Tema 2: REPERCUSIONES COMUNITARIAS Y SOCIALES DEL KERYGMA

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1 VIII Semana de Doctrina Social de la Iglesia Tema 2: REPERCUSIONES COMUNITARIAS Y SOCIALES DEL KERYGMA VIII Semana de Doctrina Social de la Iglesia 1 Tema 2. Repercusiones comunitarias y sociales del kerigma

2 Oración Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 13, Les propuso otra parábola: «El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno toma y siembra en su campo; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un árbol hasta el punto de que vienen los pájaros del cielo a anidar en sus ramas». Les dijo otra parábola: «El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, hasta que todo fermenta». Padrenuestro Canción Tu Reino es vida, tu Reino es verdad, tu Reino es justicia, tu Reino es paz, tu Reino es gracia, tu Reino es amor; venga a nosotros, tú Reino, Señor; venga a nosotros, tu Reino, Señor.

3 Tema 2 Repercusiones comunitarias y sociales del kerigma 1. La vida humana tiene una dimensión social El ser humano no es una realidad meramente individual que por diversas circunstancias acabe relacionándose con los otros; no es primero un ser individual y solo después social. Lo social es también constitutivo de la vida humana: es una de sus características esenciales. Afirma el Concilio Vaticano II que «el hombre es, por su íntima naturaleza, un ser social y no puede vivir ni desplegar sus cualidades sin relacionarse con los demás» (Gaudium et spes, 12). En consecuencia, forma parte de la entraña constitutiva de la persona humana la referencia a sus semejantes. La vida humana es una realidad intrínsecamente social. Este vínculo o nexo social de la vida humana se da y se manifiesta en dos niveles. En primer nivel es biológico. Todos los hombres y mujeres, estamos genéticamente vinculados; compartimos un código genético, pertenecemos a la misma especie. Pero, precisamente, por este vínculo genético, los seres humanos convivimos los unos con los otros (familiares, vecinos, amigos), y en esta convivencia vamos avanzando en el proceso de ser conjuntamente más humanos. Nuestro presente y futuro depende en gran medida de nuestra referencia a los demás. Somos constitutivamente sociales. 2. La fe cristiana tiene una dimensión social a) La fe cristiana no es ajena a la constitución natural de la persona. El anuncio del Evangelio, que va dirigido fundamentalmente a lo más profundo de cada persona, tiene en cuenta su naturaleza y la globalidad de su ser. El cristianismo afecta a la totalidad de la vida humana y, por tanto, también al modo de relacionarse y organizarse. Cuando Dios sale al encuentro de cada persona lo hace con la finalidad de llevar a plenitud todas las dimensiones que la constituyen. Por eso, la Iglesia no se cansa de decir que el Kerigma «tiene un contenido ineludiblemente social», que «en el corazón mismo del Evangelio está la vida comunitaria y el compromiso con los otros. El contenido del primer anuncio tiene una inmediata repercusión moral cuyo centro es la caridad» (Evangelii gaudium, 177). Según el Catecismo, cuando la Iglesia «cumple su misión de anunciar el Evangelio, enseña al hombre, en nombre de Cristo, su dignidad propia y su vocación a la comunión de las personas; y le descubre las exigencias de la justicia y de la paz, conformes a la sabiduría divina» (CEC, 2419). b) A la evangelización no le es extraña la dimensión comunitaria de la persona porque es una llamada a participar en la comunión trinitaria. En la Trinidad, cada persona es ella misma dándose a las otras. El papa Francisco enuncia la razón teológica primera de la dimensión social de la fe: «Confesar a un Padre que ama infinitamente a cada ser humano implica descubrir que le confiere una dignidad infinita. Confesar que el Hijo de Dios asumió nuestra carne humana significa que cada persona humana ha sido elevada al corazón mismo de Dios. Confesar que Jesús dio su sangre por nosotros nos impide conservar alguna duda acerca del amor sin límites que ennoblece a todo ser humano. Su redención tiene un sentido social porque «Dios, en Cristo, no redime solamente la persona individual, sino también las relaciones sociales entre los hombres» (Compendio Doctrina Social de la Iglesia, 52). Confesar que el Espíritu Santo actúa en todos implica reconocer que Él procura penetrar toda situación humana y todos los vínculos sociales» (Evangelii gaudium, 178). c) El misterio mismo de la Trinidad, continua escribiendo el Papa, nos recuerda que fuimos hechos a imagen de esa comunión divina, por lo cual no podemos realizarnos ni salvarnos solos (Evangelii gaudium, 178). La comunión no afecta solo a nuestra realización personal, sino a nuestra salvación. La preocupación salvadora de Dios recae sobre su pueblo elegido, del cual formamos parte. Dios nos ha creado y nos ama como miembros de un pueblo, y no como islas, desconectados los unos de los otros. Tema 2. Repercusiones comunitarias y sociales del kerigma 3

4 VIII Semana de Doctrina Social de la Iglesia Dios no prima el individualismo en las relaciones humanas ni en las relaciones con él. El papa Francisco ha dicho más de una vez que nuestra identidad cristiana es pertenencia. Que nuestro nombre es «soy cristiano» y nuestro apellido es «pertenezco a la Iglesia» (Catequesis sobre la Iglesia). d) La comunión intratinitaria tiene mucho que ver con la comunión humana porque estamos hechos a imagen y semejanza de Dios. El Concilio Vaticano II, en la Constitución Gaudium et spes afirma que «existe una cierta semejanza entre la unión de las personas divinas y la unión de los hijos de Dios en la verdad y en la caridad. Esta semejanza demuestra que el hombre, única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí mismo, no puede encontrar su propia plenitud sino es en la entrega de sí mismo» (GS 24c). Con esta afirmación, se pone de manifiesto que Dios es amor y que la vida de Dios tiene mucho que decirnos sobre nuestras relaciones eclesiales y sociales. Dice el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia que «quien se siente amado por Dios, comprende su dignidad trascendente, aprende a no contentarse consigo mismo y a salir al encuentro del otro en un red de relaciones cada vez más auténticamente humanas» (CDSI 4). De alguna manera, nuestra vida humana en toda su amplitud tiende a verse reflejada en el espejo de Dios. Nos equivocamos cuando tratamos de marginar a Dios y prescindimos de descubrir sus huellas en nuestra vida personal y social ya que «en la comunión de amor que es Dios, en la que la tres personas divinas se aman recíprocamente y son el Único Dios, la persona humana está llamada a descubrir su origen y la meta de su existencia y de la historia» (CDSI 34). Podemos decir que el mandamiento del amor fraterno dado por Jesucristo tiene su fuente en el misterio de la Santísima Trinidad. e) Querer reducir a Dios a la esfera de la intimidad es no entender a Dios y, por ende, no entender al ser humano. Como el amor es el nombre propio de Dios (cf. 1Jn 4, 8.16), también es el nombre que explica nuestra propia identidad y el camino de nuestra salvación. No podemos separar nuestro amor a Dios de nuestro amor a los hombres. Confesar en el Credo nuestra adhesión a Dios es confesar implícitamente nuestra adhesión a nuestros semejantes. En consecuencia, quien cree en Dios ha de aceptar su manea de ser y actuar. Así, «la aceptación del primer anuncio, que invita a dejarse amar por Dios y a amarlo con el amor que Él mismo nos comunica, provoca en la vida de la persona y en sus acciones una primera y fundamental reacción: desear, buscar y cuidar el bien de los demás» (EG 178). f) La dimensión social de la fe, por tanto, no es un añadido a la misión evangelizadora de la Iglesia. El amor al prójimo no es opcional aunque la forma de llevarlo a cabo sea distinta según la vocación de cada uno. La razón por la que el cristiano se preocupa de las relaciones sociales no nace de la filantropía, sino que está en el origen de su fe. Y por eso, todos y cada uno de los bautizados estamos llamados a preocuparnos y amar a todos los hombres, especialmente a los más pobres. En la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, les recordaba Pablo VI a los seglares que «el campo propio de su actividad evangelizadora es el mundo vasto y complejo de la política, de lo social, de la economía, y también de la cultura, de las ciencias y de las artes, de la vida internacional, de los medios de comunicación de masas, así como otras realidades abiertas a la evangelización como el amor, la familia, la educación de los niños y jóvenes, el trabajo profesional, el sufrimiento, etc». (EN 70). g) Este aspecto de la dimensión social de la fe, como también otros, no están exentos de la tentación del acostumbramiento. El papa Francisco nos pone en guardia de las graves consecuencias que se derivan de acostumbrarnos a oír este mensaje, de repetirlo mecánicamente, sin que incida realmente en nosotros y en nuestras comunidades: «Qué peligroso y qué dañino es este acostumbramiento que nos lleva a perder el asombro, la cautivación, el entusiasmo por vivir el Evangelio de la fraternidad y la justicia!» (EG 179). 3. Fundamentos bíblicos de la dimensión social de la fe a) El anuncio del Evangelio y el amor al prójimo están inseparablemente unidos tal y como expresan «algunos textos de las Escrituras que conviene considerar y meditar detenidamente para extraer de ellos todas sus consecuencias» (EG 179). En el capítulo que la exhortación Evangelii gaudium dedica a la dimensión social de la evangelización, el papa Francisco fundamenta su doctrina con textos de la Escritura, fundamentalmente evangélicos. En este Tema 2. Repercusiones comunitarias y sociales del kerigma 4

5 VIII Semana de Doctrina Social de la Iglesia apartado de las repercusiones comunitarias y sociales del kerigma, estos son los textos que destaca: La Palabra de Dios enseña que en el hermano está la permanente prolongación de la Encarnación para cada uno de nosotros: «En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25, 40). Lo que hagamos con los demás tiene una dimensión trascendente: «y la medida que uséis, la usarán con vosotros» (Mt 7,2); y... Responde a la misericordia divina con nosotros: «Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: [...] con la medida con que midiereis se os medirá a vosotros» (Lc 6, 36-38). A estos textos, citados por el Papa, podemos añadir este otro que revela la verdad de nuestro ser: «Si alguno dice: Amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve» (1Jn 4, 20). Según el papa Francisco, «lo que expresan estos textos es la absoluta prioridad de la «salida de sí hacia el hermano» como uno de los dos mandamientos principales que fundan toda norma moral y como el signo más claro para discernir acerca del camino de crecimiento espiritual en respuesta a la donación absolutamente gratuita de Dios». Seguidamente, el papa Francisco cita a Benedicto XVI y escribe: «Por eso mismo, el servicio de la caridad es también una dimensión constitutiva de la misión de la Iglesia y expresión irrenunciable de su propia esencia». Concluye el número diciendo: «Así como la Iglesia es misionera por naturaleza, también brota ineludiblemente de esa naturaleza la caridad efectiva con el prójimo, la compasión que comprende, asiste y promueve» (EG 179). 4. El reino que nos reclama En los números 180 y 181 de la Exhortación Evangelii gaudium, el papa Francisco relaciona la repercusión social y comunitaria del Evangelio con el Reino de Dios. A lo largo de la historia se ha interpretado de diversas maneras el Reino de Dios y muchas veces se ha mal interpretado con concepciones reduccionistas como las que Juan Pablo II llamó antropocéntricas y reinocéntricas, que aunque expresan aspectos positivos, dejan en silencio a Cristo y separan el Reino de la Iglesia (cf. Redemptoris missio, 17). También el papa Francisco nos avisa de algunas interpretaciones que no reflejan adecuadamente el alcance del Reino de Dios. Afirma que: «la propuesta del Evangelio no es solo la de una relación personal con Dios». Que «tampoco es una mera suma de pequeños gestos personales dirigidos a algunos individuos necesitados, lo cual podría constituir una caridad a la carta». Mucho menos, es «una serie de acciones tendentes solo a tranquilizar la propia conciencia». «La propuesta es el Reino de Dios», que consiste, según el Papa, en tratar «de amar a Dios que reina en el mundo». El modo de reinar Dios es muy diferente del modo de reinar los hombres. Las características que identifican el Reino de Dios las encontramos en la vida y en la predicación de Jesús porque se identifica con él y constituye el contenido de su mensaje. Es necesario que conozcamos la vida de Jesús, sus parábolas, el sermón de la montaña, sus curaciones, el trato con los pecadores, su actitud ante el sufrimiento, ante los bienes, su amor a los pobres etc. El Papa nos recuerda que «el proyecto de Jesús es instaurar el Reino de su Padre» y que «en la medida en que él (Dios) logre reinar entre nosotros, la vida social será ámbito de fraternidad, de justicia, de paz, de dignidad para todos». Porque Jesús se identifica con el Reino de Dios, pide a sus discípulos: «Proclamad que está llegando el Reino de los cielos!» (Mt 10,7). Los cristianos tenemos que buscar el Reino: «Buscad sobre todo el reino de Dios y su justicia; y todo esto se os dará por añadidura» (Mt 6,33). La colaboración con Jesús en la implantación del Reino entre los hombres es tarea de la evangelización. Nos recuerda el papa con una frase de Pablo VI que «la evangelización no sería completa si no tuviera en cuenta la interpelación recíproca que en el curso de los tiempos se establece 5 Tema 2. Repercusiones comunitarias y sociales del kerigma

6 VIII Semana de Doctrina Social de la Iglesia entre el Evangelio y la vida concreta, personal y social del hombre» (EN 25). En la Exhortación se hace referencia a algunas características del Reino: a) La universalidad porque el Reino afecta a «todos los hombres y todo el hombre» (cf. Enc. Populorum progressio, 14). Se trata, dice el Papa, del criterio de universalidad, propio de la dinámica del Evangelio, ya que el Padre desea que todos los hombres se salven y su plan de salvación consiste en «recapitular todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, bajo un solo jefe, que es Cristo» (Ef 1,10). El mandato es: «Id por todo el mundo, anunciad la Buena Noticia a toda la creación» (Mc 16,15), porque «la creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios» (Rm 8, 19). Toda la creación quiere decir también todos los aspectos de la vida humana, de manera que «la misión del anuncio de la Buena Nueva de Jesucristo tiene una destinación universal. Su mandato de caridad abraza todas las dimensiones de la existencia, todas las personas, todos los ambientes de la convivencia y todos los pueblos. Nada de lo humano le puede resultar extraño». b) Dios quiere llegar a todos pero especialmente a los pobres. Aunque la inclusión social de los pobres será objeto del tema tercero de esta Semana Social, debemos recordar aquí que la Iglesia entera ha recibido el mandato de «llegar a todos, sin excepciones. Pero a quiénes debería privilegiar? Cuando uno lee el Evangelio, se encuentra con una orientación contundente: no tanto a los amigos y vecinos ricos sino sobre todo a los pobres y enfermos, a esos que suelen ser despreciados y olvidados, a aquellos que «no pueden pagarte» (Lc 14,14). No deben quedar dudas ni caben explicaciones que debiliten este mensaje tan claro. Hoy y siempre, «los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio» y la evangelización dirigida gratuitamente a ellos es signo del Reino que Jesús vino a traer. Hay que decir sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos» (EG 48). c) El carácter escatológico. El Papa enuncia brevemente que el dinamismo del Reino, que va más allá de este mundo, está presente en él. Afirma que «la verdadera esperanza cristiana, que busca el Reino escatológico, siempre genera historia». La esperanza cristiana es activa: descubre que el Reino se ha inaugurado ya con la resurrección de Cristo, colabora para que el Reino se extienda y pone su confianza en el cumplimiento de la promesa: «Confiados en la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva en que habite la justicia» (2Pe 3,13). 5. La enseñanza de la iglesia sobre cuestiones sociales (EG ) a) La Doctrina Social de la Iglesia es un instrumento al servicio de la evangelización. Sabemos que Dios nos crea y nos salva para ser felices en el cielo, pero esto no es óbice para que también desee que seamos felices en la tierra. Crea todas las cosas «para que las disfrutemos» (1Tim 6,17). La finalidad de la Doctrina Social de la Iglesia, cuyo «pensamiento social es positivo y propositivo», es llevar adelante este propósito de Dios a través de grandes principios como la común dignidad de toda persona, los derechos humanos, la interdependencia entre persona y sociedad, el bien común, la solidaridad y subsidiariedad y el destino universal de los bienes. Pero «para que los grandes principios sociales no se queden en meras generalidades que no interpelan a nadie, hace falta sacar sus consecuencias prácticas para que puedan incidir eficazmente también en las complejas situaciones actuales» (CDSI, 9). b) Nos vuelve a recordar el Papa que no podemos caer en la tentación de relegar la religión cristiana a la intimidad secreta de las personas, como si su único cometido fuese para preparar las almas al cielo, sin influencia alguna en la vida social y nacional, sin preocuparnos por la salud de las instituciones de la sociedad civil y sin opinar sobre los acontecimientos que afectan a los ciudadanos. Una auténtica fe, dice el Papa, «siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por la tierra. Amamos este magnífico planeta donde Dios nos ha puesto, y amamos a la humanidad que lo habita, con todos sus dramas y cansancios, con sus anhelos y esperanzas, con sus valores y fragilidades. La tierra es nuestra casa común y todos somos hermanos» (EG 183). c) Para evitar que se identifique a la Iglesia con la institución política, el papa Francisco hace un resumen de lo que afirma el papa Benedicto en la encíclica Deus caritas est, 28 sobre la distinción en- Tema 2. Repercusiones comunitarias y sociales del kerigma 6

7 VIII Semana de Doctrina Social de la Iglesia tre institución política e Iglesia: «Si bien el orden justo de la sociedad y del Estado es una tarea principal de la política, la Iglesia no puede ni debe quedarse al margen en la lucha por la justicia». Por tanto, todos los cristianos, también los pastores, estamos llamados a preocuparnos por la construcción de un mundo mejor, ya que la tarea evangelizadora implica y exige una promoción integral de cada ser humano. d) La dimensión social de la evangelización no es una es una mera declaración de principios ni una pura doctrina, sino que pide conversión personal y social, es decir, conversión de los corazones y conversión de las relaciones sociales. La conversión cristiana, dice el Papa, exige revisar «especialmente todo lo que pertenece al orden social y a la obtención del bien común» (Ecclesia in America, 27). A llevar adelante este compromiso estamos llamados todos y cada uno de los cristianos. Para el diálogo 1. Consideras que la dimensión social de las personas es una añadido a la fe cristiana? 2. Crees que nos faltan razones bíblicas y teológicas para descubrir que la dimensión social es una característica esencial de la evangelización? 3. Consideras que el anuncio del Reino de Dios tiene hoy algunas implicaciones sociales? Enumera alguna. 7 Tema 2. Repercusiones comunitarias y sociales del kerigma

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