H. AYUNTAMIENTO ISLA MUJERES

Transcripción

1 Cuaderno 24/ Diciembre 2014 Premio de poesía Isla Mujeres 2014 E H. AYUNTAMIENTO ISLA MUJERES

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4 CUADERNO 24 / Premio poesía Isla Mujeres 2014 Directora Zita Finol Coordinador Editorial Nicolás Durán de la Sierra Diseño Sergio Gomez Villarreal Consejo Editorial Jorge Polanco Zapata Fernando Espinosa de los Reyes Juan José Morales Raúl Espinosa Gamboa Ilustración de portada: Fragmento del mural Alegoría a Isla Mujeres, de Rodolfo Parra, Fotografía: Marco Rodríguez gacetadelpensamiento@yahoo.com.mx Gaceta del Pensamiento es una revista de carácter cultural que aparece los primeros días de cada mes con un tiraje de 3000 ejemplares. Editor responsable Nicolás Durán González. Se distribuye en todos los municipios del estado de Quintana Roo y México DF. Certificado de Licitud y contenido de la Comisión de Publicaciones y Revistas ilustradas de la Secretaría de Gobernación en trámite. Certificado de reserva de Derechos de uso exclusivo del título expedido por el Instituto Nacional de Derechos de Autor en trámite. Grupo Editorial Estosdías SA de CV Av. Maxuxac, No. 471, entre Nizuc y Sacxán, Mz 377, Lt 06, Fraccionamiento Proterritorio, Chetumal, Q. Roo, México. C.P (983) ,

5 CUADERNO 23 / Premio de poesía Isla Mujeres

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7 saludo La publicación de la plaquette que el lector tiene en sus manos, que incluye el poema ganador del Concurso Literario Juegos Florales de Isla Mujeres del 2014 y las menciones honoríficas designadas por el jurado calificador, va más allá del hecho de culminar con ella el proceso del propio certamen. Rebasa este ámbito pues la recepción de poco más de 115 trabajos de todo el país, nos dice que este encuentro artístico debe crecer. En esta posibilidad estamos trabajando ya pues al ser esta isla, por centenaria cultura marítima, baluarte de México en el Caribe, bien podemos ser un nuevo puente que enlace y recree las voces que vibran en las costas de esta grande cuenca. Como dije, Isla Mujeres tiene profundos lazos históricos en el área. Baste recordar que por nuestras calles y playas, hay huellas del prócer cubano José Martí, entre otros señeros personajes. Cierto es que la imagen turística Isla Mujeres tiene, en sí, un gran poder de convocatoria, pero el éxito de este certamen es resultado también de su pujante vida cultural; es consecuencia, al tiempo que motor, de una vocación artística decantada por el tiempo. Si en Punta Sur tenemos un gran parque escultórico, en el casco histórico gozamos, en muros y edificios, de los colores de notables artistas contemporáneos. Somos cultura viva. Vaya pues a todos aquellos que participaron y en especial a Rubén Chávez Ruiz Esparza, ganador del concurso poético; a Margarita Gonzáles Arellano, Omar Ortega Lozada y José Santos Aguilar Aguilar, menciones honoríficas, el afectuoso del pueblo y el gobierno de Isla Mujeres. Al honrarlos, ustedes también nos honran. Agapito Magaña Sánchez Presidente Municipal 7

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9 Quien quiera saber lo que acontece a las lluvias en marcha sobre la tierra, véngase a vivir sobre mi techo Premio de poesía Isla Mujeres 2014 Rubén Chávez Ruiz Esparza 9

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11 Giras el pecho como un reloj de sol apenas retrasado. El segundo fuera de tiempo, la línea de sombra perseguida por la uña, cae entre dos botones, se sumerge entre risueña y casi sorprendida, dentro de tu blusa. Solea un trazo con un dedo solo. Esboza dos soles y resplandece con más luz. Afuera zumba, como abejas enamoradas de la rosa: La lluvia. Llueve por mi casa. No en la casa. Hace esquina y da vuelta contra el cielo. Y yo no tengo nada que ofrecerle. Suerte de náufrago y mareo en tierra. Aquí, la partitura siempre soleada, canto en clave seca, ese mismo signo de alas anchas, barre de aquí a allá la sentencia: Silencio. Aquí respira el polvo. No llueve en la casa. Se enfermarían mis pocos ruidos, mis casi nada de amistades, prácticamente mitológicas. Y yo no tengo nada que ofrecerle. No tengo cara para abrirle puerta a un diluvio acomedido. Vean si algo por aquí sirve para tirarse como anzuelo. Yo no sabría decir. II 11

12 Quizá un gato malicioso. Quizá un lápiz. Algún diente de unicornio. Quizá, en algún lado, haya un ojo de poco uso, una carcajada suelta. Y en fin. Me gustaría creerlo. Si viniera a llover a la casa, un buen día de estos, me fuera posible, entonces, devolverle el saludo. III Un granizo se disuelve en tu lengua. Y te sabe a lima. A un domingo ventoso. A un papalote de carrizos. Recuerdas. Cuando trajiste a casa una bolsa llena de canicas. Un pequeño trompo con punta de clavo. Recuerdas. Los barquitos de hojas de cuaderno. Los sombreros piratas de papel periódico. Y los charcos. Cómo brincar uno y caer en el otro. Mojarse todo y enfermarse apenas. Las historias de la lluvia, en casa de los abuelos. Recuerdas. Sientes el sudor frío en las axilas. Nuevamente. El frío. Confías tu infancia a un redondo granizo. Eres de agua. IV Nos despiertan en un sueño. Somos las fugas del agua, el desfile cerrado de ojos, el cuarto en andas de las quejas, el cuarto de los juegos, con sus opciones de serpientes y escaleras. Nodos al haber dicho siempre No. Dos No seguidos sin darse cuenta de un Sí. Así lo quiero. Así lo evito. Y despiertas en un sueño. Y bajas nudo a nudo por la cuerda al pozo líquido de la cama líquida. La cama remolino. La cama que muda 12

13 sábanas por nubes de tormenta. La cama a goteo. La cama que arrecia este borroso intermedio. La cama vertical laberinto. Este desdibujo. Este sueño de lluvia y de neblina. Nos despiertan como a un libro al que le pasan una mano distraída sobre el lomo. V Sientes dulce la boca cuando dices Lluvia. Lluvia de tan escrita. Tan orillada lluvia. Tan profusa. Que lleva tiempo el decirlo y no es literal ese nombre tuyo. Que yo le haría unos cambios. Pequeños. O bien, igual de largos. Sílabas de pájaros en curso. Largos como de río que te cuelgue de la espalda, como hacen tus cabellos. Te haría un nombre más suave. O bien. Sí. Más duro. Como de higo madurado. Como son los membrillos. Y lluvia, tu nombre saborea menta y café, posee un escalón barrido con escobas de canela. Es cierto. Pero yo tengo mis motivos. Y no tengo las arrugas que quisiera. La edad para detenerte definitiva. Necesito otro nombre que despierte mejor a este cuerpo que te sirve mal, como mal te sirven las palabras de camino. VI Estás tan delgada. Tan muchacha. Tan leopardo. Tan así indivisa y cercana que mi paso se apaga en el espejo y no sé, no sé si reconozco aquello que me toca el hombro o me abraza a la cintura. No sé. Y sabía. 13

14 Aquí sigue tu vestido. Allá se ve un segundo zapato. Tu mismo perfume continúa paseándose por la recámara. Tú misma. En pie ante ti. La misma. Tan delgada. Tan muchacha. Tan leopardo. Juntas en el mismo calosfrío. VII Yo amo y no entendía la palabra. Yo amo y aún me enseño a decirlo. Pasa por mis labios. Dice: Esta boca es mía. Esta boca se vuelve evaporada y aquí mismo llueve. Y la boca rezuma su condición de fuente y yo venero: Amo. Ay, esa palabra. Que se lava para ensuciarse más pronto. Limpiamente. Página de cielo escrita en nubes. Palabras. No palabras. Tú y yo. Cuerpo cantado en sílabas de agua. VIII Me hago hambre. Me hago clavos. Me hago malo si las cosas van mal, si empeoran bien. Me gasto la voz en cataclismos. Me escondo. Me callo todo. Así de fácil me curo enfermedades. Así, enfermo, corto en dos, de un tijeretazo, la mariposa negra de este pequeño mundo negro. Porque me gusta, lo admito, entre muchas otras, la palabra fracaso, y ver a la suerte negra del pequeño mundo negro, anular, todavía en el aire, de un tijeretazo, los dedos pulgar e índice, los dedos de mariposa negra, los dedos clavos, los dedos hambre. Me callo todo. Me callo y de nuevo quiero hablar de ti. Salvarme contigo. Así sea malo. 14

15 IX Sol retrato a la cera perdida. Sol al fresco debajo de mis párpados. Sol casco abollado. Sol címbalo con luna. Luna del ángelus soleada. Luna. Córnea ahogada Magdalena. Sol y Luna. Se miran labios. Se deshacen en una sola lengua que nunca toca de verdad el aire. Lengua. Disuelta en el vendaje. Cuando le pregunto Qué haces, resolana? Estalla un florero en luz, las mariposas se vuelven amarillas y Dios tropieza y se levanta más sonriente. Todo, pero todavía falta. No le sueno completo y borra su lectura. Abraza las felices ruinas. Sabe que soy un extranjero. La gota que resbala por los muslos. Una raya de gorriones. Sabe quién soy. Me nombra. Muerde en lo más enrojecido. Aviva un ascua de granada. Se aproxima. Cruza conmigo el túnel. Se acitrona, biznaga cortada de mi lengua. Cortada mi lengua vuelve a crecer en dos lenguas: girasol y giraluna. Sol y Luna. Girados. Dos vagan, gustosos, por labios. Antojados de ser también el paso lento de las nubes. Llovizna después de la tormenta. Luna del ángelus. Sol retrato a la cera perdida. X Son las que se apean del caballo. Lluvias que escurren del bastón, silbando alegres, pintando el suelo de repente aparecido suelo, a pie de copa. Dibujos de agua en la pizarra seca. Son las que se juegan el día a los dados y los dados sin puntos y los 15

16 dados ojo en un guiño y los dados de sol que precipita. Son el pago y son de nuevo deuda. Son nubes de tempestad y son, otra vez, nubes perdidas. Y son el sol, dado blanco, de siempre idéntica fortuna. Son las que se apean del día como de un caballo flaco. Relámpago famélico. Relámpago de luz muy sola. Relámpago de muy apenas. Relámpago que licencia a sus escoltas y no truena. Dónde apoyar la cabeza? En la amistad de qué hombros, de qué rodillas? Dónde nos lloverá? Pero, por favor, que ya nos llueva. Quién sabría por dónde abrir paso a los huesos y qué lugar se ocupa y de quién somos las costillas? Son las que nos obsequian el descanso. Y así nos detenemos. Con un débil derecho a una silla. A esperar, junto al paraguas, la pregunta encaprichada por las lluvias. 16

17 OTREDAD SONORA Mención Honorífica Margarita González 17

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19 Infancia, niño vuelvo a ser y soy, perdido, tan mayor, en lo más grande. Juan Ramón Jiménez Platero y yo Yo nunca estuve en Moguer. No vi caer las rosas como lluvia ni anduve en el arroyo de los chopos cortando lilas. Pero con trote alegre llegaba a mi llamado, Platero, cuando la luz de abril dibujaba mi sombra bajo el mudo verdor de los huizaches, que en marañas ardientes se extendían por mi barrio, al sur de Iztapalapa. Qué encanto en mi niñez el de viajar a lomo de un burro de algodón con ojos azabache! II Geografía del recuerdo Hubo un tiempo en que el agua de las lajas fue música de acentos amarillos y cristalinamente ondulaba con el viento hasta alcanzar los techos de casas imposibles. El canto de los pájaros brotaba como un tierno reclamo del silencio desde el valle dormido, en la niebla de días que atraviesan jardines donde aún juegan los niños a asustarse, a fingirse mendigos. Hoy no veo esas formas acústicas del tiempo. Solamente en mi barrio -cuando la gente duerme en la carcasa de multifamiliares que borran la llanura-, emergen explosiones nocturnas, mecánicos aullidos de una ciudad lacustre. 19

20 III El pan usa zapatos en las tardes de lluvia A pipis y gañas En las tardes de lluvia, mi mamá, mis hermanos y yo, jugamos una cálida ronda sobre la alfombra ocre de la sala. A gallo montero Hoy pulsa una tormenta desde las cinco treinta. Escuché la hora en la XEQK después que gotas gordas de una nube completamente negra empezaron a caer. Pasó un caballero Cantamos en círculo. Mi madre nos da un suave pellizco en nuestras manos. (Siento cosquillas). Escondemos debajo de la ropa primero una mano y luego la otra para que se calienten. Vendiendo romeros Conozco los romeros. Mi abuela hace pomadas con ellos. Mezcla manteca rancia y algunas espinillas de esa planta olorosa. Se la unta en sus dedos torcidos por la artritis. Yo la miro curiosa y luego zas!, con sigilo también me la pone en la nariz. Con papas y huevos No dejamos de cantar. Comienza un balanceo de atrás para delante. Dormir, dormir Ahora llueve más fuerte. Caen truenos, me hacen brincar de vez en cuando. Que cantan los gallos de san Agustín Mis manos ya están tibias. Adelante y atrás, mis manos se calientan. Adelante y atrás, mis manos sudan. (Siento cosquillas). Ya está el pan?... Se para el balanceo. No, se está poniendo los zapatos! IV Un viaje por el mundo En ese coche negro, abandonado a media calle, yo viajo por el mundo, por aquellos lugares que nombro con mis juegos. Un día llegaré hasta Moguer. 20

21 V Poética crepuscular Todo huele a nostalgia cuando miro el crepúsculo recargada en las rejas del balcón de mi casa. Platero me acompaña desde el libro que dejo sobre el piso. Los dos podemos ver el lento paso de un esplendor que nos derrite el cielo. Atentos, con asombro, contemplamos la fuga penetrante del ópalo encendido que rasga el horizonte. Platero y yo creemos que el ocaso es el primer poema que octubre derramó sobre el mundo. Nos gusta verlo así desde la transparencia de un tono ensangrentado. Nos fascina la hora en que calles y casas y edificios se llenan de un bálsamo flamante. También cuando las copas de los árboles más altos reposan en las nubes teñidas por el púrpura que anticipa lo oscuro. Es extraño. Cada instante parece repetirse como una irradiación de eternidad que se prolonga más allá de la tarde y luego deja ver el suave deambular de las cosas perdidas. Con toda su belleza esta imagen nos vuelca a lo terrible. Entonces, un umbral de misterio se abre ante nuestros ojos y en el momento mismo en que la luz va a extinguirse, mi alma -ya cerca de la noche-, siente miedo. VI El sereno En esa casa antigua del árbol del naranjo comienza Los Olivos y desde allá Jacinto -el hombre que alarga con las horas la letra e y la letra o -, canta su pregonar nocturno: las sieeeeete y tooooodo sereeeeeno 21

22 VII La ermita No, Platero, te digo que esta ermita es una calle grandota. No, por ella pasan autos y el habitual furor de una ciudad que nunca duerme. No llegan procesiones que adoran a la virgen. No, allí no reza nadie. Esta ermita en nada se parece a una iglesia. No, Platero, no. Te digo que ésta es una ermita sin techo, sin paredes y sin santos. VIII Otra noche Hoy fuimos de paseo a una cueva muy grande. Si la vieras, Platero: Es tan hermosa, que llena tus pupilas! Es la noche con todas sus estrellas formando estalactitas! Caminas sobre espejos y un olor parecido al del mar, pero menos fuerte, te pica la nariz, se impregna en tu garganta. A cada paso hay piedras que parecen personas congeladas o árboles de vidrio o cirios de diamante. A cada paso encuentras mil cascadas de agua dura y en toda la extensión de sus sonidos, profundos como el sueño de las rocas, te preguntas: Qué brujo la hechizó!, Con qué conjuro! Hoy conocí otra noche, Platero. Una noche encerrada, repleta de cristales. IX Toribio En esta orilla del terreno baldío, donde mi hermana Lupe y yo volamos papalotes, enterramos a Toribio, el cachorro que mi abuelo encontró en la carretera, el que murió la tarde en que le di las sobras de pescado. No sabía, Platero, que podía morir con una espina! 22

23 X Titán cosmonauta Tengo zancos, Platero. Me los hizo mi hermano con mecate y dos botes que huelen todavía a chocolate. Alzo un pie, luego el otro. Plac plac sobre el cemento. Plac plac en mis oídos, y empiezo a imaginar una ciudad de calles cobrizas. Voy marchando por ella como un gigante que pierde el equilibro. Soy un elefante que desfila en un bosque con ecos de bambú, un molino que va sembrando nubes o un titán cosmonauta con zapatos de acero que baila con el sol. XI Calle Olivos Esta es mi calle, Platero. Aquí vivo. Aquí me has visto doblar por la esquina de junio con el corazón a punto de estallar cuando corro por ella, para llegar a tiempo hasta la acera donde mi sombra crece con el sol de las seis de la tarde. XII Rastrojo Tras esa barda, a medias construida, es donde juego sola con el rastrojo que apila el campesino, don Manuel, como si fueran casas de una aldea de apaches. 23

24 XIII Granizo Lo oyes? Es un denso latido de cristal que lo oscurece todo, que trastoca la mudez de la techumbre a ritmo de un tlic-tlic exacerbado. Qué mensaje transmite este emisario del hielo? Qué palabras son esas? Qué dialecto? Puedes verlo? Cae como proyectiles entre el ramaje eléctrico de truenos y relámpagos. Mira su trayectoria repentina y triscada. Rebota. Indeciso rebota. Levanta coronillas sobre el reflejo acuoso que inunda las aceras. Escuchas? En medio del chasquido que estremece los muros alguien reza. Es mi abuela! Traza cruces con un cuchillo en mano. Escampa la tormenta. El silencio retoza sobre la cara del cielo encapotado Trinan algunas aves. Hizo magia! Mira al pie de la puerta, algo brilla! Pedruscos cristalinos. Cómo entraron? Los quiero para mí, me acerco a ellos, tomo dos. Los aprieto en mi puño. Son mis joyas! Despacio abro mi mano para verlos de nuevo, pero ya sólo hay agua. XIV Milagros cristalinos Es la fiesta del pueblo! La aurora ya resbala en el rocío. En arco luminoso las rosas y los nardos revisten el portal de la parroquia. Mi barrio huele a cirios, a ese olor de la cera perfumada, novísima blancura que da al fuego su vetusto lugar en lo sagrado. En las cuevas del cerro de la Estrella fulguran manantiales. Muy cerca de la ermita, al pie de un ahuehuete, las personas se beben el milagro que un día les brotó de la basura. Abril adorna la humedecida tierra que nos dejó el invierno con flores amarillas. Platero, qué haremos hoy con tanta luz? 24

25 XV La pileta A un lado de la barda, tupida con las guías de zacate, está nuestra pileta. Mi madre lava ropa con sus manos morenas mientras canta. Yo me subo en un banco, pongo mi cara encima de su borde rugoso de cemento. Mi madre me hace un barco con el papel que envuelve el jabón Zote. Lo pongo a navegar hasta que se deshace. Formo un remolino con mi dedo. Las ruinas de mi barco van girando hacia el centro de un cono transparente. De pronto una libélula se acerca, sin dejar de volar se posa sobre el agua. Imagino que soy esa libélula. Sin dejar de volar me poso sobre el agua. Aquí adentro hay un mundo de tibios resplandores. Los quiero capturar pero no puedo. XVI La vieja Anastasia Doña Anastasia vende dulces sobre una mesa huila, con un mantel roído. Sí, esa señora ciega a quien le doy las arras de la boda de mi madre en lugar de monedas. Habla bajito, Platero, nadie se ha dado cuenta. XVII La higuera Esta cepa, Platero, en el centro del jardín: Qué dulce y qué grisácea robustez me ofrece en el verano! Me gustan sus hojas esmeralda y esa urdimbre de tallos con brillo de alabastro. Es hermosa. La conozco hace tiempo pero no sé su nombre. No alcanzo a descifrarlo. Sólo sé que está oculto en cada rostro que habita en la hondonada de su tronco. Ella conoce el mío. Lo inscribe en la fusión de 25

26 sombra y resplandores que danza en su follaje. A lo lejos es igual a una anciana que duerme en un embrujo. Si el viento la despierta, musita el eco repentino de una canción de cuna. De cerca su soledad enraíza en mi epidermis, se propaga sinuosa hasta mi corazón de niña triste. A veces he sentido que su corteza herida me advierte del olvido y siempre que juego entre sus ramas descubro en mi memoria el áspero sonido de un sueño inenarrable. Allí desde ese sueño me pregunto: qué secretos resguardan su flor inexistente y el fulgor inquietante que sus brevas esparcen las noches de san Juan. XVIII Sueño de verano 11:30 a.m. Sabes, Platero? Podría pasar el día entero viendo a esta mariposa. Es pequeña! Creo que tiene miedo Tiembla. Las manchas en sus alas, Ya las viste? Son ojos? Nos miran? Shhh. Pareciera que duerme. Qué estará soñando? No-te-mue-vas. Y ese ruido? Ah! El gato! XIX Anochecer La noche con sus hilos de violáceos fulgores solía establecerse como un sueño de voz verde. Limpísima en el lago la luna rebozaba las piedras que al fondo sostenían el áspero color de los otoños. Eran el niño y el agua conjunción de siluetas abrazadas al polvo, a un nombre en los escritos que la luz vertía sobre el aroma antiguo de la tierra. Lo recuerdas? 26

27 XX Tormenta Amanecer ahogado desde un lejano sueño. El trueno como carga de piedra nos alumbra las frías esperanzas. Es la vertiente oblicua de una lluvia de fuego. Voraz se precipita ante los ojos. El amor se para. El fuego nos alcanza, nos lleva a un suceder negrísimo. Anochecer en tumbas. Espanto y ansiedad sobre el frescor de la frente, donde la luz debiera amar hasta alcanzar el máximo esplendor de la tibieza. Dónde pierde esta vida su fuerza cotidiana? XXI En la banqueta Soy la niña que juega en la banqueta con su vestido nuevo. Hago olas con su azul infinito y bombacho. Viento juega en mi rostro. Viento tira mi lente. En la banqueta! Busca en la banqueta. Debió caer allí! XXII Mi libro de español Me gustaba mi escuela. Tal vez porque era miope, la recuerdo sombría. Y sí porque era miope, en la última fila de verdes mesa-bancos, me escondía debajo de mi suéter para leer mi libro. Disfrutaba su olor. Lo descubría a tientas, sola, desde el vaho caliente que había en mi escondite. Sus letras como bichos se juntaban formulando sonidos que descifraba con voz intermitente. To-das-las-tar-des-al-sal-ir-del-co-legio-un-gi-gan-te-e-go-ís-ta En un supermercado un ratón se bañaba con saliva y el fuego era 27

28 conquista de un muchacho de una tribu piel roja. Casi al final del libro, mi historia favorita. Platero. Solía hipnotizarme con su plata de luna y los escarabajos de sus ojos. Lo sabía de memoria y sólo con nombrarlo brotaba ante mis ojos un río de chopos. Las flores eran lluvia y el brillo de la noche era infinito. Platero, página 282 de un libro de lecturas, fue la otredad sonora que cabalgó conmigo en mi niñez borrosa. 28

29 FILOGENIA Mención Honorífica Omar Ortega Lozada 29

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31 Cada árbol se conoce por su fruto Lucas 6:44 Las alegrías no tienen padres. Ninguna alegría aprende de la anterior y muere sin herederos. Pero la tristeza tiene una larga tradición, pasa de ojo a ojo, de corazón a corazón. YehudaAmijai ME NIEGO A SER Me niego a ser el árbol que deja su follaje a voluntad del viento, la madera donde las polillas trazan sueños que se desean con el envés [del pensamiento, a hundir pies y cabeza donde los días nacen estériles. Acaso no puedo ser chicozapote en la lozanía del rastrojo? Acaso no puedo romper la regla, la de madera, la de veintiocho lunas, la eri/le/gida para ser tajada por voluntad propia? Quiero ser el árbol de cuya hendidura brote tibio ámbar de luz madura [que electrice sombras, la rama donde anide el sol, la astilla que complete la cruz de un moribundo, la pulpa en las encías del hambriento. Aunque un huracán gima y el cielo caiga donde inicia el laberinto de los ojos, 31

32 me niego a ser reflejo de relámpago sólo por el hecho de que ha llovido. 2. Dónde estuvieron mamá, papá cuando la tormenta se anunció [con el sigilo del relámpago? Dónde cuando la tierra se partió en dos y quedé a merced de la balanza, sola, con la tranquilidad del venado que se sabe en el ocaso? Dónde cuando el tronar del hacha sacudió el follaje, y el azahar de las flores me escupió la cara y se encerró en la ausencia? Por qué no escucharon el crujir de la hojarasca en mi voz lanzada al [laberinto? Por qué el silencio como abono y poda para madurar la vigilia? La indiferencia caló más hondo que la obstinación de la luz en mis pupilas. No guardé la hiel bajo la almohada porque mis ojos se preñaron de noche donde brotó la ternura del vuelo: su plumaje me sostiene en este reino de espejos y cenizas. Después de la tempestad, las raíces formaron una cúpula sobre el socavón de los días donde guardo un puñado de palabras y brea para quemar las naves y soñar con estrellas en las ramas. 32

33 LAS RAMAS DEL PIRÚ Las ramas del pirú, madre, no fueron las más fuertes para anidar la esperanza, hacer crucifijos que nos salve de las penas, injertar el amor en el muñón de la indolencia, ni colgar oraciones con la intención de salvar al hijo que se diluyó frente a tus ojos. Su sombra no fue suficiente para confortar la ondulada silueta de tu espalda producida por el pespunte del hambre que a tientas ahuyentaste con almidonada elegancia sobre la artesa, calmar con alcohol las heridas del destierro, ni fundar a sueño abierto el nido para un beso. Y a sabiendas de ello, confiaste en el resquebrajado silbido de sus ramas. 2. Cuando sucumbió el Pirú, no hiciste leña del árbol caído. 33

34 LA SILLA BAJO EL NOGAL La silla bajo el nogal sigue ahí, abuela, también las historias que desgranaste bajo tu sombra para alimentar nuestra devoción a las reliquias, hacia lánguidas imágenes de arrieros trazadas en aguafuerte en aguardiente, ya los recuerdos que todavía guardan espacio en la pared de la memoria entre tizne y cazuelas de barro. La fe se mantuvo estoica hasta con un dejo de necedad en el gesto anidada entre comisuras de santos y dedos en cruz descifrando los balbuceos de la alquimia. Mas el canto del tecolote hendió la nuez de nuestras oraciones: nido de calandria que estalla en la garganta de la noche. Nadie tiene el valor para mover el delantal que dejaste tras la puerta donde guardabas caricias y dulces de anís para calmar los miedos que aún nos siguen. El aroma a especias y humo no quiere abandonar el espacio pese a que les hemos abierto la puerta para que no nos duelan. 34

35 En el patio, claveles y palomas intuyeron tu partida pues quedaron mudos, inmóviles, atados a su sombra como piedras de río a contracorriente, esperando que el olvido remueva los rescoldos del denuedo. 35

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37 UN LUGAR ENTRE LA BRISA Y LA ESPUMA Mención Honorífica José Santos Aguilar Aguilar 37

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39 Estoy contigo y soy la profundidad mutilada, soy el alma en paz. Miro las cortinas de la marea quebrantada por ti, la inquieta noche miro, corremos hacia ella, redes marinas las detienen pero estamos sedientos. Nos desnudamos, se desnuda la luna, nuestros pies descalzos se entumecen en la arena fría de la madrugada muda, la oscuridad se vuelve densa, denso el sedal brama a las estrellas y el filo del agua se rompe entre nosotros con ráfagas de viento, brisa. Alrededor de los corales duermen los tiburones, la mancha vuelve otra vez a la marea, me hiere el espíritu, gime agonizante: lamento de atardecer naranja. Vuelve a herirme, frágil viento de espuma y estampa tus huellas nocturnas en el faro de Punta Sur, de la brisa inagotable, de la brisa de nostalgia, timón de barcaza, ancla sin destino, aire de espuma. II Yo soy la marea que juega con la espuma de los mares desahuciados por esa playa embanderada de gaviotas; 39

40 yo estiro mis brazos como flojas redes mientras las olas pellizcan mis sueños y una sola lágrima revienta contra las rocas. Los pequeños acantilados se asoman a la orilla vienen descalzos a bailar sobre las caracolas y en sus labios traen algas y corales la levadura del mar convertida en beso. Yo muevo mis pies entonces como dos viejos remos mi corazón es un océano de rostros y de manos y yo entro en él sin darme cuenta con mi equipaje de fragatas aferrado al timón del viento a la proa de los años donde una voz que no es mi voz eleva el ancla de este pequeño barco que se aleja de tu litoral con mi infancia a bordo. En los muros salubres de tus breves acantilados deslumbra estampas sólidas del mar, aire raso, trajinar completo de espuma, y un día mientras atardece, los caminantes recuerdan sus últimas momentos en la Costera, con el pantalón corto, el bullicio de los marineros, el anuncio a gritos para los paseos. La redención de las horas a base del sol se fija el filo bajo la sombra de palmeras danzantes Un navegante invisible trasgrede la noche que aún no inicia, III 40

41 ha comenzado la amenaza de tiempos seniles, y de tormentas fatales, entonces hemos envejecido a merced del mar, de la tierra donde abunda el placer o la certeza, en el vuelo de los pelícanos. Se nubla el crepúsculo, una persona cuelga las redes y arranca del litoral las costras de recuerdos, para un atardecer póstumo en la Costera de espuma. De la suavidad pastosa con que gira el rumbo de las olas, como el que sopla la humedad que viene del norte, acompañando a las golondrinas en los ángulos que deshacen los dedos, los que posan sobre la arena que adormece el ruido del goteo donde descansa el oleaje que humedece la piel de tu horizonte de espuma, en busca de la sombra menos oculta: aleteo de pájaro recóndito en busca del sabor de la lozanía de esta isla. Aquí se encuentra en el aire la diferencia de los meses, la edad del tiempo marino. Aquí, sacude la arena de sus pies la tarde, aquí, camina mojando con la alegría de las olas sus brazos y sus dedos, aquí la existencia detiene su mirada en la luz fugaz del faro sur. IV 41

42 En Mundaca igual la brisa busca el rumor que se ha llevado el tiempo, reconoce el calor de la tierra entre los manglares, abre el camino que pisará, verá las calles e imaginará un espejo en el Garrafón: tu acuario. Boca que se abre por la ausencia, imán doble, vértigo de una suavidad acelerada en la profundidad. Se han despejado los lechos de sargazos, aquí donde posa el aroma del mar, donde posan los trinos de gaviotas que sorprenden al lugar donde primero amanece. Pretexto y romance se cierran a la noche que se conoce y navega hacia la ventana matinal, itinerario de golondrinas que revolotean a ras del recuerdo que es la puerta, la primera esperanza de esta isla. La diosa Ixchel busca en los bancos de arcilla de la isla del color que quiere ver el día. Por más humilde que sea, la tierra luce los colores de la tarde roja en los mares azules, amarilla en el otoño, seco de naranja del ocaso, verde entre los manglares, dorada a mitad del día, plateada en las noches de luna llena o cualquier otra tonalidad escondida en los humedales de tus litorales. V

43 Sin más brocha que sus manos la diosa Ixchel acaricia cada muro antiguo, cada rincón de la morada donde habita el sueño fresco en el tiempo de calor y tibio en el tiempo de frio. Cura en color cada grieta de los verduscos lagunares y protege con el unto de los peces rojos, azules y amarillos la pasión de lo queda de su tiempo continuo como sonrisa de amanecer. Cuando la calma brisa acaricia el horizonte de tus olas y el sol se esconde a dormir en la penumbra de tu sur, poco antes de que lo oscuro te acune en la noche y te proteja en el mágico intervalo de minutos en que el día se viste con el negro hondo de la noche, entonces, mi Isla, solo entonces, me sobran las palabras y me hago de espuma y de salitre. Tus murmullos monocordes en el extremo del alba son todo lo que quiero y lo que amo: y sé que soy de océano, y sé que siento tu rubor azul turquesa, y sé que vivo contigo una relación secreta y relajada con historias de piratas y de peces que juntan magia en tus orillas. VI 43

44 VII Me imagino con tu azul revoltoso, cubriéndome de algas verdes o de peces andantes que resbalan entre mis dedos como tu espuma blanca, como el canto melifluo y sincopado de tus risas y de tus quejas de océano. Me hundo en ti y me mandas tus palabras de caracolas lejanas, o me golpeas duramente con tus olas sacudiendo mis silencios litorales que quieren esconderse del otro lado, al final de tus breves acantilados. A veces me arrastras, me nombras desde tus corrientes insistentes y abundantes susurrándome con tus marejadas promesas de sirenas, piratas y jardines de corales con esa tu sonrisa, siempre ondulante. VIII Te me acercas con la brisa contándome al oído milagros de miles de leyendas piratas que quedaron entre tus aguas. Me humedeces el pensamiento con espumas inundadas de misterios de otros tiempos y distancias, con lamentos de promesas que perdieron sus palabras en tus bajamares intensos. 44

45 Y yo me acerco y te salpico sabiéndome tan pequeño, tan desconsoladamente insignificante, tan solo entre mis arrecifes cotidianos, que me apabullan tus mareas, tus olas y tus humedales. A veces me respondes, pero de repente callas y resbalas en las arenas de mi litoral que espera impaciente tus respuestas. De espuma y muelles son los sueños de estos litorales, de la sal y de ese olor empalagoso y tierno que te acompaña eterno en las mañanas del puerto y en los atardeceres de poniente. De espuma y acantilados son las penas de las mujeres que observan en la noche la arribada de los barcos a sus muelles contando a lo bajo las ausencias de los hijos que se fueron y algunos no regresan. De espuma y tarde naranja son los amores perdidos tierra adentro cuando el olor de las olas se va diluyendo como brisa y se entremezcla con las jaras y el asfalto pegajoso de las calles. De espuma y silencio son nuestras vidas calladas que se pegan como el salitre en los trasfondos del alma: timón de barco pirata. IX 45

46 En el mar descansa la edad: reloj de arena. La tarde es un faro inquieto que hace jirones de papel entre las aguas. Las gaviotas, hojas blancas, vuelven del océano, vuelven de los ajenos litorales que existen de la nada. Yo vengo aquí a saberme inundado por golondrinas. Me arrojo al mar en la botella de mi infancia, amo la sed de los vientos que sopla un caracol, siento en la mirada de agua, la curiosidad del pez espada ante los restos náufragos. Siento las púas de un esquilón que parte en dos mi recuerdo. Rocas estallan de golpe y al retumbe de las olas, en medio de lo que soy, el mar me aguarda, en medio de lo que el es, alguien dejó memoria tiempo atrás. Déjame buscar las huellas de un pasado en tus playas, buscar los peces entre los arrecifes para después echarlos a mis frascos de verdín descolorido por los años. Hoy puedo preguntarte, mar, dónde has llevado mis pensamientos, acaso perecieron en ti, o en las tarrayas de algún pescador de escamas que el viento ha decorado con la flama ardiente del alba. X 46

47 XI Te espero en este litoral, aunque la tarde publique desesperación en mi silencio. Se que vendrán las olas, la espuma cercana me lo dice al oído, se reclama tu sueño de salitre y manglar. Iremos juntos a las dunas arenosas y entre palabras de brisa, cercenarnos corales. La noche nos verá llegar por los espejos bajaremos al mar desde los acantilados, lo sentiremos con las manos. Yo enseñaré a mis labios rotos a volar sobre la piel de los muelles, tú me rechazarás con los besos de la tarde, hasta que oscurezca en el poniente y miraremos otra vez con las imágenes de insomnio, desde el litoral, nuestros mutuos recuerdos. 47

48 ACTA DE CONCESIÓN DEL PREMIO DE POESÍA DEL CONCURSO LITERARIO JUEGOS FLORALES DE ISLA MUJERES 2014 En Isla Mujeres, Quintana Roo, México, siendo el Jueves 13 de Noviembre del 2014, nos hemos reunido los integrantes del jurado calificador del premio de poesía que se otorga en el CONCURSO LITERARIO JUEGOS FLORALES DE ISLA MUJERES 2014, de acuerdo a la convocatoria emitida el día 12 de Junio del 2014, cuya recepción de textos se cerró el día 24 de Octubre del El jurado estuvo formado de la siguiente manera: Nicolás Durán de la Sierra: mexicano (editor, poeta, columnista) Presidente; Angélica Díaz Ceballos Graf: mexicana (Poeta, promotora cultural); Alejandra Flores Valencia: mexicana (editora, promotora cultural, periodista). El jurado declara: Se recibieron un total de 115 trabajos provenientes de todo el país. El jurado se dio a la tarea de dar lectura, hacer riguroso análisis de cada texto y un debate entre los miembros donde sustentamos con argumentos propios del oficio: los valores, aciertos, la construcción, estética, forma, fondo, el uso del lenguaje, y la profundidad de los poemas. El jurado destaca la madurez, consistencia, serenidad y sencillez como valores del trabajo ganador. El jurado otorga por unanimidad el galardón al poeta RUBEN CHAVEZ RUIZ ESPARZA, originario de Aguascalientes, Ags., México, quien participó con el poemas Quien quiera saber lo que acontece a las lluvias en marcha sobre la tierra, vengase a vivir sobre mi techo con el seudónimo Luis Mares, haciéndose merecedor de la cantidad de $20, (veinte mil pesos) como premio único e indivisible. El jurado decidió otorgar dicho reconocimiento a este trabajo por su valor estético de fondo y forma. Por medio de un lenguaje sencillo, con imágenes bellas y poderosas, el autor elabora un discurso contundente, profundo. El trabajo logra gran fluidez de lectura con una cadencia medida al golpe de la respiración, en versos de largo aliento que van encabalgándose para dar unidad a la idea, logrando al paso de los ojos la aparición de una metáfora, una imagen, un estallido de luz o de relámpago, las imágenes de agua, lluvia, se vuelven frescura en el poema, sabores en la boca y en 48

49 la memoria, o en una cama líquida, donde un nombre tiene olor a menta y café o dos seres se tornan cuerpo cantando silabas de agua. Los miembros del jurado desean dejar constancia del gran valor de la mayoría de los textos presentados y felicitan a los participantes. Ha sido una grata sorpresa la nutrida respuesta a esta convocatoria y la indiscutible calidad de los versos, así mismo otorgamos gustosamente las tres menciones honoríficas que nos son permitidas a los siguientes concursantes: MARGARITA GONZALEZ ARELLANO, originaria de Cuernavaca, Morelos, México, quien participó con el trabajo titulado: Otredad Sonora bajo el seudónimo La niña que juega en la banqueta. Referente a este trabajo el jurado ha quedado impactado con la dulzura de las imágenes y metáforas que la poeta logra capturar de manera magistral haciendo referencia a una infancia acompañada de Platero, el célebre burro de la obra Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez. OMAR ORTEGA LOZADA, residente en Cancún, Quintana Roo, México, quien participó con el trabajo titulado Filogenia, bajo el seudónimo de Hojarasca. El jurado encontró en estos poemas un trabajo de corte elegiaco, con aliento sostenido y metáforas bien logradas de tono epistolar. JOSÉ SANTOS AGUILAR AGUILAR, originario de Valladolid, Yucatán, radicado en Cancún, Q. Roo, México, participó con el trabajo titulado: Un lugar entre la brisa y la espuma bajo el seudónimo de Matrioshki. En este poema convergen la vida marítima de la isla y el sentido de la trascendencia humana, el poeta consigue dar, desde la particularidad de Isla Mujeres, un mensaje universal. Nicolás Durán de la Sierra Presidente del Jurado Angélica Díaz Ceballos Graf Norma Alejandra Flores Valencia 49

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