Working Papers Online Series. Estudio/Working Paper 141/2012. El discurso como argumentación y como catalizador del cambio



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X CP 2011-2012 Seminario de Investigación Máster en Democracia y Gobierno Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales Universidad Autónoma de Madrid Aaa aaaa Working Papers Online Series www.uam.es/wpcpolitica Estudio/Working Paper 141/2012 El discurso como argumentación y como catalizador del cambio social: El caso de los debates del Consejo de Seguridad en la guerra de Irak de 20031 Matilde Pérez Herranz (matilde.perez@upf.edu) Universitat Pompeu Fabra 1 El texto se basa en e La Legitimidad del Uso de la Fuerza en las Relaciones Internacionales Contemporáneas (2011). La investigación trata de arrojar luz sobre dos cuestiones fundamentales. En primer lugar, la comprensión de legitimidad del uso de la fuerza desde una perspectiva multidimensional. En segundo lugar, el impacto que ha tenido la guerra de Irak de 2003 en la concepción de los supuestos que hacen legítimo el uso de la fuerza en relaciones internacionales. Ambas cuestiones se abordan a través del análisis de la argumentación a favor y en contra del uso de la fuerza en una selección de debates del CS con ocasión de la guerra de Irak de 2003, uno de los casos más controvertidos y que más debate ha generado en los últimos años. 1

El objetivo de este paper es doble. En primer lugar, se describe el contexto internacional en el que se desarrolla el caso de estudio, la guerra de Irak de 2003. Partiendo de una visión constructivista del orden internacional, que da una especial consideración al papel desempeñado por los elementos ideacionales, discursivos e históricos, se describen las principales características del orden internacional de la posguerra fría. Una de las más evidentes es la posición dominante de la que goza la superpotencia vencedora del enfrentamiento bipolar. Como se verá, los proyectos de la potencia hegemónica para transformar su posición de superioridad en influencia desarrollados en las dos últimas décadas, denominados como el paradigma de la democratización y el paradigma de la seguridad, presentan concepciones diferentes del uso legítimo de la fuerza y con distinto impacto sobre el orden internacional. En segundo lugar, se presenta el método que se aplicará al estudio de caso. Las características del uso legítimo de la fuerza se estudiarán a partir de una selección de debates del Consejo de Seguridad fechados antes, durante y después del conflicto. Así, se analizará la dimensión material de la argumentación en estos documentos, esto es, cómo se justifica la decisión de usar o no la fuerza contra Irak partiendo de una concepción multidimensional de la legitimidad. Posteriormente, el análisis se centrará en la dimensión pragmática, es decir, en la forma retórica que presentan los argumentos a favor y en contra del uso de la fuerza aplicando la taxonomía de la reacción elaborada por Albert O. Hirschman así como las consecuencias que de ello se derivan. I. EL CONTEXTO INTERNACIONAL Con el fin de la Guerra Fría el orden internacional experimentó numerosas transformaciones. La más evidente fue la nueva posición de EEUU como potencia hegemónica con una superioridad indiscutible. Junto a este cambio es preciso tener en cuenta otros en los actores internacionales: desde las transformaciones sufridas por el Estado a la creciente importancia de otros actores internacionales, incluyendo los actores y autoridades privados. A estos cambios hay que añadir también la transformación operada en las normas internacionales de la mano del desarrollo de los mecanismos de cooperación propios de la gobernanza global y la importancia creciente que han cobrado los regímenes internacionales. Asimismo, y en estrecha conexión con las modificaciones mencionadas, el orden internacional contemporáneo ha visto cómo sus instituciones se han transformado por las alteraciones en la distribución y estructura del poder internacional, así como por la acción de actores no estatales y organizaciones internacionales. La consideración del contexto internacional que posibilitó que la guerra de Irak de 2003 2

tuviera lugar resulta clave. Por ello, esta sección está precisamente dedicada a esta tarea. En primer lugar se parte de una visión constructivista del orden internacional que busca destacar la importancia de los elementos ideacionales, discursivos e históricos a partir del análisis realizado por autores como Hedley Bull, Alexander Wendt, Christian Reus-Smit y Robert Cox. En segundo lugar, se aborda la cuestión de las características del liderazgo de EEUU como potencia hegemónica en la década de los noventa y principios de los 2000. a) El orden internacional desde una perspectiva constructivista Una de las aportaciones más interesantes al estudio del orden internacional fue la realizada por Hedley Bull, un teórico de la Escuela Inglesa cuyo trabajo ha sido fundamental para desarrollos teóricos posteriores que han destacado la importancia de las ideas, las instituciones y el contexto social para comprender las relaciones internacionales como el Constructivismo y la Teoría Crítica. En su obra The Anarchical Society: A Study of Order in World Politics, este autor describió el orden 2 Para Bull, los principios básicos sobre los que las sociedades humanas han de fundarse son la seguridad frente a la violencia, la observancia de los acuerdos y las reglas sobre los derechos de propiedad. Cuando se trasladan estos principios al nivel internacional quedan formulados como la preservación de la propia sociedad de Estados, el respeto al principio de soberanía y el mantenimiento de la paz como ausencia de guerra. Además, el autor destaca que para asegurar que el orden internacional se mantenga se han de cumplir una serie de normas como son el respeto mutuo de la soberanía, el principio pacta sunt servanda y la limitación del recurso a la violencia. 3 Estas reglas son importantes ya que prescriben el comportamiento adecuado para preservar los intereses comunes de la sociedad de Estados. Los intereses comunes son, según Bull, otro de los elementos necesarios para el mantenimiento del orden internacional. Como explica este autor, las metas elementales del orden internacional que han de compartir los miembros de la sociedad internacional son la preservación del sistema, el mantenimiento de la soberanía y la paz. El tercer pilar importante para el mantenimiento del orden son las instituciones por su labor de hacer efectivas las reglas. 4 La obra de Hedley Bull suele ser citada como referencia por la mayoría de autores constructivistas. El papel central que este autor otorga a las normas e instituciones y el hecho de que la sociedad internacional se configure a través de las prácticas de los actores explicarían esta 2 3 4 Bull, H. (2005), La sociedad anárquica. Un estudio sobre el orden en la política mundial, Madrid: Los libros de la catarata, p. 60. Ibid., pp. 117-126. Ibid., pp.68-71. 3

conexión entre la obra de Bull y el Constructivismo. Los constructivistas se alejan del determinismo estructural del neorrealismo y se centran en el análisis de los procesos, en las prácticas, en las interacciones que tienen lugar a nivel internacional. En definitiva, a través del constructivismo se reivindica la dimensión más sociológica de las relaciones internacionales. Como explica Christian Reus-Smit, los constructivistas buscan desarrollar una teoría social de las relaciones internacionales que trate a los actores y la acción como inherentemente sociales. 5 Es importante tener en cuenta que el constructivismo reconoce el papel fundamental de las fuerzas materiales en el comportamiento intersubjetivas, normas y valores que permiten a los agentes describir, explicar y dotar de significado al mundo físico, a su universo social y a su propio estatus y acciones. 6 En efecto, tal y como mantiene Alexander Wendt en su obra Social Theory of International Politics, los agentes han de definir la situación en la que se encuentran de forma previa a la acción. Con tal fin recurren a dos tipos de conocimiento: el conocimiento privado sobre sus intereses e identidades y el conocimiento compartido o significados intersubjetivos, es decir, las creencias sobre la racionalidad de los otros, sus estrategias, sus preferencias, etc. De este modo, las estructuras ideacionales dan forma a las identidades sociales de los actores y tales identidades informan sus intereses. Como señala Wendt, la función de esas normas y reglas compartidas consiste en hacer la interacción social relativamente predecible, lo que redunda en la estabilidad del orden social. Dentro de estas ideas que dotan de sentido a la acción son especialmente importantes las reglas regulativas, que prescriben y prohíben determinadas conductas, y las reglas constitutivas, que permiten a los actores comprender en qué situación se encuentran y cuáles son sus intereses e identidades. 7 Si bien es posible detectar la influencia de la obra de Hedley Bull en los autores constructivistas, es importante no obviar que Bull dio una importancia capital a la Historia o al Derecho Internacional, mientras que los autores constructivistas se han visto más influidos por las aproximaciones sociológicas e incluso psicológicas a la hora de analizar la acción de los Estados. Asimismo, la obra de Bull puede leerse desde una perspectiva realista. En efecto, la Escuela Inglesa se ha considerado como una vía media entre el enfoque realista y el enfoque liberal. Si bien es cierto que los autores de esta Escuela se mostraron atraídos por el Liberalismo lo que se plasmó en la importancia que daban a las normas y al Derecho Internacional, también el papel central en sus 5 6 7 Reus- and history with ideas: Toward a Constructivist Historical Sociology of Hobson, J. y Hobden, S. (eds), Historical Sociology of International Relations. Cambridge: Cambridge University Press, p. 129. Ibid., pp. 130 y ss. Wendt, A. (1999), Social theory of International Politics, Cambridge: Cambridge University Press, cap. 3. 4

propuestas dado al poder y al interés del Estado ha provocado que su obra esté cercana al Realismo. modificadas por estados fuertes, y la relevancia de las normas e instituciones concretas siempre dependería de la distribució 8 Junto a la obra de Hedley Bull y Alexander Wendt es interesante destacar la propuesta de análisis del orden internacional elaborada por Christian Reus-Smit. Este autor parte de la óptica constructivista y la completa con un especial énfasis en los procesos discursivos que posibilitan que que las creencias subjetivas sobre lo que es correcto y deseable en relaciones internacionales se plasme en la constitución de determinados diseños institucionales y no otros. Reus-Smit destaca que los Estados se embarcan en un proceso de acción comunicativa cuando formulan normas, reglas y principios que hacen posible la cooperación entre ellos. El autor advierte que hay que tener presente que los actores han de justificar sus posturas en el debate y, además, las opciones no son ilimitadas, sino que han de ser congruentes con los valores compartidos por la comunidad. Como explica Reus- simplemente el principio organizador de la soberanía es el primer paso para formular un análisis constructivista más satisfactorio de las prácticas básicas del Estado. Puesto que estos valores no sólo definen los términos del Estado legítimo, sino que también proporcionan a los Estados con razones sustantivas para la acción que, a su vez, ejercen una profunda influencia en el diseño 9 Christian Reus-Smit se propone responder a la pregunta de por qué los Estados se dotan de determinados tipos de instituciones que dan lugar a configuraciones diferentes del orden internacional. Para ello propone una jerarquía constitutiva del orden internacional que presenta tres niveles: la estructura constitucional, las instituciones fundamentales y los regímenes internacionales específicos. Es interesante destacar que, al igual que el autor se identifica con el constructivismo, es posible detectar un cierto aire de familia con la propuesta bulliana del orden internacional. Así, como Bull, Reus-Smit entiende como elementos fundamentales para explicar la sociedad internacional el hecho de compartir unos valores e intereses comunes y el papel clave que desempeñan las normas e instituciones en el orden internacional. Como se ha visto en páginas anteriores, la herramienta analítica fundamental que propone este autor, la estructura constitucional, incorpora en sí tres elementos normativos: la idea compartida del propósito moral al que ha de servir el Estado, el principio organizativo de la 8 9 Op.cit, p. 27. Reus- International Organization, n. 51, pp. 565-566. 5

soberanía que separa a las unidades y la norma de justicia procedimental que formula las reglas de conducta que han de seguir los actores. Es más, son esos valores compartidos los que hacen que se configuren las instituciones y prácticas concretas que caracterizan el orden internacional de cada momento histórico. En concreto, en la sociedad de Estados moderna Reus-Smit destaca como instituciones fundamentales el multilateralismo, el Derecho Internacional o la diplomacia. 10 Junto a la estructura constitucional y las instituciones fundamentales, Christian Reus-Smit cierra su propuesta de análisis con los regímenes internacionales específicos. Se trata de prácticas institucionales básicas en sectores particulares de las relaciones entre Estados como el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) o el Tratado de No Proliferación Nuclear. 11 Tanto en la obra de Bull como en la de Reus-Smit la atención al contexto histórico es fundamental para comprender cuáles son las bases del orden internacional y cómo cambian. A este respecto es interesante traer a colación el trabajo de Robert Cox, un autor encuadrado dentro de la en la producción y reproducción social de los agentes y estructuras, asumidos sin ningún espíritu crítico por los autores racionalistas. 12 Como explica Robert Cox, toda acción tiene lugar en un marco o estructura histórica determinados. Este marco de acción está formado por la interrelación de tres elementos: las capacidades materiales, las ideas y las instituciones y su aplicación al análisis de las relaciones internacionales sirve para conocer las características de una esfera determinada de la actividad humana en un momento histórico concreto. Cox argumenta que la estabilidad de los órdenes mundiales que se han sucedido durante la Historia se basa en una situación de hegemonía o un encaje sólido entre una configuración del poder material, una imagen colectiva dominante del orden mundial y un conjunto de instituciones que administran tal orden. 13 La cuestión es descubrir cómo surge y cómo desaparece tal encaje. Según este autor, la clave reside en estudiar cómo se dan las relaciones entre fuerzas sociales, formas de Estado y órdenes mundiales en cada momento histórico. 14 En efecto, para Cox los poderes dominantes en el sistema han construido un orden mundial que sirviera a sus intereses y no sólo utilizando la coerción sino haciéndolo aparecer como algo natural a todos, incluidos los que resultaban perjudicados por tal orden. 15 10 11 12 13 14 15 Ibid., pp. 566-569. Ibid., p. 559. et al), Theories of International Relations, Nueva York: Palgrave Macmillan, p. 150. Millennium: Journal of International Studies vol.10, núm. 2, p. 223. Ibid., p. 225. P.( eds.), The Globalization of World Politics. An introduction to international relations, Oxford: Oxford University Press, p. 139. 6

Las propuestas teóricas presentadas reflejan la importancia de los elementos ideacionales, los intercambios comunicativos y el contexto histórico para comprender el orden internacional y los cambios que experimenta. Así, tanto la concepción bulliana de orden internacional, como la idea de estructura constitucional de Reus-Smit o el estudio del marco de acción y la hegemonía de Cox integran en el análisis no sólo las cuestiones relativas a la distribución del poder, sino también los valores cuyo análisis permite vislumbrar las dinámicas de cambio en el orden internacional. En la próxima sección se presentan los rasgos principales del orden internacional en definición en la posguerra fría y las narrativas que permiten dotarlo de sentido, con el fin de poder comprender el contexto internacional en el que tuvo lugar la guerra de Irak de 2003 y las implicaciones del caso para la concepción del uso legítimo de la fuerza en relaciones internacionales. b) EEUU y su proyecto hegemónico: de la paz democrática a la guerra contra el terror Tras el fin del sistema bipolar, EEUU se erigió como potencia preponderante. La caída del régimen soviético y el fin de la bipolaridad resultaron en un cambio en la distribución del poder generando nuevas asimetrías. Como explica G. John Ikenberry, la reacción de las grandes potencias a esta nueva situación puede resumirse en que la ex-urss mantuvo una política acomodaticia ante Occidente, EEUU se embarcó en un patrón de institucionalización económica y de seguridad para extender el modelo liberal, y el resto de democracias avanzadas pasaron a tener unas relaciones de cooperación con EEUU en lugar de construir una alianza para compensar su poderío. 16 Tal y como destaca Richard Falk, EEUU se centró en la promoción de la expansión económica de corte neoliberal relegando a un segundo plano el desarme y la gobernanza global bajo los auspicios de organizaciones regionales y de las NNUU. 17 El final de la década de los noventa, y, especialmente los atentados del 11-S impulsarían un cambio en la política estadounidense. A partir de este momento la guerra total contra las nuevas amenazas a la seguridad, incluyendo la acción unilateral y el uso de la fuerza preventivo, caracterizó el papel internacional de la potencia hegemónica, que pasó a La década de los noventa o el paradigma de la democratización Con una indudable superioridad, la superpotencia gozaba de una posición privilegiada que le permitía liderar virtualmente todas las dimensiones importantes del poder ya fuera económico, 16 17 Ikenberry, J. (2000), After Victory: Institutions, Strategic Restraint, and the Rebuilding of Order after Major Wars, Princeton: Princeton University Press, p. 216 y ss. Falk, R. (2008), The Costs of War. International Law, the UN, and World Order after Iraq, Nueva York/Londres: Routledge, p. 5. 7

militar, institucional o cultural. 18 Aunque los cambios políticos que trajo el fin de la Guerra Fría fueron de gran calado, como explican Caterina García y Ángel Rodrigo, el orden internacional seguía basándose en la estructura constitucional establecida tras el final de la Segunda Guerra Mundial. Es más, tras la paralización del sistema de seguridad colectiva durante la Guerra Fría, las instituciones internacionales parecían recuperarse para la acción conjunta ante los desafíos a la paz y seguridad. El ejemplo más claro a este respecto fue la respuesta colectiva en el marco de la legalidad e instituciones internacionales a la anexión de Kuwait por parte de Irak en lo que se conoció como la primera guerra del Golfo en 1991. 19 Es interesante destacar la naturaleza ambivalente de esta respuesta internacional. El Presidente Bush utilizó las apelaciones retóricas a un a Kuwait. Así, aunque ha sido reivindicada como un reflejo del nuevo orden mundial más allá de la dramático de la resiliencia del viejo orden con el ventrílocuo geopolítico haciendo un uso efectivo 20 En este nuevo contexto internacional la cuestión a la que EEUU debía hacer frente era cómo transformar su posición ventajosa en influencia política. La apuesta de la superpotencia se concretó en la National Security Strategy de 1990 que presentaba como uno de sus pilares para conseguir un mundo estable y seguro el fomento de la libertad, los derechos humanos y la democracia. Es este documento se hacía referencia a la principal preocupación que se presentaba tras el colapso del sistema bipolar: cómo asegurar la estabilidad internacional una vez que la bipolaridad daba paso a la interdependencia global y la multipolaridad? Esta cuestión implicaba reformular los términos de liderazgo de EEUU y sus aliados. Con estas cuestiones como ejes de la política exterior del país, no es de extrañar que EEUU hiciera suya la tesis de la paz democrática como proyecto político. En efecto, en la posguerra fría EEUU impulsó la implementación de una política exterior coherente con la tesis de la paz democrática, si bien se trataba de una versión vulgarizada o instrumentalizada. 21 Esta tesis es tanto una teoría como un proyecto político. Desde el punto de 18 19 20 21 Walt, S. M. (2005), Taming American Power. The Global Response to U.S. Primacy. Nueva York/Londres: W. W. Norton & Co., pp. 31 y ss. García, C. y Rodrigo, Á. J. (2008), Los límites del proyecto imperial. Estados Unidos y el orden internacional en el siglo XXI, Madrid: Los Libros de la Catarata, p. 27. Falk, R., Op. cit., p. 11. Cuando se habla de la tesis de la paz democrática es preciso distinguir entre la teoría y el programa político. Por lo que respecta a la teoría destacamos su dimensión filosófica y su dimensión empírica. La dimensión filosófica es formulada por primera vez por M. W. Doyle en su artícu. En este de Kant puede utilizarse para explicar dos tendencias internacionales constantes a lo largo del tiempo: el comportamiento pacífico de los estados liberales entre sí, y la de su belicosidad para con los estados no liberales. La dimensión empírica está relacionada con establecer una teoría, en el sentido fuerte de la palabra, que explique las dos tendencias mencionadas. Junto a Doyle, otro de los autores de 8

vista teórico, la tesis de la paz democrática se puede resumir en tres puntos básicos. Primero, las democracias liberales nunca, o casi nunca, se han hecho la guerra. Segundo, las democracias no son ni más ni menos propensas a la guerra que los regímenes autocráticos. Y tercero, que a pesar de no hacer la guerra entre ellas, sí que la hacen con Estados no liberales. 22 La tesis de la paz democrática es también un programa político que tiene como líneas maestras la extensión mundial de la democracia y el libre mercado. En particular, es especialmente interesante la asunción de esta teoría Lake, Consejero de Seguridad Nacional de la Administración Clinton 1993-1997, esta política se basa en tres ideas fundamentales. En primer lugar, se entiende que los valores que EEUU propugna, la democracia y la economía de mercado, están ampliamente aceptados. En segundo lugar, se asume que las causas de los conflictos son endógenas y están relacionadas con la crisis de legitimidad interna de los regímenes. En tercer lugar, se defiende que EEUU tiene interés en fomentar la creación de una red de democracias para fortalecer su propia seguridad y prosperidad. De este modo, según Lake, los intereses y valores de EEUU se reforzarían mutuamente. En la misma línea, Strobe Talbott, Vice-Secretario de Estado 1993-2000, destacó que la tesis de la paz democrática encarnaba los intereses estratégicos de EEUU y era la manera idónea de fomentar un mundo más seguro. 23 En resumen, según la paz democrática como programa político, la mejor manera de fomentar la paz es la democratización incluidas las intervenciones de tipo humanitario, la expansión de mercados y el fomento de las relaciones multilaterales y las instituciones internacionales. 24 22 23 24 referencia en la elaboración de la tesis de la paz democrática es B. Russett. Como explica F. J. Peñas este autor pretende construir una teoría en su sentido más fuerte con una variable dependiente la ausencia de guerra entre democracias y con una variable independiente el carácter democrático del régimen político. Para Russett, la tesis de la paz democrática puede resumirse en tres ideas: i) los sistemas democráticos operan con cortapisas que hacen pacíficas sus relaciones con otras democracias, pero eso no significa que sean más pacíficos con regímenes no democráticos; ii) en el sistema mundial moderno las democracias no hacen la guerra entre sí; y iii) las relaciones pacíficas entre democracias derivan de ciertos rasgos compartidos como la idea de la cultura democrática de que los conflictos deben resolverse pacíficamente, la división y equilibrio de poderes y la necesidad del debate público para conseguir apoyo, que frenarán o retrasarán el uso de la violencia en caso de conflicto internacional.(v. Peñas Esteban, F. J. (2003) Hermanos y enemigos. Liberalismo y Relaciones Internacionales, Madrid: Los Libros de la Catarata, p. 259 y ss.) Isegoría, vol. 16, p. 120. Citado en Peñas Esteban, F. J., Op.cit, p.130. Es importante tener presente que, si bien la promoción de la democracia ha sido siempre una constante en la política estadounidense, lo que se pretende con ella es diferente según las circunstancias. Las políticas de democratización de la Administración de B. Clinton y de G. W. Bush son diferentes aunque, según Barbara Rieffer y Kristan Mercer, no tanto como cabría esperar de un gobierno demócrata y de un gobierno republicano. De acuerdo con el estudio comparativo llevado a cabo por estas autoras, Clinton estableció como uno de los pilares de su política exterior la promoción de la democracia, consistente con el proyecto de Nuevo Orden Mundial pero, aun así, no existió una verdadera estrategia a largo plazo para conseguir tal fin y tampoco un presupuesto suficiente destinado a ello. Las autoras destacan iniciativas como la de Bosnia y Kosovo, en las que EEUU consiguió un importante apoyo internacional, y la intervención en Haití para restaurar el régimen democrático. Pero también existen políticas 9

La tesis de la paz democrática, tanto como teoría como programa político, ha sido puesta en cuestión. En primer lugar, a nivel conceptual y dada la variedad de interpretaciones de la tesis de la paz democrática, resulta difícil mantener una única formulación de los conceptos fundamentales en los que se basa como el de democracia y el de guerra. Además, como ha destacado Mónica Salomón, la simplicidad de su formulación, en la que reside gran parte de su atractivo, oculta debilidades puesto que no puede aprehender la complejidad de las interacciones internacionales y los datos estadísticos en que se basa pueden ser objeto de interpretaciones contradictorias. 25 En segundo lugar, la implementación política de la paz democrática ha sido criticada por las veleidades imperialistas que han animado la política exterior de sus principales valedores, los gobiernos estadounidenses. Michael W. Doyle, recogió estas críticas a las relaciones exteriores de las potencias liberales con Estados no liberales destacando cómo, a menudo, la política liberal acababa convirtiéndose en un intervencionismo económico y político que, lejos de lograr sus propósitos, se 26 Christian Reus-Smit ha analizado el impacto de la implementación de esta política en las bases el orden internacional establecido tras la Segunda Guerra Mundial, un régimen igualitario basado en la igualdad soberana de todos sus miembros, en la igualdad de voto, en la autonomía plasmada en el derecho de autodeterminación y no injerencia y en un uso de la fuerza muy verían claramente desafiadas por las contradicciones internas que presenta la tesis de la paz democrática. Como explica el mismo Reus-Smit, el mencionado régimen igualitario considera iguales en status a todos los Estados y, teniendo esto en cuenta, resulta complicado defender la democracia como un régimen político más avanzado y moralmente superior a otros sin atacar el principio liberal de la igual dignidad individual. Así, aceptar propuestas que den responsabilidades y derechos especiales a la comunidad de democracias liberales, como las formuladas por Francis Fukuya preventivo de la fuerza para parar violaciones masivas de derechos humanos básicos, implicaría una rejerarquización en las relaciones internacionales, es decir, otorgar más derechos a unos actores que ya gozan de una posición privilegiada. Esto resulta difícil de defender por razones de principio, de 25 26 contradictorias con esta orientación, como la particular relación con China, un país cuya observancia de los derechos humanos está bajo sospecha. (v. Rieffer, B.A.J, y Mercer, K Global Society, vol. 19, núm.4.). Revista de Estudios Políticos, vol. 113, p. 261. Doyle, M. Philosophy & Public Affairs, vol. 12, núm. 4, p. 324. 10

prudencia y de legitimidad, entre otras circunstancias. 27 Independientemente de las motivaciones reales y los verdaderos recursos dedicados a la promoción de la democracia, lo que interesa resaltar es el hecho de que este paradigma de la democratización protagonizara el discurso de la política exterior estadounidense. Simplemente porque se utilizara como justificación para llegar al uso de la fuerza y consiguiera movilizar el apoyo, o crítica, de la comunidad internacional es relevante, ya que pasó a formar parte del ideario colectivo. Como se verá a continuación, la política de promoción de la democracia de Bush, aunque nada desdeñable, quedó ensombrecida por la fuerza motriz de su política exterior: el uso de la fuerza para defender los intereses de seguridad del país, incluso de modo unilateral y preventivo en caso de ser necesario. A este respecto, Barbara Rieffer y Kristen Mercer ponen en evidencia la existencia de dobles raseros comparando la iniciativa de reconstrucción y promoción de la democracia y elecciones libres en Afganistán frente a las relaciones con Pakistán. Así, se pone de manifiesto la importancia secundaria de la promoción de la democracia frente a consideraciones de seguridad. 28 Como se ha visto, la estrategia de Clinton para configurar el orden internacional de la posguerra fría estuvo basada en la expansión de la democracia, el mercado y las instituciones internacionales. En este escenario el uso de la fuerza se llevó a cabo, en general, con la autorización no se basaba únicamente en sus capacidades materiales, sino también en la construcción de instituciones, normas, alianzas, etc. Esta orientación de la política exterior estadounidense sufriría un impacto brutal con los ataques del 11-S, la posterior respuesta armada en Afganistán y la intervención en Irak de 2003. 29 El impacto del 11-S en el orden internacional o el paradigma de la seguridad Desde su llegada al poder en enero de 2001, el Presidente George W. Bush destacó la importancia de reforzar la defensa y la seguridad, algo que cobró un nuevo protagonismo y significado con los ataques contra el World Trade Center de Nueva York, el Pentágono y Pensilvania del 11 de septiembre de ese mismo año. En efecto, en ese momento se puso en marcha un cambio muy notable en la estrategia de seguridad estadounidense. Si durante la década de los noventa triunfó el paradigma de la democratización, tras el 11-S EEUU proclamó el establecimiento 27 28 29 Reus- Review of International Studies, vol. 31, núm.1, pp. 71-92. Rieffer, B. y Mercer, K., Op. cit., p. 402. Ikenberry, G. J., Op. cit., p. 216. 11

que las relaciones internacionales serían entendidas en el marco de un paradigma de la seguridad que comenzaría a implementarse con las operaciones en Afganistán que contó con la aprobación del Consejo de Seguridad por tratarse de un ejercicio de legítima defensa de EEUU frente a un y en Irak, especialmente relevante por ser un ejemplo de uso de la fuerza ilegal. Barry Buzan denomina este nuevo marco de comprensión de las relaciones internacionales la macrosecuritización de la guerra contra el terror. 30 Este autor entiende que el 11-S puso fin de modo abrupto a la posguerra fría e impulsó un cambio sustancial en el marco de comprensión y referencia para entender las agendas estratégicas y las relaciones de seguridad en el sistema internacional. Según explica el autor, una macrosecuritización puede versar sobre un destino compartido (la civilización humana, el planeta, etc.), o una amenaza compartida (terrorismo, enfermedad, etc.). Si la Guerra Fría se caracterizó por tener elementos militares como definitorios del marco de comprensión de la seguridad rivalidad de superpotencias, juego de suma cero, contención, peligro de destrucción nuclear la posguerra fría vendría marcada por la ausencia de este tipo de elementos militares. Buzan explica que, no obstante, surgieron marcos de comprensión ajenos a lo militar: los Derechos Humanos, la economía mundial, la preocupación por el medio ambiente o la seguridad humana. Con los ataques del 11-S emerge una alternativa a esta comprensión de la seguridad: la guerra contra el terrorismo que, desde sus inicios, es concebida como una iniciativa de alcance universal. Para Buzan, el éxito de esta alternativa se explica en parte porque entronca con preocupaciones acerca de la seguridad ya existentes en el orden liberal como el crimen organizado o las armas de destrucción masiva. A pesar del éxito inicial, Buzan advierte que la cristalización de este nuevo marco de comprensión depende de cinco factores: el impacto de nuevos ataques o planes terroristas; el compromiso de EEUU con la securitización; la credibilidad y el desempeño por parte de EEUU como líder de la sociedad internacional; la aceptabilidad de prácticas polémicas asociadas a este marco de comprensión de la seguridad; y, finalmente, la potencia de esquemas explicativos alternativos como el surgimiento de China como contrapoder a EEUU. 31 La respuesta de EEUU a los acontecimientos del 11-S consolidó las tendencias 30 Barry Buzan parte la securitisation theory que presentó junto a Ole Wæever y Jaap de Wilde en el libro Security. A New Framework for Analysis. El concepto de securitisation hace referencia a un marco de comprensión que presenta un tema o situación como una amenaza existencial que requiere de medidas de emergencia y justifica acciones fuera de los procedimientos normales o habituales. El rasgo que define este marco de comprensión es una es preciso dar prioridad a la acción porque si el problema no se soluciona ahora será demasiado tarde, y no existiremos para remediar nuestro error. un asunt seguridad extraordinarios. Se trata de un proceso lingüístico por eso lo importante es que una situación de seguridad se califique como tal, y no tanto si esa amenaza existe realmente (v. Buzan, B., Wæver, O., de Wilde, J. (1998), Security. A New Framework for Analysis, Boulder: Lynne Rienner Publishers, p. 21 y ss.). 31 Buzan B. (2006), -?, NUPI seminar. Oslo, 3-4 febrero. 12

unilateralistas que habían comenzado a finales de la década anterior. El alejamiento de las instituciones del orden internacional liberal, entre ellas el Derecho internacional y el multilateralismo, motivó el debate acerca de las características del poder de EEUU como hegemón mundial. En relación con esta cuestión algunos autores han sugerido que, dada la superioridad de EEUU, es posible hablar de un orden imperial. Es preciso distinguir entre conceptos relacionados con la existencia de superioridad de un actor frente a un colectivo como son el imperio, la hegemonía y el dominio. Esta terminología se utiliza en ocasiones indistintamente cuando existen claras diferencias entre los tres conceptos. La calificación de EEUU como un poder imperial implicaría que controla tanto la política exterior como interna de un subordinado. Por su parte, la hegemonía se manifestaría en el control de la acción exterior de las entidades subordinadas dejando autonomía para las cuestiones de gobierno interno. Finalmente, el concepto de dominio vendría a situarse a medio camino entre los dos anteriores, ya que el poder dominante determinaría el gobierno a nivel doméstico de los subordinados pero éstos mantendrían su identidad y cierto control sobre sus propios asuntos. 32 En general, la definición de EEUU como un poder imperial resultaría exagerada. Como matiza, G. John Ikenberry, únicamente si se habla de imperio en sentido débil, es decir, como un sistema jerárquico de relaciones políticas en las que el más poderoso ejerce una influencia definitiva, es aplicable esta concepción para el poder estadounidense. 33 Jack Donnelly ha llamado la atención acerca de esta cuestión advirtiendo que el establecimiento de sistemas militares, de mercados abiertos o de una ideología universal no pueden considerarse evidencias de la existencia de un imperio. Para este autor, perseguir el propio interés de manera unilateral tampoco es una muestra de ostentar un poder imperial. Según Donnelly, además, hablar de imperio sin más oscurece una realidad de diferencias de poder y jerarquías en las relaciones internacionales mucho más rica. 34 Resulta interesante apuntar las características distintivas de la superioridad o hegemonía de EEUU. Como ha destacado Andrew Hurrell, los rasgos principales de la hegemonía estadounidense bajo el gobierno de George W. Bush podrían resumirse en los siguientes: la ambivalencia frente a las instituciones internacionales, la creencia en principios inmutables de justicia universal, la importancia de la religión y el compromiso sólido con la nación y los valores patrióticos. En efecto, EEUU utiliza las instituciones a conveniencia, establece coaliciones cuando le es favorable, y actúa unilateralmente cuando es necesario provocando una situación de tensión creciente, cuando no 32 33 34 European Journal of International Relations, vol. 12, núm. 2, p. 156. Illusions of Empire: De Foreign Affairs, vol. 83, núm. 2, pp. 144-154. Donnelly, J., Op. cit., p. 159. 13

ruptura, con muchos aspectos de la legalidad internacional. Un ejemplo es cómo se está ampliando el sentido del concepto de legítima defensa, algo que puede desembocar en una crisis de legitimidad. 35 Desde su publicación, la estrategia de seguridad de EEUU formulada en la National Security Strategy de la posibilidad de usar la fuerza de manera preventiva impactaba frontalmente sobre las normas internacionales de conducta. Peter Singer destacó que el enfoque defendido por Bush generaba multitud de problemas, entre ellos, la posibilidad de inventar excusas para llevar a cabo un ataque preventivo; que el gobierno decidiera actuar bajo una sobreestimación del peligro debido a fallos de la inteligencia o a un miedo extremo; o cómo debería actuar un Estado democrático ante una potencial actuación de las que se nucleares o la colaboración en un acto de agresión. 36 Como concluye este mismo autor: mundo significa que rechazan la posibilidad de que el mundo sea gobernado por leyes justas, y no 37 En este mismo sentido se pronunció Reus-Smit, destacando que la concepción del poder de la Administración Bush como algo fundamentalmente material y subjetivo, dejando de lado las dinámicas de interacción social, dejaba a EEUU con un repertorio diplomático muy limitado y basado en la amenaza y el uso de su poderío material ya fuera a través de la coerción o el chantaje. 38 La propuesta de renovación de la hegemonía estadounidense frente a nuevos desafíos internacionales que se plasmó en la mencionada doctrina presenta como rasgos definitorios la confianza en las propias capacidades materiales para afrontar las amenazas, la consideración del propio interés como algo universal y la fe inquebrantable en sus capacidades transformadoras. 39 Esto hace que EEUU manifieste ostentar un derecho cuasi-natural a dictar las respuestas adecuadas al terrorismo y que espere un apoyo sin reservas de la comunidad internacional. 40 No obstante, esta propuesta es disfuncional porque se basa en asunciones erróneas. Así lo concluye Reus-Smit tras establecer que las ideas en las que se apoya el proyecto hegemónico estadounidense contienen el germen de su propia debilidad. En efecto, el proyecto asume, en primer lugar, como algo incontestable la relación causal entre las capacidades materiales y la influencia política. En segundo 35 36 37 38 39 40 International Relations, vol. 16, núm. 2, pp. 190-192. Singer, P. (2004), The President of Good and Evil. Taking George W. Bush Seriously, Londres: Granta Books, pp. 181-185. Ibid., p. 198. Reus-Smit, Ch. (2004a), American Power and World Order, Londres: Polity, pp. 55-63. Ibid, pp. 31-39. Hurrell, A., Op. cit. 2002, p. 191. 14

lugar, entiende la legitimidad como algo equivalente a la universalidad de los propios intereses. Finalmente, asume que EEUU goza de un magnetismo cultural que contribuye a su situación privilegiada haciendo que su poder se acepte sin críticas. Estos tres rasgos son ejemplos de la naturaleza paradójica de la hegemonía. Hasta el más poderoso necesita el consentimiento de los demás porque requiere que su situación sea reconocida socialmente para ejercer auténtica influencia. De lo contrario no se habla de hegemonía, sino de coerción. De hecho, según Reus-Smit, para que la situación de preponderancia se mantenga sería necesario desalentar el surgimiento y consolidación de Estados que combinen capacidades militares y económicas considerables junto a ambiciones globales. Además, EEUU debería resistir las tentaciones de imponer sus valores al resto del mundo. En este mismo sentido se pronuncia Andrew Hurrell, para quien una política basada en la imposición presenta limitaciones. Para hacerles frente este autor reivindica la importancia pragmática de la legitimidad como punto de encuentro entre la efectividad y el necesario consenso moral. 41 Finalmente, Reus-Smit recuerda que el poder hegemónico necesita mantener el apoyo a nivel interno para desarrollar la política económica imprescindible para mantener la primacía internacional. 42 Esta naturaleza disfuncional del proyecto hegemónico estadounidense también ha sido destacada por Caterina García Segura y Ángel Rodrigo Hernández, quienes lo califican como fallido e inviable por tres razones fundamentales. Primera, su déficit de legitimidad, ya que las acciones de la potencia hegemónica han impactado en las bases del orden internacional sin venir acompañadas por una justificación compartida por los miembros de la comunidad internacional. Más bien ha ocurrido todo lo contrario, el descontento ante estas decisiones impuestas ha dado fuerza a actores internacionales que han conseguido canalizar la frustración de millones de personas en el mundo como el islamismo radical y el terrorismo internacional. 43 Segunda, la problemática relación con la legalidad internacional, especialmente su reinterpretación de la soberanía como una prerrogativa dependiente de la aceptación de los valores del hegemón y la reinterpretación del uso de la fuerza en favor de iniciativas unilaterales y preventivas en caso de necesidad. La tercera razón del fracaso del proyecto hegemónico tiene que ver con sus costes a nivel no sólo económico, sino también político. 44 Precisamente en este tema abunda Richard Falk al destacar los enormes y trascendentales costes normativos de la política exterior estadounidense. Centrándose en uno de los acontecimientos más relevantes, la guerra de Irak de 2003, el autor llama la atención acerca del desgaste que está sufriendo el orden internacional debido a la debilidad del derecho y la moralidad 41 42 43 44 Ibid., p. 202. Reus-Smit, Ch., Op. cit. 2004a, pp. 63-68. García, C. y Rodrigo, Á. J., Op. cit., p. 46. Ibid., pp. 52-54. 15

internacionales, la erosión de la autoridad de las NNUU y la pérdida de legitimidad de EEUU como líder mundial. 45 Más allá de la naturaleza disfuncional del proyecto, es posible concluir que la propuesta estadounidense ha desafiado de manera radical el orden internacional. Como explica Caterina García Segura, aplicando la propuesta constructivista de Reus-Smit, EEUU ha cambiado el propósito moral del Estado, el principio organizativo de la soberanía y la norma de justicia procedimental. Efectivamente, en primer lugar, la razón de ser del Estado como unidad política autónoma en las relaciones internacionales se ha visto alterada. Así, para considerar al Estado como actor legítimo éste ha de cumplir y asumir como propios los valores dictados por el poder hegemónico. En segundo lugar, el principio de soberanía que organizaba el sistema internacional desde la Paz de Westphalia ha pasado de ser connatural a la existencia del propio Estado a depender de la relación satisfactoria con el poder hegemónico. En tercer lugar, las normas de justicia procedimental que indican los procedimientos correctos que han de seguir los Estados a la hora de formular las reglas de conducta internacional también se han visto modificadas. Las normas referentes al uso de la fuerza se han visto ampliadas de manera unilateral por EEUU en el caso de la legítima defensa anticipatoria y preventiva. Además, sólo gozarán del derecho de no-injerencia y de verdadera autonomía aquellos Estados que se sumen al proyecto de orden hegemónico de EEUU. Finalmente, la conducta estadounidense ha violado dos instituciones fundamentales del orden como son el Derecho Internacional y el multilateralismo. 46 Como se ha visto en las páginas anteriores, el fin de la Guerra Fría constituyó un momento de cambio fundamental en el orden internacional. El fin del sistema bipolar marcó el necesario comienzo de una nueva manera de conducir las relaciones internacionales en la que EEUU sería determinante por su papel de potencia hegemónica. La nueva situación de unipolaridad permitió a EEUU ejercer una enorme influencia. Durante la mayor parte de la década de los noventa tal influencia se ejerció mediante la democratización, la construcción de instituciones y normas, el multilateralismo, la intervención humanitaria supervisada, en general, por las NNUU, etc. Es decir, su rol de hegemón se desarrolló dentro de los límites del orden establecido. Si bien la política exterior estadounidense cambió de orientación antes de los atentados del 11-S, éstos cristalizaron una nueva manera de ejercer su influencia y preservar su posición privilegiada. De ahí que los noventa puedan comprenderse desde el paradigma de la democratización. Por el contrario, los años 45 46 Falk, R., Op. cit., p. 1 García Segura, C. y Vilariño, E. (eds.), Comunidad internacional y sociedad internacional después del 11 de septiembre de 2001, Bilbao: UPV/UCM/UPF, pp. 67-70. 16

dos mil cobran sentido contemplados desde el paradigma de la seguridad. Así, la naturaleza de las nuevas amenazas a la seguridad internacional favorecería un discurso político dominado por la necesaria respuesta a amenazas imprevisibles, fomentando la extensión de una sensación de emergencia y excepcionalidad. Ante estas circunstancias, como apunta G. John Ikenberry, la retórica neoliberal enfatizó el dominio global basado en el ejercicio del poder militar, la separación gradual libertad y la democracia. 47 El mundo asistiría a la puesta en marcha de estas ideas, formuladas en la interpretación de la legítima defensa no libre de controversia. El caso de la intervención militar en Irak en 2003 evidenciará la opción de la potencia hegemónica por una acción unilateral y preventiva II. MÉTODO DE ANÁLISIS El escenario internacional de la posguerra fría, en el que había que acomodar nuevos actores internacionales, nuevas dinámicas de relación, nuevas amenazas y nuevos retos requería dotarse de un nuevo sentido y una comprensión renovada. Tal ambiente de dudas e indefinición constituyó una fuente de inspiración para los académicos e intelectuales. Se trataba de un mundo más dinámico, complejo y difícil de aprehender. Así, el momento histórico proporcionaba un escenario en definición en el que emergían llamadas a la contra-hegemonía de las aproximaciones neorrealistas, centradas en el poder explicativo de las características estructurales del sistema internacional, y las neoliberales, basadas en el estudio de reglas e instituciones internacionales que posibilitan la cooperación en la esfera internacional. Frente al mainstream neorrealista y neoliberal, a principios que cuestionaban la disciplina, ya que no había sido capaz de prever el fin del sistema bipolar y mostraba dificultades para explicar el fenómeno del cambio en relaciones internacionales y entendían que la conducta está influida, en mayor o menor medida, por fuerzas ideacionales como los valores y las ideas que inciden en el proceso de toma de decisiones y en la configuración de la propia identidad de los actores. 48 Como explica Alexander Wendt, la acción en relaciones internacionales está estrechamente ligada a los significados que los agentes se den a sí mismos 47 48 Ikenberry, J., Op. cit. 2004, p. 13. Revista Electrónica de Estudios Internacionales, núm. 4, pp. 21-23; Sodupe, K. (2003), La teoría de las Relaciones Internacionales a comienzos del siglo XXI, Bilbao: Servicio Editorial de la Universidad del País Vasco, pp. 151-185. 17

respecto de qué constituyen sus intereses y sus identidades y a los demás. Estos significados intersubjetivos se materializarían en formas culturales específicas ya sean normas, reglas, instituciones, convenciones, etc. 49 En este contexto de reflexión teórica acerca de la relación entre lo material y lo ideacional, el estudio del discurso en relaciones internacionales cobró importancia El objetivo de esta sección es presentar el método de análisis que se aplicará al caso de estudio: el uso legítimo de la fuerza en los debates del CS con ocasión de la guerra de Irak de 2003. Así, en primer lugar, y a modo de introducción en el análisis discursivo, se expone el concepto de discurso entendido como proceso de argumentación, destacando su relevancia como agente de cambio social. En segundo lugar, se explica la aproximación metodológica al estudio de caso estructurada en dos partes diferenciadas: el análisis material y el análisis retórico de la argumentación en el CS a favor y en contra del uso de la fuerza en Irak. a) El discurso como argumentación y como catalizador del cambio social 50 Estas cuatro acepciones muestran parte de la riqueza semántica asociada a un término complejo, y que constituye el objeto de la investigación que se presenta en estas páginas. En lo que sigue se entenderá el discurso como un proceso de argumentación que tiene una doble vertiente. En primer lugar, el discurso consiste en un conjunto de estructuras y procesos. Aquí se encuadraría el estudio del discurso desde la perspectiva lingüística. Atendiendo a las dimensiones clásicas del lenguaje, este tipo de estudio discursivo se centraría en el análisis de la sintaxis (combinaciones de palabras), de la semántica (los significados lingüísticos) y la pragmática (la interpretación del significado producido a través del lenguaje). 51 En segundo lugar, el discurso 49 50 51 Wendt, A., Op. cit., pp. 160-162. Real Academia de la Lengua Española (2001) Diccionario de la Lengua Española. Consultable en: http://buscon.rae.es/draei/ Atienza, M. (2006), El Derecho como argumentación, Barcelona: Ariel, pp. 89-94. 18

esos acontecimientos, de las 52 En la Teoría de las Relaciones Internacionales, los autores interesados en el estudio del discurso comparten el interés de mostrar cómo los procesos textuales y sociales están intrínsecamente unidos y describir las implicaciones que de ello se derivan para nuestra manera de pensar y de actuar. 53 De hecho, aunque sea cierto que las relaciones internacionales dependen en gran medida de factores como los recursos naturales, económicos o militares, como han apuntado Franc también son resultado de éxitos, fracasos, hábitos y matices del discurso persuasivo entre elites y 54 A juicio de Jennifer Milliken, los académicos que se dedican al estudio del discurso en relaciones internacionales, independientemente del enfoque teórico en el que se sitúen, comparten tres compromisos teóricos. Primero, los discursos constituyen sistemas de significación que construyen realidades sociales. Este compromiso teórico está estrechamente relacionado con la concepción constructivista de cómo el significado es construido a través de la interacción social. A la hora de estudiar cómo operan los discursos para proporcionar a los individuos conocimiento sobre el mundo social, Milliken resalta la necesidad del estudio empírico de prácticas lingüísticas como el análisis de predicados o el análisis metafórico. Segundo, los discursos producen el mundo en el sentido de que hacen comprensibles determinadas maneras de ser y estar en el mundo al tiempo que operacionalizan regímenes de verdad particulares excluyendo otras formas de identidad y acción. En concreto, esta tarea se realiza a través de la especificación de los sujetos autorizados para hablar y actuar, del establecimiento de las prácticas y procedimientos adecuados para implementar los objetivos recogidos en el discurso y de la producción de una concepción de alternativos y de resistencia frente a la relaciones de dominación implícitas en el discurso oficial. Tercero, los discursos como práctica implican que para su implementación y reproducción requieren de agentes que lleven a cabo estas tareas de manera satisfactoria. La autora recuerda que los discursos son abiertos e inestables y precisamente por ello son susceptibles de cambio debido a las resistencias frente a su particular articulación y operacionalización. Argumentar, dar razones de lo que se piensa o de lo que se hace, es una acción que se encuentra intrínsecamente unida a la vida en sociedad. Esto se debe a que el lenguaje no es sólo un 52 53 54 Martín Rojo, L. y Whittaker, R. (eds.), Poder-decir o el poder de los discursos, Madrid: Arrecife/ Ediciones de la Universidad Autónoma de Madrid, p. 12. European Journal of International Relations, vol. 5, núm.2, pp.225-254. - Feldman, O. y Landtsheer, Ch. (eds.), Politically Speaking: A Worldwide Examination of Language Use in the Public Sphere, Wetsport CN: Preaeger, p. 189. 19

instrumento que nos permite materializar los pensamientos sino que no hay pensamiento sin lenguaje. 55 Así, conocemos el mundo a medida que lo nombramos con palabras y con ellas construimos frases para explicarlo. Existen nociones de argumentación tan variadas como contextos en los que se ha de aplicar. Manuel Atienza extrae una serie de elementos comunes que están presentes al argumentar, independientemente del campo en el que se lleve a cabo esta acción. En primer lugar, la argumentación tiene que ver con el lenguaje y no sólo entendido como medio a través del que se realiza la argumentación, sino en relación a su utilización de determinada manera, es decir, razonando a favor o en contra de una tesis concreta. En segundo lugar, la argumentación implica la existencia de un problema a tratar. En tercer lugar, la argumentación puede considerarse como un proceso y como el resultado de tal proceso, es decir, como el desarrollo de la actividad de argumentar y como un conjunto de argumentos integrados por unas premisas iniciales de las que se parte, una conclusión a la que se llega y la inferencia que permite tal proceso. 56 La tarea de argumentar puede desarrollarse en diferentes ámbitos y situaciones dando lugar a tres perspectivas, dimensiones o concepciones de la argumentación. 57 En primer lugar se encontraría la argumentación enfocada a resolver problemas de tipo formal o abstracto como cuestiones de lógica o problemas matemáticos. En este caso el énfasis se sitúa en la dimensión lógico-analítica de argumentación, es decir, en el estudio de la estructura formal de la argumentación. Así, la concepción formal de la argumentación se centra en la estructura sintáctica de la argumentación, en el análisis de las premisas iniciales, de la conclusión y, sobre todo, de la inferencia ya que refleja el proceso deductivo. Una segunda concepción de la argumentación sería utilizada para explicar un fenómeno, justificar una acción, etc. En este caso lo más importante es la información contenida en las propias premisas y conclusión que se aceptan como verdaderas. Como 55 56 57 Es interesante destacar que el lenguaje desempeña tres funciones básicas en la vida social: la identitaria, ya que a través de él se construye la identidad; la relacional, por permitir las relaciones sociales entre la gente; y la ideacional, por posibilitar la construcción de sistemas de conocimiento y creencias. Esta concepción del discurso sustituyó la conciencia por el lenguaje como centro de la reflexión filosófica contemporánea. De este modo se pasó a considerar los problemas filosóficos partiendo de su formulación a través del lenguaje obligando a un replanteamiento de distintas ramas de pensamiento como la filosofía analítica, que entenderá que los problemas filosóficos se deben a un uso incorrecto del lenguaje; la pragmática, que se centrará en la relación entre el lenguaje como acto y su relación con la comunidad; o la hermenéutica, que reconocerá el papel constitutivo del lenguaje en nuestra relación con el mundo. En cualquier caso, lo que interesa destacar aquí es cómo a través de este giro la dimensión pragmática del lenguaje cobra un protagonismo fundamental; no en vano, formulaciones como los juegos de lenguaje de Wittgenstein, los actos de lenguaje de Austin, la teoría de la acción comunicativa de Habermas o la disciplinas como la Lingüística, la Psicología, la Antropología o el Derecho (v. Fairclough, N. (1992) Discourse and social change, Cambridge: Polity Press, p. 64; Acero, J.J, Bustos, E. y Quesada, D. (1996), Introducción a la filosofía del lenguaje. Madrid: Cátedra.). Atienza, M., Op. Cit., pp. 72-76. Vega Reñón, L. (2003), Si de argumentar se trata, Barcelona: Montesinos, pp. 29-34 ; Atienza, M. Op. cit., pp. 89-94. 20