MIGUEL ÁNGEL PÉREZ ORDÓÑEZ EL CUENTO INFANTIL EN UN TALLER DE NARRACIÓN LITERARIA (PREESCOLAR Y BÁSICA PRIMARIA) BUCARAMANGA - 2007
PRIMERA EDICIÓN Junio de 2007 DIAGRAMACIÓN, IMPRESIÓN Y ENCUADERNACIÓN (Sic) Editorial Ltda. Proyecto Cultural de Sistemas y Computadores S.A. Centro Empresarial Chicamocha Of. 303 Sur Telef: (97) 6343558 - Fax (97) 6455869 siceditorial@syc.com.co www.siceditorial.com Bucaramanga - Colombia ISBN: 978-958-708-291-3 Prohibida la reproducción parcial o total de esta obra, por cualquier medio, sin autorización escrita del autor. Portada: Oswaldo Sagástegui Nota del Editor La corrección de la edición ha sido responsabilidad del autor. Impreso en Colombia
Si no existe una vinculación espiritual entre el que enseña y el que aprende, toda enseñanza es hostil y de consiguiente infecunda. Toda la educación es una obra de amor a los que aprenden. Manifiesto de Córdoba, 1918.
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ÍNDICE GENERAL I. EL CUENTO FANTÁSTICO COMO CREADOR DE LA REALIDAD EN EL NIÑO... 9 II. MARCO TEÓRICO PARA UN CUENTO INFANTIL.. 27 III. ESTRATEGIAS PARA UN TALLER LITERARIO INFANTIL... 51 7
I. EL CUENTO FANTÁSTICO COMO CREADOR DE LA REALIDAD EN EL NIÑO
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Todo principio educativo, tome o no el modelo psicodinámico, reconoce la tarea que se le impone en el pre-escolar o en los primeros años de la escuela primaria: adaptar el niño a la realidad *. Sin embargo, ese educar al niño para el pensamiento real o para la investigación consciente de la realidad, ha llevado a muchos pedagogos a atiborrarlos de una serie de respuestas que, si bien son realísticas, únicamente les aportan angustia e inseguridad. Las tensiones internas, producto de esas integraciones parciales, pueden ser las causantes de escapes hacia mundos totalmente irreales, especialmente en la adolescencia, cuando el joven no sufre de una manera tan marcada como en la niñez, el influjo emocional de los adultos. Los maestros que obran de esta manera son los primeros en decir: Tememos que nuestros niños caigan en el terreno puramente fantástico y posteriormente se nieguen a enfrentar la realidad. Así mismo, se declaran enemigos * Debe leerse en el sentido de René Zazzo: no es adaptar o reducir al niño a la imagen inmóvil y parcial que le da una época. Al contrario, es reinvindicar la verdadera función de la psicología que es la de colaborar en el génesis del hombre. Por tanto, no se trata de ajustar, a cualquier precio, el niño a las exigencias momentáneas del orden social establecido. 11
de los cuentos fantásticos, pues consideran que son éstos y no su práctica unilateral, los culpables de proporcionar a los niños ideas falsas o ilusorias acerca del medio en que se desenvuelven. No desean comprender que el papel de estos textos es el de convertirse en educadores indirectos y no el de proporcionadores de recetas para un determinado saber cuantificado y cualificado en una operación matemática, un dato histórico, etc. Ignoran, a su vez, que la verdad de la vida de los niños puede ser distinta de la de los adultos y desconocen, además, que ningún niño normal cree que estos relatos describen el mundo de una manera realista.(1) Hasta aquí se podría apreciar, aparentemente, que el motivo de la discusión es el enfrentamiento entre la realidad y la fantasía; esto porque los defensores de uno o de otro punto de vista, en su afán de buscar prioridades, las han tornado antagónicas. Es fundamental entonces entrar a dilucidarlas: En primer lugar, no puede decirse que exista una fantasía absoluta, pura, porque toda respuesta de fantasía, sea o no del mundo infantil, entraña en sí misma un contacto con 12
la realidad que le sirve de punto de partida. Si la tomáramos como una categoría absoluta, la fantasía no nos representaría sino lo desconocido y entonces no tendría ningún punto de contacto con nosotros y nos resultaría extraña. Por lo tanto, esto sería contrario desde el punto de vista del creador de estas formas, porque si bien la obra fantástica, así como cualquier otro género literario, encuentra su fuente en el inconsciente, ella no es sino el producto de lo reprimido y/o sublimado de lo ya acaecido. De ahí que nuestra realidad sea fantástica, del mismo modo que el sentido de lo fantástico sea real. Esta conclusión implica que entre más experiencias acumulemos, más nos acercamos a una diferenciación sana de lo real y de lo fantástico. Por eso es primordial, en la segunda fase de nuestro hipotético enfrentamiento, analizar algunos aspectos diferenciales de la realidad del niño y del adulto. Veamos algunas de esas diferencias: La realidad implica un concepto definido del espacio y del tiempo. El espacio está 13
ligado con una larga experiencia en la percepción y representación de las cosas que en el niño no están definidas aún. Si en una clase de geografía les hablamos, por ejemplo, de los antípodas, es factible que muchos crean en un mundo de hombres que poseen la cabeza abajo y los pies arriba, debido a sus propias confirmaciones y a que la noción de constancia en la posición no se ha desarrollado todavía. Los adultos conservamos una noción del pasado, del presente y del futuro; el niño no los diferencia y por tanto, su presente es una mezcla de sueños y fantasías. En cuántas ocasiones hemos visto despertar a nuestros pequeños de viajes imaginarios, dizque realizados por nosotros en sus ausencias, que los conducen a rabietas injustificadas? La realidad del adulto es constantemente confrontada con el medio, con las experiencias personales o con las experiencias de otros. El niño tarda en separarse de su medio, se considera parte integrante de él, no concibe diferenciación entre animales y hombres, entre animales y plantas, y entre plantas y objetos. Para 14
los niños comprendidos en lo que Katherine Dunlap (2) describe como etapa rítmica (2 a 4 años de edad) encontrábamos que el cuento favorito, repetido por la maestra hasta el cansancio, se refería a una niña que se hacía acompañar por su gato a la escuela; en sus permanentes reelaboraciones, realizadas libremente por ellos, el gato hablaba y en una ocasión llegó a ser el alumno más querido por la profesora. Esto era explicable, en la constante lucha de todos por ser el favorito; de esta forma, el desplazamiento hacia lo imaginario representaba la igualdad de tratamiento que inconscientemente exigían. El adulto trata de establecer puntos de referencia para sus sueños, su imaginación, con respecto a la realidad que soporta o en la cual vive. En cambio, los sueños, la realidad y la imaginación de los niños, están confundidos en una indivisible unidad. Para el adulto el concepto de la realidad está restringido para lo que es viable, lo que es factible de realizar en el mundo en que se desenvuelve. Para el niño todo es 15