Suzanne Enoch By love undone Serie Familia Bancroft Nro. 1

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1 Suzanne Enoch By love undone Serie Familia Bancroft Nro. 1 -Traducido por: LORENA SOLÍS - Corregido por: GLORIA OCHOA Propiedad Intelectual de Suzanne Enoch. Traducido y corregido sin ánimo de lucro. Prohibido su uso comercial. Género: Histórico Serie: 1º- Los hermanos Bancroft - Enoch Título original: By Love Undone Editorial original: / Julio 1998 ISBN original: La hija del escándalo... Madeliene Willits fue repudiada por la sociedad londinense por un escándalo del que no tuvo culpa alguna, y obligada a buscar un empleo remunerado en el campo. De modo que cuándo Quinlan Bancroft, Marqués de Warefield, llega para dirigir la finca familiar durante la enfermedad de su tío, Maddie está decidida a detestar al aristócrata. Pero, aunque es fácil sentir aversión por el marqués, no puede odiar al hombre que hay dentro de él. El aplomo de Quinlan al enfrentarse al barro, al ganado y al carácter de los aldeanos, le resulta sumamente atractivo. Así que, no es de extrañar, que Maddie no sienta ningún tipo de repulsión cuándo Quinlan la envuelve en un dulce abrazo... Se encuentra con el noble lord... Pillados "in fraganti" por el tío de la adorable joven mientras se besaban, Quinlan se siente en la obligación de compensar el mal que sus actos hayan podido causar y usar su posición para que la señorita Willis sea de nuevo acogida por la sociedad. Por desgracia, pronto se hace evidente que Maddie no tiene idea de cómo enfrentarse a los inoportunos y jóvenes libertinos que la creen madura para el juego amoroso. Pero Maddie sabe que las únicas atenciones que realmente pueden ponerla en peligro son las de un libertino en concreto... porque sólo Quinlan Bancroft posee el poder para romperle el corazón.

2 CAPITULO UNO Las flores amarillo rojizas de los rosales de Lord Penzance, se agitaban perezosamente con la ligera brisa. Cantando en contra punto los petirrojos en los árboles, detrás de ella, Madeleine Willits cortó tres flores perfectas y las dejó caer suavemente en su cesta con lo que se pinchó un dedo. -Maldita sea.- Al mismo tiempo, un estrambótico bramido retumbó desde la ventana de la recamara principal, como un trueno y ella saltó del susto. -Miss Maddie!-grito el ama de llaves frenéticamente. -Dios mío-. Maddie murmuró, dejó caer las tijeras en la cesta, se recogió la falda y corrió a la entrada de la cocina. La señora Hudson abrió la puerta cuándo la alcanzó y Maddie metió la canasta en uno de los regordetes brazos del ama de llaves. -Que pasó?- dijo por encima del hombro, corriendo hacia el pasillo principal, que da a las escaleras. Sirvientes curiosos, se apresuraron a entrar al pasillo, creándole obstáculos que ella esquivaba. - No sé Miss Maddie.- dijo por detrás la señora Hudson - Garrett estaba con él.- -Garrett.- gritó ella. El mayordomo apareció en lo alto de la escalera. Con la cara roja, se limpió los senderos de salsa espesa que corrían por el frente de su abrigo negro. -Fue el periódico. - Protesto. -- Bill Tomkins salió disparado de la recámara principal seguido por un plato de té. -Casi me mata.-dijo el lacayo jadeando, apoyándose en la pared. -No deberían de haber entrado.- dijo Maddie sin simpatía, tratando de recuperar su aliento antes de entrar en la batalla. Se acomodó el chal de sus hombros. -Que se supone que debo hacer mientras él se pone a aullar como un loco?, seguir puliendo las lámparas?.- Exclamo el lacayo estremeciéndose. El mayordomo ríó entre dientes. -Debería de darle las gracias entonces.- Maddie le dio una mirada de advertencia a los sirvientes. Revoloteó la punta de su chal en el umbral de la puerta. -Nos rendimos, Lord Bancroft, los sirvientes han sido vencidos.-

3 Más ruidos se emitían dentro de la recamara, seguido por el sonido sordo de una almohada estrellándose en la pared. -Umm, déjese de disparates y traiga su linda cara aquí, muchacha.- Ordenó la voz irritada de Malcom Bancroft. Maddie entro a la recámara. Los restos de comida, decoraban la pared, mientras las almohadas que habían estado en la cama yacían en el suelo, dejando a Lord Bancroft tendido de espaldas en una maraña de sábanas. -Vaya, vaya, que matanza.- ella chasqueó la lengua. Torpemente, levantó la cabeza con una funesta mirada de ojos oscuros. -Bah.- dijo y se recostó de nuevo. Reprimiendo la risa, Maddie comenzó a recoger las almohadas. -Alguna novedad en el periódico de hoy?.- -Yo no seria tan malditamente inteligente, si fuera usted Maddie. No son noticias que le gustarán a usted tampoco. Maldito pavo relleno.- Rápidamente recolocó las almohadas, para que se sentara. -Veo que se ha apropiado de mi término favorito de la nobleza. El nuevo Rey viene de visita, supongo, voy a tener la plata escondida o pulida? Usted conoce mejor al Rey George que yo.- Como esperaba la mención del Rey George IV, distrajo la intención de su jefe, de lo que fuera que lo estaba molestando. -Rey George el loco, rey George el gordo. Quién sigue Rey George el ciego?.- Maddie se ríó entre dientes. Recobrando el buen humor en su voz dijo. - La realeza es ciegos ante todo, pero no a sus bolsas, de todas maneras.- El señor Bancroft bufó. -Eso lo sé.- con su débil mano izquierda hizo un gesto al papel arrugado que estaba encima de una rebanada de pan tostado. -Y esa dolencia en particular, infecta a casi todos en Inglaterra que aspiran a un titulo. Pásame la carta querida.- Ella obedeció, sacudiendo las migas y resistiéndose a leer por si misma, le dirá lo que dice, siempre lo hacia. Torpemente la pegó al pecho. -Escucha esto Maddie y prepárate.- Malcom se aclaró la garganta y levantó la arrugada carta.

4 -Hermano.- Se detuvo y la miró, obviamente esperando que el significado de esa palabra entrara en su mente. Maddie interiormente sintió una sacudida desagradable, y la última almohada se escurrió de sus dedos. -El duque de Highbarrow finalmente respondió a su carta.- murmuró ella, hundiéndose en el cómodo sillón al lado de la cama. -Han pasado casi mas de quince días desde que le escribió, estaba obligado a responder con el tiempo.- la miró de reojo. -Yo ya me empezaba a preguntar si habría quemado la carta.- Maddie se enderezó. -Le dije que la enviaría.- contestó, preguntándose si sabía lo cerca que estuvo de accidentalmente dejarla caer en la chimenea. -Yo sé que lo hiciste.- le sonrió brevemente y luego volvió la atención a la carta. - Hermano.- empezó de nuevo. -Yo estaba de viaje de negocios en Nueva York, cuándo llegó la noticia de tu enfermedad. Me tuve que sentar a escribir, inmediatamente después de mi regreso al castillo de Highbarrow-. -Tenía razón.- Maddie señaló, cuándo el lord Bancroft hizo una pausa para respirar. Se cansaba tan rápido en estos días. -El siempre usa la palabra castillo, Verdad?- - Aprovechando la oportunidad-. Continuó. -Victoria envía sus deseos para que te recuperes pronto, como realmente sabes no me importa ni lo uno ni lo otro.- -Mi palabra, él es horrible.- Estoy en la siembra de cultivos en el Castillo Highbarrow en este momento. Por otro lado, a pesar de tus errores de juicio pasados, voy hacer un esfuerzo y te voy a mandar llamar a Langley Hall.- -Por supuesto.- Maddie y el lord Bancroft asintieron al unísono. Todo lo que ella sabía del duque era su monumental arrogancia y su estrechez de miras. Maddie dejó escapar su aliento en silencio en señal de alivio. Él no iba a venir. - Entonces, eso es todo.- dijo ella levantándose. -Apenas lo suficiente para justificar que me haya asustado de muerte, es su culpa.- se detuvo y le dijo -esa es la buena noticia, me temo.- Poco a poco Maddie volvió a sentarse. -Oh.- -Ahora por favor mantenga la calma.- Ella asintió con la cabeza. -Así como usted lo hizo.- ella bromeó. -Shh, Sin embargo.- repuso él. -Hacer crecer lo cultivos en Langley es de suma importancia, he hablado con Quinlan, él ha estado de acuerdo en hacer el viaje a

5 Somerset, para supervisar la siembra y para atender la finca durante tu recuperación, llegará inmediatamente después de esta carta, el quince de este mes. Tuyo Lewis.- Maddie miró por la ventana. La hermosa mañana de primavera, la primera sin lluvia en tres días, se convirtió en un desastre. Peor que desastre. Ella respiró profundamente. - Supongo que Su Gracia se refiere a Quinlan Ulysses Bancroft? Su jefe asintió con la cabeza, un gesto de simpatía tocó su rostro demacrado. -Me temo que si. El Marqués de Warefield en persona.- Maddie se aclaró la Garganta. -Ya veo.- Él extendió la mano y le apretó los dedos. -Estoy terriblemente apenado, querida, Tu estás familiarizada con él, supongo? Ella negó con la cabeza. Afortunadamente no. -Creo que él estaba en España durante mi visita a Londres. Si se puede llamar así. Maddie frunció el ceño ante el recuerdo. -No fue tu culpa mi niña.- Malcom la calmó. Ella lo miró con cariño, pensando quién estaba reconfortando a quién. -Usted es el único que piensa eso. Ninguno de ellos, ni uno, vió nada, pero ese estúpido beso y ese estúpido hombre tratando de meter la mano bajo mi vestido. No les importó que yo no quisiera nada con él o con ese canalla de Spencer. Y no quiero tener nada que ver con la sociedad de Londres, nunca más.- -Bueno Quilian no está ahí, así que no te preocupes. Él no dirá nada, de todos modos no sería cortés, ya sabes.- -No estoy preocupada.- Maddie se enderezó, tirando los dedos de su reconfortante agarre. Ni soy tan débil de corazón. Lord Bancroft.- Él se ríó entre dientes. -Nunca he dicho que lo seas.- -Simplemente estoy molesta.- Lista para ponerse a gritar sería más cerca de la verdad, pero ella ya tenía el presentimiento que los días de paz se iban a acabar. Desde el momento en que la carta fue enviada a Highbarrow, alguien tenía que contestarla. Aunque ella no conocía al marqués, sabía de él. Quilian Ulysses Bancroft era uno de la ton, el favorito del nuevo Rey, el más azul de los de sangre azul, la personificación del decoro y dignidad. Ella lo odiaba sin haberlo visto jamás a su mimado, malcriado y autosuficiente rostro. Él era uno de ellos.

6 Nobleza podría ser que así los llamara la sociedad, pero desde su experiencia, la palabra nada tenía que ver con sus personajes. -Pensé que había informado a su gracia que alguien atiende Langley durante su enfermedad.- -No esperas que él se haga cargo de esto, verdad?. -Él es el dueño de Langley Hall, querida, yo solo, la manejo por él. Y tomará las medidas que sean necesarias para preservarla con o sin mi consentimiento. Tu sabes eso.- Ella suspiró. --Si lo sé, aun así, le podrían haber preguntado si quería ayuda antes de ser impuesto su hijo ante usted.- Inesperadamente el lord Bancroft se rio de nuevo, dando color a sus pálidas mejillas. -No creo que Quilian se deje imponer a nadie.- -Que noble debe ser.- dijo Maddie sin entusiasmo. Su jefe entrecerró los ojos, la sospecha tocó su cara. -Solo recuerda querida, entre menos problemas haya mas corta y menos dolorosa será su visita.- Un destello de culpa le recorrió, después de todo, éste era el sobrino de lord Bancroft, y habían pasado por lo menos cuatro años desde la última vez que se vieron. Aunque ella lo detestara y al resto de la maldita aristocracia, ella sabía también como Malcom lo que era estar separado de la familia. Así que por poco que le gustarla que Warefield viniera, no tenía la intención de patalear y hacer una rabieta. No delante de su jefe, de todos modos. -Me comportaré.- le aseguró ella. No tengo ninguna duda de que lo harás.- sonrió él. --Mientras él lo haga.- Maddie agregó- -El lo hará, ya te lo dije, es el epítome de las buenas costumbres.- -Prefiero quedarme sin palabras, que fijar mis ojos en su ilustrísima presencia.- -Maddie.- Advirtió Bancroft con una leve sonrisa. Él mismo se puso erguido, gruñendo por el esfuerzo, aún obstaculizado el movimiento de sus piernas. -Mejor hay que mandar a la señora Iddings hasta el pueblo para que corra la voz.- -Para que así la gente del pueblo pueda huir a las colinas?.- -Nuestros vecinos nunca me lo perdonarían, si no les avisamos que el marqués de Warefield va llegar a Langley. Es tan raro que alguien con titulo real aparezca por Somerset como que un camello pase por una aguja.-

7 Ella suspiró. -Estarán fuera de si por la emoción. Me atrevería a decir que no sé como voy a contener mis emociones, yo misma.- -Tratarás, verdad?.- Maddie sonrió.- Por supuesto. Pero sólo por usted.- El la miró con cariño, con una comprensión que ni su propio padre había tenido con ella. -Gracias.- -No hay de que.- se puso de pie. -Voy a poner un poco de té.- -Y tartas de durazno, si no te importa. Mi almuerzo parece haber sufrido un accidente.- Ella lo miró por encima del hombro y se echó a reír, divertida. -Que suerte que tengo algunos dulces en la alacena. No?.- -Bah.- Maddie después de haber informado a la señora Iddings de la inminente llegada del marqués de Warefield y luego de haber enviado al cocinero hasta Harthgrove para comprar verduras y regar los chismes, remplazó el almuerzo del lord Bancroft. Maddie escapó al cobertizo del jardín, donde ella podía maldecir y patalear sin ser escuchada. - Estúpidos nobles, siempre mostrándose donde no los quieren o necesitan.- -Madeleine? -Maldición.- murmuro Maddie, sacándose las manos contra la pelliza. -Aquí, señora Fowler.- ella dijo Ella había esperado que llegaran a preguntar los vecinos hasta la mañana siguiente. Al parecer la señora Iddings era incluso más eficiente de lo que el lord Bancroft previera. Suavizó su expresión de molestia y salió del cobertizo. -Ahí estas Maddie.- Jane Fowler llevaba su vestido favorito de visita, sin duda con la intención de llevar las noticias a todos los hogares a lo largo de la calle, una vez que le sacara todo a Maddie. -Buenas tardes.-

8 -Ya lo creo.- la señora suspiró feliz, con las mejillas con hoyuelos. Arrancó una hoja del pelo de Maddie.- He oído decir que vamos a tener un invitado importante en Somerset. Estoy fuera de mi.- -Oh, bueno, usted - -Dios mío.- continuó la señora, aplaudiendo con las manos. -Un Marqués.- Ella se inclino hacia adelante y bajo la voz, aunque no había nadie cerca para oírlas a excepción de los pájaros. He oído que es muy guapo, y que gana veinte mil al año. Te imaginas? Veinte mil libras al año.- Asombrada por su falta de sentido común, asintió con la cabeza y empezó a regresar a la casa con ritmo acelerado, ya era bastante malo tener a Warefield en casa, como también tener que hablar de él. -Usted parece saber mucho sobre él, señora Fowler. -La señora Beauchamp es la que sabe, su primo es el Barón Montesse, tú sabes.- -Si he oído.- sin fin y repetidamente. -Cuanto tiempo se va a quedar en Langley?.- -Realmente no sé, la temporada empieza pronto, yo creo que no mucho.- La señora Fowler suspiró con reverencia. -Ah si la temporada.- Al ver la cara de adoración en su cara a Maddie le dieron ganas de reír. -Les ha dado a Lidia y a Sally la noticia? -Ellas fueron las que me dijeron a mi, esas buenas chicas, Lidia se ha vuelto muy buena con el pianoforte, ya sabes.- -Si me d - -Oh yo sé que Sally todavía no esta en edad todavía, pero ya tiene diecisiete, Aquí en el condado, tan lejos de Londres. Lord Warefield no puede esperar que sigamos las mismas estrictas reglas, no te parece?.- -Claro que no.- ella convino, escondiendo una sonrisa socarrona. Si había algo que pudiera acortar la visita de Warefield eso serian las chicas Fowler. -Maravillosos, maravilloso.- continuó la señora a su lado, pero se detuvo y levantó el pañuelo a su boca, sin poder sofocar un vendaval de risitas. -Yo acabo de pensar una cosa.- Maddie a regañadientes detuvo su huida. -Y que puede ser?.-

9 -Voy hablar con el señor Fowler y vamos a celebrar un baile en honor de Lord Warefield. No sería eso espectacular? Y voy a invitar a todos, a todo el mundo, pero no a los Dardinales.. Esa señorita Dardinales es completamente inaceptable.- Por coincidencia la señorita Patricia Dardinales era la jovencita más bonita de pueblo. -No debe de importar pensar en una chica mas, Señora Fowler, he oído cantar a Lidia ha mejorado mucho con respecto del año pasado. Creo que no hay mejor cosa para convencer el interés de un caballero, que una canción bien cantada.- La señora Fowler aferró el brazo de Maddie.- Gracias, querida. Y vendrás también tu. Que haría lord Bancroft sin ti, a menos que el Marqués, decida hacerse cargo de él, claro. Que noble de él.- Maddie frunció el ceño. ella no había considerado eso. No tenía mucho sentido que un entrometido noble, pudiera pensar que era una mujer incapaz de realizar sus funciones. Ella había estado con él en los últimos cuatro años. -Si muy noble, por cierto.- Por cuarenta y siete veces, Quinlan Ulysses Bancroft perdió la concentración del libro de Ivanhoe. Lo dejó caer en el asiento de cuero negro a su lado. Sujetando el sombrero con una mano, se asomó por la ventana. -Realmente Claymore, debemos hacer un censo de cada charco en que caiga la rueda de aquí a Somerset?.- La cara del mozo de cuadra apareció en la esquina superior del sillón.- Lo siento milord.- dijo y desapareció de nuevo. -Si no le importa que le diga.- su voz retrocedía. -Yo pienso que el Rey George no ha pasado por estos caminos en los últimos tiempos.- Quin se sentó y reanudó su lectura, hasta que otro golpe fuerte lo sacudió por los cojines. -Suertudo George.- murmuró. De mala gana dejó el libro de nuevo y estiró sus largas piernas para descansarlas en el asiento de enfrente. Con un suspiro se acomodó para ver el sur del condado de Somerset pasar por la ventana. Por lo menos el tiempo se había puesto agradable y el verde cubría las cubiertas de los árboles, el campo olía más a prados que a ganado. El Marqués sacó su reloj de bolsillo del chaleco y lo miró. Él estimaba que en otros veinte minutos deberían de estar en Langley Hall. Tres malditos días en un coche, con una buena montura atada atrás, podría haber dejado su equipaje e irse a caballo a Langley en la mitad del tiempo, salvo que el duque, su padre, había escrito para indicar que llegaría el día quince. El tío Malcom, sin duda, supondría su precipitada llegada como una amenaza contra la gestión de Langley. Lo que no quería era avivar más el antagonismo entre Lewis y

10 Malcom Bancroft. Así que él no quiso, en virtud de la circunstancias, llegar antes del día quince. Por poco que le gustara la idea de ser el cordero sacrificado de su padre, los siete años de silencio de los hermanos, desde hace mucho tiempo era tema de bromas y chismes en los círculos de la alta sociedad en Londres. tío Malcom había sido siempre su favorito e incluso si eso significaba pasar tiempo en la villa, él intentó hacer que las malditas burlas finalmente se acallaran. Le parecía miserable establecer un precedente ante el resto de la nobleza. Con suerte él debería de ser capaz de organizar los libros de Langley y recoger la cosecha dándole pocas molestias a su tío y así favorecer las paces con su hermano, que esperaba que su gracia fuera más susceptible con todo el mundo en general. Y si los acontecimientos ocurrían en buenas condiciones, incluso tendría tiempo para volver a Warefield durante unas pocas semanas antes de que comenzara la temporada. Señor sabía que, el próximo verano tendría poco tiempo para el mismo. Una vez que llegara a Londres, su primera tarea sería hacer los arreglos de boda y el resto de los compromisos sociables que se producirían como consecuencia de eso. Quin se estiro bostezando, Eloísa había dejado más pistas de lo habitual en sus cartas y su comprensión para formalizar. Por lo menos el matrimonio parecía ser bastante indoloro, así que cuánto antes mejor. El duque se quejaba, de que sus nietos tenían que crecer bajo su tutela, como si el necesitara otro motivo para bramar. -Milord.- Claymore llamó desde el pescante. -Langley yo creo.- Quin pasó su mirada al frente de la ventana, extendiéndose en la parte superior por encima se veía un pintoresco jardín de flores silvestres y un pequeño claro del bosque, Langley Hall con colores rosa y blanco bajo el cielo del medio día. Apenas más grande que una casa de campo, para los estándares de Londres, la finca ofrecía uno de los mejores lugares para pescar. -Voy a hacer un guiso de ti, maldita bestia.- Un cerdo gigantesco de color crema chillón corrió a toda velocidad por la carretera. Un agricultor seguido por otro hombre y una mujer de rostro colorado, todos blandiendo horcas y rastrillos, dirigiéndose a toda velocidad detrás del animal. El alto carruaje se deslizó a un lado, casi cayendo por unos setos espinosos que bordeaban el camino. -Whoa, muchachos.- Claymore bramó, mientras Quin se estrellaba contra una pared del carro y perdía su sombrero en el suelo. -Disculpas milord.- dijo el mozo,- maldita gente de campo, no tiene modales en absoluto.-

11 El Marqués se inclinó y sacó su sombrero. -Espléndido.- suspiró, desempolvándolo y poniéndoselo. -Campesinos, maldita sea.-

12 CAPITULO DOS Él está aquí!, él está aquí!.- Maddie brincó ante el grito de entusiasmo de la ayudante de cocina, con las malas noticias. El marqués llego justo a la hora indicada, sin duda consideraba de mala educación llegar tarde, ella hubiera esperado que él se retrasara. Quería correr a la ventana más cercana y ver por si misma, aunque solo fuera para confirmar que la pesadilla comenzaba. Pero ella había visto cientos de carros anteriormente y más. Y el buen Dios sabía que no valía dejarlos boquiabiertos, de hecho no valían nada.. Tenazmente terminó de coser el ala del sombrero amarillo del año pasado. Con un poco de suerte, sería su último verano, de todos modos. Por necesidad sus habilidades con la costura habían mejorado con los últimos años, pero ella misma se sorprendió cuando lo vio terminado, y ver que los arreglos estaban muy bien hechos. Él está aquí miss Maddie! venga pronto!.- exclamó la señora Hodges. -Ya se Ya se,.- dijo ella, aunque dudaba que Bill Tomkins o el ama de llaves la hubieran oído mientras se apresuraban a la puerta del salón de mañana. Soplando el aliento, puso el sombrero a un lado y fue a reunirse con los demás. -Oh, miren eso señora Hopkins, que fino carruaje.- dijo Tomkins, se estiró a lo alto del marco de la ventana del hall, sobre las cabezas de los demás sirvientes. Me juraría que ni el mismo rey tiene uno tan fino. Incluso el habitualmente impasible Garret tenía inquietud. Su mirada viajó desde la ventana para el reloj de pared y viceversa, como si estuviera tratando de juzgar el momento preciso en que debía abrir la puerta, para lograr mayor efecto. -No te preocupes Garrett.- Dijo Maddie alentándolo. Me imagino que el Marqués aúlla de vez en cuando pero no creo que muerda.- Garret la miró desconcertado -Usted puede estar segura de eso, pero usted nunca ha conocido al resto de los Bancroft. No tengo la intención de dar un paso en falso con Lord Warefield presente.- -Oh por favor. La única diferencia entre un noble y un pobre es que uno puede darse el lujo de ser grosero y el otro no.-

13 Con las miradas y comentarios molestos de desaprobación que le dieron, ninguno de los sirvientes estaba particularmente interesado en escuchar sus reflexiones sobre el tema. Maddie puso lo ojos en blanco y a propósito se quedó atrás de la multitud emocionada que veía por la ventana. Ellos muy pronto se darían cuenta de que su héroe era un exceso de adoración imaginaria. El estruendo de los cascos se acercaba, con el acompañamiento del ruido chirriante del gran carruaje. Garret tiró una vez más de su abrigo, asintió con la cabeza a los criados reunidos y abrió las puertas dobles de la entrada. La procesión de sirvientes de Langley, tirando de sus corbatas y lazos para enderezar los delantales, se acomodaron en fila a un lado y otro de la acera. Tras ellos, Maddie salió del pórtico, en la parte estrecha, en la que pudiera ver pero que no fuera tan obvia. El carruaje rodó por el camino de piedra triturada, era enorme y negro con el escudo de Warefield estampado en la cresta de color amarillo y rojo en el panel de la puerta. Un cuarteto de excelentes caballos negros castrados se pararon delante de los impacientes sirvientes, mirando embobados, un sorprendente zaino de caza, atado en la parte trasera del vehículo. Maddie resopló. El pomposo patán había llevado incluso su propia cabalgadura, como si el contenido de los establos de Langley no fuera suficientemente bueno para él. Antes de que Tomkins llegara a la puerta del carro, un criado de librea se bajó del pescante del lado del conductor y con eficiencia bajó los escalones escondidos y luego con una reverencia dio un paso atrás. Una pierna elegante, enfundada en una brillante bota de cuero negro Hessian, surgió del oscuro carro, la secundó la otra revelando unos muslos musculosos moldeados en unos pantalones de piel de ante color beige. La escéptica mirada de Maddie se posó en un abrigo gris, una chaleco azul que cubría un amplio pecho, una corbata impecable blanca como la nieve, Los blancos guantes de un lacayo sostenían un bastón con punta de caoba pulida con incrustaciones de marfil. El Marqués miró hacia abajo mientras bajaba del coche, con un sombrero de castor color azul ladeado fijado sobre el pelo ondulado de un rico color miel, oscureciendo su rostro. Bufón.- murmuró, sin dejarse impresionar. Clubes de esgrima y salas de boxeo podrían mantenerlo delgado y atlético, pero no pondrían mejorar una nariz bulbosa o los dientes torcidos, o disfrazar las marcas de una disipación ociosa. Él finalmente alzó la vista, dos pares de estanques verdes jade cómo el bosque después de la lluvia, se posaron sobre los sirvientes excitados y las paredes rojas de Langley Hall. Los ojos de Maddie vieron la finamente cincelada nariz completamente carente de deformidades y una mandíbula fuerte y magra. Los labios que podían inquietar el corazón de cualquier doncella, murmuraron algo al lacayo, quien inmediatamente le entregó el bastón y le indicó a los ansiosos lacayos de Langley que comenzaran a bajar el equipaje del carro.

14 Entonces Lord Warefield caminó hacia adelante para conocer a los sirvientes de Langley. La señora Hodges le dedicó una profunda reverencia. Bienvenido a Langley, milord.- dijo ella, sus mejillas regordetas rojas por la excitación y nerviosismo. Yo soy la señora Hodges, el ama de llaves.- Buenas tardes.- con un ligero movimiento de cabeza la despidió, pasando por la fila. Los ojos de jade apenas les dieron una mirada a cada sirviente. Buenas tardes. Saludos. Encantado.- cada uno siguiendo la procesión, dirigiéndose con pasos poco profundos. El marqués llegó al pórtico y su mirada pasó por la joven Ruth, la señora Iddings y luego se posó en Maddie. Por un instante la miró a los ojos e hizo una pausa. Su progresivo avance se detuvo. Rápidamente ella se sorprendió y lo reverenció, bajando los ojos. Cuando ella se atrevió a mirar de nuevo, él ya había pasado, entregándole el bastón y el sombrero al mayordomo. Ella ya sabía que seria ignorada, por lo que se sorprendió por la fuerza de su molestia en su irresistible mirada y su despido rápido. -Y como está después de tanto tiempo, Garret?.- dijo el Marqués, dejando caer los guantes uno a uno en el sombrero, poniendo atención en la decoración de la sala. Sin duda la encontró a gusto de su tío vulgar y rustico. Muy bien milord, gracias. Voy a mostrarle su recámara o prefi - -Prefiero ver a mi tío.- Lord Warefield lo interrumpió. Sírvase dirigir mi equipaje a mis aposentos. Mi ayudante viene a corta distancia con el resto de mis cosas.- Maddie lo miró con incredulidad. habían descargado ya el equipaje, suficiente para todo el verano, si algo más llegaba, tendría que creer que establecería su residencia permanentemente. Muy bien, milord..- Garret miró a Maddie y dió un paso adelante. -Yo lo llevaré con el señor Bancroft, si le parece.- dijo recordándose a si misma que había prometido comportarse. Warefield se volvió para mirarla, con una ceja ligeramente arqueada y luego inclinó la cabeza. Con un elegante gesto de sus largos dedos, el Marqués le indico que le precediera. -Si por favor.- Ella pasó delante del ancho pasillo, seguida por el golpeteo de sus botas contra el suelo de madera, después una curva para subir las escaleras. Tratando de no correr o tropezar para no llamar mucho la atención. Maddie agarró el barandal de caoba lisa y mantuvo los ojos delante de las escaleras. Entre menos revuelo ella hiciera, menor seria la atención del Marqués hacia ella.

15 Sin embargo, ella no esperaba que fuera tan agresivamente guapo, que no podía dejar de mirarlo. De alguna manera eso hizo más irritante su visita. En los últimos años, ella tenía la visión de todos los nobles ingleses como gordos, con ojos de cerdo, y pomposos dandis. El Marqués no era ni remotamente gordo, ni con ojos de cerdo y aunque su atuendo era sin duda, la ultima moda, ciertamente no podría afirmar que fuera un dandi. Los dandis eran un poco menos bien vistos. Pero a juzgar por su altivo sañudo, sus recuerdos de inflados auto importantes londinenses eran bastante precisos. Ella sostuvo aquel pensamiento mientras continuaba subiendo al segundo piso. - Eres la enfermera de mi tío? - Yo soy su acompañante.- le corrigió, manteniendo sus ojos al frente, al llegar a la parte superior de las escaleras. El silencio siguió a su observación, tardíamente te dio cuenta de que esperaba las palabras milord. Ella frunció el ceño a su estúpida omisión. -Y como llegaste a esta posición? - La curiosidad sonó en su educada voz y ella apretó la mandíbula. -Solicité para ella, milord.- -Ya veo.- Maddie quiso discutir, porque obviamente él no lo veía. Por su tono, él pensó que seria la amante de señor Bancroft o algo escandaloso, pero ella no quería prolongar la conversación corrigiéndole de su estúpido error. No tenía por qué entrometerse en sus asuntos, de todos modos. La puerta de la alcoba se situó al frente de ella. Apretando los dientes, mantuvo un estricto control sobre su temperamento peleonero. Ella estaba a punto de librarse del Marqués, por ahora. -Como te voy a llamar entonces?.- Su voz sonaba profunda con aire satisfecho y divertido. Maddie vaciló, pero como Warefield andaba por tan elevados círculos sociales, no tenía por qué reconocer su nombre. -Soy Miss Willits, milord. -Usted sabe, Miss Willits, que no se considera inadecuado mirar de frente a las personas mientras conversan con ellas.- señaló. Maddie parpadeó. Como se atrevía? Vergüenza, mortificación y furia se dispararon a través de su rostro. Ella se ahogaría en cortesía si eso era lo que se necesitaba. Ahogando un gruñido furioso bajo una sonrisa, se giró cerca de la puerta. Mis disculpas, milord. Ella tendió la mano hacia la habitación. El señor Bancroft, milord. Cuando ella

16 lo miró, su sorpresiva mirada la atrapó. El abrió la boca para responder, pero sus piernas dieron un movimiento rápido y furioso y salió hacia las escaleras. --Si me disculpa, milord. Quin miró a la llamada dama de compañía de su tío, con su forma esbelta desaparecer por las escaleras en un borrón de muselina rosa y blanco. --Por supuesto.- respondió distraídamente. --Quilian Ulysses Bancroft, bienvenido a Langley Hall.- Quin se sacudió y volteó hacia la habitación de su tío. --Tío Malcom, gracias.- Con una sonrisa entró a la habitación, tendido en la colorida variedad de medicinas en la mesa junto a la cama y la pila de libros, tarjetas y piezas de ajedrez. Flores frescas, situadas debajo de una ventana abierta, se agitaban suavemente con la brisa fresca de primavera. Malcom propiamente sentado en una pila de almohadas con el rostro pálido y delgado. Aun así sus negros ojos brillaban mientras sonreía. --Te ves esplendido, mi muchacho.- Quin esbozó una reverencia. --Como sabes. Por la descripción de mi padre, esperaba que descansaras ya en un ataúd. Te ves muy bien tengo que decir. --Sin duda espera mi muerte Lewis. -- Su tío señaló la silla junto a la cama. --Como te fue de viaje?.- Negándose a tomar la carnada y discutir sobre las cavilaciones privadas de su padre, Quin tom asiento. --Absolutamente sin incidentes, gracias.- Malcom negó con la cabeza y le agitó un dedo con energía a su pariente joven. --Nada de eso, muchacho. Tú descubrirás que me he convertido en chisme regular estos días. Tienes que decirme quien ha pasado por el camino. Que tipo de clima has encontrado? Y como es que tú has sido apartado de Warefield antes de la temporada.- Por un momento Quin miró a su tío. Malcom había sido previamente conocido por su tenaz independencia más que por su excentricidad, pero el duque se lo había mencionado varias veces, no sabía si la apoplejía podría haber hecho daño en sus capacidades cognitivas. --Muy bien, no fue en absoluto desconcertante venir a visitarte, tío. Ha pasado mucho tiempo de hecho. El sol brillaba periódicamente, aunque llovió a veces, me crucé con dos carros de leche y uno de correo, cinco carros de agricultores y hace unos minutos un cerdo escapando en solitario con varias personas enojadas persiguiéndolo.- Malcom golpeó la cama, las comisuras de sus ojos se arrugaron cuando río. La acción lo dejó sin aliento y pasó un momento antes de que pudiera hablar. --Esa seria la infame Señorita Marguerita.- dijo,por fin. Tengo que decirle a Maddie.-

17 --Maddie?.- --Miss Willits, la haz conocido ya?.- Quin asintió con el cabeza, todavía sorprendido con su reacción inicial, inusitadamente caliente reacción, cuando había puesto sus ojos en ella. --Si ya. Ella es - --Adorable, verdad? Ha sido una tabla de salvación. Yo pensé que iba ha estar aquí.- --Ella estuvo.- Al parecer, su hipótesis sobre el lugar que tenía Miss Willits en la casa de su tío, había sido correcta. --Y si, ella es bastante atractiva. Un poco única en sus modales, quizás. Pero creo que ninguno de ustedes está contento de tenerme aquí.- Otra vez su tío sonrío. --Algunos más que otros.- Quin alzó una ceja, sorprendido de encontrar a Malcom de tan buen humor. --Bueno pues muchas gracias tío.- --Disculpe señor Bancroft, milord.- Quin miró hacia arriba. La señorita Willits estaba en la puerta. El sonrojado color de sus mejillas y la inclinación de su barbilla hicieron evidente que había escuchado su comentario. --Si Maddie?.- Ella se quedó en la puerta, sus ojos de color gris claro lo evitaban. Sangre irlandesa, Quin decidió con admiración, Viendo su figura alta y delgada y cabello castaño rizado, la apreció más lentamente. Por suposición, el cabello si estuviera suelto llegaría hasta la cintura, muy largo para la osada moda de rizos cortos de Londres. Nada era más excitante que una mujer con cabellos largos y rizados. Su tío tenía un gusto espléndido en amantes. Exquisito gusto, como la rapidez de su pulso lo indicaba. --Señor Bancroft, aparentemente el equipaje de Lord Warefield, es muy sustancial para el cuarto del ala este.- dijo con frialdad. --Si no es muy atrevido de mi parte, tal vez su señoría pueda desear que algunas de sus cosas se trasladen a la planta alta en la sala de estar, de modo que pueda usarla como oficina durante su estancia, sobre todo si tiene la necesidad de un espacio para la escritura y la lectura.- Sus sensuales y carnosos labios se quedaron en una línea dura y recta, Y la curiosidad y el interés de él subieron otro nivel. Al parecer ella tenía temperamento. Él había corregido su conducta y ahora ella estaba enojada con él por eso.

18 --No tengo deseos de entrometerme.- el ofreció fácilmente, viendo como sus hermosos ojos instantáneamente se posaron en su dirección y luego los retiró. --Soy capaz de leer y escribir en la biblioteca.- --Tonterías. Esa es una esplendida idea, querida.- --Yo me encargo de eso.- Con una profunda y formal reverencia ella dejó la puerta. Quin regreso su atención a Malcom. --Quiero asegurarte tío, que estoy aquí, solo para tener la certeza de que Langley funciona perfectamente hasta que estés recuperado. Padre no tiene intención en intervenir con tu personal ni contigo.- Y él hizo un gesto en dirección a donde la señorita Willits había desaparecido. Malcom quitó el libro que estaba sobre sus piernas. --Cielos no. Nunca pensé que lo fuera hacer, no sería adecuado, tu sabes y créeme soy consciente de que el primer objetivo del titulo Bancroft es ser adecuado en todo momento.- Quin frunció el ceño. -- Eso no es justo, un - -- Aunque una vez que halla muerto, sin duda tu o Rafe tendrán Langley.- --Rafe tendrá mucha suerte si consigue un mueble, y créeme todo sigue siendo de su gracia.-- Con una leve sonrisa, Quin se recargó de nuevo en la silla. Él hace que todo el mundo lo sepa, y es muy tarde para que cambie. Si por mí fuera, Langley hubiera sido traspasado a ti hace mucho tiempo.- Su tío lo miro. --No es mucho para tus estándares, me imagino, pero tiene sus atracciones.- --No hay duda.- Miss Willits parecía ser el primero de ellos. Se puso de pie para marcharse. --Me voy a acomodar, a menos que tengas una idea diferente, yo pensaba en comenzar con los libros esta tarde y hacer un recorrido por los campos en la mañana. Si el tiempo lo permite que parece probable, no veo ninguna razón para no obtener trigo y cebada en forma inmediata.- --No tiene sentido perder el tiempo.- Su tío asintió...maddie sabe donde está todo.- Quin asintió y se volvió hacia la puerta. --Muy bien.- --Y, Quinlan?.- Él miró hacia atrás. --Si?.- --Ten cuidado con Maddie. Ella es más de lo que se merece, que un viejo bufón como yo.-

19 Ósea que ya había sido advertido. Era fácil ver por qué. En su estado de incapacidad, no había duda que Malcom se había mantenido ocupado. Si su hermano hubiera sido enviado a Langley, Rafael probablemente habría estado más dispuesto a ocupar el lugar del inválido, como por así decirlo. Incluso para Quin, la idea era intrigante. --Voy a tener extremo cuidado, tío.- Quin caminaba por el largo pasillo de retratos alineados del ala este. Antes de la absurda pelea entre Malcom y Lewis, él había pasado muchos veranos en Langley y siempre la había considerado con sus vigas de madera de generosa altura, y amplias ventanas, con mucho afecto. La sala parecía más pequeña de lo que recordaba, pero claro él había ganado más de un pie de altura y dos décadas de experiencia desde su última visita. Hizo una pausa para mirar por una de las ventanas que daba a la laguna y el claro del bosque más allá. A simple vista Langley parecía estar bastante bien organizada, pero no esperaba profundizar en el caos que se ha debido de convertir la contabilidad en las últimas semanas. Quin suspiró. --Milord? Sorprendido, él se dio la vuelta. Miss Willits y otro sirviente de pie en el pasillo detrás de él, al parecer se materializó de la nada.--si?.- --Esta usted perdido, milord?.- --No, no lo estoy.- sonrió. --Pero gracias por su preocupación.- Maddie asintió con la cabeza, luego hizo un gesto a su acompañante. La mujer mayor, sin embargo, se sonrojó y retrocedió varios pasos. Con una mirada exasperada, Miss Willits lo miró de nuevo. --Mis más sinceras disculpas por molestarlo, milord, pero la señora Iddings, la cocinera, desea averiguar si usted tiene preferencias culinarias en particular o algo que no le agrade, no hubo tiempo de preguntar al cocinero de Warefield, milord, y creo que hay que estar informado de la delicada constitución de la nobleza.- --Oh.- asintió con la cabeza, lo que él esperaba fuera de forma agradable. --Por supuesto. Gracias otra vez.- Ahora estaba completamente convencido, por alguna razón, la señorita Willits sentía un fuerte desagrado hacia él. --Si, milord?.- Quin se aclaró la garganta. --Bueno, no me gusta la morcilla.- el comenzó notando que la señora Iddings mantenía su corpulento cuerpo detrás de la señorita Willits, mientras que ella no se había movido nada. No teniendo miedo de él, entonces le sonrió en un intento

20 de aplacarla. --Y me gusta el faisán asado. Con todo, no soy muy especial, a pesar de los rumores que indican lo contrario.- Maddie asintió con frialdad, sin rastro de una sonrisa en sus ojos grises. --Me complace oírle decir eso, milord.- Ella se volvió hacia su acompañante. --Eso le ayuda señora Iddings?.- Ella preguntó en un tono mucho más cálido. La cocinera hizo una reverencia. - -Si lo hace, gracias señorita Maddie.- Ella se sonrojó de nuevo y se inclinó en dirección del Marqués. Gracias, será un placer-gracias Dios lo bendiga, milord.- La señora Iddings vaciló y luego se alejó por el pasillo. --Gracias.- le dijo Quin a su espalda, aunque no creía que ella le hubiera escuchado, bajando por las escaleras de servicio. Los criados en Langley parecían todos muy extraños. El volvió a mirar a la señorita Willits, y se la encontró mirándolo. Se borró por completo la expresión de su cara e hizo una reverencia cortés. --Gracias, milord.- Antes de que pudiera huir de nuevo, el dió un paso adelante. --Mi tío me dijo que me enseñaría donde estan los libros de cuentas, Señorita Willits.- sugirió. Tiene un momento para hacer eso?.- --Yo pensé, milord que usted había dicho que no estaba perdido.- --Se exactamente donde estoy. Yo simplemente no se donde mantiene mi tío los libros de contabilidad, en estos días.- --Muy bien, milord.- respondió ella suavemente girando con un remolino de muselina rosa de su falda. Se detuvo al frente de la escalera y mordazmente lo encaró de nuevo, -- Si le complace, por aquí, milord.- Quin asintió con la cabeza y la siguió por las escaleras. --Cuanto tiempo ha sido la acompañante de mi tío, señorita Willits?.- Ella se detuvo tan de repente que casi tropezó con ella, Quin echó una mano para recuperar el equilibrio, cuando ella volteó en la empinada escalera para encararlo. Sus dedos rozaron ligeramente su mejilla, y ella dio un respingo hacia el barandal. Tomó un poco de aire y se alisó la falda. --Cuatro años, milord.- Antes de que él pudiera pedir perdón o incluso abrir la boca, ella ya había dado la vuelta y comenzó a bajar las escaleras de nuevo. Dividido entre la alarma y la diversión, Quin continuó después de ella. --Cuatro años?.- el repitió. --Cuantos años tiene, Miss Willits?.- Como ella se detuvo y giró para mirarlo de nuevo, él se agarró de la barandilla y dio un paso atrás. Tengo veintitres años, milord.- Su tono cortes, no ocultaba el brillo casi furioso de sus ojos.

21 Antes de que ella pudiera comenzar a girarse otra vez, Quin puso su mano en el brazo de ella. --Si prefiere, señorita - Ella palideció y se apartó. --No -Una genuina consternación llenó los ojos de ella. El rápidamente bajó la mano, la curiosidad y la sorpresa ardieron en él, así como el color de las delicadas mejillas de pómulos altos de ella. Miss Maddie era la amante más decorosa que él nunca había visto. --Por supuesto, mis disculpas, yo solo quería saber si realiza esta inusual danza en las escaleras con todos los huéspedes de Langley.- Ella se mordió los labios, antes de alzar la barbilla, desafiándolo de nuevo. --Solo con los que me han ordenado que les vea la cara cuando les hablo, milord.- --Yo no te ordene bueno, a lo mejor lo hice, pero ciertamente no significa que te pongas en riesgo de romperte el cuello cada vez que te hago una pregunta.- Ella lo miró, expectante por un momento. --Perdóneme, milord.- Se atrevió a decir al fin. Pero ahora estoy perdida de cómo proceder.- Quin frunció el ceño a la mitad, invadido por el turbio sentimiento de que había perdido una clase de raro combate. --Por favor, prosiga por las escaleras, señorita Willits.- --Por supuesto, milord.- Quin siguió a su escolta a una oficina pequeña y ordenada, escondida en la lejana esquina de la mansión. La señorita Willits fue al escritorio que estaba debajo de unas ventanas dobles y abrió un cajón, exponiendo una pila de libros. --Gracias, señorita Willits, así estará bien.- dijo rápidamente, deteniéndola antes de que ella perturbara el orden de los libros de contabilidad y el papeleo haciendo más difícil su tarea. --Yo me encargo desde aquí.- Ella se quedó inmóvil, con las manos apretadas alrededor de los libros, bruscamente los liberó, dejándolos caer con un ruido sordo. Esta vez él ya la esperaba cuando se giró para enfrentarse a él, su rostro una mascara de cortesía con los ojos brillantes. Por supuesto, milord, que presuntuoso de mi parte. Rezo porque perdonará mi mal comportamiento.- --No es necesario disculparse.- dijo él mientras ella se alejaba, se sentó en el escritorio y sacó el primer libro. --Gracias, milord.- --Me podría mandar un poco de té, por favor.- dijo distraído, pasando la primera hoja del libro. La escritura de su tío garabateaba al azar una serie de anillos y barras y líneas

22 dentadas. Quin gimió para sus adentros. Descifrar las cifras sería bastante difícil sin traducir cada línea de la escritura, también. --Como usted desee, milord.- El miró hacia arriba. --Señorita Willits?.- Ella estaba casi fuera de la puerta. --Milord?.- --Usted tartamudea?.- Ella frunció el ceño, y lo miró con esos encantadores ojos a pesar de la flagrante hostilidad. --Yo no lo creo milord.- ella vaciló. --Porqué lo pregunta, milord?.- --Por lo general uno o dos milords por conversación son suficientes para satisfacer mi orgullo.- dijo amablemente, curioso por saber cual seria su reacción. En la mayoría de los casos a las mujeres no les desagradaba hasta ahora. Él entendía lo adorables que eran, ya tenía un entendimiento con Eloise Stokesley. --Más de eso puede sonar servil.- Por primera vez, sus sensuales labios se curvaron en una pequeña sonrisa, ella hizo una reverencia y salió de la habitación. --Si, milord.-

23 CAPÍTULO 3 A Maddie no le gustaba la palabra servil. Sonaba desagradable y soberbio al mismo tiempo. El mismo tipo de flecha que proponía dar como objetivo al Marqués de Warefield, por muy encantador y guapo que pareciera él creerse. Con suerte, se concentraría en solo ser atractivo y agradable. De lo contrario, él podría tener suficiente tiempo para arruinar por completo los libros de contabilidad de todo el año. En cuanto a los cultivos, si no fuera por las malditas lluvias, ya habría comenzado con ellos. Solo podía rezar que Warefield tuviera la misma aversión que el resto de la nobleza de ensuciarse las manos, así ella podría organizar a los granjeros antes de que él se dignara a pisar sus adorables botas por el campo para la exploración. Una vez que ella tuviera todo bajo control, Warefield no tendría razón para quedarse más en Langley Hall en el oscuro condado de Somerset. Desde luego él no iba querer prolongar su estancia en esa visita, con el resto de su especie preparándose para la ostentosa temporada en Londres. --Dos peniques por tus pensamientos, Maddie.- Maddie se sacudió y levantó la vista hacia el señor Bancroft. Su expresión divertida se profundizó y ella se preguntó cuanto tiempo había estado mirando a su faisán bien asado. La señora Iddings se había superado a si misma, sin duda. Porque ella no podía recordar haber comido nada tan delicioso, maldita sea. Ni sobrecosido, ni quemado. --Perdón?.- Malcom persiguió un fragmento de papa en el plato. --Tienes un cierto reflejo en tu cara. Yo simplemente me preguntaba qué puedes estar tramando y contra quien podría ser.- Ella entrecerró los ojos. --No estoy planeando nada, simplemente me pregunto por qué su sobrino pidió comer en el comedor formal solo, en lugar de acompañar a su tío enfermo.- --Ah.- Él la miró cuando ella apuñalaba el faisán, imaginando que era un trozo de lord Warefield bien cocido. --Tal vez no se sienta a gusto con los inválidos, muchas personas no lo están, ya sabes.- Ella frunció el ceño. --Ya lo se, pero no es que usted tenga gonorrea o algo así, por amor del cielo!. Hace una semana usted no podía mover la mano y ahora esta comiendo solo. Usted estará montando en un mes, es lo menos que podría hacer.- --Maddie.- el señor Bancroft la interrumpió. Al mismo tiempo alguien se aclaró la garganta desde la puerta. Ruborizada, Maddie añadió inoportuno a la lista de faltas de Warefield. --Buenas noches, Quinlan.- dijo Malcom. --Has cenado ya?.-

24 El Marqués entró en la habitación, le dió a Maddie una ilegible mirada, a continuación asintió con la cabeza a su tío. --Eso ha sido sin duda el faisán más suculento que he probado.- --Voy a informar del cumplido. Estoy seguro que la señora Iddings se sentirá muy satisfecha. No crees Maddie?.- Maddie mantuvo la atención en el plato. --Estoy segura de que así será, señor Bancroft. Ella está encantada con la presencia de su señoría, al igual que todos nosotros.- --Vaya, gracias señorita Willits. Él ni siquiera parpadeo ante el considerable sarcasmo. Tal vez ella era demasiado hábil para ello y había pensado que era sincera. Tanto mejor, entonces, ella podría seguir burlándose de él. --De ninguna manera, milord.- --Me preguntaba a quien podrías recomendar para guiarme en la visita a los campos mañana.- Continuó Warefield jugueteando con los frascos de medicina de la mesita. Todos los colores brillantes probablemente eran muy tentadores para él, pensó Maddie. De pronto se sintió animada una vez mas, puso el tenedor a un lado. --Si me permite el atrevimiento, milord. Dijo ella. Sam Cardinal es bastante conocedor. Ha sido inquilino aquí por más de cincuenta años, yo creo.- El Marqués sonrío y asintió --Muchas gracias.- --Tonterías Maddie.- Malcom interrumpió, con torpeza inusual. Sam Cardinal le llenará el oído de torpezas a Quinlan. Cebada esto, cebada lo otro, yo digo que tiene el cerebro lleno de granos. Lord Warefield río entre dientes y la miró de reojo de nuevo.- Sugiere a alguien mas?.- Maddie contuvo su ceño, deseando que el señor Bancroft dejara de intervenir. Luego se le ocurrió otro mucho más prometedor que el otro. Y se volvió alegremente hacia el Marqués. --Walter, el mozo de cuadra, creció - --Maddie.- el señor Bancroft frunció el ceño. Por todos los infiernos.- --En realidad, señorita Willits. Warefield interrumpió. Pensé que quizás me pueda mostrar los campos usted misma.- --Yo?.- Ella sintió su tranquila mirada de ojos verdes en su rostro, ella miró al señor Bancroft suplicante. Sin duda su tío necesita mis - --Creo que Maddie sería la opción más lógica, si.- Malcom estuvo de acuerdo, asintiendo con la cabeza. --Ella conoce a todos los granjeros e inquilinos y sabe lo que crece mejor y en donde en la ultimas temporadas. Maddie apretó sus mandíbulas. Traidor. Parecía que estaba completamente sola en esto. - -Bueno, pues que así sea. --Un Marqués difícilmente iba ser un desafío. --Seguro que Lord Warefield no desea seguir a una mujer en Langley.-

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