Helena R. Olmo RESURRECCIONISTAS. No hay avance médico sin coste humano. Helena R. Olmo

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1 Helena R. Olmo 1 RESURRECCIONISTAS No hay avance médico sin coste humano Helena R. Olmo

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3 Helena R. Olmo 3 «La lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp», Rembrandt, 1632 La historia de la disección humana y el comercio de cadáveres tuvo su momento álgido en la capital británica a principios del siglo XIX. El Museo de Londres le ha dedicado una muestra muy especial con los cuerpos hallados durante las excavaciones arqueológicas en el Hospital Real de Londres, en Whitechapel, restos humanos que reflejan cómo muchos pacientes, una vez muertos, sirvieron como conejillos de indias para la investigación médica. Vendo cuerpo fresco, muerto y barato! Anatomistas: salvadores de vidas, asesinos de almas

4 4 Qué duda cabe de que la cirugía requiere un conocimiento detallado de la anatomía humana. Y no hay mejor herramienta para la instrucción que un cuerpo. Pero encontrar suficientes cadáveres para la práctica no era tarea fácil en el siglo XIX. La donación voluntaria del cuerpo parecía poco probable, máxime cuando las creencias cristianas acerca de la vida después de la muerte añadían terror a la idea de ser troceado. La disección era un destino vergonzoso que además cerraba las puertas del cielo. Vista frontal de una mesa de disecciones del siglo XIX. Por entonces, Londres era la ciudad más grande y poblada del mundo. Los aspirantes a cirujano de principios del siglo XIX sabían que no había sitio mejor para aprender el oficio y pronto se disparó la demanda de cadáveres para su formación. La disección les ayudaba a entender la estructura y el propósito de los órganos, ampliaba sus conocimientos sobre la enfermedad y les permitía mejorar sus habilidades con la práctica quirúrgica. Sin embargo, la única fuente legal para conseguir cuerpos para el estudio eran los de los criminales ejecutados y ahorcados, y pronto escasearon en número. Los respetables doctores, ávidos de adquirir conocimientos, se vieron forzados a comerciar con los llamados «resurreccionistas» u «hombres de la resurrección», ladrones de cuerpos recién enterrados que suministraban a las escuelas de medicina y anatomía. CADÁVERES FRESCOS Muchos de los cementerios de Londres se encontraban en un estado lamentable, desbordados, el suelo rezumaba cadáveres que eran fáciles de robar. Esta funesta práctica se volvió un negocio tan próspero que los cementerios se llenaron de protectores de tumbas, una especie de rejas que impedían la profanación y el robo de cadáveres. Este episodio de la medicina fue el alma de una interesante e inédita propuesta del Museo de En el siglo XIX la disección de un cadáver era un destino vergonzoso para el difunto y, además, cerraba las puertas del cielo Los «resurreccionistas» u «hombres de la resurrección» eran ladrones de cuerpos recién enterrados que suministraban a las escuelas de medicina y anatomía En 1832, la polémica Ley de Anatomía dictaminó que los cuerpos «no reclamados» podrían ser entregados para la disección

5 Helena R. Olmo 5 Sierra de amputaciones supuestamente propiedad del cirujano apodado George «Graveyard» Walker. Graveyard significa cementerio en inglés... Londres, «Doctores, la disección y la resurrección de los hombres», que exploraba el oscuro mundo de los resurreccionistas y la ambición de los cirujanos. El núcleo de la exhibición fue una excavación realizada en 2006 por el Museo de Arqueología de Londres, que dejó al descubierto un cementerio olvidado, en uso entre 1825 y 1841, en el Hospital Real de Londres, en Whitechapel. Lo que encontraron fue tan extraordinario como inesperado: 262 sepulturas; algunas de ellas contenían un solo esqueleto, otras albergaban una mezcla confusa de huesos con amplias pruebas de disección, autopsias, amputaciones, piezas cableadas para la enseñanza y hasta animales disecados... «Al ponerlo en conocimiento de los historiadores y especialista en investigación sobre el robo y comercio de cadáveres en Lon- dres en el siglo XI, pronto quedó claro que hubo un siniestro período en el que el hospital utilizó a sus pacientes fallecidos y no reclamados por ningún familiar para destinarlos a la práctica de la disección», explica Jelena Bekvalac, conservadora de Osteología Humana en el Museo de Londres. LA LEY DE ANATOMÍA DE 1832 El legado de esta época no es nada nuevo, se encuentra en todos los libros de referencia sobre anatomía y cirugía, pero es la primera vez que se han exhibido unos restos humanos dando testimonio de aquella sombría y dolorosa realidad. En el año 1832, se legalizó la situación con una polémica Ley de Anatomía que precisamente

6 EL EXPERIMENTO DE LA CRUCIFIXIÓN James Legg, un pensionista de Chelsea ahorcado por asesinato, participó postmortem en el experimento científico más estrafalario que se pueda imaginar. Su cadáver crucificado, desollado y bañado en yeso fue la pieza central de la exposición del Museo de Londres. Legg acabó en semejante estado por la curiosidad de el escultor Thomas Bank y los artistas Benjamin West y Richard Crossway, que en 1801 se propusieron demostrar que la mayoría de las representaciones de la crucifixión de Jesucristo eran anatómicamente correctas. No solo los cirujanos estaban interesados en los cadáveres. También se ofrecían clases de anatomía en la Real Academia de las Artes, y muchos artistas forjaron relaciones con médicos. «Los resurreccionistas» (1886), Camden Pelham. dictaminaba que aquellos cadáveres «no reclamados» podrían ser entregados para la disección. La carga recaía prácticamente entera sobre los pobres, por eso la ley no gozó del respaldopopular y fue difícil hacerla cumplir. Así que el ya próspero negocio de los resurreccionistas se disparó aún más: se estima que cadáveres fueron facilitados de manera ilegal durante los primeros 100 años de vigencia de la ordenanza. Procedían de talleres correccionales, asilos y hospitales, lo que demuestra que, efectivamente, el peso de la norma recayó precisamente sobre los más desfavorecidos. La ley dejó un legado de miedo, caer en la pobreza significaba que el Estado se apoderaría de tu cuerpo después de tu muerte para dejarlo hecho un cristo, nunca mejor dicho..., como sucedería precisamente a James Legg (ver recuadro de la izquierda).