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Bloque 8: PERVIVENCIAS Y TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS EN EL SIGLO XIX: UN DESARROLLO INSUFICIENTE Curriculum - Un lento crecimiento de la población: alta mortalidad; pervivencia de un régimen demográfico antiguo; la excepción de Cataluña. - Una agricultura protegida y estancada: los efectos de las desamortizaciones; los bajos rendimientos. - Una deficiente industrialización: la industria textil catalana, la siderurgia y la minería. - Las dificultades de los transportes: los condicionamientos geográficos; la red de ferrocarriles. - El comercio: proteccionismo frente a librecambismo. - Las finanzas: la peseta como unidad monetaria; el desarrollo de la banca moderna; los problemas de la Hacienda; las inversiones extranjeras. - Los problemas de la industrialización de Andalucía, el fracaso de las primeras iniciativas y un desarrollo desigual y mediatizado por las inversiones exteriores en minería, ferrocarriles y agricultura para la exportación. Falta crónica de una burguesía emprendedora y de capitales financieros. Índice: 1. Un lento crecimiento de la población 2. Los sectores económicos en el siglo XIX 2.1. Una agricultura protegida y estancada 2.2. Una deficiente industrialización a) La Revolución Industrial en España. Los factores del fracaso b) Recursos mineros y fuentes de energía. La Ley de Minas de 1868 c) El proceso industrializador La industria algodonera catalana La siderurgia vasca 2.3. Las dificultades de los transportes 2.4. El comercio: proteccionismo frente a librecambismo 2.5. Las finanzas 3. Los problemas de la industrialización de Andalucía 1. UN LENTO CRECIMIENTO DE LA POBLACIÓN A nivel demográfico, la población española del siglo XIX se caracteriza por la pervivencia del régimen demográfico antiguo, con un lento crecimiento de la población condicionado fundamentalmente por una alta mortalidad. La excepción a esta dinámica será Cataluña. Desde el siglo XVI la población se estabiliza en torno a los 10 millones. A principios del siglo XIX, en 1808, estará en unos 11 millones, y llegará a 18,5 en 1900. En 1857 se inicia la etapa estadística, con el primer censo moderno. Desde ese momento a 1900 la población crece en tres millones, lo que indica un crecimiento débil. Se produce una evolución irregular del crecimiento natural debido, sobre todo, a la mortalidad epidémica. 1

Para poder explicar la evolución de la natalidad y la mortalidad se ha formulado la llamada teoría de la transición demográfica. Esta teoría describe el paso del antiguo sistema demográfico, caracterizado por las elevadas tasas de natalidad y mortalidad, que originaban un lento crecimiento, a un sistema demográfico moderno, con un lento crecimiento, pero ahora debido a unas tasas de natalidad y mortalidad reducidas. Entre ambos periodos tendría lugar una fase de transición de elevado crecimiento, consecuencia de un descenso de la mortalidad anterior al de la natalidad. En el siglo XIX, a partir de la industrialización es cuando se entra en el proceso de transición demográfica, que será más adelantado en Cataluña, precisamente por su más temprana industrialización, a la que irá ligada una mejora en la higiene, la alimentación y la sanidad. Las causas de la transición demográfica se han relacionado con los procesos de modernización social, cultural y, sobre todo, económica. La transición demográfica española, c o n respecto al resto de los países europeos, es mucho más tardía de la reducción de las tasas de mortalidad y natalidad; por ello, la época de máximo crecimiento de la población española se retrasó casi un siglo. Hasta que esta llegue se dará una amplia mortalidad infantil, por ejemplo, y una esperanza de vida muy reducida. A principios de siglo XX estará en unos 35 años, cuando hoy ronda los 80. 2. LOS SECTORES ECONÓMICOS EN EL SIGLO XIX 2.1. Una agricultura protegida y estancada A principios del siglo XIX, la agricultura seguía siendo la principal fuente de riqueza de España. Una agricultura muy condicionada por una baja productividad (debido a suelos poco fértiles, clima adverso, escasa inversión, uso de mano de obra abundante, cultivos tradicionales...), que necesitaba propietarios emprendedores que invirtiesen en maquinaria y abonos o introdujeran nuevos cultivos para obtener mayores rendimientos. En la estructura de la propiedad dominaba la dicotomía latifundio-minifundio: las grandes propiedades seguían siendo mayoritarias en Andalucía y la Meseta sur, mientras las pequeñas predominaban en regiones como Galicia. Además, la mayor parte de la propiedad de la tierra estaba en manos de la nobleza y de la Iglesia, que vivían de las rentas que les proporcionaba el campo. Sus tierras eran cultivadas por arrendatarios que, generalmente, se quedaban con una parte de las cosechas para subsistir y entregaban el resto al propietario. Los campesinos eran, en general, muy pobres y trabajaban explotaciones pequeñas. Esto dificultaba la acumulación de beneficios que permitiesen la mejora de los cultivos y comprar maquinaria. Por otra parte, más de la mitad de las personas que trabajaban la tierra eran jornaleros. La estructura jurídica de la propiedad se caracterizaba por la enorme relevancia de los bienes amortizados: mayorazgos 1 y manos muertas. Las tierras de los municipios y de la Iglesia eran propiedades de manos muertas, porque la ley prohibía su venta y no podían cambiar de manos, por lo que no podían ser adquiridas bien por una clase campesina deseosa de tierras bien por una incipiente burguesía dispuesta a invertir en la agricultura. Además, pervivían restos del Antiguo Régimen: privilegios de la Mesta que perjudicaban a los labradores y régimen señorial en forma de derechos jurisdiccionales. Se hacía, por tanto, necesaria la reforma del campo. En todo este panorama, y en cuanto a los efectos de las medidas desamortizadoras de la política realizada por Mendizábal primero (1836) y después por Madoz (1855) durante el reinado de Isabel II, hay que reseñar las siguientes cuestiones: Las medidas desamortizadoras aliviaron el déficit de la Hacienda pública, aunque no acabó con él. 1 Junto con los señoríos fueron definitivamente suprimidos en los primeros años de Isabel II 2

El 25 % de las tierras pasaron de ser propiedad colectiva a ser propiedad privada. Pero se consolidó la estructura latifundista: los compradores fueron aristócratas, que aumentaron su patrimonio, y burgueses ricos, que veían en la tierra un signo de prestigio social y estabilidad económica. Por ello, no necesitaban aumentar el rendimiento de las tierras y no lo buscaban. La mayoría de los agricultores carecían de capacidad adquisitiva para comprar tierras, y se convirtieron en jornaleros, mano de obra eventual y en precarias condiciones de trabajo, que protagonizaría frecuentes conflictos sociales. La venta de tierras municipales perjudicó a los ayuntamientos y a los vecinos más pobres, que perdieron la utilización de los terrenos comunales, lo que forzó a la emigración a las ciudades o produjo la proletarización de amplios sectores del campesinado. Transformó la fisonomía de las ciudades, pues la privatización de los bienes conventuales y municipales posibilitó cambios urbanísticos, ensanches y utilización de nuevos edificios públicos (muchos conventos se convirtieron en cuarteles, hospitales, escuelas, etc.). La desamortización de los bienes eclesiásticos arrebató a la Iglesia la base de su poder económico, lo que produjo un distanciamiento del nuevo régimen liberal del clero y los españoles más apegados al catolicismo. Proporcionó los recursos necesarios para hacer frente a las guerras carlistas. Además, los grupos sociales que adquirieron los bienes desamortizados, entre los que destacaba la burguesía, apoyarían la causa del régimen isabelino y se opondrán al carlismo. 2.2. Una deficiente industrialización El siglo XIX español fue un periodo de lento crecimiento y atraso en comparación con la evolución del resto de países industrializados de Europa occidental y central, Estados Unidos y Japón. España formó parte del conjunto de países periféricos de deficiente industrialización situados sobre todo en Europa oriental y meridional. El estancamiento económico fue muy importante durante la primera mitad del siglo debido a las guerras y la pérdida de las colonias; no obstante, a partir de 1860, el ritmo de crecimiento fue más rápido. a) La Revolución Industrial en España. Los factores del fracaso. Durante el siglo XIX, España fue un país eminentemente agrario donde fracasó la Revolución Industrial, a excepción del sector textil catalán y de la siderurgia vasca, debido a una serie de factores: La escasa demanda de productos manufacturados, pues la revolución demográfica fue débil y la reforma agraria liberal tuvo resultados limitados, por lo que la población, en su mayoría campesina, tenía un poder adquisitivo muy bajo. La escasez de energía barata, pues el carbón (como el de Asturias) resultaba caro por la dificultad de extracción y la falta de tecnología. Y las materias primas estaban en manos extranjeras; por ejemplo, el hierro vizcaíno se exportaba en bruto a Inglaterra. El excesivo proteccionismo para salvar la industria catalana y vasca, no estimuló la renovación tecnológica, lo que hacía perder competitividad. Sus productos, más caros que los británicos, franceses o alemanes, sólo tenían salida al mercado español. Las malas comunicaciones y la falta de redes comerciales. Así, mientras el carbón asturiano no encontraba a veces comprador, los bilbaínos adquirían este producto en Inglaterra que, por otra parte, era de mayor calidad. 3

Las escasas inversiones, por la falta de una burguesía amplia y emprendedora, que se inclinaba más por las inversiones especulativas que por las industriales. Además, hubo una excesiva dependencia de la tecnología y del capital extranjero. b) Recursos mineros y fuentes de energía. La Ley de Minas de 1868. Los recursos mineros españoles: hierro en Vizcaya, cobre en Riotinto, plomo en Linares, mercurio en Almadén, apenas se explotaban antes de la Ley de Minas de 1868, debido a la ausencia de demanda interna. La Ley de Minas liberalizaba el subsuelo, hasta ahora en manos de la Corona, y daba seguridad a los concesionarios de las minas, lo que facilitó la llegada de capital extranjero (Rothschild...) para su explotación. España, uno de los principales países mineros de Europa, no aprovechó esta riqueza que, en su mayor parte, era exportada al exterior. No obstante, parte de los beneficios obtenidos se reinvirtieron en la Península, en especial en el País Vasco (por el puerto de Bilbao salía el hierro para Gran Bretaña y en el viaje de vuelta traían carbón británico para la siderurgia vizcaína), atrajo técnicas de los países industrializados y contribuyó a equilibrar la balanza de pagos. Alrededor de las minas surgieron numerosas industrias y ferrocarriles. El carbón, la fuente de energía fundamental en la Revolución Industrial, se concentraba en Asturias, donde surgió un importante núcleo siderúrgico, pero era escaso, caro y de baja calidad. Las fuentes de energía alternativas prácticamente no se utilizaron. c) El proceso industrializador. La industria textil algodonera catalana. La industria textil algodonera tuvo su área de expansión en Cataluña, debido a que ya existía una importante tradición manufacturera basada en la lana, al espíritu emprendedor de la burguesía catalana y a que el proteccionismo le reservó el mercado español y cubano. Predominó la pequeña empresa de carácter familiar que siguió en sus comienzos el modelo británico. En 1832, los Bonaplata 2, construyeron en Barcelona la primera fábrica movida a vapor después de formarse en Gran Bretaña en los nuevos procedimientos textiles. La siderurgia vasca. La industria siderúrgica tuvo su mayor desarrollo en el País Vasco, debido a que la burguesía vasca se enriqueció exportando hierro de las minas de Somorrostro (Vizcaya) a Gran Bretaña e importando carbón aprovechando el viaje de vuelta. En 1865 se construyó el primer alto horno de coque para la fabricación de hierro y poco después se empleó el convertidor Bessemer. Posteriormente se crearon empresas metalúrgicas de transformación del acero. Con estas ventajas, pronto superó claramente a los focos siderúrgicos que ya existían en Málaga y Asturias. 2.3. Las dificultades de los transportes La existencia de una red de transportes y comunicaciones era vital para la integración de las actividades económicas nacionales. Tradicionalmente, las comunicaciones se habían visto perjudicadas por el relieve peninsular y los conflictos bélicos (Guerra de la Independencia, guerras carlistas), que interrumpían las comunicaciones y fomentaban el bandolerismo. Esta situación hacía imprescindible la creación de una red 2 Antes, fábrica de San Andrés, en Adra, 1827, dedicada a la producción de plomo, ya la había introducido. 4

ferroviaria, impulsada por la Real Orden sobre Creación de Ferrocarriles (1844), que permitió la construcción de las primeras líneas ferroviarias: la de Barcelona-Mataró (1848) y la de Madrid-Aranjuez. La ambigüedad de la Real Orden de 1844 dio lugar a la especulación y a concesiones arbitrarias (prevaricación de la familia real -María Cristina-). En este contexto, se promulgó la Ley General de Ferrocarriles de 1855 3 La red de ferrocarriles españoles, financiada además por la desamortización de Madoz, superó los 5.000 kilómetros en los diez años siguientes: Inconvenientes de la construcción de la red ferroviaria: La mayoría de los tramos eran radiales desde Madrid quedan descolgadas muchas regiones. Mayor ancho de vía que el europeo dificultad de articulación con Europa. La franquicia aduanera supuso una ocasión perdida para potenciar la industria siderúrgica nacional. Ventajas que proporcionó la red ferroviaria: Ayudó a las explotaciones agrícolas. Permitió una mayor movilidad de las personas y de las mercancías. Estimuló la creación de sociedades anónimas de crédito. La navegación a vapor tuvo escasa importancia; a partir de 1870 fue impulsada desde el País Vasco, donde en 1888 se creó Astilleros del Nervión. El transporte marítimo en Cataluña, sin embargo, permaneció vinculado a la navegación a vela. En el siglo XIX también se modernizó el servicio de Correos y se inició en España la telegrafía eléctrica (1854). 2.4. El comercio: proteccionismo frente a librecambismo Comercio exterior y financiación. Déficit comercial exterior y adopción de medidas proteccionistas. España se especializó en exportar materias primas y productos semielaborados (el hierro constituía un tercio de las exportaciones españolas en 1900). A lo largo del siglo XIX existió un déficit comercial crónico, financiado por las remesas de dinero enviadas por los emigrantes, las importaciones de capital y los préstamos suscritos en el extranjero por el Estado. Desde las Cortes de Cádiz se había ido imponiendo el liberalismo en lo tocante a la economía (librecambismo), proclamándose la libertad de industria, trabajo y comercio. Los gremios, que regulaban los oficios desde el medievo, fueron suprimidos en 1834 lo mismo que los derechos de paso que dificultaban la circulación de mercancías (peajes que había que pagar por el paso de puertas, barcas o puentes) dentro de una provincia, a lo que se sumaban los aranceles que pagaban las mercancías por el paso de uno a otro reino. Estas medidas liberalizadoras contribuyeron a la creación de un mercado nacional. Sin embargo, más adelante, las medidas adoptadas en materia de comercio fueron mayoritariamente proteccionistas, favorecidas por los intereses de los productores de cereales y de las industrias. España perdió la mayoría de sus colonias americanas por lo que pasó a convertirse en una potencia comercial de segunda fila lo que incrementó las demandas de la burguesía empresarial por una política 3 Se promulgó para: Evitar la corrupción y el amiguismo mediante la necesidad de aprobar en Cortes las concesiones. Fomentar la actividad ferroviaria mediante la concesión de enormes privilegios a los inversores: Subvenciones estatales para la construcción y las expropiaciones. Franquicia aduanera para importar material ferroviario, sobre todo el hierro (libre de aranceles). 5

arancelaria proteccionista frente al exterior, que protegiera la industria española de la competencia de terceros países como Gran Bretaña, pioneras en la industrialización, y que por ello ofrecían sus productos a menor precio y mayor calidad. España siguió manteniendo estrechas relaciones comerciales con Cuba, Puerto Rico y Filipinas, los restos del Imperio colonial español, de las que importaba productos agrícolas como la caña de azúcar o el ron, y exportaba manufacturas como los textiles de algodón catalanes, en régimen de monopolio. 2.5. Las finanzas Debilitado por la constante confrontación entre progresistas y reaccionarios, mermado por el fin de las remesas americanas, y sin fuerzas para imponer la aplicación de la reforma tributaria de 1845 4, el Estado vio aumentar una y otra vez el nivel de endeudamiento que había heredado del Antiguo Régimen. Hasta mediados del siglo XIX en España se mantuvo un sistema fiscal de Antiguo Régimen, en el que existían infinidad de impuestos, poca eficacia en su recaudación y numerosas exenciones (clero y nobleza no pagaban impuestos), lo que generaba una deuda crónica al Estado. Todos los intentos de reforma fracasaron al chocar con los intereses de los grupos privilegiados. La secuencia de suspensiones de pagos, recortes de cuentas y reducciones de intereses sin previo aviso, aumentaron el deterioro económico y social. Lo peor fue que el endeudamiento público fue contraído con el único objetivo de tapar agujeros mediante la apertura de otros nuevos. A partir de 1856 se crearon bancos de emisión de billetes, entre ellos, los Bancos de Barcelona, Santander y Bilbao, especializados en créditos comerciales a corto plazo; y sociedades anónimas de crédito, que podían realizar préstamos a largo plazo. Financiaron, sobre todo, la deuda pública y las compañías ferroviarias. La creación del Banco de España (1856) tenía como objetivo inicial atender las necesidades de financiación del Estado; más tarde, cuando obtuvo en 1874 el monopolio de emisión de billetes (la primera peseta fue acuñada en 1869) 5, las anteriores entidades pasaron a ser exclusivamente sociedades de crédito comercial y financiación industrial. El capital nacional y extranjero invirtió a menudo en deuda pública en lugar de hacerlo en la industria o en la agricultura, perdiendo España la oportunidad de convertirse en un país capitalista moderno. El déficit crónico de los presupuestos estatales favorecía estas inversiones. España seguía teniendo el problema crónico de falta de una clase empresarial y financiera, por lo que fue la inversión extranjera, francesa y británica fundamentalmente, la que suplió la falta de inversores españoles, especialmente en sectores donde eran necesarias fuertes inversiones como el de la minería (capital británico) y el del ferrocarril (capital francés). 3. LOS PROBLEMAS DE LA INDUSTRIALIZACIÓN EN ANDALUCÍA a) Problemas generales de la industrialización La industria en Andalucía tuvo un importante peso en la economía española durante el siglo XIX. En 1856, Andalucía era la segunda región española en cuanto a grado de industrialización. Un siglo más 4 Se introdujeron dos tipos de impuestos, directos (contribuciones) e indirectos (consumos), y se estableció un Presupuesto general del Estado, poniéndose en marcha medidas para reducir el déficit del Estado, ya que las desamortizaciones no habían sido suficientes. 5 Equivalía a 4 reales. El papel moneda se fue generalizando, lo mismo que el uso de la peseta, y poco a poco se fue abandonando el uso del oro, que no de la plata, que siguió usándose hasta bien entrado el siglo XX. 6

tarde estaba ya prácticamente a la cola. Mientras que entre 1856 y 1900 Andalucía tenía un índice de industrialización superior a la media nacional en las ramas de alimentación, metalurgia, química y cerámica, a partir de 1915 esta supremacía se redujo a las ramas de alimentación y química. Los prometedores inicios del sector siderometalúrgico y textil en la provincia de Málaga o del sector agroalimentario en Cádiz (Osborne, dedicado a la producción de vino), Granada y Málaga en el siglo XIX, acabaron fracasando entre otras causas por: La agricultura andaluza más productiva habría estado siempre vinculada a exportaciones con demanda muy elástica, agotándose definitivamente sus posibilidades durante la crisis agraria de la penúltima década del siglo. La minería, que pudo haber servido también como potentísima fuente de acumulación, tampoco lo hizo por su condición de minería dependiente y de saqueo, encontrándose en manos de empresas extranjeras. Así ocurría con las minas de Ríotinto (Huelva), Peñarroya-Pueblonuevo, o Linares y La Carolina (Jaén) Estructura financiera incapaz de canalizar recursos hacia la industria, prefiriendo siempre actividades comerciales, la acumulación de tierras o destinando cuantiosos recursos en la construcción del ferrocarril. La Restauración borbónica habría hecho de la oligarquía industrial andaluza, una oligarquía fundamentalmente política y residente en Madrid que había potenciado un crecimiento desequilibrado, en el que Andalucía se había especializado definitivamente en actividades agrarias exportadoras, con salarios bajos y altos beneficios para terratenientes, que posteriormente habían sido invertidos en actividades industriales en el centro del país, en altos salarios y elevada capacidad adquisitiva. b) La pionera industria siderúrgica malagueña y sus problemas El primer complejo siderúrgico español importante de la época de la primera Revolución Industrial se llevó a cabo en la provincia de Málaga, con unos altos hornos en la Fábrica de La Concepción (1826) en Marbella, y otros en Málaga, ambos impulsados por el industrial Manuel Agustín de Heredia. La diversificación en otros sectores corrió a cargo del mismo grupo de familias de la oligarquía burguesa malagueña, como los Larios, que fundaron conjuntamente en 1846 Industria Malagueña S.A. También fue importante la actividad del financiero Marqués de Salamanca. El problema de este foco industrial era la utilización de hulla que se traía desde Inglaterra al puerto de Málaga, debido a la falta de puertos industriales en Asturias que posibilitasen embarcar el carbón asturiano hasta Málaga, y hacía inviable su utilización. Sin embargo, para proteger la producción de carbón asturiano, el Estado gravaba la importación de carbón británico con tasas de hasta el 50%, con lo que elevaban indirectamente los costes de producción de la industria malacitana, perjudicando su viabilidad o posible crecimiento. Por esa razón, varios de estos industriales se involucraron en el que fuera uno de las primeros proyectos de ferrocarril de España en 1851, la línea Córdoba-Málaga El tren con Córdoba, finalizado en 1866, pretendía buscar una salida a la falta de carbón mineral trayendo el mineral de Sierra Morena, uno de los grandes problemas que frenaban la industria malagueña. Desgraciadamente, cuando llegó carbón mineral a Málaga, los productos catalanes y vascos ya eran más competitivos. 7

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La producción siderúrgica en la década de 1860 Jordi Nadal: El fracaso de la Revolución Industrial en España En el siglo XIX, paralelamente a la revolución liberal, se produjeron en España importantes cambios económicos y sociales, aunque de forma más lenta y menos intensa que en otros países de Europa Occidental. Se podía hablar de una auténtica revolución industrial en Cataluña y el País Vasco, aunque el resto de España continuó siendo un país eminentemente agrario. Símbolo del progreso fue la construcción del ferrocarril y la creación de un mercado único en todo el país como consecuencia de la supresión de las aduanas internas y la creación de una moneda única, la peseta, emitida por el Banco de España. También durante este periodo aparecieron las primeras manifestaciones del movimiento obrero. La primera moneda española de una peseta se acuñó durante el Gobierno Provisional en 1869 9