Una antigua ciudad perdida en Perú que es tan alucinante como Machu Picchu Se trata de, una antigua ciudadela construida por los nativos Chachapoyas a 3,000 metros de altura, en medio de la espesa vegetación del los Andes, en el noreste de Perú. Lo increíble es que data del siglo XI y recién fue descubierta, por casualidad, en el año 1843, cuando un juez fue a inspeccionar terrenos en litigio. o Cuélap es un importante sitio arqueológico preinca ubicado en los Andes nororientales del Perú, en la Provincia de Luya, fue construido por la cultura arqueológica Chachapoyas. Forma un conjunto arquitectónico de piedra de grandes dimensiones caracterizado por su condición monumental, con una gran plataforma artificial, orientada de sur a norte, asentada sobre la cresta de roca calcárea en la cima del Cerro Barreta (a 3000 msnm.). La plataforma se extiende a lo largo de casi 600 metros y tiene como perímetro una muralla que en algunos puntos alcanza 19 metros de altura. Se estima que su construcción debió iniciarse hacia el siglo XI, coincidiendo con el periodo de florecimiento de la cultura Chachapoyas, y su ocupación debió culminar hacia mitades del siglo XVI. Sus colosales murallas y su compleja arquitectura interior son evidencias de su función como un conjunto poblacional bien organizado, que incluye recintos de índole administrativa, religiosa, espacios ceremoniales y de residencia permanente. Parte del complejo parece haber sido tallado como parte del cerro La Barreta, mientras que el resto de las construcciones están hechas de enormes bloques de piedra que fueron levantados hasta allí usando métodos que, aún hoy, no
están del todo claros. Si bien las increíbles estructuras arquitectónicas se parecen mucho a las de Machu Picchu, las de son mucho más antiguas. El lugar fue el centro de la civilización Chachapoya entre los años 900 y 1400. En marzo del 2017 se inauguró un sistema de telecabinas que transportan a los visitantes hasta el lugar, que es uno de los monumentos arqueológicos más grandes de toda América. Antes de que existiera el teleférico, caminar desde el pueblo Tingo a tomaba 3 horas, mientras que ahora el viaje dura 20 minutos. Desde las cabinas la vista es imponente, en ellas se cruza el profundo valle Utcubamba y el río Tingo hasta llegar cerca de la cima del cerro La Barreta. A diferencia de lo que sucede en Machu Picchu, no es visitado por un público masivo. Mientras el primero recibe a más de 3.500 cada año, ésta cuenta solo con 200, aunque se espera que aumente con las mejoras en el acceso, que es un atractivo extra. Para conocer sus celebraciones tradicionales, lo mejor es visitar este importante lugar del 7 al 15 de agosto, cuando se hace la Fiesta Patronal de la Virgen de Asunta o del 10 al 15 de septiembre, durante la Fiesta Patronal del Señor de Gualamita. El descubrimiento Este monumental exponente de la arquitectura de los Chachapoyas permaneció virtualmente ignorado hasta 1843. La razón estriba en lo poco accesible de la zona boscosa y lluviosa en la que se encuentra. En el año referido, al realizar una diligencia en la zona, Juan Crisóstomo Nieto, juez de Chachapoyas, pudo admirar su grandeza guiado por lugareños que ya conocían el sitio arqueológico. Con posterioridad, mereció la atención de algunos estudiosos y curiosos en materia de antigüedades. Entre ellos descuella el francés Louis Langlois, que lo analizó en la
década de los años 1930, y Adolf Bandelier, que lo describió con anterioridad. Que función cumplió Kuelap? En cuanto a la función para la que se construyó, también se carece de una respuesta satisfactoria. Popularmente, el monumento es calificado de fortaleza, por su ubicación y por la solidez y altura de sus muros. Adolf Bandelier, y especialmente Louis Langlois, trataron de demostrar que, más que fortaleza, habría podido ser un lugar fortificado destinado a servir de refugio a la población en casos de emergencia. Le atribuyeron, probablemente por analogía, el mismo papel que desempeñaron los burgos en la Europa medieval. Los altos muros que enchapan la plataforma y la estrechez del acceso a la ciudadela en su tramo final sugieren, en efecto, que el monumento de pudo construirse con miras a servir como reducto defensivo, o que por lo menos debió ser un sitio protegido de los intrusos. Pero esta posibilidad no necesariamente anula otras interpretaciones, acaso de mayor trascendencia. Así, teniendo en cuenta la función desempeñada por la arquitectura monumental en el pasado arqueológico peruano en general, la cual estuvo relacionada con las necesidades socioeconómicas motivadas por el medio, puede concluirse que pudo básicamente ser un santuario precolombino en el que residía una poderosa aristocracia cuya misión primaria era administrar la producción de los alimentos, recurriendo para ello al mando y a prácticas mágicas, a fin de contar con la colaboración de los poderes sobrenaturales que gobernaban los fenómenos atmosféricos, que, de no ser bien honrados, podían hacer llover en exceso o azotar a los hombres con sequías que pudieran hacer peligrar su existencia.
Fuente: Intriper, Wikipedia