Prospección y concepto de asentamiento. El caso de la ciudad celtibérica Segeda I 1

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ARQUEOLOGÍA ESPACIAL, 24 Revista del S.A.E.T. Teruel / 2004 / pp. 165-184 Prospección y concepto de asentamiento. El caso de la ciudad celtibérica Segeda I 1 FRANCISCO BURILLO*; JAVIER IBAÑEZ* Y EUSEBIO ALEGRE Centro de Estudios Celtibéricos de Segeda * Seminario de Arqueología y Etnología Turolense. Facultad de Ciencias Sociales Humanas de Teruel RESUMEN Las prospecciones arqueológicas realizadas para delimitar la ciudad celtibérica de Segeda fueron de carácter sistemático y confirmaron su ubicación en dos amplios yacimientos situados muy próximos, Segeda I en el Poyo de Mara y, tras su destrucción, Segeda II en Durón de Belmonte de Gracián (Zaragoza). En el Poyo de Mara se localizaron evidencias arqueológicas discontínuas en el espacio. Sin embargo, su interpretación llevó a relacionarlas y vincularlas con la ciudad de Segeda I. Actualmente, el Proyecto Segeda estudia también el territorio económico y político de esta ciudad celtibérica, aplicando los SIG a los resultados de la prospección intensiva del entorno de Segeda. Palabras Clave: Segeda, prospección intensiva ABSTRACT The archaeological surveys organised in order to identify the limits of the Celtiberian city of Segeda were carried out in a systematic way. The results obtained allowed the identification of the city on two large sites that were in close to proximity to each other, Segeda I in el Poyo de Mara and, ensuing the latter s destruction, Segeda II in Durón de Belmonte de Gracián (Zaragoza). 1. Este trabajo se desarrolla dentro del proyecto I+D: BHA2001-2439, financiado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología y los fondos FEDER. Las excavaciones arqueológicas realizadas en el Poyo de Mara, Segeda I, han sido financiadas por la Dirección General de Patrimonio del Gobierno de Aragón y la Diputación Provincial de Zaragoza. 165

El Poyo de Mara yielded archaeological evidence that displayed a particularly heterogeneous dispersion. Nonetheless, its interpretation has allowed its association with the city of Segeda I. Today, Segeda Project studies the political and economic territory of the Celtiberian city, applying GIS to the results of the exhaustive surveys of Segeda s environs. Key words:segeda, exhaustive surveys INTRODUCCIÓN Cuando en 1998 se inició el Proyecto Segeda se contaba con una información previa sobre la ciudad celtibérica de Segeda (Burillo 1993). Si bien Schulten (1933) la había identificado en el yacimiento arqueológico de Durón de Belmonte de Gracián estudios posteriores situaron en este lugar la segunda fase de esta ciudad, Segeda II, y en el inmediato Poyo de Mara la primera, Segeda I (Burillo y Ostalé 1983-84). La delimitación de Segeda II quedó planteada por Schulten en el plano por él publicado. El trazado de la muralla que, todavía, puede seguirse por buena parte de su perímetro, excepción hecha del flanco que da al río Perejiles, no ofrece dudas sobre su extensión (Asensio 2001). Las actuaciones realizadas en Segeda I en el año 1986 (Burillo y De Sus 1991) llevaron a conocer la complejidad de este asentamiento y la dificultad de su delimitación. Cuando en 1998 comenzó el Proyecto Segeda no se planificó el desarrollo de prospecciones arqueológicas previas para precisar la delimitación de las dos fases de la ciudad. Se planteó la realización de una excavación sistemática de Segeda I para conocer la estructura urbana de esta ciudad celtibérica y sus circunstancias históricas (Burillo 1999; Burillo 2001a; 2001b; 2001c). Este hecho se consideró prioritario dado que las otras grandes ciudades celtibéricas conocidas han manifestado niveles coetáneos a Segeda II, caso de Contrebia Belaisca, posteriores a esta ciudad, como Segóbriga y Bílbilis Itálica, o una superposición de las evidencias romanas sobre las indígenas, en Contrebia Leucade, Numancia, Tiermes y Uxama (Burillo 1998). Sin embargo, la negativa de agricultores y propietarios de las múltiples parcelas asentadas en Segeda I a autorizar la realización de excavaciones arqueológicas obligó a desarrollar otra estrategia de estudio de la Zona Arqueológica de Segeda, basada en las prospecciones arqueológicas y en el desarrollo de un instrumento de gestión, que permitiera conservar su patrimonio arqueológico. Como consecuencia inmediata se propuso una delimitación de tres yacimientos arqueológicos relacionados con Segeda, los correspondientes a las dos fases de la ciudad y el Plano de Mara donde se identificó un campamento romano. Los resultados de estas prospecciones dieron lugar a que en el año 1999 el Departamento de Cultura y Turismo del Gobierno de Aragón incoara a la Zona Arqueológica de Segeda el expediente para declararla Bien de Interés Cultural en la categoría de Conjunto de Interés Cultural, alcanzando tal categoría en el año 2001. 166

Figura 1. Situación de la Zona Arqueológica de Segeda. 167

Por otra parte, en el mismo año de 1999 se elaboró el documento: Plan Director de Segeda nº 1. Usos del suelo, donde se analizaba los procesos de destrucción del Patrimonio existentes en la Zona Arqueológica de Segeda y se inventariaba cada una de las fincas comprendidas en la misma, para poder prever cualquier actuación futura en ellas (figura 1). Los resultados de la prospección de Segeda I indicaron que el conocimiento previo que se tenía de esta ciudad era sólo parcial. Pero es el desarrollo integrado de las actuaciones de investigación y gestión realizadas en esta ciudad lo que está permitiendo concretar su delimitación. En el año 2000 se iniciaron las excavaciones arqueológicas en Segeda I, compaginándose con las actuaciones de control de los cambios de cultivo, lo que ha permitido que, a fecha de redacción de este artículo, se hayan realizado catas arqueológicas en 15 parcelas diferentes. Pero lo importante es la integración, desde el primer momento, de las actuaciones de investigación y de gestión, de forma que la prospección inicial, las catas arqueológicas y las excavaciones sistemáticas conforman una unidad de información en el conocimiento de la estructura urbana de Segeda I. En el año 2001 el Ministerio de Ciencia y Tecnología aprobó el proyecto I+D: Procesos sociales y económicos en la formación y desarrollo de la ciudad estado celtibérica de Segeda, con F. Burillo como investigador principal y el equipo interdisciplinar formado por S. Escolano, J. Ibáñez, J. Picazo, F. Pina, S. Rovira y E. Ruiz. El desarrollo de este proyecto ha permitido integrar Segeda en el territorio y desarrollar diferentes sistemas de análisis que, en esencia, vuelven a repetir las tres escalas clásicas de análisis espacial definidas por D. L. Clarke (1977), que en nuestro caso hacen referencia a la correspondiente a la ciudad, al territorio inmediato a la misma y al territorio político-económico por ella controlado. Escalas de análisis que deben integrarse en la investigación arqueológica. El desarrollo de la prospección ha sido clave en la identificación de nuevos asentamientos, localización de zonas mineras y análisis del paisaje para determinar el territorio de explotación agropecuario. La utilización de los Sistemas de Información Geográfica están siendo indispensables en el análisis global de toda la información disponible (Burillo, Escolano y Ruiz, en prensa). LA PRIMERA DELIMITACIÓN DE SEGEDA I Como consecuencia de la propuesta de identificar la primera fase de la ciudad de Segeda I en el Poyo de Mara (Burillo y Ostalé 1983-84) se desarrolló en 1986 una serie de actuaciones bajo la dirección de F. Burillo y Mª. L. de Sus (1991) tendentes a delimitar este yacimiento arqueológico. Se contaba con la fotografía aérea vertical con visión estereoscópica, correspondiente a los años 1978 y 1986, y la fotografía aérea oblicua realizada en 1986 por Ph. Claude de la Casa de Velázquez (figura 2). La elevación del Poyo, mostraba en superficie el afloramiento de muros y de piedras desplazadas de las antiguas construcciones, así como la presencia de materiales cerámicos pertenecientes a la etapa celtibérica. Las características topográficas de esta 168

Figura 2. Foto aérea oblicua del Poyo de Mara, año 1986 (Ph. Claude, Casa de Velázquez). elevación, cuya extensión supera ligeramente las 5 hectáreas, llevaron a identificar en este lugar la zona nuclear de la ciudad de Segeda. Las actuaciones arqueológicas realizadas consistieron en tres catas y una prospección eléctrica, realizada por S. Romeo y F. Prat del Grupo de Geofísica de la Rábida. Dicha prospección eléctrica se ciñó al campo situado inmediatamente debajo de la elevación del Poyo. Se prospectó una superficie de 5760 m2. El filtraje de los resultados mostraba la existencia de una estructura reticular, sin que se pudiera definir su cronología ni las alteraciones sufridas debido a la presencia de posibles evidencias geológicas (figura 3). La cata A, se situó a 120 m de distancia de la base del cerro en dirección SE., en el extremo más próximo de un campo, parcela 241a, en cuya superficie se percibía restos de cerámica celtibérica y piedras que, dada la formación aluvial de toda la base geológica del mismo, sólo podían proceder de estructuras constructivas. La excavación, realizada en la zona de cota más baja de todo el campo, descubrió la existencia de un potente sedimento arcilloso de 2, 10 m de espesor que cubría el nivel fértil de la etapa celtibérica. Se identificó un muro de grandes cantos rodados asociado a un kalathos. El desfonde de la parcela 241b, realizado para plantar una viña, había dejado de manifiesto una gran mancha de tierra grisácea, con una cierta concentración de materiales cerámicos. Se realizó la cata B en medio de ella, en un punto situado a 185 m de la cata A, en dirección SE. Se localizaron abundantes restos cerámicos, muy fragmentados, huesos de animales, fragmentos de adobe, y una ausencia total de estructuras constructivas. Este hecho era extensible a toda la mancha de tierra grisácea, dado que en superficie no se veía ninguna piedra. Las características de estas 169

Figura 3. Actuaciones arqueológicas en el Poyo de Mara en el año 1986, resultados de la prospección eléctrica y situación del cenizal y de la cata A. evidencias asimilaron este lugar a los cenizales tan frecuentes en el Duero medio (Wattenberg 1959) y de los que no se tiene constancia en las ciudades celtibéricas del valle del Ebro. La función de basurero correspondiente a este cenizal, llevó a proponer que marcaba uno de los límites de la ciudad. El punto C correspondía a la zanja realizada por la Comunidad de Belmonte de Regantes con el fin de construir un pozo. Se encontraba a 255 m en dirección N de la base del cerro del Poyo. En el momento de la inspección la zanja ya se había colocado y estaba parcialmente cubierta la tubería de extracción de agua. Los 2,40 m de perfil visibles mostraban la existencia de un sedimento aluvial de arcillas, arenas y pequeños cantos rodados, sin que se percibiera un nivel arqueológicamente fértil. Sin embargo, en la tierra acumulada en la superficie y, procedente de capas más profundas, aparecía una concentración de cerámica celtibérica, campaniense y fragmentos de adobe. Lo cual indicaba la existencia de un nivel celtibérico en una cota inferior a la zanja existente en aquel momento. En la superficie del campo no se percibía ningún fragmento cerámico, hecho lógico si se piensa en el espesor de los sedimentos, lo cual impidió precisar la entidad de este registro. La concentración de los materiales evidenciaban que no procedían de arrastres, indicaban la existencia de estructuras in situ, pero la distancia al cerro impedía precisar su función y determinar si correspondían a una estructura aislada o se integraban en el urbanismo de la ciudad. En suma, Segeda I quedaba definida por la elevación del Poyo y un desarrollo continuo en dirección SE, marcado por los resultados de la prospección eléctrica, el muro localizado en la cata A y la presencia de cerámicas y piedras en la parcela 241a. Todo lo cual confería una extensión aproximada de unas 10 ha. Dimensiones que certificaban la categoría dada al asentamiento como ciudad. El cenizal detectado en dicha dirección mostraba uno de los límites de la ciudad. El desnivel existente con el río Perejiles marcaba el linde urbano en todo el flanco occidental y quedaba indefinido en dirección Este y Norte, dada la distancia existente con las evidencias detectadas en 170

la cata C. Fue precisamente ese alejamiento, con un vacío de información en superficie lo que impidió definir si nos encontrábamos ante una estructura aislada o se hallaba vinculada con la ciudad. Figura 4. Prospección Zona Arqueológica de Segeda, año 1998. ESTRATEGIAS EN LA PROSPECCIÓN DE 1998-99 La prospección realizada durante los años 1998-99 se orientó a delimitar los tres yacimientos que componen la Zona Arqueológica de Segeda y conocer sus características internas. Se realizó una prospección intensiva con cobertura total. La unidad de prospección fue la parcela, Figura 5. Inventariado de material en campo, año 1998. definida cartográficamente en los mapas catastrales y en la fotografía aérea y en el terreno por los límites de los ribazos y lindes de los campos. Estas unidades de límites irregulares fueron totalmente operativas para cubrir toda la zona prospectada. Las parcelas se dividieron en cuadrados aproximados de 100 m 2. No existió, pues, una cuadrícula teórica general que abarcara todo el yacimiento arqueológico. En cada parcela se acomodaba la orientación de la cuadrícula a la forma de sus límites. Conscientes de que toda estrategia de prospección supone un muestreo muy limitado de la información arqueológica existente, dado que se limita a los materiales visibles en superficie en el momento de su realización, se consideró que no era necesario ser muy estrictos en que las mallas que dividían cada una de las fincas fueran exacta-mente iguales. Este hecho vino impuesto por los diferentes cultivos existentes en cada uno de los campos. En aquellos que existían viñedos o árboles frutales, contábamos ya con una retícula previa, la existente en la propia plantación, tanto a nivel de campo como a la hora de registrar los resultados, pues la fotografía áerea, ampliada para cada parcela que se prospectaba, permitía marcar exactamente la zona inves-tigada. De esta manera, la propia disposición de la plantación dirigía el camino de los prospectores en 171

Figura 6. Proceso de selección del material cerámico procedente de una cuadrícula de 100 m2 de Segeda II. A) material recogido, B) material clasificado, C) material seleccionado para su estudio. Figura 7. Prospección parcela 250, con la dispersión de las bolsas de plástico, una por fragmento. cuadrados que se marcaban previamente siguiendo la disposición de las plantas, y que solían ser de cuatro cepas en el caso de las viñas y de dos o tres árboles en el de los frutales. Obviamente, la malla final difería según el tipo de plantación, pero cualquier modificación al sistema empleado hubiera encarecido los tiempos y, lo que es más importante, dificultado e incluso imposibilitado la realización correcta de una cobertura total del suelo prospectado. En las fincas yermas o en barbecho se marcaba la cuadrícula acomodando su dirección a la del ribazo de mayores dimensiones. El lado recto más largo fijaba la referencia inicial y se trazaba una banda a 10 metros del linde, utilizando cuerdas de nailon de 100 metros de longitud que llevaban marcadas divisiones cada 10 metros, lo que permitía partir cada una de estas bandas en unidades de 10 metros de longitud, formando cuadrados de 100 m 2. Se disponían cuatro prospectores por cada cuadradro, de forma que cada uno de ellos prospectaba intensivamente una banda aproximada de 25 m 2, recogiendo en una bolsa toda evidencia de cultura material visible (figura 4). Todos los restos de cada cuadrado se unificaban en el mismo momento en el que finalizaba la prospección y se procedía a rellenar una ficha específica para cada cuadrado. Con creces los restos cerámicos eran los elementos de cultura material más dominantes, por lo que se procedía a su clasificación: celtibérica fina, separando las tinajas de las restantes, común, ánforas, barniz negro, medie-val común, medieval vidriada, moderna, tejas, y se registraba además otras evidencias más escasas (pondus, fusayolas, metales, escorias, etc.). Se llevaba al campo un cubo de agua para los casos en los que el barro dificultaba la identificación de la cerámica (figura 5). En la ficha se registraba, por los 172

Figura 8. Curvas isopletas de dispersión de material cerámico en un área del Poyo y modelo digital. grupos señalados, el número y el peso de los fragmentos y se seleccionaban aquellos con peculiaridades de pasta, forma o decoración. El resto, esto es la mayoría de los fragmentos recogidos, se volvía a desperdigar dentro del cuadrado de donde procedían, salvo en el caso de las ánforas y de las cerámicas de barniz negro que se recogían todos (figura 6). Este sistema fue totalmente operativo en los casos en los que existía una relativa abundancia de materiales, hecho que ocurrió en todo Segeda II y en la elevación del Poyo. Sin embargo, existían campos en los que los fragmentos cerámicos eran escasísimos, y a veces limitados a una parte de la parcela, caso de la nº 250. Tras haber 173

Figura 9. Segeda I. Foto aerea con referencia catrastal de las parcelas. experimentado la nulidad de trazar una cuadrícula previa, en aquellos espacios donde posteriormente no se percibía ningún fragmento cerámico o estos eran muy escasos, se realizó un sistema de recogida de la información que resultó totalmente operativo. Cada uno de los fragmentos se situaba dentro de una bolsa de plástico, que se dejaba en el mismo lugar donde se había localizado y era con posterioridad cuando se trazaba la cuadrícula únicamente en la zona donde se encontraban las citadas bolsas, claramente visibles sobre la superficie del campo (figura 7). Este sistema permitía también poder registrar de forma exacta y rápida cada uno de los fragmentos localizados. Dado que, a excepción de la elevación del Poyo, todo el terreno prospectado tenía una formación geológica de sedimentos cuaternarios, las únicas piedras propias del lugar eran pequeños cantos rodados. Por ello, cualquier otra evidencia petrológica, caliza, yeso o grandes cantos rodados, correspondían a una aportación antrópica. Dada la uniformidad cronológica de los materiales cerámicos recogidos, era razonable pensar que ésta se hubiera realizado en la etapa celtibérica, e inicialmente estuviera relacionada con la primitiva ciudad (figura 8). El hecho de que todo el yacimiento de Segeda I esté ocupado por campos ha dado lugar a que únicamente sean visibles en el mismo aquellas piedras de pequeñas dimensiones que no han dificultado el cultivo, salvo en el caso de la parcela 250, en donde una reciente roturación había hecho aflorar piedras de grandes dimensiones que, en el momento de realizar la prospección, todavía no se habían retirado del campo. La situación en la que se encontraron las piedras procedente de antiguas construcciones eran tres: amortizadas en antiguos ribazos, formando pequeños muros de aterrazamiento y amontonadas en el linde del campo más próximo al lugar de donde procedían, caso de la parcela 234, o utilizadas como verdaderos mojones para marcar 174

alguno de los límites de las fincas. Estas concentraciones se constataron de forma especial en los campos situados próximos al Camino de Viver, donde se localizaban grandes bloques de piedra caliza, algunos de ellos de características megalíticas (figura 9). Figura 10. Piedras acumuladas en el ribazo de la parcela 92/58, año 1998. SEGEDA I Y EL CONCEPTO DE ASENTAMIENTO Los resultados de la prospección mostraron como ciertas la continuidad de las evidencias superficiales detectadas en la campaña de 1986 y no aportaron ninguna novedad al problema de la cata C de la parcela 189. Sin embargo, en los Figura 11. El mismo ribazo en el año 1999. campos situados al sur del cenizal de la parcela 241b, disminuían notablemente los restos cerámicos hasta llegar a desaparecer. Fuera ya de la continuidad del registro superficial que marcaba la concentración de materiales que, aparentemente, definían la ciudad de Segeda I, se identificaron en el interior de tres parcelas (250, 92/58 y 234) zonas aisladas donde se concentraban restos cerámicos, correspondientes a la misma etapa cronológica que los localizados en el Poyo. La arqueología anglosajona ha definido los conceptos site / off-site para separar las evidencias arqueológicas detectadas en prospección en dos grupos antagónicos. En nuestro caso, el lugar donde se concentra la información arqueológica, que correspondería a la ciudad, y el marcado por los materiales arqueológicos diseminados que mostraría el territorio explotado agropecuariamente. Ejemplos ya clásicos, como el realizado por Gaffney y Tingle (1985) en el proyecto Maddle Farm, muestran un ejemplo operativo en el que la dualidad señalada marca el asentamiento y los campos cultivados. Por otra parte, con estos planteamientos cada concentración de materiales, como los detectados en las tres parcelas anteriores, reflejarían un asentamiento independiente al de la ciudad de Segeda I. El territorio donde se asienta Segeda I muestra en su complejidad geológica la 175

Figura 12. Secuencia de fotografías aéreas correspondientes a la parcela 92/58. dificultad de interpretar los restos superficiales. La existencia de una gran capa de sedimentos aluviales que llega a ocultar las evidencias arqueológicas a más de dos metros de profundidad, imposibilitando cualquier afloramiento en superficie, es sólo una manifestación palpable de avanzar más allá de Figura 13. Muralla de Segeda I. la propia separación del site / off-site. Pero el caso que nos ocupa va más allá que resolver esta dualidad, ya que el problema que se plantea es el considerar las tres evidencias aisladas como otros tantos yacimientos arqueológicos correspondientes a asentamientos situados en el territorio próximo a la ciudad de Segeda I, o integrarlos en la misma a pesar de la discontinuidad del registro arqueológico superficial. La respuesta a esta pregunta sólo se resuelve desde la interpretación de la funcionalidad de todas las evidencias arqueológicas. El estudio en prospección de la parcela 92/58 mostraba la existencia en la elevación situada en la zona que inicialmente las separaba de una estructura constructiva aislada, de la que procedían la acumulación de bloques de piedra localizados en el año 1998 en el ribazo que lo separaba de la parcela 57, acumulación que curiosamente desapareció en el transcurso de un año, a pesar de que no dificultaba ningún cultivo (figura 10 y 11). El análisis de la fotografía aérea correspondiente a un vuelo de fecha no determinada, pero probablemente de la década de los cuarenta, mostraba la existencia de una estructura de planta cuadrangular, que fue aprovechada para separar las dos fincas y que con posterioridad fue desmontada por las labores agrícolas cuando se unificaron, dando lugar a la acumulación de piedras reseñada (figura 11). La solicitud del propietario de realizar un cambio de cultivo en 176

dicha finca dio lugar a la realización de las correspondientes catas arqueológicas. Una de ellas mostró las características del basamento de uno de los muros de la estructura señalada, su anchura de 3,89 m llevó a proponer que la estructura cuadrangular a la que pertenecía muy probablemente Figura 14. Segeda I, área 3. tendría un carácter defensivo y podría identificarse con un fortín, función que bien podría extenderse a los otros dos evidencias aisladas. En la prospección también se localizó un paramento de fortificación situado en el linde del campo 234 con el 221, planteando el dilema, todavía sin resolver, de si corresponde a una de estas estructuras aisladas o se identifica con un tramo de muralla que podría prolongarse por la parte baja de la falda del Poyo. Al realizar otra de las actuaciones de gestión arqueológica en el camino de Viver, se identificó un lienzo de muralla de 9 m de longitud y 4, 10 de anchura, que conservaba dos hiladas de bloques de caliza en la cara externa (figura 13). El desarrollo hipotético de esta muralla es próximo a los citados fortines, pudiendo afirmarse que no enlaza con el descubierto en la parcela 92/58, dado que en las catas realizadas en esta parcela mostraron la situación aislada de dicha estructura constructiva. Si que se puede señalar que nos encontramos ante la existencia de una construcción de carácter defensivo, como es la muralla y unas estructuras aisladas próximas, posibles fortines, cuya relación toma sentido si se analiza conjuntamente con las estructuras conocidas de Segeda I. Es en la interpretación global de este oppidum cuando se integran las evidencias arqueológicas aisladas en una lectura única de la ciudad, y se pueden interpretar como una unidad el límite de la muralla señalado, cuya situación no estaba destinada a delimitar estrictamente la parte habitada de la ciudad sino a situarse en los puntos topográficos que permitieran una mejor defensa de la misma, sin importar que esta decisión poliercética englobara una franja de terreno deshabitado. Ciertamente es un privilegio en la investigación arqueológica el contar con una información textual, como ocurre en el caso que nos ocupa de Segeda, lo que permite dar una lectura histórica a las evidencias señaladas. Apiano (Iber., 45) señala en su relato: Segeda es una grande y poderosa ciudad de los celtíberos llamados belos, adscrita a los pactos de Sempronio Graco. Sus habitantes se propusieron que la gente vecina de ciudades más pequeñas abandonasen sus lugares y se congregasen en su ciudad, a la que rodearían de una muralla de cuarenta estadios de circunferencia, obligando a esto a la vecina tribu de los titos (Schulten 1937; Burillo 2003). 177

Figura 15. Segeda I, propuesta de delimitación de la ciudad. PROSPECCION, EXCAVACION Y GESTIÓN DEL PATRIMONIO: TRES ACTUACIONES INTEGRADAS PARA LA DELIMITACIÓN DE LA CIUDAD DE SEGEDA I Los límites de la ciudad de Segeda I se han ido definiendo uniendo las actividades de prospección y excavación arqueológica, pero sobre todo desde la interpratación conjunta de sus resultados. En esta dirección contribuyó nuevamente la realización de actuaciones de gestión arqueológica realizadas con motivos de los cambios de cultivo. Las catas previas realizadas en la parcela 184/185 habían demostrado la 178

existencia de un nivel fértil debajo de los sedimentos aluviales, lo que motivó el desarrollo de una excavación en extensión de 201 m 2 a 40 metros de la falda del cerro del Poyo. Se descubrió parte de una manzana de viviendas situadas bajo una capa de sedimentos de 1, 60 a 2, 40 m de espesor. La presencia de tres hogares permitió identificar otras tantas viviendas con muros medianiles de trazado reticular (Burillo, 2001-02a; Calvo, 2001-02 y Cano et alii., 2001-02). La presencia de tres monedas de la primera fase de las acuñadas en Segeda (Gomis, 2001), con la leyenda actualmente leída como sekeida (Rodríguez Ramos, 2001-02); unido a la cerámica importada (Burillo, 2001-02b) permitió datar este barrio de la ciudad en el momento histórico citado en las fuentes escritas del 153 a.c (figura 14). La clara planificación de dicho barrio, unido a la liviandad de las técnicas constructivas empleadas, especialmente si se comparan con las detectadas en las excavaciones realizadas en la ladera de cerro, condujo a la conclusión de que nos encontramos ante una ampliación de la ciudad para el asentamiento de las poblaciones que aparecen citadas en el relato supracitado de Apiano. Otra nueva actuación de gestión arqueológica realizada en el camino que limita la parcela 182b con la 225 mostró la presencia de un estratro de similares características al comentado y situado, así mismo, bajo los sedimentos aluviales. Lo cual ha permitido plantear que lo más probable es que exista un continuidad del asentamiento en esta zona sedimentaria existente entre la elevación del Poyo y la Rambla de Orera, y que uniría este último punto con la zanja abierta en la parcela 189. Todo ello muestra que esta ampliación alcanzó una extensión mínima de 5/6 ha, pero cuyo tamaño real deberá definirse en actuaciones posteriores, recuérdese que la ciudad indígena de Numancia se le estima actualmente 8 ha de extensión (Jimeno et alii. 2002, 26-28). Lo cierto es que con los criterios estrictos de la prospección arqueológica toda esta gran ampliación de Segeda I, esa nueva ciudad que se crea con el sinecismo sobre los titos no se hubiera podido identificar, ni en su más mínima manifestación, al permanecer sellado por los sedimentos aluviales. Una nueva actuación de urgencia, realizada en la parcela 232 mostró la existencia de unas casas, al menos cuatro, que formaban un barrio límite de la ciudad coetáneo a todas las evidencias conocidas de la misma. Su proximidad al cenizal comentado, corrobora en este caso los datos de la prospección previa, dada la proximidad de los restos arqueológicos a la superficie del campo. Desde los criterios de la investigación arqueológica la continuidad de las actuaciones realizadas durante el periodo 1998 a 2004 han permitido percibir la extensión de la ciudad de Segeda I y conocer una parte mínima de su estructura urbana. Sin embargo, en el momento de redactar el documento para que este lugar fuera declarado Bien de Interés Cultural se planteó la delimitación del territorio que debería protegerse. Consideramos que los límites que en aquel momento, año 1998, se podía atribuir al yacimiento era la unidad mínima. Rodeando al mismo se planteó un entorno protegido cuya anchura era variable dependiendo de la topografía que le rodeaba. Así el trazado del río Perejiles y el de la rambla de Orera marcaron los límites de dos de los 179

flancos. En el extremo SE se trazó una franja próxima a los 200 m de anchura a partir del camino de Viver y en el extremo NE la proximidad a Segeda II llevó a unir los entornos protegidos de las dos ciudades. Dicho entorno protegido ha permitido englobar en Segeda I esa ampliación de la ciudad cuya extensión se está percibiendo en las actuaciones de gestión. Pero sobre todo protege el yacimiento de cualquier actuación futura, como construcciones de granjas o casas que de levantarse cerca de la ciudad incidirían negativamente en la visualización futura de la misma (figura 15). SEGEDA, CIUDAD ESTADO: TERRITORIO ECONÓMICO, TERRITORIO POLÍTICO En el marco espacio-temporal del valle del río Jalón en época celtibérica, la ciudad de Segeda ocupó la cúspide de la organización económica, social, política y cultural (Burillo 1986). Tal y como veremos en las próximas líneas, su origen y desarrollo pueden considerarse como un importante factor distorsionante en la relativa continuidad de un espacio característico (pequeños valles fluviales encajados entre pequeñas sierras y altos páramos). Una zona similar a otras muchas de su entorno que acabó transformándose, por diversas causas, en el centro de un amplio territorio; esta centralidad funcional (no necesariamente física) distorsionará progresivamente todos los parámetros demográficos, socioeconómicos, políticos y culturales de su área de influencia (control), hasta acabar generando un sistema en el que todo depende, en mayor o menor medida, de esa nueva realidad. Analizado como sistema, el cambio fue radical, ya que no sólo alteró los distintos componentes (poblados, red de caminos, etc.) y el conjunto de relaciones que los unían, sino que generó una nueva relación, posiblemente más fuerte que las anteriores, entre dichos componentes y una realidad emergente (la ciudad). Esta nueva realidad encabezó un sistema marcadamente holístico, que podemos asimilar al concepto clásico de ciudad-estado. La precocidad de Segeda en este proceso, en lo que a la Celtiberia se refiere, acentúa sus rasgos y trascendencia, al no existir precedentes conocidos en dicho territorio. Durante algo más de una centuria, un espacio aparentemente poco relevante, situado en el curso medio de un pequeño afluente del río Jalón (un afluente más del río Ebro), se convirtió en el centro de un amplio territorio que incluye otros espacios con mayores potencialidades agrícolas, ganaderas o mineras. No es este el momento, ni el lugar, para analizar este paradójico proceso, pero si para afirmar que el éxito urbano de Segeda supuso un profundo impacto y una honda transformación de su entorno más inmediato. Cabe esperar que se produjera un proceso de intensificación de la producción agropecuaria y la génesis de una red de asentamientos periurbanos de apoyo, de diversa índole, con características distintas a las de los poblados normales distribuidos por el resto del espacio. Sin entrar a valorar numéricamente la concentración humana en este limitado territorio, se puede también asegurar que 180

Figura 16. Modelo de Segeda y su territorio (Burillo, Escolano y Ruiz, 2004) difícilmente serían sostenibles sus efectivos demográficos y todo el complejo engranaje que implica una ciudad sin una convergencia permanente de recursos generados fuera del área de explotación directa de sus habitantes. Sin duda, esta circunstancia también debió distorsionar la propia red de asentamientos incluso en áreas más alejadas. Valga el tradicional símil de la piedra arrojada al estanque. Segeda, ceca emisora (Gomis 2001; Burillo 2001a) y punta de lanza de una economía cada vez más monetaria, mercado redistribuidor de mercancías de diversos orígenes (algunas procedentes de circuitos internacionales ), centro productor de artesanías especializadas (aquellas que no se podían encontrar en los poblados normales ) (Burillo 2001-02b), eje político en el que residía la oligarquía gobernante y 181

Figura 17. Modelo de Segeda y su territorio, antes y después de la intervencion romana. núcleo esencial desde el punto de vista religioso, militar y político, centralizó una amplia red de caminos y sendas que la unieron con todo su territorio y con las vías de comunicación suprarregionales (Burillo, Escolano y Ruiz, en prensa) (figura 16). Todas estas realidades deben ser tenidas en cuenta a la hora de trazar las estrategias de análisis del área de control e influencia de Segeda. En una primera etapa de trabajo, basada esencialmente en el método de prospección arqueológica, se deberán buscar todas las evidencias dejadas a diversos niveles por esa profunda distorsión; en ocasiones, dichas evidencias serán directas, como es el caso de la posible red de asentamientos periurbanos; en otros, indirectas, exigiendo una más compleja interpretación, como las modificaciones generadas en las redes de asentamientos anteriores y las distorsiones que pervivieron en las posteriores. Se deberá contar con la importante transformación medioambiental acontecida desde esas fechas hasta nuestros días, con niveles aluviales de más de 2 m. que dificultan el acceso a determinado tipo de informaciones, como a la definición de campos abonados con desechos domésticos (incluidas cerámicas), sistemas de irrigación (sin los cuales la producción alimentaria en el entorno de la ciudad sería marcadamente deficitaria), etc. Y siempre sin olvidar la posibilidad de que algunas de dichas transformaciones medioambientales puedan derivarse de los procesos de intensificación en la explotación del medio generada a partir del auge de la ciudad. Conforme nos alejamos de las zonas de explotación directa de los habitantes de la ciudad y nos adentramos en las zonas más alejadas dentro de su hinterland, las 182

estrategias de estudio deberán reajustarse, al ritmo que se matiza la pretérita influencia urbana. La interpretación de las evidencias será más complicada, ya que deberá desentrañarse que tendencias responden a la implantación de la ciudad y que otras operan de forma más autónoma y localista ; como complicación añadida cabe destacar que es muy improbable que la demarcación del territorio de Segeda no variase sustancialmente a lo largo del tiempo, lo que añade sesgos aún mayores en la interpretación. Además, no se debe olvidar que la distancia al centro del sistema no siempre es un criterio suficientemente válido; la actividad metalúrgica puede ser un buen ejemplo de ello, ya que el patente auge metalúrgico aparejado al desarrollo de Segeda depende de recursos desigualmente distribuidos por su territorio, sin que necesariamente tengan que ser estrictamente proporcional el influjo de la ciudad con la distancia (Rovira y Burillo 2003; en prensa). En suma, queda claro que el estudio del territorio de Segeda debe abordarse con una compleja batería de estrategias de trabajo, pausadamente meditadas y debatidas, tendentes a responder preguntas concretas; preguntas que deberán ser formuladas de antemano ( sólo se encuentra lo que se busca ), tomando como referencia la formulación de modelos predictivos del sistema estudiado y las evidencias que este pudo dejar en el territorio. Ello permitirá una búsqueda integral (e integrada) de evidencias, que en muchos aspectos puede diferir de lo que sería una simple estrategia de prospección intensiva. En esa búsqueda también se deberá asumir la hipótesis cero o contraria a la nuestra, valorando no sólo aquellos aspectos que se ajustan al modelo propuesto; la presencia de evidencias que no se adecuen al sistema propuesto nos deberán servir para ir matizándolo y corrigiéndolo; en suma, para generar un modelo cada vez más y mejor ajustado a la realidad pretérita estudiada. A nuestro juicio, esa puede ser la mejor manera de desentrañar de forma mínimamente razonable un sistema tan complejo como el que presumiblemente encabezó Segeda desde la etapa previa a la conquista romana hasta su total integración en la esfera itálica. 183

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