si todo es diversión y no hay trabajo, qué inútil será la vida de Pedro!" Cuán agradecido estoy a mi padre, que tuvo la paciencia para enseñarme el arte de cuidar un huerto! Me imagino cómo se ha de haber sentido cuando después de enseñarme la manera correcta de hacer las cosas, se encontraba con unos surcos muy parejos de malezas todavía en la tierra a un costado de una pila de zanahorias marchitas. A mi familia no sólo se le enseñó el arte de almacenar y utilizar alternativamente los víveres almacenados, sino también la forma de producir las frutas y legumbres necesarias para poder llenar y envasar en las botellas vacías otra vez. El principal apoyo que las familias reciben en la Iglesia viene de la orientación familiar del sacerdocio y del programa de maestras visitantes de la Sociedad de Socorro. Estas organizaciones prestan dos servicios importantísimos: Primero, mantienen al obispo, al líder de quórum, y a la presidenta de la Sociedad de Socorro informados acerca de la condición física, emocional, temporal y espiritual de los miembros. También tienen oportunidades de enseñar y servir como fuente de información para brindar capacitación a las familias, conforme éstas se preparan para ser autosuficientes. El líder de quórum del Sacerdocio de Melquisedec puede ayudar al jefe de la familia enseñándole los principios de bienestar, la forma de servir, de reconocer cuál es su mayordomía, de trabajar honesta y diligentemente, tanto para su familia como para otros, y de consagrar su tiempo y talentos a la edificación del reino de Dios. Puede capacitar a los maestros orientadores para que lleguen a conocer bien a las familias que visitan y ser susceptibles a sus necesidades. Cuando un miembro está en aprietos económicos, el presidente puede hablar con el obispo y otros miembros del quórum para tratar de satisfacer esas necesidades en una manera confidencial y con espíritu de amor. Las reuniones de quórum comienzan a cumplir con su objetivo cuando satisfacen las necesidades de sus miembros. En ellas se puede enseñar la forma de desarrollar las habilidades en todos los aspectos de la preparación personal y familiar. La presidenta de la Sociedad de Socorro da la misma clase de fortaleza y apoyo a las mujeres del barrio, conforme capacita a las maestras visitantes en lo concerniente
al servicio compasivo, visita a las hermanas y satisface sus necesidades en una forma confidencial, con amor y sensibilidad. Por lo general, las hermanas son más eficaces en la enseñanza de los principios del evangelio; ellas enseñan y practican el arte de la costura, la manera de envasar, de desecar alimento y otros métodos para almacenar víveres. También enseñan detalles acerca de la nutrición y la aptitud física y recalcan la importancia de la lectura y las bellas artes. Sobre todo, existe entre ellas un espíritu de amor, generosidad e industriosidad, y prestan seria atención a todo lo concerniente a la administración y el cuidado del hogar y a los principios del evangelio. Así, pues, los líderes del sacerdocio y de la Sociedad de Socorro, trabajando unidos, pueden hacer que la familia se dé cuenta de que prepararse en forma personal y familiar es vivir el evangelio. En la revista Ensign (de junio de 1980, págs. 41 y 42) se publicó la historia de la familia Hibbert. El jefe de la familia, que era muy numerosa, contrajo cáncer. Después de la sorpresa y el miedo que enfrentaron al principio, él y su esposa se reunieron en consejo y decidieron que lo mejor que podían hacer para su propia satisfacción y paz mental era prepararse y preparar a la familia para lo que pudiera pasar. Decidieron comenzar a crear recuerdos familiares por medio de experiencias inolvidables, completar la historia familiar y almacenar alimentos por un año, para cuando surgieran las emergencias económicas que pudieran presentarse. Se preparó un testamento y se pusieron en orden todos los documentos legales concernientes al seguro de vida. A los niños se les enseñó a cuidar los unos de los otros y también a tener más responsabilidades en el hogar; todos reconocieron que su fortaleza espiritual y emocional iba a recibir una sacudida y oraron fervientemente a fin de estar preparados para cuando ese momento llegara. Unas cuantas semanas antes del fallecimiento del hermano Hibbert, su casa fue destruida por el fuego; en el incendio se perdió casi todo el almacenamiento de alimentos, pero aun con toda esa tragedia, se podía ver la unidad de aquella familia que había aprendido a trabajar unida, a planear, y a encarar dificultades. Con el fallecimiento del hermano Hibbert hubo tristeza entre ellos pero no preocupación. Todos ellos habían desarrollado la fortaleza necesaria para permanecer unida con el espíritu de amor. Estaban preparados. Como podéis ver, los quórumes del sacerdocio y las Sociedades de Socorro tienen grandes responsabilidades; es necesario que sus oficiales reciban una capacitación práctica y cuidadosa. Esto se puede lograr por medio de la organización de barrio presidida por un obispo. Como director del comité de bienestar, el obispo dirige todos los servicios de bienestar en el barrio; suya es la responsabilidad de ver quiénes son los necesitados y quiénes tienen problemas; coordina la enseñanza de los principios del evangelio y de los programas fundamentales de los Servicios de Bienestar, y organiza la enseñanza de la ley del ayuno; vela para que los miembros con necesidades especiales reciban la
ayuda con la dignidad y el amor que son tan importantes para ellos y dispone asistencia para aquellos que la necesitan, en una forma confidencial. Cuando es necesario, llama especialistas de recursos que estén calificados. (Véase el Manual de Instrucciones de los Servicios de Bienestar, pág. 9.) Para apoyar al obispo, existe la organización de la estaca; él puede solicitar ayuda del presidente de la estaca en lo concerniente a la capacitación de sus líderes. El presidente de la estaca tiene un sumo consejo y una organización de la Sociedad de Socorro para colaborar en esos esfuerzos de capacitación. Fijémonos en el impacto que la organización del Señor puede tener sobre la ayuda que se da a los miembros en lo concerniente a la preparación personal y familiar, conforme se distribuye el trabajo, para que éste pueda llevarse a cabo en una forma eficaz. A nivel de estaca, el promedio es de un presidente de estaca para unas 1.180 familias; a nivel de barrio, es de un obispo para más o menos 108 familias; a nivel de quórum, el promedio es de un líder para unas 60 familias; a nivel de maestros orientadores, el promedio es un maestro orientador para cada tres familias. La base del programa del Plan de Bienestar de la Iglesia es la preparación personal y familiar, y a su vez las organizaciones están para habilitar y preparar a los miembros en esta responsabilidad tan básica. Lo que se necesita es que todos los líderes del sacerdocio y de la Sociedad de Socorro pongan en orden de prioridad todo lo relacionado con esta obra tan importante. Ahora tal vez pensemos que el anciano de New Hampshire exageró en lo concerniente a la preparación personal y familiar, cavándose la tumba y haciéndose el féretro, pero me gustaría que nuestros miembros se sintieran impulsados por un deseo similar de preparación y autosuficiencia. Que Dios nos bendiga para que podamos darnos cuenta de lo que es necesario hacer en nuestros barrios y en nuestras estacas para lograr este fin. Lo pido humildemente en el nombre de Jesucristo. Amén.